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•El tiempo no para•

18. El tiempo no para

Cerró los ojos al sentir el fresco viento chocar contra su cara. Apareció en su mente la pregunta más simple pero triste que alguna vez haya imaginado.

¿Sería esa la última vez que se sentiría de esa manera?

Quizás si, quizás no. Definitivamente no lo sabía con certeza. Pero si era así, esperaba que haya sido la mejor calada de aire fresco en lo que ha respirado hasta ahora.

Chris trataba de entender todo el asunto de la fuga. Para que Spencer hiciera algo así, tenía que ser algo más que importante para ella, y por eso no dudo en ir. Había alguna vez imaginado en romper las reglas, pero jamás había pensado que lo haría por alguien. Pero se sentía bien. Por primera vez en su vida se sentía lleno. En ese momento a ninguno de los dos les importó lo que pasara afuera de esa situación. Eran ellos dos, la radio y el viento en la cara.

Se dirigían afuera de la ciudad; con más exactitud, a un pequeño valle de hierba verde y brisa fría. Eran las diez de la mañana pero para ellos era solo hoy. Ninguno había hablado más que para ponerse de acuerdo en su punto de destino, pero nadie se atrevía a cruzar palabras. Spencer tenía un nudo grande en la garganta. Sabía que estaba mal si él venía con ella. Estaba más que mal, estaba siendo muy egoísta. Chris también tenía un nudo en la garganta, pero por preocupación; su mente ha estado pensando en las peores situaciones en las que podía acabar aquella rebelde travesía a pesar de que no se sentía mal en hacerlo.

Sonaba The Clash a un volumen medio, pero era suficiente para que la incomodidad no fuera demasiada. Spencer abrió los ojos y volteó a ver el perfil de Chris. Su piel se veía suave, tenía ojeras grandes, se veía que no había dormido lo suficiente. Ella lo veía muy guapo, no podía negarlo, sin embargo, al verlo, también sentía mucha culpa. Él también volteó a verla cuando sintió la pesada mirada de la chica. El cabello teñido de ella se movía a causa del viento, pero resaltaba su clara piel y sus ojos color diamante. Era preciosa, pero él al verla sentía mucha angustia.

Spencer volvió su mirada tímida al camino de frente e igual hizo el castaño. Chris estaba estancado en dudas, su cerebro bloqueado, hasta que escuchó sollozos. Spencer estaba llorando y cuando supo que Chris la estaba escuchando, decidió hablar.

—Chris... para el auto.–pidió secamente con la voz temblando. El chico frunció el ceño, estaban en medio de la carretera.

—¿Qué?

—¡Que pares el maldito auto!–gritó ella, soltando más lágrimas. Él por impulso lo hizo, y después se orilló cerca de una pequeña meseta. Spencer salió del auto rapidamente y abrió la cajuela; sacó su mochila pero dejó la maleta adentro. Caminó lejos del auto. Chris también salió, y se quedó parado observando lo que hacia. Ella aún lloraba. Cuando se dió cuenta de que ella se alejaba, camino hacia ella.

—Spencer... ¡Spencer!–gritó tratando de llamar su atención pero ella no volteaba.—¡¿A dónde carajos vas?!

Él corrió hacia ella cuando vió que la peliteñida caminaba más lejos. Spencer no quería regresar, no quería verlo, no quería sentirse como la peor persona en el mundo. No veía hacia donde caminaba por culpa de las lagrimas, pero empezó a correr. Sus pasos se vieron detenidos por unos brazos que rodearon los suyos por detrás. Un abrazo. Ella intentó zafarse del agarre de Chris, sollozando. Él no dijo nada.

—Chris, ¡s-suéltame! Déjame ir. Vete, Chris.–lloraba. Chris la sujeto más fuerte y ella se giró dentro del abrazo hasta que quedaran cara a cara. Ella empezó a golpear su pecho, pero sus golpes eran débiles y a él no le dolían. Spencer seguía llorando y gritándole cosas a él, pero Chris no la dejó y no tenía pensado hacerlo.

—Hemos llegado hasta aquí, Spencer. No voy a dejarte. No entiendo nada, pero entiendo que esto lo hago por tí, Spencer. Por favor, déjame acompañarte, es lo único que te pido.–pidió él, cerrando sus ojos y colocando su frente contra la cabeza de la ahora castaña chica. Ella dejó de golpear.

—Chris, p-perdón. No debí traerte. No deberías estar aquí. Es todo mi culpa. Re-regresa a casa, Chris. Por favor.–rogó aún llorando, pero ahora contra la camiseta del chico. Él la apretó contra su cuerpo.

—No lo haré.

—Chris...

—Spencer, no lo haré. No me importa lo que pienses. Nunca lo haré.

Entonces fue ahí donde Spencer rompió aún mas en llanto y decidió sacarlo todo. Le contó la razón de su huida. De porqué estaba pasando todo eso. De Hannah. De sus padres. Sobre la prueba de embarazo. Pero cómo se que ustedes no logran entender, lo explicaré.

Spencer podrá verse como la chica más alegre en el planeta. Pero desafortunadamente, no lo es. Ella se mudó a esa nueva ciudad, donde en su nuevo colegio conoció a Chris, el chico por el cuál encontraría un nuevo propósito por el cuál sonreir.  A Hannah, una chica que parecía ser la mejor, hasta que supo que no era más que una chica pagada por sus padres para que no la dejaran sola. Era curioso, ya que Spencer es de las chicas que sabe hacer amigos de manera fácil, pero sus padres no podían arriesgarse al parecer. Sé que aún es confuso, pero aquí la razón de todo. Spencer no estaba bien, hablando de salud. Tiene una enfermedad crónica, la cuál hace que pierda todo el hierro de su cuerpo de manera rápida. Ella es medicada. En su antigua escuela le hacían burla por la falta de color en su cabello, sus padres no la apoyaban, sólo se hacían cargo de que prácticamente no muriera. Y a esa falta de atención, burlas y el caso de drogas de su hermana, intentó suicidarse. Por suerte, no lo había logrado, logró sobrevivir. Sus padres tenían mucha más custodia en ella sobre su comportamiento, pero en realidad no sabían nada. No sabían nada sobre ella. Era su hermana la que la mantenía feliz, hasta que cayó en las drogas de nuevo. Spencer tenía que guardar el secreto y ayudarla como pudiera. Spencer era experta en separar su vida de sus amigos con la de su familia. Pero ya no podía, porque no le gustaba regresar a casa. No le gustaba pretender ser alguien que no era en ambos ambientes. Estaba cansada de los medicamentos. Chris y Hannah eran las únicas personas que podían darle un destello más de luz a su vida. Hasta que descubrió lo de Hannah, y Chris cada vez era más antipático y cerrado. Sabía que no era su culpa, pero aún así, sentía que había fallado como lo único que parecía ser buena en, en ser una amiga. Y esto no se lo contó a Chris, pero era obvio que ella no sólo sentía una amistad por el castaño, lo cuál hacia aún más difícil para ella conllevar su amistad. Spencer decidió irse. Decidió dejar de sufrir. Plantó una evidencia falsa en su casa con una prueba de embarazo que parecía positiva con una nota. Todo hacía pensar que ella se había ido a vivir con un supuesto novio falso a un pueblo en una ciudad muy lejos de donde vivía, totalmente falso. Su verdadero plan era desconectarse de todo lo que la hacía infeliz, y sólo dejar que el tiempo pasara hasta que llegara el día en que no tendría que preocuparse ya por nada. Spencer no trajo con ella ni uno solo de sus medicamentos, pero eso tampoco se lo mencionó a Chris. Por eso mismo, ella no quería que él fuera con ella, porque sabría que habría un punto en el que él tendría que regresar a su casa, completamente solo...

Chris no dijo absolutamente nada sobre lo que Spencer le contó. Le impresionó saber todo eso, pero no iba a preguntar ni opinar. Cuando ella terminó de hablar, él sólo se quedó viendo a sus grandes ojos. Los autos pasaban a alta velocidad a lado de ellos, haciendo que el cabello de ambos se moviera de vez en cuando. Él se acercó a ella. Y sólo dijo lo siguiente.

—Spencer, aprendí que contigo soy feliz. Y tal vez suene duro, pero si tengo que dejar toda mi vida por ti, lo haré, sin importar nada. No me importa lo que pase después, me quedaré contigo ahora, porque sé que si no lo hago me arrepentiré toda mi vida y ya estoy cansado de equivocarme, Spencer.

Los dos sabían que había un profundo cariño en ese momento. Spencer se acercó y lo abrazó, lo abrazó dulcemente y él hizo lo mismo. En un movimiento inesperado, él tomó sus piernas y la cargó como a una princesa. Spencer rió y él sonrió. La llevó devuelta al auto y la sentó. Y retomaron camino, pero ahora, decidieron olvidarse de absolutamente todo y Chris subió la radio a todo volumen. Spencer sacaba medio cuerpo por la ventana cantando a todo pulmón. Sabía que tal vez sería su última vez así que decidió hacerlo como nunca.

Pasaron las horas aunque realmente no les importaba. Llegaron a lo que era el lago más grande que habían visto y Spencer le gritó a Chris, pidiendo que parara para ir. Se bajaron y sin más ella empezó a quitarse la ropa hasta quedar en interiores y correr hacía el lago. Chris río y la siguió tranquilamente hasta que su cabeza decidió recordarle que la querida peliteñida, no sabe nadar.

Chris corrió atrás de ella, preocupado.—¡Spencer! ¡No sabes nadaaaar!–gritó a todo pulmón, asustado y Spencer se tiró al agua. Su corazón se detuvo. Ella no salía del agua y pensaba que él podría morirse ahí mismo. Pero del agua salió la reluciente chica ahora empapada del agua, riendo a carcajadas. Parecia que el lago no era tan hondo realmente.

Chris exhaló aliviado y rió.—Casi me das un maldito infarto, Spencer.–se quejó él, sin entrar al agua.

—Ay, por favor, seré espontánea pero no idiota.–respondió ella y él rió.—¡Ven, métete! ¡Está helada!

—Por eso mismo no me voy a meter Spencer.–se cruzó de brazos.—¿Si quiera traes muda de ropa?

—Ugh, suenas como mi padre–dijo rodando los ojos, con burla.—Vamos, hazlo. Prometo no hundirte, sólo métete.

—Mmm.–lo pensó. No tenia nada que perder así que accedió.—De acuerdo...

Chris se quitó la camisa y luego sus pantalones y los dejó encima de una roca, perfectamente doblados. Puso un pie en el agua y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Spencer estaba loca. Al final, se metió poco a poco, quejándose de lo helada que estaba a cada paso que daba y Spencer no paraba de reír, lo que en el fondo hacía sonreir al chico. Se acercó a ella, orgulloso de haber llegado y no morir en el intento, hasta que miró la malévola cara de Spencer.

—¿Por qué me ves así...?–preguntó asustado el chico. Ella sonrió inocentemente.

—Oh, es que tienes una sanguijuela en la espalda...

—¡¿Qué?!– el chico castaño gritó y giró su cabeza para intentar verla, pero antes de que pudiera reaccionar, Spencer lo empujó y lo sumergió en el agua. Él salió rápidamente por lo helada que estaba. Ella empezó a reír aún más fuerte.—¡¿Qué te sucede?! ¡Habías prometido no hacerlo!

—A veces no cumplimos con lo que prometemos...–dijo ella, burlona. El negó con la cabeza, riendo.

—Sí, tienes razón. Yo prometo no hundirte entonces.–dijo él sonriendo "inocentemente".

—Perfecto... Espera, ¿q...

No pudo terminar la frase porque ahora era ella la que estaba debajo del agua. Salió rápidamente al igual que había hecho él, pero tosiendo porque había tragado agua. Ahora Chris reía a carcajadas, algo que a Spencer hacía sonreír instantáneamente. Y ahí empezó la guerra de agua, como la otra vez en la escuela.

—Eres un...–y ella empezó a arrojarle agua. Los dos reían y se quejaban por lo fría del agua. Se sentían bien. Libres. No preocupados. Felices.

En uno de los ataques, Spencer tomó agua por la boca para escupirla como fuente en la cara del castaño, pero lo había perdido de vista, algo bastante extraño porque solo segundos antes estaba enfrente de ella. Miró a todos lados, hasta que unos brazos la giraron y agua fría se estrelló con su cara. Chris había hecho lo que ella había tenido planeado hacerle a él. Ella escupió el agua torpemente y se quejó pero riendo al mismo tiempo. Ella se acercó a él, empujándolo juguetonamente. El cabello rizado de Chris estaba completamente mojado y se veía muy tierno. Spencer estaba igual que Chris, sólo que él la veía muy hermosa. Gracias a que no llevaba más que ropa interior, podía ver algunos moretones y cicatrices en su cuerpo, el más notorio siendo una cicatriz debajo de su pecho izquierdo. Ella se sintió un poco mal siendo mirada por él, no le agradaba su cuerpo por todas esas marcas. Ella se cubrió con sus brazos, y él notó que estaba incómoda. El castaño tragó saliva y se acercó a ella; tomó sus brazos y los puso a cada lado de ella. La miró con una mirada que ella no reconoció muy bien.

—No te cubras. Eres preciosa.

Ella se sonrojó al instante. Chris no supo de dónde sacó las agallas para decir aquello, pero sin duda lo decía en serio. Ella sonrió. Él se acercó a ella, llevandose por sus impulsos. El agua les llegaba por más arriba de la cintura. Chris removió un mechón de su cabello que estorbaba en la cara de Spencer con su mano. Ella, decidió no apartar la mirada de sus ojos, sabía que se arrepentiría después si no lo veía como siempre lo quiso ver pero siempre se sintió tímida para hacerlo.

Chris se acercó a ella aún más, al punto en que sus narices casi rozaban. Ella tragó saliva. La mano del chico acarició el cuello y mandíbula de la chica y así, acercándose para lograr hacer lo que siempre quizo pero nunca admitió. La besó. La besó con todo el cariño que sentía hacía ella en ese momento y el que siempre ha sentido. Con el amor que siempre había escondido. Ella, por supuesto, siguió el beso, rodeando el cuello de Chris con sus brazos. Se sentía tan pero tan bien. Sabía que podía permanecer así para siempre. El contacto se sentía demasiado bien. Chris lo había imaginado alguna vez, pero jamás pensó que se sintiera tan bien. Spencer sabía que podía acabar el mundo en ese mismo instante, y no le importaría, porque habría sido el mejor final de todos.

Después de un rato decidieron salir del agua. No sabían cuanto tiempo había pasado, pero ya estaba atardeciendo cuando regresaron al auto. Después de secarse y vestirse, entraron al auto. Chris entró después de ella, y después de encender el auto, ella se acercó repentinamente a él y volvió a besarlo, lo que hizo sonreir al chico contra los labios de ella.

Siguieron su camino. Escuchaban una canción que ninguno de los dos habían escuchado antes, pero sin duda era la canción perfecta. Mystery of Love sonaba en la radio, y era perfecto. Spencer sonreía y mantenía sus ojos cerrados, y era perfecta. Chris sonreía y a pesar de estar pendiente en el camino, miraba a la chica, y era perfecto.

Llegaron a un hermoso valle. Subieron una colina y ahí, armaron una pequeña pero acojedora tienda de campaña que Spencer había traído con ella. Se acostaron un rato sólo mirando el cielo. El Sol estaba apunto de desaparecer en el horizonte. Había mucha paz. Chris hizo un comentario.

—Ojalá el tiempo pudiera parar y esto se quedara así para siempre.–dijo, no pareciendo una frase proveniente del castaño, pero hizo sonreír a Spencer.

—Sí...–pronunció ella y se quedó pensando por un rato hasta que volvió a hablar.—Pero el tiempo no para... la vida sí.

Esa frase hizo que Chris frunciera el ceño y levanatara su torso hasta sostenerse con sus codos y voltearla a ver. Ella permanecía acostada mirando el cielo. Él sabía que esa respuesta tenía más que sólo un sentido.

—Spencer...

—¿Mhm?

—¿...tragiste tus medicamentos?

Ella había tenido mucho miedo de que él llegara a preguntar eso. Pero ya lo había hecho. Spencer imitó la posición del chico, y le sonrió de manera triste. Y le respondió sinceramente.

—Chris, desde un principio te había dicho que no quería que vinieras conmigo... porque estaba segura de que regresarías solo... No, Chris. No traje nada.

Él permaneció callado, analizando. Toda esa travesía al final no era más que un último viaje. Su último viaje. Ahora entendía mejor. Pero él no quería que eso fuera así, después de lo feliz que descubrió que podía ser gracias a ella. Lo feliz que es con ella. Entonces por primera vez, tuvo miedo de perder a alguien porque sabia que si la perdía a ella, no lograría ser él de nuevo. Y sin darse cuenta, lágrimas rodaban por las mejillas de Chris. Spencer se dió cuenta de eso y lo abrazó fuerte.

—Spencer, no puedes dejar que eso pase... N-no puedo dejar que te pase nada. Spencer...

—Chris... estaré bien. Estarás bien. Sé que sí... Chris no llores.–pidió ella, aunque ahora ella lloraba también.

—Spencer... yo no quiero me dejes.–decía como si de un pequeño niño le rogara a su madre que no se fuera de la casa.

—Chris, yo no te quiero dejar. Pero tomé la decisión... no me la pongas más difícil, por favor...

—No, Spencer. Yo de verdad te quiero. Te quiero como no he querido a nadie. Spencer, joder, yo te amo.

Eso dejó sin palabras a la chica. Su corazón paró por un segundo. Pero ella sabía que debía decirle lo mismo, porque sabía que el no haber tomado sus medicamentos le afectaría para la mañana siguiente, y no podía irse sin decírselo.

Lo abrazó aún más fuerte y él hizo lo mismo, llorando en su hombro.

—Yo también te amo, Chris.

Él soltó un sollozo y levantó la cabeza para mirarla.

—Te amo como no he amado a nadie y me alegra decírtelo.–volvió a decir Spencer. Él se sintió tan feliz y tan triste en ese momento.

—Spencer, si te pierdo, lo pierdo todo. Me haces feliz, Spencer. Me haces malditamente feliz y siento no haberte dicho antes que te amo. De verdad lo siento.

—Esta bien, Chris.–dijo ella llorando.—Siempre estaré contigo. No importa en dónde estés, siempre estaré contigo. No importa donde yo esté, siempre estaré contigo.

Chris la besó de nuevo. Quería recordar todo de ella. Su aroma, su cabello, sus ojos, su piel, su respiración, su risa, su sonrisa, sus labios. De verdad la amaba. De verdad lo amaba. Jamás pensó que la perdería tan rápido y tan inesperadamente. No lo podía permitir.

Entre abrazos y sollozos, se quedaron dormidos. Sus corazones latiendo al mismo tiempo. Porque se hacían felices mutuamente. Porque para ambos, había sido el mejor distractor que jamás hayan tenido.

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