14
—Hola, Kook-Kook —Jimin me sorprende en el trabajo esta noche, se sienta en una de mis mesas con una sonrisa radiante. Cuando Sean se sienta junto a él en el banco corrido, me cuesta reprimir una sonrisa. ¿Están sentados en el mismo lado de la mesa?
Uau, deben de estar volviendo a ir en serio, porque solo las parejas que están
locamente enamoradas hacen eso.
—¿Qué tal, Jungkook? —dice Sean mientras estira su brazo sobre los delgados hombros de Jimin.
—Hola. —Toda la noche he estado aguantando a clientes pesados, así que estoy superfeliz de ver algunas caras amigas—. ¿Queréis algo de beber mientras miráis la carta?
—Para mí un batido de chocolate, por favor —responde Jimin.
Sean levanta sus dedos índice y corazón.
—Con dos pajitas —añade guiñando un ojo.
Me río.
—Madre mía, estáis tan acaramelados que me están saliendo caries.
Pero me hace feliz verlos felices. Para ser miembro de una fraternidad, la verdad es que Sean es bastante guay y, que yo sepa, nunca le ha puesto los cuernos a Jimin.
Sus últimas rupturas siempre fueron decisión de Jimin—pensaba que eran demasiado jóvenes para una relación seria—, y Sean siempre se ha mostrado infinitamente paciente en todo momento.
Preparo su batido del amor, se lo llevo a la mesa con una reverencia extravagante.
—Madame, monsieur.
—Gracias, cariño. Ah, escucha —dice Jimin mientras Sean estudia el menú—.
Algunos de las chicos de nuestra planta van a hacer un maratón de pelis de Ryan Gosling mañana por la noche.
Sean gruñe.
—¿Otra fiesta Gosling? No sé lo que veis en ese tío. Está escuálido como un palo.
—Es muy guapo —corrige Jimin antes de mirarme otra vez—. ¿Vienes?
—Depende de la hora.
—Mark tiene una clase tarde, pero volverá a las nueve. Así que será más o menos a esa hora.
—Mierda. Doy clase a las nueve.
La cara de Jimin se ensombrece con decepción.
—¿No puedes intentar dar la clase antes? —Sube y baja las cejas como si tratara de seducirme—. Ken va a hacer sangría…
Tengo que admitir que la idea me tienta. Hace ya tiempo que no quedo con los chicos o consumo alcohol. Yo no bebo en las fiestas —y por una buena razón—, pero no me importa pillar un puntito de vez en cuando.
—Llamo a Jin durante mi descanso. A ver si él está libre antes.
Sean mira por encima de la carta, interesado otra vez en la conversación.
—¿Entonces tú y Kim ahora sois los mejores amigos?
—Naah. Es solo una relación profe-alumno.
—No, no —se burla Jimin. Se gira hacia su novio—. Son superamigos. Se
mensajean y todo.
—Vale. Somos amigos —le digo a regañadientes. Cuando Sean me dirige una sonrisa de complicidad, enseguida le gruño—. Solo amigos. Así que quítate todos esos pensamientos guarros de tu cabeza.
—Oh, vamos, sabes que no puedes culparme. Es el capitán del equipo de hockey y se le acaban los chicos antes de lo que se le acaba un rollo de papel higiénico. Sabes perfectamente que todo el mundo va a pensar que eres su nueva conquista.
—Todo el mundo puede pensar lo que quiera. —Me encojo ligeramente de
hombros—. Pero no es lo que hay entre nosotros.
Sean no parece muy convencido. Algo que atribuyo a que es un chico. Dudo que exista por ahí un chico que piense que los hombres y las mujeres son capaces de tener una relación puramente de amistad.
Dejo a Jimin y Sean y atiendo a mis otros clientes. Cuando llega mi descanso, entro en la sala de personal para llamar a Jin. El tono continuo de la línea suena una eternidad antes de que por fin conteste, su «hola» ronco eclipsado por la música a todo volumen del fondo.
—Eh, soy Jungkook —le digo.
—Ya lo sé. Me sale en la pantalla, idiota —ríe.
—Llamaba para ver si podemos cambiar nuestra clase de mañana.
Una oleada de hip-hop retumba en mi oído.
—Perdona ¿qué?
Levanto la voz para que pueda oírme mejor.
—¿Podemos quedar antes mañana? Tengo planes a las nueve. Me gustaría ir
alrededor de las siete. ¿Te parece bien?
Su respuesta la ahoga el martilleo ensordecedor de Jay-Z.
—¿Dónde estás? —prácticamente tengo que gritar.
—En casa —su respuesta suena como amortiguada por la música. —Hemos
invitado a algunos colegas a ver el partido.
¿Algunos colegas? Suena como si estuviera en medio de Times Square.
—Entonces, ¿vienes a las nueve?
Reprimo mi cabreo.
—No, ¡¡a las SIE-TE!! ¿Te parece bien?
—Seokjin, baby, ¡dame cerveza! —Una voz suena sobre la conversación. A juzgar por el débil acento, debe tratarse de Hoseok.
—Espera, Kookie. Un segundo. —Una especie de crujido llega a mi oído, seguido de unas carcajadas; a continuación vuelve Jin—. Vale, mañana a las nueve entonces.
—¡A las siete!
—Eso, a las siete. Lo siento, no oigo nada. Te veo mañana.
Me cuelga pero no me importa. La semana pasada descubrí que Jin nunca se molesta en decir adiós por teléfono. Al principio me jorobó un poco, pero ahora la verdad es que aprecio su enfoque de cómo ahorrar tiempo.
Meto mi móvil en el delantal y vuelvo a la sala principal para contarle a Jimin que puedo ir mañana por la noche. Él chilla en respuesta.
—¡Hurra! Estoy impaciente para la sesión con mi Gosling. El tío más bueno del universo.
—Estoy aquí, ¿sabes? —se queja Sean.
—Cariño, ¿has visto las abdominales de ese hombre? —le pregunta.
Él suspira.
...
Al día siguiente, aparezco en la casa de Jin a las siete en punto y entro sin llamar como hago de forma habitual. Antes de dirigirme arriba, meto la cabeza en el salón para saludar a Tae y los demás. Tae no está, pero Hoseok y Yoongi sí, y me lanzan una mirada de confusión al verme.
—Hola, Jeonny. —Hoseok arruga la frente—. ¿Qué haces aquí?
—Darle clase a tu capitán ¿qué otra cosa podría ser? —Niego con la cabeza
mientras empiezo a distanciarme de la puerta.
—Cielo, no quieres subir, créeme —dice Yoongi en voz alta.
Me detengo en seco.
—¿Por qué no?
Sus ojos brillan divertidos.
—Eh… es posible que a Jin se le haya olvidado.
—Bueno, pues entonces voy a recordárselo.
Un minuto más tarde, me arrepiento por completo de esta acción.
—Oye, Kim, vamos a terminar con esto y así puedo… —Abro la puerta y me
detengo a mitad de frase; me quedo congelado como un ciervo ante los faros de un coche.
La vergüenza me golpea cuando me doy cuenta de lo que estoy viendo.
Jin está tumbado en la cama con el torso desnudo en todo su esplendor
mientras… una chica desnuda cabalga sobre sus muslos.
Sí, Miss Tanga está completamente desnuda y se gira en una nube de pelo rubio al oír el sonido de mi voz. Unos pechos turgentes asaltan mi visión, pero no tengo tiempo para juzgarlos en un sentido u otro porque su chillido perforador de tímpanos se abre
camino.
—¡¡Pero qué narices…!!
—Mierda. Lo siento mucho —suelto.
Cierro la puerta de golpe y salgo corriendo a la planta baja como si me persiguiera un asesino en serie.
Cuando entro de sopetón en el salón un segundo después, dos caras sonrientes me dan la bienvenida.
—Te dijimos que no fueras allí —dice Hoseok tras un suspiro.
La sonrisa de Yoongi se ensancha.
—¿Qué tal el espectáculo? No podemos oír mucho desde aquí abajo, pero me da la sensación de que es de las que gritan.
Estoy tan avergonzado que siento mis mejillas arder de adentro afuera.
—¿Podéis decirle a vuestro amigo el zorrón que me llame cuando termine? Bueno, mira, en realidad, no. Dile que se le acabó la suerte. Mi tiempo es muy valioso, joder. Paso de darle más clases particulares cuando es evidente que él no se toma en serio mis horarios.
Dicho eso, me marcho de su casa; mis emociones van alternándose entre la
vergüenza y la ira. Increíble. ¿Cómo puede ser que tirarse a una tía sea más
importante para él que aprobar su parcial? ¿Y qué clase de idiota haría eso cuando SABE que voy a ir a su casa?
Estoy a mitad de camino llegando al coche de Kai cuando la puerta principal se abre de golpe y Jin sale corriendo. Por lo menos ha tenido la decencia de ponerse unos vaqueros; pero sigue sin llevar camiseta. Ni zapatos. Viene corriendo hacia mí con una expresión que es una mezcla entre vergüenza y cabreo.
—¿Qué coño ha sido eso? —exige.
—¿Estás de broma? —le contesto—. Soy yo el que debería estar haciendo esa
pregunta. ¡Sabías que venía a tu casa!
—¡Me dijiste a las nueve!
—Lo cambié a las siete y lo sabes de sobra. —Mis labios se tuercen en una mueca—. Quizás la próxima vez deberías prestarme más atención cuando te llamo.
Se pasa una mano por el pelo corto y sus bíceps aumentan con el movimiento. El aire frío hace que se le erice toda su suave piel dorada y mi mirada se siente inconscientemente atraída por la delgada línea de vello que apunta hacia la cintura del
pantalón desabrochado.
Al ver eso, una extraña oleada de calor recorre el camino entre mi pecho y mis
entrañas. Mi cuerpo se siente repentinamente tenso y lleno de deseo, mis dedos hormiguean de ganas de…, ah, mierda. ¡No! ¿Y qué más da si este tío está como esculpido en mármol? Eso no quiere decir que quiera subirme a horcajadas en sus piernas y saltarcomo conejo.
Él ya tiene otra persona haciéndole eso.
—Lo siento, ¿vale? —se queja—. La he cagado.
—No, ¡no vale! Para empezar, está claro que no respetas mi tiempo, y para
terminar, está clarísimo que no quieres aprobar esta asignatura, de lo contrario
tendrías los pantalones cerrados y el libro de texto abierto.
—Oh, ¿lo dices en serio? —me reta—. ¿Esperas que me crea que tú estudias
veinticuatro horas al día, siete días a la semana y que nunca te enrollas con nadie?
El cabreo se revuelve en mi estómago y cuando no contesto, la sospecha inunda sus ojos.
—Porque tú te enrollas con gente, ¿no?
Un resoplido enfadado se escapa de mis labios.
—Por supuesto que sí. Solo… solo que hace tiempo que no.
—¿Cuánto es «hace tiempo»?
—Un año. Y no es que sea de tu incumbencia. —Aprieto la mandíbula y abro la puerta del conductor—. Vuelve con tu putita, Jin. Me voy a casa.
—¿Putita? —repite—. Eso es una suposición bastante maleducada, ¿no crees? Por lo que tú sabes podría ser una erudita de la fraternidad Rodas.
Levanto una ceja.
—¿Lo es?
—Bueno, no —cede—. Pero Irene …
Resoplo. Ohhh, Irene . POR SUPUESTO, se llama Irene.
—…es una chica muy inteligente —acaba.
—Ya, claro, estoy segurísimo de que lo es. En ese caso, vuelve con Miss
Inteligencia. Yo me largo.
—¿Podemos quedar mañana?
Abro la puerta del coche.—No.
—¿Ah, no? —Agarra con su mano el marco de la puerta—. En ese caso creo que nuestra cita para el sábado también queda cancelada.
Él me mira fijamente.
Le devuelvo la mirada.
Pero los dos sabemos que no será él quien dé marcha atrás.
De repente recuerdo la conversación que tuve con Namjoon en el pasillo el otro día.
Mis mejillas se calientan de nuevo, pero esta vez no tiene nada que ver con que acabo de pillar a Jin con los pantalones bajados. Literalmente. Por fin Namjoon se ha dado cuenta de que existo y si no voy a esa fiesta, estaré dejando escapar la oportunidad de hablar con él fuera del contexto de la universidad. No es que pertenezcamos a los mismos círculos, así que si no quiero limitarme a un encuentro una vez a la semana en
clase de Ética, tengo que ser proactiva y buscar el contacto con él fuera del aula.
—Va —le bufo a Jin—. Te veo mañana. A las siete EN PUNTO.
Su boca se curva en una sonrisa de satisfacción.
—Eso me parecía a mí.
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