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•No puedes escapar de tu destino•

2 |No puedes escapar de tu destino |

Spencer sonreía satisfecha mientras caminaba hacia su casillero. No sabia porque, pero tenía una curiosidad inmensa por descubrir a ese aburrido chico llamado Chris. Y para que mentir, Chris es bastante atractivo. Pero ese no era el punto principal el cuál captaba la atención de Spencer, sino su gran amargura por el mundo. No entendía como alguien podía emanar tanto odio.

Al caminar por el pasillo visualizó a Hannah, una chica la cuál había conocido en la primera clase. Era una chica muy extrovertida, no tardó mucho en conversar con Spencer a penas la vio llegar. Podría decirse que ya son amigas. La rubia grisácea se acercó a la castaña bajita.

—¡Hannah! Te estaba buscando.—le confesó mientras reía. Hannah le sonrió por igual.

—Yo te estaba buscando en el almuerzo, pero como te vi con ese chico preferí dejarlos a solas.— dijo riendo. Spencer no pensó que alguien la haya visto con el castaño, pero no le molestaba la idea, eso por lo menos haría que Chris llamara la atención de otras personas.

—No te hubieras molestado. El chico tal vez necesite más amigos...—admitió Spencer. No quería mostrar a Chris como un pobre chico sin amigos, pero también quería ayudarlo a socializar más.

—Oh, ya veo. Bueno, yo conozco a Chris desde séptimo grado, él siempre ha sido así.— le comentó Hannah encogiéndose de hombros. A Spencer se le encogió el corazón.

—Oh...— a Spencer le crecieron las ganas de entrar a la vida de ese chico por alguna razón. Hannah miró con ternura a la chica pálida.

—No te sientas mal por él, es cosa suya que no quiera hacer amigos. Pero si quieres que te dé mi opinión, parecía muy interesado en ti cuando hablaban en la cafetería.— Spencer río ante el comentario de Hannah, ella estaba al tanto de que Chris estaba muy desinteresado en ella. O por lo menos eso es lo que el chico de chaqueta negra hacía ver.

La campana del instituto sonó, dando a saber que había empezado la nueva hora de clase. Hannah y Spencer se dieron una mirada cómplice.

—Me dices cualquier cosa que pase, te veo en la ultima hora.— se despidió sonriente Hannah. Y con eso Spencer también se retiró.

Caminó a paso rápido a su aula. Aunque quisiera ocultarlo, estaba emocionada por ver al castaño de ojos verdes de nuevo. Cuando estaba a punto de entrar, chocó con un hombro... Hablando del Rey de Roma...

Chris miró molesto a Spencer, y ella estando a lado suyo, se sentía muy pequeña. El chico era bastante alto, incluso para Spencer que no era bajita. La chica de cabellos grises murmuró un "lo siento", pero Chris pareció no soportar más estar a su lado así que se apresuró a entrar en el aula. Vaya que caballeroso... Sí, Spencer también usa sarcasmo.

La chica se sentó en un pupitre alejado de la clase, al fondo. Mientras que el chico, se sentó en la del medio hasta en frente. Que aburrido. Pero Spencer tenía su gran plan ya armado. Sabia que esta clase era sobre integración social, era casi obvio que los pondrían a trabajar en equipo, y Spencer no gastaría su oportunidad.

—Buenos días, jóvenes. Vamos a empezar la clase de una forma diferente a todos los años.—la maestra comentó mientras se sentaba sobre la mesa. —Primero que todo, necesito que recorran los pupitres a las paredes del aula.— los alumnos no tardaron en obedecer. Chris sentía un revoltijo en el estómago, sabía a que iba todo esto. Spencer solo se emocionaba más.

—Bien.— la maestra volvió a hablar.—Ahora pónganse en pajeras, les recomiendo que elijan a un compañero que no conozcan.

La vista de Spencer corrió a el cuerpo rígido del chico. Chris sintió su mirada, pero se negó a voltear. La chica rubia caminó hacia Chris a paso decidido. Él hizo una mueca de desagrado.

—Perfecto. Ahora voy a explicar el ejercicio.—la maestra habló. Spencer le sonrió inocentemente a Chris. El chico trago grueso. —La cosa es así; van a vendarse los ojos con estas bandanas que les entregaré, se van a poner enfrente de su compañero y esperaran a mis instrucciones, ¿De acuerdo?- el alumnado asintió.

La sonrisa de Spencer creció cuando miro como Chris se ponía su bandana tratando de ignorar lo más posible a su bonita e insoportable compañera. Ella se puso la suya después del castaño.

—Muy bien, quiero absoluto silencio, chicos. Ahora mismo quiero que den un pequeño paso al frente. Tranquilos, no van a chocar.—todos obedecieron las instrucciones de la maestra, incluso el atemorizado Chris, el cual empezaba a respirar más pesadamente. No sabía de lo que Spencer era capaz.

—Ahora están suficientemente cerca para que solo se escuchen entre ustedes. Muy bien. Quiero que hagan lo siguiente, van a comentar libremente sobre las cosas que les gustan a cada uno. Tómense su tiempo.—indicó la maestra. Solo tomo un segundo para que Spencer hablara.

—Amo dibujar.—la rubia soltó. —Es algo que me mantiene tranquila y en mi propio mundo.—Spencer sonrió ante su propia respuesta. Chris piensa que ella habla demasiado, tal vez sirva que dibuje todos los días para que lo deje en paz.

—Me gusta escuchar música.—contesto el frío de Chris. Spencer espero que dijera algo más pero nada salió de sus labios.

—¿Que tipo de música?—pregunto la ojiazul, esperando a que por lo menos dijera algo más.

—Música tranquila.—demonios, este chico era más difícil de lo que pensó. Chris contestó sincero, solo esperaba que dejara de preguntar.

—¿Bromeas? ¿Por qué eres tan aburrido? ¿No tienes algún grupo favorito? ¿Acaso no hay música que te haga bailar?— la insoportable Spencer preguntó. A Chris le empezaba a dar jaqueca.

—¿Que te importa que tipo de música me guste? Son mis gustos, déja de interesarte tanto por eso.—contestó molesto el castaño. Eso hizo que Spencer se molestara.

—Perdón, solo trataba de conocerte más, gruñón.—dijo gruñendo igual que Chris.

—Nadie te pidió que lo hicieras, metida.—eso último hizo que Spencer quisiera abofetearlo, pero recordó que estaba en clase. Se retiró la bandana y se dio cuenta de que Chris también lo hizo. Los dos emanaban odio por los ojos.

—¡Ustedes dos! ¡Vuelvan a ponerse las bandanas, ahora mismo!— la maestra gruño. Los dos obedecieron bufando. Chris ya estaba al límite.

—Bueno, chicos, pasemos al siguiente ejercicio. Uno de ustedes se dará la vuelta, el otro se retirará la bandana. Haremos un ejercicio de confianza, ¿de acuerdo?—de nuevo todo el alumnado asintió a excepción de la rubia y el castaño, pero de todas maneras obedecieron.

Spencer fue la que se volteó, por lo que Chris se retiró la bandana. Esto ya empezaba a hartar al amargado. La maestra indicó que a la cuenta de tres, el compañero se dejaría caer, por lo que el otro debía atraparlo. Pero la rubia habló.

—Espero que esto lo hagas bien y no gruñendo como siempre.—Spencer dijo, quería hacerlo enojar. Y lo estaba logrando.

—Puedo hacer todo bien, aquí la que no sabe ni hablar correctamente eres tú.— dijo en tono bajo pero molesto para que la maestra no escuchara.

—Ay por favor, tú ni siquiera sabes sonreír.—Chris echó humo por las orejas. Pero cuando menos se dio cuenta, la maestra ya había contado hasta tres.

Todo ocurrió en cámara lenta. Cuando Chris se dio cuenta era demasiado tarde, Spencer ya se había dejado caer y su cabeza estaba a milímetros del suelo.

—¡AUCH!—se escuchó el quejido de la pobre chica en toda el aula. Chris reaccionó y le ayudó a pararse, en cuanto ya estuvo de pie, Spencer se zafó del agarre del castaño y sobo su cabeza.

La maestra llegó rápido hasta Spencer y la reviso.

—Creo que será mejor que te revise la enfermera. Chris llévala.—ordenó la maestra. El chico se negó mentalmente. —¿Qué esperas? ¡llévala!

Y ahí se encontraban las dos sustancias en la enfermería, el agua y el aceite. Esperando a la enfermera mientras que los dos se miraban con llamas en los ojos.

—Esta es culpa tuya.—soltó Chris. La rubia lo miró sin poder creer lo que dijo.

—¡¿Mía?! ¡Si fuiste tú el que me dejó caer!— se defendió Spencer echando humo por todas partes.

—¡Tú hiciste que me distrajera! ¡Es que eres increíblemente fastidiosa!—gruño Chris. Spencer estaba igual o peor que el chico a su lado.

Cuando llegó la enfermera, le dio una bolsa de hielo a la chica herida y le pidió que se quedara sentada ahí un rato más. Según la enfermera, mucho ruido podía hacerle daño, estaba aturdida. Spencer obedeció y se quedó sentada ahí. Mientras tanto, Chris se paró y caminó a la salida de la enfermería.

—¿Pretendes dejarme aquí sola?— le dijo dolida al chico amargado. Chris fue directo.

—Sí.—vaya. Sin palabras.

—Pues no. Que yo esté aquí es culpa tuya, yo debería estar en clase. Asi que si yo no voy, tú tampoco.—exigió Spencer molesta.

Chris ya no quiso decir más, solo la obedeció. De todas maneras estaba seguro de que si volvía, la maestra le pediría que se quedara con Spencer. Chris se sentó a su lado en silencio.

—Me hubiera gustado no conocerte.— soltó Chris. Ese comentario le dolió a Spencer, pero decidió ignorar el dolor.

—Gracias, yo igual odio haberme cruzado contigo.—dijo sarcástica. Chris sintió algo raro dentro de él pero decidió ignorarlo. —Pero, ¿sabes que?— volvió a hablar la pálida.

—¿Qué?—contestó el chico sin ganas.

—No puedes escapar de tu destino.

Entonces por segunda vez en el día, Chris volvió a reír.

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