Laberinto de sombras
Capítulo 41
Sabía que lo que había pasado con Mauro esta noche no se volvería a repetir, sabía que jamás tendríamos un encuentro de nuevo, mucho menos íntimo o cercano. Las cosas entre él y yo deberían seguir siendo secretas, como hasta el momento. Aunque eso me doliera, aunque eso me partiera, quería un futuro juntos, quería estar con él, quería decirle cada noche que lo amaba, quería compartirle mi mundo.
Llegamos a Renacer. La sorpresa lo sorprendió todo el tiempo; era algo diferente. Ahora la casa estaba fumigada, las puertas remasterizadas, la seguridad y todo parecía distinto. Nuestro hogar, nuestra casa, pero con una vibra completamente diferente.
Brenda recibía a todos y los fue sentando en la sala.
—Pueden venir —dijo la mujer en cuanto todos nos reunimos.
Fuimos los últimos en llegar. Para ese momento, ya estaban todos los niños ahí, rodeándola en un círculo.
—¿Qué ocurre? —inquirió Laura.
—Quiero hablar de lo que ocurre en esta casa —contestó la mujer.
—¿Algo más perdido de lo que ya tenemos? —dijo Laura.
—Las cosas no se pueden volver a repetir. Hoy se va Catherine —Brenda la señaló, y Catherine se encontraba a su lado, sentada sobre sus piernas—. He de decir que esta situación no se puede volver a repetir. No más romances. Ustedes son hermanos y lo saben. No hay más cercanía física. Son hermanos y son conscientes de lo que aquí ocurre.
Por un segundo, quería seguir recordando cuando monté a caballo. Parecíamos personas normales. Él me observaba con tal ternura y amor como nunca más me había visto. Él me amaba por lo que soy, por mi esencia y mi serenidad. Yo amaba a Mauro por lo que me daba, y a pesar de todo, quería estar con él en un susurro de besos y caricias. Sin embargo, me detenía a pensar por un segundo lo mucho que lo quería, hasta el momento en el que abrí los ojos y me di cuenta de que algo estaba por suceder.
Me encontraba sin hacer nada, quieto, a la espera de todo. Sin embargo, cuando nos pudimos percatar, se encontraba una mujer con tacones, pantalón de mezclilla y blusa blanca. Su cabello negro estaba atado en una coleta, sus labios pintados de rojo, cubiertos por un labial, y un pequeño lunar cerca de la boca. Observaba las palabras de Brenda con intención, y me hizo salir de mi ensoñación del rancho.
—He de decir —continuó la mujer— que la decisión que se ha tomado no es nada fácil para mí. En 11 años, esta situación no se había presentado.
—Catherine, te conozco desde que eras una niña pequeña, al igual que Paloma. Llegaste siendo muy pequeña. Aún recuerdo las veces que me hacían regalos el Día del Padre y de la Madre, y me tenían que apuntar para ir a todos los festivales. Las cuidadoras me tenían que recordar con un mes de anticipación para poder organizar agenda.
—Camila —continuó la mujer, viendo a mi amiga y nuestra compañera de viaje, quien hoy vestía un mallón negro y una camisa color vino—, no podía entender por qué esa niña de cabello castaño amaba usar las mangas largas. Sé que tú no llevas tanto tiempo aquí —continuó Brenda, inquiriendo con la mirada—, pero he de decirte que no se permiten romances. No sabía si lo sabías ya. No se permiten tocamientos, ni siquiera entre cuidadores. Cualquier cosa está penalizada.
—Les voy a poner un ligero ejemplo —dijo la mujer— para que entiendan que no solamente es entre ustedes. Cristiano es mayor de edad, Paloma es mayor de edad —dijo, viéndonos a ambos en automático—, y si con esto se diera un romance entre Fabiola, alguno de los cuidadores, o chicos de servicio, por ejemplo, en tal caso de que Mauro se enamorara de una de ustedes que ya es mayor de edad, sería una falta a la ética y la moral. Y créanme, la persona que sea capaz de hacer eso me encargaré de cerrarle las puertas en cualquier institución de inmediato.
Volteé, y la mirada de Mauro se hizo más triste. ¿Se estaría arrepintiendo de lo que pasó en este viaje? No quería pensar en eso, así que, en automático, pensé que a lo mejor sería mejor irme de Renacer y, después de haberme ido, gritar a los cuatro vientos lo que Mauro era para mí.
Sin embargo, las cosas no paraban ahí. Brenda dirigió su mirada hacia la mujer de coleta y dijo:
—Lista, es hora.
Volteó a Catherine y le dijo:
—Despídete. Aquí cierra tu ciclo y no pienso hablar más contigo.
Sus palabras eran duras, pero yo sabía que le dolía, que le costaba sacar las palabras cada vez que hablaba con ella. En automático, comenzó Brenda:
—Catherine, tienes un gran don para hablar, tienes un gran don para escuchar, eres paciente, sonora, tranquila, buena. Eres muy buena lectora, y puedo jurarte que si tienes una obra de teatro en algún futuro, seré la primera en estar en la fila.
Todos comenzaron a despedirse. Cuando llegó el turno de Camila de decir sus palabras, continuó:
—Nunca pierdas tu brillo, nunca dejes que nadie te lo quite.
Brenda inquirió:
—Yo sé lo que pasó entre ustedes —dijo, deteniéndose—, pero he de recordarte, Camila, que aquí no se pueden tener romances. Todos son hermanos, todos son familia, desde empleados hasta jóvenes. Así que, si lo de ustedes es tan real, puedo apostar que en algún futuro se encontrarán y estarán juntas. Mientras tanto, hay que darle tiempo al destino.
Catherine se puso de pie y se dirigió a Camila, que estaba a medio círculo.
—Te quiero, y ojalá algún día puedas perdonarme —continuó Catherine.
Mientras todos la observábamos, Camila dejó escapar una pequeña lágrima por su mejilla y lloró un poco. Después, Catherine le dijo:
—No tienes por qué hacerlo. Vive tu vida, sé feliz y termina ese libro. Publica cada capítulo que algún día lo leeré en esa plataforma vieja que ambas conocemos.
Ambas se rieron de su chiste local.
—Catherine, sin previo aviso —se inclinó hacia Camila, la cual se encontraba apretada en su silla de ruedas y sostenía las ruedas con fuerza. Dejó un ligero beso en sus labios y dijo—: Espero no te moleste, pero es la última vez que haré esto.
—No la corras por eso —dijo mirando a la mujer.
La mujer de cabello castaño se retorció un poco ante el beso, sin embargo, no dijo nada y las lágrimas comenzaron a salir. Catherine le dio un apretón de mano a Mauro y apretó
—Cuídalos por mí.
—Cumple tus sueños, y enfrente, nada de esto nos va a vencer —dijo ella, mirándonos a los dos. Luego se dirigió a mí y me dio un ligero abrazo—. Quédate con ella, consuélala en sus partes tristes, consuélala en sus partes oscuras, y no permitas que se corte de nuevo.
Hice lo que ordenó y me coloqué detrás de la silla de Camila, pasando mis manos sobre su cuello. Quería reconfortarla de alguna manera. Ella y Mauro se abrazaron nuevamente, se dijeron unas cuantas palabras, y después Catherine procedió a irse con la mujer que estaba al lado. La mujer dijo que se lo llevarían a una institución de León. Nadie sabía cómo era, sin embargo, mencionaron que no podía llevarse todos sus libros. A Catherine se le entristeció la mirada; dejó algunos libros, algo de ropa, y otros fueron obsequiados. Camila se aferraba a un libro con tanto fervor que fue imposible quitárselo. Era un libro verde, y fue ahí cuando recordé que tal vez en ese llevaba el recuerdo más latente de su vida.
Camila evitó llorar, y después de hacerlo, abrió un poco los ojos, se limpió las lágrimas y miró al techo. Quería decirle algo; me urgía reconfortarla al menos con palabras, para poder sentirme mejor, hasta yo mismo. Pero era algo imposible. No había consuelo para una niña que por primera vez tenía el corazón roto a causa del amor.
—Primera advertencia —dijo Brenda—. Quien no quiera tomar el puesto que hoy toma Catherine, le recomiendo que no siga sus pasos. A ti, Camila, no vuelvas a enredarte con algún tipo o niño o joven de esta casa. Si no, las consecuencias serán demasiado complicadas, y tú mejor que nadie conoces tu situación en este momento. Sabes que no te puedes dar el lujo de perder lo que tienes. Sé que te duele, hija, pero lo hago por el bien de todos. Catherine será un ejemplo.
Camila se limitó a asentir con la cabeza y sonrió. Claro, Mauro y yo sabíamos que era la sonrisa más falsa. Después de eso, me dispuse a seguir a Camila, pero Brenda me detuvo.
—Cristiano, Mauro, ¿pueden venir por favor? —nos llamó a ambos.
¿Qué ocurría? ¿Sabía algo que nosotros desconocíamos? Automáticamente, Rafael volvió a pararse.
—Tú también vienes —le dijo al chico.
El chico se movió temeroso, pero nos siguió. Nos encerramos en la oficina. En esta se encontraba un detective, un tipo de lentes que yo desconocía, y Daniel.
—Hola —saludé, aunque fue el hola más seco que le podía dar a Daniel en ese momento. Lo que menos era oportuno para mí era conocer algún tipo de información sobre mi padre. **Ahora no**, **ahora no** quería que nada amargara mi felicidad. Hablando de Ernesto, no...
La mujer continuó mirándonos a los tres, después dijo:
—Mauro, tú estás aquí porque has acompañado a Cristiano en todo el proceso, lo has apoyado emocionalmente, también lo acompañaste a la reunión con el dichoso hombre misterioso. Tengo muy claro —dijo mirando a Mauro— que has sido una pieza fundamental. Su química y conexión va más allá.
Era obvio que para Brenda solamente era un trabajo. Mauro se dedicaba a hacer lo que le correspondía conmigo, pero los tres en este lugar sabíamos perfectamente que no. Que si podía ver esa química era porque había amor.
Después procedió a ver a Rafael.
—Y tú has traicionado mi confianza, mi paz, y todo lo mínimo que quiero que hagas para redimirte será ayudarlos en lo que sea conveniente —dijo mirando al detective y a Daniel.
Daniel procedió a tomar la palabra:
—Rafael, ¿verdad?
El chico dio un ligero sí y después comentó:
—¿Viste a uno de los hombres de Ernesto más fieles, alias El Hormiga, verdad?
—Sí —el chico volvió a responder.
—Necesito que hagas un retrato hablado de este hombre. Cristiano nos ayudará a verificar si es el mismo. Además, he traído la grabación de lo que dicen las cámaras de seguridad cerca de donde mataron a la hija del colombiano, y necesito que me ayuden a ver si uno de ustedes dos puede reconocerlo.
Cristiano —dijo mirándome a mí—, sé que hace bastante no lo ves, pero necesito que confirmes si a tu parecer es Hormiga.
Me limité a asentir. Lo único que merecía era algo del presente o del pasado para venir al recuerdo latente de nuevo. Rafael comenzó describiendo: "Ojos almendrados, un poco rasgados, cabello negro corto, piel blanca, una ligera barba, nariz respingada, labios delgados". Al terminar el retrato, nos dimos cuenta de que sí, resultaba ser Rafael un buen apoyo, pues el retrato era bastante idéntico a lo que recordaba.
—Sí —le dije a Daniel, continuando—, él es Hormiga, el que apodan el segundo al mando.
Escuchar esas palabras de Daniel me hizo doler un poco. **¿Cómo que el segundo al mando?** El hombre lo decía con aquella cautela que me dolió. —La verdad, yo tenía registrado por mi hermano también otro retrato, y sí, son idénticos dijo Daniel.
—Recuerda que mi hermano Andrés fue el maestro de tiro de ambos. Andrés también dice que se parecen, y sí, ahora que lo pienso, son demasiado idénticos a lo que Andrés describe y lo que salió después de lo que dio Rafael. Al parecer, Hormiga no ha cambiado con los años.
Iba a dar un argumento más, pero en automático tocaron la puerta. Gastón salió con un ramo de claveles en la mano. **¿Acaso le traía un detalle a Mauro?** Me parecía que interrumpir una reunión para darle un detalle a su amor era un tema importante, pensé con sarcasmo. Sin embargo, dijo:
—Cristiano, hay claveles blancos, llegaron —dijo sosteniendo el ramo.
—¿Y a mí qué? —le pregunté.
—Cristiano, no seas grosero —me regañó Mauro.
—Perdón, Mauro, pero ¿para qué me interesan los claveles de este hombre?
—Es que la nota dice que son para ti.
Fue ahí cuando nos percatamos de que detrás de él venía otro chico con otro ramo de claveles. Abrí la nota y, poco después, quedé pasmado ante las palabras. Abrí los ojos, casi congelado, no podía creer lo que estaba viendo con mis propios ojos.
—¿Qué dice? —continuó Brenda, tratando de inspeccionar.
Me puse pálido y casi me fui al piso en cuanto leí las palabras, pero me puse aún peor cuando pude ver al chico que estaba detrás de Gastón. Este chico era diferente: tenía una perforación, el cabello más largo y atado en una coleta, un tatuaje cerca de la nariz, y el rostro cubierto por un piercing. Pero era obvio que era él.
—¿Qué dice la nota? —preguntó Mauro, viendo cómo comenzaba a tambalearme.
—Estoy cerca —alcancé a decir en apenas un susurro. La firma: Hormiga.
—Esta también es para ti —dijo el chico del piercing.
En cuanto me dio su mano para darme el clavel sentí un escalofrío. Sentí ganas de vomitar y salir corriendo de la escena. **¿Qué demonios estaba pasando?** Primero Gastón y ahora él. Mis náuseas eran infinitas, mis ganas de gritar y encararlo, y sobre todo matarlo en ese mismo momento eran acosadoramente horribles. Mauro me sostenía, pero por sus ojos y su rostro pude ver que comenzaba a preocuparse, pues ya me era imposible disimular.
—¿Quieres agua? Te ves mal —dijo el chico del piercing.
—Sí, tráiganle agua —asistió Brenda.
—Y disculpa, ¿tú quién eres? ¿Y quién te invitó? Esta reunión es privada —inquirió la mujer.
—Perdón —dijo Gastón, disculpándose mientras yo me sentaba y me tomaba el vaso de agua helada—. Él es Carlos.
Abrí los ojos como platos y Mauro pudo notarlo. Creo que no le costaría mucho deducir de qué Carlos se trataba y por qué me ponía así.
—Es hacker y sabe de sistemas. Nos ayudará a mejorar y rastrear los videos del padre de Cristiano y atraparlo con mayor facilidad. Aparte, si no te molesta enterarte de esta manera, creo que te llegué a comentar que estaba saliendo con alguien y probando suerte, ¿verdad? —dijo Gastón, viendo a la mujer.
—Claro, él es tu novio.
El agua salió por mi boca sin permiso alguno. Pedí disculpas y me dirigí al baño. **Maldita sea**, quería vomitar y vomitar. En forma bonita quería decir que bastaba, suficiente. Quería decir que se había acabado el tiempo, que había llegado el momento de saldar mi deuda, que ya no podría huir de ser el hijo de Ernesto.
Mauro salió detrás de mí.
—¿Me puedes explicar qué pasa? —dijo, encerrándonos en el primer baño que encontramos,—Que por suerte fue el de Camila, era amplio y tenía las barras para que ella pudiera sostenerse, así que no me fue fácil esconderme ahí hasta nuevo aviso.
—Hormiga... El chico de los tulipanes es Hormiga. El que acaba de presentar Gastón.
—¿El mismo Carlos? —inquirió Mauro.
—Sí, el mismo Carlos. La misma persona estuvo aquí. Él es la única persona con la que me he enamorado y tenido relaciones antes de ti. El que me abandonó y se fue a otro país, el matón, el de la medalla.
—Sí, Cristiano, ya entendí. Pero sigo sin creerlo. —Mauro me abrazó con fuerza—. ¿Viene por ti?
—No lo sé. No ha armado una matanza ni me ha apuntado con una pistola, pero no creo que se atreva.
Cuando salimos del baño, Gastón y Hormiga ya se encontraban esperándonos en la puerta.
—Wow, ustedes dos deben ser más discretos —dijo Gastón.
—Déjalo en paz, ahora no —contestó Mauro—. Si vas a arruinar mi trabajo, arruínalo de una vez y ve a gritar que soy el novio de este niño si es lo que te hace sentir mejor con tus celos.
Hormiga abrió los ojos como platos cuando recalqué la palabra "novio".
—Sí, Cristiano es mi pareja, mi novio. Si algo te molesta, en este mismo momento ve y díselo a Brenda.
Yo trataba de recalcarlo para Gastón, pero era más que evidente que lo hacía para los dos. No permitiría que este imbécil llegara como si nada y decidiera recuperar lo que es suyo. Gastón fingió no importarle y hizo un ademán con la mano.
—Ya te lo dije, te amo demasiado y no voy a perjudicarte. Además —dijo, volteando el rostro de Hormiga hacia él—, tengo una nueva pareja. Llevamos meses saliendo, y la última vez que me rechazaste decidí darle una oportunidad porque me cansé de esperar... ¿verdad? O mejor dicho, de esperarte, de esperar tu correspondencia. Él es un buen chico —dijo Gastón, viéndolo de nuevo—.
—Wow, Gastón, pero sigue siendo 15 años mayor que tú. Te recuerdo que tienes 35 años. ¿Y tú qué tienes, chico? ¿15?
—No, tengo 20 —contestó Carlos con la mandíbula fruncida.
Era obvio que Gastón desconocía lo que Cristiano y yo sabíamos. Desconocía que Hormiga era un matón.
—Mauro —inquirió—, esto es muy raro, ¿no te parece?
—Raro, ¿por qué? —contestó él.
—Tú estás rehaciendo tu vida porque yo no podía. ¿Será porque hasta hace unos días tú me coqueteabas y me decías que me extrañabas? Fuiste a mi casa a autosigarte, me dijiste lo que debía y lo que no, y cuando te enteraste de Cristiano te pusiste como un loco.
—La verdad es que sí, todavía siento algo por ti y Carlos es consciente —dijo, mirando al chico mientras estaba a su lado—, pero él me ama.
Cristiano y yo movimos la ceja de un lado a otro, como riéndonos de este chiste de mal gusto.
—Y sé que con su ayuda y con su amor voy a lograr superar esa parte. Aparte, desde tu último rechazo decidí darle una oportunidad. Llevamos tiempo saliendo, necesita trabajo, va saliendo de la universidad, es un chico superdotado que terminó sus estudios antes de tiempo. Ya tiene una carrera en sistemas y estudió en el extranjero. Pensé que podía venir medio tiempo mientras está en su casa y haciendo sus otras actividades, a rastrear los videos que deja ese tal Hormiga y tu padre.
—Digo, porque los archivos deben tener alguna marca de origen o debe haber una ubicación, y para no meter a la policía, pues siento que es mejor usarlo a él como argumento.
Me molestaba sobremanera que Gastón fuera tan ciego. ¿Cómo se podía no dar cuenta, o más bien, nosotros mismos, de que eran la misma persona, la que teníamos enfrente y Hormiga? Eran exactamente la misma persona. Si era honesto, los vídeos en su mayoría eran grabados por mi padre pero el resto, solamente teníamos uno con Hormiga, en el cual no se distinguía bien su rostro y estaba en un cuarto oscuro. Aparte, traía unos piercings y un tatuaje, y su cabello estaba cortado de manera diferente para disfrazarse, pero aún así sabía que Cristiano lo reconocería aunque estuviera a mil metros de distancia.
—Entonces debo felicitarte, ¿no? Por fin me superaste, por fin te olvidaste de mí.
— Mejor cuéntanos qué cochinadas hicieron en el rancho —dijo Gastón—. Tal vez así tenga algo en que inspirarme.
—De todas formas, ahora ya tengo con quién, y sería una mejor manera de llevarlo a cabo, ¿no te parece?
—Te recomiendo —dijo Gastón— que comiences a pensar en cómo le dirás. Los secretos cuestan. Yo no voy a ser bodega para siempre, Mauro. Además, si Carlos atiende bien el changarro, pues creo que entenderás que voy a estar un poco ocupado.
Al contrario de Gastón, Carlos no hacía más que mirar a Cristiano de arriba abajo, como si lo estudiara. Por un minuto pensé que sacaría una pistola. Todos regresamos a la oficina.
—Cristiano —inquirió Daniel de vuelta en la oficina—, ¿estás mejor?
—Sí —contestó Brenda—, ya lo atenderemos, pero tuvo un viaje. Debe estar cansado, aparte de la impresión de ver un montón de flores. ¿Puedo hacer algo por ti? —preguntó.
—No, Daniel, todo está bien. Hay algo que quiero informarles.
—Dinos.
—Si me puse así es porque los claveles fueron mandados por una Hormiga, pero Hormiga era un asesino y ayudante de mi padre. Pero aparte de eso, él y yo fuimos pareja. Soy gay, Daniel. Soy gay, Brenda, y quiero que entiendan. Para mi padre fue muy duro aceptar que su hijo, el que quería como líder, era eso. Aparte, este hombre fue importante. Por eso casi me desmayé al ver la nota y saber que pudiera ser él el que venga por mí.
—Ya veo —dijo Brenda, dirigiendo la mirada hacia el chico—. ¿Tu padre supo que eras gay?
—Sí, contesté, pero nunca supo lo que tuve con alguno de sus aliados.
Hormiga, por su parte, posaba su mirada en Gastón, luego en Mauro, luego en mí.
Felicidades, creía que tenía un triángulo amoroso, ahora tenemos un cuadrado. Sabía que tarde o temprano Carlos buscaría la oportunidad para besarme, para buscarme o cualquier otra cosa.
Y los cambios no paraban. Brenda dispuso que en la enfermería se instalara una pequeña oficina, sacando la camilla y las cosas con diferentes problemas para poder atender el negocio. Poco después, Hormiga ya se encontraba con una computadora y cosas en la enfermería, estaba sentado en la camilla que movíamos cuando me llamó.
—¿Puedes venir? Quiero preguntarte algo.
A nadie se le hizo raro. Vámonos. Se encontraba en el patio, mientras Gastón interrogaba a Rafael sobre cuestiones legales, y yo debía enfrentar el pasado.
—¿Qué demonios haces aquí? —dije, colocándome frente a la camilla.
En automático, Carlos me puso al lado de ella y cerró la puerta.
—A mí también me da gusto verte. Las cosas en la casa están un poco tensas. Le dije a tu padre —continuó— Sé enteró que estaba saliendo con un hombre y que él trabajaba en Renacer. Gastón lleva pocos días aquí, —¿cómo es que tú salías con él?
—Desde hace dos meses salíamos por una app de citas, después nos conocimos y lo iba a desechar en cuanto tuviéramos algo de placer, ¿verdad? Pero después me contó que quería entrar a este lugar y me quedé hasta que entró a trabajar. Después le dije que necesitaba trabajo, que era hacker. Me contó de tu situación y me ofrecí a rastrear los mensajes, y aquí estoy.
—¿A qué viniste? ¿Uno, a ver cómo nos traicionas, y dos, a sacarte a Cristiano? Llevas huyendo mucho tiempo de tu responsabilidad. Dime una cosa, ¿Mauro besa rico? ¿Mauro te hace el amor rico?
—¿Cómo sabes tanto? —contesté—. No sabes ni de qué hablas.
—Claro que lo sé. El pobre diablo de Gastón me cuenta todo. Como tenemos una relación abierta en la que es solo sexo, soy algo así como su tipo psicólogo.— Qué no le afecta que llore por el amor de Mauro.
Me habló desesperado para contarme que ustedes se iban una noche al rancho completamente solos, que trató de detenerlo llevándole flores e intentando besarlo, pero que no lo logró. Hubieras visto cómo lloraba en mis piernas, parecía un niño pequeño. Vaya, el destino quiere que estés conmigo .
—¿Cómo es que entraste aquí? Y sobre todo, ¿por qué justamente cuando decide venir a trabajar aquí?
—Me quedé a su lado —dijo Carlos—, no más con hacerme un poco la víctima, llorar y decirle que necesitaba dinero para que me ayudara a buscar un poco de trabajo, y me trajo aquí. Jaque mate.
—Vaya, Carlos, del niño inocente con el que crecí ya no queda nada. Ahora resulta que te convertiste en un manipulador que nos mueve a todos como fichas de ajedrez.
— En su defecto, Cristiano, todos somos fichas, todos somos personas que se mueven a un ritmo. ¿Desde cuándo se siguen las reglas? ¿Desde cuándo hay una elección? Si tú no mueves la ficha, van a hacer lo que quieran contigo, ¿no te parece?
—Así que estas aquí por mí, —Sí, pero primero necesito saber qué tanta información tienen y si pueden atrapar al patrón. Debo ganarme la confianza de todos aquí y obtener la forma de sacarte sin levantar ninguna sospecha. Y tranquilo, tu romance con el psicólogo Cañaveral tendrá un poco más de tiempo. No me querrás tan malo para separarlos en automático. Disfrútalo, Cristiano, porque pronto nos vamos.
—Aparte, también quiero gozarte un poco. Si te llevo con el patrón, te pondrá con responsabilidades, negocios. Tiene un compromiso con los socios, apostó su cabeza, así que se enfocará en eso. Quiero estar contigo de nuevo a solas, quiero profanar y ponerle mi nombre a ese cuerpo tuyo.
—¿Profanar? —me reí—. ¿Quién te dijo que sigue siendo tuyo?
—Tus ojos, tu impacto al verme, tu corazón late y tiene mi nombre.
—Te equivocas —contesté—. Mauro está conmigo ahora y solamente somos él y yo.
—Eso ya lo veremos —dijo, sosteniendo mi mano.
Traté de zafarme de su agarre, moví mi muñeca un poco, pero me sostuvo con más fuerza. Alcancé a abrir la puerta, todo se alcanzaba a divisar. Abrí la puerta y me quedé en la entrada a punto de salir, pero en cuanto intenté salir, Carlos estampó sus labios contra los míos. El beso fue desesperado, y un pequeño mordisco salió. Me mordió, y nuestras lenguas se enredaron por un minuto. Yo no podía detenerme, 1no había un solo ritmo, solo éramos él y yo, su lengua y la mía en un beso profundo y apasionado. Traté de zafarme, empujándolo hacia atrás, pero si algo era cierto, era que Hormiga tenía ventaja en ejercicios sobre mí. Me enroscó de la cintura y me fue imposible zafarme, hasta que escuché una voz lejana que me hizo volver.
—¡Cristiano!
La voz de Mauro, detrás de mi espalda, era profunda, sonaba molesta, pero a la vez seria.
—¿Qué sucede? —dijo con voz fuerte.
Se podía notar claramente que estaba celoso y, sobre todo, molesto. Traté de zafarme, pero Hormiga seguía sin dejarme. Con agilidad, le di una pequeña patada en la espinilla. Él me clavó los ojos, pero me dedicó una sonrisa.
—Nada, estábamos charlando —le dije a Mauro.
Se dirigió al patio, y yo fui tras él, pero no sin antes notar cómo Hormiga se reía.
—Aquí hay dos personas que estamos enamorados de ustedes. Si tú me correspondieras, y Mauro a Gastón, ya no habría motivos para que se formara la relación de ustedes dos. Somos sus amores del pasado, y queremos tenerlos de nuevo. Jaque mate —volvió a usar la frase una y otra vez.
Salí a toda prisa en busca de Mauro, sin embargo, él se encontraba sentado frente a Camila, contándole algo mientras las lágrimas en sus ojos no paraban de caer. Me acerqué. Él estaba de espaldas, y al notarme detrás, se puso de pie, se limpió los ojos, que se veían brillosos por las lágrimas, y luego se dirigió hacia los niños. Jugó básquet con ellos, estuvo con ellos, y cuando le preguntaron, inventó que tenía alergia. Por mi parte, Camila me cuestionó de nuevo.
—¿Qué demonios pasó? ¿Hormiga, el chico de tu padre, está aquí? ¿Qué les pasa a sus amores del pasado? —dijo Camila—. Primero uno y ahora el otro. Esto es algo estúpido, ¿no te parece? Esto es algo que no se merecen.
—Me besó y él lo vio —le informé a la chica.
—Sí, tiene el corazón roto y está llorando —me dijo—. Debes hablar con él. Siente que ya te perdió y que las cosas no avanzan.
—Yo lo amo. No quería que Carlos viniera.
—Lo sé, pero debes aclarárselo en este preciso momento.
Pero para mi infortunio, Gastón estaba hablando con Mauro en ese momento, así que era algo imposible de hacer. Mientras ellos discutían, yo no tenía permiso de hacer nada. Quería llorar, decirle que lo amaba, decirle que estaba con él y para él, pero no había nada, no había excusa para que otro me besara. Con ese pensamiento me quedé, mientras todos recuerdos llegaban al pasar la tarde, la comida, todo... la mañana había sido de brumas y pesadillas. Bebí de mi vaso y me clavé en los bocetos, pero lo único que hacía era rayar el papel. Los pocos bocetos y papeles que tenía ya no valían la pena.
Hormiga vigilaba el patio, revisaba las cámaras y la seguridad. Parecía estar complacido. Brenda se fue, y me quedé con la penumbra, con el recuerdo y con todo lo que había pasado. Vaya mañana que habíamos vivido, una completa pesadilla, un completo terror. Ahora me preguntaba si Mauro y yo volveríamos a estar bien o si esos amores viejos se interpondrán. Por un minuto deseaba que se enamoraran entre sí para que nos dejaran vivir en paz. Pero, ¿de dónde saldría este nuevo amor? ¿De dónde saldría la fuerza de voluntad?
La penumbra y la incertidumbre me iban a acompañar durante todo el día. Y sobre todo, ahora... ¿quién se quedaría con Mauro? ¿Yo o Gastón? ¿O terminaría dejándolo por Hormiga? Este pensamiento nubló mi vista mientras los bocetos comenzaban a salir como agua cristalina.
Cuando finalmente tuve la oportunidad de acercarme a Mauro, él seguía con los ojos enrojecidos, su rostro duro y distante. Traté de tocar su mano, pero él la retiró lentamente, sin mirarme.
—Mauro, no fue lo que parece, por favor, escúchame —intenté explicarle, con la voz temblando.
—Cristiano, no sé si quiero escuchar una explicación —dijo Mauro con un tono frío que nunca antes había usado conmigo—. No sé si puedo seguir con esto, si cada vez que algo del pasado regrese, tú vas a...
—No, no es así, yo no quería, él me forzó...
—¿Te forzó? ¿O tú simplemente lo permitiste? —interrumpió, clavándome sus ojos llenos de dolor y desconfianza.
Mis palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Mauro se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la cocina .Aprovechando que los niños no estaban pues como ayer no fueron a taekwondo se los cambiaron para hoy
—Mauro, por favor, no me dejes... —mi voz se quebró en el último intento por detenerlo.
Pero Mauro no se detuvo, ni siquiera giró la cabeza. Y yo me quedé ahí, solo, atrapado entre la confusión, el dolor y la incertidumbre, sin saber si alguna vez lograríamos superar lo que acababa de suceder.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro