Capítulo 27.
Ellen.
Podía sentirme como antes. Algo mejorada, quizás.
Nunca antes había sentido como mi pecho se inflaba y desinflaba con alivio, era una sensación tan especial que hacía que me quedara con ganas de más y más, cada minutos que transcendía, parecía una eternidad, quizás.
Era todo lo que siempre había querido y soñado. No podía ni siquiera asimilar lo que estaba ocurriendo en estos momentos, pero cada minuto vale realmente la pena; era la primera vez que realmente sentía los labios de Harold encima de los míos, quizá la primera vez que nos besamos, mejor dicho, cuando el me robó un beso aquella noche en la que él estaba mal, no fue un beso que disfrute. Fue tan rápido que muy apenas me di cuenta de lo que había ocurrido, en cambio, esta vez es como si fuésemos una misma persona.
La tensión sexual entre Harold y mía era excesiva, sin embargo ninguno de los dos podía separar nuestros labios, es como si nuestras vidas dependieran de eso, y aunque sabía que esto es lo peor que podría hacer, no podía detenerme.
Mientras los minutos iban avanzando, nuestros besos eran más y más intensos, más llenos de salvajismo y deseo, porque es eso lo que estoy sintiendo ahora mismo por Harold: deseo.
No tenía la menor idea de cuánto tiempo seguíamos en la misma posición, pero hubo un momento en el que nos tuvimos que separar para poder recuperar el aliento. Yo tenis mis ojos cerrados, respirando con dificultad, podía sentir la respiración pesada de Harold, la cual me estaba golpeando el pecho desnudo; por un momento quise ser una chica que fuese atrevida, que no le importase lo que pasaría al día siguiente, pero no podía fingir una persona que no era. Estaba aterrada.
No sabía que pasaría el siguiente día, no sabía que significaba este beso, ni mucho menos sabía que es lo que realmente estaba sintiendo por Harold. Es demasiado obvio que todavía tengo sentimientos encontradas hacia ell, y quizá nunca se percató de ellos, pero con este beso, las cosas entre ambos cambiarían.
Podía escuchar mi corazón latir dentro de mi pecho, y estaba casi segura de que Harold podía escucharlos de igual manera. Suspiré con intranquilidad y abrí mis ojos; mi pecho volvió a inflarse cuando vi que Harold aún mantenía sus ojos cerrados, sus labios estaban entrecerrados y sus mejillas estaban sonrojadas.
Hubo un momento en el que me encontraba bajo presión, que no sabía que hacer o que decir, por lo que preferí quedarme quieta, sin decir nada y sin hacer nada.
Sus ojos se habían abierto al fin, encontrando mi mirada por unos cuantos segundos, hasta que tuve que desviarla para no sentirme tan avergonzada e intimidada por lo que había pasado anteriormente. ¿Pero qué demonios acabamos de hacer?
—¿Dónde has estado?
Su voz estaba ronca, algo áspera. Estuve mirándolo por un momento, intentando comprender sus palabras. Era difícil estar pensando con claridad en estos momentos: estaba pasmada.
—Yo...—intenté apartarme de él, pero Harold me tenía entre sus brazos, impidiéndome su escape—. L-Lo lamento...no sé... —tragué saliva, intentando hablar sin que mi voz rota fuese tan notable—. No sé qué paso...
—No digas que lo sientes, carajo —me encogí debido a su respuesta, sin embargo, Harold acaricio mi mejilla con su dedo pulgar, haciéndome encoger a un mas—. No quiero que digas que lo sientes, me haces pensar que no quisiste besarme en primer lugar.
Estaba aterrorizada. No podía pensar en otra cosa que no sea en Drake. ¿Cómo va a reaccionar? ¿Me odiara? Claro que lo hará.
Quería irme y decirle que no se había significado nada para mi ese beso, pero había sido un beso tan real que aunque se lo jure por Dios, no me iba a creer. Jamás había besado a nadie de aquella manera y nunca antes alguien me había besado de la misma manera en la que Harold me había besado. Me consumió.
—Tengo que volver con Summer...—le susurré, demasiado alarmada por alejarme de él.
Harold, por otra parte, se veía muy tranquilo, como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Pero estaba casi segura de que ese beso se había significado el mundo entero para él...como lo fue para mí.
—Ella no te necesita, Ellen —por supuesto que lo sabía—. Quédate conmigo.
—Drake y yo...
—No pienses en él —se acercó a mis labios, rozando los suyos contra los míos suavemente—. Solo éramos tú y yo cuando nos besamos, no quiero que pienses en él hoy, Ellen.
Era difícil no pensar en Drake. ¡Lo había engañado! Y con su hermano, quizás no le moleste tanto que haya sido con Harold, pero sí que me haya besado con alguien más. Jamás había engañado a uno de mis novios, jamás. Y me sentía de la patada, ni siquiera era capaz de imaginar nuevamente el beso que nos habíamos dado, sólo porque me da vergüenza.
—Te propongo algo, Ellen.
Mis ojos se cruzaron por una fracción de segundo, hasta que asentí, un poco intimidada, pero asentí porque quería saber qué es lo que me iba a proponer.
—Pasa esta noche conmigo. Ya tú decides si quieres volver con Drake o quieres estar conmigo, ¿ok?
—¿Pasar la noche contigo...? —pregunto, relamiéndome los labios.
—Sí —Harold asintió rápidamente—. Quiero que tengamos una cita, una cita para que me conozcas de verdad y para que yo te conozca como realmente eres, ¿bien? Si permaneces hasta las ocho de la mañana conmigo, te mostraré mi tatuaje.
Admitía que era una oferta demasiada provocadora. No solo porque quería ver su tatuaje, sino porque quería pasar con él hasta el día siguiente: cosas como estas me refiero.
Pero tampoco podía sacarme de la cabeza a Drake. No se va alegrar cuando descubra que me pase la noche entera con su hermano, y mucho menos que nos hayamos besado, pero algo dentro de mí me decía que aceptara lo que Harold me había propuesto. Si le había dado la oportunidad a Drake, ¿por qué a Harold no?
—Nada de besos, Harold —le advertí, señalándolo con el dedo índice—. Nada de cumplidos ni nada de ser cariñosos, solo quiero conocerte.
Él se me quedó mirando por un momento.
No podía creer que este aceptando tal cosa. ¿Quién lo diría? Quién diría que estoy totalmente confundida entre Drake y Harold.
—Trato hecho, Ellen.
Harold finalmente se separó de mí, haciendo que mi pecho empezara a tranquilizarse; antes de que yo también me alejara de él, le eche una rápida mirada hacia la puerta que me da de regreso al antro, pero tuve que volver a mirar a Harold antes de que me arrepiente nuevamente. Corrimos el estacionamiento, ambos juntos, aunque estábamos tomando distancia entre ambos, no podíamos dejar de mirarnos.
Su Ford estaba estacionado perfectamente bien al finalizar del estacionamiento, mejor dicho en la última fila. Era extraño volver a subirme a su Ford. Tenía una eternidad de tiempo sin subirme en él, que, a decir verdad lo extrañaba.
—¿Adónde me llevaras, Harold? —le pregunté, una vez que me subí al Ford en el asiento de pasajero. Pase el cinturón de seguridad por mi cintura.
Harold por otro lado, se queda en silencio mientras se sube en su asiento, simplemente me echa una rápida mirada y sonreí con ironía, haciendo que se me revuelva el estómago por una fracción de segundo.
Harold había conducido por más de media hora. Las calles de Los Ángeles estaban desiertas, y eso que apenas seria medianoche. Miré con inseguridad a Harold, ya que él no había hablado desde que salimos del estacionamiento de aquel antro. Por un momento me estaba arrepintiendo de haber asistido a esto con él, pero ¿qué más podía hacer? No tenía ni idea de donde estábamos, pero Harold sabe lo que hace.
Mi celular no había dejado de vibrar, algunas de aquellas llamadas eran de Summer, pero otras eran de Drake, haciendo que me quisiera comer viva solo por la angustia que sentía dentro de mi pecho. Quería decirle a Summer que estaba bien e incluso que estaba con Harold, pero sé que si se lo digo, ella se lo dirá a Drake y eso es lo menos que quiero, que él se entere.
—Ya casi llegamos.
Giré rápidamente al escuchar las palabras que habían salido de los labios de Harold. Como lo había dicho anteriormente, él no había hablado el todo el trayecto hacia aquí, y me sorprende que ya lo esté haciendo. Suspiré.
—¿No piensas decirme en dónde estamos?
Harold sonrió un poco y me miró con el rabillo del ojo.
—Te he traído a la playa de Venice. Creo que necesitas cambiar un poco Santa Mónica.
Lo miré con el ceño fruncido —: Amo Santa Mónica, y lo sabes.
Él volvió a mirarme, esta vez con una sonrisa burlona. Le di un empujón en el hombro y me deje caer en el asiento de piel, resoplando un poco. A decir verdad, todo el trayecto había sido aburrido, ya que no habíamos compartido ni una sola palabra ni mucho menos, unas miradas picaronas, Harold estaba tan concentrado en la carretera mientras que yo estaba concentrada en no hablar con él.
Poco a poco, pude empezar a escuchar las olas del mar chocando con las piedras. Mi vista se fue rápidamente hacia lo que había fuera del auto. Podía ver mi reflejo por la ventana y mis ojos estaban brillando, impresionados de ver la playa. Sabía porque Harold me había traído hasta aquí: él sabía que quería conocer más partes de Los Ángeles y es justo lo que está haciendo.
—¿Quieres que nos metamos al mar? —no pude evitar preguntar aquel punto.
Él negó rápidamente, quitándome un pequeño peso de encima.
—Te pienso llevar a comer tacos.
Mi ceño se frunció, nuevamente y lo miré con expresión burlona.
—¿Tacos? —pregunté.
—Ay, no me digas que no te gusta la comida mexicana, Ellen.
—Claro que me gusta, pero ¿venir a comer tacos? ¿Condujiste hasta Venice por tacos?
Harold asintió con la cabeza, colocando una de sus manos encima de mi muslo. Su sonrisa se agrando y me miró por un momento.
—Creo que no podrás huir de mí, por eso te he traído hasta aquí.
Y eso hizo que me quedara en silencio, esperando con desesperación poder bajar de este auto. Las piernas me dolían, no era por estar aquí dentro por más de media hora, sino por los incomodos zapatos de tacón que me había prestado Summer. Era lindos, sí, pero eran demasiados altos y era una verdadera tortura tenerlos puestos.
—¿Te encuentras bien? —desvié la mirada hacia Harold—. Te ves muy tensa.
Asentí.
—Los exámenes me habían estado matado.
—¿Nada más los exámenes? —él pregunta, levantando los cejas.
Me mordisqueé la comisura de mi labio y lo miré con detalle.
—¿Qué quieres decir?
—¿Yo? —negó con la cabeza—. Nada, ¿tu?
—Tampoco.
—¿No me extrañaste?
—No deberías preguntar cosas que ya sabes cuál es su respuesta, Harold.
Los hoyuelos en sus mejillas se remarcaron, haciendo que por un momento de debilidad, mi dedo índice lo acariciara, dejándome helada por un momento. Cuando finalmente reaccione, aparte la mano de su mejilla y tragué saliva.
—No sé porque hice eso —murmuré, intentando no sonar como una ridícula.
—Puedes hacerlo cuando gustes —su mano, la cual estaba encima de mi muslo, acaricio mi mano, haciendo que esta se entrelazara con la suya. Casi muero por aquella acción—. Me gustas de aquella manera.
Mi corazón se contrajo por un momento, haciéndome que mis ojos se abrieran con rapidez. No tenía palabras para describir lo que estaba sintiendo por dentro. Estaba en un maldito dilema, maldición.
—Hemos llegado, tienes hambre ¿cierto?
Asentí, quizás sean más de las once de la noche, pero no había comido gran cosa en todo el día, y lo que más quiero es comer en estos momentos. Cuando salí del Ford, me reuní con Harold y sin saber muy bien que hacer, tome su mano. Me sentía algo incomoda por estar vestida como una payasa solo para ir a comer tacos, pero con Harold a mi lado, me sentía un poco más segura de mi misma.
Aunque eran más de las once de la noche, el restaurante estaba un poco lleno; cuando entramos localizamos una mesa para dos. El restaurante no era ni muy grande pero tampoco era muy pequeño, tenía un toque antiguo debido a la manera en la que las meseras iban vestidas, llevaban una falda negra de ceda, la cual les llegaba hasta debajo de la rodilla, y una playera de botones blanca junto con una corbata azul. Admitía que se veía muy bien para ser un simple restaurante.
Harold se sentó enfrente de mí, no sin antes ayudarme a sentarme en la silla, gesto que agradecí por los tacones, la carta del menú estaba justo enfrene de nosotros, así que tome uno para revisar que había, aunque claro, iba a comer tacos solo porque Harold quiere comerlos.
—Así que...—me reí—. Tacos.
Él bajo la carta de menú y me miró con diversión.
—No me digas que eres de esas chicas que piden ensaladas —su frente se arrugo—. Actúa natural, Ellen. Esto no es nada formal, te he traído a un restaurante común y corriente.
—¿Por qué?
—Porque quiero que te sientas cómoda, por eso.
Harold se había ganado un punto por eso, ya que era algo en lo que me sentía demasiado bien: este lugar era cómodo o a mí me hacía sentir así.
Nunca me ha gustado arreglarme para tener una cita en un restaurante en donde las personas te miran mal porque tu vestido es de la temporada pasada, en cambio aquí nadie se percata de nuestra presencia. Es como si fuésemos invisibles y eso es algo que me gustaba demasiado.
Una mesera se nos acercó, ella nos doblaba la edad y era rubia.
—¿Ya saben que van a pedir?
—Yo quiero tacos y una cerveza —respondió Harold, y luego me miró—. ¿Quieres tu ensalada?
Sonreí con malicia y miré a la mesera.
—Quiero lo mismo, gracias.
La sonrisa del chico se agrando.
—¿Cuál es tu película preferida?
Harold y yo llevábamos más de cuarenta minutos en el restaurante. Cada quien ya había terminado con su comida y solo estábamos esperando la cuenta, la cual ya se había demorado mucho, pero no nos importaba. Estábamos teniendo una cita, y quizá no sea una típica cita que toda chica desea tener, esta es diferente, quizás, pero era única de alguna manera.
—Dumbo.
Miré a Harold con cara de horror y no aguante la risa por mucho tiempo.
—¿Dumbo? —sacudí la cabeza con desaprobación—. Pensé que dirías otra, yo que sé.
—Yo no digo nada ya que a ti te gusta Crepúsculo —sus ojos se pusieron en blanco, haciendo que mi boca se abriera con indignación.
—¡No tiene nada de malo!
—¡Claro que sí! —musitó, haciéndome negar con ingenuidad—. Ya me imagino a una Ellen de diez años, teniendo fantasías sexuales con un vampiro que nunca existirá.
Levanté ambas manos al aire, intentando silenciarlo, pero sabía que seguiría fastidiándome con eso.
—¡Bueno, ya! —exclamo, clavándole la mirada con determinación—. Tu canción preferida.
Harold tomó la botella de cerveza que tenía enfrente de él y bebió un trago. Se quedó mirando hacia el techo por unos segundos hasta que se encogió de hombros.
—I want to hold your hand de The Beatles.
Asentí con la cabeza.
—¿La tuya? —preguntó.
—No suelo escuchar música clásica, así que la canción con la que he estado obsesionada por un tiempo, es Without You de Oh Wonder.
—Cántame una parte de la canción, no la conozco.
Mi ceño se frunció ligeramente, hasta que negué con la cabeza.
—Yo no canto —me reí.
—¿Y?
—No pienso cantarte —musité.
—¡Maldita sea!
Nos quedamos en silencio por un momento, intercambiando miradas.
Por un momento había olvidado que esto era una cita. Es como si estuviera con Harold como de costumbre. Compartiendo bromas, conociéndonos más, pero en cierta parte no era así, ya que tenía que elegir entre él y Drake. Y no tenía ni idea de que hacer. Por un momento desee en tener a Helen a mi lado, sé que ella me hubiera dado un consejo, pero ¿puedo confiar en ella? Sabía que no podíamos estar molestas para siempre y de todas maneras, tengo que perdonarla por todo el daño que me hizo. Ella es mi hermana.
—Ya tardaron mucho con la cuenta —le comenté a Harold, en busca de la mesera que nos había estado atendiendo.
—Ellen —Harold me miró—. ¿Puedes decirme la hora y la fecha?
Asentí rápidamente. Saque mi celular de mi bolso de mi mano y lo encendí. Lo había apagado por las múltiples llamadas y mensajes que tenia de Drake y Summer. Me iba a dar algo peor que la migraña si seguía escuchando mi celular sonar por ellos dos; cuando finalmente encendió mi celular, volví a mirar a Harold.
—Doce con cinco minutos y es diecisiete de septiembre.
El chico asintió con la cabeza, sonriendo cada vez más. Mis ojos se desviaron de él hacia la mesera que venía hacia nuestra dirección, ella llevaba un pastel entre sus manos y había velas encendidas en esta. Volví a mirar a Harold, el cual ahora se encontraba a mi lado.
—Por cierto —sus dientes rozaron ligeramente en mi lóbulo, haciéndome encoger—. Feliz cumpleaños, Ellen.
Lo miro con la boca muy abierta.
Esto tenía que ser una broma...
La mesera dejó el pastel justo enfrente de mí y de la nada, las luces se apagaron. Lo único que me permitía seguir viendo a Harold, era la iluminación por las velas que estaban encendidas; había varias personas a mi alrededor, haciendo que me empezara a sentir nerviosa, pero el nerviosismo desapareció cuando sentí la cálida mano de Harold encima de la mía. Él se había puesto en cuclillas para alcanzar mi vuelo y me miró con una sonrisa.
Las personas que estaban dentro del restaurante, empezaron a cantarme junto con Harold. Yo seguía con la boca bien abierta, sin saber cómo había hecho todo esto. No creo que sea una coincidencia, él lo había planeado todo, no sé de qué manera o como lo hizo, pero lo había organizado todo él.
—Pide un deseo, Ellen —él me volvió a susurrar al oído, haciendo que la piel se me erizara—. Piensa bien en que pedir. Puede que se cumpla.
Me quedé pensando en lo que me había dicho y eso mismo hice. Cerré mis ojos y de un momento a otro, apague las velas.
Cuando salimos del restaurante, nos quedamos unos cuantos minutos fuera del Ford. Yo me encontraba encima del cofre del auto mientras que Harold estaba muy apenas apoyado en este.
—¿Cómo lo hiciste?
—¿Cómo hice qué? —él preguntó, riéndose.
—No te había dicho que era mi cumpleaños, ¿cómo lo sabias?
—¿Aun piensas que no estoy interesado en ti, eh?
Una sonrisa se me dibujo en los labios, era incapaz de creerme lo que había pasado haya adentro. Había sido tan irreal que me costara trabajo creerme que una persona como Harold se haya preocupado por una persona como yo. Mi corazón no dejaba de encogerse de amor.
—¿Qué quieres hacer, Ellen? Es tu cumpleaños, prácticamente, así que tú decides que hacer.
Fruncí los labios y considere la idea por un momento, mirándolo con los ojos entrecerrados. Estábamos en Venice, un sitio nuevo para mí y Harold no me había llevado al verdadero lugar en el que quería estar.
—Llévame a la playa. Quiero ver el mar, Harold.
Quince minutos después, Harold me había traído a la playa; las olas golpeaban las rocas y era agradable aquel momento. Éramos los únicos locos que estaban aquí, pero era agradable de alguna manera.
—Me gusta oír las olas —dije, entornando los ojos a la vez—. Siempre había querido tener una casa cerca de la playa, que tenga vista al mar. Me imagino estar con mi esposo en una casa grande, y nuestro hijos corriendo por toda la casa en busca de sus trajes de baño y yo, yo estaría feliz por tener una vida tan maravillosa.
—¿Quieres tener hijos? —Harold frunció su ceño, mirándome con cautela.
—Quisiera tener tres —asentí—. Suena algo loco, pero siempre he querido tener una familia muy grande.
Mis hombros se encogieron, sin saber que más decir.
—¿Por qué?
Le sostuve la mirada por un segundo, hasta que decidí contárselo:
—Cuando tenía dos años, mamá se enteró que papa tenía otra mujer, así que ella lo corrió de la casa, pero papá regreso luego de un año y medio, ya que quería tener a su verdadera familia de regreso. Fue difícil para mamá, ya que siempre ha desconfiado de los hombres, como Helen, que al principio les tenía miedo a ellos, incluso algo de ello se fue hacia mí.
—¿Les tienes miedo a los hombres? —asentí, algo avergonzada, pero asentí—. ¿Me tienes miedo?
—¿A ti? No —sonreí—. Lo que tengo miedo es que me destrocen como mi padre lo hizo con mamá, eso me haría volverme una loca paranoica. Fue difícil en ese entonces para mi mamá, pero también eso nos afectó a Helen y mí, porque solo éramos nosotras tres. Es por eso que quiero tener una familia grande, para nunca terminar sola.
Harold asintió para sí mismo, mirándome con detalle. Lo que le había contado, era algo que nunca antes lo había hablado con nadie más. Pocas personas sabían que mi padre tenía otra familia, un hijo. Mi medio hermano, Ethan.
—Yo nunca me he visualizado con una familia, sabes. Nunca he planeado mi futuro.
—¿Por qué no?
—Porque siempre que planeas algo, nunca sale como lo querías. Además, no sé si sería un buen padre, quiero decir, no quisiera ser la misma persona que es mi padre.
Tanto él como yo, guardamos silencio por un momento, intercambiando pocas miradas pero estas lo decían todo.
—Tu papá...—me quedé en silencio, inclinando la cabeza y solo mirando mi regazo—. ¿Tu papá te golpeaba, Harold?
Quizás era algo que nunca debí preguntar, pero era algo que me había estado preguntando desde hace tiempo. Harold era violento al igual que Drake, pero no sabía de dónde provenía toda esa furia que llevaban consigo mismos, ¿quién fue el infeliz que los obligo a odiarse mutuamente?
—No quiero que tengas mi lastima, Ellen.
Su voz me dejo petrificada. ¿Tenerle lastima?
—No —negué rápidamente, con miedo de arruinar el momento que estábamos teniendo—. No te tengo lastima, Harold. Solo quiero comprenderte. Quiero saber porque eres así, ¿qué fue lo que él te hizo, Harold?
Harold guardó silencio por un buen rato. Su silencio lo decía todo. Haciendo que se me revolviera el estómago. Quería abrazarlo, quería besarlo, quería cuidar con él y lo que más quería, era olvidar sus horribles recuerdos, pero no podía. No podía hacer tal cosa. Ni con mi mismo amor podré sanar sus heridas.
—Él me golpeaba cuando tenía tan solo siete años. No sé si Drake te lo contó, pero hubo un tiempo en el que mi madre y Gray se separaron, él se llevó a Drake mientras que yo me quedé con mi madre. Marieta todavía no nacía en ese entonces. Los fines de semana, Drake viaja de Houston hasta Santa Mónica para visitarnos, pero en vacaciones yo tenía que irme hasta Houston para visitarlos a ellos. Era un infierno, quizás Drake no lo sabía, pero él agarró eso de golpearme cuando le apeteciera. Empecé a preguntarme que porque solo a mí me golpeaba, y era porque Drake siempre había sido el preferido para él. ¿Sabes por qué? Porque defendí a mamá de sus golpes, porque siempre la preferí a ella antes que a Gray Stuart.
»Yo no sabía que defender a la mujer que me había dado la vida, de los golpes de mi padre, haría que su furia se fuera en mi contra. Cuando mi madre regresó con él, fue cuando nació Marieta, pero solo estuvo con nosotros unos dos años, hasta que volvió a irse, esta vez solo. Drake estaba de regreso con nosotros, pero él también había cambiado, no era violento, ni siquiera tenía señas de golpe de mi padre, pero no era el mismo. Él empezó a juntarse con personas que no debía y empezó a drogarse e inyectarse cosas, yo nunca estuve interesado en eso. No sabía porque él lo hacía si tenía una vida perfecta, y yo que estaba jodido en ese entonces, no necesitaba nada de eso para salir de mi realidad.
»Violeta volvió a perdonarlo, incluso Drake, pero yo no. Es por eso que me mude al departamento. Al principio Drake se había mudado conmigo, pero no tenía todo lo que él quería, por lo que me heredo su parte, convirtiéndose en todo mío.
—¿Por qué te fuiste?
—Porque tenía miedo que Gray volviera a golpearme. En eso dos años que estuvo viviendo antes de que se marchara, me golpeaba. No solo a mí, sino que también a mi madre. Éramos como su costal de box —Harold me miró. Sus ojos estaban cristalinos, a punto de romperse y estallar—. Quizás me veas como una persona valiente e intimidante y quizás lo sea con las demás personas, pero le temo a la persona que tengo padre, Ellen. Ese es mi peor error, tenerle miedo a esa persona.
Negué con la cabeza, cubriendo sus manos junto con las mías.
—No es ningún error, Harold —levanté la mirada hacia él y susurre: —Te golpeaba. Solo tenías siete años, Harold. Eras un niño.
—Quería defenderme, pero él me decía que si lo hacia la persona que seguiría seria Drake, incluso llegó a meter a mi mamá y yo no quería que volviera a pasar por todo ese infierno —enterró su cabeza en sus manos y negó—. No quería que volviera a sufrir por ese imbécil, pero de nada sirvió, porque ella regresó con él y no me hace caso, Ellen. Él la golpea y ella se deja, no quiere que le diga que está mal, porque ella ya lo sabe pero no quiere abrir los ojos.
La bilis se me había subido hasta la garganta, incluso tenía el estómago revuelto, a punto de vomitar. No era capaz de seguir escuchándolo. Cada cosa que me decía, cada cosa que tuvo que pasar, no puedo seguir soportándolo. No puedo, es demasiado para mí.
—Harold, yo...—las palabras se quedaron atascadas en mi garganta, haciendo que me quedara callada, sin saber que hacer más que escuchar los latidos descontrolados de mi corazón.
—No hay nada que hacer, Ellen —bajó sus manos hasta sus costados y sonrió con tristeza—. Ella piensa que va a cambiar algún día, pero todos sabemos que no es verdad.
Lo único que notaba era el agujero que me estaba desgarrando el pecho. Quería cambiar de tema y poderle sacar una sonrisa, que aquella pesadilla que tuvo que vivir desaparezca, pero ¿voy a poder hacerlo? No tengo nada que darle a cambio, no sabía qué hacer. Jamás había visto a una persona tan destruida como Harold y me dolía, me dolía inmensamente tenerlo que ver de tal manera. Me estaba matando.
—¿Sabes qué fue lo que pedí para mi cumpleaños, Harold?
Él me miró con los ojos abiertos. Quizás se haya impresionado por la manera en la que quiero cambiar de tema, pero era la verdad. Quería quitarle aquella tristeza que tenía por dentro. Quería quitarle un poco de esa tristeza.
Negó con su cabeza, clavándome la mirada.
—Lo que pedí fue que me besaras de la misma manera en la que lo habías hecho en el estacionamiento...—él abrió su boca, pero antes de que dijera algo más, continúe—. Y que...—sentí como el color carmesí estaba tiñendo mis mejillas—. Quiero dormir esta noche contigo, Harold. Quiero que me abraces y no me sueltes hasta la mañana.
—Pensé que no querías que mantuviera contacto físico contigo, Ellen.
Asentí con la cabeza, avanzando solo un paso hacia él.
—No tengo ni idea de que estoy sintiendo por ti, tampoco sé que va a pasar mañana por la mañana, pero de lo único que estoy segura, es que a la primera y única persona que quisiera ver al abrir los ojos, seas tú.
Sus manos me tomaron del mentón, haciendo que mi mirara se levantara hasta él, mirándolo con impresión por su acto.
—Mataría por escucharte decir eso cada día.
—Y yo mataría por besarte de nuevo, Harold.
Harold se inclinó hacia mí, rozando con delicadeza sus labios contra los míos.
—Estás enamorada de mí, ¿no es así?
Tenía la mirada perdida en sus ojos color esmeralda. Mis manos se enredaron en su cabello ondulado y lo incline hacia mí, haciendo que nuestros labios volvieran a juntarse, esta vez ninguno de los dos se apartó. Localicé el cobre del auto y de un solo movimiento, me senté encima de este.
Harold bajó sus manos hasta mi cintura y me pegó más hacia su cuerpo, haciendo que soltara todo el aire que había estado guardándome desde que salimos del restaurante. Las olas chocan contra las rocas, el único sonido que se escuchaba en este momento junto con nuestras respiraciones aceleradas, era tal y como imaginaba un beso perfecto. Un beso que realmente valga la pena. Un beso por el cual matarías. Un beso que te hace despertar sentimientos que habías pensado que estaban tirados en la basura, cuando en realidad estaban en lo más hundido de mi corazón, pero ahora estos han salido a la luz.
—Lo nuestro es prohibido, Harold —susurré contra sus labios.
—No puedes castigarte de tal manera solo porque quieres quedar bien con todo el mundo, Ellen —asentí, incapaz de saber que hacer—. Deberías seguir tu corazón.
—¿Y que si no quiere ayudarme? ¿Y que si tomo la decisión incorrecta?
Me besó.
—Si fue incorrecta, pues fue un placer haberte conocido, Ellen.
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