D I E C I N U E V E | P R O V O C A D O R A 👠
«Su mirada me transmitía algo más que me imaginaba que significaba... Y ya me daba igual si era prohibida para mí. Ya me había saltado las reglas y lo seguiría haciendo»
Klaus
Ágata acababa de llegar de su viaje en tren después de 2 días desaparecida. Black no había parado de disculparse y Gabin parecía haberse olvidado de ella en esos días, cosa que a Ágata ni le importó. Tampoco es que deseara verlo allí en su piso.
La joven rubia, una mujer tan prohibida como la manzana de Adán y Eva, se encontraba frente al espejo de su cuarto, admirando aquel vestido tan provocador de color rojo que haría desear a cualquiera estar entre sus piernas. Era su mejor vestido, con un escote bastante pronunciado y dejando ver claramente su delicada espalda. Sus labios, tan rojos como los de su vestido, eran tan provocadores como su cuerpo.
Sin duda, Ágata era una mujer prohibida para cualquier persona de la faz de la tierra.
Sus ojos se elevaron hacia el espejo, ya que le había llamado la atención un movimiento proveniente de sus espaldas, y cuando descubrió al que entró en su dormitorio, sonrió como un demonio encontrando a su presa. Varios recuerdos le vinieron a la mente.
—Veo que te gusta mirarme, Niko —susurró, con esa coquetería que solía tener ella con Klaus.
Él comenzó a caminar, con sus manos en los bolsillos, como si dijese que era el más inofensivo de ese dormitorio, cuando quizás era todo lo contrario.
Sus ojos se miraban desde el espejo, con las hermosas vistas de París en el gran ventanal de la joven. Y solos como se encontraban, jugaban como más les gustaba a ellos.
—Si por mi fuera, te miraría sin ropa por horas y no me cansaría jamás —dijo, sin poder evitar decir en voz alta lo que su mente pensaba desde que la había visto por primera vez.
Ella quiso decirle algo más, que deseaba aquello, pero se mordió el labio para no parecer tan provocadora con su protector.
Las manos de Klaus volvieron a colocarse sobre las caderas de ella y se quedó ahí, sin moverse apenas, a la vez que seguía mirándola con esas ganas que le tenía.
—No hay vestido que se iguale a ti... Pero de buscar uno que te llegue a la suela de los zapatos, sería este.
Los ojos azules de Klaus como los marrones de Ágata, no abandonaron en ningún momento aquel espejo, mirándose mutuamente. Y era como en el ajedrez, sin arriesgar ningún movimiento de momento, ambos estaban estáticos pensando la siguiente estrategia.
Ella sonrió, tratando de calmarse.
—Creo que tengo recuerdos encontrados con este espejo.
Él sonrió, con correspondencia, sabiendo que era cierto.
Entonces, tratando de calmar sus instintos primarios, comenzó a mover su mano sobre su cintura a la vez que la subía muy lentamente por el cuerpo esbelto de ella.
—Recuerdo que te toqué por primera vez aquí, por esta zona —susurró.
Fingiendo que le lisaba el vestido, siguió hacia arriba, donde podía tocar algo más que solo piel.
Se acercó a su oído y susurró;
—También recuerdo que te susurré al oído y temblaste.
Ágata comenzó a ponerse cachonda nada más oírlo y siguió calmada a la vez que lo miraba desde el espejo, deseando deshacerse de esa camisa que siempre solía ponerse para trabajar.
—¿Qué quieres de mí, Ágata? —cuestionó, pegando sus labios en el cuello de ella.
A lo que murmuró en un suspiro;
—Todo.
Sin esperar ni un segundo más, la tomó de la muñeca y la pegó a la ventana, apoderándose del trasero de ella mientras le mordía la oreja a la joven. Y ambos sonrieron, cómplices.
Ella, de espaldas, intentó mirarlo, pero él estaba muy pegado a su espalda. Y en menos de un segundo, parte del vestido rojo de la joven se había levantado para admirar la hermosa lencería que ella tenía. Klaus sonrió perverso.
La joven, que estaba acorralada en la ventana, solo podía quedarse quieta mientras que Klaus pensaba donde quería continuar, si dirección a los labios o ir mucho más abajo. La segunda opción fue la correcta.
El hombre se arrodilló tras ella y, levantándole más el vestido rojo, pasó su boca en aquel perfecto trasero, mordisqueando la lencería tan sexy que llevaba, para luego soltarla y hacer que Ágata diese un respingo.
Volvió a ponerse de pie, pero aún no había acabado con ella. Sus largos dedos bajaron hasta llegar al trasero de ella y meter dentro de sus bragas sus dedos para averiguar cuan mojada se encontraba ella. Sonrió al ver que estaba lo bastante como para desear colocarse entre sus piernas y hacerle maravillas.
Klaus colocó sus labios en la mejilla suave de ella y, sin avisar a Ágata, metió 2 dedos dentro de ella, haciéndola gemir, sin importar que cualquier vecino los viera haciendo tales groserías frente a una ventana en el cual se veía todo.
El gemido de ella puso duro a Klaus, quien pegó su pelvis a la cadera de ella para que viese como le ponía.
Se miraron unos segundos, con Ágata completamente mojada, empezó a mover sus caderas mientras él sacaba y metía sus dedos dentro de ella, sin pudor alguno.
—Lo que más quiero ahora es besarte... Pero no quiero estropearte el maquillaje, por eso, quiero que imagines lo que deseo tenerte para mí solo —susurró, moviendo más sus largos dedos en círculos dentro de ella.
Pero lo que no contaba Klaus, era que ella empezara a tomar otra decisión que él no se esperaba y le puso más ardiente por ello. La joven colocó su mano sobre la polla de él, abriendo la cremallera y, con la ayuda de Klaus, consiguió sacar el miembro de su guardaespaldas, empezando a mover su mano sobre su polla, haciendo gemir a Klaus.
Ambos, dándose placer mutuamente, era el perfecto sitio para acabar algo que habían empezado desde hacía meses. Ya nadie los podía molestar y Ágata ya no le preocupaba Gabin. Pero la joven era algo malévola y si lo quería todo, era todo, no solo pajearse mutuamente.
Ella separó su mano del miembro de él, alejó la mano y los mágicos dedos de Klaus para colocarse el vestido y mirar a su escolta, anonadado y dejándolo a medias.
—Adoraría que tus manos y tu boca hicieran conmigo todo lo que deseas... Pero ahora no quiero tener cara de orgasmo cuando pise la gala —respondió, guiñándole un ojo y haciendo sonreír a Klaus, aunque molesto por no poder acabar.
Se acercó a la joven, colocando su mano sobre la parte baja de su espalda y acercándola a él, para preguntar;
—¿Después?
Su respuesta no tardó en llegar.
—Después —contestó Ágata.
Klaus quiso preguntarle por Gabin, pero temía la respuesta y prefirió obviarlo. Ya que, cada vez que pensaba en ese hombre que tan mal la trataba y tan celoso se ponía cuando estaban juntos, le sacaba aquel tan mal genio que tenía dentro y que le hacía ir directo al saco de boxeo a sacar esa furia. Se imaginó que ya no eran nada, aunque viviría de su imaginación.
Apretó la mandíbula y luego observó a la joven mujer que tenía frente a él y la cual ya conocía sus más oscuros secretos.
Ambos salieron juntos del cuarto, sin importar que los viesen juntos.
El hermano de Ágata había salido hacía poco, tras haber comprobado que su hermana se encontraba bien tras su repentina marcha hacía 2 días. Cuando bajaron las escaleras, todos estaban allí esperando a la joven clienta. Wanda, Enzo y Black se encontraban mirando a Ágata. Pero, lejos de ser Black un bromista y un maleducado, aquella vez no dijo ningún comentario al respecto sobre ellos 2 bajando juntos. Tenía su mente puesta en la joven, la cual lo traía preocupado desde que Blake los hubiese traicionado y haberle hecho daño a la joven que protegían.
Wanda se acercó a Ágata, preocupada.
—Siento mucho lo que pasó, Ágata —murmuró con el cejo fruncido, viéndose verdaderamente mal por ello.
La joven colocó su mano sobre el hombro de ella y contestó;
—Wanda, no tienes la culpa... Ninguno de los que están aquí son culpables de ello.
Las cosas se fueron calmando, pero era cierto que todo el equipo se sentía mal por no haberlo visto antes. Sobre todo, Klaus, pero todos sabían que la vida era impredecible.
🥀
El viaje en coche hacia la gala, fue tranquilo. Wanda y Enzo seguían con aquella tensión, por no hablar de que Enzo cada vez trataba de acercarse más a Wanda, lejos de que temiese ser el idiota que un día su padre fue con él y su madre. Tenía miedo de ello y no quería que Wanda sufriese las consecuencias por ello. Había veces que ni él se entendía, pero era un hombre con temor a amar de verdad y con Wanda lo llevaba haciendo hacía tiempo.
Y eso le daba mucho más miedo.
Mientras, en el otro coche, un Black hablados no dejaba de hacerles preguntas explícitas a Ágata y Klaus, el cual ambos ya estaban acostumbrados a la falta de pelos en la lengua que tenía el chófer y eso sacaba una risa a la joven, sobre todo, cuando Klaus se enfadaba con él por ciertas palabras que utilizara.
Las calles iluminadas de París se fueron alejando para llegar a una zona con ciudadanos bien adinerados, donde se encontraba el teatro en el que daría lugar la entrega más prestigiosa de premios.
La joven se sentía nerviosa por ello y Klaus lo notó, ya que dejó de participar en la conversación con Black y él. Por ello le dio todo el espacio que necesitase y porque se imaginaba que estaría nerviosa por la gala, tanto como si ocurriera cualquier inconveniente peligroso para ella o para su equipo. La conocía y ella se preocuparía más por los demás que por su vida misma.
Black aparcó el coche frente al teatro, donde varios periodistas, algunos antiguos compañeros de la joven, se encontraban entrevistando a algunos periodistas y escritores famosos. La joven parecía reacia a bajarse y a pasar nuevamente por lo mismo que estaba pasando en cada lugar al que iba. Cualquier pregunta iba a malas; si aceptabas en responder sus preguntas, te atacarían y si preferías no responder, te tachaban de borde. Ella ya empezaba a entender que, hiciera lo que hiciera, la gente la criticaría. Ya había llegado a un punto de su reputación que, por mucho que la intentase limpiar, no lo conseguiría. No era el mundo que ella creería que viviría una vez comenzara su carrera profesional.
Un hombre apuesto le abrió la puerta y esperó pacientemente a que la dama bajara del coche, la cual vio como su escolta extendía la mano para ayudarla a bajar y ella se la aceptaba radiante.
Observó a todos aquellos periodistas y de pronto, todas las cámaras y los flashes comenzaron a iluminarla, sacando mil fotos y ella, con aquel vestido tan rojo y reluciente, escuchando todas aquellas preguntas repulsivas, los ignoró, saludando de buena educación a todos.
Muchos no les gustó aquel gesto de la joven, por lo que ya tendrían en mente el titular del día siguiente, en contra de ella. Pero a Ágata le dio igual. Por primera vez le dio igual y, cuando miró hacia Klaus, sonrió al natural, sin ningún tipo de esfuerzo.
Se sintió bien y cada vez estaba a un paso menos de su objetivo de aquella noche, de lo que ella quería hacer en aquella entrega de premios.
La joven paró antes de bajar hacia las escaleras y miró a su guardaespaldas.
—Aquí nos separamos, Niko.
La sonrisa de Klaus, olvidando lo que era la seriedad en él, respondió por si solo.
—No por mucho tiempo. —Se acercó a su oído y susurró. —Suerte, gatita.
Ágata tomó su camino en solitario, yendo sola a esa entrega de premios y caminando con galantería por aquella escalera, en la cual, fue objeto de mirada de varias personas. Quizás con la mala idea de lo que sería ella por los malos titulares y por ser el ojo del huracán durante aquellos últimos meses, pero otras muchas no la miraron así, siguieron con su vida sin juzgar a nadie y menos a ella.
La joven encontró su asiento con su nombre escrito, aunque al ver como estaba escrito apretó la mandíbula al ver que, en vez de poner «Ágata», pusieron «Agatha». Sin duda, eso si le tocó cierta zona que le molestó, vulgarmente hablando.
Se sentó en su asiento, intentando ignorar aquel despiste que tuvieron y observó el teatro anonadada, sonriente por ver todo aquello y lo hermoso que era el lugar. Disfrutó de ese momento sola, porque a pesar de estar rodeada de muchos compañeros, estaba sola y lo prefería así. Ya le habían hecho mucho daño todos aquellos que creía ser sus amigos y ahora le clavaban un puñal por la espalda, criticándola a diestro y siniestro.
Su móvil sonó y lo sacó de su bolso para mirarlo, sacando un suspiro de cansancio al ver que el mensaje era de Gabin.
«Deberíamos hablar sobre nuestro compromiso. Ya no soporto más ni un solo día con esta duda».
Arrugó la frente al saber lo que quería decir. Significaba que qué es lo que pasaría con el compromiso que tenían, con la boda, porque Ágata todavía no le había confesado que no quería seguir con la relación. Así que ella, clara, escribió, sabiendo que la mejor forma era hacerlo cara a cara.
«Mañana hablamos en mi piso».
Ella quiere dejarlo y, quizás, estar un tiempo sola o, si Klaus quiere, vivir juntos una historia alejada de todo ese mundo. Él de la seguridad y ella de la fama. Pero, a decir verdad, ella solo pensaba en un futuro que quizás jamás pasaría. Y si Klaus solo estaba con ella por el deseo que sentían, eso sería devastador. Pero la vida seguía y así debía hacer.
Pero aún así, realmente deseaba poder vivir una historia junto con ese hombre que le quitaba el sueño la gran mayoría de las veces, y el cual, deseaba conocer más a fondo de lo que ya lo conocía. En todos los ámbitos posibles.
La gala comenzó y varias personas aparecieron en el escenario, hablando, contando chistes malos y sacando a algunas personas del publico al escenario. No tardó mucho cuando la entrega de premios comenzó, siendo un hombre quien lo presentase, un cómico famoso de ese país y que todos adoraban.
Ágata comenzó a mirar hacia todos lados, temerosa de tener otra escena como las anteriores y su ansiedad comenzó a aumentar, siendo testigo su reloj digital que Klaus le había dado para ver donde estaba en cada momento.
Clavó sus manos sobre su hermoso vestido y tragó saliva, arrepintiéndose de estar ahí, pero cuando recordaba las palabras de su madre, sabía que ese era su momento, que ahí debía acabar lo que había empezado.
—Vamos con el premio más importante. El de la mejor novela. —El presentador sacó un sobre mientras miraba al público que estaba expectante—. Hay varios autores nominados y puedo ver el rostro de nerviosismo por ello. ¿Estáis listos?
Muchos asintieron, gritando y deseando saber quien se escondía tras ese sobre. Todos los autores nominados estaban apretando sus manos, deseosos de poder ser ellos.
—Y el ganador o la ganadora es... —El sobre se abrió y el presentador vio el nombre de la novela. Tardó varios segundos antes de decir. —Maldad de Ágata Conte.
La joven miró hacia todos lados, sobre todo mirando al presentador que la esperaba en el escenario y muchas personas comenzaron a aplaudirla, mientras que otros la abucheaban. La joven, con la cabeza alta, comenzó su marcha hacia el escenario para recoger su premio. Ese primer premio que le concedían a la mejor novela en una de las galas más importantes.
El presentador la felicitó y vio que Klaus estaba tras los bastidores mirándola, vigilándola de que nada le pasara.
Mirando hacia todos lados, sin papel, colocó su premio sobre la tribuna y se tomó su tiempo, observando a todos aquellos, tanto los que la aplaudían como los que la abucheaban, casi tirándole papeles rotos a la joven y cayendo sobre el escenario. Alguno de ellos eran pétalos, como burlándose de ella por las amenazas que tenía al principio con esos pétalos y eso hizo que Ágata tuviese que controlarse por ello.
Miró su premio y luego cerró los ojos, visualizando a sus padres, imaginándose que estaban allí, mirándola.
Los abrió, sonriente y habló con la verdad;
—Maldad... —pronunció el título de su obra y continuó. —No esperaba llevarme este premio esta noche. Pensé que ganaría Alfred con su hermosa novela sobre la felicidad. —Se dirigió hacia un compañero suyo que la aplaudió desde su asiento—. O Camille con su increíble historia de terror... —La joven Camille se levantó, aplaudiéndola más fuerte y callando bocas—. Pero ganó la mía sin yo esperarlo y veo muchos rostros distintos, sobre todo de personas falsas que solo saben tirar basura, como lo que ellos mismos son.
Todos se quedaron asombrados por ello y Ágata se colocó bien en el escenario.
—Muchos sabréis que he pasado los peores meses de mi vida. Mi padre murió, dando inicio a mi peor época. Me trataron como una mierda en el trabajo, por un artículo que, más bien, fue la envida de muchos —dijo, consiguiendo que todos los fotógrafos se pusieran debajo del escenario a iluminarla con los flashes—. Y muchos de los que creí compañeros, me han tratado como la mugre. Les diré una cosa a esas personas; me alegro recibir este premio y callar bocas, porque es el fin de una era... El fin de muchas cosas que conocíamos. No me gusta tener razón, pero una vez yo desaparezca, no se como... Verán las cosas más claras —respondió, dejando a muchos atónitos por su respuesta.
Muchos de sus antiguos compañeros se miraron entre sí sin comprender nada, pero Ágata no había acabado.
Su fama acabaría esa noche o los días siguientes y esa era acabaría para poder empezar otra con mucha más ilusión.
—Y ese artículo, que miran como el mismo demonio, saldrá en todos los informativos cuando salga la verdad a la luz. No sé cuando será, si dentro de unas semanas, unos meses o años... No sé ni siquiera si seguiré aquí —susurró, refiriéndose a Le Goff y su obsesión con ella—. Pero si sé que a partir de ahora disfrutaré mi vida como más quiera. Recibir este premio es lo mejor que me podía pasar, porque cierro una etapa. Y dentro de unos años no sabréis nada de mi vida actual, porque desapareceré de los focos. Renuncio a toda mi fama... Es lo que los medios querían y les doy ese gusto, porque sé que en el fondo les va a joder bastante.
Muchos se quedaron callados, otros dijeron cosas en voz baja y las cámaras no dejaban de grabarla.
Y Ágata no se calló nada.
—Si... Veo rostros sorprendidos, esa era mi intención. Y lo mejor es que no echaré de menos a esos hipócritas que dijeron ser mis amigos y me dieron la espalda en cuanto tuvieron oportunidad. Obsérvenme bien, porque una vez pise la calle, no volverán a saber de mí. —Miró sus manos y sonrió, deseando poder agradecer a todas aquellas personas de su vida—. Pero, alejando todas esas personas tóxicas... Quiero agradecer de corazón a mi madre, a mi padre, a mi hermano, a mis guardaespaldas... —Miró a Klaus y se quedó mirándolo unos segundos—. Y a Klaus. Por estar siempre ahí, por ayudarme cuando más lo he necesitado. —Se quedó varios segundos mirándolo y, cuando dejó de hacerlo, miró al público y dijo. —Gracias y adiós.
Ella bajó de escenario y nadie la aplaudió, pero uno de los escritores que estaban nominados se levantó de su asiento y comenzó a hacerlo con ánimo, asintiendo por ese discurso. Una amiga de ella también lo hizo y muchos los siguieron, llenando de aplausos el teatro sin ni un solo abucheo.
Ágata agradeció a todos aquellos y se despidió de aquellas personas para luego hacerle una señal a Klaus para marcharse de allí y Wanda fue la que la escoltó hasta el coche.
—Has hecho un gran discurso.
Ágata sonrió mientras caminaba a su lado.
—No era un discurso, sino una carta de despedida.
—¿Qué quieres decir, Ágata?
La joven la miró y dijo sonriente, con su premio en la mano;
—Que quiero tranquilidad y cambiar esto, la vida en la que he estado inmersa todo este tiempo. He aprendido que no quiero esto, no quiero fama... Solo disfrutar de la vida.
Klaus se acerca a ella y la tomó de la espalda. Y con solo la mirada, preguntó si se encontraba bien. Ella asintió, sintiéndose mejor que nunca.
Parecía que se había sacado un peso de encima, que había dejado a muchos callados y a otros con más ganas de criticarla, pero ya le daba igual. Quería disfrutar y quería empezar a hacerlo ya de una forma distinta a como creía que se debía hacer.
Black recibió una llamada y tuvo que alejarse del grupo con Klaus siguiéndolo para saber que llamada importante era. Solo había conseguido ver que era de la comisaria y se imaginaba que por el cabrón de Blake.
—¿Qué pasó? —preguntó Klaus al ver el rostro inexpresivo de su amigo.
Él colgó y miró al hombre que tenía a su lado.
—Blake apareció muerto en el calabozo.
Klaus apretó la mandíbula al ver que cada vez habían más señales y más rápidas de Le Goff y cada vez estaba más cerca de Ágata. Y eso, eso le daba miedo. Le daba miedo perderla y no quería hacerlo, necesitaba que ella estuviese bien, alejada de todo peligro. Pero eso era más difícil.
—Ve y averigua que ha pasado —dijo Klaus y Black asintió, pareciendo que se leían la mirada.
—¿Y quien lleva a la señorita Conte? —cuestionó él.
—Yo. No te preocupes, estará bien cuidada.
La sonrisa socarrona de Black apareció.
—Si, eso ya lo sé. Solo hay que ver tu cara para ver cuanto deseas estar solo con ella.
Klaus negó, pero ignoró ese comentario.
Le apretó el hombro y dijo;
—Gracias amigo.
El chófer sonrió.
—Aún me debes una partida de ajedrez —contestó Black, a lo que él asintió, prometiéndoselo.
Sus caminos se separaron esa noche y las cosas estaban por cambiar drásticamente para todos ellos.
***
Casi, casi, no subo capítulo hoy xD. Terminé de vacunarme ayer y la vacuna me dejó fatal en la cama, pero esta tarde ya estaba mejor y pude acabar el capítulo para no dejarles ni un solo viernes sin actualización.
Bueno, ¿que les ha parecido?
¿Les ha parecido un interesante discurso? Quizás yo le haría algunas mejoras, pero hoy no he tenido el día para eso xD.
Cuéntenmelo todo.
Espero que les haya gustado y gracias por siempre estar ahí.
Nos leemos, prohibidas.
Patri García
Pd; la semana que viene se viene ardiente ;)
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