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Capítulo 17. 🧵

Dante

La culpa se sentía como una gran piedra que llevaba cargando en la espalda y con el paso de los días y las horas se hacía más pesada. No dejaba de pensar en Lyn, cómo estaba, dónde se encontraba porque aún no regresaba a casa, solo llamó para decir que se estaba bien y que no la busquemos, no quería que se le informara a la policía como mi padre quiso hacer horas antes de que se comunicara a la casa para avisar que estaba bien.

No importaba que ella llamara y dijera que se encontraba bien, yo quería verla y tenerla frente a mí. Solo quería abrazarla y decirle lo mucho que la quería y que desde ahora ya no haría nada a sus espaldas, hablaría con ella e íbamos a resolver esto juntos, como siempre debió ser.

—¿Cómo estás? —preguntó mi padre cuando bajé las escaleras y me dirigí a la cocina para desayunar. Vanessa no se encontraba en la casa, escuché que fue a la iglesia y que Paolo la llevó a dicho lugar.

—Bien —me senté a su lado en uno de los taburetes de la isla. Gloria se acercó a mí —. Buenos días, Gloria.

—Hola, mi niño —le sonreí y sirvió café en una taza. Este humeaba y olía rico.

—No estás bien —mi padre le dio un sorbo a su taza, sin dejar de mirarme.

—Estaré mejor —musité. Me rasqué la barba que no me había molestado en afeitar, no tenía ganas de hacer nada, hasta respirar se me dificultaba en demasía —. Te lo aseguro.

—No me asegures nada, hijo —dejó la taza a un lado sobre la mesa —. Sé que extrañas a tu hermana, pero tampoco quiero que te enfermes, duermes poco y comes mucho menos. He escuchado que sales por las noches...

—Solo salgo a la piscina —le aclaré —. No pienses que hago algo malo —papá negó con la cabeza.

—Jamás podría pensar eso de ti, hijo. Nunca en la vida —puso su mano encima de la mía —. Pero debes entender que me preocupa lo que está pasando.

—Voy a estar bien, solo necesito descansar —palmeó mi mano y continuó desayunando.

—Me preocupa Lyn, pero ella dijo que estaba bien y le creo. No podemos hacer nada hasta que ella decida regresar a casa —cogí la taza entre mis dedos y la acerqué a mis labios.

—¿Y si ella no regresa? ¿Harás algo al respecto? —se limpió la boca con la servilleta y negó con la cabeza lo que me extrañó demasiado —. ¿No harás nada?

—Me duele que ella no esté, pero es mayor de edad y sabe lo que hace. Si me pide ayuda se la daré, sabe que puede contar conmigo para lo que sea así que aquí estaré para cuando decida regresar y si no lo hace no me queda más que apoyarla —asentí.

Eso es lo que hacen los padres con los hijos, ¿no? Apoyar a los hijos, cuidarlos y darles amor y yo nunca me había visualizado en un futuro teniendo hijos, criando a un ser tan indefenso, haciéndome cargo de una personita cuando ni siquiera sabía que hacer exactamente con mi vida cuando me sentía tan confundido y aterrado por todo lo que estaba sucediendo en ese momento.

—Voy a trabajar, necesito ocupar mi mente en otras cosas —asentí y se puso de pie para ir a su despacho. Estos días no había salido de la casa, decía que quería estar aquí para cuando Lyn regresara, como si estuviera convencido de que así iba a ser, que ella sí iba a regresar —. Te veo al rato —palmeó mi espalda y pasó detrás de mí.

Me quedé en la cocina solo con Gloria que no tardó en sentarse a mi lado pidiendo permiso antes para hacerlo, pero ella sabía que no necesitaba pedir permiso cuando era parte de esta desgastada y rota familia.

—A mí no me engañas —dijo —. Yo sé exactamente lo que te pasa con Lyn y no estás así precisamente porque sea tu hermana —musitó esto último.

—No sé de qué hablas, Gloria —fingí demencia y me puse a desayunar cuando en realidad no tenía mucha hambre —. No entiendo.

—Dante, mírame —negué hacerlo porque temía que al verla a los ojos descubriera mis verdaderos sentimientos para con Lyn y lo que menos quería ahora es que alguien se diera cuenta de ello —. Mírame por favor —lo hice a regañadientes y la miré por fin a los ojos.

—¿Para qué quieres que te mire a los ojos?

—Entiendo lo que sientes, la culpa y el dolor que es amar a alguien a quien no debes amar —musitó —. Me di cuenta desde que eras un niño y Lyn llegó a esta casa. Primero fue el odio porque llegaron a la casa, pero después ese supuesto odio se convirtió en amor, un amor más fuerte que la cordura —me mojé los labios.

—Eso no es cie...—me calló antes de decir nada.

—Es cierto y por más que lo niegues lo he visto, no soy tonta y creo que Vanessa tampoco lo es.

—¿A qué te refieres con eso? —miró detrás de mí, asegurándose que no había nadie más para poder hablar tranquilamente.

—No sé por qué siento que ella también lo sabe, así que debes ser más cuidadoso. No ser tan obvio con lo que sientes por mi niña.

—No puedo, la amo, Gloria, la amo más que a mi vida.

—Y por ese amor que juras sentir debes tener más cuidado, la señora Vanessa es capaz de hacer lo que sea con tal de salirse con la suya —sus palabras eran tan precisas y serias que temía tanto a lo que decía de Vanessa —. No voy a entrar en detalles porque eres lo suficientemente inteligente como para saber a qué me refiero.

Asentí y Gloria se puso de pie.

—Lyn no puede hacer esto ella sola, te necesita y mucho —no dijo nada más y se dedicó a limpiar la mesa y terminar con lo que estaba haciendo.

Terminé el desayuno solo por las miradas de Gloria, porque si no ni siquiera me hubiera terminado el café. No tenía ánimos de nada, todo me parecía aburrido y me dolía tanto que Lyn no estuviera aquí.

Decidí darme una ducha y afeitarme para no verme como un vagabundo, porque eso parecía con la barba sin afeitar. Me miré al espejo y poco reconocía al hombre del otro lado, nunca había tenido los ánimos en el suelo, no me había sentido de esta manera y odiaba sentirme así, pero también odiaba no tener a Lyn a mi lado. Me puse ropa cómoda y cogí uno de los autos de mi padre, él no se iba a enojar porque lo había tomado y no le avisara.

Arribe a la casa de Denisse que no quedaba muy lejos de la nuestra, solo unos pocos minutos en auto. Me detuve del otro lado de la calle y esperé que Denisse saliera o en todo caso que Lyn lo hiciera porque yo estaba seguro de que se encontraba con ella. Denisse y Lyn eran mejores amigas, lo eran desde que Lyn llegó a vivir con nosotros, así que era la única persona en la que mi querida Lyn podía confiar su vida, así que solo aquí podía estar segura.

—¿Dónde estás, Lyn? —repiqueteaba los dedos en el volante mirando a cada lado de la calle. No sabía si Lyn y Denisse habían asistido a la universidad o se quedaron en la casa, que era lo más probable —. Lyn, Lyn —dejé caer la cabeza en el respaldo del asiento.

Solté un suspiro y cerré los ojos solo unos segundos que para mí no fueron nada, pero estaba tan cansado que esos segundos se convirtieron en minutos que no presté atención a la entrada de la casa de los padres de Denisse.

El claxon de una motocicleta me alertó, abrí los ojos de golpe y miré a mi alrededor. En la puerta principal se encontraba Denisse recibiendo una bolsa grande de papel y un sujeto con casco le recibía el dinero. Esperé que este se fuera para bajar del auto y acercarme a la puerta, Denisse apareció con la bolsa en las manos.

—Dante —se veía nerviosa, pero no presté atención.

—¿Podemos hablar? —pregunté y ella asintió.

—Claro, pasa —se hizo a un lado y me invitó a pasar.

Cruzamos el pasillo y entramos a su casa, fue a la cocina para dejar las bolsas con comida y regresó con un vaso con agua que se veía apetecible.

—Gracias —me invitó a sentarme en uno de los sofás de la sala —. Sé que mentiste aquella noche, pero tampoco quise insistir porque sé que Lyn solo puede estar bien contigo —se sentó frente a mí en el otro sofá.

—Dante...

—Denisse, no soy tonto y sé que ella está aquí, pero tampoco quiero que ella regrese a la casa a la fuerza. Si se fue sus razones tenía, ¿no? —se encogió de hombros, inocente —. Como sea —suspiré —. Solo te pido que le digas que la estamos esperando y que cuando decida regresar la vamos a recibir con los brazos abiertos.

—¿Estás seguro de que todos la van a recibir con los brazos abiertos? —alzó una ceja.

—Sé por qué lo dices y te aseguro que haré algo para que las cosas mejoren, yo tampoco quiero que Lyn pase más tiempo con Vanessa, su relación es tóxica.

—Y la relación de ustedes también lo es, Dante. ¿No te has dado cuenta de eso? —le iba a dar un sorbo al vaso, pero la intención se quedó suspendida en el aire.

—Eso no es cierto.

—Lo es, Dante, que no te quieras dar cuenta no quiere decir que no sea verdad. Hasta Lyn lo sabe, pero se aferra a ti porque eres su ancla a la realidad, sin ti aquí creo que las cosas serían peores y temo que no pueda salir sola de esto. ¿Me entiendes?

—Te entiendo y te aseguro que no la voy a dejar sola.

—No se trata solo de eso, tienes que ser constante, tú te vas a casar, vas a regresar a tu otra vida y ella se va a quedar aquí, ¿o es así?

—No hablemos de esto —se rio de manera un poco burlona.

—Ni siquiera para eso puedes negar o afirmar algo. Piensa bien lo que haces, Dante, tus decisiones pueden marcar la vida de Lyn de por vida —me puse de pie y le entregué el vaso que ni siquiera probé el agua y se veía rica.

—Solo te pido que le digas lo que ya hablamos —me acomodé la camisa y abandoné la sala para después salir de la casa y regresar pero antes me quedé un rato más vigilando la casa y no vi entrar a nadie, mucho menos que alguien saliera. No tuve más que regresar a la casa y esperar que Lyn decidiera volver por sí sola, que se diera cuenta de que a pesar de su madre y todo lo que estaba pasando ella se encontraba segura a mi lado, solo conmigo.

Estacioné el auto y apagué el motor, antes de salir me quedé un rato ahí pensando en las cosas y como podía terminar mi relación con Jenna sin que resultara herida, se hicieron promesas que al final no estaba cumpliendo. Le estaba dando la espalda a la mujer que estuvo conmigo todos estos años, la que me apoyó y amó, pero no podía ir en contra de lo que sentía por Lyn, era mucho más fuerte que cualquier promesa o sentimiento que antes llegué a sentir. Tenía que terminar con esto de una vez por todas y entre más rápido lo hiciera sería mejor.

Bajé del auto y entré a la casa, fui directamente a la cocina al escuchar algunas risas, entre ellas pude identificar la de mi padre. Me detuve bajo el umbral de la puerta, pasmado, atónito al ver a Jenna sentada en uno de los taburetes, frente a la isla de la cocina. La mirada de Gloria era la misma de asombro.

No puede ser.

—¿Jenna? —se puso de pie al verme llegar —. ¿Qué haces aquí?

Me abrazó y llenó de besos, se veía feliz por estar aquí.

—¿No te da gusto ver a tu prometida?

Le eché una mirada a Vanessa tras la pregunta que se quedó flotando en el aire. Ella era la responsable de esto, era la culpable de lo que estaba pasando con Lyn y ahora con Jenna.

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