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8

Jimin me llama la noche siguiente cuando salgo echo una furia del edificio de Música echando humo tras un nuevo y desastroso ensayo con Cass.

—¡Oye! —me dice cuando escucha mi cortante tono de voz—. ¿Qué coño te pasa?

—Cassidy Donovan —le contesto airadamente. —El ensayo ha sido una absoluta pesadilla.

—¿Ha vuelto a intentar robarte las buenas melodías?

—Todavía peor. —Estoy demasiado cabreado como para hacer un resumen de lo que ha pasado, así que ni lo intento—. Quiero matarlo mientras duerme, Jimin. No, quiero matarlo cuando esté despierto para que pueda ver la felicidad en mi rostro mientras lo hago.

Su risa me hace cosquillas en la oreja.
—Jo. Te ha cabreado bien, ¿eh? ¿Quieres desahogarte durante una cena?

—No puedo. Tengo que ver a Kim esta noche. —Otro encuentro que no me
apetece nada tener. Todo lo que quiero hacer ahora es ducharme y ver la tele, pero conociendo a Seokjin, me perseguirá y pegará voces si me atrevo a cancelar nuestra clase.

—Todavía no puedo creer que cedieras con lo de las clases particulares —dice
Jimin con asombro—. Debe de ser un tipo muy persuasivo.

—Algo así —respondo sin dar más detalles.

No le he contado a mi amigo el trato que tengo con Seokjin, sobre todo porque quiero retrasar la inevitable burla que vendrá cuando se entere de lo desesperado que estoy por conseguir que Namjoon se fije en mí. Sé que no seré capaz de ocultarle la verdad toda la vida y que sin duda va a hacer preguntas cuando se entere de que voy a ir a una fiesta con Seokjin. Pero estoy seguro de que para entonces se me ocurrirá una buena excusa.

Hay algunas cosas que dan demasiada vergüenza admitir, incluso a tu mejor amigo.

—¿Cuánto te paga? —pregunta con curiosidad.

Como unaimbécil, suelto el primer número que se me viene a la cabeza.

—Eh… sesenta.

—¡¿Sesenta dólares la hora?! ¡Santo cielo! Eso es una locura. Más te vale
invitarme a cenar un buen solomillo cuando acabéis.

¿Una cena con solomillo? Mierda. Eso para mí es como tres turnos en el
restaurante. Ves, esto es por lo que la gente no debe mentir nunca. Siempre se vuelve en contra y te muerde en todo el culo.

—Por supuesto —digo con suavidad—. Pero bueno, tengo que irme. No traje el
coche de Kai esta noche y tengo que llamar a un taxi. Nos vemos en un par de horas.

El taxi del campus me lleva a casa de Seokjin hago una reserva para que me
recoja en una hora y media. Seokjin me dijo que entrara sin llamar cuando viniera, porque nadie oye nunca el timbre con la tele o la música a todo volumen. Sin embargo, ahora la casa está en silencio cuando entro.

—¿SeokJin? —llamo desde la entrada.

—Arriba. —Su respuesta llega amortiguada.

Me lo encuentro en su habitación, vestido con pantalones de chándal y una camiseta interior de tirantes blanca que muestra sus bíceps perfectamente formados y sus fuertes antebrazos. No puedo negar que su cuerpo es… atractivo. Está cachas, pero no hinchado como un defensa de fútbol americano. Él es del tipo musculado más fibroso y esbelto. Su camiseta sin mangas deja ver el tatuaje que lleva en la parte superior derecha del brazo: unas llamas negras que trepan hasta su hombro y rodean su bíceps.

—Oye. ¿Dónde están tus compañeros de piso?

—Es viernes por la noche, ¿dónde crees que están? De fiesta. —Su tono denota
cierta melancolía. Saca los textos de clase de la mochila que hay en el suelo.

—Y tú prefieres estudiar —comento—. No sé si debería estar impresionada o si
debería sentir lástima por ti.

—No salgo de fiesta durante la temporada, Kookie. Ya te lo he dicho.

Sí que me lo había dicho, pero lo cierto es que no le había creído. ¿Cómo es que no se va de fiesta TODAS las noches? Es que solo hay que mirarlo: está que te mueres de bueno y es más popular que Justin Bieber. Bueno, por lo menos antes de que al Bieber se le fuera la cabeza y abandonara a su pobre mono en un país extranjero.

Nos instalamos en la cama y acto seguido nos ponemos a trabajar, pero cada vez que Seokjin usa unos minutos para repasar un tema, mi cabeza viaja de nuevo al ensayo de la tarde. Hiervo de rabia en mi interior y, aunque me da vergüenza admitirlo, mi mal humor se filtra en la clase. Estoy más gruñona de lo que quiero estar y soy mucho más dura de lo necesario cuando Seokjin malinterpreta los textos.

—Pero que no es tan complicado —exclamo cuando no lo entiende por tercera vez—. Está diciendo que…

—Vale, ya lo entiendo —me interrumpe, arrugando la frente de la irritación—. No es necesario que me hables mal, Kookie.

—Lo siento. —Cierro mis ojos brevemente para calmarme—. Vamos a pasar al siguiente filósofo. Volveremos con Foucault al final.

Seokjin frunce el ceño.

—No vamos a pasar a nada. No hasta que me digas por qué has estado ladrándome desde que llegaste. ¿Qué, Loverboy te ha ignorado en el patio o algo así?

Su sarcasmo solo intensifica mi cabreo.

—No.

—¿Estás estreñido?

—Dios. Eres LO PEOR. Lee eso de una vez, ¿quieres?

—No voy a leer una mierda. —Se cruza de brazos—. Mira, hay una solución fácil para terminar con esta actitud de CAPULLO que tienes. Todo lo que tienes que hacer es decirme por qué estás enfadado; yo te digo que es totalmente absurdo, y después nos ponemos a estudiar en paz.

He subestimado la cabezonería de Seokjin. Pero debería haber aprendido la lección teniendo en cuenta que su tenacidad ha superado a la mía en más de una ocasión. No es que me apetezca particularmente hacerle una confidencia, pero mi bronca con Cass
es como una nube negra sobre mi cabeza y necesito disipar la energía tormentosa antes de que me consuma.

—¡Quiere un coro!

Seokjin parpadea.

—¿Quién quiere un coro?

—Mi compañero de dueto —digo sombríamente—. También conocido como «la pesadilla de mi existencia». Te juro que si no tuviera miedo de romperme la mano, le daría un puñetazo en toda la presumida y estúpida cara que tiene.

—¿Quieres que te enseñe a pelear? —Seokjin aprieta los labios como si estuviera tratando de no reírse.

—Estoy tentada a decir que sí. En serio, es imposible trabajar con este tío. La
canción es fantástica, pero lo único que hace es buscarle tres pies al gato
continuamente, a cada detalle microscópico. La clave, el tempo, los arreglos, la ropa de las narices que nos vamos a poner…

—Vale… ¿Y qué es eso de que quiere un coro?

—Flipa: Cass quiere un coro para que nos acompañe en el último estribillo. ¡Un puto coro! Llevamos ensayando este tema durante SEMANAS, Seokjin. Se suponía que iba a ser algo sencillo, solo los dos mostrando nuestras voces… Y ¿de repente quiere hacer una gran producción?

—Suena como una diva.

—Es que lo es. Me encantaría arrancarle la cabeza. —Mi cabreo es tan monumental que cubre mi garganta y hace que mis manos tiemblen—. Y encima, por si eso no fuera lo suficientemente exasperante, dos minutos antes de que acabe el ensayo,
decide que debemos cambiar el arreglo.

—¿Qué pasa con el arreglo?

—Nada. No hay nada malo con el arreglo. Y Mary Jane, la chica que escribió la puta canción, ¡está allí sentada sin decir nada! No sé si es que tiene miedo de Cass, si es que está enamorada de él, o qué leches pasa, pero no ayuda en absoluto. Siempre
que empezamos a pelearnos, se calla, cuando lo que debería hacer es expresar su opinión y tratar de resolver el problema.

Seokjin frunce los labios. Es parecido a lo que hace mi abuela cuando está absorta en sus pensamientos. Es adorable, la verdad.Pero probablemente me mataría si le digo que me recuerda a mi abuela.

—¿Qué piensas? —pregunto cuando veo que no habla.

—Quiero escuchar la canción.

La sorpresa me inunda.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque has estado parloteando sobre ese tema desde el mismo instante en el que te conocí.

—¡Pero si esta es la primera vez que saco el tema!

Él responde otra vez agitando la mano de forma impertinente. Estoy empezando a sospechar que lo hace a menudo.

—Bueno, quiero oírla. Si esta chica, Mary Jane, no tiene lo que hay que tener para hacer una crítica válida, lo haré yo. —Se encoge de hombros—. Quizá tu pareja en el dueto, ¿cómo se llamaba?

—Cass.

—Tal vez Cass tiene razón y tú eres demasiado cabezota como para verlo.

—Créeme, no tiene razón.

—Bien, en ese caso, déjame ser yo quien juzgue. Canta las dos versiones de la canción para mí, tal y como está ahora y como Cass quiere que sea. Te diré lo que pienso. Tú tocas algo, ¿no?

Arrugo mi frente.

—Que si toco ¿qué?

Seokjin resopla y niega con la cabeza.

—Instrumentos.

—Ah. Sí, sí. Piano y guitarra… ¿Por?

—Vuelvo ahora mismo.

Sale de la habitación y escucho el golpe de sus pasos en el pasillo, seguido por el
chirrido de una puerta al abrirse. Vuelve con una guitarra acústica en la mano.

—Es de Hoseok —explica—. No le importará que toques.

Aprieto los dientes.

—No voy a cantar para ti.

—¿Por qué no? ¿Te da corte o algo así?

—No. Solo que tengo cosas mejores que hacer. —Le lanzo una mirada cargada de intención—. Como ayudarte a que apruebes el examen parcial.

—Ya casi hemos terminado con el Postmodernismo. Todas las cuestiones difíciles empiezan en la próxima clase. —Su voz adquiere un punto vacilón—. Venga, va…, tenemos tiempo. Déjame oírla.

A continuación saca esa sonrisa de niño y vaya que si cedo. El tío ha acabado
dominando esa mirada de niño pequeño a la perfección. Pero no es un niño pequeño; es un hombre con un cuerpo grande y fuerte y una barbilla que levanta con determinación.

Independientemente de la sonrisa vacilona, sé que Seokjin me dará la
brasa toda la noche si no accedo a cantar.

Acepto la guitarra y la dejo caer en mi regazo, rasgando las cuerdas para probar. Está afinada, el sonido es un poco más metálico que el de la acústica que tengo en casa, pero suena genial.
Seokjin sube a la cama y se recuesta, con la cabeza apoyada en una montaña de almohadas. Nunca he conocido a nadie que se acueste con tantas almohadas. Igual es que las necesita para envolver su enorme ego.

—De acuerdo —le digo—. Así es como lo estamos haciendo ahora. Imagina que
hay un tío que se une a mí en el primer coro y que luego canta el segundo verso.

Conozco a muchos cantantes que son demasiado tímidos como para cantar delante de extraños, pero yo nunca he tenido ese problema. Desde que era un niño, la música siempre ha sido una válvula de escape para mí. Cuando canto, el mundo desaparece. Somos solo yo, la música y una profunda sensación de tranquilidad que nunca he sido
capaz de encontrar en ningún otro lugar, por mucho que lo haya intentado con todas mis fuerzas. Cojo aire, toco los acordes iniciales y empiezo a cantar.

No miro a Seokjin porque yo ya estoy en otro lugar, perdida en la melodía y en las palabras, totalmente concentrada en el sonido de mi voz y en la resonancia de la guitarra.

Me encanta esta canción. De verdad. Es de una belleza inquietante, e incluso sin la intensa voz de barítono de Cass complementando mi voz, tiene la misma fuerza, la misma emoción desgarradora que Mary Jane ha vertido en la letra.

Casi de inmediato, mi cabeza se despeja y mi corazón parece más ligero. Me siento completo de nuevo, porque la música me hace sentir de esa manera, al igual que lo hizo después de la violación. Cuando la situación me resultaba demasiado agobiante o
dolorosa, me sentaba al piano o cogía mi guitarra, y entendía que la felicidad no estaba fuera de mi alcance. Estaba siempre ahí, siempre disponible para mí, siempre y cuando pudiera cantar.

Unos minutos después, la nota final permanece en el aire como un rastro de perfumedulce y yo regreso, flotando, al aquí y ahora. Miro a Seokjin, pero su rostro no refleja emoción alguna. No sé qué esperaba que hiciese. ¿Felicitarme? ¿Burlarse de mí?

Pero lo que no esperaba era silencio.

—¿Quieres escuchar la versión de Cass? —digo para cubrirme.

Él asiente con la cabeza. Eso es todo. Un rápido movimiento de cabeza y nada más. La inexpresividad de su cara me inquieta, así que opto por, esta vez, cerrar los ojos cuando canto. Cambio el puente de la canción donde Cass insistía que debía estar, añado un segundo coro como él decía y, sinceramente, no creo que esté siendo parcial cuando digo que prefiero el original. Esta segunda versión se hace pesada y el coro extra sobra.

Para mi sorpresa, una vez he acabado, Seokjin está de acuerdo conmigo.

—Es demasiado larga cuando lo haces así —dice con voz ronca.

—¿A que sí? —Estoy feliz de escucharle dar por buenas mis preocupaciones. Dios sabe que Mary Jane no puede decir lo que piensa delante de Cass.

—Y olvídate del coro. No lo necesita. Vamos, ¡no creo ni que necesites a Cass! —Sacude la cabeza, atónito—. Tu voz es… joder, Kookie, es preciosa.

Mis mejillas se calientan.

—¿Eso crees?

Su expresión apasionada me revela que lo dice completamente en serio.

—Toca otro tema —me ordena.

—Eh… ¿Qué quieres escuchar?

—Lo que sea. No me importa. —Estoy sorprendido por la intensidad de su voz, por la emoción que ahora brilla en sus ojos grises—. Necesito escucharte cantar otra vez.

Uau. Vale. Durante toda mi vida, la gente me ha dicho que tengo talento, pero aparte de mis padres, nunca nadie antes me había suplicado que le cantase.

—Por favor —dice en voz baja.

Y entonces canto. Esta vez una canción compuesta por mí, pero aún está demasiado cruda así que acabo cambiando a otra. Toco Stand By Me. Es la canción favorita de mi madre, la que le canto todos los años por su cumpleaños, y los recuerdos me
transportan a ese tranquilo lugar de nuevo.

A mitad de canción, los ojos de Seokjin se agitan y se cierran. Miro la constante
subida y bajada de su pecho mientras mi voz se quiebra por la emoción que esconde la letra. Después mi mirada se eleva a su rostro y me fijo en una pequeña cicatriz blanca en su barbilla, que divide en dos la barba de tres días de su mandíbula. Me pregunto cómo se la hizo. ¿Jugando al hockey? ¿Un accidente cuando era niño?

Sus ojos permanecen cerrados durante el resto de la canción, y cuando toco el
último acorde, pienso que debe de estar dormido. Dejo que la última nota
desaparezca y suelto la guitarra.Los ojos de Seokjin se abren de repente antes de que pueda levantarme de la cama.

—Oh. Estás despierto. —Trago saliva—. Pensé que estabas durmiendo.

Él se incorpora y se sienta; su tono de voz envuelto con genuino asombro.

—¿Dónde has aprendido a cantar así?

Me encojo de hombros con torpeza. A diferencia de Cass, soy demasiado modesto como para ensalzar mis destrezas.

—No sé. Es algo que siempre he sido capaz de hacer.

—¿Has ido a clases?

Niego con la cabeza.

—Así que un buen día abriste la boca y… ¿te salió ESO?

Se me escapa una carcajada.

—Pareces mis padres. Solían decir que en el hospital se debieron equivocar
cuando nací y les dieron el bebé que no era. En mi familia nadie tiene ni el más
mínimo oído. Siguen sin saber de dónde me viene el gen musical.

—Me tienes que firmar un autógrafo. Así, cuando arrases en los Grammy y te los lleves todos, podré venderlo en eBay y sacarme un pastón.

Dejo escapar un suspiro.

—El negocio de la música es muy difícil, tío. No se sabe, pero es posible que me
estrelle si lo intento.

—No lo harás. —La convicción resuena en su voz—. Y por cierto, creo que estás
cometiendo un error cantando un dueto en el concierto. Deberías estar solo en el escenario. En serio, si te sientas ahí, el centro de atención puesto en ti, y cantas como acabas de hacerlo ahora… Todo el público va a tener escalofríos.

Pienso que Seokjin podría tener razón. No sobre lo de los escalofríos, pero he
cometido un error juntándome con Cass.

—Bueno, es demasiado tarde. Ya me he comprometido.

—Siempre te puedes echar atrás —sugiere.

—De ninguna manera. Eso sería una cabronada.

—Solo estoy diciendo que, si te echas atrás ahora, todavía tienes tiempo de
prepararte un tema solo. Si esperas demasiado, estarás jodido.

—No puedo hacer eso. —Le miro desafiante—. ¿Dejarías colgados a tus
compañeros de equipo si contaran contigo?

Él contesta sin dudarlo.

—Nunca.

—Entonces, ¿qué te hace pensar que yo haría eso?

—Que Cass no es tu compañero de equipo —dice Seokjin en voz baja—. Por lo que parece, él ha estado trabajando exclusivamente contra ti desde el principio.

Una vez más me temo que tiene razón, pero lo cierto es que es demasiado tarde para hacer un cambio. Me he comprometido al dueto y ahora tengo que seguir adelante con él.

—Acordé cantar con él —le digo con firmeza—. Y mi palabra tiene valor. —Miro el reloj despertador de Seokjin maldigo cuando me doy cuenta de la hora que es—. Me tengo que ir. Mi taxi probablemente esté esperando fuera. —Me bajo rápidamente de la cama—. Antes tengo que ir a hacer pis.

Suelta una risita.

—Demasiada información.

—La gente hace pis, Seokjin. Asúmelo.

Cuando salgo del baño un minuto más tarde, Seokjin tiene en su cara la expresión más inocente del planeta. Así que, por supuesto, desconfío al instante.

Miro los libros esparcidos sobre la cama, después miro mi bandolera que dejé en el suelo. Nada parece fuera de lugar.

—¿Qué has hecho? —exijo.

—Nada —dice con tranquilidad—. Por cierto, tengo un partido mañana por la
noche, así que nuestra próxima clase tendrá que ser el domingo. ¿Te parece bien? ¿Por la tarde?

—Sin problema —le respondo, pero todavía no puedo ignorar la sospecha de que trama algo.

Pero hasta que no entro en mi habitación en la residencia quince minutos más tarde, no descubro que mis sospechas estaban justificadas. Abro la boca de par en par con
indignación cuando entra un SMS de Seokjin.

Él: Confieso: He eliminado todos los temas de Justin Bieber de tu iPod cuando estabas en el baño. De nada.

Yo: Cómo??!! Te voy a besar!

Él: Con lengua?

Me lleva un segundo darme cuenta de lo que ha pasado y me muero totalmente de la vergüenza.

Yo: Matar! Quería decir MATAR. Mierda de corrector.

Él: Claaaaaaro. Ahora le echamos la culpa al corrector.

Yo: Para.

Él: Creo que alguien quiere darme un beso…

Yo: Bs noches, Kim.

Él: Seguro que no quieres volver a casa? Así ejercitamos un poco nuestra lengua…

Yo: Puaj. Jamás.

Él: Ya, ya. PS: mira tu email. Tienes un zip con música. Música d verdad.

Yo: Q va directo a la papelera…

Sonrío para mis adentros mientras envío el mensaje y Jimin elige justo ese momento para entrar en mi habitación.

—¿Con quién te escribes? —Está bebiendo uno de sus desagradables zumos y la pajita se sale de su boca cuando pega un gritito—. ¡Ostras! ¿Es Namjoon?

—Naah, solo Kim. Se está comportando como un idiota pesado, como de
costumbre.

—¿Y eso? ¿Es que ahora sois amigos? —se burla.

Vacilo. Estoy a punto de negarlo, pero no parece coincidir con la realidad cuando recuerdo que he pasado las últimas dos horas confesándole mis problemas con Cass a Seokjin luego cantándole canciones como si fuera un mariachi. Y para ser honestos, a pesar de lo insoportable que es a veces, Kim Seokjin no es tan malo como pensaba.
Así que le devuelvo una sonrisa de leve arrepentimiento y digo:

—Sí. Supongo que lo somos.

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