Capítulo 9.
Ellen.
Sentía como la iluminación solamente estaba en mi rostro, era molesto y tedioso. Con la esperanza de que este desapareciera, decidí moverme de posición, en donde los rayos de luz no me dieran directamente en la cara. En busca de sueño, sentí como unos fuertes brazos me abrazaron por el pecho, y por alguna extraña sonreí. Poco a poco abrí los ojos, pero fue una pésima idea, sentí como el dolor me vino desde el pecho hasta la cabeza, haciendo que los volver a cerrar.
Extendí mi mano, hasta tocar un mueble que estaba a un lado de mí, los rayos de luz volvieron a darme en el rostro. Era extraño, ya que en los dormitorios no me daba la luz en el rostro; fue cuando caí en cuenta que no estaba en los dormitorios. No sé de donde tome la energía para sentarme de golpe, aguatando el insoportable dolor de cabeza que estaba cargando desde hace un par de horas.
Lo primero que vi, fue mi vestido tirado en el suelo de la habitación junto con mis zapatos de tacón, y a un lado se encontraba una camiseta negra y unos pantalones de mezclilla del mismo color. Mis ojos se desviaron de mi ropa hacia la habitación en donde me encontraba; la decoración era demasiado elegante como para encontrarme en un motel o incluso en las habitaciones del edificio en donde duermo. Había una puerta entreabierta, iluminando un poco la habitación, luego había otra puerta la cual estaba totalmente cerrada. La ventana en donde los rayos de sol entran estaba justo enfrente de mí, haciéndome entrecerrar los ojos.
Me miré el pecho, que por suerte traía la ropa interior puesta, pero lo que me en verdad me empezó a angustiar mas era la persona que estaba a un lado de mí. Saque mis piernas de la cama, y con mucho cuidado me puse de pie. Con cualquier ruido que haga, despertare a la persona que está durmiendo a mi costado, sabía que no podía irme así porque así, primero que nada necesitaba descubrir en dónde demonios estaba, pero antes tenía que descubrir con quien pase la noche, porque claramente no recuerdo más que Elliot me puso los cuernos. Rodeé la cama con tanto cuidado, que tuve que ponerme de puntillas para no arruinar esto. Un dolor se instaló en mi vientre cuando vi al chico que menos me esperaba a un lado de mí. Harold estaba tumbado boca abajo, durmiendo tranquilamente mientras que yo estoy a punto de vomitar.
Me coloqué las manos en la sien, intentando recordar que paso anoche, pero por todo el desastre que hay en la habitación hay algo que me está quedando muy claro. Tuve sexo con él, nuestra ropa esta tirada en el piso, y dormí con él. ¿Por qué demonios dormí con él? Quisiera golpearme la cabeza contra la pared un millón de veces en busca de cualquier recuerdo, tenía que recordar que ocurrió anoche, ¿por qué? ¿Por qué romper esa promesa que había hecho? Me quedé una eternidad de tiempo mirándolo con detalle, hasta que él abrió sus ojos de la nada, haciéndome saltar del susto.
—¡Maldición, Harold! —exclamé, colocando ambas manos en mi pecho.
Harold se sentó en la cama a la misma velocidad en la que yo lo hice. Su cabello castaño estaba hecho un desastre y aun así tenía que admitir que se veía demasiado atractivo. No traía puesta su camiseta, por lo que podía ver con claridad su pecho, sus bíceps no estaban tan remarcados como los de su hermano, o incluso como los de Elliot, pero era tan agradable verlo sin camisa. También pude ver múltiples de lunares en su pecho, junto con unas cuantas cicatrices. Tragué saliva con dificultad, y me hice a un lado, sólo para apartar la mirada de él.
—¿Qué paso anoche? —pregunté con la voz echa un hilo, no era capaz de mirarlo al rostro, tenía mucha vergüenza porque no era capaz de recordar lo que ocurrió.
Con la esperanza de que él me respondiera, sólo escuché un bufido que él soltó y una pequeña carcajada. Lo miré por encima del hombro, y luego giré mi cuerpo para mirarlo de frente.
—Anoche pasaron muchas cosas —respondió Harold, cuando dijo muchas cosas, él levantó las cejas y me dedicó una sonrisa perversa—. Una de las mejores noches de mi vida, créeme.
Abrí mi boca con impresión. Él pudo haberme tocado y como Harold sabe que olvido todo cuando estoy ebria, puede utilizar eso a su favor. Maldije en voz baja, sea lo que sea que ocurrió anoche, estoy demasiado arrepentida. Fue una estupidez haber bebido solo por olvidar al patético de Elliot, en serio.
—Dime que ocurrió —volví a insistir, sólo que esta vez con más presión en mi tono de voz.
Él salió de la cama, colocándose enfrente de mí, se puso las manos en sus caderas, no quise mirar más abajo por miedo de que este desnudo, o quien sabe, pero me intimidaba saber. Harold chasqueó los dedos y luego, se rio.
—Anoche te encontré en medio de la calle llorando como magdalena, luego me pediste, mejor dicho, imploraste que te llevará a un bar y lo hice —apenas va empezando y ya no quiero escuchar, pero solo asentí con la cabeza, indicándole que segara hablando—. Una vez que fuimos al bar, te peleaste con unos borrachos, y dejando muy en claro que eres feminista, tomaste, bailaste como loca y vomitaste en tu vestido —él señaló al vestido que estaba tirando en el suelo, ya desde aquí puedo ver una mancha blanca en la tela —, tuve que traerte a mi departamento para que durmieras, pero antes de que me dieras una respuesta, te desmayaste y te quedaste dormida en mi cama.
Sentí como una bolsa de aire se iba desinflando en mi pecho. Eso era alivio, un gran alivio al saber que no habíamos tenido sexo. Respiré.
—Así que...—sonreí, pero era una sonrisa forzada—. No tuvimos sexo.
Las palabras se escuchaban más tontas saliendo de mi boca que estarlas repasando un millón de veces en mi subconsciente. Harold soltó una carcajada y asintió.
—Ellen, créeme que si hubiéramos tenido sexo, tú lo recordarías perfectamente bien, cariño.
Puse los ojos en blanco, sólo de irritación.
—Deja de llamarme cariño, pareces un idiota.
—Pues debo de admitir que te ves demasiado sexi vestida de esa manera, es una bonita vista y apenas va iniciando el día.
No había comprendido lo que él había querido decir, hasta que se me cayó la cara de vergüenza. Estaba en ropa interior, en ropa interior enfrente de este idiota.
Como si mi vida dependiera de ello, le quité el edredón a la cama y me cubrí el cuerpo con este, al parecer a él le causa gracia mis desgracias humanas, porque en vez de sentir pena por mí se empieza a reír. Lo miré con cara de póquer, mientras que él levantó ambas manos en señal de rendimiento.
—Pudiste decirme que estaba en ropa interior, sabes.
Comenté irónicamente, sentía las mejillas calientes de solo imaginar que por diez minutos estuve solo en dos prendas de ropa enfrente de él, en un espacio tan pequeño como la de su habitación, creo que hoy no es mi día. Claramente no lo es.
—Lo sé —Harold asintió—, pero es más divertido verte sonrojada.
—No estoy sonrojada, idiota. Yo estoy roja de la cara, que es una cosa muy distinta.
Antes de que él pudiese responder mi absurdo comentario, escuché que un celular empezó a sonar, que es más que evidente que es el mío. Mi móvil estaba encima del pequeño mueble que estaba del lado en el que yo había estado dormida toda la noche. Pase a un lado de Harold, sin importar que lo haya empujado, caminé hacia mi móvil, el cual tenía más que treinta llamadas perdidas y alrededor de veinte mensajes. Nada me había sacado de lo normal hasta que vi la hora. Eran las siete y media de la mañana.
—¡Mierda! —grité, mirando a Harold—. ¡Mierda, mierda, mierda!
—¿Ahora qué? —preguntó él.
—Ya casi son las ocho, mi primera clase empieza a las ocho quince, carajo —me quite el edredón del cuerpo y rápidamente empecé a recoger mis cosas, las cuales estaban regadas en todo el suelo; aunque me vaya ahora mismo, no me dará tiempo para ducharme o al menos cambiarme. Genial, primer día me iré toda informal. Por encima del hombro, miré a Harold, el cual se veía muy relajado, como si no le importara, bufé—. ¿Quieres hacerle un favor al mundo y puedes llevarme a los dormitorios? No tengo ni idea de donde estamos y entro en menos de media hora, Harold, debes ayudarme. Muy apenas me dará tiempo de recoger mis cosas, maldición.
—Puedes ducharte aquí, te presto una de mis camisas y te llevo, solo hazlo que de solo verte me da dolor de cabeza.
Aunque esa no es una mala idea, el problema es que si todavía esta Helen ahí, me hará muchas preguntas sobre que me ocurrió anoche o porque no he contestado sus llamadas y mensajes; pero sin importar, tenía que hacerle caso a Harold, solo así voy a poder llegar a tiempo. Harold sacó una camiseta blanca de su armario y me la lanzó, que por suerte la logré tomarla antes de que cayera al suelo.
—Puedes utilizar mi baño, yo me ducharé en el de habitaciones para invitados.
Asentí, caminé a toda prisa al baño, pero antes de entrar me detuve en seco y lo miré frunciendo el ceño.
—Si tienes un baño y habitación para invitados, ¿por qué dormí aquí o tu porque aquí? ¿Por qué compartir la cama conmigo?
Harold se encogió de hombros —: Mi cama es cómoda, no pensaba dormir en una habitación para invitados. Y si dormiste aquí fue porque dijiste que no querías estar sola, por eso no te deje sola.
Dicho eso, Harold salió de la habitación, dejándome con una gran duda en mi cabeza.
Quince minutos antes de que tocara el primer timbre para mi primer día de clases, Harold y yo llegamos a los dormitorios, en donde todavía había alumnos que apenas se dirigían hacia el instituto. Tenía que salir corriendo de aquí hacia el segundo piso para que no me vean en cansancillos, lástima que Harold no tenía unos pantalones para que me los pusiera y no haya podido perder mi dignidad en menos de cinco minutos. Él me aseguró que me esperaría por lo que me da alrededor de cinco minutos para subir, cambiarme de ropa, tomar mi mochila y regresar. Sin importar las miradas divertidas y perversas de mis compañeros y compañeras del edificio, salí corriendo del Ford hacia los dormitorios, ignorando cualquier tipo de chiflido, cumplido, carcajada o comentario que estaban dando mis compañeros. Corrí a toda prisa, hasta que llegue a mi habitación.
Pegué mi frente en la puerta, respirando con dificultad y preguntándome « ¿Cuántas personas me vieron?» « ¿Quince? ¿Veinte, quizás...?»
—¿Ellen?
La voz de Helen me sacó de mis pensamientos. Al girarme, me la encontré encima de su cama, con cara de susto al verme en estas circunstancias. La saludé con la mano, sin saber que decirle.
—¿Puedo saber en dónde carajos andabas o al menos por qué no respondiste mis llamadas?
Suspiré, era una larga historia, en la cual su novio estaba incluido. Técnicamente no le iba a decir que pase la noche con Harold en su departamento, ni mucho menos que dormí en su cama.
—¿Qué no tienes clase? —pregunté, cambiando de tema.
—Tengo tiempo, responde, ¿en dónde estabas?
Caminé hacia dirección a mi cama para dejar mis cosas y tomar mi mochila ya preparada para mi primer día de clases. Sabía que Helen tenía muchas dudas sobre que ocurrió anoche, pero muy apenas yo sé la mitad de las cosas que ocurrieron.
—Me quedé en casa de una chica que conocí anoche, relájate.
—¿Relajarme? No dormí toda la noche porque mi hermana menor andaba en una ciudad que no conoce sola, ¿Qué me relaje, Ellen Camille Colin?
Puse los ojos en blanco, y me alegro que Helen no me haya visto, de lo contrario me hubiera aniquilado.
—Oye, dentro de muy poco seré mayor de edad, por lo que no tengo porque darte explicaciones de donde o con quien paso la maldita noche, hermana.
—¿Por qué actúas como una perra? —mi boca se había abierto tanto que dolió. Volteo a ver a Helen y frunzo el ceño—. Oye, sé que lo de Elliot te está matando, pero tienes que vivir con ello.
—¿Vivir con ello? —repetí las mismas palabras estúpidas que ella había dicho, no puede ser que este siendo tan fría y seca conmigo—. Helen, mi novio me puso los cuernos con unas de tus amigas, ¿vivir con ello? Por Dios, no seas una perra conmigo.
Mi hermana bufó —: Ellen, tú no eres así, Elliot no vale la pena, así de simple. Te amo, créeme que te amo, pero quizás él no tiene la culpa de todo...
¿Qué acababa de decir? No sé si lo escuché bien, o quizás no entendí, pero ¿Helen defendiendo a Elliot? No, eso no es común.
—¿Por qué razón lo estas defendiendo? —pregunté—. Tú ni siquiera lo conocías, dime por qué defenderlo.
Helen se quedó callada, sus ojos se habían cerrado por completo y podía notar cuán tensa se había puesto. Ahora que lo estoy pensando, Harold lo sabía y no me lo dijo porque no era su problema, pero si Helen lo sabría, ella si me lo hubiese contado, ¿cierto?
—Dime por favor que tu no lo sabias, Helen. Dime que tu no lo sabias.
El silencio lo decía todo. Cuando abrió sus ojos, la culpabilidad se trasparentaba en ellos. Abrí mi boca en una enorme O, dispuesta a decir cualquier cosa, al menos para gritarle o preguntarle la razón por la cual me lo ha estado ocultando todo este tiempo, pero no iba a desperdiciar mi tiempo hablando con ella. Los jeans que llevaba anoche puestos todavía estaban en mi cama, por lo que simplemente me los puse sin más. Tomé mis converse blancos en una mano y en la otra tome mi mochila.
—Ellen, por Dios, déjame explicártelo...
—¿Explicarme que, Helen? Tú y Elliot me han visto la cara de estúpida, pensé que éramos hermanas.
—¡Y lo somos!
—No —negué rápidamente, alejándome cada vez más de ella—. Las hermanas no se apuñalan por la espalda, Helen.
Sin esperar su respuesta, salí sin más. El Ford negro de Harold estaba estacionado en el mismo lugar en el que estaba diez minutos atrás. Me subí en el haciendo de copiloto sin decir nada, simplemente me dispuse a ponerme los converse y quedarme en silencio. Mi corazón estaba roto y quería tragarme las lágrimas, pero sin que Harold se diera cuenta, me las seque para no preocuparlo más de lo que posiblemente lo esté por mí.
Habíamos llegado a la universidad dos minutos antes de que tocara el primer timbre. Ni siquiera me moleste en darle las gracias por el gran favor que me había hecho por esta mañana o haberme detenido a mi casillero para meter los libros que no me corresponden, simplemente me fui al salón número 5, en donde mi primer clase es psicología, primeras etapas.
Había estado distraída todo el día, había fantaseado con este día por los últimos seis años de mi vida, planeado que sería el día perfecto, pero fue lo contrario a todo ello. Fue el peor día de mi vida. Con cada timbre que daba, me daba un paro cardíaco por miedo de encontrarme por casualidad a Elliot o a Helen. Ellos dos son las personas que menos quiero ver en mi vida, ¿cómo Helen pudo hacerme eso? Somos hermanas, las hermanas no se apuñalan por la espalda, pero al parecer a Helen debió olvidar eso último, porque ella es la chica que más daño me ha hecho en estos últimos meses, pensé que la última persona sería Jess, pero que equivocada estaba.
No salí al receso, preferí quedarme en la biblioteca de la universidad leyendo o haciendo cualquier cosa, simplemente no quería ver a nadie, solo por medio de ponerme a llorar enfrente de todos mis compañeros. Ya había perdido la dignidad anoche, con el espectáculo que Elliot, su amante y yo habíamos hecho.
Las horas fueron transcurriendo como si fueran una eternidad, hasta que llego la última hora. Biología y las partes del cuerpo humano, en el salón número 7, el cual estaba hasta el segundo piso en donde están todos los salones de segundo y tercer año. Creo que he tenido suerte, ya que no me he encontrado con ningún rostro conocido. El salón de bilogía estaba justo enfrente de mí, sin importar las miradas de mis compañeros por mi aspecto terrible, entre al aula y me senté en el primer pupitre vacío que encontré. Un par de ojos azules, encontraron por la puerta hacia dentro del aula, Drake al verme sonrió ampliamente y camino hacia mi dirección. «Genial... » pensé.
—Ellen, ¡qué casualidad! —exclamó él, sonriendo.
Lo miré y sonreí de igual manera.
—¿Qué estás haciendo aquí? Se supone que estas en tercero.
—Sí —él asintió con la cabeza—, pero digamos que alguien reprobó y tiene que tomar esta clase con el profesor Rodriguez, él me odia, para ser sincero —Drake se acarició la nuca—. ¿Puedo sentarme junto a ti? Me aterra la idea de estar con niños de primero.
Rodeo los ojos al cielo y me hago a un lado, solo para que él se calle de una buena vez.
—Pues ahora estas en un grupo de primero porque el niño deportista dejó una materia —saque mi labio inferior—. Vaya lastima.
—Oye —Drake me dio un codazo en el abdomen jugando—. Estas de buen humor, después de lo que ocurrió con...
Drake guardó silencio al ver mi reacción. No quería escuchar su nombre, ni mucho menos el de mi supuesta hermana. Todavía estoy molesta con ella y dudo demasiado que ese enojo desaparezca de un día para el otro. Sonreí, sólo para demostrar que estoy bien.
—Descuida, sonreí solo para que las demás personas piensen que estoy bien, pero realmente lo estoy. Sólo estoy confundida, eso es todo.
—Elliot es una mierda de persona, sabes —Drake me volvió a dar un codazo, solo que esta vez no sonreí ni me reí, me había puesto seria por alguna razón—. Te juro que me dan unas ganas de romperle la cara porque ningún hombre debería engañar a su novia, ni mucho menos si tienen un gran corazón como tú, Ellen.
Estaba al borde de las lágrimas cuando el profesor llegó. Me las seque con el dorso de la mano y puse atención.
Drake se había ofrecido a traerme a los dormitorios, inclusive habíamos quedado para hacer tarea o estudiar después de clases. No se me hacia una mala idea tener una amistad con él, y espero que a Harold no le importe, porque por alguna razón Harold se estaba convirtiendo más que en un desconocido, quizá en un amigo. Cuando llegue a la habitación, me alegre y fue un alivio para mí no haber visto a Helen, no tenía ganas de hablar con ella ya que esa platica se convertiría en una pelea sin final.
Deje mi mochila en cama y me acerqué a mi armario para cambiarme de ropa, tenía que regresarle la camisa a Harold, era incomodo andar con ella por toda la universidad y teniendo en cuenta que mi sostén es notable con esta puesta; saque una playera negra de mangas cortas junto con un pesquero color caqui. Escuché que tocaron la puerta, la primera persona que se me vino en mente fue Harold, pidiéndome su camiseta, dejé mi ropa en cama y fui hasta la puerta para abrirla.
—Ya sé, quieres tu camisa... —guardé silencio al ver la persona que estaba enfrente de mí, por un momento pensé que era Harold, pero era todo lo contrario. Era Elliot. Mi corazón empezó a latir con tanta fuerza que me empezó a doler el pecho, él traía un ramo de flores en su mano derecha mientras que en la otra una caja de chocolates, bufé con desesperación—. ¿Tú que estás haciendo aquí? —pregunto de mala gana.
Elliot me miró, sus ojos estaban inyectados de sangre y tenía el labio partido, aunque a juzgar por su apariencia, pude darme cuenta que estaba peor que yo, y aunque este mal, me alegre por ello.
—Ellen Camille Colin.
Me crucé de brazos y levanté la barbilla —: Dime.
—He cometido un millón de errores, lo admito, y quizá sea una mierda de persona por haberte engañado, y sé, sé que me equivoque, por eso he venido aquí para decirle lo cuán arrepentido que estoy por haberte engañado de esa manera. Porque yo realmente te amo, Ellen, te amo.
Me quedé observándolo por varios segundos. No podía creer que él esté haciendo todo esto, era increíble y ridículo al mismo tiempo.
Ladeo mi cabeza y lo miré con cautela, extendí mis brazos para tomar los obsequios que él había traído para mí. Una gran sonrisa se formó en su rostro al ver que las haya aceptado, pero esa sonrisa desapareció cuando abrí la caja de los chocolates y los arroje al suelo.
—Si realmente fueras mi novio, hubieras sabido que los chocolates no me gustan porque me dan alergia —dije con ironía—. Y las flores —las miré con el ceño fruncido—. Odio las flores, es lo más cliché que un chico puede regalarle a una chica después de haberse metido con la más puta de la escuela. Y si crees por un momento que te voy a perdonar, estas muy equivocado, quiero que ahora mismo te vayas y espero que sea para siempre, Elliot.
—Habíamos prometido que lo nuestro sería para siempre.
Estaba a punto de cerrarle la cara cuando él dijo eso. Mis ojos se me llenaron de lágrimas y cuando estaba a punto de ponerme a llorar me di cuenta que él no tenía ningún derecho en decir aquello.
—Lo nuestro si iba a hacer para siempre, pero fuiste tú quien rompió esa promesa.
—¿No me vas a dejar hablar? Estoy muy arrepentido, Helen me dijo que con esto me ibas a perdonar...
—¿Helen? —lo interrumpí negando con la cabeza—. ¿Ella te dijo que hicieras este circo para mí?
Elliot asintió con la cabeza. No quería seguir escuchando; con todas mis fuerzas, lo aparte de la puerta y la cerré en sus narices. Todavía no comprendía porque razón Helen estaba ayudando al estúpido de Elliot, ni siquiera le caía bien, ¿por qué ayudarlo? ¿Por qué cubrirlo? No tenía ningún sentido para ser sincera, no me cabía porque tiene que apoyarlo más a un conocido que a su propia hermana. También había otra cosa, y es que, no quiero estar aquí. No quiero estar cerca de Helen ni de Elliot. Tengo dinero suficiente como para irme a un motel y quedarme unos días hasta encontrar una solución, pero por el momento, no quiero estar con ella. Tomé mi maleta, la cual estaba a un lado de mi cama y la abrí.
La puerta de la habitación se abrió bruscamente, Helen entró echa una furia y se fue directamente hacia su cama, no le preste mucha atención por estar guardando mis últimas cosas, pero pude ver que su maquillaje estaba escurrido y tenía los ojos cristalinos. Helen me miró.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Sabes, había planeado por más de seis años que nos mudaríamos a un departamento cerca del muelle, que solo seriamos tú y yo contra el mundo, Helen, pero me dolió demasiado que me hayas ocultado lo de Elliot y no solo eso, sino que también le das consejos para reconciliarme con él.
—Ellen...
—No puedo estar viviendo con una traidora como tú, Helen, no soporto que mi hermana me haya apuñalado por la espalda. Tal vez lo puedo entender por Elliot, pero ¿por ti? No.
—Ellen, si no te lo dije es porque Elliot me estuvo chantajeando con algo.
Me detuve en seco, la miré por encima del hombro y fruncí el ceño, en esperanza de que me lo contara, al fin que al cabo me iría de aquí de todas maneras. Helen negó con la cabeza y enterró su cabeza en sus manos.
—¿Por qué Elliot te estuvo chantajeando, Helen?
—Hace un par de meses, Harold y yo tuvimos una pelea muy fuerte. Llegue a pensar que terminaríamos para siempre, porque él se fue sin más. Sus padres todavía estaban separados, por lo que se me hizo sencillo ir a buscarlo en su casa —Helen guardó silencio por un momento, hasta que sacó todo el aire que había inhalado y me miró—. Drake fue quien me abrió, él al parecer estaba solo en la casa y me invitó a pasar para que esperara a Harold. Drake nunca me había agradado porque sabía cómo era, mejor dicho como es. Yo le conté que había pasado con Harold, ni siquiera puedo recordar porque razón discutimos aquella vez. Drake y yo decidimos beber para así calmar el ambiente incomodo que habíamos instalado, ambos bebidos y nos estábamos divirtiendo. Entonces... —ella volvió a callarse, y entonces comprendí que había pasado—. Drake se había comportado muy cariñoso conmigo e incluso era amable, simplemente paso.
»Lo besé y cuando quise detenerlo, era demasiado tarde. Habíamos terminado en su cama, ambos estábamos ebrios, pero incluso pudimos habernos detenido, pero no lo hicimos. Yo no sabía que Elliot iría a la casa de Harold por un estúpido trabajo de la escuela, y nos vio a Drake y a mí en la cama. Unas semanas después fue cuando me enteré que él te puso los cuernos y cuando estaba a punto de decírtelo, él me dijo que si te lo decía, le diría a Harold que me había acostado con su hermano.
—¿Te importo más tu relación que tu hermana?
Helen extendió sus brazos y las lágrimas quemaron sus ojos.
—Una persona que está enamorada haría todo lo que sea por la persona que ama, lamento pensar primero en mi relación amorosa que en ti hermana, no seas egoísta.
Solté una carcajada amarga y la miré, sin poder creerme lo que acababa de decirme.
—¿Amar a una persona? No seas ridícula, Helen. Si tú hubieras amado a Harold, jamás te hubieras metido con su hermano. ¿Acaso sabias que no es la primera vez? Drake ya le había bajado la novia a él, dime que al menos Harold ya lo sabe.
—Elliot se lo dijo —cerré mis ojos—. Lamento haber sido una mala hermana, Ellen.
—Solo cállate, ¿quieres?
Sin agregar nada más, tomé mis maletas y salí de la habitación. Tenía que buscar a una persona, solo porque esa persona que comprendería como es que me siento.
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