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N U E V E | G U A R D A E S P A L D A S 👠

«Quería que abriera los ojos frente aquel hombre que decía amar. Pero ambos sabíamos que eso no era así»

Klaus

Una pareja de guardaespaldas aparcó frente al edificio de la señorita Conte, en la cual habría una reunión previa antes de aquella gala de periodistas que tenía Ágata aquella misma noche.

Había pasado una semana después de la escena del ascensor, donde ambos protagonistas vivieron y sintieron ciertas cosas que eran complicadas de explicar. Y mientras la tensión del escolta y la escritora estaba a flor de piel, otra pareja parecía no llevarse nada bien.

Enzo observó a Wanda, la cual llevaba todo el viaje sin hablar con él. Y era extraño, ya que era una mujer habladora. Pero llevaba así desde aquella noche de fin de año, aunque aquel día era mucho más y el joven rubio lo notaba. Soltó el volante, se quitó el cinturón de seguridad y caminó rápidamente hacia Wanda, la cual ya se había bajado del coche.

—¿Vas a estar enfadada conmigo toda la vida? —preguntó él con una voz seria, como lo era él desde siempre.

Wanda, la cual llevaba el cabello recogido en una coleta alta, se giró para observarlo unos pocos segundos, para luego volver a su camino.

Enzo miró al cielo en busca de ayuda divina.

—Wanda, no seas cría.

La joven pelirroja apretó la mandíbula, lamió su labio inferior con cabreo y luego se giró con un rostro que asustaba a cualquiera que la viera.

Ella se acercó hacia él con paso decidido, haciendo resonar aquellos tacones gruesos que se solía poner para trabajar y dejó unos centímetros de distancia antes de comenzar a hablar;

—¿Cría por querer hablar las cosas y aclararlas? —Elevó la ceja antes de continuar—. Supongo que no tienes una buena definición de «cría» en tu diccionario. Yo que tu me actualizaría.

La risa de él no se hizo esperar, aquella risa amarga a la vez que algo burlesca que solía tener. Y no lo hacía para reírse de ella, pero esa era la sensación que daba, cosa que consiguió aumentar el enfado de ella por inmensos motivos. El primero de ellos, que él ignorara aquella noche como si no hubiese existido.

La calle no estaba vacía, por lo que los que caminaban tranquilamente por el lugar parisino observaban la discusión de pareja que ambos tenían en aquel instante. Porque eso era lo que realmente parecía; una discusión de pareja. Aunque en realidad no podían estar más lejos de la realidad.

Pero Enzo tenía algo que caía mal a las personas, su personalidad y aquella manera de tratar a los que realmente le importaban. Y aunque no lo hiciera queriendo, él mismo se percataba que no merecía cariño de nadie por aquella forma de ser tan desastrosa y fría.

—Tú y tus famosos sarcasmos —respondió con aquella sonrisa que hacía sin querer.

Y a Wanda no le podía doler más.

Ella deseaba tirar a la basura aquella noche y olvidarla para siempre, no recordarla. Pero ambos trabajaban juntos y Wanda sentía cosas por ese hombre desde hacía tiempo. Y lo que había pasado esa noche no había sido cosa de una borrachera. Aquella noche había visto al verdadero Enzo, el que se escondía tras aquellas murallas, pero la joven sabía que jamás volvería a verlo.

Al verla tan callada, Enzo dijo algo que lastimó más a la joven escolta.

—No debió pasar —confesó—. Estábamos borrachos y ambos sabemos que fue un error. Principalmente tu... Y debes reconocerlo.

Wanda no quería seguir con aquella conversación que no llegarían a nada, solo a lo de siempre. Habían pasado ya 5 meses y ni siquiera Enzo se había atrevido a pedir una disculpa por aquello, si tanto le molestaba aquella noche. A la joven le dolía ver que, simplemente, la ignoraba y hacía como si aquello fuera un error.

Quizás así era y había sido un error, pero no era motivo para tratar mal a alguien y menos a quien era tu compañera. Quien había compartido tantos malos momentos como buenos, ignorando aquella noche de fin de año.

Los ojos de ambos, marrón con marrón, se analizaron mientras que Enzo podía ver el daño que le había echo a su compañera, pero ni aun así le dijo nada. Ni siquiera una disculpa. Y lo cierto es que Enzo jamás había sacado una disculpa de sus labios, ni Black había escuchado jamás a Enzo pedir perdón por algo.

Wanda, viendo que aquello no iba a ningún lado y que odiaba ver como las personas la mirasen, concluyó;

—Tengo que irme.

Ella se acercó a la puerta, pero cuando la abrió, el grito de Enzo se hizo sonar por aquel lugar.

—¿Quién es la que no quiere hablar ahora?

La joven miró con la cabeza alta a su compañero y dijo aquello que necesitaba decirle desde hacía tiempo.

Se acercó a él, nuevamente, para que las personas n o los escucharan y comentó;

—Sigues siendo tu. Solo dices idioteces. Esto... —Hizo un gesto con la mano. —No es hablar de verdad. Solo hablas de que fue un error y no de lo que me dijiste aquella noche. —Lanzó aquello que hizo escandalizar a Enzo y ahí pudo ver que él, ni siquiera, se acordaría de la borrachera. —Ah, ¿no te acuerdas?

El miedo en su mirada porque lo descubrieran, el miedo porque ella supiera sus sentimientos, se hizo notar en su rostro. Un rostro pálido y del cual se había evaporado cualquier rastro de seriedad en él.

—¿Qué te dije?

Wanda negó con la cabeza.

—¿Solo te acuerdas de la follada?

—Wanda, ¿qué te dije? —insistió asustado.

Pero ella no iba a decírselo.

No en ese momento, porque hasta que él no se comportase como un adulto para sentarse a hablar las cosas, en vez de hacer como si no hubiese pasado, no iba a decirle nada.

—Si no eres capaz de recordarlo, mejor ni lo sepas. Al menos sé que el hombre con el que me acosté ese fin de año era el sincero y no el mentiroso que tengo frente a mí.

No dijo nada más, Wanda ya lo había contado todo lo que necesitaba para irse al ascensor y reunirse con Klaus, quien esperaba a todos los guardaespaldas para aquella reunión.

Enzo, en cambio, se quedó una inmensa cantidad de minutos mirando hacia la puerta, pensativo y cabizbajo. Quería arrancarse esa coraza y liberarse de sí mismo, pero no era capaz de hacerlo. Tenía miedo y no entendía porqué.

—¿Otro con problemas de mujeres? —La voz de Black se hizo notar a lo lejos, alarmando al rubio en cuestión.

—Black... —saludó y negó repetidas veces. —No. No es nada. Solo está enfadada conmigo por ser un idiota —pronunció demasiado bien la palabra «idiota».

La risa del veterano se escuchó con claridad.

—Pues ya es algo grave —bromeó Black.

Enzo miró a aquel hombre que le había enseñado todo sobre seguridad y dijo lo que pensaba desde hacía tiempo.

—Las mujeres son tan complicadas.

Él negó.

—No todas. Y conociendo a Wanda, dudo que sea complicada. —Hizo ver que incluso él mismo se equivocaba. —Pero, esa no es la pregunta, ¿verdad? La pregunta correcta sería... ¿Por qué tu eres tan complicado con ella?

Esa respuesta y esa pregunta no le había gustado a Enzo, el cual negó con la cabeza mientras caminaba para entrar al edificio antes de concluir su poco dialecto con las personas.

—No entremos en historias.

Él entró, pero Black habló y muy alto para que él lo escuchara.

—Lo que diría alguien complicado. Nos vemos arriba. —Y continuó a pesar de que Enzo se hacía como que no lo había oído. —Recuerda que esta noche tenemos una gala y estará repleta de gente.

El joven siguió su camino, pero sabía muy bien que todo lo que Black le había dicho, era cierto. Aunque él siguiera negándolo.

🥀

Una joven hermosa se encontraba encerrada en su despacho, escribiendo los últimos párrafos del capítulo mientras escuchaba música atrayente para ello.

Llevaba su cabello suelto, hacia un lado mientras que se concentraba en teclear cada letra del teclado. Era un momento tranquilo para ella y, a pesar de que la escritura ya no era lo que fue en algún momento para Ágata, seguía amando escribir. A veces pensaba en dejar su editorial y dedicarse de lleno a escribir novelas autopublicando por sí misma y era una idea que cobraba fuerza por cada vez que lo pensaba.

Solo tenía la presión de ella misma, de nadie más y escribir le agregaba años de vida.

3 toques en la puerta se escucharon y su novio Gabin entró, tan galante como siempre.

Ágata ni levantó la vista por lo concentraba que se encontraba.

—Ágata, esta noche no podré acompañarte por trabajo. —La joven lo escuchó, pero ni lo miró para acabar esa frase. —Tengo un cliente muy importante para la empresa. Pero nos veremos allí.

Levantó la mirada, observando aquel hombre que llevaba muchos años ya de relación y del cual, parecían no conocerse del todo. Asintió mientras apretaba la mandíbula.

Siempre le hacía eso cada vez que iban a algún lugar como entrega de premios, galas benéficas o fiestas de empresa. La dejaba tirada horas antes y luego ella sola tenía que arreglárselas para poder seguir con su vida. Había aprendido a vivir sola sin ningún hombre, aunque no tenía agallas para dejarlo, quizás porque lo quería o porque creía que aquello era amor.

Era difícil alejarse de una relación tóxica.

—Vale.

Gabin le lanzó un beso en el aire, pero ella no se lo devolvió y a él pareció no importarle.

Una vez sola, se quedó mirando hacia su anillo de prometida por largos minutos, dejando la escena que estaba escribiendo a medias. Empezó a preguntarse miles de cosas, su mente parecía una bomba llena de información innecesaria y con miles de recuerdos con Gabin.

¿Alguna vez fue feliz con él? Si lo fue, sería hace mucho tiempo. Quizás en sus inicios, pero ya no. Ahora era todo distinto.

Estaba en un momento difícil de su vida, en la que había perdido a su padre, en la que su hermano estaba haciendo otro intento por dejar aquellas sustancias y el alcohol. Por no hablar del lío que se había metido con Le Goff. Había dejado aquel trabajo que tanto le costó encontrar y la habían echado como agua sucia de aquella oficina que fue su hogar por años. Ni siquiera sus compañeros se dignaron a hablar con ella tras aquello y de eso había pasado ya una semana.

Esos no eran compañeros, de aquellos que ayudó en un sinfín de ocasiones y eso, a pesar de alegrarse en parte por ver que tipo de personas se había rodeado, le dolía que la tratasen así. Por decir la verdad, por contar la realidad.

Resopló antes de dejar de mirarse el anillo como una idiota y, al levantar la vista, se encontró a un Klaus que llevaba más de cinco minutos mirándola desde la puerta con las manos entrelazadas.

Ágata recuperó aquella sutileza de ella, elevando la ceja con finura y mirando de reojo a aquel hombre, sin pudor alguno, examinando cada centímetro de él y poniendo tenso a Klaus desde aquella distancia.

—¿Vas a decirme algo sobre lo desastrosa que es mi relación? Porque para eso tengo el buzón de sugerencias frente a la puerta —ironizó, señalando hacia el inexistente buzón que había al lado de la puerta abierta.

Su escolta no dejó de mirarla a los ojos. Dio un paso hacia adelante para hablar;

—No iba a decir nada de ello. Pero... ¿Usted piensa eso?

Volvió a resoplar, acomodándose en su silla y mirando ahora el ordenador con aquella sopa de letras que tenía en aquel documento de lo que se suponía que era su próximo éxito en ventas.

—No sé que pensar. —Se sinceró—. Lo quiero, pero supongo que no tenemos las conversaciones que teníamos antes... —Dejó de hablar unos segundos, miró a su guardaespaldas y preguntó—. ¿Necesitas algo?

Klaus dio otro paso hacia ella, mientras que Ágata permanecía quieta sentada en su trono.

—Quería preparar las cosas para esta noche. Y no quiero que se olvide del reloj digital —señaló con tono de advertencia.

El sonido de la silla de Ágata al moverse se escuchó por el despacho. Cerró su portátil y caminó hacia la ventana antes de observar a Klaus desde su posición.

Su protector no pudo evitar mirarle las largas piernas de su clienta, las cuales estaban desnudas tras esa corta falda y que tan bien le quedaba con aquel jersey de cuello largo. No sabría de moda, pero a ella le quedaba todo bien y no supo porqué, se imaginó su camisa blanca en el cuerpo desnudo de ella.

Sonrió seducido sin poder evitarlo.

—Esta noche me voy a poner un vestido negro de Prada —advirtió—. Dudo que un reloj digital quede bien para ese hermoso vestido.

Era una mujer que tenía bastante dinero y lo había trabajado para conseguirlo, aunque para ella, la gran mayoría de las veces, era una maldición y lo que más deseaba era volver a aquella vida tranquila de antes. El dinero le había quitado muchas cosas a ella; su felicidad, su tiempo y su privacidad.

Ella caminó hacia su estantería llena de libros, dándole la espalda a Klaus y este sonrió con perversión.

—Es una orden, gatita.

La joven miró a aquel hombre y sonrió de la misma forma que él.

—No provoque a la gatita, Niko.

Ambos se observaron sin poder evitar sentir una conexión espectacular, más grande que cualquier bandera. Sentían aquella conexión desde la lejanía y cerca, era insuperable.

Klaus se arregló la pajarita de la mejor forma posible y se puso serio en pocos segundos.

—Póngaselo. No querrá conocer mi malhumor.

Ágata quiso provocarlo más.

—¿Cuál malhumor?

La joven sonrió mientras que Klaus negó con la cabeza, cómplice y se marchó, necesitando aquel aire fresco al alejarse de aquella mujer y de esa conexión que no dejaban de tener. Y empezó a necesitar besarla lo antes posible, necesitaba hacerlo, pero estaba prohibida en muchos sentidos.

Y tocarla era ya un delito para su mente. Tan solo pensar en ella era una grave infracción y más de la forma de la que solía pensar de ella.

Una vez Ágata se quedó sola con todas sus novelas que amaba leer y releer, comenzó a pensar en Gabin, en que Klaus, sin conocerla, la conocía más que su propio prometido. No sabía donde llegaría su futuro, pero sabía que con él a su lado no sería feliz. No si él no cambiaba y no lo iba a hacer. Negó con la cabeza, recogiendo aquel libro para leer esa misma noche, cuando llegara de aquella gala donde vería a sus antiguos compañeros y se marchó del despacho.

Ella caminó lento, algo extraño en la joven, ya que era de paso ligero. No estaba bien, no lo estaba desde hacía mucho tiempo. Las cosas estaban siendo complicadas y más desde que había subido aquel artículo, pero no iba a dejarlo atrás, no iba a rendirse por lo que había luchado y menos por lo que había perdido. Aquello era mucho más que un político corrupto, mucho más y no debía arrepentirse por subir aquel artículo que podría salvar vidas.

Su madre le había enseñado que no debía arrepentirse por las cosas que elegía, que era su decisión, la decisión de ella y de nadie más. Y Ágata iba a cumplir la palabra de su madre hasta el final, hasta que el tiempo la dejase. Aunque fuese un camino duro.

Llegó al gran salón, encontrándose con todos sus nuevos guardaespaldas, principalmente a Klaus, quien estaba de espaldas a ella y podía verle ese buen trasero que poseía el hombre. Ágata sonrió al pasar detrás de él.

No pudo evitar morderse el labio al ver como ordena, lo mandón que puede llegar a ser y empezó a sentir cosas en su estómago mientras se soltaba el labio y se acarició el labio inferior con la yema del dedo, algo avergonzada por mirarlo tan, demasiado, muy descaradamente.

Llegó a la cocina, abrió la nevera y sacó un zumo de naranja para luego girarse y mirar la reunión desde lejos, observando como uno de ellos, el rubio llamado Enzo no dejaba de mirar a la joven pelirroja llamada Wanda. Ágata los vio extraños, como notando que algo había entre ellos y elevó la ceja al entender las cosas.

La presencia de Black hizo que Ágata dejase de mirar aquella pareja.

—¿Estás bien? —cuestionó él, quien veía que la joven no estaba bien desde que había entrado al salón.

Y Ágata no pudo dejar de maldecir lo observadores que eran todos los guardaespaldas, sobre todo el suyo personal y que la estaba trayendo por la calle de la amargura al sentir cosas prohibidas por él.

—Si. Gracias Black —sonrió ella.

A lo que Black sonrió también.

Entre ellos se llevaban bastante bien, aunque apenas se conocían. Era un vínculo amigable del cual Black iba a serle sincero en todo lo que podía, aunque Ágata estuviese en un momento triste de su vida.

—¿Sabes? Conozco muy pocas personas que lo tienen todo y siguen teniendo humanidad —inició él, haciendo que Ágata lo observara patidifusa. —Tu tienes un corazón demasiado grande para estar con un hombre que carece de tal. Y creo que, por esa razón, por ser tan cercana con las personas, que tienes más personas que se preocupan por ti. Personas que ni conoces.

Ágata no pudo creer en esas palabras. Ella pensaba que no había muchas personas que se preocuparan por ella, solo su hermano y, quizás, su prometido. Pero a veces olvidaba que Klaus se preocupaba por ella, mucho más de lo necesario.

—¿Preocuparse por mi? Si me acuchillan en las tertulias.

Black negó con la cabeza, sabiendo que esos solo eran unos pocos que levantaban la voz.

—Los que más gritan solo hacen bulla. Los que hablan en voz baja hacen más daño y son una gran mayoría. —le guiñó el ojo, haciendo sonreír a la joven.

—Eres el mejor chófer que jamás haya podido tener.

—Y espero que siga siendo así. Si no me desbanca Klaus —murmuró, dejando a Ágata asombrada por ello. —Una agradable conversación, Ágata —dijo cortésmente frente a ella, a pesar de que volvería a las andadas con sus famosas palabrotas frente a su equipo.

La joven siguió observando a Klaus, con una mirada tranquila y notando esa tranquilidad en él. No podía evitar sentirse bien al hacerlo, aunque siguiera pesando que era algo clandestino siendo su guardaespaldas y estando prometida.

Pero, ni con eso, dejó de mirarlo y, por un instante, Klaus y sus ojos azules le devolvieron la mirada y la sonrisa, haciendo sonrojar a Ágata desde la lejanía.

🥀

La joven rubia se encontraba en su pequeño vestidor que compartía con Gabin, terminando de colocarse el vestido, cuando la puerta de su cuarto sonó.

—Pasa.

Una pelirroja entró, con aquel traje de guardaespaldas que solía ponerse y se acercó a Ágata para avisar de que todo estaba listo.

—Señorita Conte... —No acabó la frase cuando Ágata la cortó.

—¿Pero porque no pueden tutearme? —preguntó, levantándose de la silla y acercándose a ella y, con aquella simpatíca y dulzura que solía ser con las personas, dijo—. ¿Wanda verdad? —Ella asintió. —Llámame Ágata, por favor.

Wanda arrugó su frente, negando con la cabeza para decir;

—Pero sería descortés siendo la jefa. Además, Klaus no le gusta que llamemos por su nombre al cliente.

Ahora era Ágata la que tendría una conversación muy profunda con Klaus.

Negó con la cabeza mientras ignoraba el nombre de Klaus.

—No hagas caso a Niko. Aquí no habrá problema porque me llames así —respondió sonriente.

Y aquel nombre le hizo gracia a Wanda.

—¿Niko?

La rubia movió sus hombros divertida.

—Un pequeño nombre que le he puesto. —Miró a su escolta y preguntó preocupada. —¿Ocurre algo?

—Solo vengo para saber si necesitas algo.

Negó para luego sonreír.

—No. Todo bien. —Ágata le guiñó un ojo y entonces recordó lo que había visto hacía unas horas aquella tarde. —Wanda, ¿puedo preguntarte algo íntimo?

Aquello hizo alarmar a su guardaespaldas, quien no llevaba bien lo de entablar conversación con Ágata, ya que no la conocía y confiaba en las malas lenguas que hablaban mal de aquella joven. Pero ver que no era maleducada como los tertulianos solían decir, o que realmente si miraba a los ojos a las personas, se hizo replantear si la había prejuzgado mal.

Y así era.

—Bueno...

Ágata miró a los ojos aquella joven y cuestionó;

—¿Te ocurre algo con Enzo?

—¿Enzo?

Ella asintió.

—Yo, no... —No quería mentir, por lo que cambió de palabras. —Bueno, si. Pero es algo que debemos solucionar y él, no quiere.

Ágata volvió a asentir.

—Permíteme decirte que, lejos de que él no quiera solucionarlo, lo tienes bien cogido por los huevos.

Aquello le hizo reír a Wanda por la expresión tan española que había utilizado y es que, a veces, se olvidaba de las palabras que solían utilizar. Ambas rieron por aquello, olvidando el trato jefa-empleada que odiaba Ágata, la cual, le gustaba tratar a la persona con amabilidad, como alguien de igual a igual, no como hacían otras personas.

Y poco a poco, los que trabajaban para protegerla, empezaban a ver la manera de ser tan amable de la joven.

Entonces, Ágata preguntó;

—¿Vas a ir vestida de guardaespaldas?

Wanda miró su traje y asintió-

—Es... cómodo.

Ágata asintió. Podría ser cómodo, pero por la cara que llevaba Wanda, parecía que no lo era del todo.

Observó su armario y luego el cuerpo de su guardaespaldas, la cual, la talla parecía encajar.

—Aunque llama la atención —dijeron ambas a la vez.

Nuevamente rieron.

Sin conocerse, empezaron a llevarse bien.

Wanda estaba trabajando, pero era cierto que llamaba la atención que fuera a una gala vestida así. Debía ir como los demás, como un traje de color negro con unos pantalones largos y sueltos con la espalda al aire o algún vestido hermoso que ella tendría en su armario. Wanda le gustaban todos los vestidos de Ágata, pero era descortés ponerse alguno de ella.

—¿Por qué no te poner alguno de mis vestidos? —cuestionó la joven rubia, tomando la muñeca de Wanda y adentrándola en su vestidor, como tal hada madrina fuera. —Ven, elige un vestido que te resulte cómodo. Así dejas babeando a Enzo y trabajarás de incógnito.

🥀

Un rato más tarde, un hombre robusto, alto y fuerte, caminó con paso decidido hacia el cuarto de aquella dama. Llevaba más de 2 horas allí dentro y la gala había comenzado desde hacía 1 hora.

Abrió la puerta sin avisar para saber si estaba lista, pero lo que se encontró fue peor que el no saber porque estaba tardando tanto. Al menos, para un amigo suyo que debía controlar a la perfección.

Una Ágata hermosa, con un vestido largo de noche de color negro, la cual le dejaba la espalda al aire, se encontraba mirando a su espejo y terminando de maquillarse.

Klaus tragó saliva costosamente al ver como iba haciéndose la línea del ojo, con los labios entreabiertos, centrada en su labor. Y aquello, por raro que sonaba, amó ver. Al lado del espejo se encontraba la gran ventana, donde veía el centro de París en la noche desde ahí y la imagen era tan perfecta, que no sabía si lo estaba soñando.

Se acercó sigilosamente a ella, pero Ágata ya lo había visto entrar desde hacía varios minutos.

Sin moverse, ella preguntó;

—¿Se le ha perdido algo, Niko?

Y es que, resultaba que era una frase que le gustaba decirle a su escolta.

—Solo vengo a ver si estaba lista —respondió con la voz grave.

Se acercó más peligrosamente a ella y tragó saliva al oler aquel perfume tan perfecto que le quedaba sobre su piel.

Ella, mirándolo desde el espejo y él, mirándola desde el mismo sitio. Ágata dejando de maquillarse con Klaus detrás de ella, casi pegada a su espalda desnuda y sintiendo aquel pecho duro de su guardaespaldas.

—¿Usted cree que estoy lista?

Klaus no dejó ni que una pizca de aire entrara entre sus cuerpos, pegando su pecho en la espalda desnuda de ella y olvidó todo. Lo prohibida que estaba, lo que no debía hacer, la regla de oro, incluso hasta el prometido de ella. Todo y alargó la mano sobre la cadera tan esbelta de ella, lisando el vestido negro de Prada que adoró ver en el cuerpo de la joven.

Su toque fue la perdición de Ágata, la cual estaba tensa, esperando el siguiente movimiento de él y en el cual, aquel simple toque, la excitó más de lo que podría haberla excitado Gabin o cualquier novio que hubiese tenido.

La mano de Klaus estaba tocando lugar prohibido y sus labios se acercaron en el oído de ella, pegando su otra mano al otro lado de su cadera.

Y un suspiro largo y excitante para Klaus, salió de la garganta de Ágata.

—Estás muy guapa —susurró.

Y sin más, se alejó de ella, dejándola agotada completamente por ese simple toque.

Ambos caminaron hasta el ascensor, llegando al recibidor, caminando como aquella pareja explosiva que era. Y dejando al recepcionista hipnotizado por la belleza natural de aquella joven.

Klaus la acompañó al coche, abriéndole la puerta, ayudándola a subirse y luego, subiéndose al lado del copiloto con Black de conductor.

Ninguno de los 3 dijeron nada, pero todos sabían que la noche prometía ser larga.


***

Cuidado, no vaya a ser que papi Klaus las castigue por portarse mal ;).

¿Que les ha parecido este capítulo?

¿Les está gustando la novela?

Sé que muchos pensarán que Ágata debería dejar a Gabin y así, pero no es fácil. Y la historia todavía está empezando para conocer por completo a los personajes. A parte de que salir de una relación tóxica no es nada fácil.

¿Cuál es, hasta el momento, vuestro personaje favorito?

Nos leemos, prohibidas.

Patri García

Y no se porten mal, que papi Klaus castiga ;)

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