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Capítulo 8 - ¡Bingo!

Narrador Omnisciente

Los años habían pasado demasiado rápido para su gusto, de hecho, Cristina Clarke, a pesar de su problema con el alcohol aún amaba a su esposo, pues este había sido el pilar de Ana durante su ausencia, porque ella le había fallado, y es que el arrepentimiento le pesaba tanto que simplemente decidió huir de él, decidió terminar esa relación fantasma. Ya no había vuelta atrás, sabía que su hermana estaba decepcionada de ella como de su sobrina, y es que el día antes de su muerte mientras el cáncer agotaba su último respiro de vida, ella le pidió que cuidara de su hija porque era lo más importante de su vida, y con lágrimas, mientras su hermana iba muriendo lentamente en su brazos sobre una cama de hospital, aceptó, se lo prometió, pero había fallado, y de la peor manera...

El centro al que se había internado era muy formal, en efecto, uno de los mejores en toda la ciudad, y las charlas le ayudaban hasta tal punto de que no volviera a pensar en tomar por más de un mes, con la excepción de que casi decae nuevamente con el accidente de su hija, porque el impacto de estar al borde de perderla la había enloquecido, pero logró controlarse y exitosamente Ana se estaba recuperando muy bien.

—Señora Clarke — La llamó una auxiliar del centro — Es que hay una llamada para usted esperando en la sala

— ¿De quién? — Preguntó sorprendida pues Richard y Ana iban a visitarla personalmente y la última vez que lo hicieron fue cuando él la invitó a cenar.

—No me dijo exactamente, pero que es muy importante.

Cristina caminó hacia la habitación donde la auxiliar se encontraba para que luego dándole un momento privado que era lo que protocolo tenía estipulado se retirara dejándola sola en la pequeña habitación. Tenía miedo porque nadie la había llamado durante su estadía, y con la ilusión de escuchar la voz de su hija o de su ex marido se acercó el auricular a la oreja.

— ¿Diga? — Preguntó mientras al otro lado de la línea se escuchaban unos sonidos extraños.

—Así que es cierto — Susurró una voz en respuesta, el tono era tan sombrío que provocó un escalofrío por toda su espina dorsal — Es bueno volverte a escuchar Cristina, ya ha pasado un tiempo desde la última vez que me deleité con tu voz.

— ¿Quién habla?

—Es sorprendente que no puedas reconocerme — Replicó la voz en tono de burla — Pero no estamos para recordar los viejos tiempos, verás he querido hablar contigo y al enterarme que estabas internada en ese lugar me pareció el mejor momento para hacerlo.

—Voy a cortar la llamada si no me dice quién es — Habló mientras intentaba recordar porque la voz le parecía tan conocida a pesar de su extraño tono.

—Yo de ti no haría eso, estamos hablando de la vida de tu pequeña hija Cristina. — En ese momento detuvo su mano.

— ¿A qué se refiere? — El miedo comenzó a invadirla por completo.

—Así me gusta — Respondió riendo — Verás, como me han informado, Ana ha tenido una muy buena recuperación, de hecho, muy pronto entrará en la universidad, pero para su suerte eso detiene mis propósitos por lo que tienen dos opciones, la muerte y la vida.

—Tú provocaste el accidente — Susurró Cristina — No puedo creerlo

— ¡Bingo! — La voz se notaba alegre y eso la sorprendió, pues no cualquiera reacciona de esa forma sí estuvo a punto de acabar con dos vidas — Ahora que ya hemos descubierto el misterio vamos al punto. ¿Cuál eliges?

—No entiendo, esperaba que me pidieras dinero o algo, pero...

—La persona que piense que el dinero es una razón para hacer este tipo de cosas es una mediocre, hay muchas razones que se disfrazan en los planes más macabros, así que lo único que pido, es que su hija esté fuera de ese curso, no es nada mas o bueno hasta ahora. Tienes 24 horas para darme tu respuesta Cristina, no sabes como la salvarías sí me haces caso — Se escuchó un suspiro — Sin más que decir espera mi próxima llamada, y por supuesto sí llegas a avisar a las autoridades estás advertida de las consecuencias.

— ¡Espere! — Dijo, pero al parecer ya habían colgado.

A pesar de que ya habían cortado, Cristina siguió en la misma posición agarrando el teléfono tan fuerte que sus nudillos estaban blancos, porque esa voz se le hacía muy familiar, pero por más que buscara en su cabeza, ningún rostro venía a su mente y eso la asustó aún más porque según esa persona, ella sabía quién era, o por lo menos la había conocido en un pasado. Entonces no dudó en teclear el primer número que se le vino a la cabeza.

—Despacho del Doctor Clarke, ¿En qué puedo ayudarle? — Preguntó su secretaria

—Hola Eva, necesito hablar con Richard urgentemente — Intentó que su voz no se escuchara tan temblorosa pero le estaba costando debido a que de por sí el sudor de sus manos provocaba que el teléfono se le resbalara.

—Si claro, ya lo paso — Esperó unos minutos mientras intentaba organizar las ideas en su cabeza

—Cristina ¿Ha pasado algo? — Preguntó despertándola de su ensoñación.

—Sí — Las lágrimas abordaron sus ojos — Richard acabe de recibir una llamada, y era de...

— ¿De quién?

—De los que provocaron el accidente de nuestra hija, tengo mucho miedo Richard.

— ¿Qué te dijeron?

—Pues tenía que elegir entre a vida y la muerte, pero no entendí muy bien a que se referían respecto al retiro de su curso de universidad y tampoco me dieron tiempo para preguntarles...

— ¿Podría ser él? — Preguntó cambiando su tono a uno más serio

No lo sé, hace muchos años no escucho su voz, pero no era real, quizás tenía uno de esos dispositivos que cambian la voz.

—Está bien, escúchame Cristina tienes que calmarte, porque Ana no puede saberlo, es muy importante que no lo haga, yo...Mañana iré para responder a esa llamada juntos — Dijo suspirando — Tenemos que ser muy cuidadosos porque hace unos días fui con ella a la universidad pues el decano nos había citado, y la verdad es que se está adaptando muy bien como para que le arruinemos eso, voy a ver como está Ana, luego más tarde te llamo — Y con eso cortó la llamada.

Cristina tenía sus dudas, porque a pesar del cambio de tono que supuso era editado, la voz se le hacía muy familiar, y eso era aún peor, aunque no se había precipitado respecto a la identidad, algo en sí le decía que era él, y que, sí eso era cierto, entonces al final no se había muerto como todos habían creído hace ya muchos años atrás.

*

— ¿Para qué nos citaste aquí Cristina? — Preguntó Leila enojada — Somos vecinos podrías decirnos en nuestra casa.

Se acercó con seguridad, y les mostró el video donde un niño aparecía en su propio jardín de la mano de Ana, lo preocupante no era eso, pues los dos habían formado una bonita pero muy extraña amistad. Luego de un momento, en el mismo video el niño acariciaba su mejilla para luego agarrarle su cabello y decirle ciertas palabras que no se alcanzaban a escuchar.

— ¿Les parece que eso está bien? — Preguntó esta vez Richard ante la sorpresa de sus vecinos. — ¡Se supone que son niños!

—Yo...No puedo creer que él esté haciendo eso — Susurró Leila.

—Lo entiendo, la verdad no sé por qué Ana no hace nada al respecto, hasta parece estar feliz, siempre quiere estar con él, y yo no sé qué más hacer, lo mejor es alejarlo de ella — Dijo Cristina un tanto nerviosa.

—Me duele alejarlo pero tienen razón, no se nos puede salir de las manos, lo voy a enviar con mi familia a otra ciudad — Aseguró Blake, el esposo de Leila.

Ellos pensaron que estaban haciendo lo correcto, pero nunca se les pasó por la cabeza el monstro que terminaron de formar...


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