Capítulo 19. 🧵
Lyn
La brisa marina acariciaba mi piel tibia que se calentaba con los rayos del sol que empezaban a salir en la distancia. Solté un suspiro. Desde el camastro donde me encontraba acostada podía ver el mar, las gaviotas volando de un lado al otro. Podía sentir el olor del mar que me picaba la punta de la nariz.
Una canción de Siddartha se escuchaba a lo lejos. La letra danzaba en el aire, tarareaba y movía la cabeza al ritmo de la hermosa canción que repetía en mi cabeza.
Veinte millas de calor
Y el camino no tiene retorno
Algo pasa entre tú y yo
Sudo gotas de licor y polvo
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo
Otra vez.
Por alguna extraña razón aquella canción me recordaba a Dante, todo lo que vivimos juntos en el poco tiempo que nuestra relación floreció. Fue tan fuerte lo que sentía por él, tan apasionado, todo fue tan fugaz que lo sentí solo como una ráfaga de viento que se coló entre mis dedos. Lo amé, sí, amé tanto lo que sucedió y si tuviera que pasar por lo mismo solo para sentirme amada lo haría mil veces más.
Porque ahora somos únicos, los únicos
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo
Veinte millas de calor
Y el camino que se hundió en el polvo
Una ráfaga de amor
Lentamente sacudió el entorno
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo
Otra vez
Porque ahora somos únicos, los únicos
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo.
Dante fue el único hombre que me quiso tal y como era, no me quería cambiar como muchos lo quisieron hacer tantas veces, me amó así como yo lo amé a él, porque estaba segura de que nadie lo amaría así como lo hice yo, pero ese amor no era suficiente para vencer todo lo que estaba pasando en aquel momento. Mi madre, el lazo que nos unía, el dolor y la traición eran una constante y ya no quería pasar por eso, solo quería olvidar y empezar de nuevo en otro lugar donde nadie me conociera y donde no conociera a nadie.
Y otra vez
Porque ahora somos únicos, los únicos
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo
Otra vez
Porque ahora somos únicos, los únicos
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo
Y otra vez
Porque ahora somos únicos, los únicos
Y ahora que te vuelvo a ver
Ya no quiero amanecer tan solo.
—Lyn —un toquecito en mi hombro me sacó de mi ensimismamiento. Miré hacia arriba y Dens me sonreía —. Preparé esto, espero no te vaya a dar diarrea explosiva —me senté en la orilla del camastro y cogí el vaso con la extraña bebida que Dens había preparado.
—He pensado las cosas —le dije. Dens frunció el ceño, extrañada con lo que dije, últimamente había pensado en tantas cosas que creo no estaba segura de qué estaba hablando.
—¿De qué hablamos? —indagó.
—Irme de aquí —la sonrisa que mantenía en sus labios se fue borrando con el paso de los segundos.
—Ah, es eso —asentí y me llevé el vaso a los labios para probar el experimento de Dens. Le di un pequeño sorbo con miedo, primero aquello me supo dulce, pero después sentí el sabor amargo del alcohol recorrer mi garganta —. ¿Y qué has pensado?
—Quiero irme, sí, pero antes quiero terminar con esta historia que me está matando por dentro —empecé a explicar —. Amo a Dante, lo amo tanto que mi vida no tiene sentido sin él, me siento morir, Dens —llevé una mano a mi pecho —. Siento que no puedo respirar bien y también sé que eso no está bien —asintió.
—Hasta que te das cuenta, amiga —puso una mano encima de la mía —. Eso no está bien, no debes depender de esta manera de Dante. No es tu motor para vivir, no es el aire que respiras. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo, pero sigue doliendo —musité —. Solo... Voy a regresar a casa —asintió apretando mi mano.
—Está bien, sabes que cualquier cosa puedes contar conmigo, para lo que sea. Aquí voy a estar para ti. Te quiero Lyn —una bonita sonrisa se dibujó en sus labios —. Te quiero mucho.
—Y yo te quiero a ti, Dens.
Tal vez todo lo que estaba haciendo no era bueno, tal vez debí irme lejos de una vez por todas e ignorar el hecho de que estaba profunda y estúpidamente enamorada de Dante y debí pensar que ese mismo amor me iba a detener para hacer muchas cosas. Porque podía estar muy segura de todo lo que quería o no quería hacer, pero al verlo todo se venía abajo. Él era mi talón de Aquiles y siempre haría todo lo que él me pidiera. Era tonta, lo sé, porque primero debía quererme a mí para que alguien más me quisiera de la misma manera.
Dante
Miraba a Jenna tan feliz por estar aquí y se supone que yo debería estar feliz porque en algún momento yo también quise que viniera para estar juntos, pero ahora... Ahora no estaba seguro de lo que quería.
—Podemos ir a dar un paseo por la playa ahora que es temprano.
No estaba prestando atención a lo que decía, solo miraba sus labios moverse, sonreía, cortaba el pan y bebía café. Me miraba y fingía una sonrisa que apenas llegaba a mis labios. Seguía sin creer que Vanessa hubiera hecho esto, en ese momento me di cuenta de que si era capaz de esto era capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir lo que quería.
Y lo que ella quería en ese momento era separarnos a Lyn y a mí, por eso insistió tanto en meterla a esa clínica porque no la quería ver a mi lado. Debí suponer que lo sabía todo por qué a veces éramos más que evidentes, pero en mi defensa la amaba tanto que fingir no estaba en mis planes, solo quería que todos supieran que la amaba. No me importaban las consecuencias.
—¿Dante? —parpadeé y me centré en Jenna, quien estaba seria, mirándome atenta.
—¿Dijiste algo?
—Llevo media hora hablando sola y tú no me pones atención —medio sonreí —. Sé que estás preocupado por lo de tu hermana, pero las cosas se van a arreglar.
—No puedes decir eso, no la conoces. Lyn es un poco testaruda, cree que le dimos la espalda y que la traicionamos —suspiré. Bajé las manos para apoyarlas en la mesa.
—Es tu hermana, Dante, tienen la misma sangre entonces debe tener al menos algo de ti o tu padre.
Es mi hermana, sí. Es mi hermana y la follé como si no lo fuera.
Soy un asco de persona.
Soy un asco de persona.
—Cariño —se puso de pie. Rodeó la isla y se sentó a mi lado —. Todo va a estar bien, te lo aseguro —pasó su mano por mi brazo dejando una suave caricia.
—Siempre eres tan positiva —murmuré —. Siempre tienes una palabra de aliento para mí.
—Te amo, cariño y siempre voy a estar a tu lado.
—¿Quieres ir a la playa? —se separó para aplaudir. Quise cambiar de tema.
—¡Sí! Vamos —se puso de pie —. Voy a traer unas sandalias y unas gafas —asentí.
—No tardes —le dije.
—No lo haré —casi salió corriendo de la cocina para ir por unas gafas y dar una vuelta por la playa. También necesitaba despejarme y mirar el mar de cerca.
Vanessa entró a la cocina y cuando se dio cuenta de que Jenna no se encontraba conmigo quiso salir, pero antes de que diera un paso más la detuve.
—No sé qué pretendes con todo esto —murmuré. Se acercó a la isla y cogió una uva que se echó a la boca.
—No sé de qué hablas, Dante —masticó sin dejar de mirarme.
—¿Qué pretendes con traer a Jenna aquí? —me puse de pie y la encaré —. ¿Qué quieres?
—Solo hablé con ella y le sugerí que sería buena idea que viniera, ya que estabas muy mal por lo sucedido con Lyn —masticaba y me desesperaba verla tan despreocupada con esa sonrisa burlona dibujada en cada uno de sus gestos.
—No te creo —espeté —. No sé por qué, pero creo que tus intenciones no son buenas.
—¿Por qué piensas eso de mí, Dante? No tengo motivos para desconfiar de ti, ¿o sí?
—No, no los tienes —musité. No sé como podía verla a los ojos y mentir con tanta facilidad, no sabía que podía hacerlo sin sentir culpa ni ningún tipo de remordimiento.
—Entonces no pienses en nada malo, Dante, jamás haría algo para perjudicarte a ti o Jenna —fruncí el ceño.
—¿Y Lyn? ¿Harías algo para perjudicarla a ella? —inquirí —. Es tu hija, Vanessa —tragó y desvió la mirada —. No respondas, ya sé la respuesta.
—No tardo, voy a salir.
Moví la mano para restarle importancia a lo que dijo. Poco me importaba a donde iba o lo que hacía, realmente nunca me importó. Solo la soportaba porque era la esposa de mi padre y nada más.
Vanessa desapareció de la cocina y me quedé solo por algunos segundos porque Jenna no tardó en bajar con las gafas en las manos y unas sandalias que protegían sus pies.
—¿Nos vamos? —me sacudí los dedos y me puse de pie.
—Vamos.
—Dante —la tenía frente a mí. Sus luceros llenos de esperanza.
—¿Sí?
—¿Todavía me quieres? —esa pregunta me dejó atónito, no podía mentirle a ella.
Abrí la boca y la cerré sin saber que responder y menos mal que no lo hice en ese momento y tampoco me dio tiempo porque Lyn apareció en la cocina, llamando por completo mi atención.
—¿Dante? —giré la cabeza para verla. Ella estaba sorprendida tanto o más que yo la noche que Jenna llegó —. ¿Quién es ella?
—Mucho gusto, soy Jenna la prometida de Dante.
Yo también pude sentir el dolor crepitar por mis huesos, también se me rompió el corazón como le pasó a Lyn porque su mirada me lo dijo todo en ese momento.
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