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9. Alicia - "Expulsión"

El día transcurrió lento e inquietante. Aún no asimilo las retorcidas verdades que me ha revelado aquel hombre en la sala de interrogatorios; ni siquiera le pregunté el nombre a quien dice ser mi padre. Tengo miedo de aceptar que ha dicho la verdad. No quiero creer que gran parte de mi vida ha sido una mentira.

Los encapuchados, que se hacen llamar a sí mismos como "eternos", pasaron el día y noche interrogando a los rebeldes de Amanecer con los que vine a Sudamérica. Solo a Max le he contado la descabellada revelación sobre mi verdadero padre, y ha decidido no opinar hasta que haber esclarecido todos los detalles al respecto. Agradezco su decisión.

Cuando Danira regresa de la interrogación, la mayor parte del grupo está reunida otra vez; salvo Ibrahim y Aaron, de los que aún no hemos sabido nada. Un eterno nos dijo que fueron en su búsqueda, pero no han logrado encontrarlos. No espero que los encuentren. Ellos deben creer que los encapuchados son el enemigo; han de esconderse de los helicópteros. Por mi parte, estoy entre la deriva de la confianza y el recelo. Si el hombre que dice ser mi padre lo es en realidad, dudo que haga algo contra nosotros. Pero por si todo es una mentira para ganar mi confianza, debo ser cautelosa y no confiar hasta estar completamente a salvo.

Mis tripas crujen. Me ofrecieron comida hace un par de horas; la rechacé. Decidí que no comería hasta que el grupo entero estuviera reunido. Los demás rebeldes también la rechazaron...

Todos a excepción de William.

Él aceptó la comida de los extraños. El grupo entero nos sorprendimos cuando lo vimos salir de la celda-habitación junto a un par de eternos. A pesar de que ya no nos apuntan sus armas, sé que sienten deseos de utilizarlas. Ellos no confían en nosotros, y tampoco nosotros en ellos. William, en cambio, parece pensar diferente. Ha pasado el día con los encapuchados, lo que no deja de hacerme sospechar.

Ahora que estamos reunidos en mayoría, el hombre que dijo ser mi padre se presenta ante todos.

—Mi nombre es Ariel —dice—. Ariel Luz.

Luz.

No puedo evitar pensar que ese pudo haber sido mi apellido. Ariel detiene sus ojos en los míos y esboza una sonrisa, y yo agacho la mirada sin atisbo alguno de cordialidad. Me costará enfrentarlo tras lo dicho en mi interrogación.

—Sé que han de tener muchas preguntas y dudas —prosigue Ariel—, pero debemos irnos cuanto antes a nuestras verdaderas dependencias. Esta antigua prisión la utilizamos temporalmente; nuestros hogares están en las montañas. Quien decida confiar en nosotros, puede acompañarnos. Eternidad ya confía en ustedes.

Los rebeldes de Amanecer nos miramos unos a otros. Ciro muestra cara de disgusto y da un paso atrás, lo que indica que no irá a donde sea que quieran llevarnos los eternos.

—Nuestra lealtad está con Amanecer —dice el rebelde al mando con tono mordaz—. Tenemos una misión y debemos cumplirla.

Aquello sobre la lealtad me confirma que existen disputas entre Amanecer y Eternidad. Cuando Ariel me dijo que Eternidad era "la verdadera rebelión", de inmediato consulté a qué se refería; pero no me dio una respuesta concisa. Tal parece que se precipitó y reveló más de la cuenta.

—Podemos llevarlos a Constelación si lo necesitan —ofrece Ariel—. Solo debemos esperar a que regrese nuestra aeronave. Podríamos esperar aquí, pero este no es un lugar seguro. Tenemos que regresar a las montañas si queremos seguir con vida.

Ariel me dijo hace horas que solamente disponen de una aeronave. La utilizan para viajar a lugares lejanos como Constelación, donde se llevaron a David para curarle el Stevens. Quiero creer que en realidad lo llevaron allá. De ser así, David se salvaría y ya no tendríamos que preocuparnos por su posible muerte.

Desearía que Aaron estuviera aquí para alegrarse tanto como yo por la noticia.

—Nos quedamos —insiste Ciro—. Encontraremos el modo de llegar a Constelación por nuestra cuenta.

Ciro observa a cada miembro de Amanecer con mirada amenazante. Daniel se aclara la garganta para hablar.

—Creo que deberíamos ir con ellos —dice.

Aguardamos por la reacción de Ciro, que no es nada positiva.

—Por ningún motivo —replica entre dientes—. No conocemos a estas personas. ¡Nos trajeron aquí contra nuestra voluntad!

—¿Tan rápido nos olvidaste, Ciro? —pregunta una voz femenina desde la puerta.

Una mujer rubia ha entrado en la habitación. No debe pasar de los cuarenta años. Viste ropas negras como los demás eternos, y trae el cabello recogido en una cola de caballo.

Ciro enmudece. Su rostro parece cambiar de color.

—¿Amara? —pregunta.

La mujer asiente en una cálida sonrisa. Por unos segundos, Ciro parece derrumbarse, pero retorna de inmediato a la faceta severa.

—Me da gusto saber que estás viva —dice con el mismo tono frío que le caracteriza. A pesar de que no sonríe, puedo adivinar que está feliz de ver a la mujer.

Antes de preguntar quién es ella y por qué genera esa reacción en Ciro, ella se adelanta a presentarse.

—Soy Amara Hudson, ex miembro de Amanecer —dice ella, sin borrar la sonrisa de su rostro.

—¿Ex miembro? —preguntamos Max y yo al mismo tiempo.

—Ex miembro —asiente—. La mayoría de las personas que estamos aquí pertenecíamos a Amanecer.

Dijo la mirada a Ciro y lo descubro apretando los puños con ira. No es difícil adivinar el motivo de su enfadada reacción. Algo oculta Amanecer; ya no tengo dudas al respecto.

—¿Por qué abandonaron Amanecer? —pregunta Danira, inesperadamente curiosa.

Ciro da un paso adelante antes de que Amara pueda responder.

—¡Es hora de irnos! —anuncia, enfadado—. Quiten sus malditos cuerpos de mi vista y déjennos ir de una vez.

—Ya no los estamos reteniendo —dice Ariel—. Lamentamos haberlo hecho. Creímos que formaban parte del Cuerpo de Protección Sudamericano, por eso los agarramos de sorpresa.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal.

—¿Cuerpo de Protección Sudamericano? —Me tiembla la voz al preguntar sobre ello.

Ariel observa a Ciro antes de responder, quizá buscando aprobación.

—Ustedes no saben nada del mundo real, ¿no? —nos pregunta Ariel a los rebeldes jóvenes—. Hay mucho que deben saber. Vengan con nosotros y obtendrán las respuestas que necesitan.

—¡Ya les dije que debemos irnos ahora! —insiste Ciro, perdiendo la paciencia—. ¡Vámonos de una vez, chicos!

Max, Kora, Daniel y los demás rebeldes de Amanecer nos miramos como si habláramos con la mirada. Sé que todos sopesamos qué hacer y a quién seguir. Ciro advierte nuestra duda y mueve la cabeza en reproche.

—Espero que no estén pensando ir con estos peligrosos desconocidos —dice.

—¿Peligrosos? ¿Nosotros? —Amara, la mujer rubia que al parecer conoce a Ciro, ríe a viva voz—. ¿Qué hay de tus queridos jefes de Amanecer? ¿No les has contado a los rebeldes jóvenes que...?

—¡Cierra la boca! —grita Ciro, cada vez más descontrolado—. Se acabó, ¡nos vamos de una vez!

Ciro espera que lo sigamos a la puerta. Kora, su novia Isabel, Danira, Daniel; Max, dos rebeldes más y yo permanecemos inmóviles, mientras que los demás miembros del viaje dan unos pasos adelante y se unen a nuestro jefe de grupo.

—¿Qué esperan ustedes? —Ciro recorre con la mirada a los que nos negamos a movernos—. ¡Vámonos de una vez!

Permanezco en silencio, tal como los demás. Ariel, mi supuesto padre, me observa con ojos suplicantes. Sé que quiere que vaya con los eternos. No puedo pensar en acompañarlos; no sin Aaron e Ibrahim. Pero he de admitir que muero de ganas por ir con ellos, saber más de Ariel y descubrir la verdad tras Amanecer.

Necesito algo de tiempo.

—No podemos tomar una decisión sin pensar en Aaron e Ibrahim —objeto—. De rechazar la oferta de los eternos, nos quedaríamos sin ningún método de búsqueda para encontrar a nuestros amigos.

—Podemos encontrarlos con o sin sus malditos helicópteros —espeta Ciro—. Te aseguro que regresaron al submarino; basta con que lo hagamos también.

—¿Y si encontraron el modo de seguirnos y vienen en nuestra dirección?

—De ser así, esperaremos aquí —resuelve Ciro—. Pero no permitiré que vayan a ningún lado con estas personas.

—¿Y qué hay de Constelación? ¿Cuántos días pretendes esperarlos? —le pregunto, ahora con cierta desconfianza—. No te lo tomes a mal, pero no confío en que aceptarás esperarlos. Sé que no aguantarás ni un día para retomar la marcha hacia Constelación.

Él guarda silencio y me ve con desagrado. Sabe que tengo razón. No desperdiciará su tiempo en esperar o ir en búsqueda de Aaron e Ibrahim.

—Insisto en que podemos buscar a tus amigos en nuestros helicópteros —interviene Ariel—. Pero esperarlos aquí es muy peligroso.

—¿Por qué? —pregunta Kora. Percibo miedo en su voz.

—Estamos en una zona prohibida —responde—. Según el acuerdo de Constelación y Newtopia, no se puede habitar en...

—¿Newtopia? —interrumpo.

Ariel escrute a Ciro con la mirada.

—¿No les hablaron de Newtopia? —le pregunta—. ¿Cuánto les han escondido a sus propios miembros?

Ciro se esfuerza cada vez más por mantenerse sereno. Adivino que desea golpear a Ariel y salir de aquí de una vez por todas.

—Newtopia es una nación ubicada en lo que solía ser Argentina —dice Ariel, sin despegar la mirada de Ciro—. Podría decirse que es el verdadero Arkos.

Me tenso. Comienzo a atar cabos. Ahora sé a quiénes se refieren cuando hablan de protectores sudamericanos.

—No entiendo —dice Kora—. ¿Por qué no sabía sobre ella? ¡Nunca nos dijeron nada en Amanecer!

—Nunca dicen nada en Amanecer —acota Amara—. Hay mucho que no saben.

Entretanto, veo a Max para intentar adivinar qué piensa de lo dicho. Él no parece tan sorprendido como Kora y yo. ¿Acaso sabía sobre la existencia de dicha nación?

—Ya oí suficiente. —Ciro enfrenta a Ariel y Amara con una cercanía peligrosa—. Nos vamos de aquí en este instante. ¡Síganme! —nos ordena a los rebeldes de Amanecer.

Me niego a moverme. He tomado una decisión.

Iré con los eternos.

—Voy con ustedes —les digo a Ariel y Amara.

Todos me miran sorprendidos.

—Yo también —oigo que dice alguien desde la puerta. Es William—. No llegaremos a Constelación sin ayuda.

Ciro enrojece de ira. Los rebeldes que decidieron acompañarlo me ven con desaprobación.

—Y no iré a Constelación sin antes haber encontrado a Ibrahim y Aaron —añado—. Lo siento mucho, Ciro. Pero yo voy con ellos.

—Debí adivinar que traicionarías a Amanecer —espeta él—. Estás acostumbrada a ser una maldita traidora.

—¡Cuida lo que dices, imbécil! —Max se para frente a Ciro con determinación.

Las cosas se están saliendo de control. Lo que menos necesito es enemistarme con Amanecer. Pero ¿y si en realidad es Eternidad la verdadera rebelión? ¿Y si Amanecer no es la respuesta para acabar con la represión de Arkos?

—Veo que estarás de su lado, ¿no? —Ciro ríe sin gracia. Ve a Max con cierta desilusión—. Hagan lo que quieran. Dense por expulsados de Amanecer.

Max abre la boca, pero no dice nada. La expulsión lo ha dejado estupefacto, y a mí también. Amanecer me salvó de los gobernadores; no debería darles la espalda. Aun así, no puedo dejar de desconfiar ni disminuir mis ganas de ir con los eternos.

—Todos los que se nieguen a venir conmigo, serán expulsados de Amanecer —declara Ciro—. Vámonos.

Se encamina a abandonar la puerta. Los dos rebeldes que se negaban a ir con él deciden seguirlo. Max, Kora, Isabel, Danira, Daniel, William y yo sostenemos la decisión de quedarnos e ir con Eternidad.

—Se arrepentirán de esto —dice Ciro antes de abandonar la celda-habitación—. Volverán rogando a Amanecer.

—Buen viaje, Ciro. —Se despide Max. Noto melancolía en su voz.

Ciro niega una vez más, se da la vuelta y se aleja por el pasillo junto a los demás rebeldes.


* * * * * *


Al final de todo, los eternos aceptaron esperar al menos esta noche por si llegan Aaron e Ibrahim. Ahora que las cosas se han calmado un poco, los rebeldes arkanos aceptamos la comida que nos ofrecían. Nos hallamos en el comedor de lo que solía ser una prisión en la época preguerra. Según dice Ariel, todas las ciudades del sur de Chile están en ruinas, y son constantemente bombardeadas por el Cuerpo de Protección de Newtopia por un acuerdo de inutilización de territorio con el país vecino. No se supone que debamos estar aquí, y por esa razón los eternos quieren volver de una vez a las montañas.

Ariel cuenta, además, que las dependencias de Eternidad se hallan en una aldea ubicada en algo llamado "Cordillera de los Andes". Le brilla la mirada cuando nos habla de su poblado.

—Sé que tienen miles de preguntas —nos dice en medio del comedor de la prisión—. Cuando estemos en la aldea, responderemos cada una de ellas. Por ahora, limítense a comer y después dormir. Les asignaremos cuartos con camas blandas por esta noche.

Los rebeldes de Arkos asentimos como agradecimiento. Duele pensar que ya no podemos llamarnos como "rebeldes de Amanecer". Todos guardamos silencio, y sé que no es por la tristeza de haber sido expulsados del movimiento que tanto nos apasionaba. En realidad, estamos desconfiando de la amabilidad de Ariel. Lo único que espero es que haya valido la pena negarnos a seguir a Ciro.

Los demás rebeldes y él ya están lejos de aquí. Como supuse, emprendieron camino hacia el norte; con dirección a Constelación. No quisieron esperar a Ibrahim y Aaron. Dudo que Ibrahim decida arriesgarlo todo por una corazonada y seguir a los eternos, así que irá tras Ciro y los demás. En cuanto a Aaron, sé que vendría conmigo a donde quiera que vaya. Estoy segura de que desconfía de Amanecer incluso más que yo.

El comedor de la prisión tiene paredes derruidas y luces parpadeantes en lo alto. El lugar está pronto a caerse en pedazos. La comida que nos sirvieron los eternos consiste en sándwiches con crema de maní artificial y agua embotellada, lo que no basta para saciar el hambre que siento, pero será suficiente para aguantar hasta mañana.

—Lamento esta deplorable comida. —Se disculpa Ariel—. Les prometo comidas deliciosas y abundantes cuando lleguemos a la aldea. La alcaldesa estará feliz de recibirlos.

—¿Alcaldesa? —inquiere Max tras un sorbo de agua.

Ariel ríe junto a los demás eternos que nos acompañan en el comedor.

—Necesitan unas buenas clases de verdad y democracia —dice entre risas.

Max se avergüenza, y yo también. Sí que necesitamos saberlo todo sobre el mundo real.

Tras acabar con la comida, los eternos nos derivan a distintas habitaciones en la prisión. Max y yo dormiremos juntos en una. La cama de nuestro cuarto no es tan blanda como prometió Ariel, pero será mejor que dormir en el suelo como en la celda-habitación. Ariel y Amara, quienes al parecer son personas importantes en Eternidad, nos afirmaron que esta misma noche enviarían eternos en búsqueda de Aaron e Ibrahim. Aunque vuelen cerca de ellos, sé que se esconderán de los helicópteros, así que lo mejor es ganar tiempo y confiar en que sabrán llegar aquí.

Cuando por fin estoy a solas con Max, conversamos sobre lo sucedido el día de hoy. Estamos recostados, viendo el techo y abrazándonos con el cariño de siempre.

—¿Qué opinas de todo lo que ha pasado? —le pregunto. Él está triste, y lo entiendo. No será fácil para él vivir sin las personas que se convirtieron en su familia.

—Es una locura. —Se limita a responder. Se me parte el corazón de oírlo devastado.

—Lo siento mucho —susurro. Él solo resopla.

Lo abrazo con más fuerza. Sé que él lucha por no derrumbarse. Levanto mi cabeza de su pecho y veo su rostro. Con la escasa luz de luna que llega desde la ventanilla del cuarto, logro ver que sus ojos están vidriosos.

—Para ser honesto, siempre quise conocer las dependencias de Eternidad —dice en una triste sonrisa.

—¿Sabías de Eternidad? —pregunto con ceño fruncido.

Él asiente.

Lo sabía. Max sabe más de lo que parece.

—Déjame adivinar, ¿también sabías de Newtopia?

Él vuelve a asentir, ahora con culpabilidad. No puedo creer que me haya escondido tanto.

—¿Por qué nunca me hablaste sobre todo eso que no sé? —Me cuesta evitar el tono de enfado.

—Alicia, no quería ponerte en peligro —masculla—. Si Amanecer no quiere que sepamos sobre Newtopia y Eternidad, ha de ser por algo.

—¿Sabes ese "algo"?

—Lamentablemente, no —responde—. Me enteré de muchas cosas gracias a George, pero él nunca me contó nada que hablara negativamente de Amanecer. Prometía revelarme detalles del mundo real si no insistía ni preguntaba más al respecto, y eso es lo que hacía. Siempre me mantuve callado y atesoraba cada revelación que me entregaba.

Comienzo a tener miedo de lo que Amanecer podría ocultar. ¿Por qué no quieren que los rebeldes sepan acerca de algo tan importante como una nación relacionada con Arkos? ¿Por qué no hablan sobre el movimiento rebelde en el sur de lo que solía ser Chile? Tengo un mal presentimiento.

—Prometo no volver a ocultarte nada —dice Max—. De todos modos, ya no tengo nada que perder excepto a ti.

Se derrumba. Me siento culpable. Por seguirme y defenderme, ha sido apartado del movimiento que lo acogió tras la muerte de su familia.

—Todo es mi culpa —admito—. De no ser por mí, estarías en camino a Constelación junto a Ciro y los demás.

—No lo es —afirma—. Aunque hubieras decidido ir con Ciro, habría elegido a los eternos.

—¿Por qué?

Max se toma unos segundos de reflexión antes de emitir una respuesta.

—Hay cosas que no sabemos de Amanecer —susurra—. Estoy seguro de que los jefes y miembros antiguos esconden tanto que...

Algo interrumpe su sentencia: un disparo resuena en las afueras de la prisión.

Nos ponemos de pie en un parpadeo. Asomamos la cabeza por la ventana, pero no vemos más que árboles y unos cuantos edificios destruidos a la distancia. Max y yo nos ponemos nuestros zapatos, abandonamos la habitación y corremos en busca de respuestas a la zona opuesta del edificio, en donde resonó el disparo.

Somos los únicos en el pasillo de habitaciones. Deduzco que los nuestros ya están dormidos y no sintieron el disparo.

Tras descender unas cuantas escaleras y pasillos oscuros, Max y yo llegamos al primer piso de la prisión. Todo en el lugar huele a putrefacción, pero el olor es lo de menos: el disparo es el que nos importa.

Cuando llegamos a la que aparenta ser una de las entradas principales de la enorme prisión restaurada, un eterno nos aborda antes de salir.

—¡No salgan! —nos dice en susurros—. Dos extraños llegaron hace minutos y le dispararon a uno de los nuestros.

Max y yo nos miramos perplejos.

Esos dos deben tratarse de Aaron e Ibrahim.

Ignorando la advertencia del eterno, lo apartamos y nos encaminamos al exterior de la prisión. Fuera, veo una gran cantidad de edificios destruidos a la distancia, más allá de hileras de árboles y vallas de seguridad que rodean la prisión. La luna ilumina todo de azul, y el frío de la noche me pone los pelos de punta.

A unos metros de las entradas a la prisión, veo a Ibrahim y Aaron.

Al menos diez eternos les apuntan armas. Ibrahim, por su parte, apunta la suya en todas direcciones. Y junto a él, tendido en el suelo, yace una persona encapuchada.

Ibrahim mató a un eterno.




* * * * * *

Mil gracias por la espera. <3 El nuevo capítulo (narrado por Aaron) no tardará tanto, porque ya está casi listo. :'3 Les informo también que se vienen capítulos narrados por Carlos, David y Michael. Pronto, sabrán más detalles sobre lo sucedido con nuestro querido resucitado. 7u7

¡Gracias por su apoyo y paciencia! Amor para todos :3 —Matt.

#NoALosLectoresFantasma.



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