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Q U I N C E | F Á B R I C A 👠

«Ya no podía evitarlo. Ya no podía estar lejos de ella»

Klaus

Klaus protegió a Ágata con su cuerpo mientras corrían hasta los aparcamientos de la mansión. En un momento, la tomó de la mano y ella no se la retiró hasta llegar hacia los coches.

Todo el lugar era un caos, corriendo todas las personas, tratando de huir del peligro, y haciendo que varias personas tropezaran y otras lo pisaran, ciegos por el miedo. Ver todo aquel desbarajuste, hizo que Ágata viera todo el daño que causaba allá a donde iba sin pretenderlo. Ese fue el momento que ella abrió los ojos y se percató que todo lo estaba haciendo mal.

Klaus llegó al coche, pero descubrió que las gomas estaban pinchadas. Escondió a Ágata entre coches y tomó su pinganillo para hablar con sus compañeros de trabajo.

—No me puedo creer esto —susurró y Black contestó de fondo—. ¡Black! Necesitamos otro coche. —La voz de Klaus sonaba angustiada y miraba hacia todos lados con desesperación, deseando encontrar a la persona que le estaba haciendo todo aquello a Ágata.

La joven lo miraba, tratando de poner toda su mente en orden y sus ojos no abandonaban a las personas que salían despavoridas por el lugar.

—El de Enzo y Wanda están fuera de la mansión. Ni se os ocurra salir, todavía están aquí. Toma un coche prestado o roba uno —comentó Black.

Y Klaus elevó la ceja, mirando hacia el aparcamiento.

—¿Qué robe uno?

Ágata, nada más oírlo, buscó un coche y se separó de Klaus como si no le importase salir herida de esa situación. Visualizó a un hombre que estaba desesperado por marcharse en su moto y se acercó a él.

Klaus dejó de hablar con Black al ver que Ágata se apartaba de él. Cabreado, corrió tras ella, preparando su arma por si se acercaba alguien sospechoso.

—Ágata, ni se te ocurra alejarte de mí.

La rubia lo ignoró.

—¡Disculpe! —gritó y el hombre la miró como si fuera una asesina—. ¿Me deja su moto?

El hombre arrugó su frente y negó con la cabeza.

—¿Estás mal de la cabeza? —le dijo en voz muy alta—. Por supuesto que no.

Entonces, sin pensárselo 2 veces, se quitó su reloj y se lo entregó al hombre.

Tanto Klaus como el desconocido la miraron como si estuviera fatal de la cabeza.

—Este reloj está valorado en 18 mil euros. Te lo cambio por la moto.

Él observó a Klaus y luego a la joven. Sin dudarlo en ningún momento, tomó el reloj que la bella Ágata le estaba ofreciendo y lo miró, viendo lo brillante que era y sonrió, olvidándose de huir.

—Por supuesto. Toda tuya.

Ágata tomó el casco y se lo dio a Klaus, con la mirada del hombre entre ellos.

—Ágata, no sé conducir una moto —dijo Klaus, mirando nervioso el lugar.

—Pero yo si.

Se lo entregó, pegándoselo al pecho y luego se agachó, para tomar la parte final de su falda y arrancarla en 2 con la mirada de ambos hombres embobados sobre las piernas de ella. El sonido de la tela rompiéndose se hizo sonoro y el desconocido miró con cierta cochinada a Ágata, viendo como llegaba la raja de la tela hasta por encima de su muslo.

A Ágata no pareció importarle, pero Klaus...

—¡Eh! No la mire.

El hombre asintió, dejando de mirarla, aunque no demasiado.

La joven se dirigió al hombre, el cual observó con intimidación los ojos marrones de Ágata. Y esta le preguntó;

—¿Tiene otro casco?

Asintió. Abrió el pequeño compartimiento de la moto y se la entregó. Ella se lo puso y Klaus la siguió, muy poco confiado en la conducción de la joven.

Después de darle dinero para un taxi, los cuales, esperaban fuera del lugar, ambos se subieron, con Klaus tomando sin corte alguno la cintura de Ágata y se apretó a ella. Las manos de la joven comenzaron a mover el acelerador de la moto, haciendo ruido y ella sonrió, notando la adrenalina después de varios años sin subirse a una. Arrancó con mucha velocidad y salieron disparados de la mansión, corriendo por las nocturnas calles de Francia hacia ningún lugar.

El guardaespaldas se quedó absorto por las cosas que no sabía de ella y se pegó más a la joven, al ver lo bien que conducía.

—¿Desde cuando sabes conducir motos? —gritó para que lo escuchara.

—Todavía no sabes mucho sobre mí.

Ambos se alejaron del lugar, abandonando todo aquel caos que los acompañaba allá a donde fueran.

Estaban en peligro y todavía las cosas podían salirle fatal. Y así fue cuando Klaus descubrió por el espejo retrovisor a 2 coches negros que los seguía desde hacía varios metros.

Klaus la protegía con su cuerpo.

—¡Nos están siguiendo! ¡Despístalos, Ágata! —gritó él, olvidándose de cualquier protocolo y preparando su arma por su lo requiriese.

Un hombre encapuchado se asomó por la ventana y sacó un arma, en el cual intentó dispararles a las gomas de la moto para tirarlos al suelo. Pero Ágata hacía buenas maniobras o el perseguidor no tenía ninguna puntería.

Klaus sacó su arma y, agarrando a Ágata con una mano, se giró un poco, empezando a apretar el gatillo hacia el cristal de uno de los coches.

No supo como, con la oscuridad y solo algunas farolas que los iluminaba, Klaus consiguió darle a uno de los conductores, desequilibrando el coche y chocándose contra otro auto estacionado cerca.

Ágata comenzó a preocuparse por lo frágil que se encontraba su guardaespaldas y apretó a fondo el acelerador lo máximo que pudo para despistar al otro coche que quedaba. Girando hacia cualquier calle que encontrase y buscando despistarlos. Su escolta se apretó a ella, por miedo a que alguna bala impactara sobre el cuerpo de la joven, hasta que las buenas maniobras de ella hicieron meterse por un estrecho callejón, dejando atrapados a los otros.

Ninguno dijo nada y ella siguió manejando hasta llegar a un lugar apartado de todo, perdidos en algún polígono industrial, en las oscuras calles de ese lugar.

Cuando se aseguraron que perdieron a los que intentaban asesinar a la joven, Ágata aparcó frente a una antigua fábrica y un Klaus lleno de furia salió corriendo del lado de ella, a punto de pegarle a una de las paredes de ese lugar.

—¡Joder! —gritó él—. Eres, ahora mismo, la mujer más buscada de toda Europa.

Se giró para mirarla con los ojos enfurecidos y se quitó el casco, tirándolo al suelo mientras trataba de controlar su mal carácter frente a su clienta. Y, mientras tanto, Ágata apretó la mandíbula, quitándose el casco con más tranquilidad y con las manos temblorosas para dejarlo sobre el manillar de la moto.

Sus piernas parecían gelatina y no supo donde había conseguido tener ese valor de conducir una moto, la cual hacía años que no conducía y que, encima, lograran huir de unos agresores.

—No me lo recuerdes —murmuró la joven.

Ágata miró la fábrica abandonada y luego miro hacia el lugar, con unas pocas farolas que iluminasen ese sitio. Y Klaus no pudo evitar mirar las piernas kilométricas de ella, parándose en esa raja que se acababa de hacer frente al desconocido y apretó la mandíbula, aguantando los celos que amenazaban por salir.

Se detuvo lentamente en cada músculo de ella, en la piel blanca de sus piernas y en lo perfectas que se veían con aquellos tacones que deseaba sentir apretados en su espalda, mientras le daba todo el placer que desease.

Negó rápidamente, quitándose esas imágenes impuras de su mente y dejando de mirarla.

De nuevo, el Klaus serio y lleno de protocolos volvió a la carga.

—Debería taparse. —Su tono era brusco, fuerte y con un toque de sensibilidad nada más imaginarse dichas imágenes. Y ahí estaba el alemán que no tuteaba.

La joven, elevando la ceja, preguntó;

—¿Por qué? ¿Te molestan mis bragas? —La voz de ella sonaba sensual, casi dejando que un buen amigo de él comenzaba a levantarse y Klaus la miró a los ojos.

Ella le guiñó, intimidando a su protector.

Le dio la espalda, tomando el móvil y así poder conseguir deshacerse de esas imágenes ardientes.

—Voy a llamar a Black. —Marcó su número, pero no dio la llamada. Lo hizo varias veces, pero no hubo suerte—. No hay cobertura.

La joven rubia, quien no había dejado de mirarlo centrándose en el culo de su guardaespaldas, tuvo que cambiar la posición de sus ojos hacia los azules del alemán. Ella carraspeó.

—¿Qué hacemos?

Él negó, mirando el lugar tan alejado de la ciudad y angustiado por la falta de protección que tenían. Necesitaba, si o si, hablar con Black y su equipo. Así no podía protegerla, o eso creía él.

—No podemos irnos. Ellos pueden seguir por ahí y no tengo medios para protegerte —dijo, con un tono atormentado.

Ágata miró la fábrica y dijo;

—Habrá que entrar a esa fábrica entonces. No quiero pasar la noche en un polígono en el culo del mundo —contestó y comenzó a caminar, contoneando las caderas y no precisamente para tranquilizar a Klaus, que se centró en esas 2 nalgas que se le marcaban a la perfección frente a ese vestido azul.

Se sacudió la cabeza y la siguió.

Con varios esfuerzos entre los 2, consiguieron abrir una de las puertas y entraron al lugar, para luego cerrar la puerta, nuevamente, para asegurarse de que nadie más entrara y fueran a asesinar a la joven.

Subieron a la planta de arriba y, el lugar, estaba lleno de máquinas antiguas y viejas, llenos de polvo y con mantas tapando algunas mesas que seguían ahí. Parecían que se habían marchado corriendo y varias máquinas no podían irse de ese lugar. O quizás es que no funcionaban. Los 2 miraron el lugar, donde una ventana enorme, con cristales cuadrados y que recorrían una pared entera, iluminaba el lugar oscuro gracias a las farolas de fuera.

Ágata comenzó a tocar aquellas antiguas máquinas y Klaus no abandonó la vista de ella. Parecía más tranquilo, pero no demasiado hasta que ella estuviese a salvo en su piso. Vio lo despeinada que estaba, con un vestido que ella misma se había rajado para poder estar cómoda en la moto y con el maquillaje algo corrido por su bello rostro y, aun así, seguía siendo tan hermosa.

Siguió observándola disimuladamente.

—¿Quieres quedarte aquí? —cuestionó el hombre rudo y se quedó de pie, metiéndose las manos en los bolsillos.

Ágata se giró para verle el rostro y sonrió al ver lo atractivo que era, con aquel traje que le quedaba como un guante, con aquella camisa blanca pegada a su torso y que podía ver lo bien formado que tenía sus músculos. Se mordió el labio al pensar en cosas sucias.

—¿No dijiste que no podemos irnos porque nos pueden encontrar?

Él asintió.

—Así es, pero... ¿De verdad te vas a quedar a dormir aquí? —Toqueteó una de las telas y se limpió el dedo del polvo que había—. Con lo sucio que está.

—No soy tan tiquismiquis. Hace apenas un rato rompí mi vestido de 20 mil euros —aclaró.

Los ojos de Klaus se pusieron como órbitas al escuchar aquello.

—¿Qué? ¿20 mil por un vestido?

Ágata elevó la ceja.

—Es de Giorgio Armani.

—¿Y te gastas tanto dinero en vestidos? —cuestionó, intrigado.

Ágata miró hacia las vistas de la ventana y se observó la mano desnuda por su reloj que no echaría de menos nunca. Ahí comenzó a pensar en el dinero que gastaba, pero lo cierto es que apenas gastaba dinero en ella y lo donaba todo a causas benéficas. Al mirar a su guardaespaldas y darle esa imagen de persona que despilfarraba el dinero, le hizo algo de daño en el fondo.

Pero prefirió sacar parte de su sonrisa a la luz.

—No. Gasto más en lencería —contestó y, al ver a Klaus con la boca abierta, esta preguntó. —¿Qué? Tengo que mimar mis partes íntimas.

Si, siguió viendo esa mirada de asco por ver a alguien con mucho dinero. Y se miró las manos desnudas, sin ninguna joya, ni siquiera el anillo de compromiso. Y se percató de que no lo echaba de menos.

Se pegó a la ventana y continuó;

—Mira, trabajo mucho y adoro mi trabajo, más de la mitad de mi dinero se va a donaciones. —Se giró, con enfado en su mirada y Klaus arrugó su frente—. Que me mires como si fuese la típica rica, no me gusta.

Él movió su cabeza y cambió de reacción.

—No te miraba así.

Klaus se dio de cuenta de como la estaba mirando y se arrepintió por ello. En todo lo que la llevaba conociendo sabía que ella no trataba nada mal a nadie, y tenía vistas de diva, pero con un punto que le gustaba. Para él, ella era una reina.

Él se acercó a ella y las cosas empezaron a cambiar, con la atracción en el centro de ellos.

Klaus colocó su mano sobre la cadera de ella, haciendo girar a la joven y Ágata lo miró a los ojos, llena de deseo. Ambos podían sentir lo que necesitaban, lo que querían hacer y desearon romper lo prohibido que había entre ellos, alejar todo eso y volver a repetir lo del gimnasio.

Y no lo dudaron y, esta vez, ambos iniciaron el beso.

Klaus metió su lengua en la boca de ella y ya los 2 perdieron el control de la situación, olvidando eso y más, disfrutando de ese instante y sintiendo sus cuerpos como si encajaran a la perfección. Como si cada uno fuera la persona perfecta para la otra.

Klaus recordó lo que ella le iba a decir cuando estuvieron bailando y deseó saberlo. Deseó saber que le iba a decir ella y, de pronto, recordó lo que vivieron hacía días en el gimnasio, en el que compartieron algo más que un solo beso.

Dejó de besarla rápido, dejando con ganas de más a Ágata.

Nervioso, dijo;

—Lo siento —susurró, pegado a ella, sin retirarse ni un solo centímetro—. Sé que fue un error para ti —continuó, refiriéndose a aquel beso en el que ella se había ido sin mirar atrás.

Y entonces, ella se abrió ante él, explicándole lo que quería decirle en la fiesta.

—Nunca he dicho que fuera un error.

Él, sorprendido por su respuesta, preguntó;

—¿Y por qué sigues con él?

Ágata miró hacia otro lado, avergonzada por ello y dijo lo que realmente pasaba por su mente.

—Es complicado.

Klaus pegó sus labios en la mejilla de ella, besándola con dulzura para susurrarle;

—No lo fue cuando nos besamos e hicimos algo más.

Las manos de la joven se colocaron sobre el rostro de él y una conexión única apareció entre ellos. Mirándose, deseando más e ir a más. Estar solos y disfrutar de cada instante juntos.

Klaus sería su protector, pero Ágata lo protegería a su manera, costara lo que costase.

Y, por primera vez, Ágata se sinceró con sus sentimientos.

—Me estás cautivando, Klaus —murmuró, haciendo que el hombre entreabriera los labios a la vez que ella lo acariciaba—. No sé que me pasa contigo. Solo sé que quiero descubrirlo y ahora quiero besarte.

Y Klaus cumplió su deseo.

Sus labios volvieron a unirse, iniciando un momento para recordar el resto de sus vidas, en aquella fábrica abandonada.

Klaus retiró una de las sábanas que había sobre una mesa y levantó el cuerpo de Ágata para apoyarla allí. La abrió de piernas y se colocó entre ellas, dándole la bienvenida la joven a su entrada.

Ella, sin dejar de comerle la boca, comenzó a retirarle los pantalones y bajándoselos con una soltura descomunal, dejando al aire la polla del alemán y relamiéndose los labios ella. Pero él no se quedó atrás y acostó a Ágata sobre la mesa, jalándola hacia él y que ella sintiera, sobre aquellas bragas que no paraban de provocarlo, lo grande de él.

Klaus aprovechó para deshacerse la parte de arriba del vestido de Ágata, descubriendo que no llevaba absolutamente nada y sonrió, mientras dejaba los labios de ella para pegar sus labios en uno de sus pezones erectos. Colocó su polla de tal manera que comenzó a restregarse en el sexo de ella, haciendo movimientos únicos con sus caderas que no igualarían absolutamente nadie.

El placer empezó a salir de sus cuerpos, gimiendo y agarrándose con ganas, mientras que Ágata cumplía el deseo de él, colocando sus piernas en la espalda de él y apretándolo con sus tacones, poniéndolo más excitado.

El alemán se centró en los pechos de ella, que tan perfectos le quedaban en las grandes manos de él y Klaus comenzó a succionar, para maldad de la joven que seguía y seguía gimiendo.

Ágata empezó a restregarse, junto con él y empezando una danza entre ambos, sin llegar a la penetración. Pero era suficiente para darse placer mutuamente, sintiendo la polla de él como se movía y como ella se abría más para sentirlo por completo.

Klaus, sin aguantar más, se alejó de sus pechos y bajó sus manos hacia las bragas de la joven, rompiéndolas y tirándolas por algún lugar de la fábrica y así sentir su sexo desnudo sobre su miembro erecto. Notando lo mojada que estaba y lo apunto que estaban ambos de estallar.

Ágata animaba a Klaus a moverse más y vaya manera de mover sus caderas, asombrando a la joven que lo miraba expectante, al igual que él la miraba a ella. Entrelazando sus manos mientras seguían frotándose en ese lugar.

Y, cuando están a punto de llegar, mirándose mutuamente, el sonido del móvil de Klaus suena y ambos dejaron lo que estaban haciendo. Klaus se alejó de ella y Ágata cerró sus piernas, a la vez que se colocaba la parte de arriba de su vestido.

Él respondió;

—¿Sí? —Su voz sonaba afectada por el casi orgasmo que iba a tener con Ágata. Black comenzó a decirle algo y él contestó. —Vale... Te envío la dirección.

Carraspeó y, tras enviarle la dirección al que fue su mentor, sin mirar a Ágata, dijo;

—Tenemos que irnos.

La joven, con las mejillas completamente rojas, respondió;

—Vámonos.

Él posó su brazo sobre la espalda baja de la joven y ella empezó a taparse como pudo al no tener la tranquilidad de estar sin bragas, con su vestido roto.

Fuera ya, él la vio así y no le gustó que nadie más pudiera verla desnuda, por lo que se quitó la chaqueta, se arrodilló frente a ella y, una Ágata todavía excitada y afectada, preguntó;

—Pero... ¿Qué estás haciendo?

—No quiero que nadie te vea así.

La joven elevó la ceja.

—¿Y tu sí?

Él miró hacia arriba, clavando sus ojos sobre los de ella, y sonrió, pervertido.

En menos de 10 minutos, el otro coche con su equipo dentro ya estaba esperándolos a entrar.

Klaus, tras atar su chaqueta en la cintura de ella, la guio hacia el coche con la tensión entre ellos peor de como la tenían antes de entrar y un Black, divertido, se bajó y esperó a por su trabajador.

Klaus, tras asegurarse de que estaba segura, llegó a la altura de Black, el cual estaba sonriente y ya sabía que le iba a decir;

—Espero no haber llegado a tiempo. —Su tono era suficiente para Klaus, que en el fondo estaba contento por lo que había vivido con Ágata.

—Vete a la mierda, Black.

Ambos hombres rodearon a la joven, con Ágata en el centro y Enzo y Wanda, que estaban en la parte delantera, sonrieron, imaginándose que es lo que podría haber ocurrido dentro. No dijeron nada.

Callados, se dirigieron a casa. Y la mano de Ágata se posó sobre la de él, comenzando a perder el miedo y empezar a ser ella misma y su escolta no la retiró en ningún momento del viaje.


***

Klaus me ha dicho que las espera esta noche ;)

¿Que les ha parecido este capítulo?

Quizás me ha parecido corto, pero espero haberles regalado una buena escena ;)

¿Quieren más?

Nos leemos, prohibidas.

Patri García

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