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Capítulo 10. 🧵

Lyn

Era la hora del almuerzo y salimos al jardín para que nos diera un poco el sol de la mañana que no quemaba tanto como en la tarde. Dens estaba sentada a mi lado mientras revisaba los apuntes de la clase anterior. Tal vez era todo lo que mi madre decía, pero amaba estudiar diseño de modas, amaba aprender algo nuevo cada día y saber que en un futuro iba a tener mi propia casa de modas y ser una marca reconocida en el mercado.

Cada palabra negativa y llena de odio solo provocaba que quisiera superarme cada vez más y un día poder mostrarle un certificado, decirle que se equivocó conmigo y que podía irse al demonio con todos sus prejuicios tontos.

—¿Qué pasó esa noche para que te fueras así? —preguntó Dens. Me aparté de los apuntes y me estiré.

—Nada malo si es que te preocupa —la miré, Me estaba mirando con desconfianza —. ¿Qué? —pinché un pedazo de mango y lo llevé a mi boca.

—Dante se veía muy enojado y cuando digo muy enojado es porque estaba furioso —encogí un hombro.

—Es un tonto —me limité a decir —. Sabes como es.

—¿Qué está pasando contigo? —inquirió —. Antes de idiota e imbécil no lo bajabas y ahora solo le dices tonto —estaba confundida.

Miré a mi alrededor para asegurarme que nadie nos estuviera mirando o en todo caso que nadie escuchara, ya que había muchos metiches por ahí.

—Estaba celoso —se acercó un poquito más —. Me vio con el sujeto ese y se puso celoso, me llevó hacia los baños y me tocó —sus ojos se abrieron grandes ante mi confesión.

—¿Te tocó? ¿Dónde? —resoplé y rodeé los ojos.

—Ya sabes donde, tonta —abrió la boca enmarcando una perfecta O con los labios.

—¡Ah! —gritó bajito —. ¿En serio? —preguntó en un susurro que solo yo pude escuchar.

—Me dijo que estaba celoso y molesto por permitir que alguien tocara lo que es suyo, o sea yo —Dens también estaba tan sorprendida como lo estuve yo en su momento —. Después salimos del club y fuimos a un hotel.

—Madre mía, Lyn, ¿es en serio? —se cubrió la boca con ambas manos.

—En serio, no tengo por qué mentir —bebí un poco de agua —. Y ahí pasó lo que ya te puedes imaginar y mucho más. Es un animal en la cama, es tan sucio y descarado.

—¿Cuántas veces? —subía y bajaba las cejas.

—No sé, terminamos para seguir de nuevo, tuve tantos orgasmos que ni siquiera sabía mi nombre. Me dejó sangrando —se aterró cuando dije eso —. Pero estoy bien, no te preocupes no me duele ni nada.

—Lyn, ¿te das cuenta de que te cogiste a tu hermano? —asentí.

—Sí, y me lo cogí bien —ambas reímos.

—Zorra —me dio un golpecito en el brazo con el puño, pero no me dolió.

—Gracias, gracias —se acercó un poco más.

—¿Y ahora qué? —me encogí de hombros porque no sabía que iba a pasar ahora.

—No sé, no quedamos en nada y está bien para mí.

—Se va a casar, está comprometido con esa rubia —señaló. En ese momento caí en la realidad de que era así, Dante seguía comprometido.

—Veremos por cuánto tiempo —alcé una ceja y ella frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Dens, lo amo, lo he amado desde hace tanto tiempo y no me voy a rendir tan fácil. Yo debo ser la esposa de Dante y no esa tal Jenna, debo ser yo quien despierte a su lado, quien esté con él —dije determinada —. Haré lo que sea para que no se case con ella.

Sus cejas se hundieron y me miró con preocupación.

—No me mires así —mascullé.

—¿Así cómo?

—Como si estuviera loca, porque no lo estoy —le dije —. Voy a luchar por lo que es mío, eso es todo.

—Ten cuidado con lo que haces, Lyn, no hagas nada malo...

—No haré nada malo. Dante está loco por mí, me ama y voy a usar eso a mi favor, no haré brujería o mataré a alguien —me reí con burla —. No soy tan mala, Dens —a pesar de lo que dije ella me miraba de esa manera que no me gustaba en nada —. ¿Por qué no me entiendes?

—Te entiendo, claro que sí, pero no quiero que por hacer esto llegues a un punto del que ya no puedas regresar.

—¿A qué te refieres con eso? —suspiró. Puso una mano encima de la mía.

—Solo ten cuidado con lo que haces, es lo único que te pido.

—Pero si yo soy cuidadosa con todo lo que hago —le dije y entornó los ojos.

—Tanto cuidado que tienes y Oliver anda preguntando por ti —soltó mi mano y continuó almorzando.

—Ese imbécil —bufé —. ¿Te dijo algo? —negó.

—Solo dijo que si te veía te diga que te está buscando. ¿Le debes dinero?

—¡No! Siempre le pago lo que le compro y no le he comprado nada en estos días. Debe tener mercancía nueva, es eso. Además, no quiero nada en este momento, quiero estar limpia para Dante, quiero hacer las cosas bien por él —dije sincera. Era cierto que quería hacer las cosas bien por él, para ser digna de su amor.

—¿Hablas en serio? —asentí orgullosa de mí.

—Quiero que Dante no tenga dudas de mi amor, quiero estar limpia por él para que el día que se decida sepa que hice todo esto por él...

—Pero, Lyn, debes hacer esto por ti, por tu salud mental y física.

—Ya te dije que estoy bien, no tengo nada malo.

—Ya sé, pero si haces esto es por ti, no por los demás, no por un hombre que sigue comprometido y que hasta ahora no te ha prometido nada —dijo seria. Sus palabras eran ciertas, pero yo me negaba a escucharla, no quería enfrentarme a mi realidad por más cruda que esta fuera.

—Hago esto por mí, Dens, en serio —sonreí, pero mi sonrisa tembló, mi amiga no me creyó.

—Repítelo hasta que te lo creas —musitó.

—Lo juro.

No dijo nada, su silencio me golpeó tan duro que tragué el nudo que se estaba formando en mi garganta. Era cierto que esto lo hacía más por él que por mí, pero no lo quería admitir porque sería confirmar que no sentía ni una pizca de empatía por mí misma y que todos estos años me estuve destruyéndome por gusto y no por la culpa de Dante, si lo admitía entonces no tenía dignidad porque primero tenía que preocuparme por mi salud y no porque alguien me aceptara siendo la persona que no era.

Antes de salir de la universidad recibí una llamada de Dante que no dudé en responder con una tonta sonrisa en los labios.

—Hola.

Hola —dijo él —. ¿A qué hora sales de la universidad?

—En este momento estoy saliendo —no dijo nada en algunos segundos.

¿En este momento? ¿Por qué no me dijiste nada?

—No preguntaste —ambos reímos.

Está bien, espérame ahí, voy por ti.

—Está bien, aquí te espero.

No tardo.

Colgamos y guardé el teléfono en mi mochila. Dens no estaba conmigo porque ella iba a salir dos horas más tarde así que me tocaba esperar sola a que Dante llegara.

—¡Lyn! —escuché mi nombre, pero antes de darme la vuelta para ver quién me llamaba sentí unas manos apretar mi cintura, pegué un respingo y reí al sentir sus dedos hundirse en la tela de mi vestido.

—¡Dani, no hagas eso! —se quedó frente a mí.

—Perdón —levantó las manos en señal de paz —. ¿A quién esperas? —cogió las correas de su mochila —. Ya sé —dijo antes de que hablara —. Esperas a Dens —sacudí la cabeza.

—Todavía no sale de clases —frunció ligeramente el ceño.

—¿Entonces?

No sabía si decirle o no aunque no fuera nada raro, ya que Dante seguía siendo mi hermano ante Dani y los demás lo éramos, pero ellos nunca se llevaron bien, siempre tuvieron sus riñas y Dante siempre me hacía burla diciendo que Dani estaba enamorado de mí. En algún momento llegué a pensar que era cierto lo que tanto decía, pero con el paso de los años me di cuenta de que yo no le gustaba, nunca dijo nada al respecto entonces supuse que solo eran ideas de Dante.

—Dante va a venir por mí —esquivé su mirada cuando esta se quedó fija en la mía, tan fría como el hielo.

—Oh —se quedó pensando que decir —. Esa noche te fuiste sin decir nada —tocó el tema de aquella noche y yo no quería hablar de eso con nadie más que no fuera Dens o el mismo Dante, todavía sentía pena por lo sucedido, pero no me arrepentía de nada, nunca lo haría —. ¿Pasó algo?

Ahora fui yo quien cogí las correas de mi mochila y restregué la punta de mis botines en el suelo. Sentí la cara roja y temía delatarme ante Dani, él menos que nadie podía saber lo que pasó, nadie podía saberlo.

—Los busqué para avisarles, pero no los vi —quise cambiar el tema —. No me sentía bien.

—Ya te dije que no debes beber de esa manera, no te hace ningún bien —cogió mi mano con sus dedos. Su toque era cálido y suave, Dani era mi mejor amigo y me sentía horrible al mentirle, pero no estaba lista para soltar la verdad.

—Ya sé y te juro que hago lo posible, pero...—me quedé callada, apreté los labios y lo miré a través de mis pestañas.

—No está bien lo que haces, Lyn, no te destruyas de esta manera —me pidió.

—Lo intento, sabes que sí —sonrió —. Te prometo que haré lo posible para no beber así y ya sabes que más —no quise mencionar las drogas o vomitar después de comer.

—Sé que lo intentas, eres muy fuerte —lo abracé sin pensarlo porque siempre creía en mí aunque ni yo misma lo hiciera.

—Gracias —murmuré. Miré por encima de su hombro y me separé cuando vi la camioneta que traía Dante. Esta se detuvo a nuestro lado y él bajó con ese porte tan elegante que tanto lo caracteriza. Llevaba puesta una camisa que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, se apretaba a su torso y brazos, parecía que se fuera a rasgar si ejercía más fuerza de la debida. Los pantalones azules quedaban perfectos con la camisa y los mocasines del mismo color.

—Hola —saludó Dante y se quedó a mi lado. Se quitó las gafas y le sonrió a Dani que no se veía muy a gusto con su presencia.

—Hola, Dante —respondió serio.

—Dani, ¿sigues detrás de Lyn? —le di un empujón con las caderas —. Es bien sabido que siempre has estado enamorado de ella.

—Eso no es cierto —no había ni un ápice de nervios en Dani, lo que me confirmó lo que ya venía pensando; yo no le gustaba, él no sentía nada por mí —. Lyn es mi amiga y nada más.

—Espero que así sea —señaló —. ¿Nos vamos? —se dirigió a mí.

—Vamos —me acerqué a Dani para despedirme de él —. Nos vemos mañana, Dani —me dijo adiós con la mano.

—Hasta mañana, Lyn —subí a la camioneta y Dante cerró la puerta, subió del otro lado, cerró y se puso el cinturón. Antes de encender la camioneta me quité la mochila y me puse el cinturón, acomodó el espejo retrovisor y arrancó.

—¿Quieres ir a la casa? —preguntó.

—Sabes que no, pero...¿Qué estás pensando? —le pregunté cuando adiviné sus sucias intenciones a través de su mirada clara.

—¿Te acuerdas de ese lugar al que íbamos antes?

—¿Cuál de todos? —pregunté.

—El acantilado, ¿lo recuerdas?

—Como olvidarlo —suspiré.

—Pues te voy a llevar ahí, preparé algunas cosas para pasar un buen rato juntos —el semáforo se puso en rojo y se detuvo —. Ahora sí te puedo besar como se debe —se deslizó cerca para besarme apasionadamente, metiendo su lengua en mi boca, devorando mis labios. Nos separamos y esperamos que el semáforo cambiara de nuevo.

—¿Alguien te dijo algo?

—¿Por qué?

—Porque viniste por mí —negó.

—Soy tu hermano, Lyn, nadie sospecha nada...

Y yo tenía la espinita que mi madre sí sospechaba algo, no sé, podrían llamarme paranoica, pero siempre terminaba enterándose de todo, ¿cómo lo hacía? Tal vez era el llamado "sexto sentido de la mujer" pero siempre sabía todo, cuando mentíamos y cuando ocultamos algo.

—Solo le avisé a papá y Gloria que me ayudó con la comida —sus manos se asieron al volante —. Tu madre no sabe nada.

—Eso dices tú —murmuré.

—Calma —arrancó y puso una mano en mi muslo —. Nadie sospecha nada.

Quería creer en sus palabras porque era lo único a lo que me aferraba en ese momento. Él era como un ancla en mi vida, llegó para rescatarme de todo lo malo que estaba consumiendo en ese momento y lo peor que pude hacer fue cambiar una droga por otra, al final el resultado era el mismo; era una adicta pero esta vez a una persona.

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