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Capítulo 12. 🧵

Dante

Lyn subió corriendo las escaleras, mientras tanto la cena se había arruinado por Vanessa y sus tontos comentarios hacia su hija y su apariencia.

—¿Por qué? —le preguntó papá dejando el tenedor a un lado. Bufó y miró a su esposa con un gesto de desagrado al igual que yo.

—No tenías por qué decirle esas cosas tan horribles —le dije, mirándola de la misma manera que lo hacía mi padre —. Fuiste cruel y mala con tu hija —arrojé la servilleta sobre la mesa. Estaba enfadado con ella por lo que le dijo a Lyn.

No sé si antes no me di cuenta de las cosas o es que Vanessa era muy sutil para que nadie se fijara en la manera en la que trataba a Lyn y ahora como lo hacía me desagradaba demasiado, no soportaba que le hablara de esa manera, que se burlara de su físico.

—¿Es que acaso no la quieres? —me puse de pie y empujé la silla hacia atrás. Puse las manos en la orilla de la mesa mirando a Vanessa —. ¿Por qué has permitido que haga esto con tu hija? —miré a mi padre directamente.

—Dante...

—No lo puedo creer —les dije a ambos y me retiré de la mesa para dejarlos solos. Subí las escaleras y crucé el pasillo para entrar a mi recámara, cerré la puerta y salí por la terraza para entrar en la recámara de Lyn, pero antes de jalar la puerta me detuve cuando la escuché vomitar de nuevo. Lo estaba haciendo de nuevo y no la podía culpar, ya que su madre tenía gran parte de la culpa por como ella se sentía respecto a su aspecto.

Esperé a que saliera del baño, se cambió de ropa y se acostó en la cama para seguir llorando. No me gustaba verla en este estado tan deplorable, me hacía sentir mal, realmente mal.

Golpeé el cristal del ventanal y esperé que respondiera para poder pasar.

—Adelante —jalé la puerta y di un paso dentro dejando abierto.

—¿Cómo estás? —me acerqué a su cama para sentarme a su lado. Tenía los ojos rojos y las lágrimas mojaban sus mejillas.

—Bien —se acercó para que la pudiera abrazar.

—No mientas, no estás bien —le dije. Dejé un beso en su frente y se soltó a llorar con dolor, uno que podía sentir en la piel —. Lo que dijo tu madre...—me detuvo antes de terminar de hablar.

—No lo repitas por favor —me pidió con dolor. Su voz estaba rota y desgastada, por tanto, llorar —. No lo digas —deslicé mi mano por su cintura hasta llegar a sus caderas. El short que llevaba puesto aquella noche solo cubría un pedazo de piel de sus piernas, estas eran anchas y bonitas.

—No está bien lo que hace, nada de lo que dice. ¿Por qué no me dijiste que esto estaba pasando?

Me sentía tan estúpido al pensar que todos estos años que estuve fuera ella se portaba de esta manera, le decía estas cosas, era tan cruel con su propia hija. No entendía como una madre podía ser así.

—No estabas aquí —musitó.

—Aun así —la abracé más fuerte —. ¿Papá nunca le ha dicho nada?

—No me había hablado de esta manera frente a él. No es tonta, Dante, sabe cómo y donde hacerlo —y tenía razón —. Nunca le ha importado lo que yo pueda sentir.

—Pero es tu madre —dije molesto. Apreté la mandíbula y una de mis manos se convirtió en un puño que quería estampar en donde sea con tal de sacar este coraje que me estaba quemando el pecho.

—¿Y eso qué? —se incorporó sentándose a mi lado —. Eso no le importa —se encogió de hombros, inocente —. No le digas nada, por favor.

Giré para sentarme frente a ella y coger sus manos tibias.

—Lyn, no me lo tomes a mal, pero necesitas ayuda —frunció el ceño.

—¿Qué? —preguntó, incrédula por mis palabras.

—Lo que haces no está bien...

—Mi madre es la que me señala, me critica y me hace sentir mal, y tú me estás diciendo que la necesita ayuda soy yo, ¿es en serio? —espetó —. ¿¡Es en serio, Dante!? —se exaltó y sí, yo tenía la culpa por decirle lo que le dije.

—Espera...

—No, no me puedes decir que espere —estaba muy molesta —. No es justo que me pidas que busque "ayuda" cuando soy la víctima aquí. ¿Y mi madre? ¿Cuándo le vas a decir a ella que busque ayuda? Porque la necesita, ¿te das cuenta?

—Lo siento, no debí decirlo...

—¡Pero lo hiciste! —se bajó de la cama —. ¿Estás diciendo que estoy loca?

—¡No! ¡Nunca dije eso! —me bajé de la cama también —. Dios —resoplé.

—Pero lo insinuaste.

—¡No! Lyn, no te dije que necesitas ayuda porque creo que estás loca, nunca podría pensar eso de ti.

—¿¡Entonces qué quieres decir!? —me señaló con un dedo.

—Es obvio que tu madre ejerce maltrato psicológico sobre ti, por eso vomitas, por eso las drogas y el alcohol —su ceño se frunció un poco más, lo que me hizo dar un paso hacia atrás —. Debes buscar ayuda porque eso, a la larga hace más daño.

—Lárgate —me miró con ganas de querer matarme, con esos ojos furiosos llenos de coraje y rabia —. ¡Largo!

—Lyn...—levanté las manos en señal de paz.

—¡Vete! —gritó más fuerte provocando que me estremeciera de los pies a la cabeza.

Hice caso y al final, para no discutir, abandoné la habitación y la dejé sola. Estaba más que claro que Lyn no estaba bien, las señales estuvieron ahí todo el tiempo, pero no me quise dar cuenta.

Fui directamente al despacho de mi padre, pero lo vi salir de la sala y lo enfrenté.

—Ya sé lo que me vas a decir —se adelantó a mis palabras —. Y créeme, jamás le había hablado de esta manera.

—No te creo —me crucé de brazos —. ¿Te das cuenta del estado en el que se encuentra? Papá, está mal, muy mal y gran parte de la culpa es de Vanessa y mía también —al darme cuenta de lo que dije ya era tarde.

—¿Por qué dices que es tu culpa? —indagó curioso.

—Todos somos culpables —quise desviar el tema de mí —. Lo sabes.

—Lo sé —también se cruzó de brazos —. ¿Y qué sugieres que podemos hacer?

No quería decirlo y tampoco quería llegar a esos extremos, pero Lyn debía pasar por un proceso de desintoxicación para poder salir de las drogas. No iba a querer, de eso estaba seguro así que ir al psicólogo también ayudaba a su recuperación, para que no cayera más bajo.

—Tiene que ir a terapia —me miraba atento, él sabía lo que estaba pensando, pero tampoco lo quería decir.

—¿Seguro que es eso lo que pensabas? —negué con la cabeza. No me atrevía a decirlo, no quería que ella terminara en una clínica.

—No, pero no quiero que la lleven a una clínica, ¿quieres eso?

—Por supuesto que no quiero eso para mi hija. No sé si te dijo, pero hace años la llevé a terapia por...

—Lo sé —puse una mano en su brazo —. Ella me dijo y entiendo que haya recaído en esto otra vez —agachó la cabeza y sus cejas se hundieron.

—Soy un mal padre, ¿cierto?

—No, nada de eso, pero tienes que darte cuenta de que Vanessa no está bien tampoco y que la manera en la que trata a Lyn no es correcta. Es su madre y debe apoyarla no tratarla de esta manera.

—Voy a hablar con ella, lo prometo —le creí porque papá siempre cumplía sus promesas. No dudaba que lo hiciera, pero también conocía a Vanessa y sabía lo bien que podía des afanarse de una conversación y darle la vuelta cuando le convenía. ¿Cómo pude estar tan ciego todos estos años y no darme cuenta de lo mala que se portaba con su propia hija?

—Fui tan ciego, no me di cuenta antes o tal vez si me di cuenta, pero no le di importancia —puso una mano en mi brazo, dejando un ligero apretón —. Voy a hablar con Lyn —lo detuve de inmediato.

—No la molestes, está descansando.

—Está bien, hijo.

Me regaló una sonrisa un poco cansada, ya no quise insistir con el tema porque era delicado para él hablar de Lyn y sus enfermedades.

Subí las escaleras y al entrar a la recámara el celular estaba sonando, me apresuré y lo cogí con una mano sin mirar la pantalla.

—Diga.

¿Así saludas a tu prometida? —la sangre se me bajó a los pies en el momento que escuché la voz de Jenna del otro lado de la línea.

—Jenna, hola —me senté en la orilla de la cama, me rasqué la nuca, nervioso —. ¿Cómo estás?

¿Cómo estás tú? Hace días que no hablamos —suspiré y me dejé caer contra el colchón.

—Han sido días complicados en la casa pero todo bien.

¿Ha pasado algo malo?

No le quería decir lo que pasaba con Lyn, a ella no le importaba mucho menos con todo lo que estaba haciendo, pero me sentía más basura al no importarme que la estuviera traicionando con Lyn.

Soy una basura.

—Los mismos problemas de siempre —dije serio. Sentía un dolor en el pecho por mentir tan descaradamente cuando antes no lo había hecho, antes no hubiera pensado en la posibilidad de ocultarle las cosas cuando entre los dos existía una confianza mutua. Antes no me hubiera pasado por la cabeza la idea de engañarla con nadie, pero con Lyn en frente no cabían dudas para nada, esa mujercita me volvía completamente loco y hasta yo me desconocía estando cerca de ella. No era el mismo ni con una ni con la otra y era un gran dilema para mí porque me gustaba el Dante que se podía expresar con Lyn, el que no tenía que fingir que algo le gustaba cuando no era así. Me gustaba ser yo con ella.

¿Quieres que vaya a verte?

—¡No! —me exalté en un segundo, sentándome en la cama —. No tienes que venir, las cosas se pueden arreglar.

Está bien, cariño, pero sabes que si necesitas algo me puedes decir y estaré ahí en un parpadeo —sonreí ante sus dulces palabras.

—Lo sé y gracias.

Te amo —la culpa me golpeó tan fuerte que no pude ni hablar, me quedé pensando en lo que había pasado en estos días y tenía que ponerle un alto antes de que las cosas se salieran de control.

—Yo también te amo —le dije con el cargo de conciencia que me carcomía el pecho.

Colgó y dejé el celular a un lado.

—Esto tiene que terminar.

Lo que no sabía es que las cosas no podían terminar, no cuando Lyn era mi perdición y por más que nuestro amor fuera prohibido le amaba más que a mi propia vida.

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