Capítulo 16. 🧵
Lyn
Corrí lo más rápido que pude hasta perderme en una calle ya conocida para mí. Corrí sin mirar atrás, hasta que las piernas me dolieron y sentía que el corazón se me iba a salir por la boca. La garganta me ardía a tal grado que pasar saliva me dolía. Apoyé las manos en mis rodillas, miré a cada lado y continué mi camino hasta detener un taxi que me llevó a la casa de Denisse, quien muy amablemente le pagó al señor y me dejó pasar.
—¿Qué está pasando? —indagó —. ¿Qué hiciste? —cerró la puerta y fui directamente a la cocina.
—¿Tus papás están? —me detuve y la miré para que respondiera.
—No, salieron y no van a regresar en unos días —se abrazó, mirándome de arriba abajo —. ¿Qué pasó? ¿Por qué estás vestida así? —seguí caminando y entramos a la cocina. Abrí la nevera y había un pedazo de pizza fría que me iba a comer así, pero Dens me regañó y la metió al horno para calentarla.
—Te voy a decir, pero me tienes que jurar que no le vas a decir a nadie que estoy aquí —el horno sonó, alertando que la pizza ya estaba. Pegué un respingo, pero solo eran mis paranoias por estar huyendo de mi familia.
—Lyn, ¿qué hiciste? —me entrego la pizza y se sentó a mi lado.
—Me querían ingresar en una clínica —bufé —. ¿Tú crees?
—¿Por qué te querían ingresar en una clínica? —le di una gran mordida a la pizza. Tenía hambre ya que la comida del hospital no tenía sabor, ni una pizca de sal.
—No voy a entrar en detalles, pero le compré a Oliver —Dens bufó —. Ya sé lo que me vas a decir —me adelanté para que no me echara su sermón, pero ya era demasiado tarde.
—Sabes que no está bien lo que haces...
—Tú también lo has hecho —le reclamé con la boca llena. Cogió una servilleta de papel y la puso al lado del plato.
—Sí, he probado algunas cosas. No soy una santa tampoco, pero nunca podría llegar al punto de una sobredosis. Como no te van a llevar a una clínica, Lyn —fruncí el ceño —. Y no me mires así. Está mal lo que hiciste. Son tu familia y se preocupan por ti.
—Me dolió que Dante fuera parte de eso, me dio la espalda.
—No te dio la espalda, solo quiere verte bien —rodé los ojos —. No son tus enemigos, Lyn —puso una mano encima de la mía.
—¿Tú también piensas que debería estar internada?
—¿Te gusta estar huyendo? —no respondió a mi pregunta lo que me confirmó lo que le pregunté.
—Deja que me quede unos días aquí, ¿sí? —cogí la servilleta y me limpié la boca —. Solo serán unos días.
—¿Y después qué? ¿Qué vas a hacer después? No puedes ir por ahí huyendo, escondiéndote de todos. Tienes que aceptar que estás mal, que tienes una adicción, no puedes tú sola —apretó mi mano —. Yo estoy aquí, no te voy a dejar sola.
Me sonrió y le sonreí de vuelta.
—Gracias.
—Te puedes quedar el tiempo que quieras, pero me tienes que prometer que vas a pensar las cosas y harás algo al respecto. ¿Sí? Eres mi mejor amiga, Lyn, y no me gustaría verte terminar mal por este vicio.
—Te prometo que haré algo —negó con la cabeza.
—No quiero que me prometas nada, quiero que lo hagas —soltó mi mano —. Vamos, te llevo a una de las recámaras. Te ves cansada.
—Necesito un baño —me quejé. Me dolían los pies y olía a sudor.
—Vamos —me terminé la pizza y juntas recorrimos la casa hasta que llegamos a una de las recámaras en las que me iba a quedar a dormir estos días.
Era grande, con una terraza como la tenía mi recámara en mi casa. Dens me dejó sola y fue por toallas y ropa para que me diera un baño. Me quedé mirando la playa, había muchas personas a esas horas de la tarde, algunas tomaban el sol y otras más se metían al mar para refrescarse un poco, ya que el calor pegaba fuerte.
—Te traje ropa y tuve que robarle unas bragas a mi madre —me mostró el paquete de calzones —. Las compró, pero nunca las usó —se encogió de hombros. Entró y dejó la ropa junto con las toallas, el jabón y el champú.
—¿Cómo te voy a pagar esto? —cogí sus manos.
—Portándote bien y pensando las cosas. No puedes seguir toda la vida así, no puedes —me abrazó repentinamente, pero acepté su abrazo porque lo necesitaba más que nada en este mundo. Dens era mi mejor amiga y siempre había estado ahí para mí, ahora yo la estaba metiendo en problemas por estar en su casa y lo que menos quería era precisamente eso, meterla en problemas.
—Si viene Dante...—nos separamos.
—Si viene Dante o tus padres les voy a decir que no estás aquí, de todos modos te voy a mostrar algo —dio unos pasos hasta detenerse frente al closet, lo abrió y empujó la madera que daba a un pequeño escondite perfecto para mi tamaño —. Te puedes esconder si quisieran entrar. ¿De acuerdo?
—Está bien —solté su mano.
—Te dejo, voy a pedir comida. ¿Qué te gustaría comer?
—Lo que sea está bien para mí.
Me sonrió y salió de la recámara. Me dejó sola para que diera un ducha y fue lo primero que hice cuando me encerré en el baño. Me quité la ropa y la dejé en el cesto que había en el baño, me miré al espejo y derramé un par de lágrimas. Me sentía triste y devastada, nada de esto tenía sentido, ni siquiera sabía lo que iba a hacer, o a donde iba a ir después de esto porque no tenía ni un peso partido a la mitad. Todo se quedó en mi casa, las tarjetas, el celular y el dinero que había estado ahorrando desde hace años.
Ya en la ducha miré las cicatrices que tenía en las piernas y las pocas que me hice en las muñecas antes de darme cuenta de que mis padres podían verlas y regañarme por lo que estaba haciendo.
Salí del baño y me puse la ropa que muy amablemente Dens había dejado para mí, cogí unas pantuflas que había dentro del closet. Me cepillé el cabello y salí de la recámara para ir a la cocina. Dens abría unas bolsas con comida, sonrió al verme, pero antes de acercarme escuchamos el timbre sonar por toda la casa.
—Escóndete, si escuchas que entran te metes al closet —solo asentí y regresé por el pasillo para esconderme por si era Dante o mis padres —. ¡Voy, ya voy! —gritó Dens.
Abrió la puerta y no tardé en escuchar la voz de Dante, angustiada y rota.
—Hola, Denisse —Dante saludó primero.
—Hola, Dante —dijo Dens —. ¿Qué haces aquí?
—¿De casualidad Lyn no te ha llamado o ha venido a buscarte?
—¿Pasa algo malo? —mi amiga insistía, pero Dante era muy hermético al querer hablar de lo que estaba pasando.
—Eres su mejor amiga y sabes que Lyn tiene un problema con las drogas, intentamos llevarla a una clínica, pero se escapó y pensamos que tal vez ella podría estar aquí.
—¿Le pasó algo malo?
—No, nada o al menos no cuando la vimos por última vez. Dime si la has visto.
—Lo siento Dante, pero ella no está aquí, no la he visto y tampoco me ha llamado.
—¿Podemos pasar? Solo para asegurarnos que no está.
—Mis padres no están así que no los puedo dejar pasar...
—Mira jovencita...—era mi madre. Me escondí detrás de la pared, pero quería escuchar lo que estaba pasando.
—Vanessa, no empieces —le dijo mi padre.
—Lyn está aquí, ¿a dónde más pudo haber ido? Denisse es su mejor amiga y con Daniel no está. Además, esta niña no nos quiere dejar pasar —espetó mi madre.
—No vamos a solucionar nada —habló mi padre, sereno —. Si llegas a saber algo de ella o la ves dile que regrese a la casa, que la estamos esperando y que no haremos nada que la ponga en peligro. ¿Se lo vas a decir si la ves? —preguntó.
—Sí señor, si llego a saber algo de ella yo le digo —no podía ver a mi padre, pero me lo imaginaba preocupado, pero con una dulce sonrisa dibujada en los labios.
—Buenas tardes, Denisse —le dijo Dante. Sentí una opresión en el pecho, pero ni aun así, con el dolor apresando mi cuerpo me atreví a salir porque temía las represalias de mi familia para conmigo. Temía los gritos de mi madre y sus regaños, lo decepcionada que se sentía de mí, no quería ver a mi padre porque me daba vergüenza lo que le hice a esa pobre mujer a la que no quería lastimar, pero el miedo y el pánico me invadieron por completo nublándome el uso de la razón. No pensé en lo que podía pasar, solo hice lo que creí me iba a sacar de esa situación.
Escuché la puerta cerrarse y Dens no tardó en llegar conmigo.
—Dante y tu padre se ven muy mal. No quiero hacerte sentir mal, pero creo que debes pensar bien lo que vas a hacer —cogió mis manos entre sus dedos —. Vamos a comer, ¿sí? Después podemos ver una película —cambió de tema
Ahora la culpa había llegado de golpe a mí y no podía pensar en nada más que lo que hice aquella mañana, mi padre y Dante, la pobre chica a la que herí solo para escaparme. Ahora no iba a poder estar en paz hasta pedirles una disculpa por lo que hice.
Dante
No le creí a Denisse cuando dijo que no sabía nada de Lyn, ella era la única persona en la que podía confiar y a la que acudiría en un caso así. Daniel no ocultaba nada en su casa por eso nos dejó pasar, se veía preocupado cuando le dijimos que Lyn no aparecía, pero la actitud de Denisse me dijo que mentía, que sí ocultaba algo, pero tampoco nos podíamos meter a la fuerza a su casa mucho menos porque sus padres no se encontraban presentes. De todos modos sabía que si Lyn estaba con ella se encontraba segura y nada le iba a pasar porque por lo visto su amiga era mucho más madura que ella en muchos sentidos.
Cuando llegamos a la casa lo primero que hice fue darme un baño, ya que desde el día anterior no me había aseado y sentía que olía mal. Comí un poco, pero tampoco tenía mucha hambre aunque Gloria insistió en que comiera algo. Mi padre y Vanessa comieron en su recámara, querían hablar porque ellos tampoco creyeron en las mentiras de Denisse.
Me quedé un rato en la piscina, mirando el atardecer, la playa y el mar que se pintaba de naranja con los rayos del sol que se reflejaban como si fuera un espejo. Entré a la casa con el celular en la mano, esperando que Lyn tuviera la decencia de llamar y decirme que estaba bien, pero esas esperanzas morían cuando miraba la pantalla y no había ni una llamada de ella. Solo había desolación y dolor.
¿Por qué así, Lyn?
Subí las escaleras y pasé frente a la recámara de mi padre y Vanessa, pero me detuve cuando ella dijo algo que me dejó pensando.
—Pues yo creo que es lo correcto, ella debe estar aquí —musitó Vanessa, tan bajo como si no quisiera que nadie además de mi padre la escuchara.
—¿Y para qué? No sirve de nada que esté aquí. Te dije que no te metas en esas cosas, es su vida y ellos saben lo que hacen.
—De todos modos ya hablé con ella —papá suspiró —. No hay nada que hacer.
—Dante se va a enojar contigo —espetó papá. Nadie dijo nada así que pude seguir con mi camino, entré a la recámara de Lyn y observé todo el lugar de hito en hito. Gloria había limpiado el desastre que quedó de la noche anterior, levantó la ropa y algunos bocetos de Lyn.
Me atreví a mirar un poco en sus cosas, sus bocetos y todo lo que tenía que ver con la carrera que estaba estudiando. Lyn tenía un gran talento y era un desperdicio que estuviera pasando esto, que su vida se estuviera yendo a la mierda por lo ocurrido. Sentía rabia porque yo era culpable de esto, de haber sabido que mi partida iba a detonar esto no me hubiera ido jamás y hubiese luchado por su amor sin importar lo que nuestros padres dijeran, sin importar nada más que el amor que sentía por ella.
Me acosté en su cama y cogí una de sus blusas para apretarla a mi pecho, inspirando, llenando mis pulmones de aquel perfume. No podía estar en paz sin saber que se encontraba bien, que no estaba en las calles corriendo peligro, que tenía donde pasar la noche.
—Eres tan testaruda. Pero te juro que si regresas haré todo para que no desaparezcas de nuevo —suspiré.
Me dolía que las cosas terminaran así, pero esto me había demostrado que las cosas no debían hacerse de esta manera. Ya no la iba a obligar a nada si ella no lo quería, solo la escucharía e intentaría ayudarle de otra manera.
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