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Entre besos y celos

Capítulo 38

La noche anterior estuvo cargada de emociones. Mis decisiones, mis manos temblorosas y el tiempo en el que decidí encerrarme en la regadera y hacer todo el caos que ya conoces, me hacen sentir perdida. Hay demasiadas cosas que quisiera decir en este momento.

Después de mi decisión de provocar mi salida unas horas antes de cenar y de la crisis, Camila vino a verme. Me entregó uno de los libros que le había prestado y me dijo:

—Así como vas, después de lo que hiciste con Gastón y todo esto, tendrás problemas a futuro. Estoy segura que te sacarán de la  casa, ¿lo sabes, verdad?

—Sí —le contesté—. ¿Cuál es la diferencia entre que me saquen ahora o me saquen mañana?

—Pues quería obsequiarte esto —dijo entregándome el libro—. El libro es un préstamo y sé que no debe dañarlo, pero te traje una nota y te traje esto —repitió, entregándome el libro nuevamente—. He marcado el libro con apuntes en cada parte, dejando notitas y cosas bonitas. Espero que me recuerdes.

Le costaba manejar la silla y no era a gran velocidad, sin embargo, hacía su esfuerzo para hacerlo. Se movía. Esa niña no usaba pantalones de mezclilla, usaba mallas, camisas largas y casi no permitía que se notara su cuerpo. Tampoco sabía peinarse y le costaba muchísimo, así que la cuidadora le asistía. Pero los peinados a veces eran muy cursis, no parecían apropiados para su edad.

Me dejó el libro y en él un par de notas, una carta y un poema que decía:

"Refleja todo lo que fuiste y lo que no fuimos,
reflejan de la nada lo que sueño y lo que eras para mí.

Eres un sueño, lo sabes, ¿verdad?
Sí te deseo la mejor de la suerte
y espero todavía con todo mi corazón que te perdone esa mujer
y que puedas quedarte,
porque en serio quería que nuestra historia tuviera una ronda de oportunidad,
¿lo sabes, verdad?"

—Lo sé, Camila, pero por ahora yo no soy buena para ti. Lo mejor es irme antes de que sea demasiado tarde —dije.

—Catherine, ¿por qué te niegas a aceptar lo que somos y lo que no podemos ser? ¿Por qué te niegas a quererme si sabes que me quieres? Sabes que no es amor. Podrías todavía convencer a Brenda, podrías salir corriendo, podrías ir lejos, cumplir tus sueños, estudiar arte. No tienes por qué cambiarte. —Entiende que así te pongo en riesgo.

—Entonces, ¿lo haces por mí? —le pregunté.

—No, lo hago porque quiero irme de esta institución. Por ahora solo has hecho un solo ataque, digo que con lo de Gastón es suficiente. No hagas algo peor porque luego tal vez no podrán perdonarte.

—Si no hago algo tan fuerte, ¿tú te quedarás a mi lado?

—No, no puedo quedarme. Me has decepcionado y tú sabes perfectamente que lo nuestro es difícil. Pero, sin embargo, si tú no haces nada, prometo luchar y que cuando seamos adultas tal vez podamos amarnos.

—Camila, ¿es en serio lo que dices? Esperar un par de años más y tú siempre tendrás tu condición física, eso podría  hacer que dependas de la gente y siempre te tengan en una institución. Seamos honestas, nuestra relación no tendrá futuro.

—Eso es un maldito pretexto tuyo, Catherine. La noche estrellada está por caer, no hagas algo peor ahora. No hagas algo de lo que tú quieras arrepentirte después, solo vive y vuelve a vivir. No te detengas y abre tus alas, no provoques más problemas para que no decepciones a la gente que te ama —dijo Camila despidiéndose—. Voy a ir a comer y a seguir con mi rutina. No hagas nada. Si me quieres, demuéstrame que podemos esperar unos años. Si te gusto en algo o mínimo te importo, no provoques que te saquen. No te hagas más daño.

Asistí, con la cabeza. Aunque en el fondo sabía que Camila no sabía lo que se venía. Daría el golpe, mi crisis, para lograr salir. Comenzó el plan, la crisis. Primero provocar, llamar la atención, tener la luz encendida y seguir leyendo cuando ellas quieran dormir. Era un plan excelente.

Comenzaron a insistir. Comencé a hacer mi crisis, golpeando la puerta, azotando. Paloma trató de intervenir, pero no la dejé. Después tomé el espejo y comencé a hacer lo que siempre hago: me encerré en la regadera, dejé caer el agua y ahí seguía. La sangre recorría mis muñecas. Sabía que esta vez, después de dañar un cristal, una regadera y hacer una crisis incluido lo de Gastón, esto ya no me lo perdonarían. Parecía loca, maniática, y no hacía nada. Ni siquiera había leído su carta.

Quería decirle que amaba este hermoso detalle, pero no debía. Creer que yo no la quería. Soy mala para ella, es malo que yo esté aquí, es malo lo que pueda pasar. Entre ella y yo, es muy malo.

Poco después, a las 12 de la noche para ser exactos, llegó Fabiola y su enfermera. Logró calmarme. Me quedé dormida, rutina que yo sabía antes de cerrar los ojos. Escuchar a Fabiola conversar:

—Muchas gracias por venir —dijo a la mujer.

—De nada, sabes que para eso estamos. —Tania, ¿qué deberíamos hacer? —interrogó ella.

—Ella ya no es feliz aquí. Deberían cambiarla.

Perfecto. Primero lo de Gastón, mis cambios de humor bipolares, haberme encerrado y cortado, eso era algo que ya no podían tolerar, incluido el dinero que había robado. Era algo que ya tenía demasiado peso.

Entonces sí, lo estaba logrando. Iba a provocar que me sacaran lo más lejos posible de Renacer. El efecto del sedante pasó demasiado rápido, no era algo que planeara. Sin embargo, la necesidad de dormir se me pasó bastante rápido. Fingí. Miré a lo lejos, pude escuchar las voces de Cristiano y Mauro charlar con Brenda. A lo lejos, Cristiano le decía que yo merecía otra oportunidad, que yo era diferente, que solamente era mi etapa rebelde, que me perdonara. Mauro le decía que yo ya no era feliz aquí, que tal vez en otro sitio debería estar mejor.

Levanté la vista y la mujer inhaló aire y lo volvió a sacar. Poco después me dirigió la mirada y con el rostro más serio, mi última conversación con ella acababa de comenzar. Levantó una ceja, encaró a Mauro y a Cristiano y agregó...—Les molesta —dijo Brenda continuando con la conversación—. Si nos dejan a solas, quiero que Catherine entienda los motivos por los que tienes que irte de Renacer.

La chica se colocó de pie cerca de la puerta.

—Espero no te moleste, pero lo que tenías que decirme lo repites frente a ellos. Cristiano se ha convertido en parte importante y Mauro es el único psicólogo que no me ha dado el avión y no me ha intentado hacer cambiar de opinión. Siempre respeta, siempre opina y trata de ayudarnos desde su trinchera, pero nunca nos obliga a nada. Así que, si me disculpas, lo que tengas que decir lo repites frente a Mauro o de quien sea.

—Si así lo quieres, puedo decirte lo que tengo que decirte con ellos presentes —continuó Brenda, vestida de negro como si fuera un funeral. Parecía que Renacer tenía los procesos del duelo perfectamente marcados. Sabía yo perfectamente que a Brenda le dolía esta situación, que le dolía el hecho de despedirse de una de sus niñas, a quien reconocía desde pequeña. Sin embargo, nos hizo una seña para sentarnos  en la cama —dijo después, volviendo la mirada hacia Cristiano—. Me impresiona, las relaciones que has formado. Me impresiona que tanto Catherine como Camila te quieran y te defiendan. Ahora, —dijo mirándonos a ambos—, has de saber perfectamente del beso de Camila. Este es el primer motivo por el que deseo que se vaya de la casa. Sabe perfectamente que los besos aquí no.

Catherine abrió los ojos como platos y, sin renegar, continuó.

—¿Sabías del beso?

—Siempre lo supe. Lo de que la cámara estaba descompuesta era totalmente falso. No se alcanzan a ver los rostros, pero se nota la silla de Camila. Entonces, no es difícil deducir qué te pasa. Conocías las reglas perfectamente. Y supongo que entiendes por qué no voy con Camila. Catherine, tú y yo sabemos que por los años que lllvas aquí tienes el control y la madurez perfecta para saber cuando estabas haciendo mal. Además, sospecho que el hecho de besarte con ella solamente fue un plan para llevártela entre las patas y sabotear su estancia en esta casa. No le puedo decir nada porque no llevaba tanto tiempo como tú, sin embargo, he de decir que hay algo que estoy segura que sucedió: la manipulaste y no pensaste en ella. Como siempre, tu egoísmo humano es algo que afecta a todo el que está a tu alrededor.

Mauro y yo sabíamos que eso era mentira. Sabíamos que Catherine había besado a Camila por haber querido, que fue en un momento de atracción física y electricidad. No era necesario saberlo, sin embargo, ella, en silencio y mirando al piso, confirmó todo lo contrario. Confirmó que la mujer tenía la razón.

—Tu silencio no hace más que confirmarme que siempre sabotearás al más débil. No te preocupes, por mi parte voy a tener el suficiente valor para continuar aquí, monitorear y todo lo que sea necesario para proteger a Camila. No permitiré que nada la englobe ni la dañe. Sin embargo, por su condición, partir sería muy difícil porque sabes mejor que nadie que es difícil que encuentren una casa hogar con rampas y adecuaciones para manejar su tipo de parálisis. Además, no sería justo que pagara por una manipulación tuya. En este momento me causaba tanta impotencia y podía notar en el rostro de Mauro que a él también le causaba demasiada impotencia no poder decir que estas dos chicas tenían un sentimiento. Era provocado por Catherine justamente para obtener este resultado de Renacer, pero también debía pagar las consecuencias de sus actos.

Catherine levantó la mirada.

—Lo entiendo —le dijo a la mujer—, pero también necesito que entiendas y, sobre todo, veas que yo no usé a Camila, todo fue consensuado, ni la manipulé, ni la obligué, ni mucho menos. ¿De dónde crees tantos aspectos? ¿Me crees capaz? ¿En serio llevas tan poco de conocerme? Pregúntale a Camila, es una chica que me gusta, pero no soy buena para ella. Es una chica que me interesa, me atrapa y me mueve. Jamás había sentido esto, sin embargo, estoy dispuesta a irme porque no pretendo arruinar su futuro.

—¿Entiendes que te tienes que ir entonces? —le dijo la mujer.

—Sí, lo entiendo. Y si me dejas pensarlo, yo misma lo provoqué. No soy buena para nadie, no soy buena para la institución, no soy buena para los niños, no soy buena para ti, no soy buena para nada. Y la verdad, si somos honestos, sé que tú prefieres deshacerte de tu problema antes de lidiar con él. Si somos honestos, ya me diste demasiadas oportunidades y no me queda de otra más que aceptarlo. O sí, ya no quiero una crisis, ya no quiero el tiempo, solo quiero estar contigo, solo quiero disfrutar del tiempo que decidas permitirme quedar antes de salir. Me acostumbraré a otra institución, me acostumbraré a estar lejos. Sé que adiós tecnología, pero estoy dispuesta a todo. No me arrepiento y lo volvería a hacer, que tú nunca supiste entenderme. Así que sí, me tengo que ir pues, llegará el momento.

—Catherine —le dijo la mujer después de escuchar que la chica lo decía con una mirada tan sobria como si disfrutara de irse—, hoy es martes. Te vas el jueves por la mañana.

Continuó la mujer saliendo de la habitación.

—Me duele que se vaya —continuó la mujer—, pero ya es suficiente con todo lo que ha hecho.

El sombrío tiempo de lo que venía decía que venía el cambio. Ahora, la pregunta era la siguiente: ¿Cómo tomaría Camila esta situación de que Catherine se iría?

Cristiano fue el encargado de darle la noticia a Camila. Entró a la sala donde ella estaba descansando, su expresión melancólica reflejando el peso de las palabras que debía pronunciar.

—Camila —dijo suavemente, sentándose a su lado—, tengo que decirte algo.

Camila levantó la vista, notando la seriedad en el rostro de Cristiano.

—¿Qué pasa? —preguntó, su voz temblorosa.

—Catherine se va de Renacer el jueves —dijo Cristiano con un suspiro—. Lo siento mucho. Sé lo que esto significa para ti.

Camila sintió una punzada en el pecho, una mezcla de tristeza y frustración.

—¿Por qué? —logró decir, sus ojos llenándose de lágrimas.

—Fue una decisión de Brenda. Cree que es lo mejor para todos. Pero quiero que sepas que no estás sola en esto. Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites —respondió Cristiano, tomando sus manos en un gesto de consuelo.

Camila asintió, intentando contener el llanto. Sabía que Cristiano decía la verdad, pero la ausencia de Catherine sería un vacío difícil de llenar. La situación le recordaba el beso que compartieron, un momento de conexión que ahora se veía empañado por las circunstancias.

—Gracias, Cristiano —murmuró Camila—. Solo... solo necesito tiempo para procesar esto.

Cristiano asintió, comprendiendo la profundidad del dolor de Camila. Sabía que las palabras eran insuficientes en momentos como ese, pero su presencia y apoyo incondicional serían su manera de acompañarla en el proceso.

Ya llevaba bastante tiempo desde que Brenda se despidió no había hecho nada ni comer ni vestirme ni bañarme solamente dar vueltas en mis pensamientos que la noche anterior no había leído la carta de Camila.

Bajo la luna de esta noche clara, 
te dejo mis palabras como estrellas, 
brillando en un cielo de promesas rotas, 
mientras nuestro amor en silencio se aleja.

Princesa mía, en tu castillo de dolor, 
mi corazón llora por no poder salvarte, 
de las sombras que a tu alrededor crecen, 
y del miedo que tus sueños deshace.

Nos despedimos entre susurros y lágrimas, 
sabemos que el destino no está de nuestro lado, 
mi amor por ti es eterno, inquebrantable, 
aunque el tiempo y la distancia nos hayan separado.

Tu valentía es mi inspiración, mi esperanza, 
pero lamento no poder estar a tu lado, 
para protegerte de las tormentas que enfrentas, 
y sanar las heridas que te han marcado.

Me duele verte en esa prisión invisible, 
donde la violencia pinta tus días de gris, 
quisiera ser tu escudo, tu refugio, 
pero ahora debo partir, dejarte ir.

Guardo en mi alma  nuestro beso, cada risa, 
y aunque la tristeza empañe mi adiós, 
prometo llevarte siempre en mi memoria, 
mi princesa valiente, mi eterno amor.

Si alguna vez el cielo nos reúne, 
cuando las tempestades hayan pasado, 
seré la luz que ilumine tus noches, 
y el hogar donde encuentres consuelo y paz

A veces, Camila me parecía tan frágil como aquella muñeca. No porque no pudiera mover las piernas, sino por el hecho de que era una niña diferente. Me hacía sentir diferente en cada plática que teníamos. Me había hablado de sus poemas en algún momento, pero en teoría no conocía nada, hablando de un amor que para mí no había sido amor. Simplemente fue un beso, una atracción física. Pero Camila podía tener el don de no reflejar o de hacerme sentir ese sentimiento que hacía mucho no sentía: la necesidad y la ansiedad de vivir en un solo ser mientras sentía que alguien me protegía.

Un recuerdo que añoraba, una necesidad de querer más poemas de amor. Maldita era mi ansiedad que deseaba con toda necesidad tocar, estar y leer cada una de sus notas. Lamentablemente, asumiendo las consecuencias de mis actos, eso ya era algo difícil. No tendría más poemas de su parte. Este sería el primero y el último, y eso por algún motivo que aún desconocía, me dolía.

Me refugié en mi cama, me puse a bajar mis libros de la estantería. Tendría que haberlos empacado uno a uno. Después me puse un vestido negro y caminé hacia la sala en busca de mis libros .

Cuando llegó un mensaje diciendo que Catherine tenía una crisis.

No pude entenderlo. ¿Por qué tenía esta crisis? ¿Por qué ahora? ¿Por qué en este momento? cuando todo parecía estable, la vimos sonreír con Camila. ¿Por qué ahora?

Yo hacía ejercicio cuando llegó el mensaje. Ahora estaba cerrando la puerta después de que Brenda se fue, y no podía entender cómo era que este punto había llegado hasta aquí. Hoy no he hablado con Cristiano, pero es porque está muy raro. Actúa como si no me conociera. Está frío, seco y entró junto con Rafael a hablar con Brenda. Siento que hay algo en él que me oculta algo, no me está diciendo una verdad o una mentira. Suena a que el chico está sufriendo y no puedo hacer nada. Es algo que me tortura.

Decidí caminar hacia el patio donde Cristiano se encontraba. Camila la cual, observaba su teléfono con ganas de escribir.

—¿Qué haces? —le pregunté—. Quiero escribir. Quiero ver si mejora en algo la situación de cómo me siento. Le hice un poema de despedida —le dije.

—¿A Katherine? —me preguntó Cristiano.

—Si, anoche le entregué un poema. Sabía que pronto se iría si seguía así que lo vi como una despedida. ¿Y tú qué tienes? —dije acercándome a Cristiano.

Camila se alejó caminando en la silla.

—¿Quieres hablar del tema? ¿Por qué te vas? —le pregunté.

—Es mejor así. Habla con él, dile tus miedos y disfruten el tiempo que tienen juntos.

—¿Qué sabía Camila? ¿Y por qué decía todo esto? —dijo Cristiano, mirándome—. Hay algo que no te he dicho. Rafael le dio información a hormiga de mí, y sobre todo sabe de nuestro beso.

—¿Fuimos descubiertos? —le pregunté.

—No va a decir nada. Lo del beso lo acabo de descubrir hace poco, y lo de que él sabe cosas sobre mí y que mi padre le pagó dinero para dar la información sobre mí, lo sé desde hace tiempo.

—¿Desde hace cuánto? —le pregunté.

—Antes del beso.

—¿Y no me lo dijiste?

—Puede que no al principio —continuó—, pero ahora ya soy tu pareja. No tenías por qué ocultarme algo así. Debiste decirme que teníamos el enemigo en casa. ¿Acaso no confías en mí?

—Vamos, no te ofendas. No quería ponerte en riesgo y no quería que te alteraras —recalcó Cristiano.

—La confianza sigue siendo la clave de esta relación. No puedes fingir que todo lo puedes resolver tú. Si no me metes en tu vida, no podré entrar en ella. Estoy para ayudarte a cargar con tus penurias, problemas y todo lo que en ella convenga. ¿Entiendes?

—Sí, debiste decirme en quién no debo confiar para protegernos a nosotros mismos y, sobre todo, para protegerte a ti.

—Lo único que te importa es protegernos.— Sí, entiende, Cristiano. Te amo y no quiero perderte ni por un error. ¿Qué tal si Rafael tenía un arma y intentaba matarte y yo no lo sabía? ¿Y qué tal si en mi turno él hacía algo que a ti pudiera lastimarte? ¿Y qué tal si...?

—¡Basta! — Mauro dijo , poniendo su mano sobre mis labios—. No va a pasar nada. Él es un chico que tiene miedo y que no puede manejar la manipulación de mi padre.

—Hasta ahí, y ten cuidado —agregó Mauro— porque Gastón está por ahí.

Justo en ese momento, Gastón salió por la puerta. Hoy vestía una playera azul, pantalón de mezclilla y zapatos.

—¿Por qué será que siempre los encuentro juntos? —dijo Gastón.

—Será porque eres inoportuno —agregó Cristiano—. Más allá de una química que se niegan a aceptar.

—Basta, Gastón —dijo Mauro—. ¿A qué viniste?

—Primero que nada, vine a preguntarte si vas a invitarme a salir a tomar un café. Quiero pasear contigo y llevarte a comprar margaritas. Siguen siendo tu flor favorita, ¿no?

—Aunque claro, si tenemos una cita, pues porque se regalan margaritas en la cita. Se regalan detalles. Dime, Mauro, ¿vas a ir a tomar un café?

Cristiano abrió los ojos como platos y tragó un poco de saliva.

—Perdón, no pensé que interrumpía.

—No, no te preocupes, no interrumpes —dije, aunque después de haber soltado toda esa información pensé—. Gastón, te lo dije y te lo repito: no voy a salir a una cita contigo. Te lo dije cuando te abrí la puerta. Así que deja de mandarme detalles a mi casa —agregó Mauro—. Pero margaritas, sí, solo son flores.

—¿Gastón? —le contestó Mauro por segunda vez—.

Estúpido decía Mauro que yo le ocultaba las cosas, y a mí no me decía que su ex lo había invitado a una cita.

—Excelente —preguntó Gastón—. Dime, ¿te gustó el libro que te mandé en la caja y la dirección de la cafetería? Digo, porque como no mandaste ningún mensaje al número que te mandé, pues decidí preguntártelo. Pero cuando me abriste la puerta literalmente te lo dije y saliste corriendo como loco despavorido. Digo, porque si te molesta en algo o tienes a una pareja a quién rendirle cuentas, dime para pedirle permiso.

—¡Basta! —dijo Mauro, encarnando las cejas—. ¿Qué necesitas? ¿O quieres que me vaya y deje de atenderte?

—¿Desde cuándo se te quitó el mal humor? Ya no te atiende bien esa persona, ¿verdad? Porque ya no tienes mal humor, ya estás neurótico. Esa persona no te atiende bien, dime. No, ese rico

Cristiano . Dejarnos solos—dijo él cuando vio que mis expresiones cambiaban y seguía viendo su conversación.

Me iba a retirar, pero Mauro me detuvo para mínimo tener un testigo de las barbaridades que decía. Me apretó con fuerza, como tratando de transmitir calma, y en un gesto de apretón de hombro, me trató de calmar, pero me moría de celos. ¿Quién se atrevía a decir tal cosa?

—Vamos, que pareciera que quieres un testigo o él es tu pareja —agregó Gastón.

—Basta, es uno de los menores de la casa hogar. Y si no me vas a decir qué quieres, será mejor que te vayas. Lamento decirte que no me voy a ir porque necesito preguntarte cómo está Catherine.

—Hasta que por fin metes algo laboral —agregó Mauro—. Catherine está bien.

—Catherine me está distante, ausente. No ha comido ni salido de la habitación. Los niños la escucharon llorar —le informó Mauro—, pero hasta ahí nada más.

—¿Cómo tomó la noticia? ¿No mostró ninguna conducta violenta?

—No, está tranquila. Creo que ya consiguió lo que quería.

—Excelente —dijo Gastón, asomándose hacia la habitación. Yo no habíamos entablado conversación, pero se podía notar una rabia en sus ojos. La cocinera nos hizo distraer a todos con un grito.

—¿Qué pasa en la cocina?

—Hay cucarachas —dijo la mujer—. Pongan atención porque deben fumigar toda la casa.

La noticia nos tomó por sorpresa. Todos tendríamos que desalojar la casa y buscar otro lugar donde pasar la noche.

Me moví rápido para atender lo de la cocina, escribir y reportar. Sin embargo, se me había olvidado por completo que los dejé completamente solos...

Podemos hablar, dijo Gastón. Al escuchar lo de las cucarachas y ver cómo Mauro se alejó, pregunté:

—¿Qué se te ofrece? —dije encarnando una ceja.

—Es claro que tú y Mauro tienen algo —dijo Gastón.

—¿De dónde sacas eso? Él ha sido mi apoyo, mi psicólogo y solo eso. No, no hay ningún tipo de relación emocional o física.

—Claro que la hay —dijo Gastón—. Las cosas se notan, se les evapora por los poros. ¿ te cuento algo? —dijo burlándose un poco de mí.

—¿Qué? —le dije un poco serio.

—Él ama los tatuajes, le gustan mucho las flores, le gusta la noche, le gustan las estrellas. Pero solo le gusta el hombre que lo mira con ojos de amor. Tú lo miras con ojos de amor.

—¡No seas absurdo! Ni siquiera sabes si soy gay, ni siquiera sabes si soy o no. Ni siquiera conoces mis preferencias, mis gustos o mis sueños. Llevas pocos días aquí, ¿cómo es posible?

—Veo cómo lo miras, cómo se te ilumina el rostro cuando él entra, cómo te das la vuelta cuando te da la mano, cómo te quedas mirándolo cuando se va. No te dejó indiferente. Tu cara al escucharme narrar... Por poco me agarras a golpes y me revientas de un puñetazo en la cara. ¿Me equivoco?

—No, Gastón, no te equivocas. Y si vamos a ser completamente sinceros, sí, estoy enamorado de Mauro. Pero él no me corresponde.

—¡Bingo! —dijo Gastón riéndose—. ¿Sabes por qué no te corresponde? Porque sigue enamorado de mí, porque sigo yo en su corazón y porque las cosas entre él y yo jamás podrán olvidarse. Siempre seré un fantasma, siempre seré el amor de su vida y, sobre todo, nunca nadie lo va a tocar como yo.

—¡Qué ego tienes! —le dije—. ¿Por qué, Cristiano? —preguntó—. ¿Quién te dice que no va a llegar otro hombre que lo lleve a las estrellas?

—Yo soy su noche y las estrellas solo me pertenecen a mí —dijo Gastón.

—¡Excelente! Te burlas y lo disfrutas, ¿no? Pues lamento decirte que no, porque eso mismo no es lo que dice Mauro cuando me besa, me toca o se preocupa por mis escenas de celos. Maldita sea mi subconsciente, sobre todo mi maldita boca, me acaba de traicionar. —¿Beso? ¿No que no te correspondía?

—Ay, Mauro, ya lo sabía. Con los mismos ojos con los que me miraba a mí, te disfruta, te goza. Esta es una competencia, tú eres un simple mocoso y yo lo puedo llevar a citas, podemos ir a un café, podemos salir. Esta es una relación de adultos, tú simplemente eres un niño, su diversión, su pasatiempo.

—¿Esta es una pelea y ya? ¿Mauro te lo quito yo? Pelear por Mauro —le dije—. Pues no es una mercancía o una rifa para pelear por alguien que tiene la libertad de decidir, ¿no te parece?

—Mauro se va a quedar conmigo. Me eligió desde el principio. Tú eres una distracción, alguien con quien se quitó las ganas. Un beso, un juego. Recuerda, el fantasma de noche nunca va a desaparecer, eso te lo aseguro.

—Vaya, qué ego el  tuyo... Pues lo mismo no dice cuando tengo su barba cerca de la mía, o cuándo me besa, o cuando me habla, o cuando pasamos tiempo juntos. Lo mismo no dilo en aquella cama de  hospital.

—Gastón está conmigo no contigo. ¿A quién besa, a mí o a ti? ¿Por quién arriesga su propio empleo?  Él está luchando por mí y está conmigo, no contigo.

—Mauro está contigo, su cuerpo, su físico —encaró Gastón—, pero su mente y corazón, es obvio que me pertenecen, ¿no crees? Abre los ojos, por favor.

—Ya no te hace cartas, Gastón. Me contó toda su historia. Lo abandonaste por irte a cumplir tu sueño de hacer una carrera. No quisiste mantener una relación a distancia.

—Wow, sí que te ha confiado cosas. —dije e
—. Pues claro, soy su novio, y Mauro es para mí.

Se acercó un poco más a mí, frente a frente. La tensión entre nuestros cuerpos parecía que iba a golpearme, pero luego recordó que  venía a pelear por Mauro, y ahí estaba lo que tanto le dije. Gastón había decidido venir a pelear y esa cita fue el primer golpe. La va a aceptar ya sea por culpa o por serenidad. Lo volveré a besar y entonces ahí volverá a su hogar.

—Gastón —dije levantando una ceja—, los amores viejos a veces pasan de moda, ¿no te parece? Ya perdiste tu tiempo y tu garantía. Tú lo botaste y yo estoy aquí.
— Es un amor prohibido. Tú vives en una institución de gobierno. La familia de Mauro ni siquiera sabe que él es de gay.

—¿Acaso crees que hay un futuro? —arremetió Gastón—. La psicología dice que el ser humano es tan fuerte como su mentalidad. El amor a veces no es la solución, el amor a veces te ciega.— Y fuiste tan tonto que preferiste cumplir tus sueños en lugar de quedarte con el hombre que te amaba. Esa herida nunca se olvida, Gastón. Y tú me dices que ahora te va a perdonar como si nada de esto hubiera sucedido. Abre los ojos, por favor.

—Entiendo —dije con frialdad—. Tú eres el joven, el tonto, el chiquito que vive en una institución civil bajo reglas. Así que no trates de fingir que tú y Mauro tienen un futuro porque tú sabes mejor que nadie que no lo tienen. Se va a cansar de ti y va a volver a mis labios, a mis brazos, y a todo lo demás.

—Yo le di seguridad, cariño y amor, y tú eres pasado, un fantasma que no ha podido olvidar unos besos, unos besos que yo le di.

—Vaya, Cristiano, sí que eres muy seguro. Sí que crees que Mauro mantiene la fidelidad de tus besos. En tus besos no habrá tiempo, pronto se borrarán como salida con agua porque no son besos al alma. Esos son besos y celos.
— Estos son besos y celos. Somos un par de celosos, y al final, un hombre maduro tendrá que decidir, y la respuesta será... ya veremos.

Excelente —arremetí, dándome la vuelta—. Dejemos que Mauro decida y ya veremos quién se queda con su corazón.

Karen me miró, estaba escribiendo y tomando fotos a la plaga de la cocina cuando me dijo:

—Esos dos discuten y se pelean como si estuvieran en una pelea campal.

Le había dicho a Brenda la situación que estaba pasando. Ella había dicho que varios se iban a ir con sus padrinos, pero ni Camila ni Cristiano tenían con quién quedarse.

Aprovecharía la fumigación para hacer algunas reparaciones. El plan era que regresaran hasta el jueves en la mañana para que Catherine se fuera y le hicieran su despedida. Sonaba tonto, sin embargo, le dije:

—Si quieres que alguien se quede con Cristiano y con Camila, podría quedarme yo en el  rancho con ambos.

—Los mensajes eran continuos. —En serio, te pagaría extra, claro. A Cristiano todavía no lo podemos dejar solo, aunque sea mayor de edad, y Camila lleva muy poco tiempo aquí, así que no tiene madrina. Muchas gracias en serio, Mauro.

Le contesté el último mensaje mientras veía que, a lo lejos,como se iba Cristiano de su conversación con Gastón. Sabía que tenía miedo, sabía que el comentario de Gastón sobre la cita y todo eso lo había puesto más inseguro. Salí y vi a Gastón parado en medio del patio.

—¿Qué le dijiste? —le pregunté.

El chico se encontraba botando la pelota contra las paredes, su cuerpo se veía tenso, parecía furioso.

—¿Qué le dijiste para que se molestara?

—Ese chico está enamorado de ti —contestó Gastón.

—¡Eso es absurdo! —dije—. Me lo acaba de confesar. Ya no niegues el secreto. Fuimos descubiertos.

— pensé en voz alta —dijo Gastón—. No te preocupes, tu secreto está a salvo. Pero te debo informar que los dos te queremos a nuestro lado. Así que sí, si quieres saberlo, esto se ha convertido en una guerra de besos y celos. Somos un triángulo amoroso, dos qqqhombres totalmente dispuestos por ti. Sé que yo te hice daño, pero sé coherente.

—Mauro —dijo volteándome el rostro hacia él—, Cristiano se percató de esto y volteó a mirarnos a lo lejos. Él es más chico que tú, está adentro de una institución civil, es hijo de un sicario. Por primera vez en tu vida, sigue la coherencia.

—Cuando me dejaste en mi mejor momento, te fuiste a otro país a estudiar. Tienes una hija y nunca me dijiste que estabas casado. Irme contigo, ¿qué eres? La mentira de esta guerra de besos y celos. Debo decirte que ya perdiste. Me defendí, perdiste, perdiste esta guerra de besos y celos porque hace mucho que el chiquillo la tiene ganada. Porque me correspondió, me amó y me cuidó, lo que tú no supiste hacer.

Le di la vuelta, sabía que ese tiempo con Cristiano en el rancho me serviría para mejorar mi relación con él y darle la seguridad que necesitaba. Lo que pasara entre él y yo podría ser algo maravilloso, pero al mismo tiempo, algo que marcaría la pauta de lo peligroso.

El viento soplaba fuerte, agitando las hojas de los árboles. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable. Mientras observaba cómo Gastón se alejaba, mi mente se encontraba en un torbellino de emociones. La conversación con él solo había intensificado la inquietud que sentía sobre el futuro con Mauro.

Me dirigí al lado del niño con la esperanza de que la conversación con Cristiano me ayudara a aclarar las cosas. Al llegar, lo encontré sentado en el árbol  mirando al cielo con una expresión distante. Sabía que no sería fácil hablar con él, pero era crucial aclarar lo que estaba en juego.

—Cristiano —dije mientras me acercaba—, tenemos que hablar.

Cristiano levantó la vista lentamente, sus ojos reflejaban la preocupación y la confusión que sentía.

—¿Qué pasa? —preguntó con voz tensa.

—Gastón ha sido un fantasma del pasado que aún ronda, pero necesito que entiendas que lo que tenemos es real. No quiero que te sientas inseguro ni que dudes de lo que tenemos.

—No es fácil para mí —dijo Cristiano, levantándose—. Ver cómo alguien más pelea por tu amor, por lo que creía que era nuestro, me está afectando. Me hace preguntarme si lo que siento es suficiente.

—Lo que sentimos es más que suficiente —afirmé con firmeza—. No es solo una cuestión de palabras, sino de acciones y decisiones. Gastón puede tener su pasado y sus sentimientos, pero lo que importa es lo que tú y yo estamos construyendo aquí y ahora.

Cristiano asintió, aunque la duda aún estaba presente en sus ojos. Caminó hacia mí y tomó mi mano, su toque era cálido y reconfortante.

—¿Y qué hacemos  Mauro? —preguntó—. ¿Cómo enfrentamos la situación con él?

—Lo primero que tenemos que hacer es demostrarle que lo que tenemos es sólido y sincero —dije—. No podemos permitir que las sombras del pasado nublen lo que estamos construyendo.

En ese momento,  Camila llegó a nuestro lado, y con una mirada de cansancio, se dirigió hacia nosotros.

—Hola —dijo Mauro—. ¿Todo bien?

—Sí, todo bien —respondío —. Solo estábamos hablando de cómo manejar la situación.

Mauro miró a Cristiano con atención y luego a mí.

—Quiero que sepan que he decidido que vamos a pasar un tiempo en el rancho. Allí tendremos la privacidad que necesitamos para estar a solas y aclarar nuestras emociones sin la influencia de los demás. Será una oportunidad para estar lejos de las distracciones y centrarnos en lo que realmente sentimos.

Cristiano asintió, pero no pudo esconder la mezcla de ansiedad y anhelo en su rostro.

—¿A solas? —murmuró Cristiano—. Eso suena... necesario. Llevo tiempo esperando un momento como ese, sin niños alrededor ni interrupciones. Estar a solas contigo, Mauro, me hace sentir que finalmente podremos hablar de todo sin presiones externas.

Mauro asintió, entendiendo la importancia del momento.

—Sí, será un tiempo para nosotros, para encontrar claridad y conexión. Necesitamos este espacio para decidir qué queremos realmente.

La idea de pasar tiempo a solas con Mauro despertó en Cristiano una profunda mezcla de emoción y vulnerabilidad. Imaginaba lo que sería estar en un lugar apartado, donde podría expresar sus sentimientos sin reservas y construir una intimidad auténtica.

Mauro, al notar el cambio en el estado de ánimo de Cristiano, tomó su mano con ternura.

—Lo que queremos construir es importante. Aprovecharemos este tiempo para descubrir si nuestro vínculo es tan fuerte como creemos. Quiero que sepas que estoy comprometido a hacer que esto funcione.

Cristiano lo miró a los ojos, su voz temblaba ligeramente.

—Lo aprecio. Estoy ansioso y al mismo tiempo nervioso por lo que vendrá. Pero quiero que sepamos exactamente lo que sentimos antes de seguir adelante.

La conversación se despidió en un ambiente cargado de expectación. Mauro y Cristiano se abrazaron en un gesto de apoyo, mientras yo observaba, consciente de que el tiempo en el rancho podría ser el punto de quiebre para resolver el triángulo amoroso que  los envolvía.

Mientras el atardecer se cernía sobre nosotros, una sensación de intriga y expectativa llenaba el aire. La decisión de pasar tiempo a solas en el rancho prometía ser el escenario para revelar los verdaderos sentimientos y tomar decisiones cruciales que definirían el futuro de todos nosotros.

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