•La vida no siempre es justa•
4 |La vida no siempre es justa|
Chris abrió la puerta bufando. Dejo que Spencer entrara y cerró la puerta una vez que ya estuvo dentro.
-¡Mamá, llegué!- grito el castaño de mala gana. Otra vez se dejo convencer por la rubia. ¿Por qué demonios no podía decirle que no?
Unos pasos apresurados se escucharon por la casa. Pero no era la madre de Chris.
-¡Chris.... ¿y una chica?-Jack se detuvo cuando su mirada se fijó en la chica que estaba a lado de su hermano. Nunca lo había visto con una chica antes.
-¡Hey Jack! ¿Como estás pequeño?- Aunque sea algo embarazoso de admitir, su hermano era el único que aún le daba alegría a la vida de Chris. El castaño se acerco a su hermano y lo abrazó.
Lo bajó después de unos segundos. La mirada de Jack se veía muy interesada en la chica que se encontraba en su casa. Spencer sonreía con ternura, el ver a Chris tan contento por ver a su hermanito le daba ganas de vomitar arcoíris. La chica se agachó enfrente del pequeño y sacudió su cabello en forma de saludo. Jack río.
-Tu novia es linda, Chris.- dijo Jack con su aguda voz. Tanto el castaño como la rubia se tensaron. Entonces Spencer habló.
-Tranquilo, pequeño. El amargado de tu hermano no es mi novio. Pero gracias por lo de linda.-dijo riendo la rubia y volvió a revolver el cabello del pequeño.
-No soy amargado.- protestó Chris cruzandose de brazos. En el fondo sentía algo muy lindo pero extraño dentro de él por ver a Spencer con su hermano.
-Lo que tu digas, amargado.-Spencer volvió a reír, y solo porque ella no estaba mirando a Chris, él se sintió libre de sonreír.
El castaño se acercó al mini castaño de nuevo.
-¿Y mamá?- preguntó con fe de que ella estuviera aquí. El pequeño se encogió de hombros.
-Aún no ha regresado...-contestó. Chris se sintió algo decepcionado, pero desechó ese sentimiento lo más pronto posible.
Spencer estaba ajena a su conversación, miraba con interés la casa. Era bastante bonita y amplia. Se acercó a un estante lleno de fotos familiares. Estaban Chris, su hermano y una mujer muy bonita, la rubia supuso que era su madre. De repente, sintió la presencia de alguien a lado de ella y se giró.
Chris dejó a su hermano un momento para ver que hacia Spencer. Camino hacia ella pero no dijo nada. La rubia volteó y lo miró.
-Eres muy metida, ¿lo sabías?- dijo el castaño. Ella rodó los ojos divertida.
-Sólo estaba viendo las fotos, no es tan grave.-dijo Spencer mientras tocaba el pecho del castaño con su dedo índice, señalandolo.
-Lo que tu digas, metida.-los dos rieron. Spencer estaba fascinada, tanto por su risa, como por descubrir que Chris no está tan muerto como pensaba.
Los ojos verdes del chico conectaron con los azules de la chica. Spencer notaba un brillo en esos ojos verdes el cual no había visto antes. Chris notaba la ternura expresada en los diamantes de la rubia. Ninguno de los dos se dieron cuenta del tiempo que estuvieron observándose mutuamente, ni tampoco el hecho de que estaban más cerca que hace unos segundos.
Pero el que se dio cuenta de aquello antes de que cualquier otra cosa pasara fue el amargado de Chris. Parpadeo repetidas veces y se aclaro la garganta. Se regañaba mentalmente por aquello.
-¿Quieres que... ummm... quieres pasar a la sala?-murmuró Chris nervioso. Las mejillas de Spencer eran como dos tomates. Ella tampoco se había dado cuenta de lo que estaba pasando. La chica asintió tímidamente.
Los dos caminaron a la sala, donde Jack se encontraba mirando caricaturas. Spencer se sentó en el sofá mirándo a la nada y dejando que sus pensamientos la consumieran. Chris fue a la cocina a preparar algo de té mientras dejaba de llover.
¿Que había pasado hace unos segundos? Se preguntaban los dos. Definitivamente a Chris le parecía algo nefasto, mientras que a Spencer solo le daba vergüenza admitir que le hubiera gustado seguir mirando sus ojos. El castaño no podía dejar que eso ocurriera de nuevo, no lo permitiría, no. La rubia decidió enfocarse en lo que hacía el pequeño castaño.
-¿Cuantos años tienes, Jack?-preguntó Spencer. Jack volteó a verla con esos ojos grandes y tan verdes como los de Chris.
-Nueve y medio-contestó el niño orgulloso. Spencer alzó una ceja divertida.
-Tienes nueve, Jack, decir que tienes medio año más es tonto.-la voz de Chris respondió. El chico camino a la sala con dos tazas de té, se sentó a lado de la rubia y le pasó una taza.
-Gracias.-Spencer lo miró a los ojos de nuevo, pero no obtuvo lo que esperaba. Chris volteo la cara y murmuró un frío "de nada". Y aquí de nuevo el Chris sin alma.
-¿Y cómo te llamás?-preguntó Jack mirando con curiosidad la cara algo decepcionada de la rubia.
-Spencer.-la ojiazul respondió orgullosa. Le gustaba su nombre, la verdad es que era bastante único.
-¡Tu nombre suena al de un niño!- carcajeo el pequeño. Spencer sonrió y se encogió de hombros. Le gustaba tener la atención del hermano de Chris, aunque también le hubiera gustado que el amargado estuviera más metido en la conversación.
Spencer y Jack hablaron un rato más, mientras que Chris sólo pretendía escuchar pero la verdad es que lo estaba matando por dentro tener a Spencer en su casa. El había jurado no involucrar sentimientos por nadie nunca... tampoco estaba diciendo que los tuviera por Spencer pero... bueno ustedes entienden.
El castaño se paró del sofá y caminó hacia la cocina. Dejó la taza en el lava platos y se asomó por la ventana. Ya había dejado de llover, Spencer ya podía volver a casa. Justo cuando el amargado iba a voltear para dirigirse a la sala, la rubia apareció justo en la puerta de la cocina.
Chris soltó un pequeño grito. No esperaba verla ahí. La rubia portaba una sonrisa burlona.
-Gritas como niña.-comentó la ojiazul mientras reía. Chris no le tomó gracia. Bueno nunca le daba gracia nada.
-No lo tomaré como un insulto porque eso me haría ver machista.-dijo seriamente el chico de ojos verdes. La chica rodó los ojos.
-Eres un aburrido.- Chris se encogió de hombros indiferente. Empezaba a sentir que su forma amargada de ser tenía que actuarla cuando estaba con ella. La rubia dejó la taza en la mesa y lo miró.
-Ya dejo de llover.-soltó el castaño sin más. Los ojos de la rubia perdieron cualquier brillo que empezaban a tener.
-Oh...-el castaño iba a volver a hablar pero fue interrumpido por gritos de su hermano.
-¡Oye Chris, ¿puede quedarse Spencer a jugar un rato videojuegos?!- la chica sonrió cuando escuchó la voz del pequeño. Chris gritaba un rotundo "no" en su cabeza.
-Oh, eso estaría genial, tu también podrías jugar y...
-No.-contestó, interrumpiendo a la rubia. La sonrisa de Spencer desapareció por completo.
-¿Disculpa?-preguntó incrédula. Chris sabía que se arrepentiría después de sus palabras, pero era lo mejor.
-Me refiero... Ya no está lloviendo. Puedes ir a casa.-más que una sugerencia, para Spencer sonó como una orden. Se dio cuenta de que Chris quería que la rubia de largara de una vez.
-Claro. De hecho ya me estaba por ir. ¿Para que seguir viendo tu estúpida cara de amargado?- dijo Spencer mirando fijamente a los ojos verdes del chico, mientras su mandíbula se tensaba.
La rubia salió de la cocina y agarró sus cosas que estaban en el sofá. Jack la miro e instantáneamente se puso triste.
-¿Te vas?-preguntó el niño. Spencer quería decir que no, pero el ogro de su hermano la estaba echando. La rubia asintió.
-¡No es justo!- volvió a hablar el mini castaño. Spencer se percató de que Chris ya había salido de la cocina y estaba presenciando la escena.
-La vida no siempre es justa.-contestó la ojiazul si despegar su mirada del chico de ojos verdes.
Con eso, Chris observo como la chica rubia plateada salía de la casa dando un portazo. Chris sabía que la había hecho sentir mal, pero ella no entendería si le explicara por qué lo hace. Los ojos del chico se dirigieron a su hermano.
-¿Que le dijiste?-acuso el niño. Bueno por lo menos no era tonto.
-Nada que te importe.- respondió el castaño alto. Sus ojos encontraron algo en el sofá que definitivamente no era de él.
-¿Desde cuando te volviste tan mala persona? Extraño a mi hermano.- admitió el pequeño. Chris le restó importancia, aunque le doliera que su hermano pensara eso.
El castaño se acercó al sofá y tomó entre sus manos el objeto plateado que se encontraba ahí. Era un brazalete con un pequeño dije que portaba una S. Estaba seguro que era de Spencer. Sostuvo la pulsera mientras la veía como si fuera el último recuerdo que tendría de ella. Se sentía muy mal.
Pero ella misma lo dijo, la vida no es justa. Él castaño se prometió regresarle el brazalete al día siguiente, aunque ahora mismo temía por su vida por encontrarse a una furiosa Spencer.
El castaño se fue a dormir, no sin antes pensar en esos ojos azules que empezaban a adueñarse de sus pensamientos por completo.
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