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      ¿Sabes que es lo peor de mudarse a un nuevo país dejando todo atrás? Comenzar en una nueva escuela donde todo cambia a un 100°. Vivía en un pueblo de Argentina, un lugar donde el máximo bulling que podrían hacerte es decirte gorda o puta, las escuelas solo eran de turno mañana, tarde o noche y nada de bandos separados o excluidos; así que llegar a California no era de mi máximo agrado, debo decir, pero no podía decir nada con respecto a la mudanza, soy menor de edad y mis padres me mantienen. Suficiente excusa para mantener mi boquita cerrada.

    Mi pasatiempo preferido es salir de fiestas y tomar alcohol, no soy una alcohólica pero me gusta divertirme y, ¿Sabes lo difícil que es llegar un viernes a un lugar donde no conoces? Es una tortura, quería salir y no tenía con quien o a donde ir, si hubiera escuchado de algún lugar iría para conocer, por que la verdad no soy nada tímida, al contrario. Sin opción a la tarde del viernes fui hacer compras a la esquina de mi nuevo hogar y de noche consumí lo que compre, sentada en el sillón del porche de mi casa. Ningún movimiento en la calle, solo una luz tintineante de un forol, ningún perro correteando, nada.
     Así que cuando vi alguien corriendo hacia mi, me escandalice, quede dura como una estatua con mi cuarta cerveza en la mano. ¿Algún ladrón, un loco? llegó a donde me encontraba y se sentó en el piso a mis espaldas.
- Actúa normal. - Al ser una persona que odia cuando le dan ordenes, todo mi ser reacciono ante aquella del chico a mis espaldas.
- ¡¿Quien puta te crees?! - mi grito junto con mi intento de girarme lo hizo reaccionar a él.
-Actúa normal o veras las consecuencias. - Algo apuntaba mi espalda baja e instantáneamente me quede quieta y solo moví mi brazo para tomar un buen trago de la cerveza en mi mano.
   Vi pasar a lo sumo diez motocicletas con sus conductores observando todo a su alrededor. Estaba escapando.
   Se que todo lo que hacemos o no, tiene su consecuencia. No me preguntes porqué no grite y les avise que estaba conmigo para que desaparezca de mi vida, podría haberlo hecho, pero no lo hice.
- Ya puedes salir. - Dije en tono molesto cuando desaparecieron dos calles mas abajo. Molesta conmigo por callarme y con él por simplemente aparecer. Me di vuelta y vi que con lo que me apuntaba el desgraciado, era con su dedo índice. Se paró, camino hasta quedar frente a mi y sopló su dedo como si fuera un arma recién disparada.
- Gracias muñeca. - alargo la mano quitándome la cerveza que estaba por la mitad y se la llevo a la boca tomándola toda de un trago.
- Ey! Esa era mi cerveza. - refunfuñe con el ceño fruncido.
- Bien dicho, era. - se sentó nuevamente en el piso frente a mi.
- Y no me digas muñeca. - me cruze de brazos y lo mire fijamente.
  
   Recostado contra la reja, con la rodilla derecha fleccionada y el brazo sobre ella, pude notar sus nudillos en sangre magullados, un corte sobre su ceja al correrse su largo cabello hacia atrás, no tan profundo pero del que había brotado mucha sangre  recientemente, su camisa rota y sus pantalones sucios; y aún así, parecía un modelo de revista, hermoso.
-¿ Quién sos y qué queres? Ya puedes irte, los que te perseguían desaparecieron. - lo mire fijamente sin inmutarme. Ya mencione que no soy tímida.
- Nunca te vi por aquí, ¿Eres nueva verdad? - ladeó su cabeza analizandome.
- Qué inteligente. Eso es algo obvio si no me habías visto.
- No te pases que no soy tú amigo. - Esa mirada penetrante que me dirigió, seguramente estaría destinada a que cualquier persona se mee del miedo.
- Eso también es algo obvio, ni siquiera se quien sos. - rodé los ojos ante su estupidez. - Cada palabra que sale de esa bocota me demuestra cuan inteligente sos. - Y como por arte de magia, se carcageo. cabe destacar que posee una hermosa sonrisa con esos perfectos dientes. - Decime el chiste que te acompaño a reír.
- Me caes bien Argentina. Había escuchado que los de allá no le temen a nada, no lo creía. - Su sonrisa ladina impacto.
- Ni a nadie. - lo desafíe con mi mirada.
- Ah? - Su confusion me causo gracia y reí. - Linda risa Argentina.
- No me digas así. ¡Ay deos! - murmure al cielo - ¿Como sabes que soy de Argentina?
- Tú manera de hablar. - lo dijo restándole importancia.
- Me llamo Sofia, ¿Cuál es tu nombre? - me presente arrodillandome frente a él.
- Killer - estiró su mano para que la estreche, pero soy de Argentina, de un pueblito. Así que, haciendo honor a mi país, me apoye en su rodilla levantada y en su hombro dándole un beso en cada mejilla. Escuche gemidos de dolor y rápidamente me pare.
- Perdón. - Sonreí tímida, de verdad no quería lastimarlo.
- Esta bien. Creo que debo irme. - hizo el intento de pararse y su rostro agonizó.
- ¿Porqué no te quedas y tomamos una cerveza? - ofrecí ya encaminandome a buscarla.
   Llegue a la cocina y saque dos botellas del freezer, envolví hielo en unas servilletas y salí nuevamente, para encontrarme el porche, o como le decía yo, la galería, vacía. Se esfumó sin dejar rastro.
    Sin mas que hacer y con ganas de saber que esta bien pero sin poder saberlo, me senté a tomar una última cerveza. Luego fui a dormir en el desastre de mi nueva habitación. Él sábado fue mas de lo mismo, desperté a desempacar, de noche me senté a tomar cerveza sin interrupciones y fui a dormir, domingo ni me levante de la cama mas que para darme una ducha y comer, pues guardaba mis energías para el lunes. El agonizante lunes. Empezar las clases, una hora mas temprano de lo que estoy acostumbrada y mas tiempo del que jamas imagine, tendré que almorzar en la escuela y no volver hasta la tarde a mi dulce cama. Chau mi siesta, chau mis días de 5 horas como mucho en la escuela, chau tantas cosas y hola al caos de la secundaria en California. 

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