Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¿Voy a ir por Cristiano ?

Capítulo 46

—Los encantos no duran para siempre —dijo Mauro mientras me movía para que abriera los ojos—. Sé que es muy temprano, pero mis padres regresarán y no quiero que te encuentren aquí, mucho menos después de todo lo que ha pasado —continuó.

No le dije nada, solo asentí con una sonrisa.

—No te preocupes, entiendo la situación —respondí—. Entiendo que me tienes que sacar, aunque sean las 7 de la mañana.

—Vámonos. Vendrán cuanto antes, y no quiero que te encuentren aquí —me ordenó.

La noche anterior se había negado a tocarme; terminamos abrazados. No me molestaba que Mauro se hubiera negado. Su carne me parecía fascinante; no solo veía mi cuerpo, sino también mi esencia y mi forma de ser. No me forzaba, no me exigía. El domingo hicimos ejercicio juntos, corrimos, fuimos al cine, nos tomamos de la mano en una cafetería, fingimos ser una pareja normal por un segundo. Y cuando los dos terminamos muy cansados después de correr, yo terminé rindiéndome a la cama y, aquí, no pasó nada. Hubiera deseado volver a hacer el amor, pero no quería que me sintiera como aquel deseoso urgente que lo anhelaba. No quería forzar las cosas. Además, no quería que fuéramos una pareja que solo pensaba en ese sentido. Yo me había abierto con él sobre mi pasado; conocía mi vida, conocía mi esencia. Ahora no había cosas que Mauro no supiera de mí. Conocía mi cuerpo, conocía mi pasado, mi esencia y mi forma de ser. Nada podría estar mejor en la institución.

Eran las 7:30 cuando terminé de cambiarme: pants grises y blusa negra. Mauro, por el contrario, llevaba un pantalón de mezclilla, una camisa azul y una gorra azul. Se colocó los lentes y me dijo:

—Sé que es muy temprano, pero sospecho que mis padres regresarán algo así de las 8:30. Te puedo llevar a comer si quieres, antes de salir.

—Solo un café me será más que suficiente para curarme este frío. No quiero más, no quiero que te exijas ni que me des nada —le respondí.

Pasamos por una cafetería local, pedimos un café para llevar y me fui a casa. Estaba preocupado por Alex, esa era la verdad, pero confiaba en las palabras de Mauro, confiaba en que Alex, mi hermano pequeño, se encontraba sano y salvo en manos de las personas correctas.

—Mauro —le dije mientras subíamos al auto—, gracias por este fin de semana. Gracias por ser mi calma y por no ocultarme lo de Alex.

Mauro esbozó una sonrisa y me dijo:

—Entiende que lo que hago es muy poco. Tengo que encontrar la forma de que la vida te devuelva el sufrimiento de alguna manera bonita.
—Si yo soy tu curita, tal vez sea la persona correcta dijo Mauro sentándose para manejar.

Y eso era verdad. Mauro representaba aquel premio que me había mandado la vida para pedirme una disculpa por todo el sufrimiento que me había hecho pasar anteriormente.

—¿Cómo es que tienes uno? —le pregunté, refiriéndome a él carro  —. En teoría es de mi hermano, pero lo pedí anoche. Le hablé y le dije que si me lo  podía traer. Me lo trajo antes de ir con su esposa al trabajo.

—¿Sabe de mí?

—No, mi hermano aún no sabe que soy gay, ni mi otra familia.

—¿Quién es tu otra familia?

—Mi primo David, mi tía Marta, los parientes de mi familia, pero creo que si mi hermana quiere que te traiga en Navidad, tendrás que conocerlos a todos.

—Estamos por terminar agosto, desde que cumplí 18 la vida ha dado muchas vueltas. En teoría hoy es el último día, estamos a pocos días de entrar a septiembre.

—¿Y te vas del turno de la mañana? —Mi voz salió triste, casi seca.

Sin embargo, Mauro me tomó del rostro y, acercando sus labios a los míos, dijo:

—No te preocupes, entraré en la noche, pero no será igual. No tendremos tanto tiempo y siento que Elizabeth lo puede sospechar. Si se da cuenta de nuestra cercanía, encontraremos la forma. Cristiano, te prometo que pronto diremos la verdad en Renacer, te prometo que pronto tendré el valor de hablar con Brenda. Solo permíteme ahorrar un poco de dinero porque, si esa mujer me corre, necesito tener solvencia para poder sobrevivir mientras consigo algo nuevo.

—No te preocupes. Mi única forma de demostrarte este amor es siendo paciente —le dije de una manera sensible y tenue.

No le podía pedir a Mauro que perdiera su trabajo por mi culpa, que dejara su vida y todo se fuera al demonio por mí. Debía ser paciente. Mauro tenía que tener su trabajo para ayudar a su familia con los gastos. Esta familia tan noble no merecía que yo fuera el causante de que perdieran a su proveedor.

—Gracias por entender que tengo que ayudar a mi padre. Apenas podemos con lo que tenemos, pero mi tía y mi madre, con sus respectivas enfermedades, necesitan de mi apoyo económico. Dime que lo entiendes —dijo Mauro, tomando mis manos.

—Lo entiendo. No te preocupes, entiendo que son familia, entiendo que son tu hogar y no te pediría por nada del mundo que las dejes solas.

—Gracias, muchas gracias, porque a pesar de tu edad eres muy comprensivo —dijo Mauro con una voz que me hizo romper.

Era como un niño pequeño que agradece por el regalo que le acaban de dar para Navidad. Mauro era mi niño pequeño, en un hombre de 28 años. Mi niño pequeño.

—Gracias por entender —dijo Mauro de nuevo, manejando hacia Renacer—, que mi familia es lo primero.

—Claro que lo entiendo —continué—. Tu familia es lo primero, así como Alex lo es para mí. Y si el precio que tenemos que pagar es que esta relación sea secreta.

—Te prometo que en algún momento la procuraduría me soltará, atraparemos a Ernesto y estaré feliz.

Mauro arqueó una ceja.

—¿Entonces ya no te vas a entregar?

—No puedo, después de esta noche ya no podría. Si Erika busca la manera legal, me voy a negar alegando que tengo 18. No pararé hasta que Ernesto de la Fuente esté en prisión, muerto, o hasta que me deje hacer mi vida normal. Voy a hablar con Erika, trataré de convencerla de que no me lleve, trataré de convencerla de que me devuelva mi libertad.

Los ojos de Mauro se posaron en mi rostro, y por un minuto perdió la vista del volante.

—¿Tú crees que tu hermana estaría dispuesta a traicionar a Ernesto y no llevarte a su lado?

—No sé, pero trataré de convencerla. Trataré de usar cada artimaña y cada fuerza de mi piel. O, si es así, trataré de que antes de que Ernesto decida llevarme de la manera legal o de la forma que se le ocurra, a mí me suelten. Para eso es imprescindible hablar con Daniel —informé—. Voy a hablar con Daniel y le pediré mi libertad, le pediré que firme mi custodia. Soy mayor de edad, ya es hora.

—Cristiano —dijo Mauro, mirándome con una cara de preocupación—, sabes que tu padre te perseguirá.

—Sí, y la policía seguirá contando conmigo para atraparlo, pero quiero tener la libertad de decidir dónde quiero vivir. Tal vez el lugar donde viva ya no quiero que sea Renacer.q

—Yo te apoyo en lo que decidas y, pase lo que pase, estaré contigo. Y si tu padre te atrapa, prometo esperarte, prometo estar.

—¿Prometes no  convertirte en un sicario? —le dije  a Mauro inmediatamente.

—No, no sería un sicario, pero si es necesario que me meta a ese mundo para buscarte, también lo haré. El mundo que conlleva tu mundo es el precio que tengo que pagar por amarte. Amarte significa amar lo que eres, amarte significa conocerte en todas tus facetas, amarte significa entrar a lo que tú eres, incluido lo que no quiero —le dije—. Si eso me permite estar cerca de ti, si para estar cerca de ti tengo que entrar a ese mundo, pues no mataré, pero sí lucharé por ti.

—Prométeme, Mauro, que pase lo que pase —continué, mirándolo de nuevo.

Aprovechando que había un semáforo, lo tomé de las manos y le dije:

—Si mi padre me atrapa y me lleva a su casa, y me convierto en un matón, no vas a hacer lo posible por buscarme. No vas a permitir que te maten ni te vas a meter a ese mundo, ni te vas a convertir en malo, ni te vas a pervertir. Por favor, no soportaría ver que el hombre que amo es un sicario. Prométeme que harás todo de manera legal.

—Nunca permitirás que te maten ni te vas a meter en ese mundo, ni te vas a convertir en malo ni te vas a pervertir. Por favor, no soportaría ver que el hombre que amo es un sicario. Prométeme que harás todo de manera legal, nunca permitirás que nadie te convenza, porque conozco a mi padre, él te buscará para usarte. Hormiga es consciente de lo que yo siento por ti, y te pueden usar como herramienta para moverme. Aunque sea una posibilidad, el saber que si te alías con mi padre puedes rescatarme cuando él me tenga bajo sus garras... prométeme que no vas a caer en manipulaciones, que no vas a entrar a ese mundo. Si me buscas, hazlo de manera legal. Únete con Daniel si yo desaparezco, y si conoces a alguien más mientras yo busco la manera de escapar, enamórate. Permite que ese hombre te ame, permite ser feliz, permite que tu corazón ame. Permite cumplir tus sueños, viaja a Italia, haz la maestría, sueña y vuelve a soñar, porque la vida es muy corta. No dependas de mí, suéltame si es necesario. Basta —dijo Mauro, casi llorando—. Yo te amo y te amaré el resto de mi vida, no voy a permitir que nadie te separe de mí. Entiende, Cristiano, voy a pelear por ti, voy a entrar donde tenga que entrar y hacer lo que tenga que hacer.

De hecho —dijo Mauro bajando el tono, despues  de su exaltación y sus ganas de llorar se habían pasado. Suspiró un poco para tragarse las lágrimas y el nudo en la garganta que tenía en ese momento, y continuó—: De hecho, he pensado en conquistarte, he pensado en que podemos casarnos, vivir juntos, y tal vez, ¿por qué no?, enamorarme, vivir contigo y asumir tu custodia.

—¡No! —gritó Cristiano, tan alterado que era posible verlo—. ¡Tú no vas a hacer eso! No vas a llevar una vida conmigo, porque si la llevas a mi lado, estarás todavía en este mundo podrido y con mi padre acechándome como un fantasma. Tú te convertirías en una más de sus fichas, serías mi punto débil, serías mi persona, y no dudo que mi padre sea capaz de usarte para manipularme. Necesito que lo entiendas, Mauro: si tú te unes a mí, nos van a tener aliados, y así como me persiguen a mí, también te van a perseguir a ti. Vamos a ser uno solo; si intentan matarme, también lo harán contra ti para fregarme a mí. Y entiende, para eso tendrías que renunciar a tu familia definitivamente, porque si estás cerca de ellos, pueden usarlos para perjudicarte.

Mauro me miró y por un minuto una sonrisa apareció en su rostro.

—Cristiano, cuando yo una mi vida a ti y viva para ti, y viva contigo, y viajemos a Italia y hagamos esa vida, me aseguraré de que Ernesto no esté aquí. Me encargaré de que ese hombre se muera o vaya a la cárcel, te ayudaré a librarte de tu padre. Y si en todo caso eso no se logra, y yo necesito unirme a ese mundo porque tu padre te tiene bajo sus garras... lo lamento, pero esta vez va mi felicidad. En algún momento decidí ocultarle a mi familia mi homosexualidad, gastón, mi relación secreta con el maestro, todo... Esta vez ya no será igual. No puedo, y no lo tolero. Si tengo que perseguirte, pues tendré que renunciar. Tal vez es demasiado tarde, pero no puedo dejarte ir.

—Pero créeme que seguiré peleando por ti, seguiré peleando cerca o lejos de ti.—

—Mauro —lo miré—, tú y yo sabemos que no eres capaz de renunciar a tu familia. Lo dices por el frenesí del momento. Estoy seguro de que en algún momento te vas a arrepentir de esta decisión. Tú no renunciarías a tu familia.

—Entiende, Cristiano —dijo Mauro, parando el auto; parecía molesto—. No te estoy diciendo que me voy a ir a meter al cartel. Si es necesario lo haría, en un caso extremo, difícil, en el que sienta que ya no puedo rescatarte. Ahí sí renunciaría a mi familia, pero créeme que eso no es para siempre, porque no me voy a pervertir. Haría lo posible para huir. Aparte, también me convertiría en aliado de la policía, para que si yo entro en ese mundo por ti, ellos me ayuden a sacarte.

—Ay, mi grandioso detective —le dije con sarcasmo—. Me dan ganas de besarte, tienes un plan maravilloso. Pero créeme que no va a ser fácil.

—¿Y por qué no lo haces? —preguntó Mauro.

—¿Hacer qué?

—Besarme —continuó él—. Necesito que me beses, necesito que me demuestres que no vas a dejarte caer, que no te vas a entregar ahí tan fácil, ni a tu padre.

—Basta, amor mío, basta... No te preocupes, Mauro, mi vida, mi amor. No te preocupes, voy a pelear con uñas y dientes, te lo prometo. Lucharé por este amor, no me rendiré. Lucharé porque seamos felices, Mau. Ahora continúa, están por dar las 9... Quiero besarte —susurró, y en su voz se notaba la urgencia, el anhelo y la necesidad.

Lo sujeté, me coloqué encima de sus piernas, sobre el asiento frente al volante. Me abrí de piernas y me enrosqué en su cintura.

—Pues hazlo.

Mauro me tomó por las caderas y me besó. Me mordió. Nuestras lenguas se entrelazaron en una danza al pasar de los minutos. Me besaba una y otra vez, como si con ese beso quisiera detenerme. No hicimos nada más, pero al contrario, nos quedamos ahí abrazados, mi cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón, esperando que mi alma se conectara con él de nuevo. Al pasar de los segundos, me bajé de sus piernas. Mauro me miró como un niño pequeño al que le acabas de quitar un dulce. Sin embargo, le dije:

—Vuela a Renacer. Quiero ver a Alex. Prometo que esto se va a volver a repetir. Buscaré la forma de independizarme de Renacer. Si no te vas tú, me voy yo. Prometo poner una casa y buscarte, te lo prometo, Mau.

Mauro volvió a tomar el volante y nos dirigimos a Renacer. Justo cuando estábamos enfrente de la puerta, nos dimos ,un ligero beso. Había llegado el momento de la despedida. Mauro tocó y salió una Elizabeth con un pantalón de mezclilla y una camisa gris a cuadros, saludándonos con su típico molote.

—Hola —nos dijo a ambos—. ¿Te lo llevaste? —preguntó a Mauro.

—Sí —respondió él—. Brenda me lo pidió. Lo invité a cenar a mi casa; lo iba a regresar ayer en la mañana cuando iniciara mi turno, pero luego me pidieron que lo cuidara más tiempo por lo que ha ocurrido con su hermano —dijo, mirando a Elizabeth.

Elizabeth asintió.

—Por cierto —dijo, mirándome a mí—, lamento mucho lo de tu hermano. Creo que está estable, sigue en el hospital.

—¿Usted qué sabe? En la casa se comenta que sí, que mañana lo darán de alta. ¿Quieres ir a verlo? —preguntó Elizabeth—. Puedo ponerlo en el chat.

—Sí, sí quisiera, pero prefiero hablar con Fabiola primero y ver qué acordamos. ¿Hay alguien en la casa? —preguntó Mauro.

—Pues, los niños típicos... Camila tiene gripe. Ah, por cierto, Gastón llegó muy temprano. Pidió una reunión contigo en la oficina y parece ser que su novio también —dijo Elizabeth, haciendo un gesto de desagrado. Sus ojos reflejaban que no le parecía algo.

—¿Hay algo que le moleste? —pregunté—. Lo digo porque cuando mencionó "su novio"...

—Sí, disculpa, pero creo que mi educación y mi forma de vida me prohíben ver eso como algo limpio y sano. Es hombre y mujer. No estoy en contra ni a favor, pero para mí, ese tipo de amor no está bien.

Mauro asintió con la cabeza y no dijo nada más. Sin embargo, yo sentía mucha impotencia al saber que íba a trabajar por las noches y que nuestro turno sería con Elizabeth. Ella era algo así como lo que llaman homofóbica. ¿Qué nos esperaba?

—No me malentiendas —dijo Elizabeth al ver la cara de Mauro al cruzar la puerta—, no critico si eres gay o no, pero no es una vida que yo elegiría. Aparte, me parece que el amor es amor, pero Gastón y ese chico solamente se la pasan besuqueándose.

—¿Qué? —preguntó Mauro, como si sus palabras le hubieran sorprendido.

—Sí, en teoría es lo que han hecho desde la mañana. Llegaron tomados de la mano y con una gran fachada de que pasaron la noche juntos. Literal, traían hasta un anillo, sus manos entrelazadas como si se acabaran de casar.

Mauro arqueó una ceja y articuló un "qué desagradable". En su rostro se podía ver que esto le impresionaba. Sin embargo, Elizabeth se despidió, sacando la bicicleta, y Mauro cerró la puerta de atrás soltando un suspiro.

—¿Estás celoso? —le pregunté.

—No, claro que no, ¿cómo se te ocurre? Avanzamos al patio.

Pero su rostro reflejaba todo: molestia, furia, fastidio y celos.

—¿En serio, Mauro? —volví a preguntar mientras caminábamos por la cochera.

—¿Qué?

—Cristiano, informo, simplemente quisiera poder desenmascarar a Carlos y gritar que Gastón es mi pasado y que este es un sicario...

Justo cuando la conversación empezaba a subirse de tono, Gastón salió por la puerta.

—Podemos hablar —dijo, y detrás de él salió Carlos.

La fórmula perfecta para curar el despecho era el sexo. Al menos, esa fórmula la estaba usando Gastón. Me había pedido quedarse en mi departamento temporal, que se encontraba a las afueras de la ciudad de Celaya, por algo de sexo. Bueno, con todo el estrés que el jefe me había causado después de informarme que quería venir por Cristiano, era algo que necesitaba. Por la mañana del lunes nos levantamos. Fue mucho sexo, la verdad, rudo placer. Gastón era un dios, pero decidimos fingir ser una pareja para darle fachada y que Brenda no sospechara de lo que Gastón quería hacer. Pues quería confrontar a Mauro y a Cristiano y decirles que los dos los seguíamos amando. Ah, porque sí, algo curioso era que en medio de nuestras noches románticas le confesé que había conocido a Cristiano en la escuela de entrenamiento a la que su padre lo había mandado. No le dije quién soy, solo le dije que fuimos compañeros de clase.

Llegamos a Renacer demasiado temprano, antes de que el turno de Mauro comenzara. No lo sé, tal vez porque Gastón tenía la necesidad de buscar al chico, de decirle a Mauro que lo amaba, de demostrarle que no se había ido. Estábamos en el patio cuando Mauro y Cristiano bajaron por las rampas. En automático, Gastón me apretó la mano al sentir su presencia. Nos giramos.

—¿Qué tal su noche de amor? —dijo Gastón con sarcasmo.

—No tan bien como la tuya —se rió Mauro.

Para Cristiano era más que evidente que Mauro estaba celoso. Sin embargo, Cristiano no dijo nada cuando Mauro, con tonos sarcásticos, dijo:

—Gastón, veo que me olvidaste rápido. Lástima. Espero que no sospeches que él es un chico malo.

—¿Chico malo? —repitió  con sarcasmo—. ¿Por qué? ¿Por qué maneja armas? No significa que sea hijo de un sicario, como aquí tu enamorado, ¿verdad? —dijo mirando a Cristiano fijamente.

En automático, Gastón se dirigió a mí.

—Cristiano, chico, si se pone celoso, ¿no te parece que es porque todavía me quiere ? ¿No será que en estas noches a solas no ha sabido darle el placer que se merece?

—Lo sabía, Cristiano, Mauro es demasiado hombre para ti, ¿verdad? —basta —le ordene  a Gastón, apretándole la mano.

—¿Podemos hablar? —dije, dirigiéndome  a Cristiano y dejando a Mauro y Gastón completamente a solas. Jalandolo para el techo  del patio, donde se encontraban las canastas de básquetbol, los niños aremolaron al lado de Mauro. Algunos me abrazaron y me dieron la salida. Camila me dirigió la mirada; se veía preocupado, triste. Trataba de disimular con su libro, pero era imposible.

Saludé a Rubén con la mano mientras me alejaba para hablar con Carlos.

—¿Qué quieres? —le pregunté en el tono más brusco que pudiera imaginar.

—El patrón se está cansando.

—¿Y a mí qué? —le pregunté—. Lo que mi padre quiera no me compete ni siquiera me concierne. Ernesto puede pedir lo que él quiera, pero yo no deseo hacerle caso. Ernesto es mi padre, pero ya te lo pedí y te lo dije: no volveré con él.

Cristiano se llenaba la boca diciendo eso, pero ¿cómo le explicaba que hasta Erika abrió los ojos como platos cuando le dije que se estaba desesperando? La mujer castaña, casi de piel morena, estaba tan desesperada y tan molesta por lo que su padre quería hacer que temía  que, en cualquier minuto, llegarán  por su hermano. Y él solo me salía con "no lo voy a hacer".

—Entiende, Cristiano —lo tomé por el cuello—. Esto no es de que quieras o no; el patrón se está desesperando. Pronto vendrá por ti, pronto no habrá escapatoria. Pronto irás por el puesto que te toca.

Cristiano quitó la mano de su camisa y dijo:

—¡Basta! ¡Suéltala! No sostengas ni hagas nada. ¿Tú quién eres y de dónde has salido? Si mi padre viene, lo enfrentaré. Pero no quieras meterme miedo para después verte como el salvador. Basta, las cosas no son las mismas.

Me encontraba en la casa de seguridad de mi padre a punto de verlo pues esperaba con todo mi corazón poder convencerlo de no sacar a Cristiano por la fuerza.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó mi  padre mientras me dirigía a su despacho—. Venir a verte atada en esa típica coleta llena de maquillajes —dijo con sarcasmo—. Hasta parece ser una niña buena. ¿Cómo se te ocurre decir que vas a ir por mi hermano ahora en este momento?

—Wow —dijo mi padre, con más calma que al principio—. Sí que hormiga es un poco chismoso. ¿Entiendes? —le informé a Erika, mirándola de reojo mientras trataba de concentrarme en una libreta y la pluma. Intenté no fijarme en sus expresiones ni en sus actos; sin embargo, mi hija era muy analítica.

— Las cosas se están poniendo muy calientes. Continúo. Las cosas están tensas, son raras, todo parece nuevo. Nos están pidiendo cosas nuevas. Alex ya sufrió las consecuencias.

En ese momento, Don Alberto y Don Vicente, dos de nuestros hombres más leales, interrumpieron en la oficina.

—Disculpe, señor —dijeron los dos hombres de chamarras de cuero y pantalones.

—¿Qué se le ofrece? —dijo de inmediato mi padre, volteando a verlos.

—Disculpe —dijo uno de los hombres, tomando asiento. Otro me dio la mano y me saludó—. Señorita, con mujeres tan despampanantes en este negocio deberíamos vivir mejor, ¿no le parece?

—¿Qué se les ofrece? —intervino mi padre.

—Su hijo Alex fue atacado por uno de nuestros hombres, uno de nuestro consejo, Don Fernando, con quien hace poco habíamos tenido una reunión de socios. —Para ese momento, Fernando ni siquiera había abierto la boca—. ¿Están seguros?

—Sí, nuestros hombres infiltrados han dicho que fue él. Nos está traicionando. Necesitamos que usted asuma la responsabilidad y ponga altos, o traiga al niño Cristiano —intervino Don Vicente—. Si no lo trae, los socios estamos dispuestos a tomar el puesto. Alguien tendrá que vengarse de Fernando y hacerse cargo de ese lengua floja e intento de asesinato. Pero usted tendrá que hacerlo ya sea como líder o su hijo. Ahorita no hay un líder y créame, de los seis hombres que estamos en este grupo, la mayoría estamos esperando a que usted haga algo. Si no es así, pondremos a votación y habrá un nuevo jefe. Tiene hasta mañana en la noche para proponer un nuevo líder y entregarnos todo.
—Sabe lo que eso significa: adiós casa, adiós todo y adiós nuestra seguridad. No tendrá nuestro respaldo, y lo sabe. Tampoco la mercancía que transportamos llevará su sello. ¿Está consciente?

—Estoy consciente —recalcó Ernesto—. Sin embargo, he de decir que mi hijo ocupará el puesto que le toca lo más pronto posible. Las cosas ya no serán las mismas, y si me disculpan, estaré ocupado. Debo planear un operativo para que, a más tardar la noche del miércoles, Cristiano se encuentre de nuevo en casa.

Mi padre era un hombre astuto eso ya lo sabíamos la mayoría de las personas en ese mismo momento llamó al teléfono sirvió un poco de su mejor vino dio giros y prometió que Cristiano estaría aquí un miércoles a los pocos minutos hormiga un poco alterado con el cabello desgreñado el piercing en la nariz llegó corriendo la ropa dejaba al descubierto su tatuaje permaneció parado y yo me retiré esperando que hormiga me llamara para contarme qué sucedía

Los hombres dieron la vuelta y se retiraron mientras Ernesto cerraba la puerta. Me sostuvo de la cabeza como aquel niño regañado.

—Necesito a Cristiano aquí. Ya no hay excusas. Vamos a entrar a Renacer y no me importa a quién tengas que poner, pero quiero mi lugar, quiero mi gente, quiero mi tiempo y quiero que todo esté bien. Entonces, por mi parte, te ordeno que planees lo que sea necesario. Ya no hay excusa ni tiempo. Todo el mundo me dice que espere de manera legal, pero entiende, las cosas no se pondrán de mejor manera si espero.

—Patrón, trate de intervenir, por favor. Espere a Cristiano. De la manera buena y honesta vendrá como corderito y hará lo que usted le ordene.

—No lo sé. Puedo perder todo lo que he ganado por estarte esperando, por estar aquí. Mi hijo no quiere volver, y tú y yo lo sabemos. Así que sí, de la manera más atenta, te ordeno que lo traigas. Busca lo necesario: puntos débiles, gente negativa, cosas que lo atrapen. Pero tráelo. Busca un punto débil, todos tenemos un talón de Aquiles. Dijiste que Rafael  decía que tenía un romance. Bueno, creo que es con ese psicólogo. Entonces, si lo tengo que usar a él también, secuéstralo. Tráelo, úsalo como pieza para mover las cosas y que pronto nos dé un jaque mate a nuestro favor. Es una orden y no tendrás excusas ni momentos ya para convencerme, ¿entendido?

Asistí con la cabeza, porque era lo único que quedaba. Sin embargo, traté de recalcar:

—Patrón, por favor, Cristiano merece una vida normal.

—Hormiga —intervino el jefe—, estoy empezando a creer que nunca quisiste traer a Cristiano y que solamente me estabas dando largas para que él tuviera forma y tiempo de atraparme.

—¿Cómo crees? —le dije al jefe, mirándolo hacia el frente. Estábamos parados frente a frente y nos mirábamos los rostros.

—No lo creo, Hormiga. Estoy seguro. ¿Acaso solamente le estabas dando tiempo al hombre que amas?

Me apuntó por la cabeza y, de la nada, tenía una pistola en la frente.

—¿Me vas a matar? —intervine, y por primera vez en mi vida le hablé de tú—. Eres un padre para mí, eres la persona que me crió cuando mataste a mis padres. ¿Se te olvida que me quitaste el lugar y me pusiste el sello de traicionero para que todos aprendieran que, así como arrebataste mi familia, para demostrar  que podías hacer lo mismo con la de ellos? Para que nadie, nadie se atreviera a traicionar a Ernesto de la Fuente.

Ernesto comenzó a reírse.

—Wow, te crié bien. No te enfrentas a la mano que te dio de comer. Pero, sin embargo, algo que pierdes muy fácilmente, Carlos, es tu corazón. Te gana tu corazón, lo amas. Tu corazón está con Cristiano y tu corazón se niega.

—No simplemente... Espero que no tomes el camino precipitado. , simplemente espero que todo salga como planea. Si en algún momento Cristiano termina muerto en su intento de secuestro, nos quedaríamos sin nada, y lo sabes, ¿verdad?

—Está bien. Será el miércoles en la noche. Para el jueves, Cristiano tiene que amanecer aquí —recalcó Ernesto—. ¿Algo más que necesito saber?

—Dije de inmediato—: Pues veo perfectamente que usted ya se rindió y que no me va a permitir traerlo de manera legal. Carlos, te considero uno de mis mejores hombres y espero, de la manera más atenta, que lo saques de la manera más limpia posible. Sin sangre. Pero, si es necesario, secuestra ese punto débil suyo y tráelo hasta aquí. No me importa si tiene novio o no. Pretendo que el cartel se entere de que Cristiano es gay. Pues, como bien lo he dicho, no hay un sicario gay.

Salí de la oficina a la espera de que el tiempo hiciera reflexionar a Ernesto. Sin embargo, era en vano, pues deseaba con todo mi corazón que las cosas fueran diferentes. Pero no, Cristiano no tenía tiempo. El miércoles en la noche iríamos por él, y ya no habría vuelta atrás. Que disfrutara su martes y su tiempo en Renacer porque estaba a punto de acabarse.

—Hola —solté con una voz cansada.

—¿Qué pasó? —preguntó.

—Lo acaba de decidir: el miércoles en la noche irá por Cristiano —dijo Erika —. Como un demonio.

Se escuchó un rechinido de dientes. —No podía esperar un poco más. —La verdad es que no retomé la llamada. Varios vinieron a presionarlo. La situación está algo tensa y

—Hay algo que no sabes. Uno de los equipos que está en este momento en el burdel dice que intentaron rematar a Alex, que hay un rumor de que entraron al hospital y le intentaron ahogar mientras dormía.

—Pero tranquilo, está bien.

— Va a querer ir por los dos y va a querer protegerlo.

—Lo sé, pero ¿qué hacemos primero?

—Ya no voy a ir a Renacer hasta el día de la balacera. Y segundo, no tengo un plan oficial de cuánta gente necesitaremos. No hay gente que nos ayude en este momento, no tengo gente a mi disposición.

Algo que Erika dijo del otro lado del teléfono me hizo pensar. Eso era verdad, no tenía gente que pudiera entrar conmigo a Renacer. Mínimo unos cinco, con eso bastaba. Unas cinco personas serían más que suficientes para poder hacerlo conveniente y secuestrar a Cristiano. Deseaba con todo mi corazón que Mauro no se interpusiera, pues mi corazón sí, ya que si lo hacía, no haría nada. Simplemente me haría cargo del hombre, claro que no. No podía matar al hombre al que ama la persona que yo amo. No sería demasiado egoísta, demasiado tramposo, demasiado estúpido quitarle su peor anhelo a Cristiano, quitarle a Mauro.

¿Es en serio que sería capaz de gritarle a la única persona que le ha devuelto la luz? Porque, si algo era verdad, era que Cristiano tenía una sonrisa desde que Mauro había aparecido. Se veía más luz, había devuelto la esperanza. Tanto, que estuvo dispuesto a entregarse a Erika de la manera más fácil con tal de que no tocaran a Mauro. Sí, perfecto, pero al mismo tiempo era imperfecto. Tenía ganas de decirle que no tenía por qué sacrificar todo, pero cuando Erika me dijo que, con tal de que no tocaran a Mauro, Cristiano estaba dispuesto a entregarse, me di cuenta de que era algo más.

El amor, Cristiano lo amaba. ¿Acaso yo sería capaz de matar a la persona a la cual él ama?

Una sombra se deslizó por la puerta del despacho, interrumpiendo mi pensamiento. Mi pulso se aceleró al ver que la figura desconocida se aproximaba lentamente. La sala estaba en silencio, y el ambiente se tornó cada vez más opresivo. La luz tenue apenas revelaba los contornos de la figura que se acercaba, creando un contraste inquietante.

Una llamada entró en mi celular, y al mirar la pantalla, vi el nombre de Ernesto. El mensaje en la pantalla era breve pero ominoso: “Es ahora o nunca. Llama a tus hombres. No hay marcha atrás.”

Mi corazón latía con fuerza mientras miraba a la figura que se acercaba. ¿Qué haría? ¿Cómo podría cumplir con lo que se esperaba de mí y, al mismo tiempo, mantener a Cristiano a salvo? El tiempo estaba a punto de acabarse, y el destino de Cristiano pendía de un hilo.

Sin más opciones, y con el peso de la decisión sobre mis hombros, respondí la llamada de Ernesto. Mi voz tembló, pero intenté mantener la compostura.

—Estoy listo —dije—. Vamos a hacerlo.

El silencio en la sala se volvió más profundo, y la figura desconocida se detuvo justo frente a mí. El suspenso era palpable, y la incertidumbre del momento era tan densa que se podía cortar con un cuchillo. El miércoles por la noche estaba cada vez más cerca, y no había marcha atrás.

¿Qué sucederá ? ¿Podré salvar a Cristiano y cumplir con mi misión sin sacrificar lo que más quiero?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro