Capítulo 03
Kageyama sintió el placer llenando cada parte de su cuerpo, una oleada de espasmos se iba haciendo presente mientras Hinata, de rodillas y entre sus piernas abiertas, hacia todo lo posible para meter casi por completo a su boca el grueso pene.
Los dos estaban desnudos.
—Shoyo... —susurró su nombre en medio de un murmuro, posando una de sus manos entre los cabellos desordenados de Hinata y lo empujó un poco más.
Shoyo aceptó gustoso el reto, metiéndolo lo más que pudo, pero aun así no entró por completo. Hinata apretó un poco más, pero no quería morderlo para no lastimarlo.
La boca atrapando su pene, encerrando y llenando de saliva el pedazo de carne. Kageyama se relamió los labios.
Kageyama no se opuso a que Shoyo se lo sacara de su boca más tarde, alejándose lentamente del sitio y dejando una imagen maravillosa para el más alto, viendo como su tronco se iba liberando lentamente y dejaba al aire la piel ya envuelta en saliva. Hinata era el chico más lindo que Tobio nunca haya visto, incluso con sus mejillas sonrosadas y la forma en la que los labios hacían un sonido similar al que hacía una burbuja al explotar cuando todo su pene se liberaba de su boca.
—Tobio, está tan grande —asimiló con seguridad el más bajo, tratando de hacer descansar su boca y prefirió tomar entre sus manos el pene ajeno, moviéndolas lentamente y sintiendo como su propia saliva se embarró entre sus manos y el palpitante miembro que demandaba por impulso ya ser atrapado en su trasero.
Shoyo se aseguró de mirar a Kageyama, con sus grandes ojos cafés al pasar sus manos sobre el miembro, siendo testigo de como Tobio no le apartaba la mirada, empezando a llenarse de color rojizo y aguantando los gruñidos que se le querían escapar por su voz ronca.
Hinata no le apartó la mirada, dando una media sonrisa en modo de querer iniciar una competencia, acercando sus belfos de nuevo hacia el falo levantado para dar un suave beso en el glande.
Kageyama no lo soportó más por esa bendita escena, pasando su lengua sobre su boca y ahora no ocultando sus gemidos cuando Hinata empezó a lamer su pene, como si se tratara de una paleta.
El movimiento seguía siendo torpe, igual al que conoció el día de su graduación, pero era increíble, le encantaba tener las manos de la persona que le gustaba envolviendo su pene lo más podía, y de vez en cuando sentir como esas manos firmes acariciaban sus testículos. Apretaba con fuerza en la parte de abajo mientras sólo la punta de su lengua trataba de rodear el frenillo, no lográndolo pero sí formando una media luna.
Esas sensaciones eran increíbles.
Sentía que podría venirse pronto, debía de pasar a la siguiente fase.
—Shoyo, creo que ya casi estoy listo —confesó Tobio, haciendo una insinuación directa al estado de su pene palpitante que ya había sido tomado por Hinata. Shoyo levantó la vista, observándolo y continuó ahora con los besos sobre el glande, siendo tres seguidos, dejando la humedad suficiente, antes de volver a meterse la punta a la boca. Al hacer eso, fue mucho más fácil para su lengua poder llenar esa parte sensible, acariciando la mayor parte y logrando que Tobio arqueara su espalda—. Así que déjame cogerte —pidió un vez más, entre suspiros por la calidez que le emanaba la boca ajena.
Shoyo dilató sus pupilas al escuchar eso, pero no protestó, sacando de su boca el pene y dejando que una sonrisa a medio camino se volviera a formular.
—Eres un impaciente —comentó, poniéndose de pie para poder sentarse en las piernas de Tobio. Al hacerlo, se acomodó de la mejor manera al rodear el cuerpo de Kageyama por el cuello con sus delgados brazos y cuidó que el erecto pene de Tobio quedara atrapado entre sus nalgas, pero sin penetración todavía—. ¿Será que también me extrañaste? —Rio con suavidad en una forma de querer aligerar el ambiente excitado, sólo recibiendo como contestación el rostro atractivo que tenía frente a él tiñéndose de rojo.
—Por supuesto que te extrañé, idiota —susurró Kageyama, posando sus dos manos fuertemente en la cintura de Hinata para poder abrazarlo. El de menor estatura tuvo un sobresalto, abriendo sus ojos con gran notoriedad y pudo ver el gesto de añoranza de Kageyama mezclándose con su honesta verdad—. ¿No te irás de mi lado de nuevo?
Shoyo se mordió el labio al escuchar esa palabra de nuevo, experimentando el dolor y un pequeño rastro de remordimiento sobre cómo se debió de haber sentido Kageyama todo ese tiempo.
¡Decidido! ¡No lo volvería a dejar solo!
Pero primero debía de terminar con las cosas que les impedían estar juntos.
Por esa razón, con timidez, y como si experimentara su primer amor una vez más y los dos fueran dos jóvenes de preparatoria, pudo besar la punta de la nariz de Tobio.
—Nunca pude olvidarte... —Se confesó, pasando las palmas de sus manos sobre las mejillas lechosas estropeadas por el rojo de su acompañante. Al mismo tiempo en que eso ocurría, Tobio manipulaba su pene con ayuda de sus manos en la cintura de Shoyo.
Cuando el ano de Hinata y la punta del pene se rozaron, Shoyo soltó un pequeño grito, cerrando sus ojos y arrugando su nariz de una forma tan tierna que Tobio no pudo evitar perderse.
Tobio hizo un esfuerzo para empujar su cadera y con eso su pene adentro de Shoyo, comiéndose las ganas de tomar entre sus manos el bonito rostro ajeno y llenarlo de besos.
Hinata gimió quedito y arqueó su espalda hacia atrás, sintiendo como su pared anal ya estaba ocupada por el pene grueso cuando entró por completo en seco de una estocada, golpeando su trasero con los testículos.
—Dentro de poco, te-tendré que buscar un nuevo departamento. —Hizo una pequeña revelación en medio de su jadeo, haciendo que Kageyama posara sus dos manos sobre el voluptuoso trasero de Hinata, y al ya tenerlo entre sus manos, le dio un apretón que hizo al más bajo jadear—. Mañana hablaré con Atsumu-san, porque quiero estar contigo —dijo el chico, apartando las manos de Tobio para poder rodearlo por el cuello una vez más y recargarse de él, de una forma en la que se le hiciera fácil poder gemir cerca de su oreja.
El de ojos azules apretó las nalgas de Shoyo para poder abrirlo un poco más, y así comenzar con el movimiento en su cadera, queriendo iniciar con las embestidas suavemente y sintiendo como su pene explotaba entre lo estrecho y caliente que era el interior de Hinata, y como resbalaba fácilmente por la saliva, dejando todo el sitio húmedo.
—Entonces, no es necesario que compres otro departamento —aseguró con completa facilidad, mientras Shoyo le besaba con lentitud el lóbulo de su oreja, y de vez en cuando le daba una lamida en la piel caliente, disfrutando como el imperturbable joven se estremecía debajo de él—. Puedes vivir conmigo.
La invitación fue soltada y Hinata no pudo evitar la sorpresa, deteniendo de golpe el ambiente caliente que habían formado para poder separarse un poco del cuerpo desnudo ajeno. Sólo para mirarse a los ojos.
De repente, tenías a dos enamorados completamente desnudos, uno arriba del otro porque estaba montando el pene del más alto, siendo el último el que estaba invitando al de cabellos naranjas para poder iniciar una relación más formal al comenzar a salir, después de que las cosas con Atsumu se arreglaran.
Como respuesta, Hinata se ruborizó en demasía, aceptando que el golpeteo honesto en su corazón no se asemejaba para nada por lo que sentía por Atsumu. No había punto de comparación. Una línea se curvó en la comisura de sus labios y la felicidad lo encaró con certeza, aceptando la invitación de Kageyama al asentir suavemente.
Vivirían juntos.
Kageyama era un chico bastante grande y corpulento, un joven que tenía un cuerpo atlético perfecto, y justo ahora, apenas finalizó el acto sexual, se quedó dormido, de espaldas contra el mullido colchón.
Hinata se puso de pie lentamente y se disculpó con Tobio porque se terminó poniendo su playera de los Adlers. Era lo único que estaba usando al pasearse por la casa en busca de la cocina, encontrando la puerta de ésta después de una ancha exploración.
Casi sin querer, se percató de esa forma que Tobio sí tenía las cosas bien ordenadas, que había un cuarto donde hacía ejercicio y que en uno de los pasillos había una foto enmarcada suya, de sus años de preparatoria, con su rostro sonriente de siempre y el cabello agachado porque ese día había jugado con todo el club a rociarse agua antes de que el entrenador los regañara.
También encontró algunas fotos del Karasuno, los demás miembros.
En la cocina, se disculpó mentalmente una vez más por usarla sin permiso, y bajo la corriente fresca de verano de la ventana entreabierta del acogedor hogar de Tobio que se metía entre sus piernas por sólo usar la playera, decidió que le calentaría un poco de leche a Tobio (y para él), recordando vagamente como después del sexo en la noche de su graduación, Kageyama le había traído una taza con leche caliente para calmarse.
Sonrió ante el recuerdo, volviendo a sentir esa calidez que antes de ese día le parecía tan ajena.
Fue despertado de su fantasía de golpe por el sonido de su teléfono en la habitación, Shoyo se puso alerta rápidamente y corrió hasta el lugar, encontrándose todavía tirado a Kageyama, medio dormido ahora por el sonido.
Hinata tenía sospechas de quién podía ser esa persona que le había marcado, y fueron ciertas por completo al observar el nombre de Atsumu Miya en primera plana.
Hinata contestó el teléfono, se lo pegó a la oreja, y Tobio a duras penas se enderezaba, completamente desnudo y observando por el rabillo del ojo como Shoyo salía de la habitación hacia la cocina usando sólo su camiseta deportiva.
—Sólo quería saber si todo estaba bien. —La voz del rubio al otro lado de la línea hizo a Shoyo apretar su teléfono, acercándose con cuidado hacia la estufa encendida con una cacerola con leche y no protestó cuando Kageyama se puso rápidamente sus pantalones cortos de su uniforme para seguirlo.
—Sé que te enojarás, pero te mentí —susurró Hinata en un tono de voz bajo, sintiendo los pasos descalzos de Kageyama al llegar por atrás y abrazarlo por la espalda, enredando sus brazos en su abdomen y acercándose para besar su mejilla derecha. Shoyo sonrió con levedad y se sintió querido cuando el adulto más alto se agachó para recargar su frente en su hombro—. No hay ninguna emergencia en mi familia, pero es cierto que no regresaré al departamento hasta mañana —confirmó con seguridad, alzando su mano ante el azabache que buscaba atención, alcanzando fácilmente los cabellos ajenos por la posición en la que estaba y comenzó a acariciarlo.
—Entonces, ¿dónde estás?
—Con Kageyama, quería ponerme al corriente con él —dijo de forma sutil lo que había pasado y lo que probablemente pasaría durante toda esa noche.
Y Atsumu guardó silencio por un buen rato.
—¿Me has mentido, Shoyo-kun? —La voz ajena parecía algo dolida por la mentira.
—Lo siento. —Fue lo único que susurró, indicándole a Tobio con un pequeño movimiento para hacerlo voltear a verlo y enseñarle con la mano que anteriormente le acariciaba la cabeza con señas para que sacara dos tazas.
Tobio entendió sorprendentemente los movimientos súper extraños de Hinata, y se alejó poco a poco de sus brazos. Cosas de personas que compartían la misma neurona, nada raro.
—Entonces, ¿mañana-...?
—Mañana iré al departamento, porque quiero hablar de nuestra relación. —Se sinceró, dando un diminuto suspiro y asintiendo cuando Tobio sacó dos tazas—. Hice algo que sé que no te gustara, y que tampoco estuvo bien.
El silencio volvió a inundar el ambiente, y Hinata no pudo evitar volver a sentirse protegido porque apenas las tazas se pusieron en la barra, cerca de la estufa, los brazos de Tobio volvieron a rodearlo.
—Mañana te esperaré entonces, Hinata... —respondió de manera seca, antes de colgar el teléfono con rapidez. Ni siquiera lo dejó contestar.
El sonido de la llamada finalizada hizo a Shoyo separar el aparato de su oreja y observó el número de Atsumu de color rojo. Sabía que sería más fácil dejar la relación ahí mismo, pero consideraba que lo mejor era hablarlo cara a cara.
—Estaba calentando un poco de leche —contó Shoyo con una media sonrisa inundado su cara, dejando el teléfono en la mesa y avanzando con Tobio pegado a él a la estufa—. Para que te sientas más tranquilo después del movimiento... —susurró, sintiendo los brazos ajenos alejarse, ya que Tobio corrió hasta un cajón cercano de su alacena para sacar un trapo y que éste no se quemara.
Hinata lo recibió con una sonrisa, y Tobio parecía feliz a pesar de que sus acciones no ayudaron mucho a demostrarlo. Pero estaba feliz, al ver a Shoyo con una sonrisa en sus labios sirviendo en las dos tazas la leche caliente.
¿Eso era un sueño?
—¿Qué quieres hacer ahora? —habló Hinata y Tobio regresó a tierra firme para contestar.
—Dormir contigo, abrazarte, besarte, comer juntos, salir a jugar voleibol y hacer la pulsada que prometimos antes del partido —comentó, acercándose lentamente a él y no pasando por alto como el de hebras naranjas tuvo un sobresalto al recordar lo de la pulsada.
Tobio esperó a que Shoyo dejara la cacerola vacía sobre la barra, antes de acercarse a él una vez más, rodeando su abdomen con sus brazos y asegurándose de que su boca llegara a la oreja ajena, golpeando su cálido aliento con el sensible oído de Shoyo.
Hinata se revolvió entre sus sentimientos, enrojeciendo con fuerza y correspondiendo el abrazo al sentir como un diminuto beso se posaba en el lóbulo de su oreja.
—Cuando dije que quería borrar todo rastro que Miya-san haya dejado en ti, también me refería a eso —contó sus planes, y Hinata sólo pudo sonreír con levedad.
El timbre de la casa de Sakusa sonó, y ciertamente éste no se esperaba verlo una noche llegando como si nada, porque existía la posibilidad de que Shoyo sospechara algo.
Sus encuentros siempre eran entre salidas ocasionales o después del partido. Para suerte de ambos, Shoyo parecía despistado o ajeno a lo que hacía Miya, por lo que nunca preguntaba nada o notaba nada extraño.
Sakusa se hizo a un lado para dejar pasar la figura coqueta de su amante, y Atsumu obedeció sin rechistar.
Todo había iniciado desde que en medio del sexo, Shoyo mencionó a Kageyama.
—¿Y Hinata?
—Llegará a casa mañana, hoy está ocupado con Tobio-kun —postuló, cerrando la puerta tras de sí, escondiendo al mundo su pequeño secreto. Sakusa entendió a qué se refería—. Tenemos toda la noche para nosotros —mencionó, antes de ponerle seguro a la puerta y dejarse guiar por Sakusa a la habitación.
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