Capítulo 8. 🧵
Dante
Cogí una copa para servir más vino, Lyn miraba a través de la ventana en dirección al mar, las luces de la habitación me permitían mirar mejor su hermoso cuerpo. Desde que la conozco siempre ha sido una chica rellenita, ni tan delgada ni tampoco gorda, con sus rollitos en la cintura y piernas anchas, pero así me gusta y siempre me va a gustar.
—Toma —le entregué la copa aceptando con gusto —. ¿En qué tanto piensas? —pregunté para después beber de mi copa.
—¿Qué va a pasar después de esto?
—Conoces mi situación —le dije y parece que lo entendía más no lo aceptaba.
—Sí ya sé, estás comprometido y tienes que regresar a Cambridge —asentí con la cabeza —. Además del hecho que compartimos lazos sanguíneos, qué puto asco —casi escupo el vino —. Me follé a mi hermano —dijo con diversión.
—Pero admite que te gustó follarme —la miré y encogió un hombro.
—No me puedo quejar —alcé una ceja.
—¿No te puedes quejar? —pregunté, incrédulo.
—Es decir —dio media vuelta para quedar frente a mí, enterró su dedo índice en mi pecho —. Yo te follé a ti, tú no hiciste casi nada —se quejó con un puchero en los labios.
—¿Entonces qué quieres? ¿Que lo haga yo?
—Vamos a ver si eres tan bueno, cariño —se apartó y le dio un gran sorbo a la copa echando la cabeza hacia atrás, arrojó la copa al suelo y se deshizo de la tanga que poco cubría su intimidad. Trepó a la cama y se acostó de lado con el codo apoyado en el colchón y su mejilla en el puño —. ¿Tienes miedo?
—No conozco esa palabra, nena —sonrió altiva cuando me acerqué —. Abre las piernas, Lyn, te voy a comer el coño —se rio como una chiquilla y se puso boca arriba. Aun con la copa en la mano me acerqué a ella. Me puse de rodillas en el suelo alfombrado y dejé la copa a un lado solo para tirar de sus tobillos y acercarla a mi cara —. Juro que te vas a arrepentir por decir eso.
—¿Qué me vas a hacer?
—Te vas a correr en mi boca y vas a disfrutar tanto de mi lengua en tu coño que me vas a pedir que pare —amenacé.
—Eso quiero ver —dijo segura, como si no estuviera convencida de que podía hacerlo.
Abrí sus piernas deleitándome con lo que tenía frente a mí, un coño rosado y húmedo, brilloso por su lubricación que brotaba en exceso, estaba tan mojada que si metía mis dedos dentro estos iban a resbalar perfectamente de adentro hacia afuera. Un culo apretado, virgen todavía, que yo quería desgarrar y probar.
—Dime algo y quiero que seas sincera.
—Pregunta lo que sea —puso las manos sobre su estómago.
—¿Ya te han follado por detrás?
—No, ¿quieres ser tú el primero? —mordí sus muslos por dentro y pasé mi lengua alrededor de su sexo, este no tenía ni un vello lo que me hizo querer probarlo más que nunca.
—¿Eso quieres tú? ¿Qué te rompa el culo?
—No sabes cuanto lo anhelo —confesó sincera.
Quería hacer esto lentamente y grabarme el sabor de su carne, quería lamer donde nadie lo había hecho y follarla con fuerza hasta hacerla sangrar, quería cogerla día y noche hasta que los dos estuviéramos exhaustos, que ni siquiera pudiéramos levantarnos de la cama.
Con los dedos abrí sus labios y encontré ese pequeño botón rosado que sobresalía de entre toda la carne expuesta de su caliente coño. Acerqué mis labios y lo chupé con cuidado, con la punta de la lengua lo acaricié y traté como era debido, usé solo dos dedos para penetrarla despacio, sacándolos hasta la punta y metiéndolos de nuevo, estaba tan malditamente mojada que resbalan perfectamente a través de su carne. Tenía un rico sabor que mojó mis labios y alrededor, estaba perdido en medio de sus piernas y el rico éxtasis que estas emanaban. La penetré con más fuerza esta vez lo que provocó un respingo de su parte, sacudiendo su cuerpo, mi lengua junto a mis dedos eran la combinación perfecta para que Lyn gimiera sin descaro. En un momento de deseo y perdición llevó sus manos hacia mi cabeza para intensificar el placer que empezaba a causar estragos en su cuerpo.
—Así maldita sea, así —jadeó tan fuerte y alto que tal vez los huéspedes de las otras habitaciones la habían escuchado, pero todos se podían ir a la mierda en este momento. Estaba haciéndole un oral a la única mujer que he amado en este vida, quería escucharla gemir, que se viniera en mi boca como yo lo hice en la suya.
—¿Así está bien cariño?
—No pares por favor, ya casi —jadeo de nuevo —. No pares —miré de reojo y echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos —. Dios así.
Se mordió el labio y su espalda se arqueó, no dejaba de chupar y penetrarla, siguiendo el mismo ritmo que mantuve estos minutos. Sabía tan bien, su piel, su coño en sí eran una perdición para mí, podía quedarme aquí toda la vida, perdido en este paraíso que guardaba en medio de las piernas.
—¡Sí, sí, sí! —gritó y después fueron sus gemidos los que inundaron la habitación por completo. Me aparté en el momento que un chorro de líquido salió disparado, saqué mis dedos solo para seguir tocando su clítoris, Lyn maldijo y gritó cargada de placer. Dejó caer la espalda sobre el colchón y suspiró alto y fuerte.
—¿Te gustó? —me puse de pie para quitarme los calzoncillos.
—¿Qué si me gustó? ¿No te diste cuenta de que tuve un squirting? —subí a la cama.
—Bueno, puedes tener dos si es lo que quieres —me miró raro.
—¿Lo vamos a hacer? —miró mi entrepierna y sostuve mi polla entre mis dedos.
—Estoy cargado, caliente y te quiero follar de nuevo —cogí mi miembro con la mano, lo sentía duro y pesado, solo quería perderme entre su coño una vez más.
—No te voy a decir que no porque estaría mintiendo —sonrió y se puso de rodillas.
—No, así —le indiqué en qué posición ponerse.
—¿Cómo? —le ordené darme la espalda —. ¿Así? ¿Te gusta en cuatro?
—No, espera —me acerqué y metí mi polla en medio de sus nalgas, con las manos puse sus pies al lado de los míos, después, deslicé una mano por su vientre y con la otra abarqué sus tetas. Su espalda tocaba mi pecho.
—Esta es mi posición favorita —murmuré en su oreja que tenía cerca de mis labios.
—Oh mierda —dijo con diversión —. Lo haremos así entonces.
—De una vez te digo que no seré piadoso y que si vuelves a tener un squirting te seguiré cogiendo.
—No pido que lo seas —apoyó sus manos en mis muslos.
Liberé sus senos para que mi mano bajara a mi polla que estaba más dura y con ganas de penetrar ese pequeño y dulce coño. Lo tomé con los dedos y lo acerqué a su entrada que seguía mojada y caliente, metí primero la punta y lo deslicé dentro, entró sin ningún problema, sus paredes se abrieron a mi paso. Se tensó cuando la embestí con fuerza, de nuevo rodeé sus tetas con mi brazo, mi mano bajó a su sexo para darle el mismo masaje que minutos atrás.
—Dante, me vas a matar.
—¿No te gustaría morir en mis brazos?
—Sería una linda manera de morir —jadeo en cuanto la embestí con más fuerza.
Esta era una de mis posiciones favoritas si no es que la favorita de todas, me permitía tener el control, podía tocar su coño, besar su cuello y tocar sus tetas, tenía una debilidad por estas además de su coño, el que quería probar todos los días. Empecé balanceando mis caderas de adelante hacia atrás mientras la tocaba con una mano y con la otra masajeaba sus senos, pellizcaba sus pezones con dos dedos y aprovechaba para lamer su nuca y morder su oreja.
—¿Te gusta?
—Sí —musitó en un jadeo —. Me gusta, sigue así.
Abrí un poco más sus piernas y esta vez sin compasión la follé con más fuerza que anteriormente, mis embistes eran certeros, fuertes y sin control. Tenía las piernas abiertas y su espalda recargada en mi pecho, gemía y pedía más y más, y yo como el loco enamorado que era no podía negarle a mi chica lo que tanto pedía, mi verga penetrándola duro.
—Si ahora mismo hubiera una cámara grabando de frente podía captar tu cuerpo expuesto, tus senos rebotando con cada embestida, tu coño mojado y mi polla profanando, tus fluidos mojándome, tu boquita abierta preparada para perderme de nuevo ahí.
—Dios —jadeó. Aparté su cabello a un lado para tener mejor acceso a su hombro, lo chupé y mordí con cuidado, pero no tenía ese mismo cuidado para follarla como tanto había deseado.
Antes sentía tanto asco y repugnancia hacia mi persona, me odiaba porque pensaba en ella de una manera sexual y no como debía ser, pero me justificaba diciendo que se nos ocultó la verdad tantos años que desarrollé este amor insano por ella. Creí que solo era la hija de la mujer con la que mi padre se había casado, hija de otro hombre que tuvo la mala suerte de morir. Al principio la odié porque vino a mi casa como una intrusa a robarse el amor de mi padre, el que era solo para mí y que ahora tenía que compartir con esa niña fastidiosa, la odié tanto, pero ese odio se convirtió en esta obsesión y este amor impuro que me quemaba por dentro. Después entendí por qué mi padre la quería tanto, era tan dulce y tierna, te llenaba de detalles, sonreía y cuando lo hacía todo mi mundo se iluminaba. Ahora no quedaba nada de esa Lyn, pero yo tenía la culpa por ello, porque rompí su corazón, porque me fui lejos, pero no podía seguir ni un segundo más cerca, estaba a nada de decirle lo que sentía, que estaba tan enamorado que no me importaría decirle a nuestros padres el horror que crecía en mi pecho. Yo lo hubiera dado todo por ella.
—Dante, basta, basta —sus uñas se enterraron en mi piel.
—No puedo —gruñí.
Una y otra y otra vez, las que fueran necesarias para correrme dentro de ella, de nuevo. Estaba temblando, gimiendo, clamando por piedad, la que no le iba a dar.
—¡Ah, Dios! —su espalda se arqueó y de nuevo un chorro de líquido transparente salió disparado hacia la alfombra, mojando todo a su paso. Mis dedos no dejaron de tocar su clítoris, su cuerpo se sacudía mientras yo me venía de nuevo en su coño apretado. La sostuve con fuerza mientras su débil cuerpo se dejaba caer en mis brazos. Las paredes de su vagina se tensaron a mi alrededor, apretando con placer.
—Nena, te amo tanto —le dije. Una última embestida de mi parte y todo terminó. Sentía mi cuerpo débil y con los estragos de ese rico orgasmo del que fui presa de nuevo —. Nunca había sentido esto, lo juro —dejé un beso en su hombro.
—No mientas.
—No lo hago, lo juro por mi vida. Eres tan caliente y salvaje, no temes a nada de lo que te pueda hacer, confías en mí y eso me gusta —solté su cuerpo lánguido sin salir todavía —. ¿Confías en mí? —tomé su cintura con mis manos e hice que se deslizara al frente, en posición de cuatro.
—Confío en ti, Dante —observé mi polla dentro de su coño y como mi semen se deslizaba entre este y sus labios.
—Si pudieras verte ahora mismo, uf, nena —cogí mi polla con una mano, pero la dejé en esa posición solo para acercarme y lamer su culo. Estaba expuesto ante mí, apretado y virgen todavía. Con la punta de la lengua toqué un poco, pero después usé toda para probarla sin restricciones —. ¿Cuándo me vas a dejar follarte por detrás? —Pasé un dedo por su lubricación y lo deslicé por su culo.
—El día que tú quieras es tuyo —utilicé el dedo índice para estimular esa parte de su cuerpo.
—No sabes como deseo perderme en tu culo y correrme dentro de él —sonrió.
—Ya quiero que lo hagas —se acomodó de tal forma que sus tetas se apretaron contra el colchón, levantando sus nalgas en mi dirección. Mi polla empezó a reaccionar de nuevo ante las caricias en su cuerpo. Metía solo la punta de mi dedo y lo sacaba con cuidado tampoco la quería lastimar, de nuevo metía la punta y ella estaba tan caliente que no sentía el más mínimo dolor.
—¿Te duele? —negó.
—Sigue así.
Obedecí y metí el dedo más profundo, lo saqué, pero esta vez mi verga ya estaba dura de nuevo, entre mis manos y la acariciaba.
—¿Es serio que te estás masturbando mientras me follas el culo?
—Agradece que no meto mi polla ahí —le dije y se rio —. ¿Sigo?
—Ya estás ahí, no pares.
—Lo que diga mi chica.
Continué penetrándola por detrás, lo hacía despacio para que su cuerpo conociera el mío, para que cuando la follara no le doliera tanto. Era suave y lento, lo metía despacio y dejaba dentro para mover en círculos, mientras tanto jalaba mi pene de arriba hacia abajo, con el pulgar acariciaba la punta y lo sostenía con ímpetu.
—Joder, así —sus manos se aferraron a las sabanas, abrió la boca y de nuevo, otra vez por tercera vez en la noche tuvo un orgasmo. El mío no se sintió igual porque no era lo mismo estar dentro de ella o su boca, pero lo disfruté igual porque ella tuvo un orgasmo porque yo se lo provoqué, porque fui el primero que le folló el culo y la hice gemir. Me corrí en su culo, mi semen se quedó estancado ahí, blanquecino y pegajoso, tibio, deslizándose por sus nalgas, recorriendo sus muslos.
****
Lyn
Estaba cansada, con sueño y feliz. Era tan feliz que nada ni nadie podía arruinar esto que sentía en este momento. Abrí los ojos cuando el sonido de las aves afuera me despertaron, miré a mi alrededor y me encontré con el cuerpo de Dante a mi lado. Él seguía dormido.
Bostecé y miré hacia la ventana, las cortinas se movían por la brisa de la mañana, el sol se colaba entre la tela e iluminaba la habitación. Me estiré en mi lugar y contemplé a mi amante a mi lado antes de que despertara.
—Hola —sonrió y sus brazos rodearon mi cuerpo. Seguía dormido.
—Hola —dejó un beso en mi cuello.
—¿Cómo amaneciste? —preguntó. Olía tan bien, ya que después de nuestra intensa rutina de sexo salvaje nos dimos un rico baño, juntos.
—Bien, ¿y tú?
—Estoy muerto, siento que anoche me pasó un camión por encima.
—No fue un camión —puse mis manos en sus brazos.
—No fue un camión, pero se sintió igual —ahora repartió besos en mis hombros —. No me quiero levantar, me quiero quedar contigo así —se acurrucó contra mi cuerpo —, para toda la vida.
—Tenemos que regresar a casa —le dije palmeando sus brazos. Salí de la cama y estiré los brazos para después enredar mi cabello entre mis manos.
—¿Nena, me estás coqueteando? —giré medio cuerpo y me miraba atento, con la espalda apoyada en el respaldo de la cama.
—Tonto —fui al baño para hacer mis necesidades. Mi sexo ardía y las piernas las sentía entumecidas como si hubiera hecho mil sentadillas, pero la verdad es que hicimos el amor tantas veces que apenas podía recordar mi nombre y donde vivía. Tampoco se me hizo raro que al limpiarme quedara un rastro de sangre en el papel de baño —. Maldita sea —la puerta se abrió y Dante apareció detrás, rápidamente arrojé el papel dentro del inodoro y tiré de la cadena bajando la tapa.
—¿Todo bien? —preguntó. Ya traía puesto sus calzoncillos.
—Sí, todo está bien —era buena mintiendo que me creyó. Di unos pasos para quedar frente al lavabo mientras Dante hacía del baño, lo miré de reojo y tenía el bóxer a media nalga, bostezó e hizo crujir su cuello.
—¿Qué te parece si vamos a desayunar? —preguntó. Parece que no había hecho pis en toda la noche, se escuchaba como una cascada.
—¿Qué te parece pasar a la playa primero y después tú me preparas estos ricos hot cakes que tanto me gustan? —me miraba al espejo mientras quitaba los rastros de maquillaje mal, puesto que quedó después de todo lo que hicimos.
—Me gusta la idea —tiró de la cadena, bajó la tapa y se puso detrás de mí. Me miraba a través del espejo.
—¿Por qué me miras tanto? —ladeé la cabeza para contemplarlo mejor.
—Eres hermosa, maldita sea y estoy tan celoso.
—¿Estás celoso solo por eso?
—No, estoy celoso porque me puedo imaginar la cantidad de imbéciles que deben andar detrás de ti y no creo que tengan las mejores intenciones contigo.
—Soy una chica que sabe lo que quiere, Dante y cuando digo no, es no —besó mi cuello.
—Pues ahora no vas a estar con nadie más que no sea yo, ¿entiendes? Eres mía nada más.
—¿Y tú eres mío? —inquirí.
—Lo soy. Soy todo tuyo —dudaba mucho que eso fuera cierto porque el día que tuviéramos que regresar a la puta realidad él se iba a casar y yo seguiría destruyendo mi vida como venía haciéndolo desde hace años —. Vamos que muero de hambre.
Se apartó y salió del baño. Salí después de él y nos vestimos para regresar a casa. La mañana estaba fresca así que pasamos a comprar una sudadera que me quedaba dos tallas más grande, pero no había de mi tamaño así que la tuve que usar, me llegaba arriba de las rodillas y estaba segura de que se iba a convertir en mi sudadera favorita porque aparte de que Dante me la compró era de mi equipo favorito de futbol americano, los 49's de San Francisco.
Dante dejó el auto en la casa y bajamos a la playa por uno de los costados de la propiedad.
—Anoche no me dijiste que va a pasar de ahora en adelante, solo que sé cuál es tu situación en este momento —la arena estaba tibia por arriba, pero cuando mis dedos se enterraban estaba húmeda y fría por debajo.
—No sé —admitió con pena. Sostenía mi mano con fuerza —. Solo sé que te amo y que quiero estar contigo todo el día, todos los días —suspiró.
—¿Y después? ¿Qué va a pasar cuando tu novia esté aquí? ¿Qué va a pasar con nosotros? —se detuvo y agarró mi otra mano.
—Lyn —apartó un mechón de mi cabello y lo puso detrás de mi oreja —, no pensemos en eso, todavía falta tiempo y ya veremos que hacer.
Lo que yo entendí es que él no iba a dejar a Jenna y que mientras ella no estaba aquí podíamos vernos a escondidas, besarnos y tocarnos las veces que quisiéramos, pero que después sería ella nada más, siempre sería ella. ¿Estaba dispuesta a ser su amante y dejar mi dignidad de lado solo por él? Lo amaba tanto que no me importó ser la otra, la amante que jamás iba a tener una bonita relación con él.
—Está bien —sonrió. Me levantó del suelo con sus manos en mi trasero —. Quiero todo contigo, Dante Calvet, absolutamente todo —hice a un lado el cabello que cubría su frente —. Te amo.
—Y yo te amo a ti nena —me besó lenta y pausadamente. No fue un beso como los que nos dimos anoche, este fue más suave y dulce y amé que me besara de esta manera tan tierna, porque sabía que más allá del deseo y la pasión, existía amor entre los dos. Yo lo amaba con locura y él a mí y fue esa misma locura la que nos llevó a hacer todo lo que hicimos, pero siempre era yo la que terminaba dando más de lo que podía dar.
Al final creo que la única que debía salir herida tenía que ser yo, para reconstruirme de nuevo para nacer siendo una persona mejor. Y no, no me arrepentía de lo que hice.
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