T R E S | S E Ñ O R I T A 👠
«Había algo en su mirada que era atrayente, pero solo eso. No podía fijarme en nada más porque ella solo era alguien que debía proteger»
Klaus
Al día siguiente, tan pronto como él se levantaba para poder aprovechar el día a día, se fue a hablar con Ágata. Ya que había visto que la joven se encontraba con la luz encendida de su despacho con la puerta media abierta a las 7 de la mañana.
Klaus, ya bien vestido y tras poder entrar gracias a que el guardaespaldas de Ágata no le pedía documentación, llegó hasta el despacho y tocó varias veces antes de abrir del todo dicha puerta.
Un «adelante» se escuchó tras ese lugar.
El guardaespaldas entró con una carpeta en mano y cerró la puerta para luego llegar hasta la mujer para entregarle la carpeta. Tras saludarse formalmente, Ágata comenzó a mirar la carpeta, leyendo el currículum de algunos guardaespaldas que Klaus le estaba recomendando y asentía mientras veía, admirada, lo buenos que tenían que ser en su trabajo.
—Son los mejores, señorita Conte —aclaró el alemán con aquella voz grave y profunda.
Ágata, que se había quitado las gafas que a veces se ponía y lo había mirado con mirada cansada, elevó la ceja y preguntó;
—¿Has trabajado con ellos? —tuteó.
Pero Klaus no tuteaba a cualquiera.
—Si. Algunos los conozco del ejército, pero trabajamos juntos en seguridad.
La joven volvió a echarle un vistazo a todas aquellas fotos de sus futuros protectores y Klaus tenía razón. Debían de ser buenos.
Mientras que ella seguía mirando cada hoja, el alemán no pudo evitar mirar a la española, observando los rasgos de ella, aquellos labios carnosos e irresistibles, por no hablar de la belleza que poseía. Klaus tragó saliva mientras miraba hacia otro lado para fingir que no la miraba a ella y así seguir con su trabajo.
Ella dejó la carpeta sobre la mesa, cerca de su ordenador y dijo;
—Vale. Todo lo que necesites —dijo—. Lo pagaré, no me importa cuanto sea. —Ágata observó a su guardaespaldas, tan alto y con aquella galantería a la hora de vestir, lo ancho que era de hombros y lo bien que llevaba esa ropa, no pudo evitar compararlo con su otro guardaespaldas que los trajes no le quedaban para nada bien y ni siquiera sabía llevarlos. —¿Algo más?
Klaus la miró y contestó;
—Si, despide a tu otro guardaespaldas.
La mujer arrugó su frente para luego mirarlo y preguntar nuevamente si había escuchado bien.
—¿Qué? ¿A Liam? —Él asintió. —¿Por qué?
Entonces, recordó el día anterior cuando se presentaron, ya que había estado todo el día ahí y observó desde la ventana como aquel tal Liam había acompañado a la señorita Conte hasta el coche y quien ni siquiera había preparado la salida para ver si todo estaba en orden.
No era para nada un profesional y Ágata necesitaba gente especializada en todo aquello. Porque todo aquello era un caso muy complejo y la vida de aquella joven estaba en sus propias manos.
La mujer no dejó de mirar al alemán, esperando una respuesta de él. No lo conocía, pero Klaus era un hombre que sabía que palabras utilizar en cada momento, no las desperdiciaba por tonterías. Ágata ya lo iría conociendo a medida que fuesen pasando las semanas.
—Porque cuando bajaste, ni siquiera revisó si había alguien espiándola. Créeme cuando le digo que no es un buen protector.
Asintió tras escucharlo. Volvió a revisar las fotos de cada protector y asintió, confiando en su nuevo guardaespaldas.
—Vale... Le despediré.
Pero la reunión aún no había acabado.
—También debo quedarme aquí para estar las 24 horas con usted. Puede pasar cualquier cosa, y así se podrán evitar desgracias —aclaró.
Ágata siguió asintiendo, estando de acuerdo con el alemán.
Se levantó de su silla y Klaus pudo observar con más detenimiento las curvas de aquella mujer con aquel vestido ceñido a su figura. Tragó más fuerte, no entendiendo porque se ponía así cuando él jamás se fijaba más allá de los ojos de las mujeres que había tenido que proteger.
La joven tomó una de sus libretas, llena de garabatos y palabras. Lo volvió a mirar a aquellos ojos azules de Klaus y ambos, a pesar de la distancia, sentían algo extraño incapaz de explicarlo. Como un torbellino en el que estaban metidos solo ellos dos.
—Vale. Tengo un cuarto de invitados frente al gimnasio, puedes quedarte ahí el tiempo que haga falta —respondió, señalando hacia el final del pasillo.
Y mientras que ella ya lo tuteaba, Klaus seguía siendo tan formal como se lo habían enseñado.
Hizo un gesto caballeroso con la cabeza que divirtió a Ágata.
—Señorita.
Cuando se fue a girar, ya sin mirarla a los ojos, Ágata habló;
—Hasta después, Niko.
Oír de su propia clienta que lo llamaba por el diminutivo de su nombre y no el otro por el que lo conocían en ese mundo, le fastidio a más no poder.
Klaus era un hombre que controlaba toda su vida, que le gustaba tener las cosas en orden, hasta sus pensamientos, pero nadie se había atrevido a faltarle el respeto de aquella forma. Todos conocían a Klaus, aquel alemán casi imposible de matar y que algunas personas temían. Él odiaba que no lo llamaran por Klaus, que lo llamaran directamente por su nombre Nikolaus. Pero oír que, no tan solo su clienta se saltaba esa norma, sino que encima le llamaba por el inicio de su nombre. Eso lo hacía sacar de sus casillas y en él, era difícil.
Klaus apretó la mandíbula viéndose un músculo formase ahí y se giró mientras veía el rostro divertido de Ágata.
—¿Disculpe? —Siguió con sus formalidades.
—¿No te llamas Nikolaus? —agregó Ágata.
—Si, pero me gusta que me llamen por Klaus. —Su tono de voz era duro, nada comparado con el tono al que se había dirigido a ella antes.
Y la joven asintió sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Vale.
Él se volvió a despedir de ella, pero justo cuando fue a salir del despacho de Ágata, la joven volvió a hablar;
—Hasta luego, Niko.
Él apretó la mandíbula y negó con la cabeza. Pero esta vez no le dijo nada para no perder los nervios y cerró la puerta del despacho para continuar con su trabajo.
🥀
—Este caso va a traer muchas desgracias, Klaus. Le Goff es un tío intocable y no sabemos si detrás de él hay una organización —dijo Black, el hombre con el que había hablado por teléfono el día anterior. —Ágata es una mujer con dos cojones, porque para publicar esa noticia hay que tenerlos grandes.
Se encontraban en la habitación de hotel que se había quedado Klaus a dormir en su primera noche en Francia.
Algunos de sus compañeros que había llegado a tener, tanto cuando comenzó en seguridad, como cuando era militar, se encontraban frente a él. Ahora todos se dedicaban a la seguridad, y esas 4 personas que estaban, algunos sentados y otros de pie, esperaban con paciencia las órdenes de Klaus.
—Las españolas suelen ser así —bromeó Blake con aquel cabello rapado y atractivo.
El alemán miró a Black, con aquel cabello gris que ya tenía el hombre de 78 años, pero esa agilidad que seguramente todavía tendría a la hora de conducir.
—Black, nunca cambias —comentó Klaus, feliz de ver a sus antiguos compañeros frente a él.
Habían pasado años y, a pesar de que Klaus no mostraba sus sentimientos, realmente se encontraba bien de volver a verlos. Pero hubiese preferido más no tener que encontrarse con ellos en esa situación.
—Klaus, creo que esto va a ser más difícil de lo que creemos. —La voz de su antigua compañera se escuchó y ahora todos tenían ojos para Wanda. —No es solo una periodista y escritora famosa amenazada de muerte, hablamos de cosas serias... De un magnate y de alguien que gobernó este país —anunció, advirtiendo de las consecuencias y de lo peligroso que era todo aquello. —Le Goff tiene que tener mucha gente detrás y a saber la de cosas que esconde.
Nuevamente, Wanda tenía razón, era la que más razonaba en casos como esos. y no se podía negar que ese instinto que tenía ella la hacía ser buena en su trabajo.
—Nos han contratado para protegerla. La policía seguro que hará lo que pueda, sigamos las pautas.
Black rio ante la última frase de Klaus.
—¿Policías? No me hagas reír.
Enzo, el rubio que callaba desde que había empezado la reunión, caminó hasta llegar a la ventana donde podía ver las vistas de aquella ciudad parisina. Y sin mirarlos, preguntó;
—Bueno, ¿y cuál es tu plan?
Klaus se echó algunos cabellos rebeldes hacia atrás y miró a cada uno para poder aclarar todas las cosas.
—Necesito que Blake se meta en el cuarto de la limpieza con ordenadores. —Miró a Blake y este lo observó atento. —Vigilarás por las noches y cuando no estemos. —Se dirigió ahora hacia la mujer pelirroja y a Enzo para decir—. Enzo y Wanda, ustedes la protegerán junto conmigo cuando vaya a trabajar, a ferias y todas esas cosas que hagan los escritores. Sean su sombra, vigilen que nadie la mire más de 3 segundos. Y Black —llamó a su mentor, quien estaba encendiendo un puro. —Ya sabes tu papel.
Asintió para hablar;
—El mejor conductor.
—¿Y tú? —cuestionó Blake.
—Yo la protegeré las 24 horas del día.
—Bien. Pues cuanto antes empecemos, mejor. —Wanda se levantó para dirigirse hacia la puerta y prepararse para poder hacer su trabajo.
—Habrá que comprar cámaras y poner una alarma de seguridad —anunció Blake. —Mañana mismo seguro que estará todo puesto.
Enzo, Wanda y Blake se marcharon, despidiéndose de Klaus, pero solo uno se quedó en aquella habitación, fumando de su marca favorita.
Klaus lo observó, arrugando su frente y remangándose la camisa blanca que tenía puesta en ese momento. Pero al ver que su mentor seguía mirándolo con un rostro divertido a la vez que, de cotilla, sabía que algo obsceno le iba a decir.
—¿Qué Black?
Sacó aquel puro de su boca, echó todo ese humo que había tragado y mirando al hombre, dijo;
—Intenta no follarte a tu clienta.
La cara de asombro de Klaus fue tal que hizo reír a Black.
—¿Qué? Jamás he hecho tal cosa —respondió con una voz dura.
Black asintió, sabiendo que era tan perfeccionista que cuando trabajaba, solo se fijaba en su trabajo. Parecía que ese hombre joven solo estaba casado con su trabajo. Lo que hizo desear que esta vez las cosas cambiaran para ese alemán.
—Lo sé... Pero no significa que jamás lo hagas. —Se colocó en el sillón y siguió fumando de su puro, disfrutando. —Aunque la tía está bien buena...
La joven Ágata, aquella española tan deseada, que ya todos habían visto su ficha y que tan solo tenía 28 años, era tan bella que muchos se impresionaban nada más verla la primera vez. Y es que, una chica tan joven como ella, no era nada fácil amasar una fortuna como lo había hecho, y todo gracias a su inteligencia y a su esfuerzo.
Klaus no pudo evitar pensar en ella, pero negó sabiendo que solo era trabajo. Sabía separar placer de su labor. Lo sabía a la perfección.
Pero Black era viejo en ese mundo y había conocido a varios de sus trabajadores saltándose la primera regla.
—Ágata está prohibida para mí, Black —contestó—. No te preocupes por ello.
Sonrió y, sin dejar de observar sus gestos, comentó;
—No me preocupo por ello. Tú deberías preocuparte porque solo sea trabajo. —Dejó su puro en un cenicero que había a su lado para concluir—. Y lo prohibido llama y más si tiene 2 piernas kilométricas y unos labios que hacen desearlos aún más.
🥀
Aquella misma noche, mientras Klaus se mudaba a aquel cuarto amplio frente al gimnasio, Ágata y su prometido se encontraban ya acostados en la cama. Eran muchos años de relación. Habían comenzado a salir a los 21 e, incluso, fueron a la misma universidad en Francia. Pero desde hacía un tiempo, aquella relación no iba nada bien.
Y Gabin no paraba de echarle la culpa a Ágata por ello.
—Por fin en la cama... —dijo él mientras se metía en aquella amplia cama frente a las preciosas vistas que disponían en aquel piso. Gabin miró a su chica que estaba concentrada y preguntó—. ¿Cómo estás?
Ágata, sin levantar la vista del portátil, que estaba sobre sus piernas, asintió.
Era una mujer llena de trabajo, la cual amaba sus dos profesiones, pero que desde hacía poco tiempo no tenía tiempo para ambas.
Una mujer adinerada y el cual había levantado esa fortuna gracias a su esfuerzo y al apoyo de sus padres, el cual ya la vida se los había llevado.
—Bien —dijo mientras el ruido de la tecla seguía sonando en el cuarto.
Gabin apretó la mandíbula y negó al ver que la joven no descansaba ni por un segundo. Solo la veía trabajar, ni siquiera charlaban como una pareja normal, porque todo eran problemas.
—¿Por qué no descansas la mente?
Su prometido comenzó a acercarse a ella, para pegarse a aquel hueco de su cuello que estaba desnudo por su cabello a un lado y no pudo evitar pensar en lo hermosa que era aquella mujer.
—Porque tengo miles de cosas que hacer. Debo acabar 5 capítulos antes de esta semana y prepararme para la feria del libro, que es pasado mañana —contestó, empezando a morderse el labio por el estrés que ya llevaba arrastrando desde hacía meses.
Él se colocó en la cama y, tras meditarlo un buen rato, cuestionó;
—¿Te fías de ese guardaespaldas?
Ágata dejó de escribir, preocupada por esa pregunta y lo miró por primera vez en aquel día.
—¿Por qué lo preguntas?
No sabía porque su prometido le hacía esa pregunta y Ágata apenas conocía a Klaus, pero ver que él tenía dudas, a ella le hacía tener aún más dudas. Pero confiaba en su instinto.
Cuando se lo comentó a Nolan y a Gabin, ellos discreparon, no deseaban que Klaus fuera su guardaespaldas y Ágata no comprendía porqué. Se lo habían recomendado varios conocidos de ella que lo habían visto trabajar y era realmente bueno en su trabajo. Jamás había descuidado a un cliente y eso decía mucho de la forma de ese alemán.
Solo esperaba que su instinto no fallara y Klaus realmente la pudiera ayudar en ese horrible momento que estaba viviendo.
—No sé... ¿Y si no es de fiar?
Ágata apretó la mandíbula, pero no hizo caso de lo que Gabin le decía,
—Pues habrá que fiarse. Él va a guardarme las espaldas.
La joven volvió nuevamente hacia su portátil, pero su novio se acercó a ella, comenzando a besarla por el hueco de su cuello. La joven tuvo que parar de escribir en cuanto notó la mano intrusa de su chico por debajo de su bata y subiendo por sus piernas hasta por su ropa íntima.
Gabin le gustaba tocarla siempre a su antojo y sobre todo verla suspirar por él, pero Ágata esa noche no quería nada de sexo.
—Hoy no, Gabin. —Le retiró la mano mientras volvía otra vez a su portátil.
Pero Gabin la ignoró olímpicamente y colocó su mano nuevamente dentro de su bata, esta vez en uno de aquellos pechos que lo traía loco. Y nuevamente, Ágata lo rechazó, haciéndolo cabrear.
—¡Joder! Ágata, nunca quieres —gritó, ignorando que alguien los escuchara, ahora que tenían a un alemán viviendo ahí. —Llevas así desde hace 2 meses.
No bajó la voz en ningún momento, pero Ágata, a pesar de haber estado con ese chico durante muchos años, ya sabía que Gabin siempre levantaba la voz sin importarle que la gente lo mirase. En muchas ocasiones ya habían discutido hasta en la calle por Gabin y, aunque Ágata odiara discutir y más en lugares públicos, su novio siempre sacaba el partido para hacerlo en el momento oportuno.
A pesar de que Ágata le dijera «por favor, ahora no», él seguía, creciéndose más.
—Sabes que no estoy bien, que tengo muchos problemas como para... —No acabó la frase.
—Pero esto te relajará —insistió, volviendo a tocarla.
Pero ella no quería por mucho que él insistiera.
—Gabin, te he dicho que no —dijo con más contundencia, haciendo cabrear aún más a su novio.
—Buenas noches, Ágata.
Se dio la vuelta, dándole la espalda y se quedó dormido a los pocos minutos, mientras que había dejado mal a Ágata.
La joven apagó el portátil y se acostó al otro lado, habiendo un hueco bastante vacío en el centro de la cama. Ella, mirando hacia la hora, no podía dejar de sentirse abandonada por su propio novio y creyó que la culpa era de ella misma.
Y se quedó, otra noche más, sin poder pegar ojo.
***
La leyenda dice que si decimos 3 veces Niko antes de irnos a dormir, Klaus aparece ;)
¿Que les ha parecido este capítulo?
¿Les parece interesante esta novela, aunque sea el típico cliché? Aunque, obviamente intentaré hacerlo lo mejor posible para que la disfruten mucho ;)
¿Que personaje les está cayendo bien o cuál les gusta más?
Cuéntenmelo todo por aquí —>
Nos leemos el viernes que viene, prohibidas.
Patri García
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