Dos
Se miraron fijamente, como aquellos días en el dormitorio donde con los ojos se desafiaban.
—No es asunto tuyo —respondió finalmente cruzando los brazos.
Ava se mostró algo incómoda y él no entendió porqué hasta que reflexionó en que seguía semi desnudo.
—Lo es porque es mi mejor amiga —alegó ella dando un paso hacia él pero luego regresando a su lugar en medio de la sala.
Y Arnold no pudo evitar reír con sumo sarcasmo.
—No seas hipócrita —espetó encaminándose a su recámara, debía cambiarse, no podía permanecer así con ella presente.
La escuchó gruñir y mejor se encerró en el baño, estaba seguro que lo hubiera seguido y no le habría permitido cambiar.
—No soy hipócrita, ¿es tu venganza? ¿Obtienes un enfermo placer al acostarte con ella sabiendo que me enteraría? —gritó Ava desde el otro lado.
Arnold buscó con desesperación algo de ropa, para su mala suerte solo estaban su bóxer a un lado.
—Demonios —susurró tomándolos y usándolos, había dejado sus jeans y playera en la recámara no esperando la visita de Ava.
—Contesta, Arnold —dijo ella golpeando la puerta—. No es posible que caigas tan bajo, eres un maldito...
Arnold gruñó, no se aguantó y abrió de tirón la puerta sorprendiéndola, se irguió de manera imponente y la miró con frialdad.
—¿Más bajo que seducir al mejor amigo de tu novio? —espetó.
Ava lo vio con sorpresa, abrió la boca para alegar pero él no se lo permitió.
—¿O que decirle al ya mencionado amigo al día siguiente que era tu infantil venganza por algo de lo que no estabas segura? —concluyó con voz baja pero llena de furia.
Se miraron a los ojos fijamente por varios segundos antes de que el bufara y sacudiera la cabeza.
—Largo, no te quiero ver —susurró tratando de pasar a su lado para ir a su recámara.
—¿Dormiste con ella sí o no? —Debió suponer que no dejaría el tema tan fácilmente.
Arnold se adentró a su recámara, la podía sentir detrás de él.
—No es tu problema.
—¡Arnold!
—¡Basta! —gritó él dándose la vuelta y azotando su mano contra el muro en el que ella se había recargado.
Estaban a escasos milímetros, él respiraba de manera ajetreada mientras ella lo veía de manera desafiante.
Hace años que no estaban así de cerca en un lugar donde solo estuvieran ellos dos, sabía lo peligroso que era la situación.
Y reiteró esa idea cuando los ojos de ella se posaron sobre sus labios.
Pareció que cada nervio y vello de su cuerpo reaccionó a la cercanía y calidez de la chica que ansiaba poseer en todos los sentidos.
Su cuerpo se estremeció cuando ella llevó una mano a su pecho, su piel se había enfriado por lo que el cálido toque lo hizo jadear ligeramente, su cuerpo y corazón reaccionaron inmediatamente a su tacto.
Y se odiaba por ello.
—Arnold.
Llevó sus orbes verdes hasta sus ojos, una silenciosa súplica pareció ser gritada en sus oídos.
Él llevó una mano al costado de su rostro y ella puso su mejilla en su palma, suspiró y la calidez de su respiración le causó un escalofrío.
—Te extraño —susurró Ava cerrando los ojos.
—Graciosa manera que tienes de demostrarlo —alegó él.
Ava le dio una sonrisa que no era del todo alegre, parecía encontrarse debatiendo consigo misma algo; finalmente llevó sus labios hasta su mandíbula y comenzó a besarlo de manera lenta y sensual.
Arnold tragó saliva con dificultad, podía escuchar los latidos de su corazón, latían tan fuerte que le sorprendía que Ava no los escuchara.
—Ava...
—Te extrañé, mucho —intervino ella—. No sabes cuánto —concluyó bajando la mano hasta el resorte de su bóxer.
Arnold intentó aferrarse a su control y cordura, no podía caer en el juego, saldría lastimado como ya lo había hecho antes.
—¿Por qué? —preguntó en un susurro comenzando a perderse en las caricias de ella, tenía control absoluto sobre él y lo sabía.
«¿Por qué me haces esto? ¿Por qué te casas? ¿Por qué yo?» quiso cuestionar pero estaba a punto de caer en ese abismo que lo dejaría hecho trizas y sin ganas de más.
Ava metió la mano dentro de su bóxer, un jadeo escapó de los labios de Arnold cuando lo tomó y acarició.
—Mierda —gimió, ella los giró y lo azotó en la pared, besó su cuello hasta llegar a su lóbulo y de regreso.
Arnold no podía respirar, se estaba ahogando en la culpa, el éxtasis y el deseo.
—Porqué yo...
Escucharon el timbre y golpes en la puerta, ambos se tensaron y se miraron.
—¡Arnold! Ya es tarde —gritó Johan.
Y eso bastó para regresarlo a la realidad, la alejó de él y la miró con dureza.
—No puedes hacer esto —espetó caminando hacia su cama par recoger su ropa—. Derek merece más —concluyó pasando de ella y encerrándose en el baño después de gritar—: Calma desesperado.
Y Ava sabía que tenía razón... Mucha más de la que imaginaba.
Arnold no soportaba dos cosas, callar y ceder.
Pero llevaba tantos años haciéndolo por el bien de su mejor amigo que prácticamente se había hecho rutina.
Así que cuando Derek le reclamó el llegar tarde a la última sesión para probarse los trajes, él solo alegó que se había quedado dormido... Y que Johan había llegado exageradamente tarde.
Algo que por dentro le recriminaba a su primo político, de haber llegado a tiempo no hubiera pasado lo que pasó.
—Por eso te dije que yo pasaba —comentó Derek observando el saco negro que completaba su atuendo.
Arnold trató de no tensarse ni demostrar nada, eso hubiera sido un desastre, de por sí salió del baño y prácticamente huyó de su propio departamento empujando a Johan por el pasillo con el pretexto de que iban tarde.
—Mañana me entregan el auto, ya nadie tendrá que recogerme —recordó con cierta molestia, veía a Derek observar su reflejo en el espejo.
Odiaba la mirada penetrante de su mejor amigo, a veces parecía leerle la mente, sus ojos azules lo miraban con esa seriedad que lo destacaban.
—¿Has visto a Leyna?
Arnold fingió leer la revista en sus manos, pasaba las hojas con aparente desdén, aún seguían ajustando su traje.
—No.
Escuchó un muy ligero suspiro y arqueó una ceja, levantó la mirada, Derek estaba anudando la corbata morada con el ceño fruncido.
—Esperaba más de ti —dijo viéndolo por el reflejo antes de regresar su atención a la corbata.
Arnold lo miró extrañado, aunque sintió una presión en su pecho y que su estómago se revolvía, esa acusación le había caído como balde de agua fría.
—¿Esperabas? —preguntó escondiendo su nerviosismo con enojo.
Derek ajustó el nudo y lo subió hasta la posición correcta, luego se puso el saco.
—Nunca creí que fueras de esos mujeriegos que se acuestan con la chica y la ignoran al siguiente día.
Arnold lo miró aún más extrañado, esa era la segunda vez que lo acusaban de hacer algo con la chica de ojos amatistas.
—¿Crees que tuve relaciones con Leyna?
Derek fijó su mirada penetrante en él, no hubo necesidad de palabras.
—Lo crees —murmuró Arnold.
—Lo que hagas es tu problema, pero con ella... Sabes que es diferente, sobre todo después de...
—Sí y por esa misma razón jamás me enredaría con ella, no soy un bastardo que se aprovecha del dolor —espetó con más enojo del que quiso.
Derek lo dio una mirada calculadora a través del reflejo.
—¿De dónde sacaron tal cosa? —preguntó Arnold.
Derek arqueó una ceja.
—¿Sacamos?
Arnold se tensó.
—Johan, preguntó lo mismo mientras veníamos para acá —justificó, su primo político y Wanda eran los únicos que sabían toda la situación, estaba seguro de que en caso de que Derek preguntara, su primo le seguiría el juego.
—Leyna y tú salieron de la casa de tus padres ayer por la mañana.
Arnold frunció el ceño, la cena de ensayo había sido el Domingo, Leyna se quedó dormida después del brindis y él le hizo compañía cuando todos se fueron, ella pasó gran parte de la madrugada llorando así que la consoló con abrazos y anécdotas de sus viajes... Pero jamás hicieron más, el Lunes por la mañana lo pasó a dejar al departamento.
—Se quedó a dormir. —Derek lo miró con seriedad—. Y cuando digo dormir, es eso, nada de lo que haya pasado por la cabeza de quién quiera...
—Sarah. —Arnold entrecerró los ojos—. Al parecer quería ayudarte a limpiar los restos de la cena y los vio salir juntos en el auto de Leyna.
Ojos ambarinos miraron hacia arriba con enojo, la prima de Ava era terriblemente irritante, lo peor era que jamás desaprovechaba para coquetearle.
—No digas que no es cierto, tal vez eso la mantenga a raya.
Derek asintió.
—Por un momento consideré decirle a Ava que cambiara de dama de honor —murmuró.
Arnold se inclinó hacia adelante y entrelazó las manos frente a él.
—¿Por qué no lo hiciste?
Derek desabotonó su saco y se lo retiró.
—Porque iba a preguntar la razón. —Arnold bajó la mirada—. No creí prudente hacerle saber lo que Leyna dijo ese día.
—Vas a empezar tu matrimonio con secretos —murmuró Arnold.
Derek dejó el saco en la silla a su lado, se giró y tras meter las manos en las bolsas de su pantalón lo observó.
—Hay cosas que debemos callar para no afectar a nuestros seres amados.
Y Arnold no lo debatió.
—Encontré el lugar perfecto.
Arnold miró a su acompañante con extrañeza, había estado perdido en sus recuerdos.
—¿De nuevo? —cuestionó con aburrimiento.
Su primo político lo miró con irritación.
—¿Sabes lo difícil que es encontrar un lugar donde no vayan a aplastar a mi hijo no nato? —preguntó Johan mientras manejaba de regreso al departamento de Arnold.
El chico de ojos ambarinos se encogió de hombros, sintió su celular vibrar y al sacarlo notó que tenía un mensaje de Leyna.
—Si faltaron a la cena de ensayo...
—Wanda no quiere faltar a la despedida de soltero —murmuró Johan empuñando el volante—. Dice que nunca ha ido a una mixta y quién sabe si vuelva a tener oportunidad.
Arnold leyó el mensaje en silencio, frunció el ceño y sintió ansiedad en el estómago.
—¿Qué sucede? —preguntó Johan notando su expresión.
—Es Leyna —murmuró—. Dice que Ava no llegó a la prueba de vestido y que no contesta el celular.
Johan lo miró con aprehensión
—¿No debería decirle a Derek?
—Seguramente no quiere preocuparlo —contestó en un suspiro respondiendo el mensaje.
—De todos modos lo va a notar, viven juntos.
Arnold miró hacia la ventana, estaba cayendo una ligera llovizna.
—Esta semana iba a dormir en casa de Leyna, algo sobre reafirmar su amistad.
Johan suspiró y sacudió la cabeza.
—¿Ya les dijeron?
Arnold observó a Johan por el reflejo de la ventana y no contestó, su primo bufó.
—Se van a ir sin avisar, se me hace un tanto cobarde...
—Ellos estarán en su luna de miel, ni cuenta se van a dar.
Johan se detuvo en un alto y giró la cabeza para verlo con ojos entrecerrados.
—¿Y cuando vuelvan?
Arnold se encogió de hombros.
—A ninguno le importó cuando me fui hace tres años, ¿qué te hace pensar que será diferente?
—Que te vas con ella —alegó Johan en tono irónico.
—No nos vamos juntos, viajaremos a Italia y de ahí cada quien tomará su camino.
Johan bufó.
—Agradece que Wanda está por tener a Arnoldo, jamás te perdonaría que no estés.
Arnold le dio media sonrisa.
—Fue por eso que volví, ¿no?
Johan lo miró fijamente antes de avanzar al tener el verde.
—Eso dices, pero sabes que no es así.
Arnold entró a su departamento y prácticamente arrastró los pies, estaba agotado en todos los sentidos.
Cuando Johan lo dejó, inmediatamente llamó a Leyna y trató de calmarla, ambos decidieron no mencionarle nada a Derek pues él estaba presionado con la estadía de su familia.
—Seguro está en su departamento de soltera, dale tiempo —le había dicho, Ava conservó el lugar para cuando su padre, hermano y cuñado viajaran para visitarla; aunque, actualmente se estaban quedando en un hotel junto a la familia de Derek.
Y estaba casi seguro que estaba ahí haciendo berrinche por lo que había pasado hace unas horas.
Porque así era ella, berrinchuda, voluble y por momentos, aniñada.
Dejó su celular y llaves en la mesa del comedor y caminó hacia la recámara despojándose de su chamarra.
Un vez que entró, dejó la prenda en un sillón que tenía a la entrada y encendió la luz.
Literalmente dio un paso hacia atrás de la sorpresa, ojos verdes lo observaban desde su cama.
Y lo que era aún más extraño, llevaba solo una de sus camisas sobre ella.
—Ava... ¿Qué...?
—Pídeme que no me case —rogó ella con lágrimas en sus ojos.
Arnold sintió el aire abandonar sus pulmones.
—¿Qué? —preguntó en un susurro.
Ella lo veía con una profunda desesperación, se encontraba hincada en medio de la cama.
—Pídemelo y lo haré.
Y su voz pareció desaparecer.
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