Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Ese estúpido narco nunca más

Capítulo 5

—¿Qué dijiste? —pregunté mientras estaba en la oficina. ¿Qué pasa ahora?

—¿De qué no tengo salida? —Fabiola me miró y con voz susurrante dijo: "Te llamo después, tranquilo."

—Cristiano, no te alteres.

—¿Que no me altere acabas de decir? ¿Que no tengo salida?

—Me acaba de llamar Daniel, tu padre.

—¿Qué pasó con él?

—Parece ser que está en España y mandó un video para ti. No se le escucha la voz claramente, pero es posible que sea él.

—Quiero verlo. No puedo ahora, tengo rotundamente prohibido. Eso quiere decir que está cerca —le dije a ella con los ojos abiertos como platos.

—Sí. Parece ser que después de 3 años, tu padre está cerca. Será porque se enteró de que escapé de Carmelita Ballesteros porque no recibía respuesta, pensé.

—Debemos protegerte. Ahora más que nunca. No puedes salir, y te pido que te comportes. La directora de la casa vendrá pronto, tendrás que conocerla.

—Tranquilo, él no podrá hacerte daño. Sé muy bien lo que te hizo —abrí los ojos todavía más— ¿Cómo lo sabes?

—Sé de las cicatrices de las quemaduras y de todo tu maltrato. Quiero decirte que no te odio por los gritos ni por los insultos. Entiendo que eres un chico pequeño. Por favor, no trates de engañarme. Sabes perfectamente que si él está por este lugar, podría hacer cualquier cosa.

—Sí, pero Renacer está dispuesto a cuidarte. —Salí de su oficina tambaleante. Hacía mucho que no sabía de él desde que me escapé de Carmelita Ballesteros. Me daba muchas vueltas, y eran casi tres años sin escuchar su voz. Me interesaba saber qué video había mandado y por qué todo el mundo se empeñaba en verme como el corderito que necesitaba protección.

—La tarde prosiguió sin ningún inconveniente. Eran como las 11 cuando llegó Andrea. Del otro lado estaba el chico flacucho, Juan, tratando de entrar a la oficina de Fabiola, a lo que ella rogaba que se saliera porque tenía trabajo que hacer. De la nada intervino Andrea y le volví a pedir que se saliera, pero no aceptó. Sin embargo, se volvió a soltar la barra y procedió a comer un poco de la comida que había. Andrea seguía pidiendo que se alejara, pero se colocó enfrente de ella de nuevo.

—"No eres nadie", gritó. "Maldita, para dar mejores mí, Juan, basta", volvió a firmar Andrea con su voz.

—"Salte, por favor, que no quiero comer y quiero estar con Fabi. Necesito que me diga cuándo viene", ella ya te dijo que te avisará después, y recuerda que no puedes pasar todo el tiempo en la oficina. Sal al patio, por favor —caminó hacia la puerta y aprovechó que Andrea le estaba dando la espalda para empujarla por detrás. Fue ahí cuando intervine: "¡Deja a Andrea!"

—Andrea se estrelló junto con la barra y no hacía más que gritar. De la nada, Juan comenzó a patearla. Lo sostuve y lo arrojé al patio.

—Andrea le gritó a Fabi: "Últimamente tiene muchas crisis", dijo ella.

—"Últimamente", dijo Andrea algo enojada. "Últimamente casi siempre me acaba de aventar. Estoy embarazada. Desde que este niño ve a Mara, se altera demasiado. Basta, yo te entiendo. Pero ¿qué quieres que haga? Sacar lo de la casa que espera", dijo Andrea, volviéndose a poner de pie. Cerré la puerta de la cocina manteniendo a Juan afuera.

—"Gracias, Andrea. Gracias a Cristiano de nuevo", volvió a intervenir.

—"Y ahora estoy bien. Gracias", dijo Fabiola volteando.

—"Sí, a mí. De nada, Andrea", camino a la enfermería la vi tambalearse cuando a media sala sentí que se iba a caer.

—Que casi casi se desmaya. "Vamos, si quieres, te doy la mano."

—"Vaya, tu etapa Rebelde no duró mucho."

—"No soy Rebelde, soy un simple mortal."

—"No es cierto, Cristiano. Por eso digo que no se te notaba el motivo por el que querías revelarte."

—"Sigo sin entenderlo."

—"Todo bien", dijo sentándose en la sala. "Te escuché gritar con Fabiola. Tal vez no me creas", le dije. "Vamos, cuéntame. La mayoría de ustedes tiene pasado, si necesito sacarlo", dijo ella. "La mayoría dice que solo lo hago para vanagloriarme o para sentirme superior. Pero es verdad. Cuando digo que mi padre es un narco y me hizo mucho daño, me dicen algo sobre él. Me dijeron que está aquí y que mandó un audio. ¿Y cómo me siento? Bueno, un video no lo sé. Y contestando a tu pregunta, no sé cómo me siento, confundido, raro. En las otras casas solares siempre me dijo que me iba a sacar y nunca me sacó, y ahora, de la nada, cuando llevo un mes aquí, no sé qué hacer porque aparece. ¿Quién es tu padre?"

"El narco Ernesto. Vaya, no sabía eso", dijo ella. "¿Sabes quién es?"

—Sí, es conocido, buscado por todo México —le dije al pobre chico—. ¿Tú lo conociste? —le pregunté a Cristiano con intriga.

—Sí, dejé de verlo hace 7 años. Es un hombre malo, es tan fuerte como dicen, y tiene varios hijos.

—Sí, tengo medios hermanos. ¿Tienes miedo?

—No es miedo, Andrea. No quiero que haga nada. Lo conozco y me temo que pueda hacer algo. Tranquilo, Renacer te protegerá. No te echarán en cuanto descubran quién es mi padre, no lo creo. Ya lo habrían hecho. Además, tienes a la policía, y no es como que esté en Celaya. Así que tú tranquilo —dijo tratándose de poner de pie, pero al momento se cayó.

—¿Qué?

—El vientre —dijo ella poniéndose de pie—. Andrea, tienes sangre.

—Camino a la oficina, Fabi, creo que estoy sangrando. ¿Puedo irme?

—Sí, claro. Esto cuenta como accidente laboral. Te dije que debíamos sacar ese niño. Si pierdo a mi bebé, será su culpa. Tranquila, Andrea, todo estará bien. Cuando sepas algo, me puedes avisar, ¿sí?

Jazz y yo habíamos decidido salir al centro a unas compras esta semana. La semana iba empezando, ambos estábamos por titularnos, ya habíamos terminado los últimos pendientes de universidad. Charlábamos mientras tomábamos un café.

—Ves, te dije que ese chico Cristiano sacaría el cobre.

—Sí, ya ni me digas. Hablé con él. Creo que tengo una forma de hacer que se comporte. Aunque su casa es un misterio, Brenda lo tiene muy protegido y no da explicaciones ni detalles.

—Lo sé, algo pasa —ambos estábamos conversando cuando llegó un mensaje al chat de cuidadores. Ponía como título: "Brenda les informo por medio de este mensaje que Cristiano tiene rotundamente prohibido usar tecnología, conectarse a internet o acercarse siquiera a la cerca de la salida. Nadie tiene derecho a cuestionarle nada ni mucho menos a generar algún tipo de conflicto. La situación debe mantenerse tranquila y debe mantenerse lo más sereno posible. Más consideraciones hay algo en este chico que no cuadra, qué tiene algún misterio"—, le pregunté a ella.

—Sí, pide muchos detalles, muchas consideraciones. Está poniendo demasiada atención, según ella iba a hacer una reunión.

—Mira, pues dice que se adelanta para hoy en la tarde —y los mensajes siguieron llegando—.

—Cuidadores, sé que les había dicho que tendríamos una reunión para hablar sobre el tema. He de decirles que Cristiano es hijo del capo Ernesto. No me juzguen, continuó leyendo. Jazz, es solo un niño, necesita de su custodia, necesita de su apoyo y mano maternal. Les pido que no lo atosiguen con preguntas, pero sí a esto me refiero. Como algunos pudieron notar si ven los noticieros, él estuvo mandando audios a su hijo. Fabiola me acaba de informar que Cristiano lo sabe. Me preocupa que se escape y con su padre cerca, algo le pase. Ahí está la respuesta. Cálmate —le dije a ella—. Él sigue en España y todo está bien.

—Ahora entiendo por qué es así y por qué las quesadillas. ¿Cuáles son las de Cristiano? No te lo dije, tiene pesadillas en las que se retuerce y le pidió a su padre que no lo mataran.

—Ay, pobre, eso sueña. Ahora entiendo —sí, el día de las convulsiones estaba gritando que no lo maten. ¿Qué habrá bebido? —dijo ella con un suspiro, cambiando drásticamente de tema—. Agregó ella, ¿Sabes quién se quedará en la licencia de maternidad de Fanny? En el fondo, desearía que me lo dejaran. Ya terminamos la escuela, así que tendré el día libre. Pues vamos a ver a quién llama Fabiola.

Sonó mi teléfono.

—Fabi, ¿estás ahí?

—Andrea, ¿cómo te fue?

—Estoy en reposo absoluto hasta la maternidad, y hasta que dé a luz, no podré asistir. ¿Hasta que dé a luz? Que inicie mi licencia, por favor —le diré a Óscar mañana. Esto, y ahora esto primero lo que Brenda había puesto en el grupo, a ver si no se alteraban los cuidadores, y ahora esto. Había hablado con la agencia, me iban a mandar a un psicólogo para reemplazar a Andrea, pero era lógico, era hasta el próximo mes y ni siquiera había empezado. Todavía no era fecha para irse.

—Y ahora llamé. Hola, ¿ustedes me iban a mandar un psicólogo, verdad?, para cubrir un turno en la casa hogar.

—Sí, claro, justamente le marcábamos para informarle que el psicólogo nos ha cancelado. Se fue a un diplomado, dijo que primero están sus estudios.

—Sí, gracias. No hay problema —azoté el teléfono en mi escritorio y ahora no tenía cuidador, tenía problemas—. El padre de este niño había escapado y el Juan seguía loco, que nunca era la coordinadora de los cuidadores, ni siquiera llegaba directora, y Brenda, la mayoría de las veces, no estaba aquí. A veces sentía que ponía demasiada carga bajo mis hombros, me exigía además y solamente me trataba como una cuidadora más, pero fungía de las dos cosas. Me hacía cargo de dirigirlos, de cuidar niños y era obvio que Renacer necesitaba una directora. Tratando de solucionarlo, pensé: los fines de semana tengo que traer a alguien. Mañana tengo tiempo suficiente para conseguir un cuidador los fines de semana. Podría traer a Mau o a Jazz, según yo. Aún no terminaba la escuela y, la verdad, a mi parecer, me caía mejor Mau. Así que decidí llamarlo.

Estábamos por pagar la cuenta cuando sonó el teléfono.

—Fabiola —le susurré a Jazz—, ponlo en altavoz.

—Hola —sonó la voz de Fabiola al otro lado.

—Mau, sí, dime. ¿Estás disponible entre semana?

—Sí —tartamudeó—. ¿Te gustaría venir a cubrir a Andrea? Sé que todavía no comienza su licencia de maternidad, pero tuvo una amenaza de aborto gracias a un encontronazo con el Juan. Y la mandaron a reposo. ¿Entonces, me podrías quedar tú?

—Sí, claro. Gracias —pensé en Jazz, pero no ha terminado la escuela. Además, ya bien entre semana y los sábados, bueno, eso sí, ella está de noche.

—Bueno, nos vemos mañana —dijo ella, colgando el teléfono.

—Excelente por ti —bueno, yo voy en las noches martes y miércoles y los demás días se queda Paloma, sí —le dije a ella, continuando—. Mínimo sabría qué pasaba y estaría cerca de Cristiano. Ahora, con lo que sé de su papá, pensé que tendría más argumentos para convencerlo de que hiciera el bien.

Durante el resto del día, después de que Andrea se fue, traté de conseguir un teléfono para buscar ese video, pero no pude.

Cristiano

Me la había pasado todo el día rogándole a los grandes y a todo el que se me cruzaba que me prestara un teléfono, pero todos tenían rotundamente prohibido. Sí, Andrea ya no vendría. ¿Quién vendría? Estaba muy ansioso por saberlo. Todos se habían ido a la escuela, menos Catherine. Parecía una niña problemática. Se la pasaba en la habitación, siempre estaba despeinada, caminaba sin zapatos y, por lo que decían las cuidadoras, daba muchos problemas y tomaba medicamentos psiquiátricos. Tenía varios enfrentamientos con Jazz. Parece ser que la cuidadora de los fines de semana venía unos días a la semana, parte del sábado. Según esto, Catherine no limpiaba. Yo ayudaba a él y a sacar la basura. Estaban a punto de dar las 9 cuando tocaron la puerta.

—Jaja, no era Fabiola porque ella llegaba tarde, ¿quién vendría?

"Mau", dijo él abriendo la puerta. "El del fin de semana", pensé. "¿Qué hace aquí?"

—Hola, ¿qué haces aquí? —continuó él—. Cubriré a Andrea, aunque ella entra a las 11. Me pidió Fabiola que viniera. Ya ves cómo son las cosas.

—Sí, supongo. Bueno, te entrego las llaves, solo están Cristiano y Juan, ya sabes.

—Hola, Cristiano —saludó—. Dime algo —le dije—. Los mantendrás en el patio, ¿no? ¿Quieres dormir un poco? Te ves con los ojos cansados —agregó.

—Pues toda presencia me seguía dando paz y por qué me daba tanta alegría tenerlo diario. Duerme, Cristiano. Yo iré a vigilar al chico en el patio, así que me tendrás aquí, diario.

—Sí, hasta que nazca el hijo, el hijo de Andrea y cumpla su licencia, excelente.

Será un placer tenerte —le dije sonriendo.

—Bueno, espero que te comportes —dijo saliendo de la sala—, voy a prepararles el lunch.
Seguía sin creer que este chico tan bueno fuera hijo de un arco, y más de este de Ernesto. ¿Cómo era posible? Creo que por fin entendía la actitud de al principio, trataba de ser superior. O tal vez igual a su padre. Lo iba a vigilar al sofá unas cuantas veces mientras Juan también dormía, la casa estaba tranquila. Fabiola llegó y como siempre se encerró en el cine, estaría soñando.

—Ahora me decidí a moverlo. Cristiano, Cristiano, ¡qué no, no me toques, maldito! ¡Aquí estoy!

—¿A quién le dices, mi padre? —dijo el chico apenas respirando.

—¿Quién es tu padre? ¿Qué esperas, ahora que te cuente mi pasado? La verdad es que las pesadillas habían vuelto desde que Fabiola me dijo. Han pasado solo dos días y cada vez que cierro los ojos lo veo, veo a ese tipo golpeándome a cinturonazos o intentando cortarme un dedo con el cuchillo cada vez que le fallo, es un maldito, es un sádico, es un estúpido.

—Cuéntame, ¿qué es? ¿O qué es lo que te atormenta? ¿Qué soñaste, Cristiano? —suspiró y se acomodó en el sofá.

—Soñé el día que me intentó cortar un dedo por haberme escapado de la escuela. También he soñado cómo me maltrataba y pegaba, ¿qué soñaste el día de la convulsión? —pregunté.

—Soñé cómo me obligó a matar a mi conejo por haber reprobado una materia —me quedé atónito. ¿Cómo era que este niño podía con tanta tortura? ¿Cómo era que este niño podía fingir tan tranquilo y manejar sus emociones? Era un niño vulnerable. Lo miré y le dije:

—Tranquilo, tú no tienes la culpa. Cuéntame más.

—¿Qué quieres que te diga? Los sádicos, ¿qué es? Cómo lo he visto mandar gente a la cárcel, matarlos y torturarlos. Ha sido un maldito, Ernesto es un maldito —dijo casi gritando—. Lo he visto matar, maltratar a mi madre y a mis hermanos. Mi madre me abandonó —decía cosas sin parar, como travilla, como si fueran cosas que tuviera que sacar.

Me paré enfrente de él, lo sostuve por los hombros, me coloqué enfrente, casi a punto de besarlo y le ordené:

—¡Y le dije, saca más, di más, un maldito me ha visto! Lo he visto cómo se deshace de cuerpos, se aprovecha del humano para su propio beneficio. Lo he visto matar, lo vi golpear a mi madre enfrente de mí. Y ya he visto cómo mata amigos y conocidos suyos por su conveniencia. Lo he visto manejar una pistola y lo odio. Por torturarme con esos recuerdos y casi a punto de sacar sus lágrimas, le limpié los ojos y le dije:

—Tú no eres él —sentía su respiración y sus latidos al punto de casi el infarto, lo tenía enfrente de mí, se veía como un niño pequeño a punto de reventar—. Cristiano, mírame —le dije rozando su mejilla. ¿Qué me pasaba con este chico? ¿Por qué me daban tantas ganas de abrazarlo? Su piel flácida y frágil, su piel blanca a punto de derrumbarse enfrente de mí.

Me gritaba protección y por algún motivo mi instinto era protegerlo, abrazarlo y limpiarle sus lágrimas.

—Basta de torturarte —le dije—. Tú no eres él, sigue hablando, dile todo lo que tengas que decir.

Se aferró a mi cuerpo, me golpeó con sus puños casi usándome de sparring.

—Te odio, Ernesto. Te odio. Me arruinaste la vida, me hiciste disparar una pistola, me has hecho ver sangre, ver muerte, me hiciste perder familia, hogar, y me hiciste perder a la única mujer que me ha amado. Por tu culpa, mamá nos abandonó —dijo el chico, encontrándose ya a punto de caer al suelo, estaba llorando a grito abierto, era lógico que tenía tanto dolor.

Aferró sus puños al suelo y golpeó contra el piso.

—Si según tú no quieres ser eso, dime por qué quería ser él, el malo. Sé cómo te comportaste y tal vez no sea momento de decírtelo. No quería convertirme en él, pero lo hago por protegerme. Aquí hay personas malas, y Rafael es uno de ellos, es un maldito sádico —agregó Cristiano, poniéndose de pie de nuevo—. Solo lo hace por humillar, y creí que siendo el malo y el que vino a mandar me ganaría un lugar, pues no. Esa no es la forma. Si no quieres ser como tu papá...
Claro, aquí está el texto corregido con guiones largos para identificar los diálogos:

—¿Cómo está mi papá? ¿Acaso sabes cómo es él? No, no lo sabes, y te lo informo. Es un hombre que no le importa la vida humana, que no le importa lo que tenga que hacer para ganar beneficios, que no le importa el sufrimiento, que no le importa nada. Solamente es él, y él me ha hecho sacrificar muchas cosas a mi corta edad. He visto sangre, he estado con mujeres, y no sé cuántas cosas más. El pobre cuidador me miró como si no hubiera mañana, como si sintiera lástima por mí, pero no era lástima. Al contrario, en sus ojos podía ver que no era lástima. No me veía más de lo que veía, o mejor dicho, no me veía con lástima ni con dolor en su reflejo, reflejaba orgullo, pero ¿orgullo de qué? Yo no era nadie, yo era solo basura, el hijo de un narco.

—Tú no tienes la culpa de lo que ha hecho tu padre. Y si no quieres convertirte en tu padre, no lo hagas. Si quieres teléfono, fiestas y tener una vida normal, debes pelear. Compórtate bien conmigo y cosas ganarás. Estaré aquí cada día de la semana, y te puedo ayudar a salir adelante, si tú te dejas, y a superar el pasado.

Abrió los ojos como platos y se rió, se rió con una risa burlona, como viéndome como un loco.

—Superar el pasado, ¿acaso sabes quién es mi padre? ¡Ernesto de la Fuente, un maldito narco! —gritó a grito fuerte.

—Sí, pero tú no eres ese maldito narco —lo sostuve por los brazos. Lo coloqué enfrente de mí y lo abracé por la espalda. Lo sujeté con fuerza hasta que paró de llorar y le susurré al oído—: Tú no eres ese maldito narco, no lo eres.

Camila...

—Camila, teléfono —gritó mi mente de inmediato. Era la cuarta vez en el maldito día que el teléfono había sonado.

—Claro, Jennifer, hola —contesté—. ¿Me puedes explicar en qué mierda me has metido? Me acaba de llamar una tal directora Patricia, y dice que soy la representante legal. ¿En qué maldito momento me hiciste firmar algo que me hace responsable de ti? Tú no eres nada mío, eres la hija de mi padre, solamente eso. Eres de su segundo matrimonio, y no tengo por qué hacerme cargo de ti. Yo nunca firmé nada, ¿en qué rollo me has metido, estúpida?

—Suspiré, yo no te he metido en nada. Simplemente, cuando papá murió, el gobierno te pasó mi custodia sin que tú firmaras nada, o se lo pidieras. Así que lo único que te está pidiendo mi institución es que te hagas cargo de mí porque soy tu responsable legal, estúpida.

—Te aclaro que no puedo hacerme cargo de ti, y pronto te dejaremos de mantener porque no pensamos mantenerte toda la vida. ¿Qué esperas? Nosotros no tenemos el suficiente dinero. Debes encontrar una solución e irte de esa casa lo más rápido posible —colgué el teléfono que estaba recargado en la ventana y tenía ganas de gritarle, tenía ganas de decirle que era una tonta que no pensaba. Yo era un paciente diagnosticado con parálisis cerebral. Se me paralizó mi cuerpo, no funcionaba al 100%, y aun así ya me pesaba. Estaba en silla de ruedas, no me podía mover con libertad, y ya pretendía que solucionara una vida, que encontrara dónde mudarme, como si no pudiera valerme por mí misma. Tenía una media hermana estúpida o ciega. A la mañana siguiente sería miércoles, y me tocaría ir a la institución. Entré a terapia física, tenía fisios muy buenos, confiaban en mí. José decía que caminaría, y me lo proponía. Aunque vivía con la mejor amiga de mi mamá, sabía que no podría estar con ella mucho tiempo. Su economía era mala, y todo sería difícil en el futuro. Su esposo no quería que siguiera ahí, tenía el corazón mal, sufría por la muerte de mamá, y tenía una hermana que me amenazaba con dejarme de ayudar. Fui con Alma, y le dije lo que sucedía, le dije que me estaban amenazando, que mi media hermana había reaccionado mal a la llamada de Paty. A los pocos minutos estando en terapia ocupacional, llegó con una muchacha de tez morena, cabello negro y alta. Era taconeada, parecía alguien decente. Me dijo:

—Te presento a la licenciada Guadalupe, será ella quien nos ayude. Está haciendo sus servicios sociales aquí. Hemos hablado con ella y estamos viendo opciones. Sí, tú tranquila, nadie te va a correr, y tranquila, usted no tendrá que sacarla de la casa, ni mucho menos dejarla al borde de nada —le dijo a Aurora, que parecía sentirse culpable de estar dejandome sola—. Ustedes tranquilos, no va a pasar nada —nos dijo la abogada, calmándonos a mí, a su esposo y a ella—. Estaremos viendo opciones, como mandarte a una fundación, buscar en derechos humanos una casa hogar, reportar al DIF. Todavía eres menor de edad, tienen que hacer caso. Tienes 16 años. ¿Acaso usted podría hacer el destino o el Renacer para un nuevo comienzo

Cristiano

Eran ecos, su voz, eran ecos latentes en mi cabeza. "No eres, no lo eres, no lo eres," un narco, su voz escuchaba lo profundo de su voz como un absoluto silencio, mientras me abrazaba y cubría con su musculoso cuerpo.

—¿Qué tenía este hombre de específico? ¿Qué tenía de bonito? ¿Qué tenía de bueno que yo me encontraba contándole detalles de mi vida? Que disfrutaba mucho de la etapa, que disfrutaba de hablar, que disfrutaba de sus abrazos, de la calidez de su cuerpo, sintiéndola en mi pecho. ¿Qué era esto? ¿Qué tenía él de específico? No era amor, yo no podía enamorarme de... ¿O sí?

Había callado. Quería despejarme con él. Seguí llorando, recargado en su pecho. Cristiano susurró a mi oído, podía sentir su aliento, cómo me decía en un susurro ligero y casi perfecto:

—Escúchame bien, Cristiano. Tú no eres ese maldito narco.

La piel se me erizó. Cómo repetía una y otra vez entre susurros paz y tranquilidad, seguridad y tal vez algo más.

—No eres estúpido —un narco subió la voz y abrazó su cuerpo al mío. Ya me había abrazado por la espalda, pero el hecho de tener su corazón pegado a mi pecho me hacía borrar aquel dolor. Me dijo—: Tú no eres ni serás ese maldito narco nunca más.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro