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Capítulo 24. 🧵

Lyn

No podía esperar más para irme de esa casa y salir de ahí cuanto antes. Lo que le dije a Dante era cierto y no una más de mis tontas amenazas que solo decía para hacerlo sentir mal. Solo quería desaparecer y no verlo nunca más. Guardé mi ropa en dos maletas, mis dibujos, zapatos y todo lo que cupo en ellas. Pedí un taxi que me llevara lejos de esta casa, lejos de Dante de toda esta toxicidad que me estaba matando lentamente.

—¿Lyn? —escuché la voz de mi padre detrás de la puerta. Cerré la maleta y abrí la puerta para que mi padre entrara. Era la única persona a quien le iba a decir que me iba y sabía que no me iba a detener. Mi padre solo quería lo mejor para mí y lo mejor que podía tener en este momento era paz.

—Pasa —me hice a un lado para que entrara y lo primero en lo que se fijó fue en las maletas sobre la cama.

—¿Te vas?

—Ya no puedo vivir aquí, solo quiero paz. ¿Lo entiendes? —asintió con la cabeza.

—Sé lo que pasó hace rato —tragué saliva —. Y te entiendo más que nadie en este mundo. Y también sé que necesitas estar lejos de esta casa —una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios y abracé a mi padre, quien respondió a mi abrazo y me estrujó entre sus brazos con sumo cuidado.

—No me des la espalda esta vez, te lo ruego. Solo quiero que me apoyes en esta decisión que he tomado —escuché un sollozo de su parte. Dejó un beso en mi frente para después alejarse un poco.

—No lo haré, Lyn, esta vez te voy a apoyar en lo que decidas hacer —asentí con la cabeza —. Solo deja que prepare las cosas para que vayas a un lugar seguro. ¿Está bien?

—Solo si me prometes que no le vas a decir a nadie donde estoy —apretó los labios pero sonrió después.

—Está bien —soltó mis manos y dio un paso atrás. Sacó el celular y llamó a no sé quién. No pude escuchar lo que decía por qué salió a la terraza, terminé de meter la ropa en las maletas y guardar lo poco que quedaba en mi recámara. Esta vez no había vuelta atrás y no me iba a arrepentir de la decisión que había tomado.

—¿Me puedes esperar unos minutos por favor? —preguntó entrando a la recámara —. No tardo.

Asentí y me senté en la orilla de la cama. Solté un gran y largo suspiro que me apretaba el pecho. No estaba nerviosa, no tenía miedo de lo que podía pasar, solo quería alejarme de esta casa y las personas que la habitaban. No le iba a decir nada a nadie, no iban a saber a donde me iba, si es que algún día iba a regresar.

Escuché que alguien tocó la puerta, pero antes de dejar que abriera decidí salir para que no viera las maletas en el suelo.

—Mamá —cerré detrás de mí —. ¿Qué quieres? —por su gesto sabía que estaba molesta por lo que pasó en la tarde, si mi padre lo sabía entonces ella también y no me iba a ir nada bien.

—No puedo creer lo que provocas —fruncí el ceño —. Eres la única culpable de todo lo malo que pasa en esta casa.

—No podía esperar menos de ti cuando es evidente que me odias —quise entrar a mi recámara, pero me tomó del cabello y estampó mi cuerpo contra la pared.

—Lo mejor que puedes hacer es desaparecer de nuestras vidas —sus duras palabras provocaron que mi corazón se agrietara. Mis ojos se llenaron de lágrimas —. Deja en paz a Dante o me voy a asegurar de que esta vez te internen, pero en un psiquiátrico y que no puedas salir nunca más —su agarre se hizo más fuerte en mi nuca provocando dolor que recorrió mi columna.

—¿Es lo que quieres?

—Sé lo que está pasando entre ustedes, Lyn, y si no quieres que te vaya peor te recomiendo que lo dejes en paz. Él se va a casar con Jenna y va a regresar a Cambridge. Dante no tiene nada que hacer con alguien como tú cuando puede estar con alguien como Jenna —apreté los labios.

—¿Y qué se supone que soy yo? —puse mis manos en sus brazos.

—Una drogadicta, estás loca y además de todo eso vomitas cuando crees que nadie te ve.

—¿Y si sabías eso por qué nunca dijiste nada? —no respondió, entonces entendí su silencio —. Porque no te importo, por eso —me soltó y dio un paso atrás.

—Vete y déjanos en paz.

Giró sobre los tacones de sus carísimos zapatos de marca y me dejó en mi lugar con el corazón roto y el llanto mojando mis mejillas. Regresé a mi recámara y esperé a mi padre quien no tardó en entrar, me ayudó con las maletas y salimos por la parte de atrás de la casa sin que nadie se diera cuenta.

No me sorprendió que Paolo nos llevara y que mi padre le pidiera que por favor no dijera nada de lo que había pasado. Le advirtió que ni mi madre ni Dante debían saber nada de esto, y Paolo como el fiel trabajador que era le juró que por nada del mundo lo iba a decir, a nadie.

Papá me llevó a una casa cerca del centro de la ciudad, lejos de la toxicidad de mi madre y el dolor lacerante que me provocaba ver a Dante y no poder estar con él. Bajamos del auto y gracias a Dios la lluvia había cesado un poco. Paolo ayudó a mis padres con las maletas, papá abrió la puerta y me sorprendió ver una casa pequeña de un solo piso pero amueblada y bonita. Era perfecta para mí y quedaba en un buen lugar.

—Es perfecta —le dije a mi padre. Paolo dejó la maleta a un lado de la puerta y miró el lugar de hito en hito.

—Es tuya y puedes vivir aquí el tiempo que quieras. Solo promete que vas a estar bien y que cualquier cosa que necesites me vas a llamar —le dije que sí —. Te quiero mucho, Lyn —me abrazó unos segundos para después apartarse y decir adiós.

—Gracias... A los dos.

—Si quieres que Paolo te lleve a algún lugar le llamas.

Espero no necesitarlo.

—Gracias —me limité a decir.

—Cuídate —asentí. Ambos salieron y me dejaron sola en la pequeña casa.

Pasaron algunos minutos y llevé las maletas a una de las recámaras, inspeccioné el lugar desde el cuarto de lavado hasta la cocina. Era el lugar perfecto para mí, pero no dejaba de sentir esta opresión en el pecho. Tal vez lo que hice estaba mal, pero no tenía por qué dar explicaciones cuando mi madre prácticamente me corrió de la casa y Dante se había puesto en ese plan tan pesado que no le quedaba para nada.

Ya era tarde cuando me fui a acostar, pero por más que cerraba los ojos no podía conciliar el sueño. Solo daba vueltas en la cama que era ajena para mí, ya que estaba acostumbrada a dormir en mi recámara con todas mis cosas ahí.

Al final siempre obtuve lo que quise desde que mi madre dejó ver el odio irracional que sentía por mí, desde que Dante llegó para arruinar mi vida y ponerla patas arriba. ¿Pero por qué no me sentía mejor? ¿Por qué solo quería llorar y llorar? Porque lo amaba, porque ni la distancia iba a poder matar el gran amor que sentía por él y que me mataba por dentro. Porque solo con él me sentía viva y sin él yo me sentía morir en vida. Tal vez poner distancia de por medio no era suficiente y lo que tenía que hacer era olvidarme de su existencia, olvidar que un día lo llegué a amar más de lo que un día me amé.

Dante

—¿Lyn? —toqué la puerta de la terraza una, dos, tres veces, pero Lyn no salió y entendía que estuviera molesta conmigo. La noche anterior no quise buscarla porque sabía que no iba a querer hablar, pero ya no podía dejar pasar más tiempo. Arruiné todo con Lyn, todo lo bonito que teníamos solo por mis estúpidos celos que no sirvieron de nada porque al final ella me dejó de hablar y Paolo seguía trabajando en la casa.

Entré a la recámara para buscarla del otro lado, no quería hacerlo porque sospechaba que Vanessa lo sabía todo y no quería darle más motivos para que hiciera conjeturas y descubriera la verdad de lo que estaba pasando entre Lyn y yo.

Toqué la puerta, pero al no obtener respuesta alguna empujé la madera, me aseguré que no hubiera nadie en el pasillo y entré. Me llevé una gran y horrorosa decepción cuando me di cuenta de que la recámara estaba vacía y que sus cosas no estaban. Desesperado busqué en el closet, pero su ropa no estaba, ni sus dibujos, zapatos... Nada, no había nada ahí dentro.

—¡Gloria! —salí corriendo de la recámara —. ¡Gloria! —la pobre mujer salió de una de las recámaras con algunos cobertores en los brazos.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—¿Dónde-dónde está Lyn? —con el dedo señalé la puerta de su recámara —. ¿Qué ha pasado con su ropa y sus cosas? —mi voz temblaba. Sentía tanto miedo y pavor.

—No sé de qué estás hablando —la cogí del brazo y la llevé conmigo a la puerta para que lo viera con sus ojos, saber que no estaba loco.

—Mira —señalé dentro —. No hay nada y Lyn no está.

—¿Qué está pasando? —Vanessa apareció en el pasillo y se acercó a nosotros —. ¿Qué son esos gritos?

—Lyn no está —dije con frustración —. Parece que ella se ha... Ido —la miré. Tenía que saber si ella era la responsable de esto, si hizo o dijo algo para que Lyn tomara la decisión de irse de la casa.

—¿Por qué me miras así? —miró a Gloria y después a mí —. Yo no hice nada.

—Y yo no dije que hayas hecho algo, pero todos sabemos en esta casa que no la soportas y que no la quieres —espeté.

—Yo no hice nada y si Lyn se fue de seguro debe estar con sus amigos los marihuanos, debajo de un puente...—antes de que pudiera terminar su estúpida frase la empujé contra la pared.

—¡Cierra la maldita boca! —Gloria a mi lado se hizo hacia atrás, con miedo.

—¡Dante! —la mirada aterrada de Vanessa no me amedrentó, al contrario, estaba seguro de que había sido ella la responsable de todo esto.

—¡Fuiste tú!

—¡Yo no hice nada! —respondió.

—¿Por qué tendría que creerte?

—¿Por qué debería mentir? No sé dónde está, no sé por qué se fue, pero conociéndola estoy segura de que en unos días tarda en regresar —bufó.

—No te creo nada —mascullé, mirándola a los ojos.

—Pues no necesito que me creas. Ya te dije que no sé donde está —me empujó —. Deja de preocuparte por ella y mejor empieza a hacerlo por tu novia, quien sigue aquí por, si no te habías dado cuenta.

Se acomodó el vestido y se apartó para regresar por el pasillo y bajar las escaleras.

—Ella va a regresar —Gloria puso una mano en mi hombro y le dio un apretón. La miré y me sonrió.

—¿Eso crees?

—Estoy segura. Va a regresar pronto.

Quise creer en las palabras de Gloria, quien muy pocas veces se equivocaba, pero algo dentro de mí me decía que esta vez no sería así y que por más que lo deseara, Lyn no iba a regresar. 

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