Capítulo 18. 🧵
Lyn
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Dani, lo tenía a unos pocos centímetros de mi rostro, nuestros labios casi se rozaban. Nos encontrábamos escondidos en el pequeño espacio que había dentro del closet, el mismo que me mostró Dens.
—Nos escondemos —susurré por sí las dudas, por si a Dante se le ocurría entrar y revisar la casa sin el permiso de mi amiga.
—¿De Dante? —asentí, mordiendo mi labio —. ¿Por qué? —su mano ascendió para quitar un mechón de mi cabello —. Sé que no quieres regresar a tu casa, pero se me hace raro que huyas de él.
—No quiero verlo, no quiero saber nada de ellos —Dani frunció el ceño un mínimo que el gesto era casi imperceptible. Sus nudillos rozaron a propósito mi mejilla lo que provocó un estremecimiento en mis huesos y piel.
Dani no me era indiferente, era guapo, tenía el cabello negro y los ojos de un azul que me recordaba al mar. Siempre tenía una hermosa sonrisa dibujada en los labios, pero más allá de eso no podía sentir nada más que un gran cariño por él, como si fuera mi hermano y nada más.
—Me siento traicionada por los tres —me abracé las piernas con los brazos y solté un suspiro —. Ellos me dieron la espalda —musité.
Un par de lágrimas traicioneras rodaron por mis mejillas, una detrás de la otra cayeron en mi brazo. Con el dorso aparté las demás lágrimas que querían salir a como diera lugar.
—De mi madre puedo esperar lo que sea, una puñalada por la espalda. Ya no me sorprende que sea ella quien me ponga trabas siempre, pero de Dante y mi padre —negué —. De ellos no lo hubiera esperado nunca y me duele.
—Me imagino como debes sentirte —puso una mano encima de la mía —. Sabes que estoy aquí para lo que sea, no importa qué, soy tu amigo y puedes contar conmigo —levanté la cabeza y le sonreí en agradecimiento.
—Gracias, Dani —atrapé sus dedos entre los míos.
Se quedó callado cuando escuchamos pasos acercarse al closet, ambos miramos hacia la puerta esperando que no fuera Dante, pero cuando esta se abrió y vimos a Dens de pie frente a nosotros el alma nos regresó al cuerpo.
—Eres tú —le dije. Dens me tendió la mano para que la cogiera y ponerme de pie —. ¿Ya se fue? —le pregunté.
—Se acaba de ir, es mejor que no salgas —le dijo a Dani —. Si te ve aquí te va a buscar y tú eres un blandengue —Dani entornó los ojos.
—Me ofendes —le dijo sereno.
—No es ofensa cuando es verdad —señaló. Era cierto que Dani era más hablador que Dens, a él le podían sacar la verdad sin necesidad de meter presión, solo con empujar un poco y hablaría como guacamaya.
Salimos de la recámara y fuimos a la cocina donde ya tenía las bolsas con comida que trajo el repartidor antes de que Dante apareciera y arruinara todo. Siempre tenía que arruinar todo y me enojaba que lo hiciera. Mi vida iba bien antes de que él regresara, tal vez no era la vida perfecta y tal vez no estaba tan bien, pero yo creí que era así y estaba bien viviendo como lo venía haciendo desde que él se fue.
Le ayudé a Dens a servir la comida en los platos, el agua que habíamos preparado juntas y comimos los tres como los amigos que éramos en ese entonces. Compartir la mesa con ellos me hacía sentir bien, más feliz y no estaba tan estresada por tener que ver a mi madre todos los días. Estando en la casa de Dens me di cuenta de que en mi propia casa me sentía atrapada, señalada siempre por lo que me gustaba hacer, no podía estar en paz como tanto quería.
Tal vez lo mejor para mí es irme lejos de esa casa.
La idea rondaba en mi cabeza y no dejé de pensar en aquella posibilidad ni un minuto. Tenía el dinero para rentar algo lejos de esa casa, lejos de Dante y mi madre, podía irme a Italia como tanto había soñado y así por fin dejar esa vida que no me hacía ningún bien. Estaba harta de todos y de todo, solo quería un momento de paz para mí y mi salud mental.
—¿En qué tanto piensas? —preguntó Dens.
Dani ya se había ido minutos atrás, solo estábamos ella y yo mirando la tele, alguna película que mi amiga puso, pero a la que apenas le había puesto atención, ya que mis pensamientos se encontraban en otro lado.
—¿Recuerdas cuando dijimos que iríamos a Italia? —Dens le bajó el volumen a la película.
—Eso fue hace años, pero sí, lo recuerdo perfectamente —me miró atenta —. ¿Quieres ir a Italia en este momento? —negué de inmediato.
—En este momento no, pero sí quiero ir. Quiero empezar de nuevo, Dens —le sonreí, pero ella estaba seria.
—Creo que para empezar de nuevo tienes que terminar con todo lo que dejas en este lugar. Dante, tu madre, las drogas —suspiró —. ¿En serio te quieres ir? —mis ojos se llenaron de lágrimas, el pecho me dolía horrores.
—Quiero tener una vida, Dens, no pido más —hizo un puchero y extendió los brazos para apretarme con fuerza, sabía que en este momento lo único que necesitaba era un fuerte abrazo que me reconstruyera el alma y apaciguara el dolor que se extendía en cada parte de mi cuerpo.
—Y vas a tener la vida que mereces, amiga, yo sé que sí.
Dejó un beso en mi mejilla y me apretó más fuerte.
Quería empezar de nuevo, pero Dens tenía razón, primero tenía que cerrar este ciclo, olvidar y dejar todo de lado. Empezaría una vida nueva en Italia, buscaría un piso en algún edificio cerca del centro de Italia, estudiaría diseño de modas y tendría la vida con la que siempre soñé.
Dante
La sonrisa de suficiencia de Vanessa me hizo rabiar a tal grado de apretar los puños con rabia. Ella había planeado esto y a eso se refería aquella noche cuando los escuché hablar en secreto. Debí haber sabido que Vanessa sospechaba de lo que pasaba con Lyn, era muy inteligente y debí prever que ella ya lo sabía.
¿Cómo fui tan tonto?
—¿Me extrañaste? —dejé de mirar a Vanessa para centrarme en Jenna quien tenía dibujada una bonita sonrisa en los labios. Asentí sin poder pronunciar ni una palabra, no podía, era como si estas se hubieran quedado atoradas en mi garganta.
Me aclaré la garganta antes de hablar.
—Claro que sí. ¿Hace cuánto que llegaste? —le pregunté. Rodeé su cintura con mi brazo para no levantar sospechas de nadie y no demostrar que su llegada me tenía sorprendido así como aterrado.
—Hace poco —apoyó su mejilla en mi pecho —. Tu madre fue por mí al aeropuerto —puse mi brazo sobre sus hombros y dejé un beso en su frente. Miré a Vanessa que no nos quitaba la mirada de encima.
—¿Por qué no me dijiste esto, Vanessa? —inquirí y la miré atento.
—Salí temprano y no te pude avisar —bufé.
No estaba molesto con Jenna pero sí con Vanessa, porque hacía las cosas a mis espaldas y eso no me gustaba para nada. No tenía por qué traer a Jenna, no tenía que tomar una decisión por mí.
—Las cosas de tu prometida están en tu recámara —tampoco me sorprendió que dijera aquello.
—¿Vamos a dormir juntos? ¿Pensé que aquí no había habitaciones cerradas y nadie duerme con nadie a menos que sean tú y mi padre? —musité. A Vanessa no le gustó nada lo que dije, pero para este momento ya no me importaba lo que ella dijera o pensara.
—Son novios y se van a casar.
Insistía tanto en el tema del compromiso y que éramos novios, estaba seguro de que con Jenna aquí haría lo que sea para que ese matrimonio se realizara sí o sí. Estaba facilitando las cosas para su conveniencia, pero antes de casarme me tenía que obligar a hacerlo porque si de algo estaba seguro es que no quería a nadie más en mi vida que no fuera Lyn. Solo la veía a ella como mi esposa, solo quería que ella lo fuera.
—Vanessa, no hagas esto —mi padre puso una mano en su brazo, llamando su atención.
—¿Hacer qué? Yo no he hecho nada.
—¿Podemos hablar solos? —le pedí a Jenna y aceptó gustosa.
Salimos de la cocina, sus ojos curiosos miraban todo a su paso.
—Tu casa es muy bonita —dijo. Cogí su mano y la llevé a mi recámara.
—Es la casa de mi padre y Vanessa —aclaré. Subimos las escaleras y cruzamos el pasillo para entrar en mi recámara.
—¿No estás feliz de que esté aquí? —preguntó cuando cerré la puerta. Apoyé la espalda y suspiré.
—¿Por qué lo preguntas?
La verdad es que no quería responder a su pregunta porque no es que estuviera enojado o feliz, solo estaba sorprendido por verla aquí, en esta casa precisamente en este momento.
—No es eso —se sentó en la orilla de la cama.
—¿Entonces? —alzó una ceja —. ¿Qué tienes? Te noto raro —frunció los labios.
—Estoy bien. Han pasado cosas estos días.
—¿Algo malo? ¿Qué pasó? —me acerqué para sentarme a su lado.
—Es Lyn.
—¿Ella está bien? —negué con la cabeza. Abrió los ojos con sorpresa.
—Se fue y no sabemos donde está.
—¿Por qué se fue? —ella en verdad se veía preocupada por Lyn y ni siquiera la conocía.
—Después te explico el porqué se fue —se enganchó a mi brazo.
—Tu madre me dijo que sería buena idea que viniera a visitarte y yo le dije que sí. Ahora creo que no fue buena idea —musitó. La miré y en sus orbes se veía la pena que estaba sintiendo en ese momento.
—¿Por qué dices eso?
—Porque es cierto, no te veo contento con que yo esté aquí —me separé de ella solo unos centímetros.
—No esperaba llegar y que estuvieras aquí, es eso —cogí su barbilla con dos dedos.
—¿Te gusta que esté aquí? —preguntó inocente. Agitó las pestañas de manera coqueta y no pude evitar sonreír al verla tan feliz.
Jenna era una mujer hermosa, tenía un par de luceros de color azul y su rostro era pequeño. No solo me enamoré de ella por lo bonita que era, sino por su inteligencia y por lo bien que me llegué a sentir a su lado, pero las cosas habían cambiado y nada de eso importaba. Lo peor de todo es que a pesar de tenerla a mi lado y recordar lo feliz que fui con ella antes de regresar no me podía sacar de la cabeza a Lyn, no sentía remordimiento por lo que hice y si pudiera lo haría de nuevo, las veces que fuera necesario.
—Estaba pensando que podemos casarnos de una vez. Tu madre...
—Vanessa, ella no es mi madre —le aclaré.
—Bueno, Vanessa me dijo que ella nos puede ayudar con todos los preparativos de la boda —sus ojos brillaron con ilusión —. ¿No te parece buena idea? Les llamo a mis padres y ellos estarán encantados, te lo aseguro.
No, no quiero casarme, Jenna.
Ya no te amo.
Se acurrucó en mis brazos.
—Dime algo, cariño, solo quiero casarme contigo. ¿Recuerdas cuántas veces no hablamos de esto?
—Sí, lo recuerdo.
Y lo recordaba tan bien. En ese momento creía estar enamorado de ella, pero no pensé que al regresar las cosas se iban a complicar así y todo se iba a ir a la mierda tan pronto.
Solo quiero que las cosas sean como antes.
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