•A nadie le importa•
15 . A nadie le importa
Chris estaba acostumbrado a no ser cariñoso. No mostraba afecto hacia otras personas fácilmente. Quizás sólo a su madre y a su hermano, pero a nadie más. Le costaba y mucho, pero tampoco estaba interesado en cambiar eso.
A penas se había despertado, siempre más temprano que todos, dejó una nota a Blue, diciéndole que no podría acompañarlo a la escuela por cuestiones que no tuvo la decencia de explicar.
Bajó las escaleras, ya vestido y listo, y salió rápidamente por la puerta principal. Se colocó sus audífonos y, a todo volumen, escuchó música mientras caminaba. Sus manos reposaban en sus bolsillos y le daban un aspecto de chico antisocial y misterioso. Pero bueno, solo era Chris.
Cruzaba las calles con cuidado, aunque de todas maneras su atención estaba en el camino. La imaginación o los pensamientos de un chico solitario pueden ser más grandes de los que te imaginas. La mente de Chris viajaba en posibilidades, realidades alternativas y hasta futuros indefinidos.
Pero su gran travesía mental se vió interrumpida por una persona. Estaba parado al límite de la calle, esperando a que la luz se tornara roja, para poder pasar, pero una chica se paró a su lado.
Chris trató de ignorarla, pero desde su altura, podía ver que la chica tenía un color castaño de cabello bastante peculiar, parecía estar pintado. La altura de esta chica no era mucha, le llegaba a los hombros.
Pero Chris sentía que la conocía por muy extraño que sonara. Estaba seguro de haberla visto antes, aunque no podia ver su cara desde su perspectiva, pero lo sentía.
Cuando el chico estuvo a punto de hablarle a la misteriosa chica, la luz se tornó roja, y la chica, rápidamente, siguió con su camino. Chris sentía ganas de seguirla, pero decidió ignorar sus ganas de hablarle, y seguir su camino a la escuela.
Después de unos minutos, Chris la perdió de vista, pero no de su mente. Su camino se vió invadido por más y más pensamientos incomprendibles de Chris. Pensamientos que jamás diría.
Minutos después, llegó a su gran instituto. Aún era temprano, así que no vio a mucha gente por los pasillos.
Se dirigió a su casillero y lo abrió. Una pequeña hoja de color calló a sus pies tras abrir la puertecilla. El castaño frunció el ceño. La recogió del suelo y la llevo cerca de su cara, donde podía leerla claramente.
Con ella no, Robinson.
Te lo digo por tu bien y por el de ella.
~H.
No tenía sentido alguno. ¿Ella? ¿Quién era ella? ¿Y porque a él? ¿Había hecho algo malo? ¿Acaso se trataba de la chica de hace rato? ¿Eso hacia sentido? No.
Decidió ignorar la nota. Seguro era para otro Robinson. Aunque ahora su cabeza estaba llena de preguntas. ¿H? ¿Quién demonios firma con su inicial?
—Ps... Chris...–susurró alguien a sus espaldas. El chico se volteó algo confundido. No se sorprendió al ver a la chica rubia que tanto lo molestaba. Pero esa vez había algo distinto...
—¿Qué...
La chica tomó al chico de la muñeca y lo llevó rápidamente al cuarto del conserje. Tras entrar, la chica prendió la luz y se vio sorprendida por la cara de enojo de Chris.
—¿Qué diablos, Spencer? ¿Por qué me metes aquí? ¿Y porqué demonios escondes tu cabello en tu gorra?, pareces calva...
Entonces Spencer se removió la gorra de su suéter. Su cabello. Ya no era el rubio pálido que solía ser. Era... era castaño. Como el de Chris.
—¿Qué mier...
—Antes de que digas algo, quería aclarar que sigo siendo la misma de siempre. No se porque debia de aclarar eso, pero tal vez pensabas que cambiaría mi actitud por esto y pues no es así, aunque pienso que no se me ve tan mal y-
—¿Por qué?– interrumpió Chris a la chica que parecía una desconocida. Era ella, la chica que había visto en la calle.
—¿Por qué, qué?– preguntó Spencer, enrollando su cabello, ahora castaño, algo nerviosa.
—Spencer, tu cabello.– aclaró el castaño, haciéndolo sonar algo obvio. Spencer rió nerviosa.
—Bueno eh... verás... es una graciosa historia...
—Spencer, no tengo tiempo, habla.
—Ok, ok, tranquilo. Pues básicamente me lo pinté porque no quiero que me reconozcan.– soltó la chica. Y con esa sola oración, Chris empezó a reír a carcajadas. La rubia-ya-no-rubia frunció el ceño.
—¿De qué te ríes, estúpido?– preguntó la chica algo molesta. Chris intentó dejar de reír, actuando estar limpiándose una lágrima de risa.
—Ay, Spencer, ¿estás hullendo de la policía o qué? ¿acaso le robaste un dulce a un niño? Seguro es gravísimo.– dijo sarcástico, aún soltando unas risas. La chica golpeó su hombro bastante fuerte, bueno, por lo menos de algo le servía el volleyball.
—Auch.– se quejó el muchacho dejando de reir y ahora sobando su hombro herido.
—Deja de burlarte de mí. Mis razones no tengo por qué explicartelas ni a ti ni a nadie, ¿de acuerdo?– soltó la chica peliteñida. Chris rodó los ojos.
—¿Entonces para que me trajiste aquí, oxigenada?–preguntó el chico, cruzándose de brazos.
—No soy oxigenada, estúpido, me teñí el cabello más oscuro. Y te traje aquí porque necesito tu ayuda.– dijo la chica, cambiando su postura a una más tímida.
—No voy a ayudarte en nada si me hablas así.–contestó secamente el castaño. Spencer rodó los ojos.
—Mira, si no me quieres ayudar está bien, encontraré a alguien más. Tal vez si hablo con Blue y...
—¡No!–interrumpió el castaño, exaltando a la rubia castaña.
—¿No?–preguntó Spencer con una sonrisa curiosa. El castaño rodó los ojos.
—¿En que quieres que te ayude?–preguntó Chris, evadiendo su expresión anterior. La peliteñida sonrió aún más.
—Bueno quiero que me ayudes a pasar desapercibida. No quiero que sepan que teñi mi cabello, así que iré siempre con este gorrito– sacó de su bolso marrón, un gorrito negro—, sólo ayúdame a que si alguien te pregunta que porqué escondo mi cabello, sólo digas que me estoy haciendo algún tipo de tratamiento. ¿De acuerdo?
Todo eso era muy extraño para Chris. ¿Ocultarlo? ¿Entonces para que se lo pintó?
—No entiendo.– admitió Chris, la chica se puso el gorro negro y lo acomodó de forma en que su cabello no se notara.
—No importa que no entiendas, sólo hazlo. Por favor.– pidió la chica. Chris se cruzó de brazos.
—De acuerdo...
—¡Genial!
Y con eso la chica salió de aquel pequeño cuartito y se dirigió a quien sabe dónde, dejando a Chris más que confundido.
Vaya confusa y extraña mañana...
•
—Oye, ¿qué tiene la rubia?
Estaban sentados en la mesa de Chris en el comedor. Sí, la mesa de Chris. Blue comía, más bien, devoraba su sandwich como si no hubiera comido en días. Spencer se encontraba hablando con Hannah mientras pedían su almuerzo.
Chris miró a Blue, frunciendo el ceño, pero luego entendió a que se refería.
—No lo sé, dice que se está haciendo un tratamiento en el cabello.– dijo encogiéndose de hombros y restandole importancia.
—Que extraño, si tiene un muy bonito color de cabello.–comentó Blue, mirando a la chica a lo lejos.
Chris no respondió pero estaba muy de acuerdo con aquel comentario, el cabello rubio de Spencer era increíble. En cierto punto le daba lástima que lo haya teñido.
Sin darse cuenta, ya estaba pensando en ella otra vez. Rodó los ojos y decidió enfocarse en otra cosa, pero no pareció funcionarle ya que la reina de Roma llegó a su preciada mesa.
—Hola Blue, hola Chris. ¿Hannah y yo podemos sentarnos con ustedes?– los dos chicos se giraron a verlas, Blue con una sonrisa y el castaño tan serio cómo siempre.
—Claro.–respondió alegre, Blue.
—Como sea.– escupió, Chris.
Las chicas se sentaron, Hannah a lado de Blue y así Spencer a lado de Chris.
—Chris, Hannah y yo estabamos hablando sobre la Oficina de los Problemas Resueltos, o cómo me gusta llamarle la "OPR"– rió ante su creación y Chris sólo rodó los ojos.-, y pensamos en que podemos hacer algunas pancartas y...
—Olvídalo.– le cortó, Chris, fastidiado. Hannah y la peliteñida funcieron el ceño, mientras que Blue presenciaba la escena mientras tragada papás a la francesa.
—¿Por qué?, es una buena idea...– comentó Hannah, pero el castaño volvió a interrumpir.
—No. Olviden esa estupidez del "OPR", no me quiero meter en más problemas con la dirección.– bufó Chris. Blue habló.
—¿Qué es el "OPR"?–preguntó interesado. Las chicas voltearon a verlo.
—¡Oh! Es la Oficina de los Problemas Resueltos, un pequeño taller dónde intentamos ayudar a personas con sus problemas cuando no tienen a quien contarle.– contestó Spencer entusiasmada. Blue sonrió.
—Suena como una buena idea. Yo puedo ayudarlas si quieren.– ofreció el rubio y las dos chicas chillaron de emoción.
—¡Sería fabuloso! Muchas gracias, Blue.– exclamó Hannah.
—Oh no, Blue, tú no, por favor.– se quejó Chris.
—¿Qué tiene, amigo? Puedo ayudarlos a atraer gente, soy bueno en eso.– dijo y al mismo tiempo guiñó el ojo. El castaño no podía creérselo, era una tremenda babosada. O por lo menos para Chris lo era.
—Esta bien, hagan lo que quieran, me da igual.–contestó el chico castaño al mismo tiempo que tomó sus libros y se paró de la mesa.
—¿A donde vas?– preguntó Spencer. El chico contestó.
—Por ahora, lejos de ustedes.
Y con eso se fue, dejando incómodos a los tres chicos sentados en la mesa de Chris.
Hoy particularmente estaba muy de malas, y Spencer se daba cuenta de eso, aunque ese día tenía otros planes, y el averiguar que tenía Chris no estaba dentro de ellos.
•
Ya eran las tres de la tarde. La escuela por fin había acabado y todos los alumnos iban en camino a su casa. Chris y Blue caminaban juntos por las calles de la ciudad, hablaban de cosas cualquiera, aunque en realidad el único que hablaba era Blue.
Doblando una esquina, Chris visualizó con el rabillo del ojo a una chica corriendo al otro lado de la calle. Al voltear la cabeza no tuvo que pensar de quien se trataba, ya lo sabía.
—Oye, Blue. Creo que se me ha olvidado algo en el colegio. Mientras, llega a la casa y te veo allá en un rato.– le dijo Chris a su amigo, dándole unas palmadas forzadamente amistosas en la espalda. Blue asintió no muy convencido del todo pero siguió con su camino.
El castaño no sabía muy bien porque lo hacía, pero ahora se encontraba siguiendo a Spencer discretamente. Caminaba rápida pero sigilosamente detrás de ella, como a unos diez metros de distancia. La veía doblar las esquinas, mirando a todos lados. Parecía nerviosa, algo extraño.
¿Pero por qué la seguía? Seguro sólo iba a su casa. Esto era bastante estúpido. Chris debería estar en su casa y no siguiendo a la loca de su amiga. Su amiga...
Después de cinco cuadras, Spencer entró a una ferretería. ¿Eh? ¿Para qué entraría a una ferretería. Chris esperó en la esquina de la calle a que saliera. Después de diez minutos, la chica salió de ahí con una caja en las manos.
Esto era bastante extraño. No sólo el hecho de que haya entrado a una ferretería y haber salido con una caja, sino también todo. El cabello, su mirada nerviosa, la nota de aquella mañana. Algo estaba ocultando. Y Chris se estaba muriendo por dentro por querer saberlo.
Chris empezaba a fastidiarse, debería estar en casa. Escuchaba los mensajes de, seguramente, su madre, pero los ignoraba tratando de no perder a Spencer de vista.
La chica volvió a entrar a una tienda después de otras cuantas calles. Ahora era una tiendita como cualquier otra que te encuentras doblando la esquina. Pero ahí tardó mucho más. Tanto que el castaño no se contuvo y entró.
Se puso la capucha de su suéter para pasar desapercibido. Cuando entró, localizó a la chica en la zona de medicinas y otras cosas de cuidado personal. Se mantuvo lejos de ella, pero no perdió de vista lo que hacía.
Spencer se quedó pensativa. Por un momento olvidó el orgullo y la desesperación que cargaba en ese momento, para sólo pensar en lo que estaba haciendo. Miraba lo que tenía en la caja, teniendo ganas de dejar todo eso y regresar a su casa y mantener todo normal. Pero no podía, ya se había decidido. Era lo mejor.
Tomó las cajas que producían un sonido clásico de pastillas al moverlas y las colocó encima de la caja. También tomó las cajitas rosadas que daban miedo de solo verlas y también las puso sobre la caja. Caminó al mostrador y las colocó encima de éste. Realmente se sentía nerviosa de lo que pensara el chico del cajero, pero intentó verse lo más tranquila y madura posible.
El chico tomó las cajitas y las cobró, no sin antes darle una mirada desaprobada a Spencer.
—¿Sería todo?– preguntó el chico de no más de 20 años que parecía estar harto de su vida. Spencer lo pensó un momento y luego habló.
—Uh, un encendedor y... y una caja de cigarrillos, por favor.–dijo la chica algo apenada. Escuchó que algo se cayó atrás de ella, así que volteó. Pero sólo era un chico con una capucha que había tirado algo que tenía en las manos. Se volteó al mostrador de nuevo.
—De acuerdo. Serían...– y mencionó la cantidad, aunque en realidad a Spencer no le importaba mucho, sólo dejo el dinero tratando de alejarse de la mirada de desaprobación total de aquel tipo.
Después de recibir su cambio, salió rápidamente de la tienda con la caja grande que pesaba bastante en las dos manos. ¿Que estaba haciendo? ¿Se había vuelto loca? Seguro sí, pero ya era muy tarde para tratar de arreglar eso.
Iba en camino a su casa. Se detuvo en la parada de autobuses para esperar al próximo. Mientras esperaba, sentía la presencia de alguien detrás; era como una sombra que sentía que la seguía a todos lados, pero trató de ignorarla. Hasta que un celular sonó.
—Mierda.–soltó Chris cuando su celular empezó a sonar. Lo tomó y vió que se trataba de Blue. Trató de apagarlo pero fue demasiado torpe y se le resbaló. Ya era demasiado tarde para huir.
—¿Pero qué...? ¿Chris?– dijo la chica, que mientras pasaba cada segundo sentía la rabia crecer en ella. El chico alzó la cabeza para verla después de haber cogido su celular. Trago grueso.
—Eh... yo...
—¿Me estabas siguiendo?– acusó Spencer, parándose se la banca para estar en frente de él.
—¿Qué? No, eh no. Yo sólo...
—¿Por qué mierdas me seguías? ¡Eres un jodido entrometido!– Chris se exaltó al ver la rabia de Spencer, en ese momento se arrepentía de haberla seguido.
—Ey, tranquila, cálmate. Sólo me aseguraba de que estuvieras bien, parecías estar muy nerviosa...
—¿Y de cuando acá a ti te importa? ¡Métete en tus asuntos, Chris!– gritó Spencer más que enojada. El castaño sintió la gran necesidad de abrazarla y calmarla, pero se contuvo.
—Perdón, ¿sí? Pensé que estabas en problemas, sólo quería ayudar.– dijo acercándose poco a poco a ella.
—Claro, como piensas tanto en los demás. Déjate de mentiras y déjame. De todas maneras a nadie le importa lo que haga.– soltó la peliteñida. Chris se acercó a tal punto de casi chocar con ella, tratando de tranquilizarla, pero Spencer seguía con su mirada desafiante.
—Mira, si en serio hay algo malo que está pasando, puedo ayudarte.– dijo Chris, sorprendiendose a sí mismo de sus palabras. La chica rodó los ojos.
—No quiero tu ayuda.–escupió la rubia/castaña. Chris rodó los ojos.
—Bueno, por lo menos, déjame ayudarte con esa caja, parece pesada.– propuso Chris, tomó la caja. Ahora la cara de Spencer expresaba terror.
Se acercó a él rápidamente y trató de arrebatarle la caja.
—Chris, sueltala.
—No, déjame ayudarte.– dijo entre jaloneos.
—Ya... te dije... que no quiero... ¡tu ayuda!– gritó Spencer entre respiraciones pausadas. Y en eso, alguno de los dos hizo fuerza de más, haciendo que la caja saliera disparada al otro lado de la calle, esparciendo su contenido en la acera.
Los dos permanecieron callados. Spencer mirándo con miedo a Chris, y Chris analizando lo que estaba viendo.
Eran un montón de herramientas, palas, cuerdas, una mochila grande. Y también estaba la bolsa en la que estaba lo que había comprado en la tienda. Chris se acercó a recoger todo, mientras que Spencer no reaccionaba y sólo esperaba lo peor.
Chris metió todo en la caja, pero al tomar la bolsa se quedó paralizado. Tomo la cajita y se levantó del piso, mirando a Spencer.
Chris miraba los ojos de la chica buscando explicaciones, mientras que Spencer solo negaba con la cabeza, sin saber que más decir.
—Spencer... ¿Po-por qué compraste un... una prueba de embarazo...?
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