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15

Me aseguro de estar en casa —y solo— cuando Jungkook aparece el jueves por la tarde. Que nos pillara in fraganti a Irene y a mí me divierte más que me avergüenza, y bueno, al menos no entró mientras me estaba corriendo. La cara de Jungkook se habría puesto cien veces más roja si hubiera oído los gritos de Irene durante su orgasmo.

Honestamente, una parte de mí se pregunta si fingía esos gemidos de estrella porno. No es que pretenda ser un semental en la cama, pero sí que soy super atento y nunca he tenido ninguna queja. Sin embargo, anoche fue la primera vez que sentí que la chica que había en mi cama estaba en realidad haciendo teatro. Hubo algo súper…
insatisfactorio en todo el asunto. No sabría decir si fingía, o si simplemente estaba exagerando su placer, pero de cualquier manera, lo cierto es que no tengo muchas ganas de volver a ver su espectáculo.

Jungkook llama a mi puerta, pero no se detiene tras el primer golpe. Aporrea mi puerta al menos diez veces más, y después, cuando ya le he gritado que entre, le da dos veces más.

La puerta se abre y Jungkook entra en mi cuarto tapándose los ojos con ambas manos.

—¿Es seguro entrar? —pregunta en voz alta. Con los ojos todavía cerrados,
extiende sus brazos hacia delante como una persona ciega a tientas en su oscuridad.

—Joder, Jungkook, eres como una niñato impertinente —digo con un suspiro.

Sus párpados se abren de repente y me mira con gravedad.

—Estoy siendo cuidadoso —contesta en tono arrogante—. Solo le pido a Dios no
volver a entrar en medio de otro de tus polvos.

—No te preocupes, ni siquiera habíamos llegado a eso. Por si te interesa, estábamos todavía en los juegos preliminares. Segunda y tercera fase: tocamientos y sexo oral, para ser exactos.

—Qué asco. Demasiada información.

—Eres tú él que has preguntado.

—Yo no he preguntado nada. —Se acomoda con las piernas cruzadas en la cama y tira de la carpeta que hay en su mochila—. Vale. Suficiente charla. Primero leeremos tu texto revisado y después resumiremos unos cuantos ejercicios prácticos.

Le doy el texto corregido y me recuesto sobre las almohadas mientras Jungkook lo lee. Cuando termina, me mira, y veo en sus ojos que está sorprendido para bien.

—Esto está bastante guay —admite.

Experimento una explosión de orgullo en mi interior. He trabajado como una bestia para el ensayo este de los nazis y la felicitación de Jungkook no solo me gusta, sino que también confirma que estoy mejorando en la tarea de ponerme en la cabeza de otra persona.

—La verdad es que, más que guay, está superguay —rectifica mientras relee la
conclusión.

Finjo un grito ahogado.

—Ostras. ¿Eso ha sido un cumplido?

—No. Me retracto. Es una mierda que flipas.

—Demasiado tarde. —Muevo mi dedo índice delante de sus ojos—. Crees que soy inteligente, ¿eh?

Deja escapar un profundo suspiro.

—Eres inteligente cuando te aplicas. —Hace una pausa—. Bueno, igual te parezco un capullo por decir esto, pero siempre he asumido que la uni era más fácil para los buenos deportistas. Académicamente, quiero decir. Ya sabes, que os regalan los 10
por ser super importantes para la institución.

—Ya me gustaría. Conozco a algunos chicos del Eastwood cuyos profesores ni
siquiera se leen sus exámenes; simplemente les plantan un 10 y se los devuelven. Pero los profes de aqui nos hacen currárnoslo. Son unos cabrones.

—¿Cómo te va en tus otras asignaturas?

—10 en todas y un incómodo 6 en Historia Española, pero cambiará cuando haga el examen final. —Sonrío—. Supongo que no soy el deportista tonto que pensabas que era, ¿eh?

—Nunca he pensado que fueras tonto. —Saca la lengua—. Pensaba que eras un
gilipollas.

—¿PENSABAS? —Salto al darme cuenta de que ha usado el verbo en pasado—.
¿Eso significa que admites que estabas equivocado?

—Naah, sigues siendo un gilipollas. —Sonríe—. Pero al menos eres un gilipollas inteligente.

—¿Lo suficientemente inteligente como para sacar un 10 en el examen? —Mi ánimo se hunde cuando lanzo la pregunta. La recuperación es mañana y me estoy empezando a poner de los nervios otra vez. No estoy seguro de estar preparado, pero la confianza
de Jungkook alivia un poco mi incertidumbre.

—Sin ninguna duda —me asegura—. Siempre y cuando te olvides de tus opiniones y te ciñas a lo que pensarían los filósofos, creo que todo irá bien.

—Más vale que sea así. Necesito esa nota como respirar, Kookie.

Su voz se suaviza.—¿El equipo es tan importante para ti?

—Es toda mi vida —le digo sin rodeos.

—¿Toda tu vida? Uau. Te estás poniendo mucha presión a ti mismo, Jin.

—¿Quieres que hablemos de presión? —La amargura tiñe mi voz—. La presión es tener siete años y que te obliguen a seguir una dieta alta en proteínas para promover tu
crecimiento. La presión es que te despierten al amanecer seis días por semana para ir a patinar y hacer una tabla de ejercicios mientras tu padre te pita con su silbato en tu cara durante dos horas. La presión es que te digan que si fallas, nunca serás un hombre
de verdad.

Su cara está afectada.

—Mierda.

—Sí, eso más o menos lo resume todo. —Intento expulsar los recuerdos lejos de mí, pero brotan en mi cerebro de forma intermitente, tensando mi garganta—. Créeme, la presión que me pongo a mí mismo no es nada comparada con toda la que tuve que
aguantar mientras crecía.

Jungkook entrecierra los ojos.

—Me dijiste que te encantaba el hockey.

—Y me encanta. —Mi voz sale ronca—. Cuando estoy en el hielo, es la única vez
que me siento… VIVO, supongo. Y créeme, voy a esforzarme hasta reventar para llegar a donde quiero. Yo… joder, no puedo fallar.

—¿Qué pasa si lo haces? —responde—. ¿Cuál es tu plan B?

Frunzo el ceño.

—No tengo ninguno.

—Todo el mundo necesita un plan B —insiste Jungkook —. ¿Qué pasa si te lesionas y no puedes jugar más?

—No lo sé. Supongo que me haría entrenador. O tal vez comentarista deportivo.

—Ves, SÍ que tienes un plan.

—Supongo que sí. —La miro con curiosidad—. ¿Cuál es tu plan B si no tienes éxito como cantante?

—Honestamente, a veces no sé si quiero ser cantante. A ver, cantar me flipa,
totalmente, pero hacerlo profesionalmente es otra historia. No me enloquece la idea de pasarme la vida con una maleta a cuestas, ni de pasar todo el tiempo en un autobús
de gira. Y sí, me gusta cantar en frente del público, pero no estoy seguro de querer estar en un escenario frente a miles de personas todas las noches. —Se encoge de hombros, pensativo—. A veces pienso que prefiero ser compositora. Me gusta componer, así que no me importaría trabajar detrás de los escenarios y dejar que alguien distinto sea la estrella. Si eso no funciona, podría dedicarme a la enseñanza.—Sonríe subestimándose a sí misma—. Y si eso tampoco funciona, siempre puedo probar suerte en el mundo del striptease.

Miro su cuerpo de arriba abajo y de abajo arriba y me lamo los labios de forma muy exagerada.

—Bueno, sin duda tienes los muslos que se necesitan.

Él niega con la cabeza y resopla.

—Pervertido.

—Oye, solo estoy afirmando un hecho. Tus muslos son fantásticas. No sé por qué no les sacas más partido. Ya sabes, podrías incluir unos cuantos pantalones más ajustados en tu vestuario.

Un rubor rosado aparece en sus mejillas. Me encanta lo rápido que pasa de serio y descarado a tímido e inocente.

—Por cierto, no puedes hacer eso el sábado —le informo.

—¿El qué? ¿Hacer un striptease? —dice en tono burlón.

—No, ponerte como un tomate cada vez que te hago un comentario lascivo.

Jungkook arquea una ceja.

—¿Cuántos comentarios lascivos pretendes hacer?

Sonrío.

—Depende de lo que beba.

Él deja escapar un suspiro de exasperación y un mechón de pelo oscuro se suelta de su coletita  y cae sobre su frente. Sin pensarlo, acerco la mano y le meto el mechón detrás de la oreja.

Que sus hombros se tensen de forma inmediata hace que mis labios se frunzan.

—No puedes hacer eso. Quedarte congelado cuando te toco.

Sus ojos muestran alarma.

—¿Por qué tendrías que tocarme?

—Pues porque se supone que soy tu cita. ¿No me conoces o qué? Soy un sobón.

—Bueno, pues el sábado puedes dejar tus manos quietas —dice él
remilgadamente.

—Un maravilloso plan. Y entonces Loverboy pensará que solo somos amigos. O enemigos, dependiendo de lo nervioso que te pongas.

Se muerde el labio, y su visible nerviosismo solo consigue que me meta más con él.

—¡Ah! Y también puede ser que te bese.

Ahora es él la que me mira fijamente.

—Ni de coña.

—¿Quieres o no quieres que Nam piense que te molo? Porque si eso es lo que quieres, al menos tendrás que intentar actuar como si te molase.

—Eso va a resultarme difícil —dice con una sonrisa.

—Mentira. Te gusto un montón

Resopla.

—Me encanta ese resoplido tuyo —le digo con sinceridad—. La verdad es que me pone un poco.

—¿Quieres parar de una vez? —se queja—. Namjoon no está en tu habitación ahora; puedes guardarte el coqueteo para el sábado.

—Estoy intentando conseguir que te acostumbres. —Hago una pausa como si
estuviera reflexionando sobre algo, pero en realidad es que me flipa hacerle rabiar—. La verdad es que, cuanto más lo pienso, más me pregunto si deberíamos calentar.

—¿Calentar? ¿Qué leches significa eso?

Ladeo mi cabeza.

—¿Qué crees que tengo que hacer antes de un partido, Kookie? ¿Crees que
simplemente aparezco en la pista y me pongo los patines? Por supuesto que no.
Practico seis días a la semana para prepararme; en el hielo, en la sala de musculación, viendo vídeos de partidos, en reuniones de estrategia. Piensa en toda la preparación que conlleva.

—Esto no es un partido —dice con enfado—. Es una cita falsa.

—Pero para Loverboy tiene que parecer real.

—¿Podrías dejar de llamarlo así?

No, no tengo ninguna intención de parar. Me gusta cómo se cabrea. Es más, me mola cabrearlo y punto. Cada vez que Jugkook se enfada, sus ojos resplandecen mientras que su nariz se arruga y sus mejillas se tornan de un color rosa superbonito.

—Así que sí —digo con una inclinación de cabeza—. Si voy a tocarte y besarte el sábado, creo que es imprescindible que ensayemos. —Me vuelvo a lamer los labios —. De forma meticulosa.

—Sinceramente, me es imposible saber si me estás tomando el pelo o no. —Exhala un suspiro cansado—. En fin, no voy a dejar que me toques O me beses, así que borra todas esas ideas guarras de tu cabeza. Si quieres un poco de acción, llama a Irene.

—Sí, ya, eso no va a suceder.

—¿Por qué no? Parecía gustarte mucho ayer por la tarde. —Hay algo de frialdad en el tono de Jungkook.

—Fue un rollo de una sola vez. Y deja de intentar cambiar de tema. —Sonrío—. ¿Por qué no quieres besarme? —Entrecierro mis ojos—. Oh, mierda. Solo hay una explicación posible. —Hago una pausa—. Besas mal.

Abre la boca indignado.

—Ni remotamente beso mal.

—¿En serio? —Mi tono de voz es ahora más grave, seductor. —Demuéstramelo.

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