S I E T E | A S C E N S O R 👠
«No me gustaba como la estaban tratando, pero ella parecía tener todo bajo control... Y me comenzaba a gustar su carácter»
Klaus
Klaus no paraba de caminar por el gran salón donde, sentado tan cómodo en uno de los sofás, se encontraba Black mirándolo divertido.
Le había hablado sobre todas las sospechas y todo lo que había estado viendo de Gabin y de Thiago. Pero Black, aunque las cosas fuesen muy sospechosas, no podía poner la mano en el fuego. Necesitaban más pistas e, incriminar a alguien tan rápidamente, no ayudaba con la investigación. No la ayudaría a Ágata para protegerla.
—No puedes señalar a alguien por ciertas sospechas, Klaus —expresó con aquella voz ahora algo más suavizada.
El alemán asintió, pero no estaba tranquilo. No podía dejar de darle vueltas a todas las cosas, pero faltaban muchas fichas en el puzle y dudaba que la forma que se estaba formando fuera la que él imaginaba.
Klaus se puso frente a Black, con aquella elegancia que lo definía al alemán y, colocándose la corbata negra junto con su americana oscura, dijo;
—Lo sé. Pero no voy a fiarme de ninguno de ellos —aclaró—. La señorita Conte no puede fiarse de absolutamente de nadie. —Una pequeña risa se escuchó en la garganta de Black, quien miraba a Klaus con perspicacia. —¿De que te ríes? —preguntó el hombre con un rostro inexpresivo, serio y empezando a mosquearse con quien fuera su mentor en el mundo de la seguridad.
Black se acomodó en el sofá, mientras abría más las piernas, como si estuviese en su propia casa, cosa que a Klaus no le hizo gracia que hiciera tal gesto en la casa de su clienta.
—Les doy 2 meses —respondió.
Klaus elevó la ceja, observando los ojos de Black.
—¿2 meses para que? —curioseó.
Varios pasos de unos tacones se escucharon en eco desde la planta de arriba y Klaus, instantáneamente, supo de quien era esa forma de caminar tan refinado y claro. El corazón del escolta privado de Ágata empezó a bombardear más sangre, significando lo nervioso que se ponía ante la presencia de aquella mujer tan ardiente y más rio Black ante Klaus.
Aprovechando que Klaus había girado su cabeza para buscar a la señorita Conte, contestó;
—Para que os acostéis.
Giró tan rápido su cabeza para mirar a Black, que se escuchó un sonido del cuello del alemán.
—Black, por favor —le llamó la atención. —Regla número uno, ¿recuerdas?
El chófer hizo un gesto con la mano, como si no importase esa regla, o como si él ya se la hubiese saltado alguna vez en su juventud.
—Si, si...
Ambos hombres cambiaron la mirada para observar a la joven que entró en escena, bajando las escaleras con un impresionante vestido de color coral que dejaba muy pocas cosas a la imaginación, dejando ver a todo el mundo aquellas preciosas piernas que le encantaba mostrar al mundo y con aquellos tacones del mismo color de su vestido. Caminaba pacientemente por las escaleras, bajándolas como si de un pase de modelo fuera, levantándose un poco su vestido con una mano.
Klaus se quedó tan absorto mirándola que no entendía porque esa mujer se vestía tan bien para una reunión con sus jefes.
Tragó saliva mientras veía ese deslumbrante vestido en el cuerpo esbelto de ella.
Tanto Black como Klaus la miraron embobados, tanto que Black tuvo que dejar de mirarla y, al observar a su trabajador, rio un poco de verlo por primera vez con un rostro expresivo.
—Límpiate esa baba, Klaus —advirtió entretenido.
Klaus negó con la cabeza para mirar hacia sus zapatos italianos y luego observar a Ágata de una forma más seria como normalmente hacía.
Ágata saludó con simpatía a Black y este le guiñó el ojo, cosa que no agradó a Klaus.
La joven elevó la ceja al mirar a su guardaespaldas y luego a Black.
—¿Tu también vienes, Black?
—Créeme, me gustaría para verlos a los 2 en acción. Pero me quedo para vigilar la calle. —Omitió el detalle de que se había presentado para hablar en privado con Klaus sobre sus sospechas.
Ágata sonrió al ver que tendría a su guardaespaldas solo para ella y miró a Klaus con una sonrisa que el alemán no entendió exactamente.
—Bueno, ¿nos vamos ya? —dijo con aquella voz intimidante que ella poseía.
Klaus carraspeó y, haciendo lo mismo que ella, la miró con unos ojos que hicieron tragar costosamente a su clienta.
Dejó que ella empezara a caminar hacia la puerta, pero la voz de Black detuvo al escolta.
Él lo miró.
—¿Qué?
—2 meses —recordó.
Klaus movió sus ojos e ignoró aquello que estaba escuchando de Black para escoltar a su clienta hasta el Range Rover.
🥀
En el trayecto al edificio donde se encontraba el periódico digital donde Ágata llevaba trabajando años, ambos estaban callados mientras que la joven no paraba de pensar y de leer unas hojas que tenía en su mano.
A su guardaespaldas le extrañó que, por primera vez en lo que se llevaban conociendo, ella se había sentado atrás estando solos en ese amplio coche. Prefirió no preguntarle, pero se quedaría extrañado durante todo el trayecto y, mientras podía, la vigilaba de vez en cuando en el espejo retrovisor. No podía evitar mirar aquel rostro tan bello que ella tenía, con aquellos labios ahora algo entreabiertos mientras leía. Y es que no entendía si estaba estudiándose la reunión que tendría con sus jefes o algo que tenía planeado para hacer más tarde. Fuese lo que fuese, el guardaespaldas estaba embobado mirándola desde el espejo como se colocaba aquel cabello dorado detrás de su oreja, dejándole ver mejor aquel rostro de Ágata.
Al llegar al periódico, Klaus aparcó lo más cerca que pudo al edificio y escoltó a Ágata, abriéndole la puerta trasera del coche, ya que ella estaba absorta en aquellas notas que tenía en mano y no se había percatado que ya habían llegado.
El coche era tan alto que con aquellos tacones le dificultó bajar a la perfección y Klaus extendió la mano para que la joven pudiera tomarla para ayudarla a bajarse. Cosa que ese simple toque entre ellos con sus manos, fue su misma perdición.
Aquel toque electrizante los hizo temblar y sus ojos se clavaron entre ellos como un canto de sirena. Tanto fue así que, incluso después de ayudarla a bajarse del coche, ninguno de ellos se separó, ni hicieron ningún amago para retirar la mano. Siguieron allí hasta que Ágata negó con la cabeza para luego darle las gracias a su escolta.
Ella entró por aquellas puertas del edificio con Klaus tras ella. Caminó elegantemente pisando fuerte allá a donde iba, con la espalda erguida y la cabeza alta. Saludó amablemente a algunos de sus compañeros y luego subieron al ascensor para llegar al piso 14.
Dentro estaban solos y Ágata no podía dejar de tocarse el anillo de compromiso que Gabin le había regalado hacía 3 meses, como si eso la ayudara a no pensar en su guardaespaldas. Klaus, en cambio, observaba lo que tenía frente a él, las puertas metálicas de aquel ascensor y como aquel sitio tan cerrado no ayudaba para nada a apartar las imágenes que su mente estaba creando de Ágata. Tanto que sacudió su cabeza como si eso sirviese de ayuda.
Una vez el ascensor llegó a su destino y las puertas se abrieron, la joven se quedó paralizada unos segundos con la puerta abierta y Klaus tuvo que sujetarla para que las puertas no se cerraran. La vio nerviosa, como si la realidad le hubiese dado de lleno en ella.
Y lejos de que Klaus fuera un hombre de pocas palabras, sabía buscar las palabras perfectas en algunos momentos.
—Señorita Conte, no me separaré de usted si así lo desea.
Los ojos de Ágata se clavaron en los de su guardaespaldas, quien no le había retirado de su rostro en ningún momento y pudo ver lo preocupado que estaba por ella. Le extrañó, porque jamás había visto a su prometido con esa mirada y ver que un trabajador lo hacía era como algo completamente nuevo para la joven.
Y se lo agradeció a más no poder a Klaus.
—Muchas gracias.
Ambos caminaron por el pasillo, saludando algunas personas que trabajaron con Ágata en el periódico, pero que ahora, varios de ellos la miraban mal después de aquella noticia que ella había publicado. Klaus deseó cambiarles ese rostro a varios de ellos con unos movimientos de puños.
La joven llegó hacia la puerta de donde se encontraba el despacho de su jefe y, respirando con fuerza, abrió la puerta de par en par, haciendo que las 2 personas que había ahí la mirasen asombrados.
Y es que Ágata no quería tocar la puerta como siempre solía hacer porque sabía lo que le esperaba en ese momento.
El reloj digital de Ágata marcaba exactamente la hora exacta en la que habían quedado y Klaus cerró la puerta tras él mientras se colocaba a un lado del lugar mientras observaba la escena.
—Señorita Conte, tan puntual como siempre —dijo Didier, el jefe de Ágata.
Se colocó hacia atrás aquel cabello canoso mientras le hacía una seña al otro hombre que tenía a su lado, después de charlar un largo rato sobre el futuro de la señorita Conte.
Y Ágata respondió;
—Las cosas malas no deben hacerse esperar.
Ambos miraron a Klaus, como si fuese la misma peste y Didier, con aquella camisa remangada y aquellos tirantes, dijo;
—Él no puede estar aquí, es una reunión privada —recordó a la joven, que lo miraba a los ojos.
—Él es mi guardaespaldas y sin él no me voy sola a ningún lado —respondió y ninguno de ellos le agradó que Klaus estuviese ahí.
El otro jefe, quien se encontraba en ese momento ahí para hablar con ella, se colocó la corbata mientras señaló de malas formas a su guardaespaldas, no siendo para nada bienvenido ahí.
—Es una reunión privada, señorita Conte —repitió ahora Jean tras sus grandes gafas que ocupaban parte de su rostro.
Entonces, la joven observó fugazmente a su escolta, quien también le dedicó una mirada fugaz y Ágata volvió a mirar a sus jefes.
—No se preocupen... Niko es calladito —dijo tranquilamente, provocando a Klaus. —No me gusta que me hagan esperar, ya lo saben. ¿Por qué me habéis llamado? Aunque ya todos los presentes sabemos porqué.
Después de que empezara a sufrir amenazas de personas anónimas en nombre de Le Goff, Didier le concedió a Ágata que pudiese trabajar desde casa, con tal de que trabajara unas horas en la empresa. Pero desde la muerte de su padre eso resultó prácticamente imposible, por no hablar de que, alejando el tema de Le Goff, los compañeros de Ágata no querían tenerla ahí. Le estaban dando de lado a la joven y no podía sentirse más sola en esos meses.
Pero ella tenía algo que, en cada situación complicada, era capaz de salir adelante sin agachar la cabeza. Era lo que le había enseñado su madre y es lo que trataba de hacer día a día.
Didier, colocándose sus tirantes, salió de detrás de su escritorio, pudiendo observar las magníficas vistas que tenía detrás de él con aquella ventana tan amplia y, sin mirarla, dijo;
—Eres una gran periodista, Ágata.
Jean tomó la palabra, quien si estaba mirándola.
—Si, pero señora...
—Señorita —corrigió Ágata, a lo que Klaus tuvo que aguantar una risa.
Jean carraspeó;
—Señorita, debe retirar ese artículo —contestó—. Solo traerá desgracias a nuestro periódico.
Didier solo escuchaba mientras miraba la ventana, dándole la espalda a quien fuera su mejor trabajadora por años. Jean observaba a la joven, esperando su respuesta.
Pero la respuesta de Ágata no les iba a agradar a ellos.
—¿Quién me obliga a retirarlo? —cuestionó.
—Yo. —Alzó la voz Didier, girándose y mirando a los ojos de Ágata.
La mirada de él era fría, nada compasiva por lo que estaba pasando ella. Muchos en ese mundo la estaban tratando de mentirosa, otros de ídolo por conseguir desenmascarar a Le Goff, pero no era suficiente. Ágata quería ver como encerraban a Le Goff de por vida por todas las cosas que llegó a hacer, y no pudo evitar recordar las cosas que vio cuando se infiltró durante meses para conseguir aclarar sus sospechas.
—¿Por qué es mi jefe? —preguntó—. ¿Saben que, aunque lo retire seguirá en mi blog personal? Es algo muy serio lo que está haciendo Le Goff. Me he involucrado en secreto, he respirado el aire que respira ese empresario, he corrido peligro de que me descubrieran y he visto cosas que jamás se eliminarán de mi mente... —dijo mientras Klaus la miraba, asombrado por lo que estaba escuchando y su rostro serio cambio a una de angustia de tan solo imaginársela en esa situación—. Así que no, no pienso retirarlo.
El hombre que la escoltaba no dejaba de mirarla mientras deseaba que no sufriese más de lo que ya estaba haciéndolo. No entendía porque se había querido meter en esos problemas, quizás por la vena periodística que debía tener, pero fuese lo que fuese, no estaba bien que la trataran mal sus propios compañeros, aunque no todos eran iguales.
Él siguió mirándola mientras ella atendía a los 2 hombres de poder que tenía frente a ella.
—No me queda más remedio que obligarla —amenazó Didier con la mirada atenta de Jean.
—Dejándolo a sus anchas, solo dejaran que se crezca y que más familias sufran —respondió. — ¿Quieren a caso ser cómplices de que asesine a más personas, de que robe a gente pobre? ¿Qué pasaría si fuesen sus hijas? —Dio en el punto exacto donde ellos le dolían, porque era cierto lo que estaba comentando.
Si no te lo hacían a ti no pasaba nada, pero desde que algún familiar tuyo sufriese las consecuencias, las cosas cambiaban y mucho.
—¡Ágata! No puedes juzgar a alguien sin... —Didier no acabó la frase.
—¿Sin que? ¿Sin pruebas? —Ágata colocó sus manos sobre el escritorio de madera dejando una buena vista a Klaus que estaba tras ella y tuvo que mirar hacia otro lado del despacho. —Esas pruebas que he sacado son cien por cien reales. Si no les gusta, no se dediquen al periodismo.
Didier comenzaba a ponerse nervioso mientras más hablaba con Ágata y Jean fue a su rescate;
—Señora...
—Señorita. —La voz segura de Ágata hizo poner ahora a Jean nervioso, como Didier.
—Señorita, tarde o temprano, con o sin su consentimiento, retiraremos ese artículo. Si lo hace por su cuenta, seguirá trabajando con nosotros, si no, tendremos que tomar represalias.
Ágata elevó una ceja divertida.
Sabía muy bien a que venía. Los conocía muy bien y entendía que no la habían llamado para reunirse con ellos solo para que retirase el artículo, sino para despedirla y hacer que pagara una multa por tal cosa.
Ella sonrió.
—¿Por qué no me despiden y ya?
Ambos hombres se quedaron pasmados por la facilidad de palabra que tenía Ágata y lo firme que podría llegar a ser.
—No podemos permitirnos despedir a una de nuestras mejores periodistas.
Ágata no se lo creyó.
—Pues yo no pienso retirar ese artículo —precisó. —Si no les gusta, métanselo por el culo.
Didier exclamó algo que no entendieron ninguno de los presentes, pero esa última frase de Ágata no agradó a los 2 hombres que tenía frente a ella. Mientras, Klaus parecía que se estaba divirtiendo por la forma en la que estaba manejando Ágata la reunión y como manejaba a los hombres en ese momento.
—No se le ocurra decir tales groserías. Una mujer no debe decirlas.
—¿Quieren que se los diga más finamente? Vale. —Asintió mientras se colocaba y se erguía mientras ninguno de los 3 hombres que estaban ahí le quitaran la vista—. No pienso retirar ese artículo y si no les gusta, jódanse.
Didier respondió alto y claro;
—Pagará una multa si no lo retira.
—No pagaré nada por decir la verdad —aclaró ella antes de girarse. —Buenas tardes, caballeros.
Y cuando ella fue hacia la puerta para abrirla, se volvió a girar para mirar a Didier y Jean.
—Y vistos que no me quieren despedir, me despediré yo. Dimito —contestó claramente—. Búsquense a otra periodista. —Tomó su bolso, el cual la había dejado en la silla y, abriendo la puerta, concluyó. —Adiós, señores. Nos veremos en la gala anual de periodistas.
Salió de su despacho mientras Klaus intentaba no sonreír, aunque le costaba un poco.
—¡Controle a su clienta! —gritó Didier.
EL alemán lo miró a los ojos con aquella mirada intimidante y dijo;
—Yo no tengo que controlar a nadie. Ella se controla solita y lo ha demostrado ahora mismo. —Haciendo un movimiento de cabeza, concluyó. —Buenas tardes, señores.
—Niko. —La voz de Ágata hizo que Klaus se moviera con más rapidez para cerrar la puerta y acercarse a ella.
Con la mirada de varios de sus compañeros, ella los saludó cortésmente y, contoneando las caderas como siempre lo hacía, con su bolso a un lado de su brazo, llegaron al ascensor.
Klaus ya no podía aguantar la sonrisa.
—La gatita está furiosa. —Rio y ella le encantó que la llamara así.
La joven Ágata, en el fondo, estaba cabreada. No podía dejar de desear irse a su casa, ponerse la ropa del gimnasio y darle patadas y puñetazos al saco de boxeo que nunca utilizaba en su gimnasio personal. No podía ni recordar el rostro del que fueron sus compañeros, como si fuese una apestosa que hubiese echo mal en subir aquel artículo. Conocía muchos otros que habían subido otras noticias y nadie los trataba así, era su trabajo. Pero ella solo había contado la verdad y más le dolía ver que, tras años de compañerismo, ahora ninguno la apoyaba.
Esos no eran compañeros.
Pero Ágata sabía salir de una situación y no quería demostrar frente a Klaus el enfado que llevaba encima. Aunque no hacía falta sacarse un máster para verlo, porque Klaus, aunque Ágata no lo demostrase, lo notaba porque así era él cuando se cabreaba.
Quizás eran más parecidos de lo que ambos podrían llegar a imaginarse.
Es por eso que, cuando están dentro del ascensor, ninguno dice nada. Klaus sabe ponerse en el lugar de ella y entiende que cuando él está así, no quiere que nadie le diga nada y Ágata, en el fondo, se lo agradeció.
El ascensor, que empezó su descenso, paró en el piso 14, el cual entraron 2 hombres altos vestidos de una manera muy similar con unos trajes con corbata oscuros y saludaron a la pareja que había tras ellos. Se colocaron delante y apretaron uno de los botones para bajar.
Instantáneamente, Ágata y Klaus se miraron, como si se hubiesen leído la mente.
Esos 2 hombres no les daban muy buena espina y Ágata empezó a angustiarse de tan solo imaginarse que alguno de ellos sacara un arma. Le recordaba a aquel momento que mataron a su padre delante de ella con aquella pistola que normalmente utilizaban los policías.
Klaus colocó su brazo en el cuerpo de Ágata en un gesto para que ella se colocara detrás de él, pero tan rápido como lo hizo, uno de los hombres se giró con rapidez y empujó a Ágata hacia la pared metálica del ascensor, haciéndole daño en la espalda.
Klaus, rápidamente y por instinto, empujo a uno de ellos para luego agarrar el arma que, el que había empujado a Ágata, había sacado. Un disparo se escuchó, debido a que ambos habían apretado el gatillo, pero la bala salió disparada hacia el techo.
Ágata, impactada y dolorida por el golpe, observó la escena patidifusa sentada en el suelo, viendo como su guardaespaldas comenzaba a defenderla. La joven temió por su escolta, quien tenía a 2 hombres para él y quiso ayudarlo, aunque no supiera nada de defensa personal. Pero al ver que Klaus se defendía y de que manera, trató de quedarse quieta en un sitio mientras su espalda todavía seguía doliéndole.
Klaus agarró a uno de ellos, lanzándole el arma a Ágata para luego levantarlo del piso y tirarlo en el mismo. El otro, el cual había aprovechado para parar el ascensor, agarró a Klaus del cuello, portando un cuchillo, pero no contaba con la joven rubia que había a sus espaldas. Ágata se puso tras él y le dio una fuerte patada con sus tacones en la entrepierna, soltando el cuchillo de su mano y cayendo al suelo fulminado.
Klaus observó por unos segundos lo que había echo Ágata al salvarlo de un cuchillazo y luego se volvió hacia el otro, consiguiendo noquearlo con agilidad.
Con este en el suelo y Ágata mirándolo, levantó la pierna y clavó su tacón en las manos del hombre que agredió en la entrepierna, haciendo que se escuchara un ruido agudo en el cubículo.
El alemán, después de dejar K.O al primero sin despeinarse un pelo, se acercó al segundo para noquearlo de igual forma y ponerle unas bridas que llevaba guardadas en su chaqueta.
Ágata lo observó impresionada.
—¿Siempre llevas unas bridas en el bolsillo?
Klaus, quien se dirigió hacia el botón para volver a activar el ascensor, la miró sonriente.
—Nunca se sabe cuando las puedes necesitar.
La joven negó con la cabeza, con la adrenalina a mil mientras que veía como su guardaespaldas se colocaba la camisa y la americana, para luego colocarse hacia atrás su cabello.
Entonces, esta la miró para ver si se encontraba bien, apretando la mandíbula y formándose un músculo.
—¿Estás bien?
La joven asintió mientras les echaba un ojo a los 2 hombres inconscientes en el suelo, por miedo a que se volviesen a despertar.
Él le dijo;
—Nadie normal llama tanto el peligro como tú.
Ella elevó una ceja y las maravillosas puertas del ascensor se abrieron.
—¿Me estás diciendo que no soy normal?
—¿No dirás que no te gusta ser peculiar?
La joven sonrió estúpidamente y Klaus también lo hizo.
Salieron del ascensor y Klaus llamó a alguien desde su teléfono. A lo que Ágata supuso que serían policías, pero luego llamó a Black para que se acercara al lugar.
Una cosa tenía clara el alemán; ese ataque ya estaba planeado desde que había concertado la reunión con Didier y Jean. Así que ambos debían ser sospechosos por dejar entrar a personas así o, incluso, por la forma en la que trataban a Ágata, estaba seguro que algo tenían que ver. Querían matar a Ágata o, al menos, darle un aviso. Pero no contaban con el factor sorpresa que era Klaus.
—Tengo hambre. Vayamos a comer algo —dijo él después de hacer varias llamadas.
Black le había dicho desde el teléfono que se la llevase lejos, que ya él se ocupaba del papeleo y ya se estaba dirigiendo hacia allí. Pero dejar más tiempo a Ágata en ese edificio, solo podría significar más peligro.
Por lo que Klaus observó a su clienta, esperando una respuesta de ella, quien todavía seguía sorprendida por lo que había vivido allí dentro.
—¿Qué? ¿Has dejado K.O. a 2 hombres y tienes hambre?
El alemán elevó la ceja como si eso no fuera nada.
—¿Tu no?
El rostro de la joven rubia cambió y asintió, notando como su estómago rugía y ya empezaba a ser de noche en París.
—La verdad es que sí.
—Conozco un sitio que hacen muy buena comida y no corres peligro —dijo, parados en ese pasillo.
—Con que hagan hamburguesas bien grasientas y con una buena cerveza, me vale.
Klaus sonrió al escuchar eso y, sin lugar a dudas, quería ver a una mujer tan delicada y elegante haciendo eso.
—Allí hacen las mejores hamburguesas que probarás jamás.
Ella pasó a su lado para susurrar;
—Me sirve.
Se acercó al espejo que tenían allí y Ágata se peinó el pelo con las manos, dejándolo más o menos bien y dejando impresionado a Klaus por la manera de ser de esa chica, la cual le había salvado la vida minutos antes, como él se la había salvado a ella.
—Has sacado las garras —susurró.
—Me encanta sacarlas, Niko. Tenlo en cuanta para futuras ocasiones. —Caminó hacia la salida del edificio con su escolta a su lado, quien tenía una sonrisa de lado a lado que no había tenido jamás en su rostro.
Y vaya si lo tendría en cuenta el alemán.
***
No saben lo que me divertí escribiendo este capítulo y el siguiente que viene para la semana que viene.
¿Que les ha parecido?
¿Quién les gusta más? ¿Klaus o Ágata?
A mi, sinceramente, me está fascinando la novela. Y quiero dejar claro que nada es lo que parece.
Recuérdenlo, señoritas ;)
Y señoritos.
Nos leemos, prohibidas.
Patri García
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