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•El silencio más ruidoso•

16. El silencio más ruidoso

Muchas veces la verdad puede ser malinterpretada, pero hay veces que hasta la realidad es más dura de lo que nos esperamos. Callar suele ser más sencillo que hablar, pero si callas, eres un antisocial, mentiroso y mala persona; si hablas, eres charlatán, metido, y dices cosas fuera de lugar; o por lo menos según la sociedad, lo eres.

Spencer dudaba en si decirle la verdad o no. No quería que Chris lo malinterpretara, pero tampoco quería decirle lo que en realidad estaba pasando.

—¿Spencer...?

—No puedo decirte.– dijo la chica en seco.

Estaban parados en medio de la estación de autobuses. Spencer mirando a Chris con los brazos a los lados, inmovil, mientras que Chris sostenía la bolsa y la cajita en sus manos, con una expresión en la cara de confusión y... ¿miedo?

El autobús llego. Spencer, aún callada, se acercó  a Chris y tomó sus cosas. Lo miró una vez más, queriandole decir toda la verdad, pero en vez de eso, se dió la vuelta y entró al autobús.

No sabía muy bien porqué, pero el castaño sentía que algo se le escapaba de las manos, como si estuviera dejando caer algo preciado a un precipicio, pero aún así, se quedó ahí parado, mirando como Spencer se marchaba.

Algo andaba mal. Muy muy muy mal. Chris no sabía que pensar, no sabía como sentirse; no sabía si debía preocuparse o que le diera igual; no sabía si debía ayudarla, o dejarla ir.

Eran ya las cuatro de la tarde. El castaño decidió volver a casa. Sus pasos eran pesados y cargados por preguntas. Jamás había gastado tanto tiempo pensando en una misma persona... a excepción de su padre.

Llegó a su casa, tratando de hacer el menor ruido posible. Subió las escaleras a su cuarto y al entrar a éste presenció a su amigo Blue, sentado en la cama jugando con su celular. No quizo dedicarle mucho tiempo, así que sólo le saludo y entró al baño.

¿Qué le estaba pasando? Ahora que se miraba al espejo, podía presenciar sus grandes ojeras. Realmente estaba preocupado por Spencer pero no quería admitirlo. El tan sólo recordar esa escena de ella, subiéndose al autobús sin decir adiós, sin saber a donde iría... solo escapando de algo...

Para Chris le resultaba demasiado difícil tener que admitir que ha estado mal. El castaño era testarudo, pero... ¿estaba mal reconocer que quería cambiar? O, ¿cómo sabría si está bien?

Recordó la primera vez que Spencer le regaló un libro. Ella pudo haber regalado esos libros a cualquier persona quién de verdad lo apreciara, pero sin embargo, se los regaló a él, porque ella quería y tenía la intención de que fueran de él.

Alzó la mirada, y se fijo en sus ojos. Entonces recordó la vez en la que estuvieron sentados en medio de la nada viendo aquel atardecer... Pensó en que esos mismos ojos que está viendo a través del espejo, la rubia los admiró geniunamente, y él solo le regaló con esa mirada el símbolo de puertas cerradas con candados, cuando en ella se podía ver el palacio entero en sólo una mirada fugaz.

Quizás era una estupidez echarle la culpa de todo a su padre, como había dicho Blue. Quizás, queriendo evitar ser como él, ha hecho peor. Y eso le hacía dar cuenta en ese mismo instante, que estaba por perder la única persona de la que de verdad se preocupaba. Spencer.

Agachó la mirada una última vez. Esta vez no se removió las lágrimas con vergüenza, sólo tomó papel, y se limpió la cara. Salió del baño y contempló a su compañero en la misma posición de hace rato. Pero ahora lo veía distinto. Era un buen amigo; un amigo con problemas igual que él. Se acercó a Blue y se paró en frente de él. Tardó un poco en llamar la atención del rubio ceniza.

—Chris, ¿se te ofrece algo...? –preguntó Blue, sin despegar la vista de su celular. Cuando se dió cuenta de que no hubo respuesta, alzó la mirada para verlo. —¿Chris? ¿Po-por qué lloras?

El castaño no se había dado cuenta de que las lágrimas empezaron a salir solas. Hace mucho no lloraba enfrente de alguien. Blue se despegó de la cama de un salto y se colocó en frente de su amigo, colocando sus manos en los hombros del castaño y mirándolo con preocupación.

Chris no podía decir ni una palabra, su garganta estaba hecha un nudo, y sus extremidades parecían haberse convertido en piedra. El contacto de Blue relajó a Chris, haciendo que ahora sus lágrimas rodaran sin miedo. Blue no tardó mucho en reaccionar y no dijo nada, solo lo abrazó.

—Tranquilo, Chris... Todo va a estar bien, amigo. Aquí estoy... aquí estoy.

Esas palabras derrumbaron el escudo de Chris. Ahora el castaño de abalanzó sobre su amigo y lo abrazó como nunca. Hundió su cara en la unión del cuello y el hombro de Blue, soltando grandes sollozos.

—Perdóname... Perdón. Lo siento, de verdad... Perdóname, Blue.

Blue no entendía, pero sentía que necesitaba sostener a su amigo, porque con tan solo soltarlo en un segundo, podría derrumbarse y teminar en escombros. Jamás había visto a Chris así.

—No pasa nada, Chris. Aquí estoy. No te voy a dejar.

Y así estuvieron por lo que pareció una eternidad. Pero era más que reconfortante; era relajante, era saber con sólo ese abrazo tantas cosas que ninguno de los dos había dicho alguna vez.

Después de lo ocurrido, Chris, ya calmado, conversó con Blue sobre lo que había pasado con Spencer. Jamás habían hablado tanto una tarde, tanto que se quedaron dormidos del agotamiento. Tal como dos niños chiquitos...

Spencer giró la manija de la puerta para entrar. Todo estaba muy callado, como siempre solía estar. Pero esta vez el dolor hacia que se sintiera como el silencio más ruidoso. Dejó la llave en el apartador a un costado de la puerta. Subió a su habitación con la pesada caja en sus manos y la arrojó en su cama.

Era bastante obvio que sus padres no se encontraban. Ellos nunca estaban...

Salió de su habitación para confirmar si estaba sola, pero se encontró con su hermana, sentada en el piso de su cuarto. No iba a saludarla hasta que, Lea, volteó a verla. Ella no dijo nada pero Spencer sí.

—Hola, Lea. –murmuró incómoda. Sabía que estaba haciendo y odiaba verla hacerlo.

—Hola, Spen, estoy ocupada... –dijo, regalando una sonrisa bastante falsa. Ya sabía a que se refería, no necesitaba saber más, así que sólo asintió y se dirigió a su cuarto, cerrando la puerta con seguro.

Ahí adentro, el recuerdo de Chris viéndola marchar le rompió el corazón. Pero no quería llorar, al final, a él no le importaría lo suficiente.

Sacó las cosas de la caja; metió las herramientas en una mochila bastante grande, junto con libros, revistas y muchos dulces. Tomó el test de embarazo, lo abrió y con un plumón, marcó falsamente que el aparato indicaba positivo. Lo dejó en su baño como evidencia y volvió a su habitación.

En ese momento le dieron ganas de llamar a Chris, pero se contuvo, además de que el chico ni siquiera usaba su celular.

Spencer sin duda tenía miedo, pero ya estaba decidido; se iría. Pero ¿Y si le preguntaba al castaño si se iba con ella? No, él jamás aceptaría. Además, era una pésima idea, porque al final del viaje, de todas maneras lo dejaría solo.

Y para ser sincera, ella no quería dejarlo. Sentía un cariño enorme por él... Quizás algo más de lo que él probablemente sentía. Pero es que tampoco lo comprendía, ¿Por qué el chico era tan frío, duro, seco? A veces dolía, pero prefería callarse.

Pero ya estaba decidido, iría a la escuela mañana, y se despediria de él. Sin dejas rastro. Y de Hannah... de ella no quería despedirse. Después de lo que le dijo esa tarde, antes de salir de la escuela, ya no quería volver a verla.

—Spencer... Lo siento, pero de verdad, tengo la mejor intención de ayudarte...

—¡No! ¡No quiero saber nada de tí ni de lo que sabes! Déjame sola ¿sí? Y yo pensando que de verdad había hecho una amiga real por primera vez...

Sacudió sus pensamientos. No le gustaba recordar cosas dolorosas, así que trato de distraerse. Sacó las pastillas de la caja y las tragó así sin más. Se colocó los audífonos a todo volumen, y con lágrimas en los ojos se quedó dormida.

Era increíble pensar, en cómo una chica que parecía ser luz, guardaba tanta oscuridad y dolor...

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