Capítulo 14. 🧵
Dante
Cargaba su lánguido cuerpo en mis brazos, la sentía débil y sin fuerzas. Corrí en dirección al pasillo en cuanto mi padre detuvo el auto frente al hospital, no los esperé, ya que Lyn se veía realmente mal. Había pocas personas a esa hora del día así que rápidamente dos enfermeros se acercaron con una camilla.
—¿Qué le pasó? —preguntó uno de ellos acomodando su cuerpo sobre la camilla, mientras que el otro comprobaba su pulso y sus ojos.
—Parece que tuvo una sobredosis —me miró atento.
—¿Sabe qué tipo de droga consumió? —empujaron la camilla por el pasillo de donde salieron. En ese momento recordé, cuando me acerqué para cargarla pude divisar una bolsita con restos de polvo blanco en su interior.
—Cocaína —el hombre asintió y juntos empujaron la puerta doble, pero una mujer vestida de color rosa me detuvo poniendo una mano en mi pecho.
—No puede pasar —miré como se perdían en aquel pasillo.
—Tengo que saber como está —le dije, mirándola hacia abajo. Estaba desesperado, tenía miedo de que Lyn no fuera a despertar. Solo quería que esta pesadilla terminara ya.
—No puede pasar. Mis compañeros harán lo que sea para salvarla —asentí. Mi corazón se apretó dentro de mi pecho —. Mejor ayúdeme con los datos de la joven —puso una mano en mi brazo y me indicó donde ir.
Le di todos los datos de Lyn, su fecha de nacimiento, alergias, si había tenido cirugías antes, enfermedades... Me sorprendió saber todo acerca de ella cuando apenas recordaba el lugar donde nací y cosas que también eran importantes, pero tratándose de ella lo sabía todo.
Me indicaron ir a la sala de espera donde mi padre y Vanessa esperaban juntos, sentados en una de las sillas. Ambos se pusieron de pie y tal vez mi paranoia me decía que Vanessa mentía o fingía sentir preocupación por Lyn solo por lo que le dije minutos atrás. Pero tampoco le dije nada, no tenía caso tocar el tema en este momento
—¿Qué te dijeron? —preguntó mi padre. Lucía realmente preocupado.
—Debemos esperar, parece que le harán estudios —suspiré. Me fui a sentar a una de las sillas, ellos hicieron lo mismo.
—Perdón por lo que voy a decir, pero Lyn no puede seguir así —habló Vanessa. Apoyé los codos en mis rodillas, deslizando mi cuerpo hacia el frente —. Está mal, muy mal. No podemos dejar que caiga más bajo.
Y por más que me molestaba darle la razón a Vanessa ella tenía razón. Lyn no estaba bien, esto solo sería el inicio de todo y si podíamos hacer algo para que parara lo haríamos.
—Hijo —papá se aclaró la garganta —. Tenemos que internarla.
—No va a querer —me estrujaba las manos —. Hará lo que sea con tal de no ir a parar a una clínica.
—No es que quiera o no, esto ya no es decisión suya —habló serio —. Estamos hablando de su salud, de su estabilidad. Su vida pende de un hilo. ¿Te imaginas que hubiera pasado si no estuviera en la casa?
—Siempre ha amenazado con irse —dije.
—Y lo puede cumplir si no hacemos algo para detenerla —puso una mano en mi hombro —. Sé que la quieres mucho, es tu hermana y es entendible que la quieres proteger de quien sea, pero en este momento es de ella misma de quien tenemos que protegerla —apretó mi hombro con sus dedos.
Me restregué el rostro con las manos y bufé con frustración. Me sentía una persona horrible por estar hablando de ella cuando no estaba aquí, cuando se encontraba luchando por su vida, pero teníamos que decidir lo mejor para ella y su salud. La única opción era ingresarla en una clínica para que se desintoxique de todo lo que se había metido todos estos años.
—Está bien —dije sin más —. Es lo mejor para ella —miré a mi padre quien me sonrió triste, esta decisión no solo me dolía a mí, a él también le estaba afectando todo lo que estaba pasando.
—Voy a hablar con el dueño de la mejor clínica de la ciudad, sé que no habrá ningún problema —palmeó mi hombro. Me erguí y apoyé la espalda contra el respaldo de la silla y suspiré.
Solo esperaba que Lyn no me odiara por la decisión que tomamos, pero era lo mejor para ella. Ya no podía seguir haciendo esto y lastimando su cuerpo, no podía seguir consumiendo drogas y pretender que las cosas no iban a terminar mal. Solo quería verla bien, sana y feliz, no importaba si estaba a su lado, solo sería feliz si ella lo era.
****
Pasaron algunas horas en las que nadie vino a decirnos nada de Lyn. Papá habló con el dueño de aquella clínica y este le dijo que no había problema con recibirla el día que fuera, le iban a dar la mejor atención para su recuperación. Vanessa fue a la cafetería a tomar un té y yo me quedé en la sala a la espera de información o lo que fuera que estuviera pasando con ella.
Al cabo de unos minutos un hombre vestido de azul con una bata blanca apareció en el pasillo. Se ajustó los lentes sobre el puente de la nariz y revisó los papeles que llevaba en la mano.
—Familiares de Eileen Valentina Benavent —me puse de pie y me acerqué a él.
—Soy yo —me miró a través de sus anteojos.
—¿Qué parentesco tienes con la paciente? —ladeó la cabeza.
—Soy su medio hermano, Dante, mi padre y su madre están en el hospital, pero no tardan —hizo un asentimiento.
—Ven conmigo —le seguí por el pasillo mientras explicaba el procedimiento que le hicieron a Lyn. Se le realizaron pruebas de sangre, enzimas cardiacas, radiografía de tórax, TC de la cabeza, ya que se desmayó y se pudo golpear, un electrocardiograma, examen toxicológico y análisis de orina.
—En este momento estamos vigilando sus signos vitales, temperatura y pulso —empezó a explicar —. No tuvimos que intubarla porque la sobredosis no fue tan fuerte, pero le estamos dando líquidos vía intravenosa —asentí ante sus explicaciones.
—Ella va a estar bien, ¿verdad? —se detuvo frente a una puerta. Me miró atentamente, pero algo no me gustaba en sus facciones, tal vez la mirada de pena que tenía me dijo que no todo estaba bien.
—Ella está bien, pero no te voy a mentir, en todos los años que llevo en esto he visto que este tipo de cosas se repiten más de las que me gustaría. Empiezan con una pequeña sobredosis, pero la siguiente es más fuerte y a veces no hay una tercera —tragué grueso —. Tu hermana tiene secuelas de haber consumido cocaína en más de una ocasión, revisamos sus brazos y tiene marcas también.
—Sé que ha estado consumiendo drogas desde hace años.
—Si no hacen algo en este momento, el día de mañana se pueden arrepentir.
Que me dijera esto no me daba muchas esperanzas para con Lyn, pero sabía que si ella ponía de su parte y todos le ayudábamos podía salir adelante, era más fuerte de lo que imaginaba.
—¿Puedo verla? —le pregunté al hombre que no debía tener más de treinta años.
—Ella ya está mejor, la puedes ver, pero no la alteres, en este momento no necesita preocupaciones.
—Le aseguro que no la voy a estresar —me sonrió. Cogió el picaporte de la puerta que tenía frente a él y empujó. Me indicó pasar, pero antes me advirtió una cosa.
—No le digas lo que descubrimos, las personas en su condición piensan que pueden engañar fácilmente a su familia —murmuró.
—De acuerdo —pasé a su lado y entré. La puerta se cerró detrás de mí y avancé hasta quedar al lado de la camilla en la que Lyn descansaba.
—Ya sé lo que me vas a decir —jalé un banco metálico que se encontraba a un lado, bajo la única ventana que había en aquella habitación.
—¿Y qué se supone que te voy a decir? —indagué. Cogí su mano y la escondí entre las mías que solo querían sentirla.
—Que soy una tonta, que esto me pasa por andar de drogadicta —pasó saliva. No me miraba a la cara.
—Lyn, mírame —negó con la cabeza.
—No puedo —murmuró.
—Necesito que me mires a los ojos. Tengo algo que decirte —se negó a hacerlo, pero al final cedió y lo hizo con pena. Podía ver el sentimiento de culpa en sus orbes verdes, su mirada triste, las cejas hundidas.
—No lo digas —apreté su mano entre las mías.
—Nada de lo que ha pasado va a cambiar lo que siento por ti. Te amo más que a mi vida y haré lo que sea con tal de verte bien —sonrió a medias.
—¿En serio? —sus ojos se llenaron de lágrimas —. ¿No mientes?
—Nunca podría mentir con respecto a lo que siento. Estoy loco por ti —subí su mano a la altura de mis labios y dejé algunos besos en su dorso —. Te amo y me preocupo por tu salud —la miré directamente a los ojos y se mordió el interior de la mejilla —. No lo vuelvas a hacer por favor, pensé que te perdía.
—No era mi intención que las cosas terminaran así, lo juro.
—Lo sé, pero se te salió de las manos, lo sabes, ¿no? —asintió.
—No volverá a pasar.
—Sé que no, mi amor. No volverá a pasar —en sus labios se dibujó una pequeña sonrisa de lado —. Creí que te perdía y no sabes el dolor que sentía.
—Nunca me vas a perder.
—Tienes que cambiar esto, tienes que entender que no puedes hacerlo sola y yo estoy aquí.
—¿Estás aquí, Dante? ¿En serio te vas a quedar a mi lado?
—Sin importar qué —le dije seguro.
—No me falles, por favor —pidió.
—No lo haré.
La puerta se abrió y solté su mano lentamente para que nuestros padres no se dieran cuenta de lo que estaba pasando. Lyn se limpió debajo de los ojos y suspiró.
—Hija —papá se acercó del otro lado y dejó un beso en su frente —. Que bueno que estás bien.
—Perdóname —empezó a llorar de nuevo —. Te pido que me perdones por lo que hice —papá negó con la cabeza.
—No me tienes que pedir perdón.
—Sí tengo que hacerlo porque te he fallado.
—Lyn, no me has fallado a mí, te has fallado a ti que es lo peor de todo. Pero no vamos a hablar de eso, estoy feliz de que estás bien —Lyn miró a su madre quien se quedó a una distancia prudente, pero esta vez sí se veía preocupada por su hija.
—Que bueno que no pasó a mayores. Dijo el doctor que mañana puedes salir —musitó.
—Sí, qué bueno —me puse de pie.
—Si quieren vayan a casa me voy a quedar con ella, ustedes descansen —papá miró a su esposa.
—Lo que tú decidas —dijo ella. En ningún momento abandonó esa postura recta que poseía.
—¿Estás seguro? —miré a papá —. Si quieres yo me quedo y tú te vas a la casa con Vanessa. Pueden venir mañana —negué.
—Estoy seguro, yo me quedo con este monstruo y ustedes vayan a descansar —insistí. Vanessa no se veía muy segura, pero poco me importaba lo que ella quería o pensara —. No tengo ningún problema con quedarme —le sonreí.
—Está bien, hijo. Si necesitan algo nos llaman —dejó otro beso en la frente de Lyn —. Y tú, señorita pórtate bien que nos has dado un susto de muerte.
—Lo siento —se encogió de hombros.
Papá solo le sonrió y me recordó que si llegaba a necesitar algo le llamara. Los acompañé hasta la puerta y cerré esta para sentarme de nuevo en el incómodo banquillo metálico.
—No quiero estar aquí —se quejó.
—¿No te parece divertido? Ya casi es la hora de la comida y seguro te van a dar caldo de pollo sin una pizca de sal, té sin azúcar y gelatina —entornó los ojos y me mostró la lengua —. Solo va a ser un día o dos y yo voy a estar contigo.
—No tenías que quedarte —cogí su mano, la palmeé con cuidado.
—Quiero quedarme a tu lado y cuidarte. Además de que ese sofá se ve muy cómodo —señalé del sofá detrás de mí.
—También puedes dormir conmigo —señaló el lugar vacío a su lado.
—¿No se van a enojar las enfermeras?
—Lo podemos averiguar —dijo con un tono de voz divertido.
La miré por largos segundos en los que apreciaba su hermoso rostro, tenía una bonita mirada verde, sus labios, su barbilla, su cabello negro cayendo en ondas sobre sus hombros.
—Te amo, te amo tanto.
—Y yo te amo a ti —juró.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro