Capítulo 5. 🧵
Dante
La hora de la comida ya había pasado y Lyn no llegó a comer, mi padre se encontraba en su despacho y de Vanessa no sabía nada, quizá estaba en la iglesia como siempre, viendo lo de la recolección que hacía dos veces al año o esas cosas que a ella le gustaban tanto. Bajé las escaleras y caminé directamente al despacho de mi padre. Tomé aire antes de tocar la puerta y golpeé con los nudillos la madera a pesar de que esta se encontraba abierta.
—Adelante —escuché del otro lado. Empujé ligeramente y entré dejando abierto —. Dante, ¿qué pasa hijo?
Dejó a un lado los papeles que estaba leyendo y los metió dentro de una carpeta.
A pesar de su trabajo y que casi no pasaba tiempo en casa siempre se daba unos minutos para escucharnos, nos prestaba atención y si alguno de los tres se lo pedía dejaba de hacer lo que estaba haciendo para llevarnos por un helado o pizza. Mi padre era un gran padre y estaba tan agradecido por tenerlo a él, no creo que en la vida existiera alguien como él.
—¿Te puedo pedir un favor? Sé que me dijiste que me podías ayudar con todo el papeleo, pero yo no quise —me acerqué. Papá alzó una ceja.
—Sí, dime. ¿Ya arreglaste eso? —negué con la cabeza.
—Por eso estoy aquí, me tengo que regresar a Cambridge y no he podido arreglar casi nada, así que te pido que te hagas cargo tú porque ya no puedo estar aquí —le pedí.
—Claro hijo sabes que lo haré. ¿Pasa algo? ¿Por qué quieres ir así de pronto? ¿Es por Jenna?
Mentí diciendo que sí cuando en realidad no era por ella por quien me iba, no podía estar cerca de Lyn, este amor crecía más y más y temía que un día fuera lo suficientemente grande que no pudiera contenerlo en el pecho. No podía pensar en ella como mi hermana cuando solo podía verla como una mujer, una mujer hermosa y sexy, seductora que me volvía loco. Sentía que si pasaba más tiempo en este lugar ya no me iba a querer ir porque estar a su lado era lo que más anhelaba en ese momento de mi vida.
—Sí, es por ella —mentí con descaro —. La extraño mucho y quiero estar a su lado —papá sonrió.
—Me da gusto saber que la amas y que quieres hacer tu vida. No sabes lo orgulloso que me siento de ti —una sonrisa triste adornó mis labios.
No creo que estés tan orgulloso si supieras que deseo a tu hija de una manera poco natural y sexual
Pero él no iba a saber eso, nunca lo sabría porque iba a regresar a Cambridge y convencer a Jenna que la boda fuera allá y no aquí. Podía hacerlo, ella me amaba tanto que podría convencerla de cualquier manera, además tenía el pretexto perfecto, ya que en pocos meses empezarían las lluvias. A Jenna no le iba a gustar que en plena boda hubiera una tormenta, no le iba a gustar nada.
—¿Y cuándo te vas? —preguntó curioso.
—Lo más pronto posible, tal vez mañana por la noche —la sonrisa que mantenía sobre los labios se fue borrando.
—Me hubiera gustado que te quedaras más tiempo, ya sabes —encogió un hombro —. Dylan no está, tú tampoco y temo que ya no regreses —mis dedos se asieron al respaldo de la silla.
—Pero tienes a Lyn aquí, también está Vanessa y Dylan va a regresar en las vacaciones —suspiró con melancolía.
—Pero no es lo mismo, hijo. Antes sabía que al regresar del trabajo iban a estar en casa los tres, que podíamos pasar tiempo juntos, de calidad y ahora... Todo ha cambiado —se movía sobre la silla —. No es igual. Además, Lyn casi no está en casa, mira que horas son y no ha regresado.
—¿Sabes a dónde va cada que sale de la universidad? —negó.
—Tu hermana nunca dice a donde va o que hace, ya es mayor de edad para decirnos con quién se junta —se veía afligido por Lyn —. Ella no está bien y la verdad no sé como hablar con ella sin que evada el tema y se moleste. Vanessa dice que se droga y no sé qué más cosas.
—¿Y tú crees que sea cierto? —pregunté.
—Me niego a pensar que mi hija se drogue o que ande metida en malos pasos, pero ya no es una niña y hay muchas posibilidades de que sea así. Tal vez si tú hablas con ella...—lo interrumpí.
—No quiere hablar conmigo, me odia porque me fui y la dejamos sola —le expliqué y lo entendió.
—Ella sufrió mucho cuando te fuiste y después fue Dylan —negó sutilmente —. No sé qué hacer con ella.
—Voy a ver si puedo hablar con ella, ¿sí? Espero no me mande al carajo —sonrió.
—No lo hará, te quiere mucho. Eres su hermano favorito.
Y yo la quiero a ella, más de lo que debería.
—Voy a ver que puedo hacer —me alejé.
—Gracias hijo —dijo antes de que saliera, le dije adiós con la mano y dejé la puerta entreabierta. Subí de nuevo las escaleras y entré a mi habitación dejando la puerta abierta. Miré la hora en mi teléfono y eran casi las ocho de la noche y Lyn no había regresado.
Me senté sobre el colchón y levanté la mirada hacia la puerta, ahí estaba ella con la mochila colgada en los hombros, llevaba puesto un vestido negro con pequeñas margaritas y unas sandalias, cabello suelto. Se veía hermosa.
Maldita sea.
—Lyn...—le llamé, pero ella me ignoró y continúo su camino hasta llegar a su habitación donde entró dejando la puerta abierta. Me quedé bajo el umbral mientras sacaba ropa de su armario —. Te estoy hablando —di un paso dentro, pero se acercó a la puerta para cerrar, pero no se lo permití.
—Ya vi que estás ahí, ahora largo —sacaba ropa entre blusas, vestidos y zapatos altos. Empujé la puerta y entré cerrando, asegurándome que no había nadie en el pasillo.
—Tenemos que hablar de lo que pasó la otra noche —se encogió de hombros.
—No sé de qué hablas, no pasó nada la otra noche —levantó una tanga de color negro y tuve que desviar la mirada hacia otro lado.
—Sabes perfectamente...—me interrumpió.
—Mira, Dante, la otra noche no pasó nada —la miré de nuevo y ella también me estaba mirando —. Tal vez estaba borracha o el borracho eras tú. No sé —sacó una falda negra de cuero, demasiado corta para mi gusto y un top que apenas le iba a cubrir las tetas.
—¿Vas a salir?
—Sí.
—Pero no es viernes —chistó antes de hablar.
—En esta ciudad no tiene que ser viernes para salir a beber, lo puedes hacer el lunes si se te pega la gana —respondió —. Ahora sal de mi recámara porque me voy a cambiar de ropa.
—Puedo ir contigo —sugerí. Alzó una ceja en mi dirección.
—Recuerdo que no te gusta salir a beber. Además, va a ir Dani y él no te agrada.
Ah sí, Daniel, como lo detesto.
Siempre estuvo enamorado de Lyn.
—¿Daniel? ¿Te sigues juntando con él? —asintió. Mantenía la ropa apretada a su pecho.
—Es mi amigo y no sé, tal vez un día le diga que sí y nos casemos, podemos tener muchos hijos, ¿no crees? Es un buen tipo y sé que está enamorado de mí desde que íbamos a la primaria —se estaba burlando de mí. Ella no amaba a Daniel, ni siquiera le gustaba.
—Él no te gusta —acorté la distancia que nos separaba —. Ni siquiera puedes verlo como un posible romance porque es tu mejor amigo —frunció el ceño.
—Tú no sabes nada de mí —espetó con la barbilla en alto. Me quedé de pie frente a ella y puse dos dedos bajo su barbilla. Un solo toque y sentía que todo mi sistema nervioso reacciona ante ella.
—No, no lo amas, no te gusta y nunca podrás sentir nada por él —dije serio, convencido de mis palabras porque eran ciertas.
—Largo —masculló con los dientes apretados.
—Voy a ir contigo quieras o no, estás muy descarriada y papá está preocupado por ti —bajé la mano y me aparté dando un paso atrás.
—Le iba a decir a Paolo que me lleve, voy a pasar por Dens.
—Yo puedo pasar por ella y llevarlas a ambas —dije determinado —. No tengo ningún problema —sonrió molesta. Creo que quería golpearme y estaba bien si lo hacía, a ella le permitía todo hasta que rompiera mi corazón.
—Si tanto insistes está bien, pero apúrate que salgo en media hora.
No tuvo que decir más para que saliera de su recámara y fuera a la mía para cambiarme de ropa. No estaba muy seguro de ir, pero algo me decía que tenía que hacerlo, quería saber con qué tipo de gente se relacionaba, asegurarme que entre todo lo malo ella estaba bien y que al irme las cosas no iban a empeorar. De haber sabido todo lo que iba a pasar esa noche... No estoy muy seguro de si fue algo bueno o malo, pero juro por mi vida que no me arrepiento de nada de lo que pasó.
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