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✭Akikoha✭


·Akikoha·

Las lágrimas corrían por sus mejillas.

Se sentía humillada, estresada.

Frente a él, el pelinaranja que a partir de entonces, según lo que habían estado hablando en las reuniones antes del live house, tal vez formara parte de su grupo.

Apretó los puños, cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas, que amenazaban con aparecer de nuevo.

An había tratado de defenderla, argumentando que, siendo su primera actuación, era normal que el miedo la hubiese poseído. Sus manos le dolían, pero seguía con los puños cerrados, tratando de descargar su dolor y desconsuelo en sí misma.

Akito había rebatido las palabras de An al instante, desestimando las capacidades de Kohane, haciéndola sentir inútil.

El dolor la ahogaba, amenazando con sobrepasarla. Su cuerpo le pedía huir, pero sabía que si lo hacía, solo demostraría que el pelinaranja tenía razón, que no estaba capacitada, que nunca lo estaré. Que mi- nuestro grupo está destinado al fracaso-

"A-An" sollozó. "Debo irme- me esperan en c-casa-" trató de decirle, con la voz más firme que consiguió usar.

Levantó mínimamente la vista, con tal de poder vislumbrar a su compañera, y vió como esta trataba de acercarse a ella, probablemente con tal de consolarme, razonó Kohane, desinchándose aún más.

El de pelo bicolor a tonos azules, compañero de grupo de Akito, la detuvo, comunicándole con la mirada que la dejase respirar.

Kohane se inclinó ante los tres.

"Muchas gracias por la o-oportunidad-" farfulló, su voz aún temblorosa, delatando como se sentía. "M-Muy buenas noch-noches."

Se giró, tapándose el rostro con las manos, tratando de contener los sollozos que se acumulaban dentro suya, al menos hasta que los tres ya no me puedan oír. Su pelo ondeó mientras se volteaba.

Empezó a alejarse del lugar, recuerdos de los últimos minutos dando vueltas en su cabeza, haciéndola agonizar.

Porqué-? Porqué tuvo que salir todo tan mal?

An había confrontado a los otros por los fallos de conexión, y Akito había asumido la responsabilidad, argumentando que debía aplastarlas, con tal de demostrar que Kohane no- de que no tengo la determinación de- superar el RAD WEEKEND...
Se llenó de culpa, acaso habría arrastrado a An comigo hacia el fracaso, de no ser porque Akito hubiese hecho eso?

El sol del atardecer empezó a esconderse, y Kohane apreció esos últimos instantes en los que el sol la acompañaba.

Los tonos rojizos, púrpuras, amarillos y naranjas empezaron a dejar paso a otros de tonos más plomizos, azules, que le recordaban las palomas que plagaban las afueras de Tokyo.

Si An le conoce, no puede ser una mala persona...

La oscuridad empezaba a apoderarse del paisaje urbano, y también de los pensamientos de la chica.

Las emociones la carcomían, y estaba segura de que, si An acababa en una posición comprometida por el desastre de espectáculo, sería su culpa. Por no saber improvisar. Por mi cobardía. Todo- todo es mi culpa- buscó un banco, rápidamente, antes de desplomarse.

Se sentó en uno, y el contacto con el frío metal hizo que volviese en sí, al menos lo suficiente como para aceptar lo que había sucedido.

Suspirando, se levantó del banco, y todas las farolas de la calle se iluminaron, brindándole la luz que el cielo le había quitado.

Algo empezó a gestarse en su pecho, una emoción nueva, que Kohane no supo identificar.

Una mezcla de aceptación por el presente, pero también deseos benignos dirigidos al oscuro futuro que se aproximaba.
Porfavor, rogó, sin saber muy bien a qué, que An pueda formar parte de eso- esa cosa que esté destinada a sobrepasar el RAD WEEKEND- que pueda hacer que mi- mi deseo se cumpla, a través de ella.

De nuevo, notó presión en la garganta, en el pecho,y supo que iba a volver a llorar. Volvió a sentarse, pero las farolas no abandonaron ese brillo que le había despertado.

Esa cosa, ese sentimiento, esa emoción que, tras la nueva caída en el duelo, pudo determinar como esperanza. Esperanza, por el destino de otra persona. Aunque sea para hacerme feliz...

Aunque sea para hacerme feliz.

Conscientemente, en mitad de sus sollozos desesperados, depositó todos sus sueños bajo la protectora figura de An Shiraishi- la persona que debe hacerme feliz.

Una nueva llama de determinación creció en su interior, una llama que la obligó a levantarse, a mostrarse al mundo, o a la calle vacía, que no temía lo que el futuro le deparase.

Seré feliz- lo seré.

La promesa que ahora se había hecho no hizo más que hacer que esa esperanza, esa promesa por un futuro mejor, la encaminara hacia la felicidad que tanto ansiaba.

De nuevo, emprendió el camino hacia su casa, donde le esperaban para comer.

Antes de poder girar la esquina, una mano fría cayó sobre su hombro.

"Azusawa- es así?" preguntó la voz.

El terror que sintió en aquel momento la de cabello largo no se podía comparar a ninguno que hubiese sentido nunca.

Sin pensarlo, se volteó, y le clavó una bofetada a la persona que le sostenía del hombro.

Akito Shinonome no pareció ni inmutarse por el golpe.

Lo cual solo pareció hundir a Kohane más en su miseria. Acaso cada vez que lo veo, tiene que hacerme sentir más inútil?

Empezaba a plantearse que esa fuera, efectivamente, la misión en la vida del rudo pelinaranja.

* * *

"A-Akito!" soltó un chillido, que el chico no supo determinar si de terror o vergüenza.

Parece un- esta cosa me recuerda a un hamster...

La miró, frunciendo el ceño.

La de cabellos rubios pareció encoger bajo su mirada, que debió interpretar como furibunda. Es incapaz de no dar lástima...

"Shinonome, si no te importa." bufó. "No te conozco, y preferiría que así se mantuviese, Azusawa."

Las palabras de Akito la hirieron profundamente, pero logró esconder el dolor que le habían supuesto. En cambió, alzó su mirada, desafiante, retándole a repetirlas. Akito pareció impresionado.

"No sabía que quisieses seguir humillándome, Akito." contestó, su voz débil, pero con algo de seguridad. "Pensaría que te hubieras conformado con la actuación, y lo de- después."
Laa expresión iracunda del chico pareció suavizarse, momentáneamente, impresionado por sus palabras.

Tras unos segundos, bufó, dirigiendo la vista a cualquier otro sitio, lejos del brillo en los ojos de Kohane.

"Vamos, no pongas esa cara." se mofó. "No es como si me importara si te fueras..." una sonrisa mezquina apareció en su rostro. "Venía a ver si querías que alguien te acompañara a casa."

* * *

Algo le urgía que rechazara la propuesta, pero realmente no se veía capaz.

Kohane lo miró, sin saber si debía sentirse aliviada o más frustrada. Por qué es todo tan difícil con él? Reflexionó sobre las razones por las que ahora él la acompañaría. Porqué... es todo tan difícil... conmigo?

"Supongo. Con tal de no-" no voy a decirle que tengo miedo... "-no tener que soportar mis propios pensamientos..."
Trató de hacerle sentir aunque fuera un poco mal por el sufrimiento que le había inflingido, pero Akito no le hizo caso.

Es tan- trató de pensar en una palabra lo suficientemente denigrante que le describiese, para vociferarla, pero tan solo le acudieron a la cabeza terco, desagradable y rudo.

Esto no es lo mío...

En silencio, empezaron a recorrer el camino hacia la casa de la chica.
Las luces de las farolas aún iluminaban, mas parecían alumbrar aún más que antes, como si tratasen de transmitir su luz al corazón de Kohane, con tal de hacerla feliz.

Con tanta decisión como fue capaz de reunir, rompió el silencio.

"Pero que conste que no necesito que me acompañes, no soy una niña pequeña, y puedo cuidarme yo sola."

La expresión de Akito no cambió, mientras seguía mirando al frente, como si Kohane no hubiese dicho nunca nada.

Finalmente, tras varios instantes en los que ella le miró, enfurecida, él se dignó a soltar un gruñido, y seguir caminando a su lado.

El silencio formó una barrera entre los dos, una de la que Kohane no se veía capaz de derruir, y a Akito le beneficiaba.

Un silencio pesado, que solo consiguió sumergir a la chica en su desesperación por esa emoción que ansiaba sentir.

Recorrieron calles iluminadas por la tenue luz de las farolas, todas ellas vacías, sin un alma o criatura que se dejase entrever.

La felicidad del mundo se había disipado, junto con toda otra forma de vida, a parte de ellos dos.

Los espíritus de antiguos recuerdos, momentos de esa 'felicidad' que se suponía que había sentido alguna vez, cosa que ahora le parecía imposible.
Nunca había sentido nada así.

Estoy segura.

* * *


Finalmente, llegaron a la casa de la de larga cabellera.

Un sencillo bloque de apartamentos, en un callejón poco transitado de la gran ciudad.

Akito la miró, y sin palabras de por medio, se marchó.

No va ni a despedirse de mí? No le sorpendía pero por alguna razón le dolía.

"Adiós, Shinonome! Buenas noches!" gritó, tratando de hacerse oír.

No recibió respuesta.

Se encontraba agotada, adormecida, y al borde de un ataque de pánico por los sucesos de aquella tarde.

Se puso a leer los nombres que aparecían junto a los respectivos timbres del edificio, buscando el que llevaba el nombre de sus padres, sin conseguir recordar cual era.

Finalmente, lo encontró, junto a otro de similar apellido.

Estaba a punto de llamar al timbre, cuando creyó oír un débil grito, en uno de los callejones al lado de su casa.

No sabía si se lo había imaginado, pero, si es Akito, no puedo- dejarlo solo.

Corrió en la dirección en la que creía haberlo escuchado, un callejón sin iluminar, más que un farolillo colgado de una de las paredes del edificio de ladrillos que constituía uno de los extremos de la calle.

Aún así, no le hizo falta más luz que esa para darse cuenya de que Akito estaba debajo de dos chicos, probablemente tan solo dos años mayores que ellos dos.ç

Y en la penumbra del callejón, vió el relucir de una navaja.

"Ya no ríes, Shinonome?" gritó uno de los chicos.
El otro sonrió, disfrutando de la escena que se desarrollaba frente a él.

"Esto es lo que pasa cuando te ríes de nuestro grupo." continuó el que parecía encabezar el grupo. "No hubieses asistido a nuestro concierto..."

Rió, y levantó el arma.

Kohane miró, horrorizada, como el cretino se preparaba para acabar con el indefenso Akito, sus manos sujetas por el acompañante.

Tengo que-

Vió como el brazo bajaba, y no tuvo tiempo de razonar sus próximas acciones. Debo salvar a Akito.

Golpeó al que se preparaba para asesinar al pelinaranja, y con la pierna le pegó una patada al segundo, quien, sorprendido, soltó a Akito.

Este aprovechó que ahora se encontraba libre, y se tiró encima del que le había estado sujetando, privándole de la libertad que él le había quitado.

Kohane pegó varios puñetazos al cabecilla, y pronto la sangre empezó a manar de la nariz de este.

Akito hizo lo mismo con el otro, quien gritaba por la clemencia de quien le hacía daño, sin conseguirla.

La chica logró desarmar al que llevaba la navaja, antes de que este consiguiese clavársela.

Ahora, en posesión del arma, se levantó, no sin antes dejarle al cabeza del grupo varios rasguños y moretones que tardarían en dejar de dolerle.

Amenazó con acabar con ellos, y estos aprovecharon que podían huir, desapareciendo de la escena.

Por fin- jadeó, exhausta.

Se aseguró de que se fueran, antes de fijarse en Akito.

El chico yacía en el suelo, su cara llena de golpes y arañazos- como los que le he dejado a ese-

Aún así, a pesar de estar sangrando por diversas partes, con la nariz rota, un moretón en el ojo derecho, y lleno de suciedad, sonreía, feliz.

Kohane se acercó a él, y Akito le sonrió.

"Ayúdame a levantarme, porfavor." tosió el pelinaranja.

Orgullosa por su hazaña, por haber superado sus dudas iniciales, y por haber podido demostrarle a quien más dudó de sus capacidades de lo que realmente era capaz, perdonó a Akito por sus actos.

Lo ayudó a levantarse, cogiéndole en brazos cuando este trastabilló, al borde del colapso físico.

Lo condujo a un banco cercano, sentándole en él, y se sacó el pequeño kit de primeros auxilios que siempre llevaba en su bolso.

"Mi salvadora..." suspiró Akito.

Kohane se ruborizó, y el aire entre los dos cambió inmediatamente.

Toda tensión que había habido previamente se desvaneció, dejando solo un lejano recuerdo, y a dos enamorados.

Kohane quedó callada, y empezó a desinfectarle las heridas, aplicando después tiritas sobre ellas.

Akito aguantó el dolor, mirándola embobado.

Cuando Kohane acabó, sonrió.

"Si me lo permites..." farfulló Akito, ahora visiblemente nervioso.

Acercó su cara a la de Kohane, y al no encontrar resistencia, la besó.

Así siguieron, durante varios instantes, tras los cuales Kohane empezó a sollozar.

Akito la miró, comprendiendo por fin lo que la chica pensaba y entía en aquel momento.

Le acarició la cara, pasando sus dedos por sus mejillas, que le recordaban a las de un hamster.

"Soy- soy feliz-" sollozó Kohane. Una sonrisa le iluminó el rostro, cubierto de lágrimas. "Soy feliz, Akito. Soy feliz."

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Bueno, acabó el primer One-shot reclamado.

En este caso, por @gumdropss__

Así que, en cuanto pueda, me pondré con el de Toyaemu.

Ya he acabado la mayoría de exámenes (Quedan Educación Física, que, ehm- no gracias. Y probablemente algunos de Inglés, pero eso no supone un problema.

Además, el Viernes es fiesta, así que espero subir varios one-shots más esta semana.


Sí que me gustaría disculparme por el final, así que espero poder al menos hacerlo un poco más elaborado/bonito pronto.

No sé qué más decir, así que nada, y Chaoyagi!!


>:3

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