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Capítulo 26. 🧵

Lyn

En cuanto amaneció y desayuné llevé a Pancho a la veterinaria que gracias a Dios estaba abierta, ya que la tormenta de la noche anterior había dejado destrozos en toda la ciudad, árboles caídos, algunas colonias sin luz eléctrica, inundaciones y un sin fin de daños en algunos locales que no pudieron abrir, pero menos mal que el padre de Dani estaba ahí y su hijo con él, puesto que habían suspendido las clases en la universidad, dijeron algunos vidrios se rompieron y también hubo destrozos.

—¿Cómo está? —el papá de Dani, junto con él salieron a la sala donde esperaba noticias del pequeño Pancho.

—Está bien —informó el hombre —. En lo que cabe, está bien, pero va a necesitar quedarse...—mis cejas se hundieron.

—Ven —Dani me invitó a ir con ellos donde tenían a Pancho, algunos gatos y mascotas que se habían quedado ingresadas en la clínica.

Sobre una mesa metálica estaba Pancho, debajo de él había unas cobijas y mi pobre bebé tenía la mirada triste.

—Bebé —me acerqué a él y empezó a mover la cola, lo que provocó que mi corazón se hinchara de felicidad pura. Dani sonrió ante el hermoso gesto —. ¿Qué tiene? —les pregunté.

—Está un poco deshidratado. Le hemos puesto suero y vitaminas, hay que desparasitarlo y ponerle sus vacunas. En lo que cabe, está bien, me imagino que se perdió o lo echaron a la calle. ¿No llevaba collar? —negué con la cabeza.

—Lo más probable es que lo hayan echado a la calle —dijo Dani, con un ápice de pena en la voz —. Pero va a estar bien, Lyn —sonrió.

—¿Lo tengo que dejar o me lo puedo llevar a mi casa? —les pregunté.

—Lo mejor es que lo dejes para que lo estemos checando. Hay que ponerle sus vacunas, así que mejor regresa en unas horas. Mi hijo te puede mandar un mensaje cuando te lo puedas llevar —asentí y miré a Pancho que se veía cómodo entre las cobijas, pero lo estaría más en mi casa a mi lado.

—Está bien, lo cuidas mucho —señalé a Dani.

—Claro que sí, no tengas dudas —pasé mi mano por su cabeza y soltó un suspiro.

—No tardo, Pancho, más tarde regreso —Dani me acompañó de regreso a la sala de espera donde había dos pacientes más.

—Eres una buena persona, ¿lo sabes? —sacudí la cabeza.

—Nada de eso, solo lo vi ahí bajo la lluvia y me partió el corazón. No lo podía dejar ahí, solo, mojándose, podría morir —Dani asintió lo que provocó un dolor agudo en mi pecho.

—¿Lo vas a adoptar?

—Nos encontramos por una razón, ¿no es así? No lo voy a dejar solo, ahora me tiene a mí —Dani metió las manos en los bolsillos de su bata blanca y me regaló una sonrisa que me hizo sentir mejor.

—Te aviso cuando ya puedas venir por él.

—Gracias, Dani —giré sobre mis talones y salí de la veterinaria. Subí al auto y fui a hacer unas compras, de paso le compré algunas cositas a Pancho. Siempre quise tener una mascota, pero Vanessa nunca quiso porque dice que las mascotas son sucias y no le gustaba tener ni perros ni gatos. Una vez recogí un gatito que andaba en la playa, ella me ordenó dejarlo ahí, pero lo llevé a la casa, le dije a mi padre y este aceptó, pero ella no y tuve que darlo en adopción a los vecinos. No eran malas personas y el pequeño michi estaba bien cuidado, pero me quedé con la espinita de quedármelo y que me hiciera compañía. Ahora que había encontrado a Pancho no lo iba a dejar ir por nada del mundo, lo llevaría conmigo a donde fuera, sería mi compañero y mi amigo también.

Cuando estuve cerca de la casa quise ir a recoger algunas cosas que se habían quedado ahí, pero tenía miedo de encontrarme con Dante, con mi madre. No quería sentirme así de nuevo así que me aseguré de que no hubiera nadie en la casa y llamé a Gloria quien me dijo que todos habían salido y que estaba sola, así que no perdí más tiempo y conduje en dirección a la casa. Salí de prisa y entré, ya que todavía tenía las llaves. Miré mi entorno, seguía igual que días atrás, pero con la excepción de que en el jardín había sillas, estaban mojadas y mal acomodadas, pero me pude imaginar de qué se trataba. En las noticias de chismes vi que Dante le había pedido matrimonio a Jenna, así que en esos días se iban a casar.

—¿Quién anda ahí? —suspiré al mismo tiempo y mi corazón se detuvo unos segundos cuando reconocí esa voz. De la cocina salió Dylan, mi pequeño gran hermano menor.

Mi garganta se cerró y mis ojos se llenaron de lágrimas.

—¡Dylan! —no sé qué llevaba en las manos, pero soltó aquello y corrió hacia mí que lo recibí con los brazos abiertos. Me levantó del suelo y apretó mi cuerpo tan fuerte que me sorprendió tanto que ya no fuera aquel niño que se había ido años atrás.

—Lyn —musitó —. Estás aquí —no paraba de llorar, estaba tan feliz por verlo, por sentir uno de sus abrazos.

—Tú estás aquí —ambos nos reímos. Dejó de darme vueltas en el aire, se detuvo y me soltó lentamente hasta que mis pies tocaron el suelo.

—¿Acabas de llegar? —me limpié debajo de los ojos.

—Llegué ayer.

Era muy alto, más alto que Dante, delgado y tenía esa mirada color miel que me recordaba tanto a mi madre, pero la suya era pura y dulce, algo de lo que nuestra madre carecía en todos los sentidos. La última vez que lo vi fue un año atrás cuando vino de vacaciones y estuvo aquí unas semanas, después de eso solo hablamos por teléfono y videollamadas.

—Me imagino que estás aquí por la boda —encogió un hombro.

—En parte sí, pero también te quería ver. Mamá solo me dijo que te habías ido y no sabía donde estabas. Papá prometió llevarme contigo —suspiré —. Sé que no quieres que mamá sepa donde estás.

—Tampoco le digas que estuve aquí.

—Lo juro —le sonreí.

—Solo vine por unas cosas y me voy —musité.

—¿Nos podemos ver? No sabes cuanto te he extrañado, que ya no vivas aquí no quiere decir que no nos podemos ver, ¿o sí?

—Tu madre cree que soy una mala influencia para ti —sacudió la cabeza.

—Nada de eso, Lyn, eres mi hermana favorita —fruncí el ceño.

—¡Soy la única que tienes! —le di un empujón en el hombro.

—¿Lyn? —Gloria apareció en la sala —. ¡Lyn! Pensé que no ibas a venir —corrió hacia mí y tampoco dudé en abrazarla, la había extrañado tanto al igual que a mi padre —. Mi niña. ¿Vas a regresar? —le dije que no. Nos separamos. Sus cejas se hundieron, pero creo que ella más que nadie entendía que no podía estar en esta casa. Volvió a abrazarme fuertemente. —. ¿Cómo has estado? ¿Estás comiendo bien?

—Estoy comiendo bien, no te preocupes por mí —nos separamos y cogió mis manos —. Veo que va a haber una boda —Gloria miró hacia el jardín que ahora mismo era un desastre, había ramas de las palmeras, hojas, ramas destrozadas.

—Se van a casar en unos días —musitó. Miré a Dylan, quien se había cruzado de brazos. Apreté los labios tragándome el dolor que apresaba mi ser —. Solo le propuso que sea su esposa y ella aceptó. Tu madre se está haciendo cargo de todo.

—Me lo imaginaba —solté las manos de Gloria —. No deben saber que estuve aquí, menos Vanessa —los miré a ambos —. Voy a subir por unas cosas y me voy.

—Lyn, nos vamos a ver, ¿verdad? —preguntó Dylan.

—Claro que sí, hermanito —apreté su mejilla con dos dedos.

—¿Me vas a llamar? —preguntó Gloria.

—Cuando Vanessa no ande por ahí —dejó una suave caricia en mi mejilla.

Subí por mis cosas y me despedí de Dylan y Gloria, prometí vernos de nuevo y lo iba a cumplir, al menos con mi hermano, ya que él iba a regresar a estudiar y quién sabe cuando lo iba a ver de nuevo.

Regresé a la casa y preparé algo de comer antes de ir por Pancho. También le compré croquetas que el padre de Dani me recomendó comprar, eran de las caras, pero todo fuera por el pequeño Pancho, para que estuviera bien.

Quise olvidar el tema de Dante y su boda con Jenna, pero aunque lo intenté no pude, era algo que me ponía mal y aunque prometí no dejarme llevar por lo que pasara a mi alrededor era imposible cuando el amor de mi vida se iba a casar con otra persona, cuando yo estaba muriendo por dentro y sentía que me arrancaban el corazón de un tirón. Aquel día y con todo el dolor de mi corazón decidí hacer lo que era mejor para mí; irme lejos.

Los días siguientes me vi con Dylan, pero evitamos hablar del tema de Dante y Vanessa, no quería saber nada de lo que estaba pasando en esa casa. Platicamos mucho y juramos vernos de nuevo para viajar a algún país donde fumar marihuana fuera legal, o eso fue lo que él dijo.

Hablé con mi padre y le pedí su ayuda para salir del país, no quería que me fuera, pero yo ya no podía estar cerca de ellos, no sabía cuánto más iba a poder resistirme ante la tentación y quería alejar estos pensamientos de mi cabeza. Solo quería desaparecer y ya. Al final terminó aceptando y como el gran padre que siempre fue me ayudó a conseguir un departamento en Italia, también con los papeles para llevarme a Pancho, por nada del mundo lo iba a dejar solo, él me ayudó cuando más lo necesitaba y él me necesitaba a mí también.

Tuve una última salida con Dens y Dani, por primera vez lo pasamos bien juntos, no había alcohol o drogas, nada de lo que pudiera suponer una recaída. Y me sentí bien dándome cuenta de que no necesitaba nada de eso para ser feliz. Ellos junto a mi padre me acompañaron al aeropuerto, nos despedimos jurando volver a vernos y lloré como una chiquilla al saber que en mucho tiempo no los iba a volver a ver.

Pero en ese momento de mi vida solo estaba pensando en mí y en nadie más. Solo quería paz y ser libre.

En Italia me esperaba una nueva vida, sueños que cumplir, lo tenía todo para salir adelante y aunque sentía que me moría por dejar a Dante, sabía que el dolor no sería para siempre y que un día este iba a pasar. Tal vez, más adelante encontraría a alguien a quien pudiera amar con la misma intensidad que amé a Dante.

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