D O S | E N C U E N T R O 👠
«Iba a ser más complicado de lo que creía, pero una vez dentro no podía echarme atrás»
Klaus
En uno de esos días lluviosos, frío y húmedos de París, las personas paseaban bien abrigadas y corriendo de un lado al otro para ir a sus respectivos lugares de trabajo. Muchos de ellos llevaban paraguas, pero otros, menos previsores, solo podían resguardarse debajo de sus chaquetones.
Un hombre galante, formal y serio, se encontraba fuera del aeropuerto, bien vestido con uno de sus flamantes trajes oscuros y un gran paraguas, el cual no se mojaba ni el extremo del hombro. Era tan atractivo que muchas mujeres francesas no podían dejar de mirarlo con una sonrisita y observándolo de arriba abajo de la buena figura que trabajaba día a día. Estaba tan inmerso en observar todo lo nuevo que había a su alrededor, que se olvidó que había un taxi libre a escasos metros de él.
Arrastrando su única maleta negra, se acercó al taxi y preguntó si estaba libre, con la aprobación del conductor que, amablemente, le ayudó a guardar sus pertenencias y una vez dentro, este le formuló;
—¿A dónde le llevo?
Nada más decirlo desde los asientos traseros, el conductor se puso en marcha hacia un viaje largo y en el que el guardaespaldas de su nueva clienta, observaba todo el lugar. Se había acostumbrado a mirarlo todo, incluso hasta lo que era menos importante para cualquier persona, para él era un mundo. El mejor en su categoría y que había sido condecorado en varias ocaciones cuando estuvo en el ejército.
El conductor no tardó en sacar conversación, debido a que era un hombre hablador y el cual le encantaba disfrutar charlando con los extranjeros. Pero pronto empezó a ver que su cliente no era un hombre de muchas palabras cuando la mitad de todas sus preguntas le respondía con un tajante «si» o un simple «no».
Klaus era un hombre de pocas palabras, considerando así que lo necesario solo debía decirse en pocas palabras para que los demás lo entendieran. Por eso quizás la gente le consideraba frío, porque era directo, demasiado, pero así había aprendido a vivir, así lo habían enseñado. No conocía otra forma de vida que no fuera ser quien había trabajado en convertirse.
Una vez recorrieron las famosas calles parisinas, pasando de los barrios más pobres y más conflictivos, a los más galantes y famosos. El conductor llegó a una calle trasera y desconocida que jamás había visto Klaus. Él era un tipo que había viajado a muchos lugares del mundo, visto de todo y conocido más culturas que cualquiera pudiera imaginar. Era una mezcla de cada parte del mundo.
—Aquí es.
Klaus, sin salir, observó el lugar desde la ventana del coche, mirando el edificio tan alto el cual se encontraba su clienta y, dándole las gracias con toda educación, se bajó del coche junto con su maleta y su paraguas, para entrar al lugar.
Bajó el paraguas una vez ya el agua no le empapase el traje y miró atentamente cada parte del vestíbulo, encontrándose con varias plantas decorando el lugar, dos ascensores en el fondo, un sofá bastante cómodo en un lado y un recepcionista aburrido estropeando lo serio del lugar.
Klaus elevó la ceja y, arrastrando su maleta mojada, se acercó al hombre esperando que le llamase la atención por como estaba ensuciando el suelo del recibidor. Pero en ningún momento levantó la vista de la pantalla, y juró que estaría jugando al Fortnite por lo concentrado que se encontraba. Y el reflejo del espejo que el recepcionista tenía detrás le decía que tenía toda la razón.
Carraspeó mientras se apoyaba con un brazo sobre la mesa.
El joven elevó la mirada y tan rápido como vio un cliente, cerró el juego y la pantalla se quedó en azul.
—Buenas tardes, señor. —El joven se irguió, arreglándose de paso la corbata para luego preguntar—. ¿Le ayudo en algo?
El guardaespaldas siguió mirando al chico con una mirada seria, buscando algún indicio de que le hiciera más preguntas y así ver lo seguro que era esa entrada al piso de la persona a la que debía proteger.
Esperó unos segundos para mirarlo todo y respondió;
—Si, voy a visitar a Ágata Conte. —Su voz imponía nada más hablar y el recepcionista le impuso tanto, que tragando saliva se atragantó.
Carraspeó para que ese hombre obtuviese su respuesta rápidamente.
—O si, planta 7 —dijo y Klaus elevó la ceja al no pedirle documentación. —Que pase buen día.
Torció su sonrisa para contestar;
—Igualmente.
Al subir al piso, se encontró con un rellano galante, decorado con plantas y con una puerta gris con el número 7 frente a ella. No puedo evitar elevar la ceja al ver lo bien obsequioso que era aquel edificio. Por ello, se acercó a la puerta y tocó 2 veces para luego esperar pacientemente con aquella espalda recta.
Contó 5 segundos antes de que alguien alto le abriera, pero no tan alto como él.
Otro guardaespaldas extraño, que lo miraba de arriba abajo, le abrió la puerta. Ni siquiera se dirigieron palabra, pero Klaus era muy experimentado en todo ello y sabía que esa persona tendría que dedicarse a la protección privada.
Nuestro protagonista arrugó su entrecejo al oír demasiado barullo tras el guardaespaldas. Habiendo un contraste entre lo serio y delicado que estaba decorado el edificio, al barullo de gente que había dentro de aquel piso número 7.
Klaus observó todo, incluso como lo estaba mirando aquel guardaespaldas que ni siquiera le saludaba, por lo que tuvo que ser él el que iniciara la conversación.
—Soy Klaus, el jefe de seguridad —se presentó.
Pero el otro hombre no dijo nada y lo dejó pasar sin más, sin ni siquiera asegurarse de que era la persona que estaba diciendo. Por lo que vio que su clienta no estaba nada segura en aquella torre. Negó en su interior al ver la poca seguridad que tenía aquella mujer. Era tan fácil acceder a donde ella vivía que no le extrañaba que tuviera tanto miedo.
Nada más pisar un pie en el piso, se encontró con Nolan, el hombre que le había ofrecido aquel trabajo y que él casi rechaza. Aunque viendo el panorama, hubiese sido mejor haberlo rechazado.
—¡Oh, por los Dioses del Olimpo! ¡Ha venido! —gritó, como si fuera él su cliente. —Por favor, sígame.
Klaus lo siguió mientras miraba el piso, que era bastante grande y pudo observar que debía haber otra planta por la escalera lujosa que había en medio de la sala. Pero no se fijó en tantos detalles como solía hacer debido a todas las personas que se encontraban en esa sala, imaginándose que debían ser ayudantes de aquella mujer y que no paraban de hablar con demasiada fuerza.
Él era un hombre que le encantaba observar la belleza, pero por las palabrotas que se dedicaban unos a otros, esa belleza desaparecía.
—¿Y este barullo? —cuestionó mientras seguía a Nolan hacia uno de esos pasillos.
Nolan lo miró unos segundos para luego volver su vista hacia la dirección a donde se dirigían.
—Suelen ponerse así cuando se acerca la feria del libro. —Abrió la puerta al final del pasillo y señaló al que Klaus creía que era un despacho. —Por favor, espere aquí.
El guardaespaldas dejó a un lado su maleta junto con su paraguas y se quedó dentro del despacho, esperando con la puerta abierta.
Escuchó a Nolan tras él llamar a alguien;
—Mateo, ¿puedes llamar a tu sobrina? Ya está aquí su guardaespaldas.
Klaus miró el despacho, un lugar de trabajo que estaba bastante ordenado, exceptuando una pequeña mesa, alejada del escritorio, donde había miles de papeles esparcidos por todo ese trozo de lugar. El hombre observó aquella biblioteca, muy personal donde incluso dividía las novelas.
Por un lado, se encontraban las de misterio y policíacas, como tanto le gustaban leer a Klaus. Por el otro las románticas y dramáticas. No dejó de mirar cuando observó un lugar lleno de libros de periodismo e históricos. Había de todo en esa biblioteca, pero lo que más le llamó la atención era lo ordenado que se encontraba. Y como buen amante de libros, Klaus le dio una buena nota a aquel trozo de lugar.
Cuando giró su cabeza, observó una ventana amplia, donde entraba mucha luz y a la vez, donde veía una buena vista de la ciudad. Gracias a la altura considerable en la que se encontraban podían ver más de lo que pocos de esa calle podían ver.
Klaus esperó pacientemente, hasta que entraron varias personas dentro de aquel despacho, que supuso que era de su clienta.
El abogado Nolan, el guardaespaldas «simpático» y un joven que rondaría entre los 25 u 30, con un traje bastante elegante, se quedaron frente a él.
—Usted debe ser el que pondrá orden este lugar —dijo el desconocido. Alargó la mano y la estrechó con Klaus. Él la aceptó con educación. —Soy Gabin Gros, el prometido de Ágata.
Él asintió al escuchar el nombre de la mujer que debía proteger y elevó la ceja al ver lo joven que era el prometido. No tenía ninguna foto de Ágata, lo único que sabía es que era española, periodista y escritora. Ni siquiera sabía la edad de ella, pero se había hecho una idea de que debía rondar los 35 u 40, debido a la vitrina llena de premios que tenía en aquel despacho.
Una persona tan joven no tendría tantos reconocimientos, o al menos que él creyese.
—Klaus —contestó, estrechando su mano con firmeza.
Todos se quedaron callados, hasta que escucharon unos pasos firmes provenientes del pasillo. Klaus no se había percatado de que habían cerrado de la puerta del despacho hasta que alguien la abrió. Él se giró para mirar hacia sus espaldas y se quedó asombrado al ver a su clienta.
Una joven de entre 25 a 30 años se encontraba frente a él, con un cabello rubio natural amarrado en una trenza y algo despeinada. Llevaba vestimenta de gimnasio, con un sujetador deportivo blanco y negro, unos pantalones negros ceñidos a sus piernas y unas zapatillas blancas.
Klaus no pudo evitar observar las curvas que poseía aquella chica y se veía que hacía gimnasia porque poseía una buena figura que cuidaba, con unas caderas bien redondeadas, una cintura estrecha y un vientre plano. Estaba algo sudada por el ejercicio y su pecho de movía con violencia mientras observaba con esa mirada que hizo intimidar un poco a su guardaespaldas.
La joven Ágata tenía unos ojos vistosos, grandes y marrones que no dejaron de mirar a aquel hombre que tenía frente a ella y que le sacaba una cabeza.
El hombre se quedó impresionado por la belleza de aquella muchacha y tuvo que tragar saliva al ver que sus predicciones habían fallado y que no era, para nada, la mujer que había creado en su mente.
—A ver, ¿qué es eso tan importante para que me interrumpan el entrenamiento? —preguntó ella, aún con las mejillas rojas y mirando, ahora, a todos los que se encontraban en ese despacho.
Nolan fue el que inició la conversación;
—Ágata, este es Klaus; su guardaespaldas personal.
Ágata miró a Klaus con aquella mirada intensa y fuerte, y preguntó;
—¿Usted es el famoso guardaespaldas que me han recomendado hasta la saciedad?
Poseía una voz atractiva, algo agotadora tras el gimnasio, pero que no dejaba de ser atrayente para Klaus. Y el guardaespaldas pudo sentir esa atracción intensa nada más ella entrar por la puerta de su despacho.
Fue tanto aquella atracción, que hasta Ágata lo pudo sentir.
Klaus, con toda la normalidad del mundo y fingiendo que no había sentido aquello, se acercó ella y colocó su mano para que ella se la estrechara. Al hacerlo, ese toque fue tan electrizante, que ambos respiraron con rapidez mientras se miraban fijamente.
—Encantado, señorita Conte —susurró con aquella voz grave y Ágata no pudo dejar de mirar en el atractivo de aquel hombre. —Estoy aquí para protegerla, pero necesito más información.
Ella fue a hablar, pero su prometido la interrumpió, como si no existiera.
—Hace 2 meses que mataron a su padre delante de Ágata y a ella casi la matan, si no llega a ser porque la policía llegó antes de que aquel hombre apuntara al cerebro de ella... —dijo Gabin. —El problema es que huyó.
Klaus y su «exagerada» sinceridad, salieron a la luz.
—¿2 meses? —La miró algo asombrado, pero su rostro era tan serio que apenas era perceptible a la vista. —¿Y todavía está viva?
Ágata elevó una ceja y sacó humor por donde jamás lo habían sacado de la abrumadora sinceridad de Klaus.
—Vaya, un guardaespaldas que se preocupa... Me gusta —susurró divertida, sacando sus dientes blancos y perfectos.
El alemán apretó la mandíbula al ver lo maleducado que era. Era algo que no le gustaba de él, ser tan sincero porque podía dañar los sentimientos de los demás, pero no podía evitarlo.
—No me malinterprete, pero ese hombre está tardando mucho en poder deshacerse de usted —dijo Klaus. —Eso significa que está planeando algo y no me gusta nada.
La joven asintió en respuesta, sin importarle que fuera tan sincero;
—Eso es lo que no entiendo. Por eso le he contratado —continuó—. A mí me da igual si me ocurre algo. Lo catastrófico sería que mi hermano le ocurriese lo mismo que a mi padre y visto como está las cosas y las amenazas que sufro... Estoy segura que le harán algo.
El guardaespaldas elevó una ceja ante la respuesta de la mujer.
—¿Y qué quiere que haga? —preguntó, sabiendo por donde iban las cosas.
Pero ese no era el contrato que él había aceptado.
—Proteger a mi hermano.
Negó con la cabeza al oír aquello de su clienta y dijo;
—Señorita, estoy aquí para protegerla a usted. Puedo ponerle protección a su hermano, pero yo voy a estar a su disposición —concluyó y juró que pudo ver como la joven se sonrojaba un poco, y no era esta vez por el ejercicio.
Ella asintió.
Klaus se colocó la corbata con elegancia, pero necesitaba más información, más cosas para saber cómo protegerla. Por eso le preguntó;
—¿Algo más que deba saber, señorita Conte?
La joven Ágata no le gustaba que la llamaran por su apellido, eso para la mujer era algo demasiado correcto y a ella no le gustaba lo correcto. Solía ser rebelde, fuerte, apasionada y sensual. Ella no era como las demás, ni por asomo y Klaus tampoco era como los otros hombres... Ni se le acercaban.
Entonces, sin corregirle a su guardaespaldas, se acercó a él con esa sensualidad para moverse y dejar las cosas claras desde el principio.
—Si... —inició, mirando hacia los ojos del hombre, analizando más tarde los labios del guardaespaldas para contestar—. Aunque esté amenazada seguiré yendo a conferencias, firmas de libros, presentaciones y premios, entre otros.
Klaus no dudó ni un segundo.
—Rotundamente no.
Una sonrisa de Ágata hizo que sus dientes, hermosos y perfectos, contestaran;
—No era una pregunta para pedirte permiso —respondió—. Mis lectores son lo primero.
Y, despidiéndose de todos los hombres que había en ese despacho, se giró para volver a su entrenamiento, contoneando sus caderas de un lado al otro y esa agilidad para moverse que tenía la joven.
Gabin, el prometido de ella, se acercó al nuevo guardaespaldas para comentar;
—Es una leona difícil de domar.
Klaus lo miró, elevando una ceja, pero negó en cuanto se encaminó fuera del despacho.
Observó fugazmente al guardaespaldas que le abrió la puerta y, mirando a Nolan, dijo;
—Hay mucho que hacer aquí; no es un lugar seguro para la señorita Conte.
🥀
Tras revisar toda la casa, observando cada rincón de aquel piso, incluido la planta de arriba, pudo decir que ese no era un lugar seguro para aquella joven amenazada por un magnate. Si alguien, incluso un simple ladrón, decidiera entrar a esa «fortaleza», lo haría en un abrir y cerrar de ojos.
Primero, por el trabajador que había en la entrada de aquel edificio. Un lugar donde había tantos residentes ricos y más en ese barrio, tendría un trabajador para vigilar quien entraba. Pero aquel joven solo se percataba si ganaba o no en las partidas para pasar el tiempo.
Segundo, el acceso al piso. Un guardaespaldas jamás dejaría entrar a nadie sin pedirle documentación antes. Eso era un gran fallo de principiante que él había aprendido por las malas hacía años. Negó con la cabeza nada más recordarlo.
Y por último, las amplias ventanas que tenía Ágata, que cualquiera con un dron podría vigilarla y una simple alarma que no la protegería de un posible asalto.
No había protección e iba a hacer que aquel piso fuera imposible de entrar.
Se colocó frente a una de esas ventanas de la planta de arriba, observando las vistas y llamó a un viejo amigo que hacía tiempo el cual no oía aquella voz ronca y tan maleducada al que se había acostumbrado a escuchar.
Al cuarto tono contestó;
—Black, ¿cómo estás? —dijo al escucharlo.
Rápidamente la voz de ese hombre se escuchó, incluso hasta fuera del móvil.
—Cabrón, ¿cuánto hace que no me llamas? —preguntó soltando palabrotas de su boca. —¿Desde la mierda del puente? ¿Cuánto hace?
Klaus contestó normal.
—2 años.
—¿Y que cojones quieres?
El joven guardaespaldas sonrió al alegrarse de escuchar a ese amigo de hacía años. Quien le había enseñado todo lo que Klaus sabía de protección.
—¿Sigues siendo chófer?
Una fuerte tos se oyó y luego contestó;
—Tengo 78 años, estoy en mi mejor momento. Si es pregunta esa... Gilipollas —dijo y Klaus no pudo evitar sonreír.
Lo conocía tan bien que sabía que esa era la manera de ser de Black. Hablaba así siempre, a todas horas, aunque fuera una conversación seria, empezaba con una palabrota y acababa la dicha frase con otra. Los que no lo conocieran no les caería bien, pero una vez empezabas a entender la manera de ser de Black, ya todo era diferente.
—Perfecto, porque estoy en Paris y te necesito. Eres el mejor conductor y has sido el mejor jefe de seguridad —dijo el joven.
El sonido de un vaso colocándose en una mesa le hizo entender a Klaus que Black estaría bebiendo whisky. Tenía un vicio con esa bebida, pero cuando tenía un trabajo, no entendía cómo es que Black conseguía dejarlo y no probar ni una gota hasta que acabara su labor.
—No hace falta que me lamas tanto el culo, ya lo tengo brillante.
Klaus miró hacia el cielo y negó con la cabeza.
—Siempre tan humilde...
—Aún sigo esperando por esa partida de ajedrez que me prometiste hace tiempo.
Sonrió.
Era cierto que le había prometido una partida de ajedrez, pero eso era cuando terminase su trabajo, cuando dejara de ser guardaespaldas. Iba a dejar de serlo después de su último trabajo, pero luego le llegó este otro y algo dentro de él le hizo aceptarlo.
Pero esta vez iba a ser su último servicio.
—Y créeme, voy a cumplir esa promesa —contestó—. ¿Te apuntas?
—Por supuesto, ¿por quién me has tomado? ¿Por el idiota de Kevin? —recordó a uno de los compañeros de Klaus y el cual cometió el peor error que podía hacer un novato en la seguridad.
El alemán asintió.
—Mañana te espero aquí. Te enviaré la dirección. Tráete a Enzo, Wanda y Blake; también los necesito.
—¿Cuántas personas vamos a proteger?
Klaus esperó unos segundos para decir;
—Una.
Juró que había escuchado una palabrota bastante obscena de Black y se giró para observar el suelo de mármol que había colocado por todo el piso.
—¿Y para una necesitas 3 guardaespaldas y un chofer viejo? —preguntó.
—Y a mí que me parece poco...—dijo, pensando que tenía que poner más personas también para el hermano de esa joven. —Este caso trae mucho comedero de cabeza. Necesito que me los traigas.
No dudó ni un segundo.
—Vale, mañana a primera hora. —Colgó Black y Klaus se guardó su móvil dentro de la americana que tenía.
Y cuando levantó la mirada, vio a su clienta besando a su prometido, mientras que Klaus siguió su camino, pasando cerca de aquellos para hablar con el abogado Nolan sobre aquel caso.
***
¿Que les ha parecido este capítulo?
¿Les gusta Ágata? Aunque todavía es muy pronto para conocerla, seguro que les va a encantar su manera de ser y sus... habilidades.
¿Y los otros personajes?
Bueno, espero que para empezar les esté gustando esta novela. Los capítulos serán así o más largos, algunos serán lo suficiente largos como para luego pedirme más ;).
Por cierto, les presento a Klaus. Yo me lo imagino así y es que el modelo es tal cual yo lo imaginé. Pero esta es la imagen que yo le he dado, ustedes le pueden dar la imagen que más se le asemeje a ustedes.
Nos leemos, prohibidas.
Patri García
Aquí abajo Klaus ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro