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✭Minokasa✭


·Minokasa·

·Desde la mesa del café·

"Jee, conozco un buen café!!"

Una sonrosada pelirrosa le miraba, sus ojos brillando.
Claramente, al chocolate que habían hecho en la fábrica le habían añadido demasiado azucar.
Mizuki Akiyama saltaba a su alrededor, mientras que Akito, ligeramente sonrojado, clavaba su vista en el suelo.

"Senpai..." murmuró, aún mirando al suelo.

Tsukasa alzó su mirada, interrogando con esta al pelinaranja que les acompañaba. Sus ojos brillaban más de lo habitual, tal vez por haber ayudado a alguien aquel día- o tal vez, al igual que Mizuki, por comer demasiado del dulce, aparentemente adictivo.

"Qué es lo que necesitas, Akito?" sin usar ningún término más, tratando de aparentar seguridad en sí mismo y de transmitírsela al otro, puso su mano en el hombro del pelinaranja. Este se detuvo, finalmente mirándole al rubio con sus ojos aceituna.

Tsukasa esperó, impaciente, preparándose para recibir una verdad reveladora, decidido a 'apoyar' al alumno de menor edad. "Qué necesitas, Akito? Como puedo ayudarte, mi fiel compañero?"

Tras dirigirle a su senpai una mirada entre asqueada y, en cierta medida, agradecida, disparó con su pregunta.

"No estoy seguro, pero... los bombones- llevaban alcohol!?" el rostro de Akito narraba, sin palabras de por medio, lo mucho que le disgustaba el concepto.

"Ehm..."

Eso... eso era lo que quería preguntarme!? Como iban a llevar-?

Sintió un toquecito en su propio hombro. Girándose brúscamente, se dio de bruces con Mizuki, luciendo una sonrisa más alegre de lo habitual.

Pues tal vez sí que-

La pelirrosa inclinó ligeramente su cabeza, dándole un aspecto más infantil a su apariencia, además su dedo, ahora presionando su mejilla derecha. Sin duda. Y el alcohol y Mizuki no se llevan bien... pero cuantos bombones han comido estos!?

"Yo no puse..." se excusó el rubio, sintiéndose un poco culpable por el estado en el que se encontraban ambas personas a las que consideraba parte de sus amigos cercanos.

Akito, aún junto a él, se llevó las manos a la cara, cayendo de cuclillas. Tsukasa, asumiendo que se encontraba bajo los influjos de la sustancia, se arrodilló junto a él. Tratando de hacer algo, lo abrazó, sintiéndose incómodo.

"No eran nuestros bombones... los que lo llevaban-" la voz del pelinaranja había perdido toda su seguridad, sonando débil y temblorosa. "Es que... tomamos unos cuantos prestados... de las cintas..."

Ahora, por fin se había hecho el silencio. Concretamente para Tsukasa, uno incómodo, sensación que no dejaba de crecer en su interior. "Pues llevaban bastante... y son afrodi-afrodisíacos...?"

Cruzando un par de miradas nerviosas, Akito se levantó del suelo, de repente habiéndose recuperado de su mareo, cogiendo a Mizuki de la mano, y arrastrándola por las desertas calles de Shibuya en mitad de la noche.

Tsukasa, sonriéndose para sí mismo, echó a correr tras ellos, sonriendo, y gritando alguna tontería por la cual ni Akito ni Mizuki se inmutaron, acostumbrados a lo infantil que llegaba a ser el mayor.

"Conozco un buen café, cerca de aquí! Queréis galletas?"

Ignorando que Mizuki estuviese repitiéndose, ambos chicos, a pesar de estar al borde del colapso, somniolentos a más no poder, asintieron, tratando de mostrarse tan efusivos como les fuese posible.
No iba a ser el sueño lo que acabase con su noche.

Las puertas del local se abrieron cuando Mizuki se dejó caer contra ellas.

Ignorando las miradas confundidas, con cierto rencor y miedo entremezclados en sus ojos juzgatorios, observaron el espacio.

Con la vergüenza consumiéndoles, se sentaron en una de las mesas del café. Encontraron una que estaba escondida de los otros clientes, tras varios otros muebles, al lado de la puerta de servicio.

Sentaron a Mizuki en el sofá, justo debajo de la ventana que daba paso a la calle, iluminada tenuemente por varias farolas, tan cansadas como los tres adolescentes.

Tras varios minutos de conversaciones sin importancia, la mayoría tratando de evitar el tema de los 'infernales bombones' con un 'toque extra', sin conseguirlo exitosamente, hasta que una de las empleadas les atendió, disculpándose por la tardanza.

Tsukasa, depsués de un rato en el que no había levantado la mirada de la carta de pedidos del café, tan solo notó aquella presencia, sus ojos se clavaron en los gris bruma de la camarera.

Recorrió, devorándola en silencio, su tez pálida brillando bajo los improvisados focos del pequeño café. Su cabello, que le llegaba a los hombros, del mismo color de los archiconocidos bombones, recogido con varios ganchillos, además de una gorra de visera, a tonos blancos y negros, recubierta de pelo.

Su figura, la cual dejaba entrever la inseguridad que sentía en torno a su cuerpo, no muy alto, no muy bajo. Llevaba un traje de los mismos colores que la susodicha gorra, además de un mandil. El conjunto entero se encontraba recubierto de lazos y estrellitas plateadas, negras y blancas, junto a cascabeles que con un retintín alegre anunciaban su llegasa.

Lo que realmente lo encandiló al instante fue su voz.

Tras un arduo día en el que no había podido descansar, y había estado en movimiento todo el día, acumulando cansancio y estrés, la voz cálida y acogedora de la camarera le trastocaron, curiosamente de forma positiva, en cierto modo liberándole de esas sensaciones pesadas que le embargaban. Embobado, percibiendo el olor a nardos y malvarrosa que desprendía la de cabellos marrones.

Cerrando los ojos, su mente se veía envuelta en aquellos dos iris, de un gris cristalino, que le recordaba a la bruma que envolvía Tokyo en las mañanas. Aquellos secretos que parecían esconderse tras el velo de sombras y la inocencia que desprendía la joven.

"Senpai... qué vas a tomar?"

La voz de Akito, teñida de preocupación por el rubio, sonsacó a este de sus fantasías. Dejó de verse a sí mismo viviendo con la pelimarrón en una casita de campo, junto a varios gatos, llevando una vida de ensueño junto a la chica de la cual aún no sabía ni el nombre.

"E-eh? Qué sucede, Akito?"

Mirando a 'su alrededor', directamente a la cara redonda de la chica, se dio cuenta de la expresión furibunda que esta le dirigía. Sorprendido, y algo asustado, se preguntó que podría haber dicho para enfadar al 'amor de su vida'. Ay no... será porque no le respondí cuando me preguntó!?

Una gota de sudor frío recorrió su espalda, al mismo tiempo que un temblor le hacía sucumbir ante la realidad que él pensaba vivir.

Ante el silencio que volvía a formarse en la mesa, y viendo las incómodas sonrisa forzadas de la de cabellos chocolate, Akito decidió intervenir.

"Senpai, qué vas a tom-?"

"Un batido- de chocolate, sirope de fresa- nata montada?- algo de menta, un plátano por encima- añade unas nubes de algodón, son- deliciosas y... virutas de chocolae también..."

La voz de Tsukasa irrumpió, dándole fin al silencio. Frunciendo el ceño, la pelimarrón trató de apuntar lo que el rubio había 'pedido'. Tras varios segundos simulando que lo transcribía, alzó la vista, dejando de lado la libreta, y con una expresión confundida que delataba de forma ligera una súplica silenciosa, formuló una pregunta.

"Podrías repetirlo, porfavor...?"

Ignorando el rubor que poblaba la pálida cara de la camarera, sin darse cuenta de que él estaba igual, repitió su pedido.

"Un batido de chocolate... sin nata."

Con la vista, tan discretamente como podía, siguió los movimientos de aquella joven que le había robado el corazón.

Cada vez que esta miraba en la dirección donde se encontraba, sentía que su corazón le daba un vuelco, cosa la cual sus dos acompañantes notaron, uno más que otro.
Su expresión ceñuda torcida en una más molesta de lo ya habitual, Akito pretendía llamar la atención de Tsukasa, sin éxito alguno.

Reprochándose el no haber impedido que la situación se desviase hacia esto, se submergió en la conversación que estaba tratando de mantener con la un porquito demasiado alegre pelirrosa.

A pesar de que sentía como los celos tomaban posesión de él, Akito Shinonome se sentía en cierta medida orgulloso de que al menos alguien pudiese mostrar abiertamente lo que sentía. Suponía que el rubio debía conocerla de algún sitio, al igual que él mismo, pero viendo la cara soñadora, pero confundida, de aquel que había deseado para sí mismo, le quedó claro que Tsukasa Tenma no debía conocer a Minori Hanasato, a pesar de la creciente fama que estaba experimentando la tímida morena, y la popularidad de su grupo de idols.

Aquella misma expresión soñadora que le había enamorado, era la misma que ahora le hacía querer ayudarle.

"Tsuk- Senpai..." el nombre del rubio había tratado de escapar por su boca, antes de conseguir frenarlo. Aún así, el rubor que ahora lucía no podía disimularlo, a pesar de su porte altivo y desinteresado. "Veo que Hanasato te... interesa." masculló la última palabra, destapándose la cara.

Su sonrojo era ahora equiparable al de Tsukasa, quien, al verse descubierto, había perdido su yo, tornándose una especie de sombra de lo que solía ser, una versión vergonzosa e insegura de el Tsukasa a quien todos conocían, ya fuese para bien como para mal.

"C-cómo-!?" hasta su voz había cambiado, perdiendo su seguridad, siendo tan solo un ligero tartamudeo. Sus ojos, disparatados, brillaban con un terror y cierta vergüenza que le invadían.

Y se ve tan adorable- trató de reprimirse. Sé que no me ve de esa forma... por su bien debería- abandonar mis esperanzas...

"No es como si tú supieses disimular... solo eso." gruñó el pelinaranja, desviando su mirada, evitando encontrarse con los dos soles que eran los iris de Tsukasa.

"Parece que..." tragó saliva, mientras por su mente discurrían las palabras que debía pronunciar. "Hanasato te ha encandilado con su- encanto..."

Arde... pero es él- es por él...

Alzó su mano, reclamando la atencin de la camarera, rezando porque fuese la de cabellos marrones la que se acercase, mientras otra parte de él deseaba que Minori desapareciese de la faz de la tierra.

"Qué desean? Necesitan que les- traiga algo...?"

La expresión de la de los iris grises cambió drásticamente al ver quienes eran los que ocupaban aquella mesa. Dirigéndole una mirada suspicaz al pelinaranja, Tsukasa debió contestarle.

"Perdone, Hana-Hanasato..." casi como si tararease el nombre, mientras su voz recuperaba algo de su carisma habitual. "Podrías traernos unos vasos... además de una botella de agua fría?"

La joven asintió, frunciendo el ceño ante la mención de su nombre, pero se marchó a cumplir lo que le había sido encargado sin mediar palabra.

Tsukasa se abalanzó sobre Akito, cogiéndole las manos.

Una sonrisa agradecida se formó sobre su rostro, una sonrisa honesta y sincera que mandó escalofríos por su espalda.

"Gracias, Akito..."

Estaba calado hasta los huesos.

La lluvia lo había pillado a mitad camino, cerca del centro. Ahora, finalmente, las puertas del acogedor bar se abrieron frente a él, y un aroma a pasteles recién hechos mezclado con el de café le recibieron.

Con una amplia sonrisa, dio un paso, entrando en el establecimiento que llevaba visitando aquellos últimos días, siempre en busca de la pelimarrón que reinaba en sus sueños.

Sentándose en la misma mesa que la primera vez, esperó pacientemente a que la camarera de iris bruma, la única que trabajaba entre semana, le atendiese de nuevo.

"Y... Tsukasa Tenma... qué es lo que deseas hoy?"

No tan sorprendido por su tono 'extrañamente' frustrado a diferencia del afable y cariñoso que solía lucir, el rubio quedó extrañado ante el uso de su nombre por la pelimarrón.

"Hanasato!? Conoces mi nombre!?"

La expresión frustrada de Minori Hanasato se torció en una media sonrisa, aún con los mismos sentimientos de siempre.

"Porque lo ponía en los recibos de estos últimos días...? Y además, conozco a Saki Tenma... os parecéis bastante, sabes?"

Tras varios instantes de silencio en los que intercambiaron miradas relatando la incomodidad mútua, Minori habló de nuevo.

Un pequeño suspiro, y la frase que se repetía día tras día, sin encontrar final alguno en el repertorio de la pelimarrón. "Entonces... qué te traigo hoy?"

"Lo de siempre, Minori..." le dedicó una sonrisa afable, cubriendo por completo lo nervioso que se sentía por dentro. Los retortijones que sentía al llamarla por su nombre. "Batido de fresa..." tratando de hacerse el interesante, ocupando una pose pensativa, añadió algo. "Hoy... con nata..." sintiendo los nervios a flor de piel, temblando ligeramente, sonrió pícaramente, mientras extendía la mano en dirección a la pelimarrón.

"Y... si no es mucho pedir..." sus hoyuelos se marcaban, mientras se erguía, orgulloso y seguro de sí mismo. "Podríais añadir tu número, como complemento del menú?"

Lanzándole una mirada que narraba la pena que le daba la inconsciencia del rubio en torno a la relación que les atañía, la pelimarrón de los ojos grises se marchó, dirección a la cocina.

Tan pronto vio como Minori desaparecía tras el umbral de la habitación, el rubio sacó su teléfono de la mochila que traía consigo mismo.

Seguía en llamada con el pelinaranja, junto con quien había urdido el 'plan' para tratar de conquistar a la aspirante a idol, si es que, según Mizuki, traumatizar y perseguir a quien te gustaba se trataba de 'conquistar'.

"Akito!! Qué tal ha ido?" el rubio buscaba la aprobación de a quien consideraba como un experto en el tema, sin ser consciente de que el mismo pelinaranja era incapaz de decirle al mayor lo que sentía por él.

A través del dispositivo, la voz del pelinaranja, teñida de un tono huraño que trataba de esconder ese dolor que sentía.

"Bien... supongo... al menos para ser tú."

Oír palabras que trataban de ridiculizar al rubio, incluso si las pronunciaba él mismo, le dolían.

El rubio pareció filtrar aquellas últimas palabras, quedándose en cambio con lo que resultaba ser un elogio, saliendo de boca del menor.

Clavó su mirada en la puerta, de nuevo, esperando que la de cabellos chocolate volviese a salir. Se planteaba, aunque aterrorizado, el pedirle salir un segundo con él, fuera del café.

Tal vez explicarle lo que sentía por ella.

Le había explicado sus intenciones al pelinaranja, que había sonado aún menos entusiasmado de lo que era habitual en él.

Sin embargo, el rubio pretendía acabar con esa relación incómoda que mantenía con Minori.

Aunque no aceptara sus sentimientos y lo rechazaba, al menos se habría desecho del peso que guardárselo suponía.

La lluvía seguía cayendo, incesable y constante, llenando los callejones vacíos de la capital de agua sucia, que corría por los caminos peatonales de las pequeñas callejuelas.

Viendo la escena que se desplegaba allá fuera, cualquier idea que involucrase salir del establecimiento quedaba imposibilitada.

Suspiró, una sonrisa tonta apareciéndose en su rostro.

Al menos tenía una excusa para quedarse un rato.

"Fufu... qué tenemos aquí...?" Rui Kamishiro salió de entre las sombras, sus iris amarillos reluciendo con la curiosidad que le caracterizaba.

Mirándolo fijamente, recelando, el de cabellos rubios se acercó a quien consideraba su mejor amigo, esperando a ver si el pelimorado tramaba alguna cosa que le involucrase.

"Rui..." adoptando un tono de voz que pareciera en cierto modo paternal, se dispuso a reñir al otro por una fechoría que aún no había cometido. "Si lo que buscas es un sujeto de pruebas, hoy no. Ya nos riñeron ayer, tras el 'accidente' en el laboratorio..."

Luciendo una sonrisa traviesa, el de los rasgos felinos se acercó al contrario, poniéndose de cuclillas, tratando de imitar su altura, con tal de 'humillarlo' un poco más.

"Me dijo un pajarito que te gusta una idol... acaso eso es verdad...?" emitió una pequeña risa, erizando el vello de Tsukasa. "Un pajarito llamado Akito... me pidió que te ayudara también... qué opinas?"

"Que confiar en Akito fue un error."

Cerrando así la conversación, un afectado Tsukasa abandonó la entrada de Kamiyama, dirigiéndose en cambio hacia la clase a la cual pertenecía, donde, ahora se daba cuenta, debería reencontrarse con Rui.

Buscó rápidamente con la mirada al pelinaranja chitón, esperando poder dejarle en claro que estaba molesto con él.

Mercadear con su privacidad no era algo que "Yo, una futura estrella mundial, vaya a tolerar!!"
Ignorando las miradas confundidas del grupo de estudiantes de primer año en el cual había irrumpido, localizó, al final del angosto pasadizo, un mechón del infame cabello cobrizo.

"Akito Shinonome!! Detente!!"

Sin siquiera dirigirle unas disculpas, el nombrado desapareció tras la pared que cubría las escaleras.

Suspirando, Tsukasa se decidió a siguirle. Mas para cuando había llegado al final del pasillo, Akito ya había desaparecido. Se paseó por la segunda planta, echando vistazos fugaces a través de laas pequeñas ventanillas de las puertas, conservando la pequeña esperanza de que a quien perseguía se encontrase en una de ellas.

Tras examinar todas las aulas, cualquier pequeño escondrijo que pudiese encontrar en esa planta, e incluso los baños- ganándose unas miradas de repulsión de Nene y Mizuki, quienes se encontraban conversando-, no tuvo más opción que dirigirse hacia la claase que le pertocaba en aquel momento. El bullicio que se había mantenido de forma activa durante aquel último cuarto de hora antes de empezar las clases se había desvanecido, siendo ahora en cambio reemplazado por un silencio bastante inusual en el centro. Lo único que desafiaba el susodicho silencio eran los pasos apresurados del rubio, y cierto sonido en uno de los baños de la primera planta.

Sin mucho que perder, Tsukasa examinó el cartel del baño, fortuítamente tratándose de uno de los baños de hombres.

Los resoplidos y quejidos de alguien se hacían más audibles a medida que se introducía en el espacio. Ubicó los sonidos dentro de un cubículo, y esperando no encontrarse lo que temía que pudiese ser, dio repetidos golpes en la puerta.

Los sonidos inmediatamente se interrumpieron, seguidos pocos instantes después de sonidos de alguien que se movía de forma frenética.

Y unos segundos más tarde, unos ojos verde aceituna aparecieron frente a él. Había pillado a Akito Shinonome.

"S-senpai...!? Qué narices haces tú aquí-!?" sus mejillas, encendidas, esparcían el rojo por toda su cara. Aún así, había algo que no cuadraba en la escena. Algo que descartaba lo que en principio había supuesto.
Akito escondía el brazo con el que había cerrado la puerta detrás de su espalda, mientras que el otro se permanecía tapado por la puerta.

Y aún así, su expresión no era tanto un reflejo de vergüenza, si no de dolor.

"Akito... qué estabas..." decidió dejarlo estar, lanzándose en cambio a lo que realmente le importaba. "Porqué involucraste a Rui? Pensé que no le ibas a decir nada a nadie."
Sin responder nada, la puerta se cerró, dejándolos incomunicados.

Habiendo perdido toda la alegría que había sentido el día de antes, el rubio se marchó, sintiéndose defraudado.

Había perdido a su mayor aliado, pero su meta seguía firme y clara.

Iba a conquistar a Minori Hanasato.

O a hacer el ridículo en el intento.

"Tsukasaaa!!"

Una cosa rosa se acercó al grupo que formaban Nene, Rui y Tsukasa, botando como si llevase un resorte en los pies.

Abalanzándose sobre sus compañeros de grupo teatral, Emu Otori parecía mucho más emocionada que lo habitual, siendo un ser a punto de reventar por la pura alegría que transmitía.

Sin pararse a hablar con su pareja, dejando al pelimorado con una sonrisa agridulce en los labios, o a discutir con Nene la razón por la que en ese momento se encontraba en Kamiyama y no en Miyamasukaza, empezó a bombardear al rubio con preguntas.

"Emu? Te ocurre algo?"

Con los iris desorbitados, desenfocados, trató de encontrarle el sentido a la algarabía que estaba soltando la pelirrosa. Estaba igual que siempre, soltando banalidades cualquiera.

"Tsukasaa, me dijeron que te gusta Minori Hanasato!!"

Varios alumnos se acercaron al grupo, extrañados por la nueva persona que se había juntado con el grupo de raritos, aunque pareciese encajar con los otros tres. Aunque tan pronto la cosa rosa dejó de proferir sus gritos estridentes, y quedó interrumpido el flujo de chisme, se marcharon.

Una escena que se había narrado varias veces aquel día. Primero con Rui, quien con su persistencia nata había hundido a Tsukasa en la miseria. Más tarde, con la peliverde, que solo había conseguido hacerle sentir más patético y vulnerable.
Ahora, con la excitada pelirrosa sobre él, y sus emociones a flor de piel, Tsukasa se dejó llevar.

Levantándose de un salto, su expresión, antaño alegre y despreocupada, ahora representando lo que sentía, la ira que le consumía, las ganas que tenía de echar todo a perder.

De librarse de aquella molestia que suponía sentir algo hacia alguien que, ahora se daba cuenta, no apreciaba sus sentimientos.

Apartó de un empujón a Emu, quien trataba de acercarse a él de nuevo con tal de seguir con su mal planteado interrogatorio.

Cabizbajo, sin molestarse a escuchar las quejas de tanto Rui como Nene, abandonó el patio, buscando en cambio refugio en los jardines posteriores del centro, maldiciendo el día en el que decidió confiar su corazón a personas que le habían traicionado.
Se sumió en ese silencio que le rodeaba, tanto inquietante como asimismo relajante, antes de ser interrumido bruscamente por el sonido de pasos que se acrecaban en su dirección.

Anhelaba estar solo, pero debía encargarse de eso.

"Dejadme en paz..." murmuró. Notando que quienfuera seguía acercándose a él, levantó el tono. "Dejadme en paz! Dejadme en paz ya!"

Sin saber cómo, su rostro se encontraba cubierto de lágrimas. Sollozaba, mientras aquellos pasos de un ser infernal se acercaban hacia él.

Los sollozos fueron seguidos por hipidos, mientras esperaba a que esa persona, fuese quien fuese, le encontrase.

Sus ojos ámbar reflejaban aquel miedo que llevaba consigo desde hacía días, sin poder compartirlo con nadie, por miedo de ser llamado un débil, un cobarde. Apretó los puños, tratando de saciar su ira, tratando de calmarse y deshacerse de todo aquello que le abrumaba.

"Tsukasa..."

Al contrario de lo que esperaba, aquella voz que le recibía no iba cargada de represalias o de malas palabras. Era una voz que reconocía a la perfección, la cual añoraba escuchar.

Mientras el de cabellos a dos tonos se agachaba junto al descompuesto rubio, este cayó en sus brazos.

Toya permitió que Tsukasa se desahogara, cubriendo su cara, rota por el dolor, entre los brazos del Aoyagi. Tan solo necesitaban el silencio para entenderse. Un cambio no mal recibido.

Un día más, aquel café se abría frente a él, tan acogedor como siempre, mientras los asientos mullidos le invitaban a entrar. Todo sonido que instantes antes podría haber sido audible pareció desvanecerse para el de los iris ámbar tan pronto entró.

Sin molestarse por mirar a su alrededor, y asegurarse de que a quien había estado buscando cada día desde el prinicpio estaba allí, se dejó caer en la mesa de siempre.

Seguía esperando la calma. Seguía esperando felicidad. Sigo esperándole a ella. Sigo tratando de encontrarme. Sigo-

"Tsuk- Tenma? Estás bien!?"

El rubio se restregó el dorso de la mano por la cara, dándose cuenta al apartarla de que la tenía húmeda.

Forzó una sonrisa, mientras levantaba la vista. Se lo espseraba, pero encontrarse con la cara de la aspirante a idol que había tomado control de él aún consiguió sorprenderle, junto al hecho de que la persona que había supuesto que le odiaba por actuar como lo había hecho preguntase por cómo se encontraba.

"No te preocupes- las estrellas siempre están- estamos... bien." gesticuló mientras trataba de quitarle hierro al asunto.

Durante varios instantes, Minori pareció lucir una pequeña sonrisa triste, compadeciéndolo. Que ese fuese el mayor avance que había tenido respecto a su 'conquista' pareció despertar al rubio.

"Minori... podrías acompañarme fuera un instante?"

Asombrada ante la súbita decisión que transmitía la voz del rubio y su cambio de humor, Minori, anonadada, asintió. Tsukasa la tomó de la mano, ignorando el sonrojo que se hacía ver en su rostro, y atravesaron juntos el umbral de la puerta acristalada.

Un sol deslumbrante, que contrastaba con el ambiente entre ambos, les recibió, junto a una brisa que transportaba un olor dulce, de las panaderías y cafés de la calle, que se revolvió entre el traje que portaba la chica.

Soltándole la mano, que se enfrió casi al instante, ante la falta del calor que le transmitía la de la los cabellos color chocolate, se encaró con ella, clavando sus iris, resplandecientes como soles, en los tímidos de color avellana de ella, que evitaban cruzarse con la cara -ya enrojecida al darse cuenta de la situación en la que se había metido- de Tsukasa.

De nuevo, aquel miedo que llevaba poseyéndolo desde hacía días se hacía notorio. Su instinto, su razonamiento, eran quienes le desalentaban, mientras trataba de convencerse a sí mismo que aquello iba a acabar en caástrofe, que si continuaba con lo que tenía previsto hacer, Minori no volvería a dirigirle la palabra nunca más.

En cambio, su corazón dictaba un compás diferente, relataba una realidad en la que, incluso si Minori no aceptase sus sentimientos, no le menospreciaría por ellos. Liberó sus palabras junto a la dulce brisa que mecía su encuentro.

La declaración no pareció surtir efecto alguno en la chica, que se erguía, impasible, frente a él. Una representación perfecta de la calma, incluso ante una escena como la que se presentaba frente a ella.

Nada... no va a decir nada!?

"Minori... vas a...?" dejó la frase sin acabar, cediéndole a la otra el turno de palabra. Al ver que esta no emitía sonido alguno, levantó la vista del suelo. La de cabellos chocolate parecía congelada en su sitio, paralizada por el terror, a pesar de que temblaba incontrolablemente. Su respiración era entrecortada, y sus ojos parecían haberse dilatado, por la indecisión y la confusión que debía estar sintiendo.

El rubio, titubeando, avanzó varios pasos, tratando de acrecarse a ella, de calmarla y asegurarle que respetaría su decisión, fuese cual fuese. Tan pronto ella notó que se acortaba la distancia entre ambos, echó a correr, bajando por la calle, desapareciendo tras la esquina que daba a una de las calles circundantes.

"Minori!!" vociferó el rubio. A pesar de que su voz había llegado, sin duda alguna, a oídos de quien escapaba de él, la integrante de More More Jump no volvió hacia él.

Una nueva duda se había en su interior, una que le hacía debatirse aún más que las anteriores. La decisión final, que podía marcar punto y final en la ya endeble relación que sostenía con ella.

Respetar su decisión, y no hablarle más, o perseguir a la persona que creía ser el amor de su vida.

Sacó el teléfono.


Esas ráfagas de viento que le habían acompañado, mientras hacía público lo que sentía, le acompañaban ahora también, ma shabían perdido su fragancia dulzona, siendo ahora reemplazada por una brisa marina, cuya salinidad no le ayudaba a resguardar las lágrimas que amenzaban con desbordarle.

No pudo contenerlas más, mientras su mundo se derrumbaba sobre él. Siguió corriendo, con el corazón latiéndole a mil por hora, al borde de caer exhausto, desprovisto de la resistencia necesaria para alcanzarla. Aún así, mientras seguía su llanto, junto con la respiuración dificultosa, su meta se mantenía clara, nítida, tanto en su mente como en su corazón. No iba a permitirse perder esa última oportunidad.

No... esta vez no.

Pocos metros más allá, la calle acababa, dando paso en cambio al puerto marítimo. La luz del día le recibió, tras varios minutos de carreras por los callejones oscuros del barrio marítimo, cegándolo ante el súbito estímulo.

Rebuscó con la mirada, frenéticamente, la figura, aún con el uniforme del café, de la pelimarrón.

Allí estaba. Corriendo al lado del borde del muelle, sobre las piedras que lo separaban del agua fría bajo ella.
Sintió como su sangre se helaba, y quedó tieso al ver cómo Minori, alertada por sus jadeos, se giraba para verle, asustándose de nuevo. Pareció perder el equilibrio, mas lo recuperó segundos más tarde. EL rubio dejó ir un suspiro de alivio, dándose cuenta de que, tal como la pelimarrón había relatado en ocasiones en sus streams, no sabía nadar.

De tremenda se acaba de salv-

La figura desapareció tras el muelle, tragada por las aguas del puerto marítimo. Los instantes siguientes se le hicieron eternos, mientras una nueva incógnita reemplazaba la que creía haber sido la última.

No se detuvo a pensar, echando a correr en la dirección del muelle.

A varios metros de altura, Minori seguía, agarrándose a duras penas, al saliente del muro del puerto. Transmitía miedo por cara poro de su piel, y parecía al borde del llanto.

Ver a Tsukasa, mirándola desde detrás del muro, solo consiguió ponerla aún más nerviosa. Sus manos empezaron a resbalar, mientras Tsukasa trataba de ayudarla.
Soltando un gritito, Minori cayó hacia las aguas, que se abrían bajo ella, preparadas para recibirla, y ser su nuevo hogar cuando se ahogase sin remedio alguno para prevenirlo.

La adrenalina corría por sus venas, la decisión ya había sido tomada, y no iba a cambiarla. Sus sentimientos nublaban su razonamiento lógico, y sin considerar lo que podía ocurrir, una segunda figura caía desde el muro.

Veía el mar embravecido, mientras se acercaba a él a una velocidad vertiginosa.

Minori caía, unos escasos centímetros por debajo de él, suplicándole con la mirada que hiciese algo por ayudarla, mientras otra parte de ella le pedía que se pusiese a sí mismo a salvo.

Iba a ser el héroe... y por una vez, fuera del escenario.
Logró agarrar la mano de su amada, cayendo por fin juntos. La atrajo hacia sí mismo, notando como los temblores descontrolados de la pelimarrón empezaban a calmarse.

Tras varios segundos más de angústia, el agua los engulló. Sintiendo como caían hacia el fondo del golfo, el rubio desesperadamente trató de bracear, de acercarse a la superfície del agua, que empezaba a difuminarse, mientras las sombras emborronaban su visión.

Dándose por vencido, empujó como pudo a Minori, hasta que la cabeza de la de los ojos color bruma desaparecía, ya pudiendo respirar el aire fresco de nuevo. Sonrió, complacido, habiendo al menos conseguido ponerla a ella a salvo.

La oscuridad que le rodeaba finalmente le poseyó, mientras exhalaba lo que supuso que sería su último suspiro. Su mundo se submergió en las sombras.

Unos brazos cálidos le arroparon, rescatándolo de entre esas corrientes que amenzaban con arrastraro hacia el fondo marino y hacerle desaparecer sin dejar rastro alguno.

Tan pronto sintió la brisa marina acariciar su rostro húmedo, tosió, echando toda aquella agua que había tratado de hacerlo desaparecer.

Sus párpados se abrieron, lentamente, mientras el agua acumulada sobre su tez discurría, reuniéndose de nuevo con el mar del que provenía.

Esa misma cara, redonda y sonrosada, que le había encandilado, se asomaba ahora sobre él, debatiéndose entre las lágrimas por la experiencia que acababan de pasar, y la alegría de ver que el rubio por fin parecía estar bien.

Su respiración empezaba a tomar un ritmo más estable, pero concentraba todo se ser en no parecer demasiado emocionado por la cercanía entre ambos en ese instante.

Una nueva ráfaga de viento le hizo despertar de su fantasía. La pelimarrón se había apartado, sentada sobre la arena, junto a él. Lentamente, Minori clavó sus ojos grises, relucientes bajo el sol del atardecer, que empezaba a desvanecerse tras las filas de casas de los distritos marítimos, en los de Tsukasa, tan relucientes como aquel mismo sol que los bañaba con su luz.

"Ten- Tsukasa..." un reflejo extraño, que el rubio interpretó como culpabilidad, resplandecía en los ojos de la chica. "Siento... haber tomado tu primer beso-"

Se llevó las manos a la cara, tratando de esconder el sonrojo que se hacía notorio, enrojeciendo su tez pálida. Emitió un segunda gritito, esta vez sin alarmar al chico, quien la miraba, embobado, incapaz de articular palabra. Hasta que finalmente comprendió lo que acababa de decir la de los cabellos color chocolate.

"B-beso... Beso!? Minori Hanasato, a qué- qué quieres decir!?" perdiendo todo su vozarrón habitual, reemplazado, en acmbio, por un hilillo de voz apenas audible.

No esperó contestación, y cayó en cambio en el silencio.
"Sobre lo que te dije... siento haber-"

Minori pone dedo sobre boca de este.
"Conozco un café..." "Qué tal discutirlo mientras entramos en calor?"

Tsukasa sonrió, sacudiéndose los mechones mojados.

"Me encantaría... porfavor."



THE F'CKIN END✵

(KISH, ACABÉ)



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ACABÉ EL MINOKASAAA

A decir verdad, pensé que iba a ser un desastre... y tenía razón!! (En mi opinión, cada persona tendrá la suya, disfruto teniendo la mía propia).
Como siempre, si quien pidió el one-shot, en este caso, Briioww, querría que cambiase esto, y prefiere darme un tema más especiífico, bienvenida sea la reforma.

Así que bueno, sin más que decir, Chaoyagi!!

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