Cambios
—¿Por qué me miras así?
—Puedes ir desempacando lo esencial mientras busco la pizza — con una sonrisa salió de la habitación.
Aprovechando que salió, me quité apresuradamente los zapatos, quedándome solo en medias y me subí a la cama. Salté varias veces, teniendo como meta alcanzar el techo, pero no llegaba tan lejos por mi estatura. Sentía que estaba en un trampolín. Era muy divertido, no podía dejar de saltar. Por primera vez valió la pena la fatiga. Me tiré de espalda en la cama y las sábanas de seda eran más suaves a como las imaginé. Parecía un perro rascando su espalda, meciéndome de lado a lado y riendo como una desquiciada. Si no es este el paraíso, al menos debe estar muy cerca.
Escuché los pasos de Dereck y me bajé, arreglando lo más rápido que pude la ropa de cama y los almohadones. Me coloqué tan rápido los zapatos que, aunque no me habían entrado por completo y parecía un pingüino moviéndome con ellos, decidí abrir mi maleta y fingir que rebuscaba en ella.
—¿Vas a bañarte antes o quieres comer calientito?
—Eso se ha oído muy fuera de lugar.
—¿Por qué?
—Iré a bañarme después.
Encendió el televisor buscando la aplicación de películas en línea y luego se sentó en la cama.
—¿Comeremos aquí?
—No suelo comer en la cama, pero considero que hoy es un buen día para romper la monotonía. Ponte cómoda. Iré a buscar unos vasos — volvió a salir de la habitación, y suspiré.
Regresó en poco tiempo y escogimos una película de comedia. Aunque suelo ver todo el tiempo películas de miedo, no quiero arriesgarme a después andar por ahí escuchando o viendo cosas. Mientras comía, de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y los dos la desviábamos hacia el televisor.
Puede que él no sea tan malo como aparenta en muchas ocasiones. Me siento cómoda con su compañía. Por dentro todavía me sentía herida por lo que sucedió con Aníbal, pero mi mente estaba centrada en Dereck ahora. Ahora entiendo el por qué mi hermana se fijó en él. ¿Existirá alguna posibilidad de que aún ella piense en Dereck? ¿Qué hará Dereck cuando pongamos un pie en Puerto Rico? ¿Será que tendrá interés en volver a verla? Son muchas preguntas las que rondaban mi cabeza. No sé por qué estoy pensando en eso ahora.
Si ese fuera el caso, dudo mucho que mi hermana pueda aceptar lo que nos está ocurriendo. Esto nos limita a los dos. Es triste, porque sé que él aún la quiere. No quisiera ser una piedra en su zapato.
Parecía un niño pequeño con sus cachetes inflados y masticando pausadamente. Es increíble que, a pesar de lo lento que mastica, se haya comido tan rápidamente media caja de pizza. Debe gustarle mucho. No aparenta comer demasiado, pero es bastante glotón.
—¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? —me bufé.
—Te llevo trece años.
—¿Qué?
—¿Por qué estás tan sorprendida?
—Porque no aparentas ser tan mayor. ¿Me estás tomando el pelo?
—¿No te gustan tan mayores?
No pensé que habría una escena erótica en la película. Fue vergonzoso que estuviera el sonido muy alto y se escuchara en toda la habitación los gemidos. Él parecía interesado en la escena, pues su atención estaba fija en el televisor. Los pezones de ella los acercaban y prácticamente cubrían la pantalla. ¿Había necesidad de eso?
—Ustedes los hombres no pueden disimular. Ven un par de tetas y se vuelven locos.
Desvié la mirada, sintiendo un repentino calor en la nuca. Fue una sensación extraña, que no me había pasado antes.
—¿No has tomado tu dosis hoy? — no había terminado de hacer la pregunta, cuando se abalanzó sobre mí sin siquiera pedir permiso.
Mis manos se vieron atrapadas firmemente por las suyas y las presionó contra la cama por arriba de mi cabeza. Su comportamiento se volvió extraño de nuevo. Sus ojos se estaban opacando y su respiración agitada solo confirmó mis sospechas. Su mandíbula temblaba y sus dientes crujían. Lo más extraño es que esta vez no tenía miedo. Al contrario, mi cuerpo reaccionó de inmediato al calor y olor de su piel. No lo entiendo. Es la segunda vez que ocurre esto hoy. ¿Por qué no puedo controlar mi cuerpo? ¿Por qué siento esa necesidad de rozar mi cuerpo con el suyo? Quiero su olor impregnado en mi piel, rascar ese hormigueo que consume mi parte más íntima.
Se adueñó de mis labios tan desenfrenadamente, robándome hasta el último aliento. Sus besos ocasionaron una turbulencia entre mis piernas. Su aliento estaba caliente, de la misma manera que su piel y labios. Podría derretirme fácilmente en sus brazos. Percibí ese delicioso sabor metálico en mi paladar, al mismo momento de sentir como una hincada de un alfiler en mi labio inferior. Se apartó de mi boca, presionando sus dientes de nuevo y de su barbilla descendió una lágrima de sangre. En ese momento, a pesar de sentirme tan vulnerable y sensible, pude percatarme de que sus dientes caninos se veían distintos. No sobresalían de su boca, pero sí lucían más largos y puntiagudos. Se veía doloroso, porque la encía superior se veía ensangrentada. Asumí que debió enterrárselos él mismo al momento que los presionó con tanta fuerza. No se quejó en ningún momento, pero sus ojos volvieron a su color natural y recostó su cabeza sobre mi pecho, dejando un escapar un último suspiro.
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