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No tengo idea de lo que hemos hablado durante el viaje en coche hasta la casa de Jin.
Estoy seguro que algo habremos dicho. Estoy seguro que vi el paisaje pasar por la ventana. Estoy seguro de que el oxígeno entraba y salía de mis pulmones como una persona normal. Pero no recuerdo ninguna de esas cosas.
Un segundo después de entrar en su dormitorio, le lanzo mis manos alrededor de su cuello y le beso. A la mierda el «pasito a pasito». Le deseo demasiado como para ir despacio, y mis manos buscan la hebilla de su cinturón incluso antes de que su lengua entre en mi boca.
Su risa ronca me hace cosquillas en los labios y después sus fuertes manos cubren la mía para que pare de desabrocharle el cinturón.
—Por mucho que me guste tu entusiasmo, voy a tener que reducir la velocidad,Jenny.
—Pero yo no quiero reducirla —protesto.
—Te chinchas.
—¿«Te chinchas»? ¿Qué eres? ¿Mi abuela?
—¿Tu abuela dice «te chinchas»?
—Bueno, no —confieso—. Lo cierto es que mi abuela suelta tacos como un marinero. La Navidad pasada dejó caer una bomba en la mesa; dijo «hijo de la gran puta»; mi padre casi se atraganta con el pavo.
Jin suelta una carcajada.
—Creo que tu abuela me cae bien.
—Es una señora muy dulce.
—Ya, ya. Eso parece. —Inclina la cabeza—. ¿Y ahora podemos dejar de hablar de tú abuela, Señora Cortarrollos?
—Tú eres el que te has cargado el ambiente primero —señalo.
—Naah, estaba cambiando la velocidad. —Sus ojos grises se funden del fuego—.Ahora ven a la cama para que pueda hacer que te corras.
Ay. Dios. Mío.
Subo al colchón con tal rapidez que otra risa sale de los labios de Jin, pero no me importa lo ansioso que parezco. Los nervios que sentí anoche no le están afectando hoy a mi estómago, porque todo mi cuerpo está temblando de deseo. Sí que se me pasa por la cabeza que tal vez no vuelva a suceder, al menos no si es Jin el que me toca, pero, uf, me muero de ganas de averiguarlo.
Se sitúa a mi lado y mete su mano en mi pelo mientras me besa. Nunca he estado con un chico que sea así de brusco conmigo. Dasoon me trataba como si pudiese romperme en pedazos, pero Jin no. Para él no soy una frágil pieza de porcelana.
Soy simplemente... yo. Me encanta lo excitado que está, la forma en la que me tira del pelo si mi cabeza no está exactamente donde él quiere que esté, o cómo se muerde el labio cuando trato de provocarlo privándolo de mi lengua.
Me incorporo solo para que pueda quitarme de un tirón la camiseta. En cuanto se quita su propia camiseta, presiono mis labios contra su pecho. No pude tocarlo ayer y me muero de hambre; quiero saber lo que se siente, a qué sabe. Su carne es cálida bajo mis labios, y cuando mi lengua se precipita indecisa sobre un pezón, un gemido ronco escapa de sus labios. Antes de que pueda parpadear estoy tumbado sobre mi espalda y nos estamos besando de nuevo.
Jin rodea mis gluteos con una mano y la otra juega con mi pezón entre los dedos. Mis párpados se cierran con un aleteo y en este momento no me importa si Jin me está mirando. Solo me importa lo bien que me está haciendo sentir.
—Tu piel es como la seda —murmura.
—¿Has copiado esa frase de una tarjeta Hallmark? —suelto.
—No, simplemente estoy confirmando un hecho. —Sus aprietan mis glúteos—. Eres suave y lisa y perfecta. —Levanta la cabeza para ofrecerme una mirada irónica—. Las durezas de mis dedos deben estar raspándote un montón, ¿eh?
La verdad es que sí, pero es el tipo de raspado erótico que hace que mi corazón lata con más fuerza.
—Si dejas de tocarme, te doy una bofetada.
—Naah, solo conseguirías romperte la mano. Y resulta que me gustan tus manos. —Con una sonrisa traviesa, coge mi mano derecha y la coloca directamente en su entrepierna.
El bulto duro debajo de mi mano es tan tentador que no puedo dejar de acariciarlo.
Las facciones de Jin se tensan. Un segundo después, aparta mi mano con rapidez.
—Joder. Mala idea. No estoy listo para que esto termine todavía.
Resoplo.
—Anda... ¿Hay alguien por aquí rápido en disparar?
—Qué dices, tronco. Puedo hacerlo toda la noche.
—Sí, ya. Seguro que pue...
Él me interrumpe con un sexy y ardiente beso que me deja sin aire. Después, una luzt raviesa ilumina sus ojos otra vez y baja la cabeza para besarme el pezón.
Una onda expansiva de placer va de mi pecho a mi polla. Cuando la lengua de Jin se precipita hacia mi dilatado pezón y da vueltas alrededor de él,prácticamente levito. Mis pezones siempre han sido sensibles y en este momento son un conjunto de terminaciones nerviosas tensas y crepitantes. Cuando me chupa el pezón metiéndoselo profundamente en su boca, veo los planetas y la luna. Cambia a mi otro pezón dándole la misma atención minuciosa, los mismos besos lentos y provocadores lamidos.
Entonces empieza, beso a beso, su camino hacia el sur.A pesar de la emoción que brota en mi sangre, experimento una ola de ansiedad. No puedo dejar de recordar todas las veces que Dasoon hizo exactamente lo mismo,besando todo mi cuerpo hasta llegar abajo. O todo el tiempo que pasó entre mis piernas cuando el coito no parecía satisfacerme.
Pero pensar en mi ex en este momento no es lo que debería estar haciendo, así que echo fuera de mi cabeza todos los pensamientos sobre Dasoon.
El aliento de Jin me hace cosquillas en el ombligo mientras su lengua roza mi vientre. Puedo sentir sus dedos temblorosos desabrochando el botón de mis vaqueros.
Me gusta saber que puede estar nervioso, o por lo menos, tan emocionado como yo. Él siempre parece tan guay y seguro de sí mismo, pero ahora mismo, aquí y ahora, parececomo si estuviera luchando por sujetarse al último resquicio de su control.
—¿Te parece esto bien? —susurra, bajándome los vaqueros y los calzoncillos por miscaderas. Entonces jadea y me siento un poco cohibido al ver su hambrienta mirada en mi polla dura.
Aspiro lentamente y digo:
—Sí.
El primer roce de su lengua contra mí polla es como una corriente eléctrica que sube por mi columna vertebral. Gimo tan alto que su cabeza se levanta abruptamente.
—Hoseok está en casa —me advierte mientras sus ojos brillan con diversión—. Asíque sugiero que usemos nuestras voces interiores.
Tengo que morderme el labio para no hacer ruido, porque lo que me está haciendo... Jesús, María, José y todos los santos. Es tan bueno... Jin rodea mi pene con su lengua, luego lo lame en movimientos suaves y lentos que me vuelven absolutamente loco de deseo.
De repente me acuerdo de cuando Jimin me confesó que tuvo que «entrenar» a Sean a hacer esto porque solía hacerle una mamada a toda velocidad desde el primer momento. Pero Jin no necesita ningún entrenamiento. Él deja que mi placer se vaya construyendo, poco a poco, despacio, volviéndome loco y haciendo que le suplique.
—Por favor —gimo cuando el tempo vuelve a ser terriblemente lento—. Más.
Levanta la cabeza y estoy bastante seguro de que nunca he tenido delante nada más sexy que la visión de sus labios brillantes y sus ardientes ojos grises.
—¿Crees que puedes correrte así?
Me sorprendo asintiendo con la cabeza. Pero la verdad es que no creo estar mintiendo. Tengo tanta presión dentro de mí, que soy como una bomba de dibujos animados a punto de detonar.
Con un gruñido grave de aprobación, baja la cabeza y envuelve mi pene con sus labios. Lo succiona con fuerza mientras al mismo tiempo me mete un dedo. Me corro como un lanza cohetes.
Me darramo en su garganta y Jin toma todo.
El orgasmo es mil veces más intenso que los orgasmos que me doy a mí mismo, talvez porque mi cuerpo sabe que no he sido yo la que lo he provocado. Ha sido Jin. Jin ha convertido mis extremidades en gelatina y me ha enviado esta ola de satisfacción dulce y vibrante por todo mi ser.
Cuando las increíbles sensaciones finalmente ceden, dejan atrás una oleada cálidade paz y una extraña sensación agridulce. Lo que sucede después es algo que solo hevisto suceder en las películas y que me avergüenza de flipar.
Me pongo a llorar.
De inmediato, Jin sube y busca mi cara preocupado.
—¿Qué pasa? —Parece de verdad afectado—. Oh, mierda. ¿Te he hecho daño?
Niego con la cabeza y parpadeo tras la embestida de las lágrimas.
—Estoy llorando... porque... —Respiro profundamente—. Porque estoy feliz.
Su rostro se relaja y parece como si se estuviera aguantando las ganas de reír. Su mandíbula se retuerce cuando encuentra mi mirada.
—Dilo —ordena.
—¿Que diga qué? —Utilizo la esquina del edredón para limpiar las gotas que cubren mis mejillas.
—Di: «Kim Seokjin, eres un dios del sexo. Has logrado lo que ningún otro hombre ha podido conseguir. Eres...»
Le doy un puñetazo en el hombro.
—Bah, eres un idiota. Yo nunca, nunca diré esas palabras.
—Claro que lo harás. —Me sonríe—. Una vez que haya terminado contigo, gritarás esas palabras a los cuatro vientos.
—¿Sabes lo que pienso?
—Los hombres piensan con la polla, Jeonny. La ciencia lo demuestra.
Le doy otra vez y un aullido de risa sale de su boca.
—Por Dios, que estoy de coña. Sabes bien que en realidad yo no pienso eso.—Pone una cara solemne—. Vaaale, dime qué piensas.
—Pienso que es el momento de cerrarte la boca.
Suelta una risilla.
—¿Sí? ¿Cómo vas a...? —Sisea cuando le agarro el paquete y le doy un apretón
—.Eres malo.
—Y tú eres un idiota prepotente, así que supongo que ambos tendremos que aguantarnos con lo que hay.
—Ah, gracias por darte cuenta de lo pre «potente» que soy. —Sonríe con inocencia, pero no hay nada inocente en la forma en que la que empuja su erección en mi mano.
De repente, ya no me apetece burlarme de él. Solo quiero ver cómo se deja llevar.
No me he quitado de la cabeza su cara de ayer por la noche cuando...Mi ano se contrae con el recuerdo.
Cojo la hebilla de su cinturón, y esta vez sí me permite desabrocharlo. De hecho,cae sobre su espalda y me permite hacerle todo lo que quiera.
Lo desvisto como si estuviera desenvolviendo un maravilloso regalo, y en cuanto lo tengo desnudo delante de mí, me tomo un momento para admirar mi premio. Su cuerpo es alargado y esbelto, y tiene un tono dorado de piel que contrasta con el blanco pálido que se ve en muchos de los chicos de SNU. Paso los dedos por su abdomen,duro como una piedra, y sonrío cuando sus músculos tiemblan bajo mi tacto. Acontinuación recorro con mi dedo el tatuaje en su brazo izquierdo y le pregunto:
—¿Por qué unas llamas?Se encoge de hombros.
—Me gusta el fuego. Y creo que las llamas molan.
La respuesta me hace gracia, pero también me impacta.
—Uau. Esperaba oír alguna mierda de significado superpedante. Te juro que cada vez que le preguntas a alguien por su tatuaje, te dice que significa «coraje» entaiwanés o algo así, cuando los dos sabemos que probablemente significa «patata» o«zapato» o «borracho estúpido». O te suelta un rollo sobre cómo tocó fondo hace nosé cuántos años, pero que ha ido trabajándolo y que por eso tiene un ave fénix resurgiendo de sus cenizas tatuado en la espalda.
Jin se ríe antes de ponerse serio.
—Supongo que este no es el momento para contarte lo de mi tatuaje tribal en la espinilla. Significa «eterno optimista».
—Ostras. ¿En serio?
—No. Mentira total. Pero te lo tendrías bien merecido por ir emitiendo juicios de valor sobre los tatus de la gente.
—Oye, a veces está guay escuchar que alguien se ha hecho un tatuaje solo porque le gusta. Te estaba felicitando, idiota. —Me inclino hacia delante y beso las llamas que rodean su bíceps, que, tengo que admitir, son muy chulas.
—Sí, señor. Sigue felicitándome entonces —dice—. Pero no olvides usar tu lengua cuando lo hagas.
Levanto las cejas, pero no dejo lo que estoy haciendo. Arrastro mi lengua por las llamas negras, y a continuación, sigo besándolo hasta llegar a su pecho. Sabe a jabón y a sal y a hombre, y me encanta. Tanto que no puedo dejar de lamer cada centímetrode él. Sé que está disfrutando de mi completísimo reconocimiento tanto como yo, porque su respiración se vuelve irregular, y puedo sentir la tensión propagarse a través de sus músculos. Cuando mi boca termina su viaje rozando la punta de su pene, todo el cuerpo de Jin se pone rígido.
Miro hacia arriba y me encuentro con sus ojos grises acristalados mirando hacia mí.
—No tienes que... hacer eso... si no quieres —dice con voz ronca.
—¿Eh? Entonces que sí quiera hacerlo es guay, ¿no?
—A algunos chicos no les gusta.
—Algunas chicos son idiotas.
Mi lengua toca su dura carne y sus caderas se separan de la cama. Lamo su suave y dilatado capullo, saboreando su sabor, aprendiendo su textura con mi lengua. Cuando me meto la punta en la boca y succiono suavemente, un ruido torturado sale desde la profundidad de su garganta.
—Dios, Kookie. Eso es...
—¿Es qué? —le miro provocativo.
—Increíble —ruge—. No vuelvas a parar. Lo digo en serio. Quiero que me siguas chupando el resto de tu vida.
¿Es su súplica buena para mi ego?Naah.¡Es GENIAL para mi ego!Dado que la tiene demasiado grande como para metérmela entera en la boca y yo no soy ningun experto en garganta profunda, envuelvo mis dedos alrededor de la base,succionando y bombeando a la vez, alternando ritmos entre lento y sexy, y rápido y urgente. La respiración de Jin es cada vez más y más pesada, sus gemidos cada vez más y más desesperados.
—Jungkook —ahoga y siento cómo sus muslos se tensan y sé que está a punto de llegar al orgasmo.
Nunca me lo he tragado antes, y no soy lo suficientemente valiente como para intentarlo ahora, así que mi mano sustituye a mi boca mientras le acaricio hasta que se corre. Con un gruñido ronco, Jin arquea la columna vertebral, y su líquido salpica mis dedos y su estómago. Su rostro es hipnótico y no puedo apartar la mirada de él.
Sus labios están separados, sus mejillas tensas. Sus ojos son como un remolino nebuloso de color gris, como una masa espesa de nubes antes de una inminente tormenta.
Varios segundos después, su cuerpo se relaja y prácticamente se hunde en el colchón mientras un suspiro saciado sale de su boca. Me encanta verlo así. Sin fuerzas y derrotado, y todavía costándole respirar.
Cojo unos pañuelos de la caja que hay en la mesita de noche para limpiarlo, y cuando intento levantarme para deshacerme de ellos, tira de mí hacia abajo y me da un beso corto y fuerte.
—Dios... ha sido increíble.
—¿Eso significa que ahora vamos a acostarnos?
—Ja. Más quisieras. —Mueve el dedo en mi cara—. Pasito a pasito, Kookie ¿Recuerdas?
Hago pucheros como si fuera una niño de seis años.
—Pero ahora sabemos que sí puedo tener un orgasmo. Tú mismo acabas de verlo.
—En realidad, lo he sentido en mi boca y también me lo trague.
Mi corazón da un vuelco al oír su descripción sin filtros. Me quedo en silencio por un momento y a continuación dejo escapar un suspiro derrotado.
—¿Crees que esto te puede hacer cambiar de opinión? —Me inclino hacia él y empiezo a recitar a regañadientes—: Kim Seokjin, eres un dios del sexo. Has logrado lo que ningún otro hombre ha conseguido. Eres... «inserte su comentario brillante aquí». —Levanto una ceja—. Y ahora, ¿podemos acostarnos de una vez?
—Absolutamente no —dice alegre.Y dicho esto, para mi consternación absoluta y total, salta de la cama y recoge sus vaqueros del suelo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto.
—Vestirme. Tengo entrenamiento en media hora.
Como si fuera una señal, alguien golpea con fuerza la puerta de Jin.
—Soy yo, J ¡Tenemos que largarnos ya! —grita Hoseok.
Cojo el edredón en estado de pánico, desesperado por taparme, pero los pasos de Hoseok ya se están alejando.
—Si quieres, puedes quedarte aquí hasta que volvamos —me ofrece Jin mientras se pone su camiseta—. Solo estaré fuera un par de horas.
Dudo.
—Vamos, quédate —suplica—. Estoy seguro de que Hoseok cocinará algo rico para la cena; puedes quedarte y después te llevo a casa.
La idea de estar solo en su casa es... rara. Pero la idea de comer una cena casera en lugar de ir al comedor suena muy, muy tentadora.
—Está bien —cedo finalmente—. Supongo que puedo hacer eso. Pondré una peli o algo mientras estés fuera. O igual me echo una siesta.
—Te permito hacer cualquiera de esas dos cosas. —Me mira—. Pero en ningún caso, tienes permiso para ver Breaking Bad sin mí.
—Vale, no lo haré
.—Prométemelo...
Resoplo
.—Te lo prometo.
—¡J! ¡Mueve el culo!
En un visto y no visto, Jin se acerca y me planta un beso rápido en los labios.
—Me tengo que ir. Nos vemos luego.
Y un segundo después se ha ido y estoy solo en el dormitorio de Kim Seokjin, algo que es, bueno... Diré solamente que es la leche de surrealista. Antes de los parciales nunca había hablado con este chico y ahora estoy sentado desnudo en su cama. ¿Cómo te lo explicas?Me sorprende que no le preocupe que me ponga a cotillear y encuentre su escondite porno, pero cuando me paro a pensar en ello, me doy cuenta de que no es tan sorprendente en absoluto. Jin es la persona más honesta y directa que he conocido. Si él tiene vídeos porno, es probable que no se moleste en ocultarlos.
Apuesto a que todo está organizado de forma ordenada en una carpeta claramente etiquetada justo en el escritorio de su ordenador.
Oigo voces y pasos en el piso de abajo y después el crujido de la puerta principal abriéndose y un fuerte golpe al cerrarse. Después de unos segundos me levanto y me pongo mi ropa, porque no estoy cómodo caminando desnudo por una habitación que no es la mía.
Voto en contra de echarme la siesta, porque me siento extrañamente enérgico después del orgasmo. Y eso es mucho más surrealista que todo lo demás, ser consciente de que de verdad he tenido un orgasmo con un chico.
Dasoon y yo intentamos que sucediera durante ocho largos meses.
Jin lo ha conseguido después de enrollarnos dos veces.
¿Significa eso que estoy arreglado?Es una pregunta demasiado filosófica como para reflexionar sobre ella en medio de la tarde, así que la aparto a un lado y voy abajo a beber algo. Pero una vez que estoy en la cocina, la inspiración me golpea. Jin y sus compañeros de equipo probablemente estarán agotados cuando lleguen a casa. ¿Por qué dejar que trabaje Hoseok en los fogones cuando yo ya estoy en la cocina con un buen rato sin nada que hacer?
Una exploración rápida de la nevera, despensa y armarios revela que lo que decía Hoseok no era ninguna broma. En esta casa se cocina. La cocina está hasta arriba de ingredientes. La única receta que conozco de memoria es la lasaña de tres quesos de mi abuela, así que cojo todo lo necesario y lo pongo en la encimera de granito. Estoy a punto de empezar a cocinar cuando algo me viene a la cabeza.
Frunciendo los labios, cojo mi teléfono móvil del bolsillo trasero del pantalón y marco el número de mi madre. No son más que las cuatro, así que espero que no haya ido a trabajar todavía.Por suerte, responde tras el primer pitido.
—¡Hola, cariño! Qué maravillosa sorpresa.
—Oye. ¿Tienes un momento?
—La verdad es que tengo cinco minutos enteros para ti —responde con una carcajada—. Tu padre me va a llevar al trabajo esta tarde, así que él tiene el honor de limpiar toda la nieve del coche.
—¿Ya tenéis tanta nieve? —le digo horrorizado.
—Por supuesto que sí. Es el calen...
—Juro por Dios, mamá, que si dices que es el calentamiento global, te cuelgo —le advierto, porque igual que puedo jurar que adoro a mis padres, sus charlas sobre el calentamiento global me sacan de quicio—. ¿Y por qué te tiene que llevar papá? ¿Quépasa con tu coche?
—Está en el taller. Hay que cambiar las pastillas de frenos.
—Oh. —Sin prestar mucha atención, abro una caja de placas de lasaña—. Bueno,lo que quería en realidad era preguntarte una cosa sobre la receta de la lasaña de la abuela. Es para ocho personas, ¿verdad?
—Diez —corrige.
Con el ceño fruncido, pienso en toda la comida que Jin engulló cuando vino al restaurante la semana pasada; a continuación, multiplico eso por cuatro jugadores de hockey y...
—Mierda —balbuceo—. Creo que sigue sin ser suficiente. Si quisiera servir aveinte personas, ¿simplemente pongo el doble de todos los ingredientes, o hay una manera diferente de calcularlo?
Mi madre hace una pausa.
—¿Por qué vas a cocinar lasaña para veinte personas?
—No son veinte. Pero tengo que dar de cenar a cuatro jugadores de hockey, que me imagino tendrán el apetito de veinte personas.
—Ya veo. —Hay otra pausa y casi puedo oír su sonrisa—. Y alguno de esos cuatro jugadores de hockey... ¿es alguien especial?
—Me puedes preguntar directamente si es mi novio, mamá. No tienes que andarte con rodeos cursis.
—De acuerdo. ¿Es tu novio?
—No. A ver, más o menos nos estamos viendo y tal... supongo.—¡¿Más o menos?!¡Acaba de provocarte un orgasmo!—. Pero somos amigos más que nada.
Amigos que se dan orgasmos entre sí.
Silencio la molesta vocecita en mi cabeza y cambio rápidamente de tema.
—¿Tienes tiempo para recordarme rápidamente la receta?
—Claro.
Cinco minutos más tarde, cuelgo el teléfono y empiezo a preparar la cena para el chico que hoy me ha dado un orgasmo.
Maratón echo ahora vuelvo a desaparecer bay
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