Capítulo 19
El teléfono no paraba de sonar. Ser la representante legal de Renacer era algo muy bueno, la verdad, sí que lo era. Pero las cosas se ponían cada vez más intensas. Por decisión y por el bien del chico, habíamos decidido comenzar a recibir mensajes de Ernesto con la misión de mantenerlo tranquilo. Me puse rímel, arreglé mis pestañas, coloqué mis tacones y un pantalón de mezclilla ligero junto con una blusa negra. Estaba lista para presentarme en Renacer. Sabía que pronto tendría al procurador en el interrogatorio y Cristiano iba a necesitar todo el apoyo que le pudiera brindar. La verdad se le iba a dar al principio; le di la esperanza de nuevo a este chico. Pero ahora debía mantener mi palabra, apoyarlo, sostenerlo y estar ahí para él, que se diera cuenta de que podía corregir el camino.
Ahora todo era campaña. Había recibido varios comentarios de varias personas de las diferentes casas juzgándome. Otros habían retirado el apoyo de donaciones a causa del miedo que le tenían a Cristiano. ¿Cómo les decía yo que este niño no tenía la culpa? Era un simple chico de 17 años a punto de cruzar lo que tanto se conoce como adultez. Y que todo el mundo decía que ya iba subiendo. Ahora había recibido amenazas de gente que jamás pensé que lo haría. Habían llegado mensajes anónimos diciéndome que si no dejaba de cuidarlo, me retirarían el apoyo y no sé cuánto más. La verdad era que Cristiano se merecía todo el apoyo que pudiera brindarle. Era un chico bueno; bastaba con ver su corazón y su alma para darme cuenta.
En la casa había muchas cosas en los últimos meses. Con la llegada de Camila y Cristiano, todo parecía estar a flote. Cada uno traía sus problemas a su manera. Sabía que pronto, cuando Cristiano fuera mayor de edad, exigirían quitarle la custodia. Para ellos, la forma más sencilla era deshacerse del chico de una forma u otra, para así evitar problemas con su padre. Eso, sin embargo, a mí me seguía pareciendo cruel y nauseabundo. Era un chico que se merecía todo lo que le pudiéramos dar. No teníamos por qué retirarnos. No éramos cobardes, no éramos de las personas que huían. Eso no era Renacer.
En el caso de Camila, la trataba con delicadeza pero con mano firme porque sabía que en algún momento sería mayor de edad. Con eso en mente, traté de encontrarle el mejor futuro. Aunque tal vez conseguiría que la procuraduría le siguiera dando el apoyo, también debía mantener a mis chicos. Aunque había roto las reglas con Paloma en varias ocasiones al dejarla estar en mi casa, sabía que pronto esa situación ya no podría ser. Sin embargo, era una mujer que creía que todo iba a ser para el bien de los demás y que si me ponía en manos de Dios, todo saldría bien. Estas eran almas que merecían estar juntas, almas que merecían luchar por vivir, almas que merecían no rendirse a mitad del camino.
Hoy me tocaba defender a uno de los chicos. Abrí los ojos como platos cuando Mauro dejó un mensaje en el grupo diciendo que la procuraduría había llegado. Me apresuré, tomé mi bolsa y terminé de ponerme el rímel en los ojos. Cuando ibas a ver a un pez gordo, era mejor representar la mayor belleza aprovechándose de los atributos de mujer.
A las seis en punto, Renacer debería estar activo. En ese momento, vestir, acomodar, levantar y bañar a Emilio, como cada mañana, era algo normal. Aunque claro, después de haberme quedado casi lo que queda de la madrugada con Cristiano y no haber podido dormir con la inquietud de ver el amanecer, estaba demasiado cansado. Levanté a todos los niños, sus camas, sus cosas, arrastrándose para que se movieran con rapidez hacia lo que hoy pintaba como un día difícil. Cristiano, sin embargo, me dedicó una sonrisa cálida y se puso un pantalón de mezclilla con una camisa negra. Parecía que el chico estaba a la espera de lo que le vendría a él también.
A las 6:30, todos se encontraban reunidos en la cocina a la espera de la comida. Elizabeth sirviendo, mientras yo me distraía con uno que otro medicamento. Pasaron por la primera ronda de niños a las 6:30 y a las 7:30, faltando la última ronda en la que yo había quedado con Elizabeth que ella los llevaría a la escuela caminando, ya que estaba a una cuadra. Pero a las 7:40 volvieron a llamar a la puerta. Elizabeth y yo planeamos que estaríamos disponibles la mayor parte de la mañana. Aunque claro, yo aún tenía la sensación de que este día no iba a ser del todo fácil, pues había quedado claro que por la mañana vendrían a ver a Cristiano, y así fue.
A las 7:40 llegó un tipo diciendo que era Daniel, el abogado de Cristiano, junto con una trabajadora social que se presentó como Sara. Wow, por primera vez veía la puntualidad en una procuraduría. Eran acompañados por un hombre alto y barbón, pero no más de unos 45 años. El tipo parecía tener algún tipo de prisa porque no dejaba de susurrarle a Daniel, el abogado.
—¿Le puedes decir a Cristiano que hemos venido me dijo el hombre que se presentó como el abogado?
—Claro, si quiere ahora lo llamo. Tomen asiento.
Los dos tipos cargaban una fachada de estar ansiosos, pero sobre todo el que acompañaba a estos dos. Fui a la cocina por Cristiano. Él se encontraba desayunando sus quesadillas.
—Cristiano, vinieron a verte.
El chico murmuró algo entre dientes y agregó:
—Ni siquiera pudieron esperarse que fueran las 8 —dijo en un susurro que yo fui capaz de escuchar.
Le pedí a Elizabeth que mantuviera a todos en la cocina mientras en la sala hablaban con el chico. Era menor, así que debía estar presente mientras lo cuestionaban, pues no se encontraban ni la presidenta ni Fabiola, así que me quedé yo. La señorita, a la que Cristiano llamó Sara, en automático, cuando entró a la sala, lo envolvió en un abrazo cálido y le dijo un "lo siento". Aun así,No me atreví a cuestionarlos.
— desean que los deje solos.
Cristiano negó con la mirada y dijo:
—Será mejor que la presencia de un cuidador esté, pues será el representante de Renacer.
—Claro, me quedo si quieres —le dije al chico.
—En serio lo sentimos —dijo el otro hombre—. En serio lo sentimos, no esperábamos que tu padre cumpliera lo de los mensajes anónimos. Hace mucho que no aparecía. Hacía meses que no te mandaba mensajes y en Querétaro dejó de hacerlo por bastante tiempo. ¿Por qué en Renacer volvió a activarse?
Cristiano no dijo nada. Solo le dijo:
—Daniel, aquí es una casa mixta. Está en una zona fuerte para el cártel. Tú, mejor que nadie, deberías saber que este es un buen lugar. El estado de vulnerabilidad y me tienen menos controlado que en Querétaro. Mi padre está buscando su momento y sus zampones para movernos a su antojo, así que no te sorprenda que aquí me esté buscando. Me estaba buscando porque me ha visto salir, me vigila y me observa.
Lo que Cristiano hizo o más bien dijo, hizo que el otro hombre, que no se había presentado, carraspeara un poco.
—Hola, me presento —le dijo el chico tendiéndole la mano—. ¿Más policías?
—Cristiano, él no es. Soy un detective —contestó el hombre—. Mi nombre se podría decir que es Steven.
—Wow —dijo Cristiano con sarcasmo—. ¿Y qué esperan ahora, que le ayude a este detective a encontrar a mi padre?
—No, pero te pido que te lo tomes con seriedad —dijo el otro hombre.
—¿Con seriedad, Daniel? Me traes a un detective y vuelves a decirme que no sabías que mi padre se iba a atrever.
—Ese es el asunto —dijo el otro hombre al que había llamado detective—. Tú eres el hombre que más conoce los movimientos de tu padre. Eres la persona que más lo analiza, lo conoce y lo estudia. Me han traído ante ti para decirte que nos ayudes a atrapar a Ernesto de la Fuente. Puedes leerlo, ponerle una trampa y ser la carnada que lo traiga hasta aquí. Tú lo conoces, Cristiano. Solo queremos usar tu mente. Has sobrevivido con él demasiado tiempo y sabes cuál va a ser su movimiento. Tanto que le pediste, o más bien le exigiste a Renacer que no se opusiera, es porque sabías que iba a mandar mensajes cuando la casa le diera carta abierta.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo el detective, encarnando una ceja.
El chico asintió con la mirada y le dijo:
—Dígame, usted, ¿qué se le ofrece?
—Tú conoces mejor a tu padre que nadie, ¿por qué no nos ayudas a atraparlo y así ganas?
—¿Y quién te dice que yo quería ayudarte? —le dijo el chico algo despectivo.
El otro tipo solo agachó la cabeza, y la señorita parecía que se comía los nervios.
—No estoy seguro —dijo el detective—, pero si algo sé es que tu padre es un hombre fuerte, y si tú no estuvieras dispuesto a buscar tu tranquilidad, no le hubieras permitido a Renacer entrar y, sobre todo, recibir mensajes anónimos. Aunque la directora sabe que se pone en riesgo.
Cristiano no dijo nada. Solo soltó un suspiro como si esto fuera lo más aburrido del mundo. En automático, se escuchó la puerta y Brenda entró despampanante en unos tacones. Cristiano abrió los ojos como platos, como si su llegada allí le hubiera sorprendido.
—¿Interrumpo algo?
Brenda, la directora de Renacer, miró a todos en la sala. Sus tacones resonaron en el suelo mientras avanzaba hacia Cristiano. Los hombres se levantaron, y ella les dirigió una sonrisa tensa.
— Brenda él es Steven el detective del caso—. Dije señalándole
—Mucho gusto —dijo Brenda, estrechando las manos de cada uno—. ¿En qué puedo ayudar?
El detective Steven fue el primero en hablar.
—Señora, estamos aquí para solicitar la cooperación de Cristiano en una operación para atrapar a su padre, Ernesto de la Fuente. Creemos que él podría ser fundamental para conocer sus movimientos y ponerle una trampa.
Brenda miró a Cristiano, que había mantenido una expresión impasible.
—Cristiano, ¿qué piensas de esto? —preguntó Brenda con suavidad.
Cristiano levantó la mirada hacia ella y luego la dirigió hacia Steven.
—No estoy seguro de querer participar en esto. Han pasado demasiadas cosas. Estoy cansado de que mi vida sea usada como un peón en el juego de otros. Quiero vivir en paz.
Brenda asintió comprensivamente.
—Lo entiendo. Pero también sabes que aquí en Renacer estamos para apoyarte en cualquier decisión que tomes. Si decides ayudar, estaremos contigo en cada paso del camino. Si decides no hacerlo, también lo respetaremos y buscaremos la mejor forma de protegerte.
Daniel, el abogado, intervino.
—Cristiano, sabemos que esto es mucho para ti. No te pedimos que decidas ahora mismo. Tómate tu tiempo para pensarlo. Pero ten en cuenta que esto podría ser una oportunidad para liberarte definitivamente del control de tu padre.
El silencio se hizo en la sala mientras todos esperaban la respuesta de Cristiano. Finalmente, él se levantó, su expresión seria pero decidida.
—Necesito tiempo para pensarlo. No puedo dar una respuesta ahora.
Brenda asintió y se acercó a él, colocando una mano en el hombro.
—Por supuesto, Cristiano. Tómate todo el tiempo que necesites. Vamos a apoyarte en cualquier decisión que tomes.
Los hombres asintieron y comenzaron a levantarse para irse.
—Gracias por su tiempo —dijo Steven—. Esperamos su respuesta pronto.
Cuando se marcharon, Brenda volvió hacia mí.
—Esto no será fácil para Cristiano. Debemos estar más atentos que nunca. No solo por él, sino por todos los chicos aquí en Renacer.
Asentí, sabiendo que las próximas semanas serían cruciales. Cristiano tenía una decisión difícil que tomar, y nosotros teníamos que asegurarnos de que se sintiera apoyado y seguro, sin importar lo que decidiera.
Cristiano
Daniel y sus visitas se habían ido rápido. Todo había terminado bien. Habían prometido esperar a que yo, tu hermana, tomara mis decisiones. Brenda seguía en la casa, pero no me había presionado a tomar las decisiones ni a que hablara con ella. La verdad, abrí los ojos como platos cuando lo vi. Aún recuerdo cómo dijo:
—¿Interrumpo algo?
Por mi cabeza pasó lo siguiente: ¿Qué hace esta mujer aquí? ¿Cumplió su promesa de seguirme apoyando? ¿Acaso era verdad eso que tanto me prometió, que no me iba a dejar solo? Lo que menos me esperé fue que llegara, pero lo que sobre todo jamás hubiera esperado eran esas palabras. Que contemplara mi opinión y que todavía me dijera que cómo me sentía con la situación y entendiera, y me dijera que me iba a apoyar con cada cosa que decidiera, sin la necesidad de usarme como peón para atrapar a alguien. Nadie había pensado en mí antes. Eso me hacía sentir demasiado confundido.
Quería ayudar a esos detectives. Quería que mi padre terminara en prisión, tras las rejas. Quería una vida normal para Alex y para mí. Pero moverle al gallinero, como yo solía decir, era algo que me temía. No quería provocar su dolor ni el sufrimiento de las personas que me rodeaban. Sobre todo, no quería rodear a Mauro de incertidumbre. No quería arriesgarnos a que algún día saliéramos a la calle y mi padre me atrapara o me detuviera. Aunque claro, podría hacerlo en cualquier momento. Pero si yo comenzaba a cooperar con ellos, tarde o temprano se daría cuenta y ya sabría que lo estoy haciendo. No por irme con él, sino para irme detrás de su cabeza.
Me encontraba en el árbol de guayabas, haciendo unos garabatos hacia los bocetos que tenía hechos de la barba de Mauro. Anoche llegó la inspiración y quería continuar haciéndolo. Sin embargo, algo en mi mano me inquietaba. De corazón, no estaba bien. Pues aunque todo pintaba bonito y respetarían mi decisión, algo me hacía sentir que pronto se desataría una tormenta. Todo se daba a notar en el momento en que tenía a Brenda y a Fabiola observándome a lo lejos, desde la rampa. A pesar de que habían pasado tan solo dos horas desde que Daniel y su gente se habían ido, ellas me observaban y ella seguía aquí. Sabía que tarde o temprano buscaría una respuesta. Sabía que, aunque para mi sorpresa había venido y casi me atraganté al verla, también me sentía tan satisfecho y tan bonito.
Ahora entiendo por qué mi padre no tenía miedo, por qué había aparecido en Renacer. Claro, Renacer no temblaba ante Ernesto ni ante nadie. Me hacían sentir su apoyo y, sobre todo, me hacían sentir querido, amado y enredado. Con esto en mente, me hizo pensar en lo siguiente: ¿Qué pasaba si a mi padre le picaba alguna de sus locuras y decidía venir por mí? No quería que esta casa saliera afectada. ¿Y si yo no iba tras él? ¿Quién me aseguraba que se iba a quedar tranquilo y no iba a hacerle daño a nadie? Ni a los que quiero, ni a Mauro, ni a la casa, ni a los niños, ni a Brenda. Nadie.
Así que, como última opción, la única y más viable para evitar que todo el mundo sufriera era la siguiente: intentar atrapar a Ernesto para evitar que en algún momento se canse y me mate, y mate a los que están alrededor de este mundo mientras fingía que me iba a ir con él. Así, si lo atrapaban, no existiría el riesgo de que me llevara a ocupar el puesto que, según él, me tocaba. Con eso en mente, me atreví a dirigirme a Brenda.
—¿Podemos hablar? —le dije.
—Claro, ¿quieres venir a la oficina? ¿Cómo te sientes con todo lo que aquí sucede?
—¿Que cómo me siento? ¿Es en serio?
—Sí, quiero saber.
—Confundido, aturdido. Hace mucho que no veía el rostro de mi padre. Parece maduro, pero sé que se está cuidando. Se ve bien.
—¿Lo extrañas?
La pregunta de ella me tomó por sorpresa.
—Sí, es mi padre y aún lo extraño, pero... he tomado una decisión.
—¿Cuál será el plan? —contestó ella, como a la espera de lo que yo iba a decir.
—No tengo nada que pensar. Quiero protegerlos y no quiero que corras ningún riesgo. Seguiré recibiendo y contestando los mensajes de mi padre a mi modo. Necesito que si un día él decide venir por mí, me ayudes a mover lo que tengas que mover para que la policía lo atrape.
Ella no asistió ni dijo nada.
—Diles a los policías —continué— que si está en mis manos, lo haré. Continuaré apoyándote para atrapar a Ernesto, pero no quiero ningún detective ni estrategias. No quiero nada. Lo único que necesito de estos detectives es que nos ayuden en su momento, pero no quiero ni que me presionen para capturarlo ni que decidan por mí. Yo haré mis movimientos y moveré a Ernesto. Pero algo de lo que pueden estar seguros es que se los entregaré.
—¿Quieres que le informe al detective?
—Por ahora, diles que lo sigo pensando y que en algún momento les diré la verdad.
Ella era astuta, así que remitió y dijo:
—Yo sé que no les dirás que vas a colaborar. Será mejor que nos movamos con cautela. Vamos a colaborar y vamos a intentar atrapar a Ernesto, pero por lo que veo esa cosa es cosa nuestra.
—¿Estás dispuesta a apoyarme? Entendería si no lo haces, si me quieres cambiar de casa, si me quieres correr...
—No, Cristiano, te quedas. Sí, voy a tener que tomar medidas con los adolescentes, controlar la salida, pero ahora lo mejor será mantener las cosas como si no estuviera pasando nada para que Ernesto no sospeche. No voy a cambiar la rutina ni poner medidas masivas de seguridad, pues somos conscientes de que será peor. Tú vive tu vida normal y esperemos a que tu padre venga y estaremos listos para atraparlo. ¿Te parece si les digo que vamos a cooperar, pero que tú vas a mover las fichas?
—Excelente. Gracias por entenderme.
—Sí, Cristiano, no importa. Cuentas con Renacer. Vamos a tomar medidas como observar, como vigilar, como estar viendo si hay algo sospechoso. Tú tranquilo, tratemos de llevar nuestra rutina normal.
Salí de la oficina en busca de Mauro.
—¿Puedo hablar contigo?
—Claro, ¿qué pasa, pequeño?
Y ahí era cuando me volvía a tratar como un niño más. ¿Cuánto tiempo podría seguir en esta situación? No lo sé. Tal vez una semana más. Debo apurarme a atrapar a mi padre para poderme ir lo más tranquilo posible cuando Mauro me rechazase
—Voy a cooperar con la policía —fue lo primero que le solté.
Mauro abrió un poco los ojos y dijo:
—¿Estás seguro?
—Quiero mi libertad. Quiero que cuando tú me rechaces, me pueda ir de este sitio al ser mayor de edad. Quiero emprender una vida normal, lejos. Brenda me va a apoyar y la voy a aprovechar.
Mauro soltó una carcajada.
—¿Cómo que cuando te rechace?
—Sí, Mauro, soy consciente de que cuando confíes en tus sentimientos, dentro de un mes, serán negativos. Jamás me amarás. Es algo que ya va siendo hora de aceptar..
Mauro quedó en silencio, claramente sorprendido por la declaración de Cristiano. Tomó una respiración profunda antes de responder.
—Cristiano, no sé de dónde sacas esa idea de que te voy a rechazar. Pero déjame decirte algo: todos aquí en Renacer estamos comprometidos contigo, con tu bienestar. No solo Brenda, no solo yo, sino todos los que te rodean. Eres parte de esta familia.
Cristiano bajó la mirada, tratando de procesar las palabras de Mauro. No estaba acostumbrado a recibir tanto apoyo sin condiciones.
—No sé qué va a pasar, Mauro. Pero sé que no quiero seguir viviendo con miedo. Si atrapar a mi padre es lo que se necesita para que todos aquí puedan vivir en paz, entonces estoy dispuesto a hacerlo.
Mauro asintió, colocando una mano sobre el hombro de Cristiano.
—Estamos contigo, Cristiano. No estás solo en esto. Vamos a hacerlo juntos, y vamos a asegurarnos de que todos aquí estén seguros.
Cristiano levantó la mirada y vio la determinación en los ojos de Mauro. Por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, podría encontrar la paz y la libertad que tanto anhelaba.
Con una última mirada hacia Mauro, Cristiano tomó una decisión firme en su corazón. Estaba listo para enfrentar a su padre, con la certeza de que no estaba solo.
De repente, el sonido de un teléfono interrumpió el momento. Brenda entró en la sala, su rostro pálido.
—Cristiano, hay algo que debes ver —dijo, sosteniendo su teléfono frente a él.
Cristiano tomó el dispositivo y vio un mensaje de su padre, Ernesto de la Fuente.
"Te estoy observando. Si decides traicionarme, todos en Renacer pagarán el precio."
El corazón de Cristiano se detuvo por un instante. Levantó la mirada, encontrando los ojos de Mauro y Brenda, llenos de preocupación pero también de una feroz determinación.
—No tenemos más tiempo —dijo Cristiano con voz firme—. Vamos a atraparlo. Ahora.
La sala se llenó de una energía nueva, una mezcla de miedo y valentía. Mauro apretó el hombro de Cristiano con más fuerza.
—Lo haremos, y no permitiremos que nadie te haga daño. Esta vez, Ernesto de la Fuente encontrará su final.
Cristiano asintió, sabiendo que estaba dando un paso hacia lo desconocido, pero también hacia la posibilidad de una vida libre del temor. Mientras salían de la sala, una sensación de resolución se asentó en su pecho. Iba a enfrentar a su padre y, con el apoyo de su nueva familia, asegurarse de que el pasado no dictara su futuro.
Antes de salir, Mauro se volvió hacia Cristiano y, en un gesto impulsivo, lo abrazó. Cristiano sintió una calidez inesperada que le recorrió el cuerpo. Se separaron, pero sus miradas se encontraron en un entendimiento silencioso.
—Cuídate, Cristiano —dijo Mauro, su voz suave pero firme.
Cristiano asintió, sus ojos reflejando una mezcla de emociones. Sabía que tenía una batalla difícil por delante, pero en ese momento, sintió que podía enfrentarlo todo.
Con el día apenas comenzando, Cristiano sabía que este sería el día en que todo cambiaría, no solo en su lucha contra su padre, sino también en su relación con Mauro. Un nuevo capítulo estaba por escribirse, lleno de incertidumbre, peligro, y tal vez, solo tal vez, amor.
Al final del día, Cristiano tomó una decisión firme. Estaba listo para enfrentar a su padre, pero no quería ser utilizado como una simple herramienta. Quería proteger a todos en Renacer y asegurar un futuro libre del temor que su padre representaba.
El mensaje de su padre esa misma noche dejó claro que el tiempo se acababa. Cristiano, con el apoyo de Brenda y Mauro, estaba decidido a enfrentarlo. Sabía que no estaba solo y que juntos, podrían poner fin a la amenaza que Ernesto representaba.
Cristiano abrazó a Mauro antes de salir de la sala. Sabía que tenía una batalla difícil por delante, pero sentía la calidez del apoyo de Renacer. Con una mezcla de miedo y valentía, estaba listo para enfrentar su destino y escribir un nuevo capítulo en su vida.
—Señor, el teléfono de Brenda ha sido hackeado. Ha recibido el mensaje con la amenaza para todo Renacer.
Excelente hormiga. Ernesto seguía dándome miedo. Lo tenía de espaldas, no me dejaba ver su rostro, pero se veía como esa bestia insoportable que tenía encima.
—Señor, ¿por qué mandar una amenaza a su hijo? Es solo un pequeño y siempre ha sido de muy poco carácter. ¿Por qué amenazarlo?
—Porque puede jugar un doble juego —contestó mi jefe—. Puede fingir que me engaña y que va a intentar atraparme, pero al mismo tiempo podría fingir estar con la policía y ayudarme a mí. Pero si lo conozco como lo conozco, jamás me engañará ni jugará conmigo. Deseo que no juegue un juego tonto donde se le ocurra traicionarme. Así que prefiero que sepas que soy consciente de que tal vez esté jugando con la policía, pero eso no lo hará escapar del lugar que le quiero dar, así tenga que matar.
El silencio se hizo pesado en la sala. Ernesto se volvió lentamente, su mirada fría y calculadora.
—Asegúrate de que el mensaje llegue claro, hormiga. Cualquier intento de traición será su sentencia de muerte.
Asentí, sabiendo que las próximas horas serían cruciales. Tenía que vigilar cada movimiento de Cristiano y asegurarme de que no se atreviera a desafiar a su padre. Ernesto no era un hombre que perdonara fácilmente.
El ambiente en Renacer se volvía cada vez más tenso. Las decisiones de Cristiano podrían cambiarlo todo, y yo estaba atrapado en medio de este peligroso juego. Solo esperaba que no se desatara una tormenta que nadie pudiera controlar.
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