T R E C E | C E N A 👠
«Ya no sabíamos como mirarnos, pero debíamos ser profesionales. Aunque en el fondo, mis sentimientos por ella, seguían creciendo»
Klaus
Una joven escritora había empezado, a escondidas y sin decírselo a nadie, a buscar información sobre Zeus, aquel hombre que era el único que podía entrar en Pandora sin que nada le ocurriera. Le parecía tan extraño todo aquello que le rodeaba, todo lo que estaba pasando con Le Goff y tantas dudas, que a veces pensaba que le faltaba mucha información por conocer.
Supo que le había prometido a Klaus no seguir investigando para evitar que le ocurriese algo, pero ella, como buena testaruda que era, hizo caso omiso y buscó información sobre todo aquel hombre.
Le parecía tan extraño todo aquello y entonces, cuando pensó en la promesa que le había echo a Klaus, su mente comenzó a darle vueltas a aquel caluroso beso que compartieron juntos en el gimnasio.
La joven dejó de escribir y se tapó el rostro cuando empezó a sentir que sus mejillas comenzaban a tener un color rosado y notó como empezaba a darle calor. Ágata jamás le había pasado tal cosa con nadie y menos teniendo pareja. Nunca había echo nada malo, lejos de que fuera a veces políticamente incorrecta y le fascinaba serlo, pero en cuanto a pareja, siempre había sido fiel. Pero Klaus no la ayudaba y se había sentido una estúpida por lo que le había echo a ese hombre, que no se merecía que le hiciera aquello, dejándolo solo después de darle un orgasmo a la joven.
Ágata se sentía una estúpida por haberle echo daño al grandullón porque, lejos de todo, la joven si que empezaba a sentirse confundida por miles de razones y una de ellas era él... Aquel alemán que empezaba a dejarla sin sueño.
Ni siquiera sabía cuando había comenzado todo, lo que estaban teniendo, lo que sentían, pero la otra noche pudo sentir los sentimientos de él. Lo sintió por lo apresurado del beso, la necesidad de dárselo y callarla con sus labios.
Ágata, aprovechando que nadie la miraba, comenzó a tocarse un mechón de pelo rubio y observó un punto de la pantalla como una idiota mientras pensaba en aquella escena. Y se preguntó porqué no se sentía culpable.
¿Acaso debía hacerlo? Porque la joven sentía que no había echo nada malo con Klaus y empezaba a preocuparse por ello, debido a que habían echo cosas que la señalaban como infiel y empezaba a sentir cosas por Klaus que jamás habría sentido por su prometido.
Olvidó a Gabin y la imagen de Klaus tocándola le vino a la mente. Se mordió el labio mientras que seguía mirando aquel punto y cerró los ojos, pensando en aquello, hasta que escuchó 3 toques en la puerta y se colocó con rapidez.
Al dejar que entrara la persona que la estaba esperando, sonrió al ver a su tío.
—Mi tío favorito —anunció ella, levantándose de la silla.
—Soy tu único tío —contestó él con uno de esos jerséis de colores que tanto le gustaba vestir, junto con sus pantalones vaqueros.
Ambos se dieron un beso en la mejilla y su tío la observó con aquella mirada tan penetrante que solía tener y un mechón de pelo grisáceo se cruzó en su mirada.
La preocupación en Ágata se hizo evidente, ya que hacía tiempo que él no la visitaba y, cuando lo hacía, era portador de malas noticias.
—¿Pasa algo? —cuestionó.
—Deberías dejar que Thiago se quede contigo una temporada —anunció mientras observaba el despacho de la joven, recordando que la última vez que estuvo fue cuando Nolan les presentó al nuevo guardaespaldas de Ágata.
La joven rubia, extrañada por ello, elevó la ceja y contestó;
—Thiago está bien protegido.
Él negó, dirigiéndose a su sobrina y colocando sus manos en las muñecas de ella.
—No es por eso. No quiero que caiga en más mierdas de esa —respondió, refiriéndose a las drogas—. Ya lo ha hecho varias veces.
Ella miró a su tío Mateo y luego recordó el último pétalo que había recibido. La primera vez que había recibido uno, su padre había sido el que había sufrido las consecuencias de sus actos. Y no había noche que no se arrepintiera de ello.
Ese artículo y esa investigación solo le había traído desgracias y quería evitar más todavía de lo que había echo.
Asintió ante la espera de su tío.
—Hablaré con él para que acepte.
El hombre la observó, echándose el cabello hacia atrás y elevando una ceja al ver que conocía muy bien a su sobrina.
—¿Qué te pasa?
Ágata se sentó en su silla y observó la pantalla del ordenador. Había cosas que siempre se guardaba para ella sola, pero necesitaba hablar con alguien sobre lo que le estaba pasando con Gabin y su tío era como otro padre para ella. Aunque Mateo jamás lo sustituiría y Ágata lo sabía muy bien.
—Gabin y yo no estamos en un buen momento.
Él no dijo nada, pero por el rostro que había puesto, aquella noticia no le había gustado absolutamente nada.
Se metió las manos en los bolsillos vaqueros mientras observaba a su sobrina escribiendo en el ordenador.
—¿No pensarás...? —No acabó la frase cuando la joven rubia volvió a posar su mirada en los ojos de él.
—¿Dejarlo...? —Se preguntó más para ella misma que para él—. Tantos años, para nada... La verdad es que estoy muy confundida, pero quedarnos juntos no creo que sea una gran solución.
Él negó rápidamente mientras se acercaba a su sobrina y trataba de hacerla entrar en razón.
—Ustedes se quieren. Ágata, solo son épocas —contestó y Ágata elevó una ceja, extrañada por el interés de él en que ellos se quedasen juntos.
Miró la puerta entreabierta y luego miró a su tío.
Era cierto que él y el padre de Gabin siempre se habían llevado bien, pero si la relación no funcionaba, ellos eran los últimos que tenían que entrar a ver que es lo que ocurría entre Ágata y Gabin y la joven lo sabía a la perfección. Pero ver que su tío tenía tanta insistencia desde hacía meses que debían permanecer unidos, a veces la extrañaba.
—Pero, ¿qué pasa si ya no es lo mismo que antes? —Lo hizo en forma de pregunta, pero su objetivo era ver porque tanta insistencia.
—No lo dejes. Se van a casar. Han sido meses muy duros y él sin ti no es nadie —respondió. —Dale tiempo, Ágata.
La joven rio suavemente y colocó una de sus manos sobre la otra.
—¿A que? ¿Has visto como me está tratando últimamente?
Él negó y siguió insistiendo.
—¿Esta noche no van a cenar? —Al ver que su sobrina asentía, él continuó. —Disfruten y hablen, pero no lo dejes por una mala época. Gabin es un buen hombre y te quiere.
Él se acercó a ella, besó la frente de la joven y, tras despedirse, se marchó, dejándola sola con muchas más dudas que antes.
Ágata empezó a mirarse el anillo de compromiso y luego a una foto que había apartado desde hacía semanas de su escritorio y que la había puesto en un lado escondido del despacho, donde solo ella sabía.
Llevaba tiempo pensando en dejar la boda, en no casarse con él, pero luego estaba su tío quien la incitaba a seguir con lo que había comenzado. No sabía si haría bien o mal, después de todo lo que vivieron Gabin y Ágata, pero hacía tiempo que pensaba que ya no eran una pareja como la de antes y, gracias a Klaus, todo su mundo se puso patas arriba.
Nuevamente, la escena tórrida que vivieron Klaus y ella la noche anterior, apareció en la mente de la joven, haciendo que se quedase más confundida que nunca. Gabin lo conocía de toda la vida, en cambio Klaus lo había conocido hacía un mes y pocos días.
En cuanto a trabajo y día a día, era la mejor tomando decisiones, pero en cuanto a sus sentimientos, las cosas cambiaban de distinta manera.
Y el mayor problema, es que realmente estaba empezando a sentir cosas por su guardaespaldas y no solo un momento de calentura, como al principio ella creía. Era algo más, y ambos tenían una química que jamás habían creído que podrían tener con nadie.
Y hablando del rey de Roma;
—Señorita Conte, ¿está bien? —la voz de Klaus la volvió a llamar de la realidad, haciendo que ella lo mirase con un rostro confundido, extraño y él pudo notar lo mal que estaba.
Sin duda, necesitaba alejarse de todo, irse de allí cuanto antes. Y Klaus era capaz de tomarla de la mano y meterse en el primer tren que saldría con ella. Pero todo era mucho más complicado de lo que creía y al recordar que Ágata lo había dejado solo la noche anterior en el gimnasio después de compartir aquel beso... Eso le hizo pensar muchas, pero no arrepentía de aquello. Jamás lo haría.
—No, Klaus... —dijo ella, mirándolo con una pequeña sonrisa—. Pero eso ya son problemas míos y no quiero preocuparlo.
Klaus quiso decirle muchas cosas, pero cerró la boca para no estresarla más. Quería verla bien y quería serle útil en cuanto a protección se refería.
Y le vino a la mente una de las principales causas de ansiedad en aquellos últimos tiempos.
—¿Tiene redes sociales públicas?
Él quería aconsejarla que no las mirase, al menos hasta que no pasara todo aquello y así su día a día fuera mucho mejor. Ella asintió.
—Así es, pero hace 3 meses que ni entro. Me deprime leer los comentarios hacia mí. Prácticamente el 90% son de gente que me dice que me muera —contestó ella y Klaus apretó los puños al conocerlo.
No quería verla sufrir y quería conocer a la verdadera Ágata que se escondía detrás de aquellas preocupaciones. La única chica que le podía sacar una sonrisa. Quería conocerla de verdad, y conocer solo una parte de ella, le daban ganas de saber mucho más.
—Oye, esto es una mala época... —repitió aquella frase que siempre le decía y Ágata lo observó apretando la mandíbula—. Pero saldrás de esta, con la ayuda nuestra. Lo conseguirá, créeme.
Parecía que era la típica frase que él siempre se decía cuando era militar y ella le agradeció que fuera el único que le daba apoyo. Porque ni su tío recordaba que es el infierno que estaba viviendo.
Y Ágata no supo porqué, pero empezaba a pensar que tenía los días contados. Que todas aquellas amenazas, por toda la protección que tuviera, iban a cumplirse tarde o temprano.
Entonces, miró a Klaus y, para no preocuparlo más con los pensamientos y los miedos de ella, contestó;
—Klaus, deberías tomarte un día de vacaciones. Creo que te viene bien descansar de mí un poco.
Klaus no se lo pensó ni un solo segundo.
—No quiero hacerlo —negó. —Estoy aquí para protegerla las 24 horas del día.
—Pero los escoltas descansan —aclaró. —Hasta tus compañeros lo hacen.
El alemán no se movió ni un solo centímetro de su sitio y trató de descifrar que es lo que estaba pasando por la mente de la joven. Pero estaba tan borrosa que no consiguió averiguarlo.
—Pero yo soy su escolta personal —respondió. —Ágata, pídeme que me vaya a la mierda, pero, ¿alejarme de usted? Jamás.
La joven rubia se tapó su rostro y pensó en lo idiota que había sido con él tras el beso, dejándolo solo y pareciendo que lo había utilizado para su placer. Y se odió a sí misma por ello, porque no quería hacerle eso al hombre que la estaba ayudando y apoyando en cada minuto del día.
—Después de lo cabrona que fui el otro día contigo, pensé que ni querrías mirarme a la cara... —susurró mirándolo a los ojos.
Klaus no retiró sus ojos azules de los marrones de la joven.
—Ágata, ni se te ocurra pensar en eso. —Se sinceró. —Ambos sabemos que lo del otro día no fue un error, aunque no volverá a pasar —aclaró, dejando callada a Ágata—. Estaré fuera por si me necesita.
Se despidió y se fue al gimnasio, a seguir con aquel saco de boxeo, pensando en lo prohibida que estaba ella para él.
🥀
En un piso no muy lejos del edificio donde vivía Ágata, se encontraban todos los guardaespaldas, exceptuando por Klaus, quien se había quedado a proteger a la joven en el piso de ella.
Wanda y Enzo estaban protagonizando una de esas escenas de discusión que habían estado teniendo desde hacía un tiempo y con un Blake y Black sin comprender nada de lo que decían, el joven Blake dijo;
—Estos 2 les pasa algo... —susurró el joven.
Black elevó la ceja, divertido.
—¿Dónde lo notas? —ironizó.
Wanda dijo algo sobre que no quería hablar más del tema y dejó hablando solo a Enzo, acercándose a ambos compañeros.
—A ver, esta noche la señorita Conte va a salir con su novio. Klaus a dejado claro que hay que vigilar bien cada rincón —dijo la joven pelirroja.
—Ya saben que es lo que tienen que hacer ustedes —contestó Black, refiriéndose a la joven pareja.
Enzo y Wanda se miraron, pero ella fue la primera en retirar la vista.
—Las chispas saltan —susurró Blake.
—Demasiado —contestó el chófer.
Escogieron un plan exacto para la salida aquella noche, que debían hacer para vigilar los alrededores y que la joven Ágata no sufriera daños.
Blake parecía que solo le faltaban las palomitas al ver que el ambiente parecía muy cargado con aquellos 2 y Black, que se podía imaginar que es lo que ocurría, sin preguntarle a ninguno de los 2, sonrió.
Al acabar la reunión, Black llamó a Wanda y los chicos se marcharon, dejándolos solos.
—¿Qué ocurre?
Black observó la puerta cerrada y luego al a joven que tenía delante.
—Si no te sientes cómoda con Enzo, puedo cambiar sus puestos y ponerlo a él como vigilante de cámaras.
Parecía una oferte muy buena, y más viendo lo mal que se llevaban juntos. Pero eso no sería profesional, ir al superior y pedir que le cambiara de compañero. No era nada profesional de su parte.
Por lo que ella negó;
—Puedo con esto, Black. Muchas gracias —sonrió y él le guiñó un ojo, antes de ponerse en marcha para el trabajo de aquella noche.
🥀
Klaus no podía parar de dar vueltas en el gran salón de la joven Ágata. Lejos de que hubiese hablado con ella tras lo ocurrido la anterior noche, él no paraba de darle vueltas a su mente pensando en aquel beso tan tórrido que habían compartido y todo lo que ella se había dejado hacer por él.
Se había cegado con ella, olvidándose por completo lo que su regla decía sobre las relaciones con sus clientes, sobre todo sabiendo que ella estaba prometida. Eso la hacía más prohibida y más deseada por él.
Ya eran las ocho de la noche y estaba esperando a que la joven bajara para llevarla al piso del padre de su prometido. Gabin, como siempre, estaba metido en la empresa, por lo que lo recogerían antes de ir rectos a la casa del suegro de la joven.
El alemán tuvo que tener mucho poder de autocontrol para evitar volver a pensar en ella de la forma en la que lo hizo la anterior noche. Pero el pensar del toque de ella sobre su cuerpo, eso no lo ayudaba en lo absoluto.
El continuo sonido de unos tacones le hicieron dejar de pensar y se giró para observar como su clienta bajaba aquella escalera y tragó costosamente al ver lo exuberante que estaba. Llevaba un vestido largo, de noche, de color blanco y que le quedaba como un guante en aquel cuerpo tan esbelto que poseía. Klaus tuvo que respirar con dificultad al ver que todavía Ágata le hacía un efecto en él que lo hacía poner más nervioso de lo normal.
Intentó mirar hacia otro lado, pero el deseo lo llamaba y volvía a mirarla, parándose en ciertas zonas donde más carne veía y era en aquellas 2 montañas voluminosas, en las cuales dejaba ver a la perfección aquella admirable línea de su escote.
Klaus tuvo que toser, volviendo a mirar hacia otro lado.
Una vez juntos, y sin decirse nada, la escoltó hasta llegar a la salida de edificio, caminando juntos hasta el Range Rover.
Wanda y Enzo se encontraban en el otro coche de delante, mirando a Ágata y la joven rubia saludó a la joven pelirroja, devolviéndole el saludo amigablemente.
Klaus, con solo una mirada, les pidió que se subiesen y ellos no les hizo falta ni un solo segundo para cumplir la orden.
El alemán tomó el manillar de la puerta y la abrió de par en par, para luego alzar la mano y que Ágata la tomara. Ella observó la mano de Klaus, la cual no pudo evitar sonrojarse al recordar lo que aquellos dedos largos el habían echo la última vez y la tomó para así aceptar la ayuda de él y que la joven se subiese al coche.
Una vez dentro, Klaus parecía que le costase soltar la mano de ella y, antes de soltarse, Ágata murmuró;
—Gracias.
Klaus sonrió y no fueron conscientes de que las miradas de Black en el espejo retrovisor estaban puestas en ellos.
—Para lo que desee —contestó con la voz más grave de lo normal.
Sus manos se separaron, notando la falta de ellos y Klaus, tras cerrar la puerta, se subió al lado de Black, en el asiento del copiloto. Pero el hombre mayor los observó con una sonrisa inevitable en su rostro.
Se veía que había mucha tensión entre Ágata y Klaus, por eso Black decidió hacer por fin el comentario que se llevaba guardando tras la manga.
—Deberíais follar de una vez.
Ágata lo observó rápidamente ante la poca delicadeza de su chófer y preguntó;
—¿Qué?
Klaus era el más afectado todavía.
—¡Black! —Intento llamar su atención, pero no sirvió de mucho.
El chófer se dirigió hacia aquellos jóvenes y dijo con sinceridad;
—¿Qué? Todos lo pensamos —contestó sonriente, dejándolos en evidencia a Klaus y Ágata. Y al ver que no respondían, él cuestionó divertido—. ¿Tan calladitos ahora?
Ninguno dijo nada, era más, hasta la tensión que había se intensificó, porque ambos protagonistas no paraban de mirarse de vez en cuando por el espejo de la puerta, pero a la vez, intentaron evitarse.
Durante el trayecto hasta el edificio donde trabajaba el prometido de Ágata, ninguno había hablado. Se le veía muy divertido a Black por ello, por ser el causante de decir una verdad tan sincera que hasta a ellos mismos les dolía.
Ambos coches aparcaron frente al lugar y cuando Klaus se bajó para escoltar a Gabin —debido a que Black lo obligó—, el chófer se giró y miró a la joven que estaba observando en la ventana.
—Cuidado, señorita Conte —habló, haciendo alarmar a la joven rubia por sus palabras—. No todos los príncipes son azules y el suyo está muy lejos de serlo. —Se refirió a su prometido Gabin y Ágata se sorprendió mucho por la respuesta de él.
Pero a la vez, no se sorprendía.
Al no saber que contestar, prefirió decir lo primero que se le había venido a la mente.
—Tutéeme, Black —murmuró, algo tímida—. Y gracias por contármelo.
El hombre sonrió, pero no había terminado de apuntar.
—El que avisa no es traidor —advirtió Black sin dejar de mirarla, para luego acabar. —Recuérdalo —tuteó.
Ágata vio como su novio salía del edificio con aquel cabello tan peinado y luego miró a Black, el cual no había apartado la mirada de la dama.
—He besado a muchos sapos, Black.
La sonrisa de él se hizo evidente.
—Y todavía sigue haciéndolo. Lo interesante es que tu misma lo sabes, pero temes al futuro, por eso sigues sufriendo —respondía como el hombre más sabio que creía ser. Y quizás era cierto—. El día que dejes de sufrir es cuando veas que el futuro no es tan negro como uno lo pinta. Y la solución la tienes delante.
Black se giró para volver a su puesto de trabajo, dejando dudosa a Ágata y con más preguntas que respuestas. Observó a Klaus, quien se encontraba de espaldas a ella, esperando a Gabin que caminaba a paso lento hacia el coche y luego recordó las frases de Black.
¿Acaso le estaba diciendo que Klaus era la ventana a su futuro? O, por el contrario, ¿era una vía de escape a esa vida que ella deseaba? No comprendía cuando alguien le hablaba con jeroglíficos y así había echo Black en ese momento. Pero llevaba tiempo pensando que su momento de escapar era ese y que cuanto antes se marchase a vivir su vida, mejor para ella.
Pero todavía le quedaban cosas por hacer y no iba a dejarlas en el aire.
Mientras Ágata estaba llena de dudas, un Klaus más serio de lo normal, esperaba a Gabin, quien deseaba dejarlo sin dientes al ver la sonrisa que el prometido de Ágata tenía en ese momento hacia él. Parecía que se estaba burlando del escolta y Klaus sabía esperar pacientemente su momento, daba igual cuando.
Ambos se miraron con rostro de pocos amigos y luego Gabin se movió hacia el otro asiento, pero al ver que Klaus no se movía de su sitio para acompañarlo, este lo observó con soberbia.
—¿No es guardaespaldas? Como tal, deberías abrirme la puerta —anunció él.
Pero Klaus sonrió, como había echo el día anterior y respondió;
—Creo que puede abrirse la puerta usted solito.
El alemán se subió, dejando cabreado a un Gabin que deseaba estamparlo frente a la primera pared que viera. Aunque eso iba a ser más difícil de lo que él creía, puestos a que Klaus tenía bastante entrenamiento.
Tras el viaje y una vez aparcados frente al edificio donde vivía el padre de Gabin, todos se bajaron. El chófer se quedó fuera mientras que Wanda y Enzo los seguía hasta quedarse en la entrada al edificio y el único que los iba a acompañar hasta dentro era Klaus.
Durante el trayecto en el ascensor, la escena fue bastante incómoda, con los 2 hombres retándose y con una Ágata que miraba hacia el frente, tratando de no pensar en las miles de razones por las cuales podrían comenzar una pelea mutuamente.
Cuando la puerta del ascensor se abrió, la mano de Klaus se posó debajo de la espalda baja de la joven, captando el movimiento Gabin.
—Creo que no es necesario que la toques, escolta.
Klaus no respondió e ignoró a Gabin para preocuparse por la joven, enfadando más al prometido.
Al llegar a la puerta, Ágata frenó a Klaus y dijo;
—Klaus, ¿puedes quedarte aquí? —preguntó, haciendo que, por primera vez en todo ese tiempo, Klaus se alejara de ella—. No quiero que te alejes de mí, pero va a ser una cena incómoda y no quiero que lo presencies —murmuró para que Gabin no lo escuchara y Klaus asintió, no muy de acuerdo en dejarla sola con un sospechoso y alguien que apenas conocía.
—No me importa estar allí dentro, pero si lo deseas, me quedaré aquí. Solo llámame si me necesitas —contestó. —Estaré escuchando.
Ágata se lo agradeció con la mirada y Klaus leyó aquella mirada de ella, asintiendo con la cabeza.
Ambos entraron y Ágata perdió de vista a su escolta, en el cual no se había separado de ella en todo ese tiempo que llevaba trabajando para la seguridad de la joven.
Un hombre con similitudes a Gabin apareció en el campo de visión de Ágata, con los brazos extendidos y cada vez con menos pelo en la cabeza. Parecía que todo ese pelo que perdía, le crecía ahora solo en la barba.
—¡Vaya, vaya! —dijo, abrazando a la joven y ella devolviéndole el abrazo—. Ágata, querida, cuanto tiempo.
Ágata sonrió.
Bien era cierto que el padre de Gabin era mucho más simpático y agradable, pero Ágata sabía por donde iban las cosas y que él solo le interesaba su trabajo y poco más. Así fue como perdió a su mujer, la cual no quiso saber nada más de él por lo avaricioso que era. Y a día de hoy seguía siéndolo.
—¿Cómo estás, Maxime? —cuestionó simpática.
Y con una sonrisa, le demostró que estaba todo bien.
—¿Cómo estás tú?
Ágata miró a Gabin, el cual observaba la escena apartado a un lado.
—Pasándolo —respondió.
—Espero que mi hijo te esté tratando como una reina —manifestó, mirando a su hijo con un rostro que no supo diferencia la rubia.
La joven no le respondió y la respuesta se hacía más que evidente, avergonzando a Gabin por ello y sintiéndose culpable.
—Papá, todo va bien —contestó, prefiriendo no entrar en detalles con su padre y ninguno dijo nada más.
Caminaron por la inmensa casa, la cual siempre había horrorizado a Ágata al ver todas las cosas extravagantes que poseía el hombre y que parecía gustarle que todos vieran. Eran tan poco considerado con los demás, que no le importaba pagar con un billete de 200 euros una caja de pañuelos. Pero luego, era tan agarrado que avergonzaba a cualquiera, por no hablar de las cosas que decía a los demás.
Los 3 se sentaron en la mesa, con Ágata y Gabin uno al lado del otro y con Maxime en el extremo de la mesa.
La tensión que había no era nada comparada a cualquier cosa que hubiesen vivido. Y Ágata, nada más sentarse, ya quería irse a su casa a leer una novela encerrada en su cuarto.
Maxime rompió el silencio;
—¿Los periodistas siguen llamándote mentirosa?
Ágata asintió mientras que Gabin observaba a su padre para que tuviese más tacto con ella.
—Si, pero yo intento ignorarlos —trató de decir mientras que las aguas no se calmaban.
—He visto que te siguen muchos guardaespaldas. ¿Era necesario?
Ágata deseó saber donde los había visto, ya que Wanda y Enzo eran completamente sigilosos. Quizás estuvo mirando la ventana cuando ellos habían bajado del coche o quizás los había visto en algún otro lugar.
No le dio importancia.
—Mucho, Maxime. Hay gente que quiere verme muerta. No sabemos quienes, pero empiezo a pensar que hay alguien en mi alrededor que lo está intentando —señaló, sin vergüenza alguna y Gabin la miró horrorizado.
Maxime apretó los puños debajo de la mesa.
—No sé quien querría verte muerta.
Ágata tomó de su copa de vino y, antes de tomar un poco, murmuró;
—Siempre es el que menos te esperas.
Bebió una buena cantidad, ya que necesitaba bastante para pasar esa cena con su prometido y su suegro, si el tema de la noche iba a ser ella y su artículo, cuando Maxime dijo;
—Tendrás un testamento escrito, ¿no?
Ágata casi escupió lo que tenía en la boca y tuvo que soltar la copa para tomar la servilleta y taparse.
La expresión de Gabin era exacta a la de Ágata; atónito.
—¿Perdón? —preguntó ella.
—Papá, ¿qué es esa pregunta? —cuestionó su hijo con un tono de voz asqueado por como la estaba tratando esa noche su padre.
Al ver el rostro de los jóvenes, Maxime trató de arreglarlo.
—Oh, no... No venía a malas. Pero yo tengo uno, nunca se sabe que me puede pasar y como puede ver tiene usted mucha fortuna. Su hermano podría ser el beneficiario de ello.
Sin duda, Maxime nunca tenía tacto.
Ágata soltó la servilleta con enfado, poniéndola sobre el plato vacío y se colocó para que Maxime la viera muy bien.
Gabin se soltó la corbata, sabiendo lo que venía.
—Como podrá ver, Maxime... A mis 28 años no me he planteado hacer un testamento. Estoy en peligro, pero quiero pensar que saldré viva de esta —objetó. —Y, de hacer un testamento ahora, no le dejaría ni un solo céntimo a nadie de mi familia, por miles de razones. El dinero ensucia, pudre el alma de la persona... Lo que le daría sería todo lo que tengo de valor y el valor no es dinero, para mí lo que tengo de valor son cosas sentimentales, cosas que para cualquier vendedor valdría unos céntimos, pero que para mí valen millones.
La ceja imaginaria de Maxime se elevó.
—¿Y el dinero? ¿Lo donaría? —insistió y su hijo Gabin se tapó el rostro con las manos.
—Si... Hay personas que realmente lo necesitan —confesó la joven.
Una sonrisa de autosuficiencia apareció en el rostro del hombre.
—Es usted una persona maravillosa. —Su tono casi parecía burlesco y eso a Ágata le sentó como una patada en el estómago.
Gabin, más incómodo que ellos, no le gustó nada de las cosas que le estaba diciendo a su prometida.
—¿Por qué me pregunta por el testamento? —presionó Ágata.
—Porque está en peligro —dijo con evidencia.
La joven negó mientras se levantaba de la silla, ante la atenta mirada de los 2 hombres.
—Yo creo no es por eso —murmuró, prefiriendo marcharse antes de empezar la cena—. Debo irme, resulta que tengo cosas más importantes que hacer, que perder mi tiempo en este sitio.
Caminó hacia la puerta ella sola y Gabin se levantó corriendo para ir tras ella.
—Ágata. —Miró a su padre y preguntó con enfado. —¿Cómo se te ocurre preguntarle tales estupideces, papá? ¿Desde cuando te importa el dinero de ella?
—No lo decía por eso, hijo. Es un desperdicio si no deja toda su fortuna a alguien.
Su hijo negó con asco y corrió hacia su prometida, tomándola del brazo.
—Ágata, perdona a mi padre.
Los ojos de ella, tan penetrantes como siempre, se habían intensificado en aquel momento.
—¿Desde cuando les importa el dinero a ustedes?
Gabin arrugó la frente al ver que lo acusaba a él también.
—¿Qué?
—Ayer hiciste lo mismo. Me hablaste de mi dinero —recordó—. ¿Qué pasa?
Abrió los ojos al recordar lo idiota que había sido el anterior día y contestó;
—Lo de ayer no iba por eso, yo...
Ella levantó la mano para que se callara y él le hizo caso.
Entonces, la Ágata independiente contestó en forma de pregunta;
—¿Por qué no duermes en el sofá esta noche? No... Mejor... —Se corrigió pensándoselo mejor—. Quédate esta noche con tu padre, ¿sí? Así hablan de dinero mientras toman margaritas.
Salió del piso, cerrando la puerta y haciendo que se escuchara bastante bien.
Mientras, un Klaus pasmado por la reacción de ella y mirando el reloj, al ver que habían pasado solo 10 minutos, hizo saltar las alarmas.
Dando buenos taconazos en el piso, el eco que hacía en el suelo era tal que un vecino tuvo que salir a ver que pasaba.
—¿Ocurrió algo? —preguntó él, aunque fue una pregunta estúpida, ya que conociéndola si que había pasado algo.
La vio tan enfurecida, con las mejillas sonrojadas y una mirada más que penetrante, que podría decir que le fascinó verla de esa forma.
Pero su preocupación fue evidente al verla al tal grado de irritación.
—Llévame a casa. —Fue su única respuesta.
Él la escoltó hasta el ascensor y allí no se dijeron nada, hasta que salieron hacia la calle, con la mirada atónita de Wanda y Enzo. Y con Black fascinándole esa Ágata poderosa.
—Ágata —murmuró Klaus.
—Ahora no, Klaus.
Ella misma se abrió la puerta trasera del coche y se acomodó en el asiento, mientras que todos sus escoltas llegaban al vehículo sin decir nada.
Y mientras todos se dedicaban a su trabajo, con Black y Klaus mirándose entre si para averiguar que había pasado dentro de allí, Ágata no paraba de desear dejar esa vida y empezar una nueva.
Ser una persona mucho menos conocida.
***
He de admitir que disfruto mucho de vuestras teorías y ver que solo yo sé por donde va a ir la historia ;)
¿Que les ha parecido este capítulo? ¿Les cae bien Maxime y Mateo?
Cada vez estoy disfrutando mucho más esta novela y el próximo capítulo será muy bueno para ustedes. Ya me entienden ;)
Espero que les esté gustando.
¿Tienen teorías de quien puede ser ese tal Zeus? ¿Aparecerá pronto o ya a aparecido? ¿Será alguien de confiar?
Nos leemos, prohibidas.
Patri García
Pd; esta noche, Klaus les dará un beso de dulces sueños.
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