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Capitulo 11

Pasaron varios meses desde el exitoso operativo de rescate de los niños huérfanos, un tiempo que había traído consigo tanto sanación como nuevas esperanzas. Mei había logrado recuperarse casi en su totalidad; sus heridas físicas habían sanado, pero las cicatrices emocionales aún permanecían, recordándole las adversidades que había enfrentado. Sin embargo, cada vez que visitaba el orfanato donde se alojaban los niños que había salvado, su corazón se llenaba de alegría. Había forjado lazos profundos con aquellos hermanos, compartiendo risas, juegos y momentos entrañables que iluminaban su vida.

Era una mañana brillante y soleada cuando Mei se encontraba en la oficina de la agencia de héroes. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor, pero ella estaba inmersa en un mar de papeleo. Las hojas se acumulaban en su escritorio, llenas de informes y tareas pendientes que parecían multiplicarse a medida que pasaban los minutos. Mei intentaba concentrarse, pero su mente divagaba hacia los recuerdos de los niños: sus risas contagiosas, los juegos en el jardín del orfanato y las historias que compartían.

De repente, una risa familiar resonó en la oficina, rompiendo el silencio. Antes de que Mei pudiera reaccionar, sintió unos brazos rodear su cuello desde atrás, envuelta en un abrazo cálido y despreocupado.

—¡Azu! —exclamó Mei, sorprendida al girarse en su silla, su corazón latiendo un poco más rápido—. Es muy temprano para que me alborotes el día.

Azu era una visión radiante. Con su cabello rubio brillante que caía en suaves ondas y sus ojos verdes chispeantes que parecían capturar la luz del sol, siempre tenía una energía contagiosa que iluminaba cualquier espacio y que llamaba la atención. Se sentó a su lado con una sonrisa amplia, su risa que aliviaba la carga del trabajo.

—¿Y qué? —respondió Azu, riendo mientras jugueteaba con un lápiz sobre la mesa—. Es mejor ahora que aún es temprano, luego ni siquiera me prestarás atención por el trabajo.

Mientras Azu comenzaba a hablar sobre sus planes para el fin de semana, Mei se perdió en sus pensamientos. Recordó cómo, tras regresar de la misión, las cosas continuaron como siempre entre Azu y Bakugo. Sin embargo, había algo diferente en la dinámica. Bakugo, que solía ser una presencia constante, ahora parecía ver a Azu con menos frecuencia; haciendo que en ocasiones eso sea un problema para la rubia por querer estar con el chico explosivo. A veces, en momentos de silencio, Mei captaba la mirada perdida de Bakugo, sus ojos rubies vagando en dirección a ella. Esa sensación de ser observada le provocaba un cosquilleo en el estómago que no sabía cómo explicar. Quería ignorar esa inquietud, convencida de que tal vez estaba equivocada, que Bakugo solo miraba a Azu o algo por el estilo.

Mientras Azu continuaba hablando, sus palabras se desvanecieron en el fondo de la mente de Mei, quien luchaba por mantener el enfoque. La calidez de la amistad que compartían era un refugio en medio de la confusión. Mei sabía que, a pesar de la ligera ansiedad, contaba con el apoyo de Azu, y eso le regresaba a la realidad rápidamente.

—¿Mei? —la voz de Azu la sacó de su ensueño, su tono lleno de curiosidad—. ¿Estás ahí? ¡Hola! ¿Te has olvidado de mí?

Mei sonrió, sintiéndose agradecida por tener a alguien como Azu a su lado. Mientras su amiga la traía de vuelta a la realidad, Mei decidió que, por ahora, se centraría en el presente y en la alegría que traía su amistad.

Azu, en un arrebato de energía, se lanzó hacia Mei, abrazándola con un ímpetu casi desesperado. La calidez del abrazo hizo que Mei se sintiera un poco abrumada, pero también conmovida por la intensidad de la súplica de su amiga.

—¡Mei, por favor! —exclamó Azu, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y urgencia—. Necesito que me acompañes a la fiesta esta noche. ¡No puedo ir sola!

Mei sintió una punzada de sorpresa al escuchar la petición. Sabía que esta conversación ya había tenido lugar en varias ocasiones previas. Desde el principio, incluso antes de que Azu le hiciera la propuesta formalmente, Mei había dejado claro que no tenía intención de asistir. Sin embargo, Azu, con su personalidad extrovertida y persuasiva, había estado insistiendo más en los últimos días, especialmente ahora que la fiesta se acercaba.

—Azu, ya te he dicho que no voy a ir —respondió Mei, intentando mantener un tono firme, aunque su corazón se ablandaba ante la súplica de su amiga.

Azu, con su cabello rubio brillante que caía en suaves ondas sobre sus hombros, se separó un poco, mirándola con ojos grandes y suplicantes. La luz del sol que entraba por la ventana iluminaba su rostro, acentuando su belleza.

—¡Pero Mei! —dijo Azu, su voz llena de desesperación—. No es solo una fiesta. Es una oportunidad para que me cuides. Sabes que algunos de nuestros compañeros querrán aprovecharse de mí, y yo solo quiero estar con Bakugo. Esta podría ser la oportunidad perfecta para que él y yo tengamos un momento a solas.

Mei sintió un nudo en el estómago al escuchar el nombre de Bakugo. Sabía que Azu tenía sentimientos por él, y la idea de que su amiga pudiera pasar tiempo con él le provocaba una mezcla de desagrado e irritación. Sin embargo, también comprendió que Azu tenía razón; sería una buena oportunidad para que ambas se divirtieran. Tal vez incluso podría relajarse y encontrar a alguien con quien bailar o disfrutar de la noche.

—Azu, no estoy segura… —comenzó Mei, tratando de resistirse a la presión.

—¡Por favor! —insistió Azu, tomando las manos de Mei entre las suyas, sus dedos entrelazándose con una urgencia palpable—. Solo esta vez. Prometo que si te sientes incómoda, podemos irnos en cualquier momento. Pero necesito que estés ahí conmigo. ¡Te prometo que será divertido!

Después de un momento de indecisión, Mei suspiró, sintiendo que la energía de Azu era contagiosa. Finalmente, asintió, aunque con un ligero reticente.

—Está bien, está bien. Iré contigo a la fiesta —dijo Mei, sonriendo a pesar de sí misma—. Pero no prometo quedarme toda la noche.

Azu gritó de alegría, lanzándose nuevamente a abrazar a Mei con entusiasmo. La risa de su amiga resonó en la oficina, llenando el espacio con una energía vibrante que parecía disipar cualquier sombra de duda en el corazón de Mei.

Al terminar la jornada laboral, Mei se dirigió a la casa de Azu. El aire estaba impregnado de emoción y nerviosismo, y el cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y púrpuras a medida que el sol se ponía. Al llegar, Azu la recibió con una amplia sonrisa y una mirada de complicidad que prometía una noche inolvidable.

—¡Vamos a prepararnos! —exclamó Azu, arrastrando a Mei hacia su habitación con una energía contagiosa.

La habitación de Azu era un torbellino de colores y texturas. Ropa esparcida por todas partes, joyas brillando en la luz y una mezcla de perfumes que flotaba en el aire. El aroma de flores y vainilla se entrelazaba con el de los productos de belleza, creando un ambiente cálido y acogedor. Azu comenzó a buscar en su armario, sacando vestidos de diferentes estilos y colores, cada uno más llamativo que el anterior.

—Este vestido es perfecto para ti —dijo Azu, sosteniendo un vestido azul que resaltaría los ojos de Mei. La tela era suave y brillante, y Azu lo sostenía con una expresión de admiración.

—No sé, Azu… —respondió Mei, sintiendo un leve rubor en sus mejillas al imaginarse con algo tan llamativo.

—¡Vamos, pruébatelo! —insistió Azu, empujándola suavemente hacia el vestidor. Mei no pudo evitar sonreír ante la determinación de su amiga.

Mientras Mei se cambiaba, Azu continuó buscando su propio atuendo. Finalmente, eligió un vestido rojo vibrante que abrazaba sus curvas y acentuaba su figura. Se miraron en el espejo, ambas riendo y disfrutando del momento. La risa y las charlas llenaron la habitación, creando un ambiente de complicidad y emoción.

—Te ves increíble —dijo Azu, admirando a Mei mientras ella se ajustaba el vestido azul—. Esta noche será perfecta. ¡Solo imagina la diversión que tendremos!

Mei se sintió cada vez más animada, dejando atrás sus dudas iniciales. La idea de salir y sumergirse en la diversión de la noche comenzaba a parecerle atractiva. Mientras Azu se maquillaba, Mei decidió que, a pesar de sus reservas, se permitiría disfrutar de la velada.

Cuando Mei y Azu llegaron a la fiesta, se encontraron ante un lugar que desprendía lujo y sofisticación. La entrada estaba adornada con luces brillantes que parpadeaban suavemente, iluminando la alfombra roja que se extendía hasta la puerta. Dos porteros, vestidos con trajes oscuros y corbatas elegantes, les dieron la bienvenida con sonrisas profesionales, mientras el murmullo de risas y conversaciones llenaba el aire, mezclándose con la música suave que emanaba del interior.

El vestíbulo era amplio y luminoso, con candelabros de cristal que colgaban del techo, reflejando la luz en mil destellos. Las paredes estaban decoradas con paneles de madera oscura y obras de arte contemporáneo que parecían contar historias propias, creando un ambiente acogedor y elegante. Al fondo, se podía ver una gran pista de baile iluminada con luces de colores que se movían al ritmo de la música, creando un espectáculo visual que invitaba a todos a unirse a la celebración.

Azu se veía deslumbrante en su vestido rojo vibrante, que abrazaba su figura de manera perfecta. La tela brillaba con cada movimiento, haciendo que todos los ojos se volvieran hacia ella al entrar. Su cabello, cuidadosamente peinado en ondas sueltas, caía sobre sus hombros, enmarcando su rostro con un halo de luz. Los pendientes brillantes que llevaba parecían capturar cada destello de luz, añadiendo un toque de glamour a su look. Su maquillaje, sutil pero efectivo, resaltaba sus ojos verdes y sus labios, pintados de un rojo intenso que combinaba a la perfección con su vestido.

Mei, por otro lado, lucía un vestido azul que resaltaba sus ojos oscuros y su piel clara. La tela suave caía con gracia, dándole un aire elegante, aunque también se sentía un poco fuera de lugar. A pesar de que Azu había insistido en que se viera hermosa, Mei no estaba acostumbrada a verse así de arreglada. Su cabello, recogido en un moño bajo con algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro, le daba un toque delicado, pero la inseguridad comenzaba a asomarse en su interior mientras cruzaban el umbral de la fiesta.

Al entrar, varios compañeros de la agencia notaron la llegada de Azu y Mei. Algunos quedaron maravillados por la belleza deslumbrante de Azu, mientras que otros miraban curiosamente a Mei, sorprendidos de verla tan femenina y arreglada. Mei sintió un leve rubor en sus mejillas, y aunque parte de ella se sintió halagada, también experimentaba una incomodidad palpable al estar fuera de su zona de confort.

Sin embargo, la presencia de Azu a su lado le brindaba cierta seguridad. Azu, con su confianza natural, sonreía y saludaba a quienes conocía, mientras Mei intentaba disimular su nerviosismo. Se dio cuenta de que, aunque se sentía un poco fuera de lugar, tener a Azu a su lado la hacía sentir menos vulnerable.

—¿Dónde está Bakugo? —preguntó Azu, mirando a su alrededor con inquietud, sus ojos explorando cada rincón del salón. Sabía que él a veces frecuentaba estos lugares, generalmente para relajarse y disfrutar de una bebida, quizás incluso para pasar la noche con alguien.

—No lo sé, pero seguro que aparecerá —respondió Mei, tratando de calmar la ansiedad de su amiga.

El salón era un espectáculo en sí mismo. Las mesas de mármol blanco estaban dispuestas en diferentes áreas, cada una rodeada de sillas elegantes tapizadas en terciopelo. Un grupo de personas se reía animadamente cerca de la barra, donde una variedad de cócteles y bebidas estaban dispuestos de manera atractiva. La música, una mezcla de ritmos movidos y atractivos, llenaba el ambiente, invitando a todos a dejarse llevar por el momento.

Después de unos minutos de espera, Azu, visiblemente frustrada por no encontrar a Bakugo, se volvió hacia Mei.

—¿Qué te parece si vamos a tomar algo mientras esperamos? —sugirió, su tono lleno de energía—. Necesito algo para relajarme.

Mei asintió, sintiéndose un poco más aliviada al tener un propósito. Juntas, se dirigieron hacia la barra, donde los barman preparaban cócteles con destreza, mezclando colores vibrantes y aromas exquisitos. Azu pidió un cóctel colorido, con una decoración de frutas frescas y una sombrillita diminuta, mientras Mei optó por lo mismo que su amiga.

Mientras esperaban sus bebidas, Azu continuó mirando por encima del hombro, ansiosa por ver si Bakugo aparecía entre la multitud. Mei, por su parte, comenzó a relajarse un poco más, disfrutando de la atmósfera vibrante que las rodeaba. Los murmullos de conversación y las risas se entrelazaban con la música, creando un ambiente cálido y acogedor.

—Mira, ahí está Kirishima —dijo Azu, señalando a un grupo de chicos que estaban al otro lado de la pista. Kirishima, con su característica sonrisa amplia y su cabello rojo brillante, estaba bromeando con algunos amigos. Mei se dio cuenta de que, a pesar de su incomodidad inicial, el ambiente festivo comenzaba a calar en ella.

Azu tomó su cóctel y, con una sonrisa radiante, levantó su vaso en un brindis improvisado.

—¡Por una noche increíble! —exclamó, y Mei, sintiendo la energía de su amiga, levantó su refresco en respuesta.

—¡Por una noche increíble! —repitió, sintiendo que, tal vez, esta noche no sería tan mala después de todo.

Mei y Azu levantaron sus copas en un brindis improvisado, disfrutando del sabor refrescante del cóctel de Azu y del de Mei. Sin embargo, su momento de relajación se interrumpió cuando, de repente, Azu se quedó mirando hacia la entrada con los ojos muy abiertos.

—¡Mira! —exclamó, casi dejando caer su copa—. ¡Es Bakugo!

Mei siguió la dirección de su mirada y, efectivamente, allí estaba Bakugo, entrando al salón con su característica actitud desafiante. Su cabello rubio, despeinado y rebelde, brillaba bajo las luces del lugar, y su presencia irradió una energía que atrajo la atención de muchos. Kirishima, con su sonrisa amplia, lo recibió con entusiasmo, llevándolo hacia un grupo de amigos que se congregaban cerca de la pista de baile.

Azu, incapaz de contener su emoción, apuró su bebida de un solo trago, dejando la copa vacía sobre la barra.

—¡Vamos, Mei! —dijo, tirando suavemente de su brazo—. ¡Debemos ir hacia donde está!

Mei sintió una oleada de irritación. El desagrado que Mei sentía hacia Bakugo era profundo y complejo. No solo era su actitud arrogante y su forma de hablar brusca lo que la incomodaba; era también el modo en que trataba a Azu. Bakugo parecía jugar con los sentimientos de su amiga, dejando tras de sí un rastro de inseguridad y confusión. Mei no podía soportar cómo Azu se iluminaba ante su presencia, solo para ser ignorada al instante, como si fuera un mero juguete en sus manos. La forma en que Bakugo la miraba, a veces con desdén y otras con una intensidad inquietante, hacía que Mei se retorciera de desagrado.

A menudo, Bakugo parecía usar a Azu como un objeto, sin considerar sus sentimientos. Esa falta de respeto y la manera en que manipulaba las emociones de su amiga la llenaban de rabia. Mei deseaba proteger a Azu de esa influencia, de ese juego emocional que solo traía dolor.

Sin embargo, había momentos en que su mente se llenaba de pensamientos contradictorios. Recordaba el operativo en el que Bakugo había demostrado su valentía y habilidad. Su disposición para arriesgarse por el bien de los demás, su determinación inquebrantable, eran cualidades que no podía ignorar. A pesar de su personalidad difícil y su comportamiento despreocupado, había una parte de él que había sido un aliado valioso, un protector en situaciones críticas.

Este conflicto interno hacía que Mei se sintiera aún más frustrada. ¿Cómo podía alguien tan capaz y fuerte ser a la vez tan cruel? Esa dualidad en Bakugo la mantenía en un estado constante de tensión, entre el deseo de proteger a su amiga y la fascinación por la complejidad de aquel chico que, a pesar de todo, había mostrado destellos de nobleza.

—Azu, espera un momento… —intentó protestar, pero Azu no le dio tiempo.

—No hay tiempo que perder —respondió Azu, guiándola hacia el grupo. Mei sintió que su resistencia se desvanecía mientras Azu la arrastraba hacia la multitud. La música vibrante y el murmullo de las conversaciones se intensificaban a medida que se acercaban a Bakugo.

A medida que se acercaban, Mei notó que el grupo de amigos de Bakugo se reía y bromeaba, creando un ambiente animado. Kirishima, siempre el alma de la fiesta, estaba contando alguna anécdota divertida que hacía que todos se rieran a carcajadas. Bakugo, por su parte, mantenía su expresión habitual de desdén, pero había un destello de diversión en sus ojos.

—¡Bakugo! —gritó Azu, levantando la mano para llamar su atención. Mei sintió que su corazón se aceleraba al ver cómo Bakugo giraba la cabeza hacia ellas.

Cuando sus ojos se encontraron, Mei sintió una mezcla de nervios y emoción. Bakugo arqueó una ceja, sorprendido, pero una pequeña sonrisa se asomó en su rostro al ver a Azu.

—¿Qué quieren? —preguntó, su tono directo pero no hostil.

Azu, radiante, se acercó un paso más, ignorando la incomodidad de Mei.

—¡Nosotras! —dijo, con una energía contagiosa—. ¡Queríamos saludarte!

Mei se sintió un poco más tranquila al ver la interacción entre Azu y Bakugo, pero su ansiedad no desapareció por completo. Se quedó un paso atrás, observando cómo Azu se movía con confianza.

Bakugo, al notar la presencia de Mei, dirigió su mirada hacia ella. Sus ojos analizaron a la contraria, como si estuviera observando de arriba a abajo cada detalle de la misma. Por su parte, la joven también sintió su mirada alzando una ceja de forma suspicaz al ser extraña para ella esa repentina muestra de atención por su parte ya que él no solía prestarle más de un segundo de atención. Pero ante el choque de miradas, Bakugo desvió rápidamente su atención hacia la rubia que fue directamente para sentarse a su lado logrando que Mei suspirara con cansancio mientras buscaba la mirada de Kirishima quien captó su pedido invitandola a sentarse cerca.

Realmente parecía que la noche sería larga.

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