C U A T R O | V I G I L A N C I A 👠
«Esto era peor de lo que pensaba, y cualquiera que estuviera metido en esto iba a por todas»
Klaus
Al día siguiente, un atractivo alemán recorrió el piso en busca de la mujer a la que debía proteger para comentarle algunas cosas.
Sus compañeros de trabajo ya tenían todo listo para colocar la alarma y las cámaras de seguridad para que, de esta manera, el piso fuera una fortaleza y nadie que no fuera de allí, entrara. Así Ágata podía estar a salvo y Klaus trabajar con tranquilidad para protegerla.
Caminó hacia el largo pasillo que lo separaba de su cuarto que le había asignado Ágata, con el despacho de ella, cuando un pequeño cuerpo se chocó en el duro pecho de él.
Ambos se miraron en medio de aquel lugar. Klaus observando a aquella joven tan activa por la mañana y Ágata estirando el cuello para poder mirar a los ojos a su guardaespaldas. Ninguno dijo nada, solo se separaron rápidamente mientras no dejaban de mirarse.
—Señorita Conte, ¿podemos hablar? —inquirió.
La rubia se hizo a un lado su cabello, dejando al descubierto aquel cuello largo y suave, haciendo secarle la boca a Klaus, pero dejó de mirar aquella zona erógena para poder volver a mirarla a los ojos marrones de su clienta.
—Claro—expresó. —Dime.
—Debemos hablar sobre la vigilancia en este apartamento. No hay nada de seguridad y la alarma que usted tiene no te asegura todo.
Nuevamente estaba con aquellas formalidades que, a Ágata, no le gustaban para nada. Pero ella sabía que, tarde o temprano, Klaus la tutearía, aunque tuviera que molestarlo demasiado. Aunque, lejos de todo, debía admitir que se veía un gran profesional de la seguridad y eso era lo que ella necesitaba en esos momentos tan duros.
—¿Qué me sugieres?
Klaus no tardó en responder;
—Le pondremos cámaras en todos los sitios del piso, exceptuando los baños y las habitaciones. —La voz de Ágata lo interrumpió.
—Y en el gimnasio.
El guardaespaldas miró extrañado a la joven, con una ceja más alta que la otra. Y es que no era para menos, ya que no ponerle una cámara en el gimnasio era extraño, pero al fin y al cabo ella era la jefa, la que ordenaba. Así que, todo lo que ella decía debía hacerse, pero no todo y Klaus estaba ahí para no seguirle las normas a su clienta.
—¿En el gimnasio? —cuestionó.
—Lo siento, pero ahí me pongo en ciertas posturas y no me apetece que un baboso me esté vigilando tras las cámaras y encerrado en un cuarto.
El alemán no pudo evitar imaginarse dichas posturas en ese gimnasio, y más si la ropa que ella se ponía para hacer deporte eran de aquel tipo que la vio por primera vez. Entonces, eso sí que era un gran pecado y tuvo que eliminarlo de su mente rápidamente para que no tuviese que sufrir las consecuencias en su cuerpo de aquella imagen mental.
—Vale... —susurró muy lentamente mientras que mantenía el control.
De pronto, la voz del prometido de Ágata apareció, haciendo que ambos lo mirasen.
Bien vestido como acostumbraba, con aquel cabello peinado a un lado y su maleta de mano, lo hacían ver como el mayor pijo que nadie podría conocer. O al menos, eso pensó el guardaespaldas.
—Ágata, me voy a trabajar —anunció.
Ágata se acercó a él, alejándose de aquel atractivo alemán y, abrazando con cariño a su novio, respondió;
—Adiós, Gabin.
Trató de besarlo, pero Gabin solo le daba la mejilla para no tener que poner sus labios en los de la joven rubia. No le dijo nada, absolutamente nada, solo la alejó para luego marcharse de allí como si nada más le importase. Y aquello hizo que Ágata mirase la puerta, ahora cerrada, con tristeza y sintiéndose sola como lo llevaba sintiendo desde hacía tiempo. Y tanto fue así, que le dio vergüenza mirar a su guardaespaldas para no tener que ver la reacción de burla de él por como la trataba su novio.
Pero lo cierto es que Klaus no la miraba con burla, ni mucho menos, incluso tenía un rostro de sorpresa que él sentía, pero que a simple vista no se veía lo sorprendido que estaba por lo inexpresivo que era. Y ver a su clienta así y más al ver como el prometido de la joven la trató delante de otra persona, no le gustó para nada. Para él, nadie debía tratar de aquella manera a su pareja.
Klaus, que no sabía que decir y no le gustaba ver a aquella chica de aquella manera, colocó su puño frente a su boca y carraspeó para llamar la atención de Ágata.
La rubia lo miró con un rostro desencajado, pero evitó mirarlo a los ojos. Y Klaus juró que pudo sentir aquel sentimiento de soledad que estaba teniendo su clienta.
—Necesito saber su agenda, para preparar al equipo —contestó con una voz grave, como siempre tenía, pero intentando no parecer un insensible por ello.
Klaus podría ser todo lo profesional que él deseara, pero algo que nunca tuvo era sensibilidad con las personas y era por todo lo que le habían enseñado en tantos años en el ejército. No era nada habilidoso en hablar con las personas, era más de pasar a la acción. Pero al menos lo intentaba y hacía lo que estaba en su mano para poder ser algo sensible.
—Si... Eh... Acompáñame.
Ella se giró, sin mirarlo a los ojos como antes y ambos caminaron por aquel largo pasillo lleno de fotos. Callados, llegaron al despacho de ella, pero la mirada de Klaus hizo que no pudiera evitar mirarle el trasero a esa joven.
Apretó la mandíbula y miró rápidamente hacia otro lado con nerviosismo, colocándose la corbata, como si le quedase apretado por ello.
Ágata se quedó tras su escritorio de trabajo, sacó una agenda de uno de sus cajones y lo abrió para luego entregárselo.
Klaus empezó a mirar lo que había escrito en los días próximos y se sorprendió al ver todas las cosas que debía hacer en tan pocos días. Observó a su clienta mientras que ella no dejaba de mirarlo desde que había tomado su agenda con aquellas dos grandes manos.
—La feria del libro es dentro de 2 días... —anunció, como si Ágata no lo supiera. Ella no dijo nada. —Le recomiendo que no vaya a esos sitios. Habrá mucha gente y no sabemos lo que nos podemos encontrar.
La joven volvió a comportarse como era ella, antes de que su prometido le estropease aquel momento y, poniéndose cómoda colocando una de sus pequeñas manos en la mesa y con la otra, sobre su cadera, sonrió.
—Niko, sé que debo hacer y tengo que ir a esa feria —respondió—. No lo entiendes.
—Usted no lo entiende... —continuó el alemán frente a la joven española. No pudo evitar mirar los labios gruesos de la joven mientras que su boca se hacía agua y apretó la mandíbula nuevamente para responder tajante—. Y no me llamo Niko, señorita Conte.
Ágata rio mientras salía de detrás de su escritorio para ponerse frente a la ventana, que tantas inspiraciones le había dado, y así mirar por unos segundos fugases las calles parisinas.
Se giró para mirarlo.
—Klaus es muy duro... Niko es más informal.
La joven rubia no podía evitar mirarle el rostro tan inexpresivo de su guardaespaldas. Tan solo lo conocía de pocos días y ya veía la forma tan fría que tenía ese hombre tan atractivo. Hasta un idiota podía ver lo atrayente que era ese hombre con esa altura, ese cuerpo atlético y esa mirada intensa. Ágata estaría prometida, pero ese hombre debía ser la fantasía de muchas mujeres y no cabía duda.
Klaus habló cortante;
—Llámeme Klaus.
Ágata asintió, aunque en el fondo lo seguiría llamando como hasta ahora y era porque le hacía gracia ver la reacción de él por un gesto que hacía con la ceja. Se imaginaba que lo hacía cuando le molestaba algo y aquel dulce nombre que le tenía puesto le irritaba a más no poder.
La sonrisa de ella llamó la atención de él.
—Vale... Klaus.
Pero la conversación de la feria del libro que tenía lugar cada año por el día del libro, no se acabaría ahí.
Él se acercó al escritorio y colocó sus grandes manos sobre la mesa para luego acercarse al rostro, ahora igualado, de su clienta. La joven tragó en seco mientras lo notaba tan cerca de su mirada, pero en ningún momento se movió para alejarse.
20 centímetros se notaban y mucho.
—Quédese. Ese sitio puede ser peligroso, solo dedicase a ir a trabajar —se preocupó por ella.
Pero Ágata no iba a seguir las normas de Klaus.
—Mi trabajo son mis lectores. Sin ellos no sería la escritora que soy a día de hoy —explicó. —Sé que estás aquí para protegerme... Pero voy a ir igualmente. No sabes la de lectores que viajan desde lejos para venir a esa feria y verme.
Ninguno se separó e, incluso, Klaus rompió aquella distancia para acercarse más a ella, pero nuevamente, ninguno cambió de posición. Cualquiera que los viese parecía que se estaban retando y no era para menos, porque ambos parecían no llevarse demasiado bien para no conocerse apenas.
El guardaespaldas se quedó callado unos segundos, pensando en como poder protegerla sin que saliera herida y, aunque no le gustara la idea de ir allí con tantas personas alrededor, la comprendía.
—Vale —dijo, no sin concluir—. Pero harás lo que yo le diga, cuando lo diga y como deba hacerse. —Su voz era dura, con un toque seductor para Ágata que hizo mirarlo descaradamente a los labios y así hacer que Klaus tragara costosamente.
—Mm... Tendrás a las mujeres acaloradas en la cama —fue su respuesta.
Y Klaus, como era de esperar, se separó, colocándose la corbata y mirarla con las cejas demasiado juntas, viéndose una arruga entre ellas.
—Señorita Conte, eso a usted no le conviene.
Ella sonrió de lado.
—Lo sé.
Se quedaron callados por unos largos minutos hasta que Klaus fue el que decidió moverse para irse de ese despacho cuanto antes.
—Llamaré a mi equipo para que coloquen las cámaras. Cualquier cosa estaré aquí. —La miró una última vez más antes de girarse e irse.
Pero Ágata siempre tenía la última palabra.
—Hasta luego, Niko.
Klaus apretó la mandíbula y luego negó con la cabeza para irse de allí cuanto antes.
🥀
—¿Qué tal con la escritora? —cuestionó Black.
Klaus, que estaba revisando una de las cámaras para ver la posición de la imagen, contestó;
—Dato importante; no debo hablar mal de mis clientes delante de nadie.
La risa de Black se hizo presente en aquel amplio salón mientras veía las noticias en aquella televisión tan grande que casi se parecía a la pantalla del cine.
Klaus estaba de rodillas observando desde un ordenador los videos y luego miró a Black al ver que él parecía estar como en su casa, sin ayudar en nada.
—¿Ni siquiera del que fue tu jefe? Parece que la cosa va increíble entre ustedes —bromeó—. Y apenas llevan 3 días.
Quiso añadir algunas frases más, pero todavía era demasiado pronto para que Klaus las escuchara. Así que se las guardó para otro momento y así reírse más a gusto.
—Black, ¿tienes los coches? —preguntó.
—Si.
La sonrisa de Black era tan obvia, que Klaus se extrañó de verlo de esa forma.
—¿Por qué sonríes?
Black dejó de mirar a la guapa presentadora de las noticias para observar a aquel hombre de rodillas frente a un ordenador.
—Porque quiero verlos a ustedes dos discutir. Seguro que lo harán demasiado —aclaró con la mirada puesta en él y se divirtió aún más, burlándose descaradamente a la vez que Klaus lo mirada con irritación.
De pronto, la noticia de Ágata salió en las noticias, aprovechando que había una mesa de tertulianos hablando sobre el artículo que publicó la clienta de Klaus y él dejó de hacer todo lo que estaba haciendo en cuanto escuchó el nombre de ella.
Black subió el volumen.
Una serie de noticias falsas para desprestigiar a la joven periodista hizo cabrear a su propio guardaespaldas. No la conocía de nada, pero sabía que esos periodistas estaban siendo pagados seguramente por aquel famoso empresario. El motivo lo desconocía, quizás dinero, fama... Pero Le Goff no era un santo y muchos podían argumentar por qué no lo era.
—El empresario Edmond Le Goff ha salido públicamente por segunda vez después de las demandas difundidas por nuestra compañera Ágata Conte, alegando de que son falacias y de que no debería trabajar de periodista —anunció la presentadora, ahora dirigiéndose a sus tertulianos. —¿Qué piensan ustedes?
Uno de ellos tomó la palabra.
—Sea cual sea, Ágata ha catapultado su propia carrera de periodismo y esperemos que el de escritora no. Pero cualquiera sabe —concluyó mientras miraba a cámara con chulería.
La mujer que estaba a su lado decidió tomar el turno de palabra.
—Se dice que el jefe del periódico digital está intentando despedirla, y la verdad, ya está tardando. No me creo para nada todas las cosas que ha escrito en ese artículo. Solo son habladurías y Le Goff ha hecho muchas cosas buenas por este país, como empresario y como vicepresidente —contestó—. Quizás es solo la típica que no sabe hacer periodismo y quiere una buena exclusiva para ganar fama o que vota al bando contrario. Alguien que no es de este país no debería ni siquiera tener el derecho al voto —concluyó, irritando más aún a Klaus por semejantes palabras.
Pero la voz de una dama se escuchó detrás de ello, haciendo que se alarmasen.
—Apaguen eso, por favor —dijo Ágata, muy formal y Klaus, sin decirle nada, lo apagó rápidamente tras quitarle el mando a distancia a Black.
Ágata volvió a girarse y siguió su camino hacia la cocina, en la cual estaba junto al salón y podía verlo todo desde ahí. Abrió la nevera con la mirada de aquellos 2 hombres sobre las espaldas de ella y, tras tomar un vaso de zumo, viajó hasta el piso de arriba con un rostro pensativo.
—Joder... Esa noticia sale hasta en las tertulias —respondió Black una vez Ágata ya no estaba presente.
—¿Por qué nadie cree en los artículos que ella ha escrito? Subió pruebas y mataron a su padre en sangre fría delante de ella en nombre de Le Goff —objetó.
Ahora, el que fuera su ex jefe, se acercó un poco a él para explicarle como iba las cosas en ese mundo.
—Se ve que no entiendes de política. Le Goff es un tío con mucho poder. Una simple periodista no es nada para él —respondió—. Con un simple golpe en la mesa puede hacer que la maten, pero dudo que quiera eso... Él lo que quiere es que ella misma entierre su propia tumba y no hay peor castigo que verte en el suelo después de despegar en el aire.
Klaus se levantó del suelo, limpiándose los pantalones para continuar;
—¿Ha chantajeado a los medios? ¿Eso es posible?
—No todos. Solo los que le votaron a él y a su partido y creen que hizo demasiadas cosas buenas... —contestó—. Pero te aseguro que la policía lo estará investigando, aunque sean más lentos que nadie. Y muchos otros periodistas están dando la razón a esa noticia. No sé cómo cojones ha conseguido tener todas esas pruebas, pero tu clienta es muy buena en el periodismo y es demasiado curiosa.
Klaus apretó la mandíbula, negando con la cabeza mientras volvía de nuevo a su trabajo.
Pero Black tenía que dar el toque a sus palabras.
—Cuidado, Klaus... Las mujeres curiosas son las más peligrosas —contestó sonriente mientras volvía a su labor, dejando solo a Klaus nuevamente.
Pero el alemán no hizo caso a sus palabras.
🥀
Pasaron 2 días después de colocar vigilancia en el piso de Ágata y Klaus había tenido una larga y tendida charla con el trabajador de la recepción. Tanto fue así que el joven no volvió a tocar un videojuego en el trabajo en esos 2 días.
Había conseguido que Blake formara su pequeño despacho de vigilancia en el cuarto de limpieza y trasladar todos los ordenadores en ese lugar. Solo necesitaba vigilancia cuando no estuviesen en el piso y por la noche, así que Blake ya había comenzado a trabajar desde ese mismo día. Porque cuanto antes mucho mejor.
Ese preciso día era importante y la vigilancia estaba preparada para cualquier problema que tuviese la joven Ágata. La feria estaba lista y la joven rubia estaba preparándose para salir. De ahí que Klaus estuviese esperándola desde la puerta vestido de incógnito, ya que fue deseo de la joven y era una buena idea para no llamar la atención.
Una hermosa rubia salió del salón para llegar hacia Klaus vestida de una forma informal, pero muy elegante, con unos vaqueros apretados que dejaban ver las curvas de sus caderas, un jersey blanco de cuello largo y una cazadora que le llegaba por encima de la rodilla. Estaba más que preciosa y con esos labios carnosos y ahora rojos mientras miraba a Klaus con esa sutileza que la joven tenía.
Klaus tragó saliva al verla y apretó la mandíbula mientras seguía con su autocontrol.
No le dijo nada, solo le abrió la puerta y dejó que ella saliera primero del piso para luego meterse juntos en el ascensor. Mala idea.
Ambos parecían nerviosos, incómodos en ese diminuto sitio, pero parecían profesionales y sabían disimularlo con exquisitez.
Las puertas de aquellas puertas se abrieron y él esperó a que la joven dama saliera primero. Saludó al recepcionista que no dejaba de mirar descaradamente a la mujer para luego tomar el brazo de Ágata y frenarla antes de que saliera del edificio.
La rubia lo miró, esperando a ver cuál sería su respuesta;
—Señorita Conte, no quiero perderla de vista, así que intenta no ser muy escurridiza —avisó, haciendo sonreír a la joven por su descaro.
Ágata movió sus cejas bien definidas mientras que miraba donde tenía la mano Klaus, para luego seguir por su perfilado torso y llegar a los labios de su guardaespaldas.
La joven no disimulaba en ese momento y mirarle los labios de su protector hacía poner nervioso al grandullón que tenía pegada a ella.
—¿Escurridiza yo? ¿Por qué lo dices, Niko? —preguntó con una voz sutil, pero lo suficiente para provocar al rudo alemán.
Los labios, aquellos que no dejaba de mirar con descaro Ágata, se acercaron al oído de ella, poniéndola la piel de gallina y acalorando a la joven por la cercanía de ese hombre.
—Porque el buen periodista es curioso y seguro que tú eres como una gatita.
Ella sonrió mientras se lamía los labios y luego Klaus se alejó, separándose rápidamente de ella y esperando a que la joven saliera del edificio.
Quería provocarlo y lo había conseguido, pero eso solo era el principio.
—¿Tuteándome, Niko? —Volvió a provocarlo.
Pero esta vez, Klaus no le dijo nada, solo la miraba con esa seriedad que lo describía.
Ambos salieron de allí y lo primero que se encontró la periodista fueron 2 coches Range Rover de color negro. En uno de los coches estaban 2 guardaespaldas mirándola; un chico y una chica, mientras que en el otro estaba el hombre con el que había visto hablar a Klaus, un hombre que parecía mayor.
Ágata miró a su guardaespaldas mientras que él colocaba a su equipo. Todos entraron al coche, excepto él, cosa que tomó desprevenida a Ágata debido a que la amplia mano de Klaus la colocó en la espalda baja de la joven y la guiaba hasta el coche. Le abrió la puerta y esperó a que ella se subiera.
Y cuando ella se colocó en el asiento trasero, colocándose el cinturón, Klaus se acercó a ella aun sin irse de su lado y, con aquella voz grave y confiado, preguntó;
—¿Su majestad está cómoda?
La sorpresa en el rostro de la joven fue bastante grata, ya que le divertía ver que un hombre robusto como Klaus, tan serio y formal, dijera tales palabras.
—¿Su majestad?
Por primera vez, Klaus torció la sonrisa para decir;
—He decidido tomarme la libertad de llamarla así. —El chófer Black, que veía la escena desde el espejo retrovisor, tuvo que reprimirse una risa al ver en escena a aquella pareja por la que apostaría. —¿Y?
Esperó Klaus la respuesta de ella, la cual no tardó en llegar.
—Muy cómoda, Niko.
Tras subirse al coche y conseguir una mirada divertida de Black, él lo ignoró y dio señal a su equipo para que se moviera. Y mientras Blake se quedaba en el edificio, metido en aquel cuarto de limpieza, ellos se movían hacia la feria.
Durante todo el viaje no pudo evitar mirar en algunos momentos para Ágata, quien tenía la mirada puesta en un libro y se preguntó cómo podía leer con el coche en marcha sin que se marease. Negó con la cabeza porque no debía mirarla demasiado, solo lo justo para que estuviese de una pieza en su casa.
Después del trayecto, llegaron a la feria y, como era de esperar, estaba llena de gente. Siguieron a Ágata que se metió en aquel lugar amplio y pisaron aquella alfombra roja tan característica de aquellas ferias en Francia. El primero que se empezó a poner nervioso fue Klaus, que no le gustó ver la cantidad de personas que había y no se relajó en ningún momento, menos cuando Ágata se metió en su pequeño lugar donde estaban todos los libros que había escrito.
En menos de cinco minutos, ya la joven tenía una barbaridad de personas esperándola para poder conocerla y fue ahí cuando se percató de lo famosa que era esa joven en ese mundo.
Enzo y Wanda se alejaron para poder vigilar cada rincón de aquel lugar, mientras que Klaus se quedaba frente al pequeño quiosco de Ágata y no pudo evitar mirarla lo cercana que era con sus lectores.
Parecía una mujer fuerte, que sabía manejar su vida, independiente, a la vez que toca pelotas. Cualquiera que viera su manera de ser, tan descortés, algo maleducada y chulesca, con sus lectores era otra Ágata. Para nada era la joven que describían en los informativos, ni esa mujer que intentaban desprestigiar.
Se veía cariñosa y divertida, muy refinada a la hora de vestir y con esa manera de ser que tenían algunos famosos, pero era distinta.
Las horas fueron pasando y él seguía allí, protegiéndola desde la lejanía y mirando aquel lugar por si algo malo pasaba. Intentó evitar que los fotógrafos se acercaran demasiado a ella, pero podían sacarle fotos a la rubia desde una distancia prudente y también evitó que los periodistas se pusieran a agobiarla a preguntas estúpidas sobre la noticia que ella había sacado a la luz. Pudo impedir todo aquello gracias a su rapidez.
Y en un momento del día, Ágata lo miró y se lo agradeció con una simple mirada. No se conocían de nada, pero con un simple gesto, por una pequeña tontería que había hecho con la mirada de Ágata, él lo captó al instante.
La voz de Wanda en su oído hizo que Klaus dejara de mirar a Ágata.
Se tocó el pinganillo para oírla mejor.
—Oye, Klaus. Hay un hombre a 30 metros, escondido entre 2 casetas y mirando a Ágata. No me gusta la pinta que lleva —añadió.
Klaus siguió la mirada de su compañera y llegó hasta una persona, la cual no le gustó para nada. Miraba a Ágata y este llevaba una mascarilla negra que tapaba toda su boca y su nariz, con una capucha. Solo podía ver sus ojos azules.
—Lo veo. Quédate con Ágata que voy a por él.
Klaus se acercó a él, pero el sospechoso lo vio rápidamente y, antes de que pudiera, salió corriendo. Klaus no se quedó atrás y ya estaba preparado para seguirlo, pero el hombre no contaba con que Klaus fuera tan rápido.
Empezó a esquivar quioscos y tirando algunas pequeñas estanterías para desequilibrar al alemán. Pero el guardaespaldas estaba preparado para eso y más.
El encapuchado salió al exterior, corriendo por las calles y metiéndose por uno de los callejones de París. Klaus no dejó de seguirlo, pero de un momento a otro, este lo miró unos segundos y consiguió escabullirse en aquel callejón y perder de vista al guardaespaldas.
Pero Klaus pudo ver como el encapuchado se había hecho daño en la muñeca, raspándose y viendo como le empezaba a sangrar antes de que se esfumara por culpa de un autobús que pasó por delante del protector.
Klaus se quedó de pie, en medio de aquel lugar lleno de gente y pensativo mientras recuperaba el aliento. Y no pudo evitar pensar que Ágata estaba en verdadero peligro y ahora lo había visto con sus propios ojos.
***
Black sabe mucho, me da a mi xD
¿Que les ha parecido este capítulo?
¿Que piensan de Ágata y Klaus juntos?
Todavía queda mucho que contar y muchas rosas por caer. Nos leemos la próxima semana a la misma hora.
Nos leemos, prohibidas 👠
Patri García
Pd; Aquí les muestro a la actriz que, para mi, podría ser realmente Ágata. Pero como es costumbre, eso es opinión mía, ustedes pueden imaginarse a la modelo que más les guste ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro