Líder en Discusión"
Capítulo 34
Siempre supimos que Catherine tenía una gran habilidad para manipular, pero hoy me sentía impresionado. En el tiempo de servicio social que llevaba de conocerla, no había tenido la oportunidad de ver lo que realmente era. Sin embargo, hoy, esta rebelde de 15 años me había hecho prometer que cuidaría a su romance pasajero juvenil y que ella se tendría que ir. ¿Cómo había conseguido que yo, un adulto de 28, le prometiera tal barbaridad? Ahora entendía todo: las actitudes, la forma de Catherine, el sufrimiento de Camila, pero sobre todo, saber que yo no era el único que vivía eso.
A las 12 del mediodía regresó Fabiola con Catherine. Ella solo tenía unas pequeñas cintas y unas suturas con hilo que se alcanzaban a notar.
—Vaya día que hemos tenido —dijo Fabiola acercándose—. Desde que Cristiano llegó, han sido días difíciles. Cuando llegaron niños como Carla, Marlene, diferentes, y el futuro es complicado. Lo sabes, lo sé, y me atormenta la actitud de dignidad. Siento que esta ya no es su situación para ella.
—¿A qué te refieres?
—Tal vez necesita nuevos aires, un cambio. Debo hablarlo con Brenda. Por cierto, me comentó que vendrás a quedarte por las noches.
—Pues digamos que por ahora me gusta el turno. Es entre semana y me deja estar durante el día ayudando a mi madre, sabes que está enferma.
—Claro, Mauro, lo entiendo y agradezco que seas un buen hijo.
Fabiola no era mucho de conocer mi vida privada, pero le había contado algunas cosas sobre mi tía y otros problemas familiares. Le agradecía demasiado que me apoyara cuando necesitaba respaldo o tiempo para poder ayudar a mi madre con mi tía o cualquier otra cosa. Nos despedimos, ella se dirigió a la oficina y yo al patio. Los niños se encontraban, como cada mañana, jugando básquet, jugando fútbol, el deporte que más se practicaba en el Renacer. Les encantaba el fútbol, era algo que hacían cotidianamente.
Sin embargo, Cristiano se veía inquieto, tartamudo, difícil de comprender. Aunque quería expresarme algo, no sabía cómo hacerlo. Camila también se encontraba alejada, distante en sus pensamientos, tanto como Cristiano. Los dos estaban juntos en el mismo lugar, riéndose de alguna que otra cosa. Así que decidí unirme.
—Hola —dije sentándome en el piso sobre mis piernas.
—Hola —me dijeron nada más.
—¿Cuándo pensabas decirme —dije mirando a Camila— que te besaste con Catherine?
La chica escupió.
—¿Cómo lo sabes? ¿Me van a correr de la casa?
—No, no soy nadie para juzgarte. Solamente quiero saber cómo pasó. Catherine te encargó conmigo y quiero entender.
—Mauro, ni siquiera sé por qué se comporta de esa manera tan déspota —intervino la chica—. Ni siquiera sé por qué se comporta mal.— Porque quiere alejarse de ti, quiere provocar que la saquen de la institución para poder estar lejos de ti porque siente que lo que siente por ti te puede generar problemas.
—Vamos, imbécil, ni siquiera me lo ha preguntado y ya dice lo que me genera problemas según ella.
—Lo sé, pero ¿qué quieres hacer?
—Quiero a Catherine. Quiero estar con ella, quiero vivir con ella, pero me gustaría un noviazgo, conocernos y tal vez cuando seamos adultos atrevernos a algo más. ¿Lo entiendes? —dijo mirando a Cristiano.
El chico puso su mano sobre mi pierna.
—Parece que aquí mínimo uno de los dos es feliz —dijo Camila viéndonos con una sonrisa tímida.
Cristiano se puso rojo como jitomate.
—¿Qué sabes? —le pregunte.
—Es lógico cómo se miran, cómo se coquetean, cómo se seducen, se encantan. Serás mi cuidador, pero si dejas ir a este niño, te juro que te ahorco.
—Claro que sí me va a dejar ir —contestó el chico—. Pero me dejará ir por su psicólogo favorito, Gastón —dijo Cristiano.
—¿Quién es Gastón? ¿Por qué es importante? ¿De qué me perdí de su telenovela? Soy su primer fan y los apoyaré.
Cristiano fingió que no existía ahí y continuó:
—Mauro, Camila es mi amiga, así que se lo voy a contar.
No dije nada, solamente me quedé observando atentamente.
—Gastón es noche —Camila abrió los ojos como platos— y todos los hombres bajo la tierra—. El psicólogo que nos trajeron es la noche al que Mauro le escribía cartas. ¡Siguiente capítulo, por favor, que me desmayo!
—Ya no es gracioso que casi vomito, por eso le dije. Ahora entiendo tu cara y la palidez de tus ojos —dijo la chica.
—Y eso no es todo —continuó Cristiano—. Este tipo le dio un beso.
—Espera, me iba a besar, que es diferente —contesté nada más—. Nada de besos, intimidad —viene por ti, te devora con la mirada.
—¡Basta! —dijo Camila—. Cállense, que ahí viene. Observa.
—Entonces, ¿qué son? —dijo la chica en voz baja.
—No lo sé, Camila —respondí.
—¿Qué no sabes, Cristiano?
—Pues que soy del psicólogo.
—Eres mi novio, menso —dijo poniéndose de pie, pues Gastón le hacía una seña con la mano.
Camila se rió un poco y después dijo:
—Parece que lo tiene más claro que tú. Nunca lo había dicho y menos frente a alguien. Pensé que se iba a ofender porque tú sabías toda la historia, pero no lo hizo. Le acababa de decir a Cristiano que era mi novio, pero ahora más que nunca quería que tuviera la seguridad. Y es que lo querías, quería que supiera que sentía algo por él, quería que... no sé si quería seguridad al estar cerca de Gastón.
Me dirigí a Gastón, el cual esta mañana se encontraba observándonos.
—Veo que te llevas muy bien con Camila y con Cristiano —dijo.
—Sí, así es —le contesté cambiando la voz—. Camila es una chica buena, la ayuda en su depresión y Cristiano... Cristiano es diferente.
—¿Cristiano es gay? —preguntó—. Porque lo ves igual como me mirabas a mí.
—No lo sé, Gastón. Y de una u otra manera yo ya te lo dije, tengo a quién dedicarle la canción. Pero ¿acaso crees que me metería con alguien menor?
—Qué bueno, porque lo que te vengo a decir es importante. Si es algo referente a nosotros, te ruego que lo olvides. Sabes que no podemos correspondernos ni estar juntos, ¿verdad?
—Llegó un paquete del padre de Cristiano y Rafael tendrá que hacer terapia para mejorar la condición de la bala de su pierna.— ¿Otro paquete?
—Sí. Supongo que un mensaje para su hijo. Sabes que si te involucras más allá de la línea profesional con Cristiano puedes tener un riesgo.
—Gracias —respondí—. Pero creo que sé manejar perfectamente mis relaciones laborales y emocionales. Además, ¿en qué te bases para decir que tengo algo con Cristiano? —Lo ves igual como me veías a mí —argumentó mirándome a los ojos. Su ceño fruncido y el casi resoplido que aventó en mi rostro me hizo darme cuenta de que tenía sentido.
—Gastón, que yo me haya enamorado de ti no significa que Cristiano sea tu reemplazo. Esa persona está muy lejos, ni siquiera la conoces, ni siquiera la has visto.
—Wow, vaya que eres malo mintiendo, maurito. Te lo dije una vez y te lo repito: no me vuelvas a llamar así. Mauro, el Búho, o cualquier otro apodo que quieras usar ya no tiene ningún sentido para mí.
—Siempre serás mi búho porque combina perfectamente con la noche.
—¿Lo disfrutas, Gastón? —dije burlándome.
Los niños escuchaban nuestra conversación, así que decidí bajar la voz.
—No alteres el orden. Este es mi empleo, no quiero que se den cuenta. -- Ni siquiera saben que eres gay —argumentó el tipo maduro de 35 años.
—Vaya, demasiado inteligente, Gastón. No en algo tienes la razón —argumenté—. Nadie reconoce y nadie sabrá que soy gay, mucho menos que fue por culpa mía, que yo fui parte de tu vida.
Si tuviera ojos en la espalda, hubiera podido darme cuenta de que tenía los ojos de Cristiano encima mío. Mauro se alejó un poco, dirigiéndose a Gastón.
—¿Ves? —le dije Camila—. Tienen algo que ver, están discutiendo—. Es lógico que ese imbécil vino a recuperarlo. No puedo permitir que me quiten a Mauro.
—No puedes hacer nada para ellos. Tú eres el niño tóxico, celoso —argumentó la mujer de cabello lacio—.
—¿Con qué derecho irás a hacerle una escena de celos a Mauro si ni siquiera eres nada ante los ojos de Gastón? Los delatarías y todo, por un ataque de celos, sería la cosa más tonta.
—Te cuento la verdad, Camila.
—Claro.
—He pensado en su nuez mojada encima mío. He pensado en cómo me desnuda. Fantaseo mucho con Mauro y tengo miedo de perderlo y este amor del pasado suyo me atormenta.
Camila suspiró y puso una mano en el hombro de Cristiano.
—Entiendo, Cristiano. Es difícil, pero debes ser fuerte y hablar con Mauro. La honestidad siempre es lo mejor.
—Camila —dije, continuando—, ¿en serio crees que confesarle a Mauro que fantasía con él sea algo bueno? Confesarle que me atrae, me atrapa, me gusta, me mueve, me interesa como hombre.
—¿O sea? —preguntó la chica, arqueando una ceja—. ¿Quieres tener relaciones?
—No te lo voy a negar. Los besos cada vez son más apasionados —le contesté—. Cada día me cuesta más contenerme cuando me enredo en su cabello, cuando tengo sus uñas sobre mi espalda. Pero sé que su ética y moralidad todavía lo van a detener un poco. Eso me aterra y la verdad no sé qué pueda pasar.
—Si lo deseas, lo necesitas y él también lo quiere, mi consejo —me indicó la chica— es que le cuentes tu deseo y tu placer. A tu pareja debe ser algo que no debes tener miedo.
Justo cuando pensaba en cómo argumentarle a Camila, Fabiola apareció en la rampaq. Le susurró algo al oído a Mauro y después él se acercó de nuevo a nosotros.
—¿Puedes venir? Creo que hay algo que deberías ver.
Subí la rampa a toda prisa, con el corazón latiéndome fuerte.
—¿Qué pasa? —le pregunté a Mauro y a Gastón.
—Parece que tu padre ha mandado nuevas instrucciones y armó una balacera.
Abrí los ojos como platos.
—¿Qué le pasa? Ponerse en riesgo en este preciso momento no era algo que se pudiera permitir.
—Es una carta —dijo Fabiola cuando entramos en la sala.
La abrí con cuidado. En ella había otra USB. El mensaje del otro lado de la pantalla tenía hormiga:
"Cristiano, sé que un hombre misterioso te contactó. Sé que lo fuiste a ver a un café. Te informo que yo lo mandé. Quiero que lo veas y le des toda la información. Sé que estás jugando con un detective. Sé todo esto. Tu padre, por su parte, te pide que se reúnan y más te vale no negarte, si no, ya sabes lo que el jefe desconoce.
Tu padre aún no sabe que yo sé todo esto. El hombre misterioso fue a buscarte. En conclusión, quería ver qué le decías y saber que estás traicionando al patrón. Pero excelente, la prueba fue pasada; no le dijiste ninguna información debes estar jugando a dos bandos, eres demasiado inteligente.
Posdata: tu nuevo ligue es demasiado interesante, Mauro. Tienes linda voz, porque sé que estás ahí a su lado. Me gustaría tener llamadas mas contigo . Tienes una voz melodiosa y angelical. Cuídense. En el sobre metí la dirección. Cualquier cosa, deja otro mensaje y el patrón se comunicará contigo para el día de la reunión. Es hora de que nos encontremos, ¿o no extrañas a la familia?"
El mensaje se cortó. Me quedé helado.
—¿En qué momento Hormiga había escuchado la voz de Mauro como para decir esto? —dije mirando a Mauro.
De inmediato, Gastón y Fabiola preguntaron lo mismo.
—¿Qué pasó? ¿Desde cuándo este tipo te conoce? —intervino Gastón dedicándole una mirada seria a Mauro.
—Tuvimos una llamada. Supongo que estaba preocupado por lo de los disparos y por eso me llamó.
—¿Y no te pareció importante decirme? —le arremetí en la cara.
—No quería que te alteraras. Estabas en el hospital, chico, entiende.
Me dirigí hacia el patio, aventando la puerta de la cocina. Para este punto, Camila estaba dormida en medio patio. Ni siquiera tenía quién me escuchara. ¿Cómo era posible que hubiera hablado con mi amor del pasado y ni siquiera yo me habría enterado? ¿Para qué lo contactó? ¿Cómo era que Hormiga sabía tanto? ¿Cómo era que se contactaron? ¿Cómo era que le importaba?
Hubiera sido insignificante si Hormiga y yo no tuviéramos esa historia. Hubiera sido insignificante si no tuviera a mi amor del presente y el amor del pasado hablando en el mismo lugar. ¿Por qué me lo ocultó? ¿Por qué no me dijo que habló con él? ¿Por qué? ¿Cuánta cosas me oculta? Primero lo de Gastón y ahora esto. Mauro no tenía confianza en mí. Para él seguía siendo un mocoso tonto que ni siquiera se ponía a pensar en mis sentimientos. Sentia algo por Gastón en su interior, pero se negaba a aceptarlo y a mí me usaba como premio de consuelo.
—Parece que reaccionó muy mal ante la posibilidad de ver a su padre —dijo Fabiola mientras yo me quedaba escuchando aún el sonoro ruido de la puerta por el azotón que le había dado.
— normal —contestó Gastón.
Pero sabía que en sus palabras no se creía ni lo más mínimo. Iba a preguntar por qué la reacción del niño al enterarse que había hablado con esta persona. ¿Por qué reaccionaba así? ¿Por qué se enojaba? Parecía estar celoso o impresionado, como si yo le mintiera. Si Gastón me conociera también, no tendría por qué preguntar.
—Puede que le afecte porque su padre ha sido su figura y lo ha abusado toda la vida. Recordemos que el padre de Cristiano lo obligó a tener relaciones, disparar armas desde muy pequeño y muchas otras cosas. No podemos negar que ha sido su mayor verdugo y su peor persona. Me impresiona que el chico tenga una mentalidad estable.
—¿Le impresiona tal cosa? No me diga tremenda estupidez. Él no estuvo cuando tenía convulsiones. No estuvo cuando tenía depresión. No estuvo cuando él estaba mal.
Quise salir de mis pensamientos y decidí pararme.
—Me disculpan —les dije, mirándolos a los ojos—, pero debo ir a cuidar a los niños. Tenía que hablar con él ahora más que nunca.
Salí al patio y me encontré con Cristiano, que me siguió rápidamente. Me detuve en medio del patio y me giré para enfrentarlo.
—¿Por qué no me dijiste que habías hablado con Hormiga? —le reclamé.
—No quería preocuparte más de lo necesario, Cristiano. Estabas en el hospital.
—¡Eso no es excusa, Mauro! ¡Me ocultaste algo importante! —gritó, sus ojos llenos de rabia y dolor—. ¿Cómo esperas que confíe en ti si no me dices la verdad?
—Cristiano, cálmate. No quería que te pusieras así. Estoy tratando de protegerte.
—¿Protegerme? ¿De qué? ¿De mi ex? —su voz se quebró—. ¡No soy un niño, Mauro! ¡Merezco saber lo que está pasando, especialmente si se trata de mi seguridad!
—Lo sé, Cristiano. Lo siento. No quería que te lastimaras más.
—No es solo eso. Me siento como si no confíes en mí. Como si siempre me estuvieras subestimando. Y me duele, Mauro. Me duele porque... porque te amo.
El silencio cayó entre nosotros. El patio, normalmente lleno de risas y gritos, ahora estaba envuelto en una tensión palpable. Di un paso hacia Cristiano y lo tomé por los hombros.
—Cristiano, no sabes cuánto lo siento. No quiero que sientas que no confío en ti. Te amo y estoy tratando de hacer lo mejor que puedo para mantenernos a salvo. Por favor, entiende eso.
—No es solo eso, Mauro. Es que siento que piensas que todavía tengo sentimientos por Hormiga y me duele pensar que estás compitiendo con mi pasado
—No estoy compitiendo con nadie. Tu pasado es solo eso: pasado. Lo que tengo contigo es real y es lo que importa. No dejaré que nada ni nadie se interponga entre nosotros dijo abrazándome el abrazo tenía que ser corto porque los niños nos observaban fue un abrazo corto pero lleno de sentimiento
Después del abrazo, Cristiano y Mauro se separaron lentamente, ambos sintiendo el peso de las emociones recientes. Mauro suspiró y miró a Cristiano con una expresión seria.
—No puedes estar haciendo estas escenas —le dijo al chico. Para Gastón fue muy evidente.
—Tengo miedo que nos descubra. ¿Te vas a reunir con tu padre si él decide que así lo hagas?
—No lo sé —me respondió con voz triste—. No quiero verlo, pero sé que si no lo hago, vendrá por mí. Las cosas empezaron a ponerse difíciles y tú lo sabes mejor que nadie.
—¿Lo conoces?
—No sé qué hacer. Además, no sé cómo analizar la USB. No sé cómo contestar. Por ahora le voy a decir que me dé una dirección y un lugar. Dijo que lo había puesto, pero tengo que aceptar para después obtener información.
—Camila sabe de lo nuestro —le dije cambiando de tema—. ¿Y vas a hacer algo?
—No. Camila y yo somos confidentes y aunque yo soy el cuidador, le tengo demasiada confianza. Espero que no nos delate. Además, parece que está viviendo algo parecido con Catherine.
—No sé a dónde vayan esas dos chicas, pero la cosa es que debemos ser discretos. Gastón se ha dado cuenta de nuestra cercanía. Podrían descubrir nuestro secreto, podrían descubrir que estoy enamorado de ti.
Sus ojos se abrieron.
—¿Mauro, estás enamorado de mí?
—Sí, enamorado como la primera vez. Enamorado cuando sientes palomitas, cuando tu corazón late con fuerza, cuando tu mente no puede sacarte de ahí. Cuando veo en tus ojos una claridad que...
—Seamos discretos. Cuidemos esto y se convertirá en algo maravilloso porque no quiero que nada lo arruine, ni siquiera nosotros.
—Lo entiendo —contestó—. Pero Gastón me pone de mal humor y de la nada siento que viene a pelear por ti y me aferra, me duele y me lastima el corazón pensarlo. Prometo no ocultarte nada, decirte las cosas tal y como son. Prometo no ocultarte cosas y expresarte mis sentimientos claros y finos. Por favor, solo por favor, Cristiano, confía.
—Está bien, Mauro, confiaré.
—Cristiano —dijo Fabiola, apareciendo de nuevo en el panorama de nuestra conversación—. ¿Quieres venir? Daniel te necesita.
—Voy contesto mientras la mujer se alejaba de regreso a su oficina. Después, a los pocos minutos, me dirigí una sonrisa cálida y se fue. Entré a la oficina. Fabiola estaba ahí, Daniel a un lado.
—¿Quieres hablar de lo que aquí te concierne? —dijo él mirándome de nuevo—. ¿Qué pasa? Debes entrar a la Escuela Militar lo más rápido posible. Debes empezar tu proyecto de vida y debes empezar tu independencia ahora más que nunca. ——Ya sabemos de su secundaria.
—¿La terminará con INAEBA?
— Sí, porque sigo sin encontrar su certificado. Después comenzará la prepa.
—Tal vez sea demasiado tarde para eso. Está el Colegio Militar —contesté—. La prepa militarizada será el mundo en el que yo quiero entrar. Eso tú ya lo sabías o se te olvida.
—No, pero debemos tener cuidado. Tu padre quiere una reunión.
—¿Y desde cuándo le tenemos miedo?
—Si me encuentro con Ernesto puedes planear cualquier cosa con Steven para atraparlo, porque de una u otra manera yo no me iré y tú lo sabes. Por ahora creo que será conveniente que mande la dirección, la cual ya está, pero nos falta que ponga una fecha. En cuanto la ponga, podemos hacer un operativo para atraparlo.
—Vaya, que estás decidido.
—En su defecto, sí, lo estoy. Estoy decidido, quiero liberarme de las garras de Ernesto y de todo su pasado.
—¿Con qué hombre misterioso te fuiste a encontrar?
—Con un tipo que nos iba a dar información, pero al final no nos dio nada y solo fue un plan con maña de uno de los sicarios de mi padre para descubrir qué información que le daba yo a este tipo. Ahora que ya lo sabes, creo que es suficiente muestra de dónde está mi lealtad.
— No vuelvas a ocultarme si te reúnes con tipos misteriosos o sabes algo más. Por favor, sabes en el riesgo en el que te pones y nos metes a todos.
—Daniel, soy consciente. Soy un niño y soy una persona que ya maduró, pero al mismo tiempo tú me sigues viendo como esa persona estúpida que es hijo de Ernesto.
—Basta, basta de tus locuras y de tus miedos. Tienes pmás miedo yo que no se supone que el que es hijo soy yo. Reunirme con mi padre, y hacer un operativo y que tal vez me termina secuestrando es algo que tal vez no quisiera, sin embargo, estoy dispuesto a hacerlo porque quiero vivir libre de él. Así que no cuestiones dónde está mi lealtad.
—No lo cuestiono.
—Pues me quieres encasillar. Si no dije nada de este tipo es porque ustedes lo primero que quieren es atraparlo. Tal vez no sea la consecuencia correcta ni la forma correcta. Solo somos nosotros dos y tú y yo. No pido nada ni quiero nada, solamente tu paz, tu serenidad y todo lo que hemos dicho anteriormente.
—Está bien, Daniel. Ahora dime cuál es el motivo de tu búsqueda.
—Informarte que mañana mismo trasladan a Alex a una casa cercana. Quería saber qué vas a hacer con los mensajes de tu padre.
—Mira, por ahora voy a contestar con una nota más que se depositará en la basura en las próximas horas. Le pondré que estoy dispuesto a reunirme con él, que ponga hora y lugar. En cuanto lo ponga, comenzaré a darle largas y comenzaré a jugar su doble juego. Eso sí, debo tener cuidado porque si descubre que estoy jugando con él y que no pienso asistir el día que él lo planea, sino el día que yo diga para que ustedes tengan todo planeado, lo descubrirá y puede venir por mí.
—¿Te vas a negar a ir a verlo?
—No, simplemente voy a hacerlo un día que no se lo espere.
—O sea que no asistirás en la fecha que él te ponga.
—Lo haré, pero le haré creer que no lo haré.
—Y si eso pasa, él vendrá por ti.
Su pregunta me tomó por sorpresa.
—Daniel, conoces a mi padre, no me va a hacer ningún daño, no quiere hacerlo. Simplemente quiere que vaya al puesto que me toca para ocupar el cartel.
—Está bien, te dejaré proceder porque sigues siendo el bueno para esto. Cualquier cosa, me mantienes informado.
Salí de la oficina. Al final de cuentas ya eran bastante tarde, ya eran las 4.
Me sentía extraño. La casa de Jalisco era justo como recordaba, dos pisos, dos formas de ser, una fuente clara de observación, una forma de sentir que el tiempo no pasaba, un abrazo a la piel, una casa acogedora, vieja, de dos pisos, con unas escaleras tremendas en las que yo corría con Cristiano a perseguirnos. El jefe se encontraba aquí. Esta casa tenía un túnel, un pasadizo secreto y una puerta trasera y, sobre todo, un enorme jardín con juegos que aún eran para Alex.
—¿Cómo se siente? —le pregunté.
—Hormiga, me fiel escudero. Muchas gracias por sobrevivir aquí conmigo.
Su respuesta me tomó por sorpresa. Ernesto no es un hombre que dé las gracias.
—Has estado conmigo cuando escapé. Te has ocultado, has mandado los mensajes y cumpliste con todas las órdenes de matar. En serio, si tú llevaras mi sangre, todo sería más fácil, pues te permitiría ocupar este puesto. Sigo creyendo que eres el indicado. Sigo creyendo que eres el único hombre que merece manejar este negocio como ningún otro se lo merece, pero la sangre es la sangre. ¿Lo entiendes, verdad?
Asentí con la cabeza, pues eso era verdad. Entendía que para Ernesto su ley del linaje, la sangre y el pecho peludo de un hombre era algo que le importaba. Aunque no me lo había dicho a la cara, sí sabía perfectamente que era un hombre que sabía de mi condición. Era gay. También llegaba a ver mi cercanía y mi lejanía con Cristiano en ciertos momentos. Jamás le recriminó nada a su hijo sobre tener algo con hombres, porque en el fondo seguía siendo un chico, en el fondo seguía siendo un niño y porque la verdad, Cristiano también lo complacía al estar con algunas niñas. Eso a mí no me afectaba nada, sin embargo, me hacía sentir imbécil. Pues el hecho de que no me rechazara ni me culpara por ser homosexual. Sin embargo, yo sabía perfectamente que Ernesto ya tenía un problema con el linaje. Para poder ocupar el puesto que según él me tocaba, debía cargar la sangre a cuestas, la sangre de la fuente. Ahora, agreguémosle que no tenía ni linaje y era gay. Díganme, ¿dónde se había visto un sicario gay?
—Hormiga —dijo el jefe, sacándome de mis pensamientos—, puedes hacer venir a los socios. Necesito verlos esta noche. He vuelto al ruedo. También necesito que refuerces la seguridad, contrates gente y me traigas su protección. El cartel tiene que estar activo nuevamente. Quiero saber quiénes están y quiénes se han ido a prisión.
—Excelente —contesté—. ¿Algo más?
—En esta casa hay varios de sus hombres. Todavía aquí viven varios. En este estado puedo buscarlos también.
—Podrías, si usted quiere reunir a los vigilantes de sus diferentes casas y traerlos todos a este sitio.
—¿Qué pretendes?
—Pretendo lograr que se reúnan. Varios están aquí o en la casa, se quedaron custodiando.
—¿Cuántos hombres hay ahorita?
—No sé, unos 15.
—Creo que con eso es más que suficiente por ahora. Puedes traerlos. Quiero hacer una reunión.
—Antes de hacer la reunión, contrata quien limpie. No sé, busca gente. Quiero que la casa esté funcionando de nuevo.
Al pasar de la media hora, yo ya había cumplido con todo lo que había pedido. Le pedí a una de las esposas de nuestros hombres que se hiciera cargo. Tenía a unos 10 limpiando y preparando armamentos para que la casa se volviera a ver diferente. A todos les dije lo siguiente:
—El cartel está activo de nuevo. Las cosas funcionan. El patrón está de vuelta.
—¿Qué necesitas que haga? —preguntó la chica.
—Necesito que la hagas de sirvienta. Puedes cocinar, preparar la comida, no sé, lo que se te ocurra. Limpiar, cambiar sábanas. Eres la nueva sirvienta de Ernesto de la Fuente
—Soy la nueva sirvienta —dijo.
—Recuerda, lo que escuchas, lo que digan o lo que sabes no puede salir de esta habitación, ni siquiera de la casa. Tú no tienes vida personal y tu vida personal se dirige a esta casa. Tu familia corre el riesgo de pagar las consecuencias de lo que tú decidas.
—Listo, la casa está custodiada —me contestó uno de nuestros mejores hombres.
—Si había quedado en Jalisco a vigilar la casa, no venía a menudo, pues la policía seguía rondando. Sin embargo, decía que en los últimos tres meses ya no había venido nadie.
—Gracias, amigo. Están custodiando. Tienen nuevas órdenes y estamos listos para la reunión.
—¿Tú sabes algo de Erika?
—Sí, Erika sigue trabajando en México con el burdel, pero ahora solo tiene apariencia de bar. Ya no lava dinero, pero con lo que saca del burdel y de las bebidas a los clientes, fantásticos, nos paga los sueldos.
— Y el jefe duda de su lealtad.
—¿Podrías irte con una camioneta a México volando y traerla? Al jefe le gustará verla.
—¿Estás seguro que Erika ya no maneja la mercancía ni siquiera lava el dinero ahí?
—Sí, dejó de hacerlo cuando Ernesto no apareció. Ahorita el bar solo se dirige como antro, pero ya no se maneja nada de mercancía en ese sitio. Recuerda que Erika solo es nuestra pantalla legal y jamás se dijo lo que en realidad se hacía en ese sitio. Erika lo sabe, pero dejó de hacerlo cuando su padre desapareció. Tenemos unos 10 hombres, ¿serán suficientes?
—¿Qué pasó con Halcón y los demás?
—El Halcón nos traicionó y le tuve que dar un disparo en la cabeza. Pues fue quien ayudó al niño Ernesto a delatarnos junto con el Araña.
—Necesito, y eso te lo pido, busca un hombre leal, el que tú tengas.
—Tengo a uno, es mi primo. Sé que no nos traicionará y dejará la vida por el cartel. Le apodan el Pelón.
—Okay, interesante. Necesito que hagas lo que está en tus manos para que él lleve los mensajes a los mensajeros de los socios. O ya sé, mejor dicho, tú manda por Erika y tú manda el mensaje al socio de esta región que junte al de Baja California, al de Jalisco, al de México y al de Guanajuato. Quiero esa reunión en la que todos deben estar esta noche. Ernesto quiere activar el cartel, volver a transmitir mercancía, y tú sabes lo que eso significa.
—Entendido, Hormiga. Ahora mismo. También quiere a su hija aquí y pronto. El joven ,Cristiano vendrá a ocupar el puesto que le toque, pues el jefe está por renunciar a su puesto.
—Ahora mismo me pongo. También necesito que me digas quién de los hombres que tenemos ahorita, que dijiste que eran unos 15, son leales y quiénes no.
—El Pirañas fue quien ayudó, sigue vivo.
—Sí, y hay varios de los nombres que están con él que siguen aquí. No sabe que yo sé que él fue quien nos traicionó. Me lo confesó en una borrachera, pero siento que deberías informarle al patrón.
—Excelente, muchas gracias. Por tu lealtad...
—Araña y Patrañas eran los que ayudaron al niño Ernesto entonces —pregunté.
—Sí.
—Okay, le diré al patrón.
—Muchas gracias. Mientras tanto, tú manda por Erika con uno de tus hombres leales y yo voy a verificar quién es leal de los que están aquí y quién no. Y pues a comenzar a buscar nueva gente que nos sea leal. Por ahora tú estás a cargo.
—Que se olvida que soy un sicario cualquiera. Antes ni siquiera me respetaban.
—Pero has demostrado tu lealtad. Está el patrón, estoy yo y después estás tú.— Sabes que tú eres mi jefe.
—¿Soy el tercero al mando?
—Excelente, buena pregunta. Y cuando yo no esté ahí o no pueda tomar decisiones, quiero que tú las tomes.
—Excelente. Por ahora, haz lo que te he pedido. Hablaré con el patrón para ver qué vamos a hacer con ese traidor.
Mientras tanto, Ernesto se encontraba en su despacho, revisando los informes de sus hombres. La traición de Patrañas había sido un golpe bajo, pero no inesperado. Sabía que siempre había alguien dispuesto a venderse al mejor postor. Ahora debía decidir cómo manejar la situación. No podía permitir que la deslealtad quedara impune.
Ernesto llamó a Hormiga.
—Hormiga, necesito que hagas algo.
—Lo que usted ordene, jefe.
—Quiero que te encargues de Patrañas. Debe pagar por su traición. Que todos sepan que traicionar al cartel tiene consecuencias graves.
—¿Qué quiere que haga?
—Hazlo desaparecer. Sin rastro. Quiero que su destino sea un ejemplo para cualquiera que piense en traicionarnos.
Hormiga asintió y salió del despacho con una misión clara. No era la primera vez que se encargaba de una tarea así, pero cada vez sentía el peso de las decisiones que tomaba. La lealtad en el cartel no solo era una expectativa, era una exigencia.
Ernesto observaba el lujoso despacho donde se llevaría a cabo la reunión con sus socios más cercanos. El ambiente estaba cargado de tensión, y no solo por la presencia imponente de los hombres que lo rodeaban, sino por lo que estaba a punto de proponer.
Con una mirada severa, Ernesto tomó asiento al frente de la mesa. Su voz resonó con firmeza cuando comenzó a hablar.
—Caballeros, he tomado una decisión crucial para el futuro del cártel —anunció, sus ojos recorriendo cada rostro en la sala—. He decidido regresar, pero con una condición. Cristiano será el nuevo líder.
La sala quedó en un silencio sepulcral. Los ojos de los socios se estrecharon, y algunos intercambiaron miradas de incredulidad y desaprobación. Finalmente, uno de los más antiguos, don Emilio, tomó la palabra.
—Ernesto, con todo respeto, Cristiano no está listo. Es un buen muchacho, pero aún le falta madurez y experiencia —dijo, con su tono firme pero respetuoso.
Otros asintieron, murmurando de acuerdo. La atmósfera se hizo aún más tensa, y Ernesto sintió el peso de la resistencia.
—Sé que mi hijo no tiene toda la experiencia que ustedes esperaban —continuó Ernesto, su voz más intensa—. Pero yo creo en él. Tiene el potencial y la determinación para liderar. Necesita la oportunidad de demostrarlo.
Don Emilio volvió a intervenir, su ceño fruncido.
—No se trata solo de potencial, Ernesto. Este mundo es implacable. Necesitamos a alguien que pueda manejar la presión y tomar decisiones difíciles sin titubear.
Ernesto apretó los puños bajo la mesa, esforzándose por mantener la calma.
—Eso es precisamente lo que Cristiano necesita para crecer. Bajo mi supervisión, aprenderá y se fortalecerá. Si le negamos esta oportunidad, jamás sabremos de lo que es capaz.
Otro socio, don Vicente, intervino con una mueca de escepticismo.
—¿Y si falla, Ernesto? ¿Qué nos garantiza que no pondrá en peligro todo lo que hemos construido?
La tensión en la sala era palpable, cada palabra cargada de desafío y preocupación. Ernesto sabía que convencer a sus socios no sería fácil, pero estaba dispuesto a luchar por la oportunidad de su hijo.
—Si Cristiano falla, me hago responsable. Estoy poniendo mi honor y mi vida en juego por él. Pero les aseguro que no fallará —afirmó Ernesto con determinación.
El silencio volvió a instalarse en la sala, mientras los socios se sumergían en sus pensamientos. La desconfianza y la incertidumbre se reflejaban en sus rostros, creando un ambiente de tensión que parecía imposible de romper.
Finalmente, don Emilio se recostó en su silla, cruzando los brazos.
—Necesitaremos más que promesas, Ernesto. Queremos ver resultados concretos antes de aceptar a Cristiano como líder.
Ernesto asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
—Lo entiendo. Dénme el tiempo y los recursos necesarios para demostrarles que Cristiano puede hacerlo.
La reunión continuó en un ambiente de negociación tensa y miradas de desconfianza. Ernesto sabía que el camino sería arduo, pero estaba dispuesto a enfrentarlo por el futuro de su hijo y del cártel.
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