Capítulo 6. 🧵
Lyn
Llegamos al club en el que nos íbamos a ver con Dani, subimos unos escalones donde se encontraba la zona VIP y no tuvimos que esperar como los demás porque ya éramos conocidos del dueño. Una de las ventajas de ser hija de Samuel Calvet.
—Ni siquiera les piden sus identificaciones —se quejó Dante a mi lado —. Vienen aquí seguido, ¿no es así? —preguntó. Ni siquiera me molesté en mirarlo a la cara.
—Cada que podemos, sí —se rio en un tono de burla.
—¿Y eso cada cuánto es? —me senté en el sofá al lado de Dani, Dante miraba a su alrededor. Me quedé pensando y por fin respondí.
—Cada "que te importa" —no se le hacía raro que fuera tan grosera con él, era mi modo de defensa, pero eso él no lo sabía y prefería mil veces que pensara que le odiaba a que supiera que en realidad lo amaba demasiado y tenía pensamientos impuros, que por las noches me tocaba pensando en él, que mis braguitas se mojaban por su culpa.
Dante se sentó del otro lado y Dens a mi lado. Dani ya había pedido algo de tomar, había algunas botellas encima de la mesita, al igual que limones, vasos y botanas.
—Lyn no me dijo que habías regresado —empecé a servir las bebidas.
—Así de insignificante es en mi vida —mi confesión los tomó por sorpresa, pero más que nada a Dante que no me quitaba la mirada de encima.
—No me voy a quedar mucho tiempo —respondió ignorando lo que dije de él. La música estaba en un volumen bajo donde podía escuchar a la perfección lo que decían, pero cuando fuera más tarde no se escuchaban ni los pensamientos.
—¿A qué has venido? —le preguntó Dani. Era muy curioso, tenía un gran corazón y era el mejor amigo que una chica como yo pudiera tener en esta vida.
—Vine a arreglar algunas cosas, también me voy a casar —Dani le pasó el vaso a Dante y este me miró de frente.
Maldito idiota.
Bastardo infeliz.
Bebí de mi vaso, era vodka con un poco de jugo, pero nada más que pasaran unas horas y no me iba a acordar de mi nombre.
—¿Te vas a casar? —Dante asintió, mirándome.
—¿La boda va a ser aquí? —Ahora fue Dens quien preguntó y casi le arranco la cabeza por andar preguntando, se encogió de hombros y sonrió, pero ya la había cagado.
—Sí, en unos meses —respondió el otro. Miró a su alrededor, quizá estaba horrorizado con lo que tenía frente a él, chicas casi desnudas bailando con más chicas y chicos también, pegándoles el trasero a los penes, drogas y alcohol, mucho descontrol para el puro y santo Dante Calvet.
—A mí me gustan las bodas —dijo Dani. Cogí un limón para chuparlo, ya que me había servido tequila.
—A mí no, las bodas son horribles —les dije.
—Nadie querría casarse contigo, créeme —habló Dante y me hubiera sentido ofendida por su comentario, pero se lo podía meter por el culo.
—Pues no me quiero casar, mucho menos con un mentiroso, vil y sucio hombre. Todos son iguales, la misma bolsa de basura —espeté. Me serví más tequila y lo bebí de golpe como si fuera agua, quemó mi garganta, pero ya se me iba a pasar la molestia. Entre más bebiera menos incómodo sería.
Entre más pasaban los minutos más odiaba la presencia de Dante aquí, no me permitía beber como a mí me gustaba, tampoco dejó que unos chicos me invitaran a bailar, estaba en modo "hermano celoso" y no entendía por qué si a él le importaba tres hectáreas de verga lo que yo hiciera o dejara de hacer, eso quedó demostrado cuando se fue.
Eran más de la doce de la noche y el ambiente apenas empezaba a tomar forma en este lugar. Estaba abarrotado de gente que venía a pasarlo bien, divertirse y olvidarse por un momento de sus problemas. Había muchas drogas pasando de mano en mano, desde marihuana hasta cocaína que ya era un hábito en estos sitios. En un momento de la noche miré a Dante quien estaba mirando a una pareja coger en uno de los sofás que rodeaban el lugar, apartó la mirada unos segundos, pero después los miró de nuevo.
Me acerqué un poquito, ya que Dani y Dens estaban bailando en la pista.
—¿Te gusta andar de chismoso, eh? —murmuré cerca de su oído. Pegó un respingo y se apartó unos centímetros.
—No sé de qué hablas —me mordí el labio y sus ojos se quedaron fijos en ellos.
—Te estoy viendo, no mientas por favor —estaba tan cerca de él que su colonia me picaba la punta de la nariz. Siempre usaba la misma y a mí me encantaba porque no era tan fuerte pero sí delicada —. Apuesto a que en Cambridge no hay nada de esto.
—Son menos alocados.
—Son aburridos —me deslicé hacia la mesa para coger un vaso de agua bajo su atenta mirada —. Es agua —le dije —. Solo es agua —bebí rodando los ojos.
—¿Por qué haces esto? —alcé una ceja.
—No entiendo tu pregunta.
—¿Por qué te destruyes de esta manera?
—Qué bonita forma de morir, ¿no crees? Vivir al límite, no como tú que eres tan pulcro y mojigato. Aburrido, eso es lo que eres.
—¿Y crees que con drogas, alcohol y sexo estás viviendo? Solo te estás destruyendo.
—¿Y a ti qué te importa? —me quejé —. Tú ya tienes tu vida lejos de aquí con tu perfecta novia que te va a dar tantos hijos quieran, serán la familia perfecta, en su casa perfecta con sus hijos perfectos.
—Usaste muchas veces la palabra perfecta.
—Isisti michis vicis li pilibri pirficti —le hice burla utilizando el tono de voz de una ardilla —. Vete al demonio —le mostré el dedo medio.
—Y Jenna no es perfecta, nadie lo es, pero tampoco hacemos esto. Coquetear con hombres a los que apenas conoces, beber de esta manera, vivir así —entorné los ojos, ofendida.
—No solo coqueteo con hombres, soy imán para las mujeres también, ¿lo quieres ver? —negó con la cabeza.
—No quiero ver nada...
—¡Hey tú! —le dije a una chica que pasaba frente a mí —. Tú, tú —la señalé.
—¿¡Yo!? —preguntó gritando y asentí cuando se señaló.
—Lyn, por favor.
—Por favor nada —le dije —. Ven —hizo caso y subió los escalones para sentarse a mi lado —. Qué bonita eres.
—Gracias, tú también —esas palabras bastaron para que en unos segundos tuviera su lengua dentro de mi boca y mi mano tocando sus piernas. Besaba bien, no me podía quejar, pero lo que más me gustó era saber que Dante estaba mirando y que estaba excitado también.
Estaba borracha, pero no tanto como para no darme cuenta de las miradas que me echaba y estas no eran precisamente las de un hermano hacia su hermana. Si algún día pensé que le gustaba y después ya no, ahora vuelvo a pensar lo mismo.
Me aparté de la rubia y dejé un casto beso sobre sus labios.
—Búscame si te quieres divertir —dijo. Me hizo un guiño y se puso de pie para bajar los escalones e irse.
—¿Qué se supone que haces?
—La próxima vez que digas que solo coqueteo con los hombres lo piensas bien antes de abrir la boca —me puse de pie, acomodé mi falda que no cubría nada y bajé para ir a la pista.
—¿A dónde vas?
—A bailar, a mí sí me gusta divertirme —me alejé, pero le escuché decir algo a lo que ya no le presté atención.
—¡Es divertirte y no destruirte de esta manera!
Dante
Lyn estaba completamente fuera de control, se la pasó bebiendo y fumando marihuana toda la noche, desapareció unos minutos y me podía imaginar lo que se metió cuando apareció limpiándose la nariz. No me podía ir y dejarla así, no sabiendo el estado en el que se encontraba, estaba muy mal y gran parte de esto era mi culpa.
Fui al baño, me desaparecí unos minutos y cuando regresé se estaba enrollando con un sujeto del otro lado del club. La tenía sobre su regazo, con la falda arriba de su trasero, las manos de él apretaban su cintura y la movían sobre su pene y ella disfrutaba tanto que no le importaba que la estuvieran mirando, aunque las personas pasaban de largo, ya que se encontraban en el mismo estado deplorable que Lyn. Crucé la pista para ir en su dirección, pero Denisse me detuvo antes de llegar.
—No hagas nada, déjala —giré para verla. Denisse era la mejor amiga de Lyn y si me decía esto era por algo, pero los celos que sentía en ese momento eran más fuertes que cualquier otro sentimiento. Estaba rabioso de ver que alguien más ponga sus sucias manos sobre ella.
—¿Ya la viste?
—Y por eso te digo que le dejes —sus dedos se apretaron a mi brazo.
—Es mi hermana —qué mentira tan grande, no era por eso que la quería apartar de ese sujeto.
—Y no tienes ningún derecho sobre ella, es libre de estar con quien quiera. Dante, Lyn no es propiedad de nadie —me solté de su agarre y bufó detrás de mí. Me arremangué la camisa hasta los codos y subí los escalones, la tomé del brazo y la puse detrás de mí.
—No vuelvas a poner tus sucias manos sobre ella —el sujeto se acomodó el pene que sobresalía de sus pantalones y se pasó el pulgar por el labio inferior. No dijo nada y tampoco esperé que lo hiciera.
—¡Dante! —chilló cuando tiré de su brazo para llevarla conmigo —. ¿Qué haces? ¿Qué crees que haces imbécil? —quería zafarse, pero era más fuerte y por ende solo se hacía daño. Recibimos algunas miradas a nuestro paso, pero no me importó —. ¡Déjame! ¡Suéltame!
La jalé hasta que llegamos al pasillo de los baños, no la solté hasta estampar su cuerpo contra la pared y acorralarla con mi cuerpo.
—Voy a gritar si no me dejas ir —su pecho subía y bajaba, me fue imposible no mirar de más sus senos, su clavícula y sus labios hinchados por estar besando a ese bastardo.
—Inténtalo —me miró altiva. Sabía que lo iba a hacer.
—¡Ayuda, me están secuestrando!
—Nadie te está secuestrando —el ruido allá afuera estaba tan alto que nadie la iba a escuchar.
—¡Auxilio! ¡Alguien que me ayude!
—Cierra la boca —siseé entre dientes.
—¿Qué me vas a hacer si no hago lo que me ordenas? ¡Ayuda! —gritó de nuevo.
—Tendré que callarte —mi mandíbula estaba tensa.
—¿Y cómo me vas a callar? —se cruzó de brazos —. ¿Me vas a tapar la boca con la mano o vas a meterme un pedazo de trapo?
Giré su cuerpo con una mano en sus caderas, su pecho se estampó contra la pared y mi torso acarició su espalda. En este momento estaba tan molesto con ella que haría lo que sea, lo que sea.
—¿Qué te parece si mejor meto mi verga en tu boquita para que te calles? —murmuré cerca de su oreja —. ¿Eso sí quieres? —una de mis manos descansaba en su vientre mientras que la otra se deslizó en medio de sus muslos tocando su vagina —. Dime, ¿quieres eso, Lyn?
—Dante —la voz le falló cuando dos de mis dedos se colaron entre su tanga y se adentraron en su coño mojado —. ¿Qué-qué haces? —preguntó trémula.
—¿No se nota? Estoy celoso y molesto contigo por permitir que alguien más te toque, por dejar que ese bastardo ponga sus asquerosas manos en lo que es mío —lamí desde su nuca hasta su oreja —. Eres mía y de nadie más, entiende eso.
—¿Estás loco? —preguntó desesperada.
—Sí, estoy loco por ti. Me vuelves loco y solo pienso y quiero cogerte hasta que te duela, hasta que no puedas levantarte de la cama, quiero meter mi polla en tu pequeño coño mojado, profanar tu culo y derramarme en tus tetas. Eso es lo que quiero, Eileen.
De nuevo giré su cuerpo para besar sus labios sin sacar mis dedos de su coño que chorreaba de deseo mojando todo a su paso. Una de mis manos tocó su seno y pellizqué su pezón que no dudé en sacar para meterlo en mi boca sin importarme que alguien nos pudiera ver.
—Dime que no quieres que te coja y no lo haré —me separé de ella sacando mis dedos de su vagina. Estos brillaban por su lubricación y ante su atenta mirada los metí a mi boca, chupando ambos. Se lamió los labios y asintió con la cabeza, pero yo quería escucharla decirlo —. ¿Sí qué?
—Sí quiero que me folles. Llévame lejos de aquí —suplicó besándome con desesperación.
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