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El peso del secreto

Capítulo 32

La semana había comenzado y estábamos ya por el jueves. Yo deseaba que ya terminara, y con esta, las sorpresas no paraban de llegar.

—Hijo —dijo mi madre saludando—. Por fin llegas. Tú y tu corazón noble, te quedaste a cuidar al chico herido.

—Sí, mamá —le contesté—. Le dieron un golpe en la cabeza —dije sentándome en la mesa con ella—. Fue una tarde complicada, ni siquiera llegué a casa. Ya no tuve el tiempo de decirte, pero tuvimos una visita y llegó algo para ti.

—¿Quién fue? —pregunté.

—El maestro Gastón vino a traerte un detalle. Te estaba buscando, pero le dije que estabas en el trabajo. Es un maestro muy lindo. ¿Sabías que tiene una hija?

—¿Gastón estuvo aquí? Sí, me contó que se quedó viudo —me respondió—. Dice que quería saber de ti, para preguntarte cómo estabas y preguntarme si conozco a alguien que cuide a su pequeña mientras él trabaja.

—¿Qué le dijiste? —pregunté apenas conteniendo la respiración. ¿Cómo era que Gastón tenía una hija y se había quedado viudo? No se había ido a estudiar. Según él, iba a otro país a estudiar una maestría y ahora las cosas resultaban peores. Nunca me dijo lo que pasó esa última noche. Después de hacerme suyo, nunca me dijo que tenía una esposa, una hija. Solamente vino a depositar una caja y ahora regresa como si nada hubiera pasado. Me dejó una carta, me dejó el mundo, me dejó arruinado. Y ahora resulta que tiene el valor de volver. Ni siquiera yo tenía la fuerza de voluntad para decirle al tarado que no lo amaba, pero sin embargo, algo en mi corazón se movió.

—¿Quieres ver el paquete? —preguntó mi madre.

—Sí —le contesté—. ¿Qué es?

—No lo abrí, no me voy a meter en tu privacidad —dijo mi madre entregándome el paquete.

Gastón y sus misterios, de nuevo. La última vez que había hecho esto, me había entregado una libreta vieja, las cartas y el libro, pidiéndome que escribiera solamente para esa persona, poniéndome como instrucción lo de la rosa seca y diciéndome que cuando encontrara a quién dedicarle la canción. ¿Por qué, cuando estaba más tranquilo, decide aparecer y no le importaba llevarse mi estabilidad emocional con él? Solamente de estar pensando en esto, me sentía enojado, frustrado y todo lo demás. Según él, había jurado no volver y ahora resultaba todo lo contrario. Tomé el paquete y me fui a mi cuarto a toda prisa, pero justo antes de hacerlo, mi madre me detuvo tomándome del hombro.

—Hijo, no necesito ser tonta para no darme cuenta. Hasta el más estúpido se daría cuenta.

—¿Qué dices, madre?

—Cuando ese maestro se fue y ya no supimos nada de él, fue cuando tú te deprimiste. Por las mismas temporadas en las que dejó de darte clases, tú te fuiste, caíste. No sé si sea coincidencia o no, pero en el fondo quiero decirte que lo entiendo. Entiendo que ahora te sorprendas, pero por favor hijo, por lo que más quieras, no vuelvas a caer. No lo soportaría.

Las palabras de mi madre me dieron tanto. ¿Qué tan mal tuvo que haberme visto para que pudiera decir esto? Me fui a mi cuarto, sumergido y pensando en esto. Hoy había sido uno de esos días y desde la mañana tenía una perspectiva bastante difícil. El padre de Cristiano había dejado otro mensaje. Todo era difícil, todo era complicado. El chico se notaba ausente, ajeno. Y ahora resulta que mi maestro era todo lo difícil y lo imposible que podía aparecer, de nuevo. En este preciso momento, cuando había disfrutado de unos buenos momentos, cuando había disfrutado del tiempo de estar a solas, cuando había disfrutado de enamorarnos nuevamente, por fin sentía ese cosquilleo en el estómago y todo era por Cristiano. Me había abierto con alguien que no solamente era mi amigo, sino una pareja. Por primera vez, había contado a alguien ajeno a mi círculo social y que apenas estaba conociendo sobre noche. Porque sí, Cristiano y yo no llevábamos ni siquiera un año de conocernos cuando ya él sabía todo de mí. Nunca me había abierto con una persona con tanta facilidad como lo hice con Cristiano. ¿Y por qué ahorita? ¿Por qué en este momento? ¿Por qué cuando el chico me necesita? Con toda la inestabilidad mental, me senté en la cama a la espera de abrir el paquete. Ahí se encontraba una rosa, pero a diferencia de la otra, esta era de girasol Estaba seca. También había una nota y una tarjeta con su nuevo número de teléfono, a la espera de que lo buscara.

"Era todo lo que quería decirte", me puso. "Si aún sigue y no hay a quién dedicarle la canción, te espero en este café. Ojalá podamos encontrar la respuesta a todo lo demás".

Gastón había partido un año antes de terminar la carrera, después inició el servicio social y la depresión tremenda. Y ahora, cuando ya todo iba en estabilidad y ya casi eran dos años y medio, vuelve de la nada a aprovecharse. ¿Qué le sucede? ¿Encontraba en mí algo que lo hacía adicto? ¿Encontraba en mí algo que lo hacía feliz? ¿O cuál era su bendita devoción?

Salí de casa con la visión nublada, con la mente confundida. Quería entender qué quería este tremendo imbécil en este preciso momento. Llegué a Renacer. Era jueves, un jueves cualquiera. El miércoles había sido de encontronazos. Laura había llamado a Cristiano una amenaza. Ante todo, era un maldito riesgo. Todo se nos estaba complicando y mi relación con Cristiano no podía quedarse solamente en besos, ¿o sí? Llegué tarde, para variar. Eran las 9:30 cuando llegué. Fabiola me susurró y casi en modo de regaño me dijo:

—Llegas tarde.

Su voz sonaba exasperada y algo molesta.

—Hay una junta de cuidadores, así que muévete.

Abrí los ojos como platos.

—No pusieron nada en el grupo —pero luego recordé que ni siquiera había tenido el tiempo de revisar el teléfono—. ¿Y quién está cuidando a los niños? —le pregunté.

—Los grandes, no hay por qué preocuparse —dijo ella.

Claro, no habría por qué preocuparse si Laura y los adolescentes se encontraban en el patio y Cristiano estaba completamente solo. Me preocupa de sobremanera que pudieran alterar sus emociones y pudiera hacer una locura como escaparse. Sin embargo, lo vi. Estaba sentado en las escaleras, parecía esperar algo. No sé si era yo, sin embargo, el chico se movió sigiloso al baño y rápidamente entró. En su mirada la cual parecía alterada, pero al mismo tiempo tranquila. Vaya, para variar, mis compañeros estaban sentados en círculo y por primera vez pude divisar a Brenda. Se encontraba en el medio. Estaba Andrea, tan urgente era esto que le habían hecho venir con su bebé en brazos. Estaba Elizabeth, Yasmín, Fabiola. Los cuidadores de Renacer estábamos todos reunidos. Brenda se encontraba en el medio. Al divisarme queriendo entrar al círculo para saludar, Brenda dijo:

—Ah, aquí está el ausente. Me faltaba por presentarte a este cuidador —dijo hablándole al hombre que se encontraba a mi espalda—. Mauricio Jaralillo, psicólogo social. Espero puedan ser buenos colegas y llevarse bien.

—Claro, así será —el hombre giró hacia mí y por primera vez en mucho tiempo, me quedé pasmado.

Cristiano salió del baño, pero pudo notar mi respiración y casi un desmayo. No podía creer lo que estaba pasando. Justo cuando el chico iba pasando para salir del baño y dirigirse a la puerta, me tambaleé un poco y terminé moviéndome un poco intentando caerme. Él me sostuvo por la cintura y me dio una mano.

—¿Estás bien? —susurró Mauro—. Casi te caes —dijo Brenda—. ¿Te sientes bien? Estos días no has descansado, te quedaste con él en el hospital y deberías irte a dormir.

—No, estoy bien. ¿Podría respirar un segundo?

—Creo que sí. Qué vaya, creo que a su cuidador le está dando un ataque de pánico —dijo el hombre señalándome la puerta.

Caminé detrás de Cristiano.

—¿Qué pasa? —preguntó el chico antes de salir, pero lo que estaba por pasar no me lo esperaba. Vomité en el árbol, saqué todo.

—Mauro, me asustas —volvió a decir el chico.

—Noche —fue lo único que alcancé a susurrar.

—¿Qué? ¿Volvió? ¿Te llamó? —preguntó con más desesperación—. ¿Está en la sala?

Cristiano abrió los ojos como platos.

—¿Qué? ¿De todos los hombres sobre la tierra, ese hombre está aquí? —Brenda trajo a Gastón. Repitió su nombre como si le fuera absurdo creerlo—. Sí, está en la sala. Por eso casi me desmayo al verlo.

—Sí, está en la sala. Por eso casi me desmayo al verlo. Debes ir a aparentar. Si se sale que tú y él tuvieron algo, Renacer puede descubrir que eres gay y con los rumores que ha dicho Laura, me preocuparía.

—Lo sé —contesté con la respiración entrecortada.

—Te acompaño. Dile que se te bajó un poco la presión para irte sosteniendo.

Cristiano y yo subimos la rampa. Pude ver las caras de Catherine y Camila de preocupación. Las dos se habían hecho muy amigas a pesar de que yo sentía que algo había entre ellas dos por la forma en que se miraban y por verlas a veces discutir entre mis turnos. Sin embargo, ninguna me decía nada ni tenía la confianza de contarme. Cristiano me dio un vaso de agua de la barra, después caminó con cautela.

—No te juzgo. Y pase lo que pase, estoy aquí, ¿okay? —me llevó a la sala.

—¿Mauro, estás bien? —preguntó Brenda.

—Sí, creo que solo me mareé. Se le bajó la presión —contestó el chico.

—Bueno, los dejo. Gracias, Cristiano. Bueno, creo que nosotros estábamos en una conversación. Mira, Mau —dijo volteando a verme—. Te presento al señor Gastón, psicólogo clínico especialista en psicoterapia infantil y con una historia en niños con problemas de violencia.

¿En qué momento había estudiado todo eso? Tenía entendido que era un psicólogo clínico.

—Vendrá a manejar las situaciones para que no haya problemas como los de Laura y piensen que es una amenaza. Quiero que les dé terapia a los chicos y trabaje con ellos para la aceptación y proceso de Cristiano. No permitiría ningún tipo de ataque. Vendrá de entrada por salida de 9 a 4 de la tarde. Tendrá algunas sesiones y será su psicólogo personal. También les dará terapia a ustedes para que puedan aprender a manejar esta situación. Por cierto —dijo Brenda mirándome de nuevo—, Mauricio, Gastón dice que tú estudiabas en su universidad. Se quedó impactado al verte.

—Sí, fue mi maestro. Y el de Yasmín también —la miré de reojo.

—Por cierto, Mauro, aunque no seas psicólogo clínico —continuó la mujer—, es una excelente idea que mantengas una excelente relación con Gastón y que seas muy apegado a Cristiano, el chico que te comento que es el hijo de Ernesto. Será un placer, cuidadores. Ahora les pido que continúen con sus turnos. Quiero observar cómo trabajan, finjan que no existo.

Elizabeth se retiró, Fanny le dio la mano a Brenda y le dijo:

—Casi vuelvo en octubre. Estoy lista, gracias por darme más tiempo para cumplir mi licencia de maternidad.

Después, Brenda me llamó.

—Quiero hablar contigo.

—Sí —pregunté.

—Sé que eres muy apegado a Cristiano, pero hay algo sobre esto que quiero hablar. Quería preguntarte si quieres dejar tu turno del sábado.

—¿Me despedirás?

—No, simplemente he tenido muchas quejas del turno. Podrías entrar como cuidador de noche si así lo deseas, cuando termines de cubrir la licencia de maternidad. Se quejan de que Paloma deja mucho desastre, de que no limpia y no cuida a las niñas. También dicen que no asiste a Camila en las cosas de bañarse ni hacer más cosas, y delega mucho con las niñas. De hecho, la otra vez, Katherine tuvo que bañar a Camila y hacer varias cosas que no le corresponden. También la tensión por el olor y la falta de aseo de Katherine ha crecido demasiado. Aparte, ella no le ordena que se bañe ni les pone mano dura y, la verdad, siento que las niñas hacen lo que quieren. Entonces, necesito orden porque la procuraduría estará viniendo a revisar al menos los siguientes meses. Si tú te quedarías, te quedarías con los chicos. Elizabeth podría poner orden en ese lugar. Claro, si así lo deseas —continuó la mujer.

—¿Me dejas pensarlo? —pregunté.

—Claro, toma tu tiempo —contestó ella.

Me alejé de Brenda, todavía pensando en todo lo que había ocurrido. Gastón estaba de vuelta en mi vida, y con él, todos los recuerdos y emociones que había intentado dejar atrás. La presencia de Cristiano era lo único que me mantenía anclado en el presente. Tenía que decidir qué hacer, no solo con mi turno en Renacer, sino también con mis sentimientos hacia Gastón y la complicada relación que estaba formando con Cristiano.

Las cosas no podían ser más confusas, pero al menos sabía que no estaba solo. Cristiano estaba a mi lado, y eso me daba la fuerza para enfrentar lo que venía.

Mientras caminaba de regreso al patio pude ver cómo Gastón analizó varios movimientos desde la rampa Mira es él le dije al chico va a observar Cómo trabajamos quiere observar cómo nos coordinamos el chico se mordió los labios hubiera querido saber qué le estaba pasando en ese momento por la cabeza pero mi mente seguía dándole vueltas a todo lo que Brenda había dicho. No podía sacarme de la cabeza la presencia de Gastón y la posibilidad de que Laura descubriera la verdad. Sabía que, si se enteraba, mi relación con Cristiano y mi posición en Renacer estarían en peligro.

—¿Estás bien? —preguntó Cristiano, notando mi distracción.

—Sí, solo necesito procesar todo esto —respondí, tratando de sonreír.

Cristiano me tomó de la mano, un gesto pequeño pero reconfortante. Volvimos al grupo él se fue a patear balón y a fingir jugar con Rubén los demás niños algunos jugando uno otros peleando Camila y catering hablando sobre libros en fin todos ya estaban en sus tareas. Gastón estaba hablando con Brenda con presencia imponente como siempre. Me recordaba a aquellos días en la universidad, cuando todo parecía más simple.

—Mauro, ¿puedes ayudarme con esto? —preguntó Fabiola, señalando una pila de papeles en una mesa.

Asentí, agradecido por tener algo en lo que concentrarme. Mientras ordenaba los documentos, podía sentir la mirada de Gastón de vez en cuando. Era como si estuviera esperando el momento adecuado para hablar conmigo.

Finalmente, la reunión terminó con Brenda y Cristiano y yo nos dirigimos a la sala de descanso, donde podríamos hablar en privado.

—Esto es una locura —dije, dejándome caer en un sillón.

—Lo sé. Pero debemos mantener la calma. No podemos permitir que Laura nos arruine —respondió Cristiano, sentándose a mi lado.

—Gastón era todo para mí. Y ahora vuelve como si nada. No sé cómo manejarlo.

—Tómalo un día a la vez. Estoy aquí para ti. Lo enfrentaremos juntos.

Antes de que pudiera responder, alguien llamó a la puerta. Era Gastón. Mauro creo que los niños están solos dijo ahí estaba Fabiola Andrea iba a regresar a cuidar era algo ya no podía evitar podría darme una escapada con Cristiano a la sala Pues sería difícil Gastón nos observaba gracias por escucharme me dijo se levantó, dándome una mirada de apoyo antes de salir de la habitación.

—¿Podemos hablar? —preguntó Gastón, entrando y cerrando la puerta tras de sí.
En la sala había una pequeña puerta de madera de dos partes que se abría y se cerraba eso en este momento lo odiaba
Asentí, incapaz de encontrar palabras. Nos sentamos frente a frente, el silencio cargado de tensión.

—Mauro, sé que mi presencia te sorprende. No tenía intención de volver a tu vida de esta manera —comenzó Gastón.

—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma.

—Perdí a mi esposa y necesitaba un cambio. Recordé lo bien que trabajábamos juntos y pensé que podía ayudar aquí en Renacer. Pero nunca imaginé que estuvieras aquí.
Cómo supiste dónde trabajo le pregunté subiendo la voz no lo supe conozco a Brenda por la televisora que tenía antes me contó lo de el papá de Cristiano y que sus niños necesitan apoyo psicológico que quiere que lo acepten soy psicólogo clínico y estudié en el extranjero para los niños tú lo sabes pero te juro que no sabía que estabas aquí Gastón le dije yo ya tengo una vida hecha soy cuidador de estos niños ya encontré a quién dedicarle la canción quería decirme algo pero no lo dejé continuar

—No es fácil dejar todo atrás —respondí, la amargura evidente en mi voz—. Después de todo lo que pasó, intenté seguir adelante.

—Lo siento. Nunca quise hacerte daño.

—Eso ya no importa. Lo que importa es que estoy tratando de construir algo nuevo y tú volviendo así, complicas todo.

Gastón asintió, pareciendo comprender.

—No vine a causarte problemas. Solo quiero ayudarte, si me lo permites. Sé que es mucho pedir, pero me gustaría que pudiéramos trabajar juntos nuevamente, por el bien de los niños aquí.

Me quedé en silencio, luchando con mis emociones. Por un lado, había amado a Gastón. Por otro, su regreso amenazaba con desmoronar todo lo que había logrado construir.

—Necesito tiempo para pensar —dije finalmente.

—Lo entiendo. Tómate todo el tiempo que necesites —respondió Gastón, levantándose para salir—. Solo quiero que sepas que estaré aquí para apoyarte, en cualquier forma que necesites.

Cuando se fue, me quedé sentado, perdido en mis pensamientos. Cristiano volvió poco después, su presencia reconfortante.

—¿Cómo te fue? —preguntó, sentándose a mi lado.

—Complicado. Necesito procesar todo esto. Pero gracias por estar aquí.

—Siempre —dijo, tomando mi mano de nuevo.

Con Cristiano a mi lado, sentí una chispa de esperanza. Sabía que no sería fácil, pero juntos podíamos enfrentar cualquier cosa. Y con el apoyo de mis amigos en Renacer, encontraría una manera de seguir adelante, sin importar lo que el futuro trajera.

Aunque el destino nos trajera sorpresas, no paraban. La primera que llegó fue Gastón. Pero sabía a la perfección que con él no solamente bastaba, y era la respuesta. Solamente comenzaba un desastre que se llamaba "Aventura sin igual". Con esto se simplificaba el hecho de saber que nuestro peor enemigo y, al mismo tiempo, mi padre se volvería en la persona correcta a la vez. Tratamos de fingir que no hablábamos tanto, pues no queríamos que lo primero que observara fuera nuestra relación. Sin embargo, sonaba estúpido, pues no pudimos ocultarlo con facilidad. El chico, o más bien el señor, tenía unos 35 años y la diferencia era magistral. Era astuto, barbudo, de piel morena, pero no tanto como la de Mauro, sino un poco más clara. Parecía diferente, oscuro y necio. Las cosas eran diferentes entre el beso y el tiempo, mientras Mauro y yo nos convertíamos en eso que los dos desconocíamos.

¿Cómo era este tipo? Era barbudo, de piel Lorena De tez clara cabello castaño no corto, y podría armarse una pequeña coleta con facilidad. Poco después, al pasar de los segundos, entendí que había algo más. Vestía formalmente, pero no el típico psicólogo bestial, ligero, y parecía abstracto, diferente, observándonos a la distancia como un halcón que caza sus presas. La verdad, cuando Mauro salió vomitando me espanté. Pensé que estaban intentando matarnos de nuevo, que mi padre había decidido volver. Verlo así, en ese estado de vulnerabilidad, me causó un completo desastre, un completo caos, me dio mucho temor. Él era mi persona, mi ancla, y verlo en tal grado de sufrimiento era algo que no me esperaba. Sin embargo, continuaba a su lado, fingiendo que teníamos una conversación mientras pateaba balones. Él me había susurrado que me alejara un poco, que no quería que Gastón descubriera tan fácil. Pero algo me decía que él ya lo sabía.

De inmediato, me habló por mi nombre.

—Cristiano de la Fuente, ¿verdad? —Asentí con la cabeza y me dijo—: Ven conmigo.

Nos encerramos en el salón de tareas y ahí estaba yo de nuevo, parecía estar en un examen de las procuradurías. Un psicométrico, cosa que ya conocía. Interpretar dibujos.

Cristiano no había cuestionado nada sobre hormiga ni mucho menos preguntado si sabía algo de él. En ese momento, se encontraba encerrado con Gastón en el salón de tareas. Yo quería saber qué estaba pasando. Conocía a Gastón; le haría cuestionarios, le haría psicométricos y lo haría interpretar uno que otro dibujo para ver cómo estaba su salud mental. Pero, ¿qué pasaría si hubiera visto nuestra cercanía? ¿Qué pasaría si hubiera visto el roce de manos o las conversaciones o la cercanía que tenemos? Aunque yo estaba en el patio cuidando niños, eso era algo tonto, algo estúpido, algo ajeno a lo que he de conocer. Solamente quería detenerlos, no quería que esos dos hombres estuvieran juntos y completamente solos. Pero no por celos, tenía miedo que Gastón pudiera hacerle daño y con mi niño no.

Según la psicología, si tú dibujabas una cabeza grande, esto podía significar problemas en la autoestima. Si hacías una figura humana y esta tenía ojos grandes, se podría decir vigilancia o que tenías algún tipo de paranoia. Había más, pero en ese momento, las más fáciles para mí eran estas. Tenía miedo que Cristiano se le ocurriera dibujar la figura de su padre o de cualquier otro, pues Gastón podría tomar todo esto y usarlo en nuestra contra. Y mi gran pregunta era si al hablar con ese chico, lo cuestionaba sobre mí, descubriría nuestro amor.

—Dicen que tienes 18 años —me dijo Gastón comenzando la conversación.

—Así es, tengo 18 años.

—Dicen que te tienen aquí porque aún eres hijo de un hombre fuerte y que te tienen para protegerte de lo que él pueda hacer.

— O como yo le diría, soy  algo así como su moneda de cambio.

—Si te tienen, pueden controlar los movimientos de tu padre. Si te tienen aquí, pueden chantajearlo para que les dé información.

— Niño astuto tienes muy claro que eres una ficha. Y dime —preguntó de nuevo después de haberme dicho astuto—, con qué me saldría ahora .

—me voy a inmiscuir un poco en lo que tal vez ya no te sorprende porque tal vez has pasado por esto millones de veces y no te lo han preguntado. ¿Cómo te sientes con el apellido que llevas?

—Wow, sí que eres un psicólogo diferente —le recalqué—, pues la mayoría pregunta sobre la relación de mi padre, mi madre, mis heridas, mi pasado, mi historia. Mi apellido "de la Fuente" representa que soy el hijo de un sicario, lo tengo claro.

—Pero tú también tienes la fuerza de valentía. Tu apellido significa —intervino Gastón, interrumpiendo lo que había dicho—: Manantial, Cristiano. Y he de decirte que conozco muy bien los ataques que han recibido algunos de tus compañeros en esta institución, incluso los chismes sobre que tienes un romance con el cuidador. Pero he de decirte que tu nombre significa manantial. Eso significa que tú decides qué tipo de manantial decides ser si un manantial positivo de amor o un manantial positivo de maldad, que asume el rol que le toca a la sociedad. Aunque he de decir que yo diría que eres un manantial algo así como fuerte, valiente, pero muy amoroso.

Levanté una ceja ante sus palabras.

—¿Cómo se atrevía a decir que tenía amor? —le dije, alzando la voz.

—He visto cómo te diriges a Mauro, vi el roce de piel y he de decir que tal vez me equivoco, pero tu corazón está con él. Aunque no puedo asegurar que tengas algún tipo de relación o que él te corresponda.

—Claro que no. Mauro me ha apoyado en el sistema de la vida, me ha apoyado cuando me he deprimido, me ha apoyado en cada segundo. Fue el primero en no ponerme un sello ni verme con ojos de miedo, solamente vio mi esencia.

—Entiendo que hagas eso, es verdad. Pero tengo la teoría, porque conozco a Mauro cuando se enamora, y sé que no es de psicólogo profesional decirte esto, pero he de decir que no puedo ser profesional contigo porque hace mucho que dejaste de ser un niño. Y he de decir también que tengo muy claro que algo de tu valentía y de ese amor que hay en el manantial es a causa de Mauro.

Me impresionaba este tipo. ¿Cómo era que sabía tantas cosas? ¿Cómo se atrevía a decir que tengo algo con Mauro sin siquiera conocerme o haber hablado conmigo?

—Quiero aclararte, yo no he dicho que sientas algo por Mauro ni que él te corresponda. Ni jamás te lo diré como tú lo conoces. Sí, amor prohibido, pero he de decir que si él acepta tener algo contigo, podrían tener algo fuerte y algo de tu balance. El manantial de amor le pertenece. ¿O me equivoco, Cristiano? Aunque estoy seguro que solo han sido pequeños roces de piel y juegos, nada más.

Me quedé en silencio, procesando todo lo que Gastón había dicho. La idea de que alguien pudiera ver tan claramente lo que yo mismo apenas comenzaba a entender me desconcertaba.

—Gastón —dije finalmente, buscando las palabras correctas—, Mauro y yo... somos amigos. Él me ha ayudado en momentos difíciles, pero no hay nada más.

Gastón sonrió, una sonrisa llena de conocimiento y compasión.

—A veces, Cristiano, los amigos son más que amigos. No te estoy diciendo que lo que sientes por Mauro sea amor romántico, pero está claro que hay un vínculo profundo entre ustedes. Y ese vínculo, sea cual sea su naturaleza, es poderoso.

Suspiré, sintiendo un peso en el pecho. ¿Podría ser cierto? ¿Podría haber algo más entre Mauro y yo, algo que no quería admitir? O no estaba listo para que el mundo lo conociera

—Gastón, ¿por qué estás tan interesado en nuestra relación? —pregunté, intentando cambiar el enfoque de la conversación.

—Porque, Cristiano, las relaciones humanas son complejas y fascinantes. Y en tu caso, parecen ser la clave para entender muchas cosas. Tu conexión con Mauro podría ser la clave para desbloquear tu propio potencial, tu propia fuerza interior. —Gastón se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los míos—. Quiero ayudarte a entenderte a ti mismo, a entender lo que realmente quieres y necesitas.

Asentí lentamente, comprendiendo que, aunque la conversación era incómoda, era necesaria. Si quería encontrar respuestas, tenía que enfrentar estas preguntas difíciles.

—Entonces, ¿qué sigue? —pregunté.

Gastón se recostó en su silla, cruzando los brazos.

—Ahora, quiero que hagas un dibujo para mí. No pienses demasiado en ello, solo deja que tu mano se mueva libremente por el papel. Lo que sea que salga, será una ventana a tu subconsciente.

Tomé el lápiz que me ofrecía y un trozo de papel. Cerré los ojos por un momento, respiré hondo y dejé que mi mano comenzara a dibujar. Líneas y formas comenzaron a tomar forma en la página, sin un plan claro en mente. Cuando terminé, abrí los ojos y miré lo que había creado. Era una figura humana, pero los ojos eran grandes y expresivos, casi demasiado grandes para el rostro.

Gastón miró el dibujo con interés, sus ojos recorriendo cada línea y detalle.

—Interesante —dijo finalmente—. Los ojos grandes pueden indicar una necesidad de vigilancia, de estar siempre alerta. También podrían representar una profunda curiosidad o una necesidad de ser visto y entendido.

Sentí un nudo en el estómago. Sus palabras resonaban con algo dentro de mí, algo que había estado intentando ignorar.

—Cristiano —continuó Gastón—, tienes que darte permiso para sentir. Permítete ser vulnerable, permítete ser humano. No tienes que ser fuerte todo el tiempo. A veces, la verdadera fortaleza viene de aceptar nuestras propias debilidades y trabajar con ellas.

Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y miedo. Sabía que tenía mucho que aprender, mucho que entender sobre mí mismo y sobre mi relación con Mauro. Pero también sabía que, con el tiempo y con la ayuda de personas como Gastón, encontraría mi camino.

—Gracias, Gastón —dije finalmente—. Gracias por tu honestidad y por tu ayuda.

—Siempre, Cristiano —respondió con una sonrisa—. Estoy aquí para apoyarte, en cada paso del camino.

Me levanté y salí del salón de tareas, sintiéndome un poco más ligero, un poco más claro. Tenía mucho en qué pensar, pero también tenía una chispa de esperanza. Con Cristiano a mi lado, con Mauro y mis amigos en Renacer, sabía que podía enfrentar cualquier cosa que el futuro trajera. Y, con el tiempo, descubriría la verdad sobre mi propio manantial, y qué tipo de fuente de amor y fuerza quería ser.

Al salir, Mauro me miró con una sonrisa cálida. Poco después preguntó:

—¿Cómo te fue?

—Pues, digamos que protocolo psicométricos y dibujos. Cometí el error de dibujar una figura humana con ojos grandes. Para la psicología, ya sabes lo que significa. Comienzo a creer que con la ayuda de Gastón podré salir adelante aunque tal vez no es tan bueno como aparenta pero a mí me cayó bien.

—Gastón dice que tú y yo tenemos un vínculo

—Astuto No lleva ni un día aquí y ya sabe perfectamente. Debemos tener cuidado, a pesar de que Gastón es un buen psicólogo y quiere ayudar.

—Tengo miedo de que venga dispuesto a reconquistarte. No quiero perderte.

—¿Reconquistarme? —dijo Mauro riéndose—. Él no me ama. Ama lo que era, ama el egoísmo de lo que éramos juntos. Entiende, Cristiano, tú eres mi presente, mi futuro, mi manantial. Eres todo lo que me da paz, aquel niño chiquito que quiero proteger y cuidar. Así que, por primera vez en tu vida, no me lo  digas una vez más que Gastón es alguien del pasado. Solamente eso. Disfrutemos de esto, pero tengamos cuidado. Lo he pensado mucho y creo que por ahora será mejor que mantengamos la distancia. Por cierto, vendré a cuidarte por las noches.

—¿Algún día seremos libres? —preguntó el chico.

—Algún día seremos libres de mi padre, de Renacer, y podré gritar a los cuatro vientos. Sí, te lo prometo. Tú eres diferente a Gastón. Te quiero para mi vida —me dijo Mauro recalcándome y mirándome con una sonrisa.

A estas alturas, Gastón ya había terminado con los niños restantes y después llegó a Catherine. Pero a diferencia de las otras ocasiones, dijo:

—Catherine y Camila, vengan, por favor.

Las dos  se dirigieron con él al salón de tareas. No entendía por qué Gastón nos llamaba a Catherine y a mí. Sin embargo, dijo:

—Me comentaron que ustedes son muy cercanas. También me comentaron —dijo mirando a Catherine— que tú eres una persona bisexual y, por lo que entiendo, tú también —dijo mirándome a mí—. Supe de un beso que hubo entre ustedes.

Abrimos los ojos como platos y ambas mantuvimos la respiración.

—Saben perfectamente que hay besos que no se pueden revelar, ¿verdad? Quería saber cómo está su estabilidad emocional en este momento. Si se preguntan cómo sé lo del beso, es porque Brenda sí lo vio en las cámaras. Pero por los años que te tiene aquí —dijo mirando a Catherine— y el cariño y la falta de conocimiento de Camila sobre tus actitudes, decidió no hacer nada, pero me pidió que hable con ambas. Los romances prohibidos son como un manantial maldito en el que no debes entrar. No deben meterse en esto y es por eso que les digo: si en Renacer se está dando algún tipo de romance, vayan cancelándolo en este preciso momento.

Era obvio cómo le decía a Camila que sentía algo por ella, que había algo que había pasado. Jamás le conté que le tuve que decir que fue un beso y un error solamente, que nadie se fijaría en ella porque Laura sabía del beso que nos dimos. Había escuchado, instruido en algunos de mis mensajes, y no podía detenerla. Sin embargo, ahora resultaba que no solo Laura sabía mi secreto y me tenía amenazada, sino que la valiente Katherine había sido descubierta

La verdad, si era honesta, me había imaginado una tarde con esta niña, o una vida entera, pues es el amor adolescente. Camila era ese primer amor, ese primer amor frágil que quería proteger. Sabía perfectamente que le gustaban los libros, conocía que sus medios hermanos la quisieron encerrar en un psiquiátrico, conocía perfectamente que le costaba mucho socializar, no le gustaba la oscuridad, no le gustaba la música en inglés, no le gustaba el huevo, no le gustaba peinarse, no le gustaba el maquillaje, prefería la cara lavada. Le gustaba usar pants, odiaba los vestidos, no le gustaba ponerse pantalones de mezclilla, usaba un medicamento para controlar sus piernas. ¿Cómo puedes conocer tanto a una persona con tan solo noches de charla?

Sin embargo, me tuve que alejar de Camila y mandar mis sentimientos muy lejos. Aunque eso le rompiera el corazón, pues aunque yo la quería, Laura sabía nuestro secreto también. Yo no era buena mujer, debía irme de Renacer lo antes posible. Mi estabilidad emocional y lo que decía el psiquiatra no era bueno. Aún tenía tendencias suicidas. ¿Qué tipo de pareja sería para alguien si no podía hacerlo para ella misma?

Obviamente esto Camila lo desconocía, y ahora el hecho de que Gastón nos dijera que lo sabe nos haría alejarnos. Así que, sin más, solo les digo —dijo mirándonos de nuevo—: compórtense como dos hermanas. Pues aquí la que se irá eres tú, Catherine. Tienes muchos errores y lo sabes. Y si quieres ser actriz, es mejor que te vayas poniendo un buen papel y empieces a surcar por un manantial más tranquilo.

Catherine bajó la cabeza, sintiendo el peso de las palabras de Gastón.

Yo miraba a Camila de reojo, intentando ocultar el dolor que sentía en mi interior. Sabía que lo que había entre nosotras no podía continuar, pero la idea de perderla me destrozaba.

Gastón nos dio unas últimas instrucciones antes de dejarnos solas. Catherine salió del salón primero, con los ojos llenos de lágrimas contenidas. Me acerqué a Camila y le tomé la mano, sintiendo su temblor.

—Camila, yo... —comencé, pero ella me interrumpió.

—No digas nada, Catherine. Sé lo que estás pensando. Y sé que tienes razón. Pero eso no hace que duela menos.

La miré a los ojos, esos ojos que tanto había llegado a amar en tan poco tiempo. Era injusto que nos separaran, pero no podíamos luchar contra las reglas de Renacer. El riesgo era demasiado grande.

—Te prometo que esto no es un adiós definitivo —dije, intentando sonar convincente—. Cuando salgamos de aquí, encontraremos la manera de estar juntas.

Camila asintió, aunque sus ojos mostraban dudas. Nos abrazamos por última vez, un abrazo lleno de tristeza y resignación. Sabíamos que cada momento compartido sería un recuerdo que atesoraríamos en nuestros corazones.

Con el corazón hecho pedazos, me alejé de Camila, prometiéndome a mí misma que algún día encontraríamos la manera de estar juntas sin miedo ni restricciones. Pero en ese momento, el futuro parecía tan incierto como el manantial maldito del que Gastón había hablado.

Aquella noche, al regresar a la habitación, me tumbé en la cama y dejé que las lágrimas fluyeran libremente. Sabía que debía ser fuerte, pero la melancolía se apoderaba de mí. Pensé en Camila, en su sonrisa, en las conversaciones nocturnas que habíamos compartido. Todo parecía tan lejano ahora.

Cristiano vino a verme, como había prometido. Me abrazó y me susurró palabras de consuelo, pero ni siquiera su presencia podía aliviar el vacío que sentía. Él comprendía mi dolor, pero también sabía que debía mantenerme firme.

—Algún día seremos libres —me repitió Mauro, como si esas palabras pudieran sanar las heridas abiertas.

Asentí, sin decir nada. En mi corazón, albergaba la esperanza de que, algún día, ese "algún día" llegara. Pero hasta entonces, solo podía aferrarme a los recuerdos y soñar con un futuro mejor.

La vida en Renacer continuaría, con sus desafíos y restricciones. Y mientras tanto, yo aprendería a vivir con la tristeza y la melancolía, esperando el momento en que pudiera ser verdaderamente libre y estar con la persona que amaba.

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