D I E C I S É I S | L Á G R I M A S 👠
«Descubrir lo que sufría ella, eso si era doloroso para mí»
Klaus
Una joven Ágata estaba sentada al lado del pequeño sillón que tenía pegado a su gran ventanal, en su cuarto. Se encontraba leyendo uno de esos libros eróticos que tanto le gustaba leer sin miedo alguno y, observando como llegaba a ciertas partes íntimas entre los protagonistas, no pudo evitar pensar en la escena que vivieron Klaus y ella en la fábrica abandonada.
Sus piernas estaban pegadas y se pegaron más, apretándose entre si a la vez que recordaba como las manos de Klaus pasaban por todo su cuerpo y sentía el miembro erecto de él sobre su sexo. Sintió un latido entre sus piernas que la hicieron restregarse en el sillón, como si la pudiese ayudar.
Pasó la página y siguió leyendo y, cualquiera que pasara, podía ver sus pupilas dilatadas por los miles de sensaciones que tenía en ese instante. Se apretó mucho más y se mordió el labio inferior, tragando secamente y recordando las miradas que compartieron en aquella fábrica mientras estaban a punto de llegar al final. Por desgracia, no acabaron por la llamada de Black, pero esa imagen no se le quitaba de la cabeza, a pesar de que había pasado más de una semana.
Tragó más fuerte mientras bajaba una de sus manos y dejaba la novela a un lado. Aprovechando que en el cuarto estaba ella sola, trató de buscar placer por si misma pensando en su escolta y aquellos dedos tan largos que poseía.
Gimió al sentir uno de sus dedos ahí, cuando se escucharon 3 toques y Ágata creía que la maldición la perseguía hasta en el ámbito sexual.
Volvió a tomar su novela, se cruzó de piernas y dejó que pasara la persona que estaba al otro lado. Pero su rostro lo decía absolutamente todo.
La cabellera rubia de su hermano Thiago apareció y Ágata lo miró, dejando de neuvo la novela a un lado.
—¿Puedo pasar? —cuestionó y su hermana no le iba a negar nada.
—Pos supuesto. —Observó como Thiago entraba en el cuarto, cerrando la puerta y dirigiéndose hacia ella, con cierta distancia. Ágata preguntó. —¿Te gusta tu cuarto? Quería que tuvieses las mejores vistas. —Sonrió con aquella hermosa esencia de la joven.
Thiago, en cambio, se le veía nervioso, como si ocultase algo que deseara sacar a la luz para que la persona que más le importaba, lo supiera. Pero no sabía como hacerlo. Ágata lo miró, extrañada, elevando la ceja y sin dejar de mirarlo.
El joven sonrió para contestar;
—Es perfecto.
Ágata sabía que le ocultaba algo, pero prefería que fuera él quien se lo dijera, no le gustaba agobiar a nadie.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó, refiriéndose a sus adicciones.
Thiago se metió las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros desgastados para responder;
—Dime la verdad... Me trajiste aquí porque temías que volviese a caer en la mierda, ¿verdad?
Sus ojos, perdidos como los llevaba teniendo desde hacía años, miró a su hermana pequeña, quien se levantó de su pequeño rincón de lectura y se acercó a su hermano mayor.
Podía verlo mal y no le gustaba verlo de aquella manera. Echaba de menos y mucho a su antiguo hermano, el que le gustaba gastar bromas, el que la molestaba y siempre estaba por y para ella.
Pero ese hermano no lo volvería a ver nunca. Ya lo tenía más que asumido.
Aun así, el recuerdo de él seguiría en su mente y el hermano que tenía ahora, lo quería mucho y lo seguiría queriendo. Era su hermano, jamás lo dejaría de amar.
—Nuestro tío dijo que era por seguridad. —Fue clara, algo que Ágata le gustaba ser con las personas. Era clara y concisa, no lo iba a ser menos con su hermano—. Quiero que estés bien y no quiero verte tirado entre basura como aquellas veces...
Recordó aquella escena, cuando ella y su padre fueron a buscarlo en una de esas tardes que llevaba sin aparecer desde hacía días. Y cuando vio, desde tan pequeña, como su hermano tenía aquel aspecto de drogadicto... Fue muy duro. Lo peor era ver como sus padres sufrían en silencio de las adicciones de su hijo mayor y Ágata se prometió que jamás haría sufrir a sus padres por nada del mundo. Aunque sufrieron al ver como su hija salía con un maltratador, la cual ella no era consciente en esos momentos.
Entonces, Thiago dijo;
—He sido un hermano horrible...
Los ojos de Ágata, tan marrones como los de su madre, observaron a su hermano y negó con la cabeza, tratando de tranquilizarlo para que no se sintiera de aquella forma.
Y lo peor vino cuando Thiago escondía algo que realmente quería decirle a su hermana pequeña.
—Ágata...
La joven contestó;
—Dime.
Los labios de Thiago se cerraron para volver a mirar el paisaje de la habitación de su hermana y no habló, por vergüenza y por miedo a como ella pudiese reaccionar. Y eso fue lo que no entendió Ágata al ver que su hermano le estaba ocultando algo.
¿Quizás había vuelto a caer en aquellas sustancias? ¿Había vuelvo con la bebida o era algo más? Temió pensar que su hermano estuviese enfermo después de tantos años tomando todas aquellas cosas y sus ojos se dilataron de tan solo pensarlo.
Dio un paso al frente para preguntarle;
—¿Te pasa algo?
Thiago, por el contrario, dio 2 pasos hacia atrás y negó con la cabeza.
—Yo... —Miró a su hermana, a la pequeñaja con la que siempre era protector y apretó los labios antes de soltar lo que llevaba culpándose todo ese tiempo—. Todo lo que estás pasando... es por mi culpa.
El rostro de Ágata se esfumó cualquier indicio de color rosado que tuviese en sus mejillas, como solía tener a veces y el color más blanco apareció, como si aquello no se lo estuviese creyendo. Juró que cayeron varios ladrillos sobre sus hombros y arrugó la frente, sin entender absolutamente nada.
Pero al ver el rostro de su hermano, tan afectado como nunca, decidió indagar.
—¿A que te refieres? —cuestionó muy lentamente, mientras que Thiago se acercaba a la ventana y miraba las impresionantes alturas de ese sitio.
Sintió algo de vértigo y casi varias lágrimas amenazaron por salir de sus ojos.
—Todo es mi culpa —murmuró, temblándole la voz.
La hermana pequeña se acercó a él y tocó el hombro de Thiago para poder conseguir que la mirase a los ojos. Pero toda la información parecía falsa, sin comprender nada, como si no se lo creyera.
—Espera, respira Thiago. Siéntate y dime que pasa.
Él se negó a sentarse y, luego de varios minutos mirando hacia el horizonte, se giró para mirar a su hermana pequeña. Y se lo confesó, le confesó todo lo que había vivido en los últimos años y la culpa que llevaba dentro de él, que le comía por dentro.
—Yo... Hace años, coincidí con Le Goff en una fiesta —inició, dejando estupefacta a Ágata—. Estaba pasado de mierda y lo conocí en un momento de mi vida que necesitaba mucha droga.
Ágata lo escuchó, sin dejar de mirarlo en ningún momento, pero Thiago dejó de mirarla por vergüenza al saber que le contaría todo y el porqué de su culpa, el porqué creía que Le Goff la seguía a ella.
—Le Goff me vio que no tenía nada y me ofreció droga. No era de la mala, sino de la mejor calidad. Y cuando acepté esa droga, me ofreció un trabajo. —Tragó saliva, recordando aquellos momentos y sintiéndose un monstruo por ello—. Él me pagaría con dinero y droga y yo solo tenía que encontrar mujeres jóvenes para llevárselas a él. No sabía lo que estaba haciendo, estaba tan ciego por la droga que, cuando vi una vez que les hacía a esas mujeres yo... —Calló, cerrando los ojos y llorando.
La joven vio como los puños de él se cerraban con fuerza, quizás haciéndose daño con las uñas y habló;
—Thiago, cuéntamelo.
Se la veía pasiva, pero sorprendida por lo que estaba escuchando. Trataba de ser comprensiva, pero en el fondo, descubrir algo como eso de su hermano, era muy complicado.
—Lo dejé. No lo denuncié ni nada. Lo dejé y me fui —murmuró, humillado—. Y lo raro es que él me dejase marchar, pero había una advertencia en su mirada, una que no me gustó... Y no supe que era hasta que vi lo que empezaste a sufrir.
—Él me sigue por el artículo que hice, Thiago... —respondió ella, pero saber todo aquello solo le incrementaba esas horribles ganas de meter en la cárcel a Le Goff y cualquiera que lo ayudase a encubrirlo—. ¿Cuánto hace de eso?
—Casi un año. Por eso te persiguen, por eso mataron a papá... Quizás el artículo le hicieron aumentar sus ganas, pero ya tenía la vista puesta en ti por mí... Todo por mi culpa. —Y rompió a llorar—. Lo siento, Ágata.
Apenas podía entenderse que estaba hablando y realmente se le veía afectado. Ágata no podía sentirse de otra manera sino decepcionada por su hermano, por ver que había aceptado trabajar para Le Goff por dinero y drogas, pero en un momento en el que él era esclavo de sí mismo... Era difícil.
Dejó que su hermano llorase sobre ella y la joven lo abrazó con cariño, odiando ver a su hermano así de afectado.
Entonces, fue sincera con él.
—La droga te cegó... Pero hay que denunciarlo, Thiago. Hay que hacer pagar a Le Goff todo lo que ha estado haciendo —susurró y él asintió, capaz de hacer cualquier cosa por su hermana y por aquellas mujeres—. ¿Y la droga? ¿Dónde la conseguía?
Él negó sin saberlo.
—No lo sé. Me lo entregaba a mí y yo hacía todo lo demás. Quizás alguien que trabajase con él. —Dejó de mirar a su hermana y susurró. —No tengo perdón, ¿verdad?
Las manos de Ágata se posaron sobre las mejillas de él y contestó;
—Mírame. —Él volvió a hacerlo—. Cometiste un gran error, todo por las adicciones, pero...
—Lo sé...
La joven apretó la mandíbula y continuó;
—Pero no eras consiente de lo que hacías —respondió. —No puedes volver a fiarte de ese hombre.
Él negó rápidamente, humillado por lo que había hecho y sintió que merecía irse al infierno por ello. Por ponerle una diana a su hermana, por dejar que matasen a su padre por su culpa y por dejar que aquellas mujeres estuviesen a manos de Le Goff.
Y siguió llorando nada más pensarlo.
—Por favor... Solo te pido que me ayudes a no volver a caer. —Se refirió a las drogas y a la bebida y Ágata, mientras lo abrazaba, asentía, prometiéndoselo.
Haría lo posible para no tener que volver a ver a su hermano de aquella manera, sufriendo por todas esas adicciones.
—No lo permitiré, Thiago... Te lo prometo.
🥀
—Señorita Conte. —La voz de Klaus hizo levantar la mirada a la joven que se encontraba sentada en el despacho trabajando. Ella levantó la vista para poder mirarlo—. ¿Me necesitaba?
Estaba tan guapo como siempre, con aquel traje tan espectacular que solía ponerse y aquella corbata negra que amaba ver en su vestimenta. Aunque a la joven Ágata le fascinaba más verlo sin esa camisa blanca y le gustaría poder ver, algún día, a Klaus sin nada de ropa en su cuerpo.
Negó con la cabeza para quitar esos pensamientos tan sucios para centrarse en los hermosos ojos azules de su escolta.
—Si. Me han nominado para unos premios importaste de escritura —avisó, aunque ella ya tenía esa noticia desde hacía unos días.
Miró el día que era la entrega de premios y comenzó a asustarse de todo lo que podría pasar ahí. Ya ni siquiera quería salir del piso desde el último incidente y prefería estar más a salvo bajo el techo de su piso.
Klaus la observó desde la puerta, preocupado por esa joven.
Y lejos de que estuviese preocupado, no podía dejar de pensar en la última vez en aquella fábrica y todo lo que habían hecho en ese sitio. Esa noche no durmió pensando en ella y su mano no se relajó para nada.
Verla tan guapa como siempre, con aquel precioso vestido veraniego y con aquel cabello recogido en una hermosa coleta alta que dejaba ver el cuello de ella, le hacía sacar una sonrisa.
—¿Y que pasó? —sonó preocupado por su clienta.
Aunque a esas alturas, ya podían decirse que eran algo más que simple trabajo.
—Necesito tu opinión —dijo por primera vez desde que se conocían. La joven dejó de mirar el ordenador y preguntó, con un rostro angustiado—. ¿Debo ir?
Klaus, al verla de esa forma y notar que su seguridad ya no era tan fuerte como en otras ocasiones, le hizo ver que realmente estaba más que afectada que en otras ocasiones. Quería escuchar de ella que iba a ir si o si y tener que debatir con ella para que no fuera y así cruzar unas palabras como al principio de su relación, pero verla así... Le hacía ver que estaba mucho más preocupada que en otras ocasiones y no era para menos.
—¿Cuándo será? —cuestionó.
—Dentro de unos días.
Él negó rotundamente.
—Creo que es mejor que no.
Ágata hizo un gesto con los labios, como si no dejase de pensar algo que rondara por su cabeza. Y así era, desde que esa mañana su hermano había hablado con ella, su mente corría a mil por hora y ya no podía ni escribir una línea. Llevaba con bloqueo quizás más tiempo de lo que en toda su vida había estado y eso, sumándole todos los problemas que tenía, la hacía decaer mucho más.
La escritura era un método de escape de la realidad, de poder escribir sobre sus preocupaciones, sobre lo que su imaginación creaba, sobre cosas de su vida. Era un método para dejar a un lado el estrés.
Y contestó, alarmando más a Klaus;
—Me lo suponía.
Klaus, como buen caballero que llevaba meses protegiendo a Ágata, se acercó a la joven para decirle;
—¿Está bien?
De nuevo, aquella forma de hablar sin tutearla, la hizo sonreír por primera vez a lo largo de ese día.
—Si, Niko. —Aquel mote le hizo sacar más de una sonrisa y unas arrugas en el alrededor de los ojos de Klaus y continuó. —Tengo que trabajar si no te importa.
El protector de Ágata asintió y, todavía sin moverse, respondió;
—Estaré fuera por si me necesitas. —Caminó recto hacia la puerta, pero antes de abandonar la habitación, se giró y miró a la joven rubia, la cual ya estaba perdido por ella—. Y Ágata... —Ella lo observó con aquella mirada tan profunda—. Quiero que sepas que siempre estaré ahí. Pase lo que pase.
Y sin dejar que ella le dijera nada más, se marchó, protegiendo a la joven que tenía cautivado.
🥀
Los días siguieron pasando y Gaibn y Ágata se veían demasiado distantes. Sobre todo, por parte de ella, que ni siquiera se había puesto el anillo que Gabin le había vuelto a entregar. Quería dejar de lado todo aquello y hablar con Gabin seriamente en cuanto tuviese un hueco, para así dejarlo.
No quería nada con él, y ya había tomado esa decisión. Ya era tan claro, que Gabin ni siquiera se quedaba a dormir en aquel apartamento y se quedaba en la casa de su padre.
La noche del miércoles estaba ahí y una joven rubia se encontraba frente al ordenador, tratando de escribir unas líneas, pero solo había escrito algunas palabras salteadas. Ya era algo, pero nada que alegrase a Ágata.
La puerta de despacho estaba abierta, por lo que uno de sus escoltas entró y Ágata lo miró, sonriendo al ver que era Blake.
El joven necesitaba hablar con ella sobre unos asuntos y ella lo recibió, dejándolo entrar.
—Blake, ¿necesitas algo?
Él asintió con una sonrisa.
—Si, solo unos minutos de su tiempo.
Blake cerró la puerta, para la extrañeza de la joven y entró, metiéndose las manos en los bolsillos.
En todo ese tiempo había visto a Klaus con ese gesto. Él era un hombre de los pies a la cabeza y jamás se ponía las manos en los bolsillos. Pero eso a la joven no le dio importancia. Observó su mesa de despacho y vio lo llena de papeles, tanto arrugados como lisos. Negó al ver lo desordenada que era.
—Perdona el desastre que tengo aquí. A veces soy así de desordenada —contestó, acercándose de nuevo a su mesa.
Pero cuando se va a girar, las manos de Blake se posaron sobre los brazos de ella, inmovilizándola para su desgracia, pegando su cuerpo al de ella.
La joven abrió los ojos con rapidez y trató de mirar hacia atrás, pero Blake estaba tan pegado a ella que no podía girarse.
—¿Qué hace? —Se apresuró en decir.
Notó el aliento de él en su nuca y un escalofrío horrible comenzó a erizar su piel de la peor manera posible. El miedo apareció y se paralizo por completo al saber que ese momento sería su último con vida.
Quiso moverse, pero su cuerpo estaba inmovilizado y no había reacción de sus músculos. Y saber que uno de aquellos cabrones que estaba detrás de ella era uno de sus escoltas, le dio muchas ganas de sacar las garras para enfrentarse a él.
Pero su cuerpo no reaccionó.
—Solo probar lo que ya ha probado Klaus —susurró, pegando sus labios en el cuello de ella.
El miedo se apresuró al ver que las intenciones de Blake eran mucho más que matarla y tembló, tembló por todo lo que podría pasar y lo que pasaría y empezó a llorar al ver la impotencia de ello.
Quiso gritar, que alguien la escuchase fuera de su despacho, pero por desgracia Klaus había salido con Black y Enzo y Wanda tampoco se encontraban allí. Habían dejado a cargo de la protección de Ágata a Blake y los propósitos de él eran todas menos protegerla.
—Suélteme.
Pero él era mucho más fuerte que la joven.
—Ya os he estado viendo en las cámaras. ¿Por qué dejas que te toque Klaus y a mi no?
Las manos de Blake comenzaron a tocarla de forma vulgar, pasando por sus pechos y luego por el sexo de ella sobre la tela de su vestido veraniego. Las lágrimas de la joven siguieron cayendo mientras intentaba hacer cualquier gesto brusco, ahora que había recuperado las fuerzas, para poder pegarle, pero estaba tan bien agarrada que no lo consiguió.
Y entonces se giró para darle un buen puñetazo en la nariz de Blake, el cual lo dejó sangrando.
Pero a él le hizo gracia y, antes de que ella pudiese salir corriendo, la volvió a tomar del antebrazo y sacó un cuchillo de su americana.
Colocó el cuchillo sobre el cuello de ella, dejándola inmovilizada porque, desde que hiciera cualquier movimiento brusco, cortaría una vena y la mataría.
—Si te crees que por un poco de sangre me pondré a llorar, estás muy equivocada.
La giró, colocándola de espaldas a él y pegando el cuerpo de ella sobre la mesa, teniendo todo el acceso a la entrada de ella.
—Solo quiero probar esta carne, señorita Conte. Es una pena que una chica como usted no disfrute tanto del sexo con un prometido como Gabin. —Agarró la cabeza de ella, pegándola a la mesa mientras seguía llorando y gritando, pidiendo ayuda, pero nadie la escuchaba. —Te follaré y luego te mataré. Vales mucho más muerta y no sabes la de dinero que me darán por tu cuerpo.
Le subió la falda, arrancó sus bragas con el cuchillo y comenzó a bajarse los pantalones, cuando la puerta del despacho se abrió de golpe, rompiendo el manillar por la patada y entrando un Klaus que se quedó atónito por la escena.
Corrió hacia Blake como un simio y lo empujo contra uno de las estanterías que tenía Ágata para colocar sus libros. Tirándolo al suelo, Klaus se sentó sobre él y empezó a pegarle en el rostro como si estuviese fuera de sí, llenando de sangre el suelo y parte de la estantería mientras que parecía estar enloquecido.
Ágata se tapó rápidamente con su falda, pero terminó resbalando hasta el suelo y lloró como nunca lo había hecho mientras veía como Klaus estaba fuera de sí, estampando sus puños contra el rostro desfigurado de Blake, que seguía despierto.
Cuando se percató del cuchillo que Blake tenía en la mano, lo tomó y se lo guardó en el bolsillo para tirarlo en la papelera más lejana a él. Tomó unas bridas que siempre llevaba en su americana y ató de pies a manos a un Blake que estaba con el rostro lleno de sangre e hinchado.
Se giró, preocupándose por la joven, la cual estaba abrazada a sí misma mientras lloraba y él corrió tras ella.
—¡Ágata! Mírame... —dijo al verla que observaba la escena sin saber como reaccionar. Tomó el rostro de ella, observando cualquier daño y vio algo de sangre en el cuello de ella y rozaduras en los brazos de ella del agarre de Blake—. Vámonos de aquí, ¿vale? Déjame cuidarte.
Ella, aún impactada, no dijo nada y él, tomándola entre sus brazos, se la llevó de allí, lejos muy lejos, tomando la decisión de irse los 2 solos a un lugar seguro, sin decirle nada a nadie.
Llegaron a la calle y dejó que ella caminase por sí sola para así, llamar a un taxi. Tras esconderse en una de las calles más alejadas y entrar al primer taxi que encontraron, Klaus llamó a Black.
—¿Qué pasa?
—Black, en el despacho de Ágata verás al cabrón de Blake atado. Ya sabes que tienes que hacer. —Su voz estaba llena de furia, ira incluso, y se aguantó las ganas de poder volver otra vez para terminar lo que había empezado.
Klaus maldijo el día que le dio una oportunidad a Blake para que pudiera volver a trabajar después de haber sido despedido injustamente. Ahora, viendo que es lo que le estaba haciendo a la joven Ágata, supo que esa «injusticia» no era para nada lo que se había imaginado.
—¿Blake? —preguntó asombrado—. ¿Qué ha hecho?
—¿Qué que ha hecho? —Aumentó su tono de voz y, al ver que Ágata estaba tan afectada y donde se encontraban, trató de controlarse—. Cuando entres al despacho lo entenderás.
Colgó, sin dejar que Black le preguntase si Ágata se encontraba bien y se dirigió hacia el taxista para decirle;
—Llévenos a la estación de tren.
La joven comenzó a despertar de la realidad.
—¿Al tren? ¿A dónde vamos? —susurró con un hilo de voz que apenas se pudo escuchar y Klaus limpió las lágrimas de ella con la yema de sus dedos.
Sacó un pañuelo para entregárselo y así pudiera limpiarse y luego otro pañuelo para limpiar la poca sangre que tenía en el cuello la joven.
Quiso abrazarla y decirle que no se separaría de ella, pero se imaginaba que ella no quería que nadie la tocase después de lo que vivió.
—Voy a llevarte lejos de aquí unos días. Donde estés a salvo —contestó, teniendo claras sus ideas.
Y ambos huyeron lejos de París, sin que nadie lo supiera, ni siquiera Ágata, solo Klaus que la protegería como nunca había hecho con nadie.
***
El final se acerca y las cosas están empezando a salir, como hemos visto hoy.
¿Se esperaban esto?
¿Creen que les volará la cabeza cuando sepan quien es realmente el culpable de todo? ¿O es lo que ustedes piensan desde un inicio?
O quizás esté jugando con vuestras mentes... Todo es posible.
¿Les ha gustado este capítulo lejos de lo duro que ha sido para Ágata?
¿A donde la llevará Klaus?
¿Un Klaus para llevar?
Solo diré que amarán el siguiente capítulo.
Nos leemos, prohibidas.
Patri García
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