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Capítulo final. 🧵

Dante

—Mientes —su primera reacción fue decirme que mentía cuando no era así. No mentía, no podría mentir en un tema tan delicado —. Mientes, no es cierto —se pegó tanto a la pared que parecía se quería fundir con el cemento y desaparecer. Su mirada me decía que estaba sorprendida de mis palabras.

—No miento, lo juro por mi madre —Lyn sabía que si había algo con lo que nunca podría jugar era con la memoria de mi madre, con su nombre que era sagrado para mí —. No miento, lo juro —repetí.

—¿No somos medios hermanos? No entiendo nada —con los pulgares acariciaba el dorso de su mano —. ¡Dime!

—A ver. Un día el sacerdote de la iglesia fue a la casa, esto pasó unos cuatro meses después de que te fuiste.

—¿Antes o después de la visita de papá? —preguntó.

—Después, unas semanas después —me hizo una seña para que continuara —. El sacerdote fue a la casa, entraron a la sala donde Vanessa se pone a leer y se estaba confesando con él. No sé por qué, no sé como se me ocurrió la idea de escuchar y le dijo que llevaba el peso de todas las mentiras que había estado diciendo este tiempo. El sacerdote le comentó que tenía que decir la verdad, pero ella dijo que no, que no podía hablar cuando toda la vida nos hizo creer una mentira que estaba muy lejos de ser verdad.

Lyn estaba igual de confundida como lo estuve yo hace meses y aun así seguía sin comprender muchas cosas.

—¿Qué más dijo? —indagó. Se aferró a mis manos que esta vez no la iban a soltar nunca.

—Ellos hablaron mucho, pero en un punto de ruptura Vanessa comentó que si un día, por la razón que fuera se nos ocurría hacernos una prueba de ADN esta iba a revelar que en realidad no somos hermanos, que no eres la hija de mi padre y que todo este tiempo nos estuvo mintiendo —soltó mis manos de golpe.

—¿Qué? —su pregunta y el tono con el que la formuló me supo más a un reproche, a enojo mezclado con tristeza.

—Nos mintió. Todos estos años nos hizo creer que la vez que mi padre y ella se encontraron quedó embarazada, que eras mi hermana cuando eso no es cierto —apretó los labios. Sus luceros se cubrieron de lágrimas.

—No es cierto —jadeó con horror —. Dime que no —cogió el cuello de mi camisa con los puños y empezó a llorar —. Dime que todo es mentira.

—Todo lo que Vanessa nos dijo es mentira. Nos hizo creer que somos hermanos porque...

—¿Por qué? —me interrumpió —. ¿Por qué nos hizo esto?

—Ella se dio cuenta de que algo pasaba entre nosotros mucho antes de que supiéramos nosotros mismos...

—Ella me odia, ¿verdad? Me odia tanto que inventó esto para que te fueras, para que yo sea infeliz —asentí sin querer hacerlo, pero era la verdad. Vanessa no quería a Lyn, nunca la quiso —. Yo sé que ella quería tener un hijo, que su primogénito fuera un niño y no una niña. Las niñas no le gustan, lo dijo en más de una ocasión —el llanto mojaba sus mejillas —. Ella me odia por eso, porque soy mujer.

—Lo siento tanto —sin soltar mi camisa hundió el rostro en mi pecho, llorando desconsolada. Mis manos viajaron a su espalda, intentando consolarla —. Lamento que las cosas se hayan dado así.

—Tú no tienes la culpa de nada. También fuiste una víctima de...Vanessa —escupió, enojada —. ¿Por qué papá...tu padre no me dijo nada? —corrigió.

—No sé —encogí un hombro —. Y no entiendo, pero puedo suponer que solo lo hizo para protegerte de todo.

—Necesito que me digas todo —se separó y me llevó con ella a su recámara —. Quiero saber todo lo que ha pasado —cerró la puerta y me obligó a sentarme en la cama.

Su recámara era una pequeña versión de ella. Había dibujos pegados en una pizarra de corcho, diseños, telas, lapiceros de todos los colores. Los cobertores que cubrían el colchón eran rosas y lilas, las almohadas lilas, las cortinas blancas. Todo era una parte de ella y amaba estar aquí.

—Sé que te casaste —ella se quedó de pie frente a mí.

—Sí, me casé con Jenna —se mordió el labio con fuerza —. Pero nos divorciamos a los pocos meses —sus cejas se elevaron.

—Eso no lo sabía —musitó. Aún tenía los ojos llorosos.

—Nadie lo sabe —medio sonreí —. Pasaron cosas y Jenna no estaba bien, se enteró de lo nuestro, también de que me vi obligado a casarme con ella si no tu madre juró encerrarte en un psiquiátrico —sus ojos se abrieron grandes.

—¿Ella hizo qué? —se sentó a mi lado.

—Unos días después de que te fuiste me dijo que si no le pedía matrimonio a Jenna, nos casamos y regresaba a Cambridge se iba a asegurar de encerrarte en ese lugar, decir que estabas mal de la cabeza y te tuvieran drogada todo el tiempo. No podía dejar que lo hiciera así que...—encogí un hombro.

—Lo entiendo —murmuró —. ¿Por qué te divorciaste?

—El día de la boda Jenna se sintió mal, se desmayó en mis brazos, empezó a llorar y la llevamos al hospital. Había sufrido de un ataque de ansiedad, casi le da un derrame por eso su padre no la quería a mi lado. Al final aceptamos que lo nuestro nunca iba a funcionar y nos divorciamos, ahora solo somos amigos —sonrió dulce.

—¿Qué más?

—Te busqué por meses. Di con la casa en la que estuviste después de irte de la casa, pero me dijeron que hacía meses te habías ido de ahí así que tuve que empezar de nuevo. Cuando papá se enteró de lo de Vanessa le pidió el divorcio, ya no vivimos en la casa, nos mudamos juntos y ella se quedó a vivir ahí.

—Es tan bueno —asentí. Cogí sus manos y las puse encima de mis piernas —. Nunca la podría echar a la calle, aunque se lo merece.

—Dijo que no tenía caso empezar una batalla en su contra.

—¿Ha pasado algo más?

—Muchas cosas —con dos dedos cogí un mechón de su cabello y lo pasé detrás de su oreja.

Aún no podía procesar bien, que después de tantos meses en los que llegué a creer que no la iba a ver de nuevo la tenía frente a mí, estaba tocando sus manos. Se encontraba a unos centímetros, compartimos el mismo lugar y la estaba viendo sonreír.

Lyn

Observaba como cogía mis manos con sumo cuidado, como si estas fuesen tan delicadas que se podían romper con el más mínimo toque. Levanté la mirada a sus ojos azules y lo que vi en ellos me confirmó que, a pesar de los meses el amor seguía ahí, que yo lo amaba aunque me repetía que no era así. No me podía engañar, yo amaba a Dante con locura, aun cuando pensé que lo nuestro era prohibido.

—Me recibí y ahora soy abogado. Le ayudo a papá en el trabajo, vivimos juntos y hace meses que no sabemos nada de tu... Vanessa —se corrigió —. Hablo con Dylan, él ya sabe todo y pensé que también lo sabías —negué y apreté los labios.

—No sabía nada, no tenía idea de lo que estaba pasando.

—¿Y qué has hecho tú todos estos meses? —Cambió de tema.

—Estoy estudiando y trabajo para una famosa diseñadora.

—Y vives en Italia —sonreí.

—Y vivo en Italia.

—Como tanto soñaste —asentí.

—Sí —murmuré.

—¿Eres feliz? —lo miré a los ojos.

—¿Por qué me haces esa pregunta? —fruncí el ceño.

—Porque yo no soy feliz, a pesar de que tengo todo me haces falta tú. No soy feliz porque no estás a mi lado.

—Dante...—me interrumpió.

—No somos hermanos, Lyn, no llevamos la misma sangre, no compartimos nada más que este gran amor que sentimos el uno por el otro. Dijiste que no podíamos estar juntos porque éramos hermanos, porque nunca íbamos a poder tener hijos, porque nuestros padres no iban a dejar que estemos juntos. Ahora sabemos que no somos hermanos, no me digas que no quieres estar conmigo porque yo me muero por estar contigo —su voz era una súplica que me estrujaba el corazón —. Te amo.

—Yo también te amo, Dante, te amo tanto. No pude olvidarte, no puedo dejar de amarte.

Sin pedir permiso apretó sus labios con furia contra los míos, no pude apartarme porque necesitaba de este beso como una persona necesita respirar. Soltó mis manos y las llevó a mis caderas para sentarme sobre su regazo, por otro lado, mis manos fueron a sus hombros para sostenerme y no caer.

—Te amo y estoy dispuesto a dejar todo en México para empezar una vida a tu lado. No me importa lo que digan, no me importa que en este momento no me quieras en tu vida, haré lo que sea para que me perdones —lo tenía tan cerca que las puntas de nuestra nariz se rozaban.

—¿Serías capaz de venir a vivir conmigo?

—Sí —respondió sin pensarlo ni un segundo.

—¿Estarías dispuesto a empezar de cero?

—Por ti haría lo que fuera, Lyn, solo dime y lo haré —sonreí.

Mis manos ascendieron a sus mejillas, acunándolas. Sostuve su rostro con fuerza y lo miré directamente a los ojos.

—¿Me amas?

—Te amo.

—¿Cuánto?

—Te amo hasta el infinito —en mis labios se desplegó una sonrisa.

No llegué a pensar que después de tantos meses aquel amor siguiera aquí, floreciendo, creciendo más y más. Por más que quise olvidarlo y fingir que nada de lo que pasó entre nosotros iba a poder borrar cada beso que me dio, cada caricia que dejó marcada en mi piel, cada palabra de "Te amo", cada vez que estuvimos juntos y me hizo tocar las estrellas con las puntas de los dedos.

—¿Te puedes quedar esta noche a dormir?

—Esta noche y todas las que me pidas —dejó un casto beso sobre mis labios.

—Sabes que no te lo tengo que pedir por qué me gusta que estés a mi lado.

—Y sabes que haré lo que me pidas. Te amo tanto —me sostuvo de las caderas para apretarme a su pecho —. No me dejes por favor. Ya no te vayas, ya no me dejes solo de nuevo.

—Jamás —sacudí la cabeza y apreté los labios —. Nunca más me voy a ir, siempre voy a estar contigo.

—Quiero que nos casemos, tener nuestra casa, tener hijos. ¿Quieres tener hijos? —asentí con la cabeza rápidamente —. Yo también quiero tener hijos. Quiero que seas la madre de mis hijos, una pequeña Lyn y...

—Un pequeño Dante —ambos reímos y me soltó de las caderas para abrazarme por la espalda. Lo escuché suspirar sonoramente.

—Todos los hijos que tú quieras mi amor —dejé un beso en su cabeza —. Vas a ser una de las más reconocidas y talentosas diseñadoras de este país y todo el mundo.

—Y tú ya eres el mejor abogado de todos —suspiró de nuevo abrazándome con más fuerza.

—Nada ni nadie nos va a separar, Lyn, te juro por mi vida que no voy a dejar que te alejen de mi lado.

—Te amo, Dante Calvet.

—Y yo te amo a ti, Eileen Valentina Benavente.

FIN.

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