Crecimiento
La etapa de padres ha sido hermosa, pero muy difícil. La preocupación de no encontrar una cura, o al menos una forma de detener su veloz desarrollo y crecimiento, es parte de lo que nos agobia. Cada día, crece y crece. No sé si en algún momento su crecimiento se va a detener, o si el doctor tiene razón cuando dijo que hay una alta probabilidad de que no estará con nosotros mucho tiempo. Ha saltado muchas etapas.
Solo han pasado seis meses y él aparenta ser un niño de ocho años físicamente, pero mentalmente, actúa como un adulto. Tiene ideas que un niño de su edad no tendría. Su inteligencia sobrepasa todos los límites. No presentó ninguna complicación al nacer, a pesar de haber sido extremadamente prematuro, en comparación al tiempo de gestación de un embarazo normal.
Sus colmillos crecieron cuando cumplió sus cinco semanas de nacido. No presentó problemas en su dentadura. Lo más extraño es que sus dientes desde que salieron todos, no eran de leche.
Mi padre quiere que cumpla con su dieta, pero en él ha despertado esa sed y, a diferencia de nosotros, ha logrado calmarla ingiriendo sangre de animales. No obstante, en una que otra ocasión, se ha alimentado de la carne de algunas aves y ranas. Para él es como un manjar.
Atrae fácilmente la atención de las personas que lo ven en la calle. No solo por sus hermosos, brillantes y llamativos ojos, sino porque es muy social y dulce. No solo con desconocidos, con nosotros es un niño muy juicioso, dulce, amoroso, juguetón y cariñoso. Es adoración con su mamá.
Mi padre se ha encariñado grandemente con Ian y lo cela de una forma que nadie imagina. Comparte más con Ian que como lo hacía conmigo y mis hermanos. Le trae regalos, juega con él, lo saca a pasear con supervisión, entre muchas otras cosas más. Tanto que quiso llenarnos la cabeza para interrumpir su llegada a este mundo, y ahora sin él no puede estar. Creo que eso es lo que ha hecho a mi padre cambiar muchas cosas.
Luego de varios exámenes, mi padre llegó a la conclusión de que no hay forma de que alguien se contagie con tener contacto directo con nosotros. Aun así, prefiero evitar tener un contacto físico con más personas que no sean, mi mujer, mi hijo, mi padre y los doctores.
Zaira y yo decidimos visitar a sus padres con intenciones de presentarle a nuestro hijo. Le avisamos de antemano que veníamos, pero no saben de la existencia de nuestro hijo. Mi padre viajó con nosotros también, no solo para estar vigilante a cualquier situación que pudiera presentarse, sino porque deseaba visitar uno de sus laboratorios secretos. Quedó en venir más tarde a unirse y conocer a los padres de Zaira.
—Estoy muy nerviosa. Para mis padres será muy chocante esto. ¿Realmente no te molesta que le digamos lo que está ocurriendo?
—Ya hablamos de esto, preciosa. Sé que se supone que esto no se ventile, pero ellos son tu familia y sé que no le dirán nada a nadie. Tienen derecho de conocer a su nieto y pasar tiempo con él.
Aunque habíamos pensado decirle que Ian era adoptado y mantener ese secreto, no iba a poder estar tranquilo con ello. Además de que iba a ser casi imposible mentir, pues la verdad es que mi hijo es como una pequeña versión de mí. No solo por el color de sus ojos, sino que físicamente tiene muchas características mías. Aparte de eso, las mentiras no son buenas. Ian conoce la situación, pues nos sentamos a hablar con él desde mucho antes.
Nos bajamos frente a la casa de sus padres y cuando estábamos en la entrada, Ian corrió hacia un árbol en el jardín de sus abuelos. Se echó a colgar de una de las ramas por las piernas. Aunque se veía peligroso por la altura y por estar de cabeza, mi príncipe lucía muy feliz y sonriente. Es muy energético y le gusta saltar, correr, trepar árboles y jugar como todo niño. Zaira estaba visiblemente preocupada, yo también me sentía igual, pero a su vez, no quería estropearle la diversión.
—Mi amor, bájate de ahí, por favor. Puedes caerte.
—Princesa, yo lo vigilo. No dejaré que se caiga.
—Está bien, mi amor.
Cuando planeaba darle un abrazo, vimos el auto de Maya estacionarse frente a la casa. Eso en sí no fue lo que me pareció raro, pues ella es la hermana de mi mujer, sino por la compañía que tenía. Desde el día que Zaira estuvo en el hospital, no había visto a mi hermano y fue chocante verlo con ella. Él se notó confundido al vernos y ella ni se diga, aunque no sé si se trataba de confusión, sorpresa o temor.
—¿Qué haces tú aquí? — le pregunté a mi hermano.
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